Al Rescate – La biografía de Thomas S. Monson

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LAS DECISIONES DETERMINAN EL DESTINO

El realmente ha caminado con los “reyes” de la tierra durante mucho, mucho tiempo, y ha conservado la sencillez de un modo admirable.

Élder Robert C. Oaks Presidencia de los Setenta, 2004-2007


Thomas s. monson ingresó a la fuerza laboral en el apogeo de lo que algunos han llamado “los magníficos años cincuenta”. Aun cuando la Guerra Fría creó más división entre naciones, y el conflicto de Corea exigió que se reabriera el reclutamiento de jóvenes para el servicio militar, ése fue el período en que surgió Disneylandia, se empezaron a construir sistemas de autopistas interestatales, tomó impulso el movimiento de derechos civiles, músicos como Liberace y Lawrence Welk deleitaban a sus públicos en la televisión, y Perry Masón iniciaba la primera de sus nueve exitosas temporadas. De hecho, Perry Masón era entonces y sigue siendo hoy el programa de televisión predilecto del presidente Monson.

Que llegara a trabajar para una compañía editorial parecía natural, aunque la persona que le abrió las puertas al Deseret News no conocía sus aptitudes laborales. El 1 de julio de 1948, el Dr. O. Preston Robinson, el nacionalmente reconocido profesor de mercadotecnia de Tom, envió a tres de sus estudiantes que estaban a punto de graduarse, para ser entrevistados por Amos Jenkins, director de publicidad del periódico. Confiaba en que al menos a uno de ellos se le contratara como representante de ventas de publicidad.

Tom tenía opciones; se había destacado en la universidad e ingresaba en un mercado que necesitaba su experiencia. Había enseñado mercadotecnia en la Universidad de Utah, y el Decano Dilworth Walker lo invitó a unirse al cuerpo docente para enseñar jornada completa. Tras orar en cuanto a la propuesta, llegó a la conclusión de que sentía más inclinación hacia trabajar con publicidad y mercadeo, que hacia enseñar las materias.

Llegaron a la Universidad de Utah compañías de renombre para entrevistar a estudiantes próximos a graduarse. Tom fue a las entrevistas bien preparado y recibió excelentes ofertas de empresas como Standard Oil de California y Procter and Gamble. También le habían ofrecido empleo en la Compañía Editorial Deseret News. Cuando más adelante aconsejó a estudiantes que las “decisiones determinan el destino”, él lo había comprobado en su propia vida.

Tom sopesó: “Si acepto la oferta de Procter and Gamble o la de la compañía petrolera Standard, tendré que viajar bastante, y a mí no me gusta viajar. Ya no podré ir de pesca a mi arroyo favorito; no podré cazar patos ni faisanes en el otoño; tendré que dejar mi vecindario y a mis padres, tías, tíos y primos, y sacrificar a mi joven familia”. Entonces decidió consultar al Señor en oración.

Su decisión fue una demostración de fe y principio, entrelazada con un agudo sentido del deber. Ni siquiera había tomado en cuenta la perspectiva de jugosos salarios y de vacaciones en soleadas playas. “Hay factores en todo ser humano”, ha enseñado, “aun principios básicos con los cuales se nos ha investido desde nuestra creación, que parecen exigir nuestras más prudentes decisiones. En aquellos años en particular, todo parecía decirme que buscara lo mejor que la vida tenía para ofrecer; que buscara oportunidades de brindar el mayor servicio”1.

Declinó las ofertas de Standard Oil y de Procter and Gamble, y aceptó el puesto en la firma editorial Deseret News, tal vez la menos “apasionante” de las tres, y empezó a trabajar como gerente auxiliar de la sección de avisos clasificados.

Después de todo, en las décadas siguientes, sus responsabilidades de la Iglesia no le permitieron ir mucho de caza ni de pesca, y es posible que ningún empleado de Standard Oil o de Procter and Gamble haya viajado tanto como lo ha hecho Thomas S. Monson.

Aquél primer año, después de terminada la guerra, el Deseret News realizó una agresiva expansión de su mercado, agregando la distribución del periódico los sábados por la mañana y emplearon más personal, tanto en noticias como en publicidad. Al competir el periódico vespertino en forma pareja con el matutino Salt Lake Tribune, la circulación hizo más que duplicarse.

Dado que Tom ya había aprendido destrezas de impresor, en vez de empezar en ese sector, lo pusieron en ventas. Pasó a integrar “un grupo de personas talentosas e individualistas, entre ellas, Amos Jenkins, un carismático director de publicidad; Susie Miller, que conocía a todos los agentes de bienes raíces y concesionarios de automóviles de la ciudad; Ralph Davison, un infatigable gerente de avisos nacionales, y Kenneth Bourne, gerente de ventas de publicidad, quien siempre usaba sombrero, tanto adentro como afuera del edificio, escondiendo su calvicie”2. En relativamente corto tiempo, Tom fue ascendido a gerente de la sección de avisos clasificados.

Como parte de su entrenamiento, Tom pasó cuatro semanas en la zona de San Francisco, dividiendo su tiempo entre el San Francisco Chronicle, el San Francisco Examiner, el Oakland Tribune, y el Oakland Post Inquirer. Durante ese largo mes se hospedó en el Hotel California, cansándose rápidamente de estar lejos de su hogar. Al menos, la experiencia le sirvió para reafirmar que había estado acertado en escoger un empleo en Salt Lake City. Regresó de California con normas y procedimientos innovadores relacionados con la publicidad clasificada.

Durante varios años, el periódico matutino Salt Lake Tribune había superado ampliamente el tiraje del Deseret News y, en particular, contaba con una sección mucho mejor de avisos clasificados. A pesar de que el Deseret Netos había tenido esa sección desde 1890, los avisos no producían los resultados que los anunciantes deseaban. Amparado en su gran optimismo, Tom no se desanimó. Él siempre ha sostenido: “En las profesiones de nuestra elección, los desafíos a los que nos enfrentamos pueden tener la apariencia de montañas imposibles de superar, pero debemos siempre seguir adelante”3. Y así lo hizo.

Como gerente de avisos clasificados, con once empleados bajo su supervisión, se propuso renovar el interés del público lector con una audaz campaña de circulación. Él vio “la venta de un producto complicado” como una oportunidad “de trabajar eficaz y arduamente”4. El aspecto de mayor relieve de dicho esfuerzo fue trabajar con Robert Cutler en la creación y ejecución de un programa de promoción que denominó: “Publicidad en acción”. El nuevo enfoque tuvo enorme éxito, tanto así que representantes de otros periódicos regionales y nacionales, de San Francisco en particular, se interesaron en emplear el mismo diseño: palabra por palabra. Tom habló en el funeral de Bob Cutler en el año 2000 y recordó aquellos primeros años de su carrera, cuando buenos hombres como Bob lo habían encaminado.

Puso en práctica en su trabajo diario lo que él llama “las siete consignas de la sabiduría: visión, paciencia, equilibrio, esfuerzo, comprensión, cortesía y amor”. Las aplicó en su carrera comercial, en la comunidad, en sus asignaciones de la Iglesia y en su hogar. Si se siguen estos principios, ha enseñado, “llevaremos vidas más felices, tendremos experiencias más plenas, y sentiremos en el corazón la satisfacción de saber que hemos sido el conducto por medio del cual se ha manifestado el poder de nuestro Padre Celestial”5.

Al mismo tiempo, procuró elevar la visión de sus colaboradores con una estricta ética laboral: “Cuando nos quejamos no podemos pensar; cuando ridiculizamos no podemos razonar. La responsabilidad personal no tiene que ver con la intención, sino con los hechos. Nadie se siente orgulloso simplemente de lo que intenta hacer . . . sólo la mente humana es capaz de crear, imaginar, ejercer visión y sentir responsabilidad”6.

M. Russell Ballard, que acababa de regresar de su misión en Inglaterra, conoció a Tom Monson en el salón de exposición de automóviles de su abuelo, ubicado en el 633 Sur de la calle Main. “Desde entonces he observado a Tom Monson y no me sorprendió que lo llamaran como presidente de misión y después como miembro del Quorum de los Doce”, dice el élder Ballard. “No conozco a nadie de aquella época que tuviera más don de gentes que Thomas S. Monson. Todo el mundo lo estimaba; era una persona afable, realista y sumamente práctica. Conocía a todos los concesionarios por su nombre de pila y ellos a él de la misma manera”7.

En 1952, el Deseret News y el Tribune hicieron una tregua, por así decirlo, al firmar un acuerdo de operaciones conjuntas para revertir las pérdidas financieras por las que pasaban ambas instituciones. El élder Mark E. Petersen, gerente general y presidente del directorio del Deseret News, había colaborado en la elaboración del pacto. Para concretar ese acuerdo sin precedentes, tuvieron que solicitar al Congreso que instrumentara una ley de antimonopolio. Como parte de dicho acuerdo, el Deseret News adquirió el Salt Lake Telegram, una publicación vespertina del Tribune, y los suscriptores del Deseret News recibirían la edición matutina de los domingos del Tribune. Esa no sería la última reorganización de ambos competidores.

Las competencias de circulación y publicidad que los dos periódicos habían tenido durante décadas ahora cesaban, y las perspectivas de una operación conjunta parecían prometedoras. La operación bilateral—siendo cada parte propietaria del 50 por ciento durante treinta años—se encargaría de la producción, la circulación y la publicidad, operando una sola imprenta en vez de dos, un departamento mecánico en vez de dos, y un departamento de publicidad en vez de dos. Ambos periódicos se imprimirían en las mismas prensas, a dos calles de las oficinas del Deseret News, mientras que los empleados de la sección de publicidad se trasladarían al edificio del Tribune, lo cual supuso una fusión del personal de avisos clasificados.

A Tom se le pidió que dejara cesante a la mitad de sus empleados y que, tras haber sido gerente de avisos clasificados, ahora pasara a ser subgerente de la sección en la nueva corporación, con la responsabilidad de la venta de avisos de bienes raíces y automóviles. El cambio lo tomó por sorpresa e hizo saber su preocupación al subgerente general de la Compañía Editorial Deseret News, Preston Robinson, su ex profesor de universidad, indicando que ciertamente tenía más para ofrecer que lo que le exigiría su nueva posición en el Tribune. Robinson estuvo de acuerdo, pero la decisión ya se había tomado.

El trasladarse a lo que había sido territorio enemigo requirió mucha fe a este emprendedor y cada vez más visible ejecutivo de publicidad. Sin embargo, el acuerdo de operaciones conjuntas fue una bendición para ambas entidades, poniendo fin a las debilitantes querellas que durante una época tan larga habían consumido tiempo, energía y recursos. Aun así, continuó la tensión y la competencia entre ambos planteles editoriales.

Con la creación de la nueva corporación, el Deseret News perdió el derecho de publicar un periódico los domingos, lo cual Tom rápidamente reconoció como “un trágico error”. En los años siguientes, el valor de la publicación dominical se triplicó. Tom ni imaginaba que treinta años más tarde sería el principal representante de la Iglesia en la negociación de aquél acuerdo, y que estaría en la debida posición para corregir el error.

El día libre de Tom era el lunes. En el mundo de los avisos clasificados, el sábado era uno de los días más ocupados, así que la semana de trabajo de Tom empezaba los martes. Aprovechaba los lunes para ir a cazar patos con su tío Rusty. De aquellas experiencias resultarían muchas cosas más que simplemente cazar patos. Rusty y Tom forjaron una buena camaradería; Rusty “era un sabio maestro y un sensato filósofo”. Aunque no se había unido a la Iglesia, “era un hombre honorable en todos los aspectos de su vida”. También iban a pescar al río Provo, a Pinedale, en Wyoming, y a la represa Strawberry. El tío Rusty operaba una gasolinera, pero aprovechaba toda oportunidad que se le presentaba para disfrutar de la naturaleza. “Verdaderamente apreciaba las creaciones de Dios”8.

En diciembre de 1952, Preston Robinson llamó a Tom a su oficina para presentarle una nueva propuesta de empleo. Quería que Tom regresara a lo que entonces se conocía como la Imprenta Deseret News y se sometiera a un programa de capacitación para llegar a ser su gerente general auxiliar. La idea era que Tom pasara un año o dos trabajando en la división de la Imprenta Deseret News y después otro período similar en la división editorial del periódico a fin de tener experiencia publicitaria, editorial y comercial cuando lo ascendieran.

Trabajar en la Imprenta Deseret News era como regresar a casa.

Tom había sido aprendiz de impresor en el negocio de su padre bajo la supervisión de Sheldon Weight. Allí aprendió rápidamente y con destreza. “Cuando uno es aprendiz, tiene que hacer todo el trabajo engorroso, lavar prensas y las tareas más insignificantes”, dice9. Tom ganó buena reputación por nunca haberse atrapado los dedos en las prensas, lo cual habla a las claras de su excelente coordinación. Tom y Sheldon llegaron a ser amigos de por vida, y en el funeral de éste, el élder Monson alabó a su mentor “por ser la clase de hombre que fue” y por dar un gran ejemplo de dedicación laboral en una industria tan exigente10.

En la Imprenta Deseret News, gracias a su previo aprendizaje, Tom completó en tiempo récord la capacitación requerida en cada uno de los departamentos, pero consideró que lo más memorable de ese período fue la oportunidad de llegar a estar “tan cerca de todos los empleados de la imprenta. Ellos se encuentran entre los mejores seres humanos del mundo”11.

Tom entendió lo que el élder Stephen L Richards quiso decir cuando declaró: “La vida es una misión y no una carrera”. El veía su trabajo como mucho más que terminar un proyecto a tiempo y dentro del presupuesto estipulado. Realmente llegó a conocer a la gente con la que trabajó. Su diario personal está repleto de detalles sobre cada uno de ellos a lo largo de los años y de la oportunidad de hablar en sus funerales.

En poco tiempo, Tom fue nombrado gerente auxiliar de ventas y más adelante gerente de la división de ventas de la imprenta.

En aquellos años forjó estrechos lazos con hombres con quienes serviría en el futuro al supervisar la publicación de materiales de la Iglesia. En particular, llegó a conocer a Gordon B. Hinckley, quien dirigía la oficina misional, la que contaba con un catálogo de más de cien folletos publicados. Una de las tareas del hermano Hinckley era mantener a mano un abastecimiento adecuado de todos los materiales que se necesitaban alrededor del mundo, mientras que una de las tareas de Tom era ayudarlo. Los dos determinaban qué imprimir, cuántas copias se debían hacer y cuándo imprimir o reordenar. “El trabajo más grande era hacer pedidos del Libro de Mormón”, recuerda Tom11. Durante la década de 1950, se imprimieron traducciones nuevas, revisadas o actualizadas del Libro de Mormón en español (1950 y 1952), portugués (1951, 1952 y 1958), francés (1952 y 1959), finlandés (1952), alemán (1955 y 1959), japonés (1957), noruego (1959) y sueco (1959). El verse tan intensamente expuesto a la impresión de las Escrituras fue sólo el comienzo de la participación de Tom en la publicación de escritos sagrados de la Iglesia.

También llegó a relacionarse muy bien con aquellos para quienes publicaba libros. En su función de gerente de ventas, forjó una excelente relación de trabajo con la compañía Deseret Book. Alva Perry había sido nombrado gerente general de Deseret Book, y los dos colaboraron estrechamente. Una de las primeras cosas que Tom hizo fue familiarizarse con los libros publicados por Deseret Book y analizar cada uno de ellos. Actualizó el sistema de inventario, ya que los libros impresos aún no encuadernados se almacenaban en la Imprenta Deseret News. Vio que la compañía estaba en transición, que pasó de publicar unos pocos títulos por año a producir muchos. Advirtió que usaban un tamaño reducido de tipografía y de márgenes para que cupiera más texto en cada página, así que recomendó que se aumentara el tamaño de los caracteres de 10 a 12 puntos y el de los libros a 15 x 23 centímetros, a fin de hacer el producto más atractivo para el lector. También recomendó el uso de diferentes diseños y más colores en las sobrecubiertas de los libros. Cada una de sus sugerencias fue aceptada, y el libro The Candle of the Lord (La candela del Señor), del élder Adam S. Bennion, recibiría el primer premio en una competencia nacional de compañías editoriales.

“Los libros llegaron a ser amigos”, explica Tom. “Al verlos pasar de manuscritos a producto final, me sentía parte de su creación y me encariñaba con ellos, aun antes de leerlos”12.

Alva Perry asignó a Tom que llevara la cuenta del inventario de libros publicados por Deseret Book, lo cual contribuía a la monopolización de la operación de Deseret Book por parte de la Imprenta Deseret News. Muchos de los libros eran escritos por Autoridades Generales, lo cual hizo que Tom forjara firmes lazos con esos líderes de la Iglesia. El presidente David O. McKay, el presidente Stephen L Richards, el presidente J. Reuben Clark, hijo, el élder Mark E. Petersen y el élder LeGrand Richards valoraban su cuidadosa atención a los detalles de composición, tipografía, del papel que se usaba y del diseño. Las experiencias de Tom con “algunos de los más nobles representantes de Dios”, constituyen aspectos memorables de su vida, ya que se benefició “de lo brillante de sus mentes, de lo profundo de sus almas y de lo cálido de sus corazones”13.

El presidente J. Reuben Clark, hijo, era uno de tales hombres. Tanto él como Tom compartían humildes comienzos y altos ideales, una enorme devoción por los principios de bienestar y una prodigiosa laboriosidad. Ambos eran ávidos lectores y genuinos discípulos de Cristo. El presidente Clark había crecido en un entorno sencillo pero con elevadas ambiciones”14. Sirvió durante más de dos décadas y media en la Primera Presidencia bajo los presidentes Heber J. Grant, George Albert Smith y David O. McKay.

Un día, se pidió a Tom Monson y a Alva Perry que se presentaran en la oficina del presidente Clark, donde éste levantó la tapa corrediza de un escritorio, revelando montones de blocs amarillos tamaño legal con las páginas dobladas y arrugadas de tanto uso. El presidente Clark trabajaba en un proyecto de publicación y durante los siguientes ocho meses se reunió casi a diario con Tom para preparar su libro: una concordancia de los evangelios del Nuevo Testamento. Sin duda, aquél libro era la obra de toda una vida. El presidente Clark había dado inicio a su redacción cuando estudiaba Leyes, lo cual resultaba obvio por su estilo. Aquellas hojas estaban repletas de notas y análisis escritos a mano, los cuales llegaron a ser la monumental obra titulada Our Lord of the Gospels (Nuestro Señor de los evangelios). El presidente Clark era reconocido por su pasión por la exactitud. Aun detalles aparentemente insignificantes, como una letra s invertida en una impresión, lo angustiaban profundamente. El ojo agudo de Tom para las revisiones editoriales lo hacía igualmente infalible. En sus encuentros diarios hablaban de muchas otras cosas, además del contenido de los libros de Mateo, Marcos, Lucas y Juan; analizaban detenidamente las doctrinas y el ministerio de Jesucristo.

En su biblioteca, el presidente Monson tiene un ejemplar con tapas de cuero y personalmente dedicado de esa obra sobre los cuatro evangelios del Nuevo Testamento. La sección titulada “Los milagros de Jesús”, le trae al recuerdo, como si hubiera acontecido ayer, un día en particular cuando el presidente Clark le pidió que leyera en voz alta varios de esos relatos mientras él escuchaba con gran atención. Ese fue un día que Tom “nunca olvidaría”.

“El presidente Clark me pidió que leyera el relato que se halla en Lucas sobre el hombre que sufría de lepra, y así lo hice:

‘“Y aconteció que, estando Jesús en la ciudad, he aquí, un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a Jesús, se postró sobre su rostro y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.

‘“Jesús, entonces, extendiendo la mano, le tocó diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él’. [Lucas 5:12-13.]

“El presidente Clark me pidió que siguiera leyendo en Lucas sobre el hombre paralítico y la iniciativa que demostró al presentarse ante el Señor:

‘“Y he aquí, unos hombres que tenían en un lecho a un hombre que estaba paralítico procuraban llevarle adentro y ponerle delante de él.

‘“Pero no hallando por dónde entrar a causa de la multitud, subieron por encima de la casa y por el tejado le bajaron con el lecho y le pusieron en medio, delante de Jesús.

“‘Al ver la fe de ellos, Jesús le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados’. [Lucas 5:18-20.]

“En el relato de las Escrituras se deja entonces constancia de los insidiosos comentarios de los fariseos concernientes a quién tenía el derecho de perdonar pecados. Jesús los silenció, diciendo:

“¿Qué pensáis en vuestros corazones?

“¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?

‘“Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: ¡Levántate!, toma tu lecho y vete a tu casa.

‘“Y al instante, se levantó en presencia de ellos, tomó el lecho en que estaba acostado y se fue a su casa glorificando a Dios”’. [Lucas 5:22-25.]

Mientras Tom leía, el presidente Clark sacó un pañuelo del bolsillo para secarse las lágrimas, y comentó: “Al ponernos viejos, las lágrimas brotan más fácilmente”. Tom dijo más adelante: “Tras despedirnos, salí de su oficina, dejándolo a solas con sus pensamientos y sus lágrimas”15.

Aquellos momentos de aprendizaje tan cargados de espiritualidad, aquellas horas colmadas de gratitud al Señor por Su divina intervención para mitigar el dolor, sanar al enfermo, dar fuerzas al débil y hasta devolver la vida a los muertos, no pasaron desapercibidos para Tom, siendo él un joven obispo que se enfrentaba a muchas de tales realidades.

Al dar los toques finales a su investigación, el presidente Clark dijo que no estaba seguro en cuanto a una sección en particular relacionada con la cantidad de veces que el Salvador se apareció después de Su resurrección. “Permítame pensar en cuanto a ello durante el fin de semana”, dijo. Iría a su granja en Grantsville, al oeste de Salt Lake, para meditar sobre el asunto. Ese domingo por la mañana sonó el teléfono en casa de los Monson y Francés contestó. El que llamaba, dijo: “¿Se encuentra el obispo Monson?”.

Ella respondió: “No, está en la iglesia”.

El hombre preguntó: “¿Piensa usted que un obispo debe estar en la iglesia el domingo?”.

Sin duda Francés debe haberse sorprendido ante tal pregunta, pero, con serenidad, respondió: “Pues, pienso que sí”.

“Estoy de acuerdo con usted”, dijo él. “Habla el presidente J. Reuben Clark; ¿podría pedirle al hermano Monson que me llame cuando regrese?”

Cuando el obispo Monson le devolvió la llamada, el presidente Clark simplemente le dijo: “Tom, puede quitar el signo de interrogación del número que le di; está correcto”.

Tom acotaría más tarde: “Sentí que el presidente Clark había recibido una confirmación del Espíritu, así como por medio de su investigación en cuanto a la pregunta que tenía sobre el manuscrito”16.

Tom también supervisó dos importantes libros hasta su misma impresión, escritos por el élder LeGrand Richards: Una obra maravillosa y un prodigio e Israel! Do You Knoiv? (¿Sabes, Israel?) “El manuscrito original de Una obra maravillosa y un prodigio”, comentó más adelante, “estaba redactado de la misma forma como hablaba el élder Richards: ¡Era casi en su totalidad una larga frase!”17. El élder Richards le enseñó a Tom sobre el valor del servicio abnegado cuando rehusó recibir regalías por sus libros. El pensaba de la misma manera que Tom: “No estamos simplemente ocupando un cargo; ciertamente podemos distinguirnos y atraer al mismo tiempo reconocimiento para la Iglesia. Podemos ser pilares en la comunidad y el conducto por el cual otros Santos de los Ultimos Días tengan oportunidades. Podemos recibir bendiciones y beneficios para nuestras familias si contamos con la capacidad de ver el fin desde el principio”18.

Llegaría el tiempo en que Tom escribiría muchos libros propios, entre otros: Pathways to Perfection en 1973 (Caminos a la perfección); Be Your Best Self, 1979 (Sean lo mejor que puedan); Favorite Quotations from the Collection of Thomas S. Monson, 1985 (Citas seleccionadas de la colección de Thomas S. Monson); Live the Good Life, 1988 (Vivan la buena vida); InspiringExperiences That Build Faith: From the Life and Ministry of Thomas S. Monson, 1994 (Experiencias inspiradoras que edifican la fe: De la vida y del ministerio de Thomas S. Monson); y Faith Rewarded: A Personal Account of Prophetic Promises to the East Germán Saints, 1996 (Las recompensas de la fe: Un recuento personal de promesas proféticas a los santos de Alemania Oriental); además de varios pequeños folletos y un libro ilustrado que ha llegado a ser un clásico navideño: A Christmas Dress for Ellen, 1998 (Un vestido de Navidad para Ellen). En 1985, publicó una autobiografía limitada a los miembros de su familia, titulada: On the Lord’s Errand (En el mandato del Señor).

De sus mentores, Tom aprendió más que la forma de operar un negocio de imprenta. El gerente general de la Imprenta Deseret News era Louis C. Jacobsen, un inmigrante danés que había ido a la escuela sólo hasta el tercer grado, pero fue mucho lo que le enseñó a Tom. Louis había servido como obispo del Barrio Quinto de la misma estaca de Tom y, como muchos otros, había padecido la pobreza y sido víctima del ridículo en su infancia. “En la Escuela Dominical, una mañana de un día de reposo”, escribió Tom, “los niños se rieron de sus pantalones remendados y su camisa gastada. El orgullo no le permitió llorar, pero Louis salió corriendo del edificio y finalmente, casi sin aliento, se sentó en el borde de la acera de la calle Tercera Oeste. El agua corría por la alcantarilla a sus pies. El muchacho tomó de su bolsillo un trozo de papel que le habían dado en la clase e hizo un botecillo que echó a flotar en el agua. De su herido y tierno corazón surgió una decisión: ‘¡No volveré nunca más a ese lugar!’.

“De pronto, a través de las lágrimas, Louis vio reflejada en el agua la imagen de un hombre corpulento y bien vestido. Al levantar la cabeza reconoció a George Burbidge, el superintendente de la Escuela Dominical. ‘¿Puedo sentarme a tu lado?’, preguntó el sabio líder, a lo cual Louis asintió.

“Allí, en el borde de la acera, se sentó un buen samaritano para ministrar a un necesitado. Se formaron varios botecillos y se echaron al agua. Años después, Louis presidiría esa misma Escuela Dominical, y nunca dejó de reconocer a aquél viajero que lo había rescatado junto a un camino hacia Jericó”19.

Pese a que Tom aprendió rápidamente de Louis y de otras personas, cuando se le dio la responsabilidad de comprar el papel para la imprenta, el representante de una compañía importante se burló del nombramiento ante Spence, el padre de Tom. Estaba seguro de que Tom no llegaría muy lejos debido a su falta de “experiencia”. Spence, quien rara vez alababa a nadie, no vaciló en responder que su hiio “sorprendería al hombre y haría un buen trabajo”20.

En marzo de 1957, Tom presidió la convención de la Industria de la Imprenta Estatal en el Hotel Utah y otra que incluía también a Idaho, y al año siguiente llegó a presidir la organización. Sirvió como miembro del directorio de las Industrias Impresoras de los Estados Unidos desde 1958 a 1964, ganándose la reputación de ser un “líder sabio y vanguardista con facilidad para hacer amigos de todos los sectores de la profesión”21. En abril de 2009 fue introducido en el Salón de la Fama de los Impresores de Utah.

En una convención de la industria en Dallas, Texas, a fines de la década de 1950, Tom subió a un autobús de turismo para hacer una gira por la que a veces se da en llamar la “ciudad de las iglesias”. Al pasar frente a una deslumbrante iglesia tras otra, el guía comentaba: “A la izquierda pueden ver la iglesia metodista”, o, “A la derecha vemos la catedral católica”. Al pasar frente a una llamativa capilla de ladrillo rojo, el guía dijo en tono coloquial: “En ese edificio se reúnen los mormones”. Desde el fondo del autobús, una mujer inquirió: “Conductor, ¿podría decirnos algo acerca de los mormones?”. Haciendo el autobús al costado del camino, el hombre respondió: “Lo único que sé es que se reúnen en ese edificio”, y después preguntó: “Hay alguien aquí que sepa algo sobre los mormones?”22.

Nadie respondió. Tom miró a su alrededor y comprendió que nadie sabía nada, así que se puso de pie y durante los siguientes quince minutos dio lo que Pedro describió como una “razón de la esperanza que hay en vosotros”23. Otro conocido pasaje de Escritura, “si estáis preparados, no temeréis”24, le dio el valor para hablar.

Se hizo miembro del Club de Publicidad de Utah, de la Asociación de Ejecutivos de Ventas de Utah, y del Club de Intercambio de Salt Lake, en el que dio forma al programa “La religión en la vida de la nación”, el cual ganó el primer premio en la competencia nacional. Cuando el presidente nacional del Club de Intercambio llegó a Salt Lake para conferirle los honores, Tom hizo los arreglos para que conociera al presidente David O. McKay. En la conversación que los tres mantuvieron cerca de una hora, el presidente McKay se refirió a temas de interés nacional que indicaban que el país “se estaba zafando de sus amarras”. El visitante lo escuchó con atención y cuando él y Tom salieron de la oficina del presidente, se detuvo en la recepción del Edificio de Administración de la Iglesia y con solemnidad dijo: “¿Sabe, Tom?, David O. McKay se ve como un profeta; habla como un profeta hablaría y piensa como pensaría un profeta”. Tom contestó: “Mi amigo, la razón por la que David O. McKay se ve como un profeta, habla como un profeta y piensa como un profeta, es bien sencilla: ‘él es un profeta del Dios viviente’”. Aquella visita había “cambiado la vida del invitado”25.

Tom rápidamente cobró notoriedad nacional en la industria. “Tengo ojo de impresor”, dice. “Si algo está desalineado, si una letra está descuadrada, si una hoja no está perfecta, lo noto fácilmente”26. Pero no son solamente los detalles en la impresión lo que advierte, sino también las personas que compaginan los materiales impresos, las que preparan las planchas de impresión y las que trabajan en la encuadernación. Esos fieles trabajadores son merecedores de las palabras del Señor: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”27.

En 1948, la Imprenta Deseret News se había mudado desde cerca de la Manzana del Templo, en el centro de la ciudad, hasta una zona industrial en las proximidades de la calle 1700 Sur y Redwood Road, en el oeste del valle. En 1967, casi veinte años después, se separaría completamente del Deseret News. En 1980, la Imprenta Deseret pasó a ser la División de Impresión de la Iglesia, cediendo su nombre y sus años de servicio a otras entidades comerciales a fin de satisfacer las necesidades de operación de una Iglesia cada vez más grande.

Tom supervisó la transición de la Imprenta Deseret de impresión tipográfica a impresión en offset. La imprenta era la planta más grande de su tipo al oeste del río Misisipi y la demanda de servicios era enorme. Casi todos los trabajos eran proyectos masivos, entre ellos, directorios telefónicos, revistas a todo color, catálogos, libros—muchos de ellos para Deseret Book—y toda una gama de proyectos para la Iglesia, particularmente para el Departamento Misional.

Cuando fue homenajeado en un programa de inicio de cursos en el Colegio Universitario Dixie (en St. George, Utah) en 1986, a Tom se le hizo entrega de un libro escrito por el famoso historiador Karl Larson, en cuyo título se mencionaba el nombre de la institución. Tom había sido el impresor de la obra. Tales coincidencias se presentaban a menudo28.

Años antes, cuando Tom había enseñado clases de negocios, siempre recalcó la importancia de ser comprensivo. Usaba el ejemplo de uno de los empleados de una línea de encuadernación de libros que constantemente llegaba tarde a su trabajo. Sus compañeros se mostraban impacientes por tener que esperar, desperdiciando valioso tiempo de producción hasta que él llegara, lo cual resultaba particularmente irritante, ya que se les pagaba por unidad terminada. Exasperado, el capataz anunció: “Esta es su última oportunidad. Si vuelve a llegar tarde, ni siquiera venga a mi oficina”. El empleado asintió, y al día siguiente volvió a llegar tarde.

Tom entonces preguntaba: “Si ustedes fueran el capataz, ¿qué harían?”. “Yo le daría otra oportunidad”, respondía alguien; “Lo echaría”, contestaba otro. Tom les decía que las dos posturas eran incorrectas, que más bien se le debía preguntar al trabajador por qué llegaba tarde. “No tomen medidas hasta averiguar las circunstancias de la persona”, decía, instando a los estudiantes a asegurarse de determinar los hechos29.

Una noche, Tom recibió una llamada de la Policía de caminos informándole que habían encontrado una gran cantidad de papel impreso a orillas del río Jordán, en Salt Lake City. Ellos daban por sentado que el papel provenía de la Imprenta Deseret News, ya que las hojas contenían el relato de José Smith. “Ese material es nuestro”, indicó Tom, y les dijo que iría a retirarlo de inmediato. Cuando llegó, verificó que las 20.000 hojas eran de la planta y sacó en conclusión que uno de los empleados del turno de la noche, tal vez cansado, no había prestado atención cuando una pieza de metal se había roto, descarrilando las hojas que pasaban automáticamente por la prensa, inutilizando cada una de las páginas del folleto.

A la mañana siguiente, cargaron el papel arruinado en un camión y lo llevaron nuevamente a la planta, colocándolo a plena vista en la oficina de Tom, tal como se les había pedido que lo hicieran. Cuando empezó el turno de las 3:00 de la tarde, el hombre que había sido responsable entró en la oficina de Tom, vio el papel amontonado y dijo: “Seguramente me echará”.

“Sí, lo haré”, dijo Tom, “porque no me llamó. Tuve que enterarme por el Departamento de Policía. Si me hubiera llamado, no sería tan severo”.

Un año después, el hombre volvió y describió su situación. Estaba desempleado y su esposa e hijos estaban sufriendo a causa de ello. “¿Cree que podría ayudarme a encontrar trabajo?”

“Sí”, respondió Tom. “Ya ha transcurrido un año. Vaya, marque su tarjeta y empiece su turno a las 3:00. Espero que no haya olvidado cómo hacer su trabajo debidamente”. Tom le explicó que había dejado el incidente atrás y que lo mismo debía hacer él. El hombre trabajó en ese turno hasta que se jubiló30.

El trato que Tom dispensaba a todos sus empleados era compatible con su filosofía: “Uno puede vivir tranquilo si trata a la gente de la forma que desea que lo traten”31. El nos alienta a atesorar nuestra relación con los demás. “Me he dado cuenta de que todos pueden enseñarme algo”, ha dicho. “Me encanta aprender de las personas con las que me relaciono”32.

Tales rasgos de carácter le vendrían bien en las muchas asignaciones que recibiría en su vida.