El regalo de la bondad

Este mensaje enseña que la Navidad encuentra su significado más profundo cuando reflejamos el carácter del Salvador mediante actos sencillos de bondad. Al recordar tradiciones familiares, como compartir pan acompañado de las palabras “Amo y espero”, el presidente Eyring muestra que los regalos más duraderos no son materiales, sino espirituales: amor, esperanza y presencia. La Expiación de Jesucristo es presentada como la expresión suprema de ese amor y esa esperanza, pues Él descendió “debajo de todo” para que nadie quedara fuera del alcance de la gracia divina. Así, cada gesto bondadoso se convierte en un eco pequeño pero real del amor redentor del Padre y del Hijo.

El discurso también recalca que la bondad cristiana no requiere grandes acciones visibles, sino corazones dispuestos a seguir los susurros del Espíritu. Al repasar ejemplos del ministerio del Salvador y consejos prácticos de líderes proféticos, se enseña que la bondad incluye perdonar, reconciliar, escuchar, servir y consolar. Incluso los recuerdos sencillos —como cantar villancicos en un hogar humilde— pueden convertirse en regalos espirituales que dejan una huella eterna. La invitación final es clara: al asociarnos con Cristo mediante actos de bondad desinteresados, llegamos a ser instrumentos de Su amor y esperanza en la vida de los demás, especialmente en esta sagrada época navideña.

El regalo de la bondad

Henry B. Eyring
Primer Consejero de la Primera Presidencia
Devocional de Navidad de la Primera Presidencia de 2025


Mis queridos hermanos y hermanas, es un honor dirigirme a ustedes, dondequiera que estén reunidos, en este Devocional de Navidad de la Primera Presidencia. Al reflexionar sobre el nacimiento milagroso de Jesucristo, Su ministerio terrenal y Su gloriosa Expiación y Resurrección, nos sentimos más cerca de Él. Sentimos Su bondad, majestad y amor. He orado fervientemente para que mi mensaje de esta noche, de alguna manera, aunque sea pequeña, ayude a cada uno de ustedes a sentir Su amor perdurable más plenamente durante esta sagrada época de Navidad.

La época navideña está llena de tradiciones. Aunque esas tradiciones varían en alcance y magnitud según la familia, la cultura y la ubicación, ellas nos unen al celebrar juntos el nacimiento de nuestro Salvador, Jesucristo.

Recuerdo una tradición que tenía cuando era un padre joven: horneaba pan con mis dos hijas. Cuando regresaban de la escuela, yo estaba listo en la cocina con los ingredientes para hacer pan integral. Las niñas ayudaban a mezclar y amasar. Luego, mientras esperaban a que la masa leudara y se horneara, yo tallaba letras en una pequeña tabla de madera para pan, cortada de antemano, con el propósito de hacer un regalo. En cada tabla, esculpía las palabras J’Aime et J’Espere, que en francés significa “Amo y espero”. Cuando sacábamos el pan recién horneado, le llevábamos la hogaza y la tabla a un amigo o vecino, alguien que enfrentara una prueba de salud o una tristeza.

Al reflexionar sobre esa tradición, he recordado la tabla de pan de madera con las palabras grabadas “Amo y espero”. Como testigo viviente de Jesucristo, les prometo que, gracias a Él, siempre podemos sentir Su amor y hallar esperanza en Él, sean cuales sean las circunstancias de la vida, buenas o malas.

Mediante la disposición del Salvador a “descend[er] debajo de todo” como requisito de Su Expiación infinita, Jesucristo ofreció el regalo y la expresión perfectos de amor y esperanza. “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”. Y nuestro amoroso Padre Celestial, al permitir que Su Hijo Unigénito hiciera tal sacrificio, nos proporcionó la máxima expresión de Su amor como regalo Suyo para el resto de Sus hijos.

Al considerar esos regalos eternos que nos han proporcionado el Padre y el Hijo, tal vez nos preguntemos cómo nuestros propios regalos que compartimos en esta época navideña pueden reflejar adecuadamente nuestra devoción y gratitud hacia Ellos. Declaro humildemente que tal vez la manera más significativa de lograr esta encomiable labor sea ofrecer sencillos regalos de bondad a quienes amamos. Al ser bondadosos y servirnos unos a otros como lo haría el Salvador, incluso de las maneras más pequeñas, podemos llegar a ser un conducto de la gracia de Dios para ayudar a quienes se encuentran en nuestro círculo de influencia a sentir el amor y la esperanza del Salvador: ¡J’Aime et J’Espere!

Al estudiar continuamente la vida del Señor Jesucristo, me ha maravillado Su incomparable ejemplo de bondad. Reflexionen conmigo por un momento sobre algunos relatos conmovedores y palabras conocidas de las Escrituras:

  • “Y cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que me aloje en tu casa”.
  • “Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más”.
  • “Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
  • “¿Tenéis enfermos entre vosotros? […] Traedlos aquí y yo los sanaré, porque tengo compasión de vosotros; mis entrañas rebosan de misericordia”.
  • “Y tomó a sus niños pequeños, uno por uno, y los bendijo, y rogó al Padre por ellos”.

Que cada uno de nosotros siga el ejemplo de bondad del Salvador durante esta época especial; esto puede hacerse de muchas maneras: brindando servicio, caridad, amor, compasión y perdón. El presidente Howard W. Hunter lo definió de esta manera: “Esta Navidad, resuelvan una disputa. Busquen a un amigo olvidado. Desechen la sospecha y reemplácenla con la confianza. Escriban una carta. Den una respuesta amable. Motiven a los jóvenes. Manifiesten su lealtad con palabra y hechos. Honren una promesa. Renuncien a un rencor. Perdonen a un enemigo. Pidan disculpas. Traten de comprender. Examinen lo que demandan de los demás. Piensen en otra persona primero […]. Sean bondadosos. Ríanse un poco más. Expresen su gratitud. Reciban a un desconocido. Alegren el corazón de un niño. Deléitense en la belleza y en la maravilla de la tierra. Expresen su amor y vuélvanlo a expresar”.

Sé que el Espíritu puede guiarnos a cada uno de nosotros de muchas maneras sencillas a dar amor, fe y gozo a los demás en esta época de regocijo.

En Navidad, cuando era niño, me reunía con mi familia alrededor de nuestro piano Winkler, que ahora tendría más de cien años. Mis padres habían conocido la pobreza, por lo que eran austeros. Los regalos de Navidad que recibíamos eran modestos. Pero mi madre tenía una refinada voz de soprano. Tocaba el piano mientras nos guiaba en el canto de villancicos conocidos e himnos sagrados.

No sé si ella pensaba que estaba invitándonos a compartir un regalo duradero. Pero aun siendo niño, sentía un gozo indescriptible al cantar esas canciones. La música llenaba nuestro pequeño hogar con un espíritu de paz. Podía sentir no solo el amor de mi madre, mi padre y mis dos hermanos, sino también el de mi Padre Celestial y mi Salvador Jesucristo.

Mis queridos hermanos y hermanas, en esta época navideña nos esperan oportunidades para tender la mano a otros y mostrar bondad con amor y compasión semejantes a los de Cristo, y para marcar la diferencia. Les prometo que, si oramos y si abrimos el corazón y la mente a los susurros del Espíritu Santo, el Señor nos dirigirá para encontrar a alguien, a quien Él ama de manera perfecta, que necesite nuestra bondad durante esta época navideña. La bondad que ofrezcamos puede ser sencilla y no parecer extraordinaria en modo alguno, pero puede tener —y muchas veces tendrá— un efecto duradero.

Permítanme concluir con la letra de uno de mis himnos favoritos de la Primaria:

Ama a otros cual Cristo te ama. Sé bondadoso y tierno y fiel. Pues esto es lo que Jesús nos enseña. Yo quiero seguirlo a Él.

Al embarcarnos en esta maravillosa época navideña, les dejo mi testimonio de que Jesucristo es amor y esperanza: J’Aime et J’Espere. Nosotros también podemos asociarnos con Él y compartir Su amor y esperanza con los demás mediante actos de bondad desinteresados.

Testifico de estas cosas en el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.

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