¿Cuál es Tu Destino?

El Poder de la Oración


Una de las mayores evidencias diarias que tenemos del gran amor de Dios por cada uno de nosotros está en nuestra relación con Él en nuestras oraciones. Él nos ha invitado a orar constantemente. Quiere oír de nosotros. Quiere ayudarnos. Quiere guiarnos. Quiere que dependamos de Él. Quiere que oremos siempre por guía, fortaleza y constante protección.

“Y ahora bien, mis amados hermanos, yo percibo que aún meditáis en vuestros corazones; y me aflige que tenga que hablar concerniente a esto. Porque si escuchaseis al Espíritu que enseña al hombre a orar, sabríais que debéis orar; porque el espíritu malo no enseña al hombre a orar, sino le enseña que no debe orar.

“Mas he aquí, yo os digo que debéis orar siempre, y no desmayar; que no debéis hacer cosa alguna al Señor sin que antes oréis al Padre en el nombre de Cristo, para que consagre vuestra obra a vosotros, a fin de que vuestra obra sea para el bienestar de vuestra alma.” (2 Nefi 32:8–9.)

Nunca debemos subestimar el poder de la oración. La Iglesia de Jesucristo está en la tierra hoy porque Dios escuchó las oraciones de un muchacho de catorce años que se arrodilló humildemente en una arboleda después de leer en la Biblia: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche; y le será dada.” (Santiago 1:5.)

José Smith escribió más tarde acerca de su experiencia:

“Nunca ninguna escritura penetró el corazón del hombre con más fuerza que ésta lo hizo en este momento al mío. Parecía entrar con gran poder en cada sentimiento de mi corazón. Reflexioné repetidamente sobre ella, sabiendo que si algún personaje necesitaba sabiduría de Dios, ese era yo; porque no sabía cómo proceder y, a menos que obtuviera más sabiduría de la que entonces tenía, nunca lo sabría; porque los maestros religiosos de las diferentes sectas entendían los mismos pasajes de las Escrituras tan diferentemente que destruían toda confianza en resolver la cuestión apelando a la Biblia.

“Llegué finalmente a la conclusión de que debía permanecer en la oscuridad y confusión o, de lo contrario, debía hacer como dirige Santiago, esto es, pedir a Dios. Finalmente llegué a la determinación de ‘pedir a Dios’, concluyendo que si Él daba sabiduría a los que les faltaba sabiduría y daba liberalmente, y no reprochaba, yo podría aventurarme.

“Así pues, de acuerdo con esta determinación mía de pedir a Dios, me retiré al bosque para hacer la prueba. Fue en la mañana de un hermoso día claro, a principios de la primavera de mil ochocientos veinte. Era la primera vez en mi vida que hacía semejante intento, porque, entre todas mis ansiedades, nunca había intentado orar en voz alta.

“Después que me hube retirado al lugar donde había previamente determinado ir, al mirar a mi alrededor y verme solo, me arrodillé y comencé a elevar a Dios el deseo de mi corazón. Apenas lo hube hecho cuando, inmediatamente, fui presa de algún poder que me sobrecogió completamente y tuvo tal influencia asombrosa sobre mí que ató mi lengua de modo que no pude hablar. Una densa oscuridad me rodeó y me pareció, por un tiempo, que estaba destinado a una destrucción repentina.

“Pero, esforzándome al máximo para clamar a Dios que me librara del poder de este enemigo que se había apoderado de mí, y justo en el momento en que estaba a punto de hundirme en la desesperación y abandonarme a la destrucción—no a una ruina imaginaria, sino al poder de algún ser real del mundo invisible, que poseía tal asombroso poder como nunca antes había sentido en ningún ser— justamente en ese momento de gran alarma vi un pilar de luz exactamente encima de mi cabeza, más brillante que el sol, que descendía gradualmente hasta reposar sobre mí.

“Tan pronto como apareció, me encontré libre del enemigo que me tenía sujeto. Cuando la luz se posó sobre mí, vi a dos Personajes, cuyo resplandor y gloria desafían toda descripción, de pie en el aire sobre mí. Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: Éste es Mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!” (José Smith—Historia 1:11–17.)

Dios contesta oraciones hoy en el hogar, en la oficina, en la escuela, en la carretera, en el aire, en nuestras citas, en nuestros noviazgos, en nuestras iglesias y templos, y en nuestra soledad y meditación.

Debemos orar constantemente para que podamos conocer a Dios, sus planes y su amor. La dependencia diaria de Dios mediante la oración trae fortaleza, crecimiento y estatura personal.

Al aconsejar a parejas que están por casarse o ya casadas, siempre sugiero oraciones diarias. Hay una fuerza y un poder peculiares que llegan a una pareja unida en comunicación sincera con Dios. Él ayudará a quienes sincera y dignamente lo inviten a su círculo familiar y sus vidas personales. En forma individual o como pareja, Él estará tan cerca de nosotros como nosotros le permitamos estar. Todas las parejas así como las familias e individuos necesitan recordarse que ponernos en la actitud correcta para orar apropiadamente a menudo provee el aceite necesario para calmar las aguas turbias del día. La oración personal no solo es poder, es preparación.

Si nos preparamos para hacer la voluntad de nuestro Padre y comunicarnos con Él en oración, Él nos escuchará y nos dará entrada en su reino de acuerdo con nuestros actos personales. Las oraciones personales de los justos y de los sinceramente arrepentidos son un gozo para nuestro Padre.

Brigham Young dijo una vez: “La oración mantiene al hombre alejado del pecado, y el pecado mantiene al hombre alejado de la oración.” Vivamos de tal manera que nuestros espíritus contritos y corazones humildes hagan posible comunicarnos constantemente con Dios, y que Él nos ayude a hacer que nuestras oraciones sean infantiles y constantes mientras procuramos andar rectamente en su fortaleza.

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