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LLAMADO A LOS COMITÉS GENERALES DE LA IGLESIA
El corazón del presidente Monson es como el corazón del Señor. El presidente Monson trata al conserje que limpia un edificio de la misma forma que trata al embajador de un país extranjero que llega a visitarlo. Debido al valor que atribuye a la naturaleza eterna de las personas, no juzga a nadie por su condición económica o social. Él ve como vería el Señor, y así extiende su amistad.
Élder Neil L. Andersen Quorum de los Doce Apóstoles
Los Monson partieron de la misión Canadiense a fines de enero de 1962. Habían decidido no llevar a su reemplazo, el presidente Pitcher, y su esposa, en una agotadora gira por la misión como la que ellos habían hecho a su llegada. Sin embargo, efectuaron dos recepciones a fin de que el nuevo presidente y su esposa conocieran al liderazgo misional y al de los miembros.
Los Monson compraron en Detroit un nuevo automóvil marca Pontiac, se despidieron de los misioneros, de los miembros y de sus vecinos y emprendieron el regreso a Salt Lake City. Aun los huraños vecinos de al lado se sintieron tristes al verlos partir. Los esfuerzos del presidente Monson de ser amigable con ellos, que tanto resentían las idas y venidas de la casa de la misión a todas horas del día o de la noche, habían dado muy buenos resultados. Los había conquistado enviando a los misioneros a ayudarlos en el jardín, a quitarles la nieve del frente de la casa y a hacer otras tareas.
Francés también había causado una buena impresión en el vecindario. Cuando ella llegó a la misión, había mujeres en la calle donde vivían que, debido a alguno que otro hecho o comentario, no se habían hablado por años. Francés las invitaba a todas a reuniones sociales en la casa de la misión y poco a poco las tensiones se fueron disipando. Cuando los Monson terminaron la misión, dejaron atrás vecinos que velaban los unos por los otros.
La familia viajó hacia el sur atravesando los Estados Unidos y tratando de evitar el tiempo inclemente del invierno aunque, de todos modos, se encontraron con tormentas de nieve en Misuri. Visitaron al hermano de Francés, Arnold Johnson y su familia, en Phoenix, Arizona, y después continuaron su viaje hacia Disneylandia, en California, la primera vez que los niños disfrutaban del “reino mágico”. Tras ello, viajaron hacia Utah.
Cuando los “pescó” una fuerte tormenta a unos treinta kilómetros antes de llegar a su destino, Francés sugirió que dieran la vuelta y pasaran la noche en Provo, pero Tom tomó la decisión de continuar. Esa noche, después de llegar a su casa, sonó el teléfono. Quien llamaba era John R. Burt, de la presidencia de la Estaca Temple View y buen amigo, quien tenía un pedido para hacerles. Su padre, John H. Burt, había fallecido y su último deseo había sido que el “obispo Monson” hablara en su funeral. Tom se sentía complacido de honrar el pedido. El servicio tendría lugar al día siguiente, así que había llegado milagrosamente a tiempo, algo que se repetiría muchas veces en los años posteriores. Ante la asistencia de mucha gente del Barrio Sexto-Séptimo, rindió homenaje a su viejo amigo, llamándolo “ciertamente un hombre de Dios”1.
Tom presentó un informe a la Iglesia sobre sus “labores misionales”, con fecha 3 de febrero de 1962, en el cual indicaba que él y Francés se sentían “ricamente bendecidos” por haber servido en el este de Canadá. “El Señor ha volcado Su Espíritu sobre la gente de esa tierra. Ciudades donde nunca había habido un bautismo, ahora están produciendo conversos todos los meses. Una de las recientes innovaciones es la obra entre la gente de habla francesa. Se han asignado seis misioneros a esa parte de la obra, hay una Escuela Dominical en francés en Montreal y el esfuerzo está empezando a dar frutos”2.
Bajo su dirección, la Iglesia en Canadá había crecido en número de miembros. En 1958, el año antes de que él llegara, habían tenido 266 bautismos, lo cual equivalía a un promedio de 2,13 conversos por misionero; en 1959, se bautizaron 309 personas, 2,44 por misionero; en 1960, 462 se unieron a la Iglesia, 3,31 conversos por misionero; y en 1961, 1.005 nuevos miembros se sumaron a las listas, con un promedio de 5,49 por misionero”3.
El élder Franklin D. Richards, quien conocía la misión tras una gira anterior, elogió al presidente Monson por su servicio, escribiendo: “Vamos a echarlo de menos, pero estoy seguro de que le aguarda aquí una asignación importante. Mil cinco bautismos en 1961 es una gran bendición para todos”. Firmó su carta: “Frank”4.
Tom inmediatamente regresó a trabajar en la Imprenta Deseret News como subgerente general. Era entonces la planta de impresión más grande al oeste del río Misisipi. Es posible que él hubiera esperado que le dieran un cargo como asistente de su viejo amigo y mentor Preston Robinson, puesto que una vez ésa había parecido ser la función ideal para Tom. Pero Robinson tenía otras ideas en mente, concluyendo que las destrezas administrativas y de liderazgo de Tom se podrían utilizar mejor en un cargo ejecutivo. Tom había recibido otras ofertas, entre ellas una sociedad mucho más lucrativa en una firma local de bienes raíces. Pero la Imprenta Deseret News le había guardado su empleo mientras servía en Canadá y su lealtad no le permitió ni siquiera considerar dos veces las otras oportunidades.
Tan sólo un mes después, en marzo de 1962, fue ascendido a gerente general de la imprenta, y Louis C. (Lou) Jacobsen, quien había ocupado ese cargo desde 1950, fue nombrado asesor y consultor.
Tom se aseguró de que a Lou se le tomara en cuenta en la planta y de que no se sintiera marginado. Lou había comenzado su carrera como mandadero y había estado en Deseret News cincuenta y ocho años. Wilford Wood, un conocido empresario, elogió a Tom por la forma como había manejado la situación de Lou. Tom le había dicho a Wilford Wood: “Si usted pasa por la planta, nos verá a Lou y a mí hombro a hombro, tal como era antes, trabajando juntos en armonía”. Wood comentó: “Ninguna otra persona haría algo así por un digno compañero de trabajo sino usted, y todo eso debido a su profundo amor, a su sabiduría, comprensión y consideración hacia alguien que lo estima y que necesita de usted”5.
Los empleados de la imprenta querían mucho a Tom. Uno de ellos, de nombre Max Zimmer, le escribió veinte años después: “Cuando usted regresó de Canadá y nos conocimos en la Imprenta Deseret News, yo sentí mucho su apoyo. Cuando falleció mi querida madre—a quien usted ni siquiera conocía—la honró y nos honró a todos nosotros asistiendo a su funeral en Ogden; yo ni me atreví a informarle de antemano, mucho menos a invitarlo”6.
Los procesos de impresión estaban cambiando drásticamente en todo el país. Las operaciones de tipografía estaban dando paso a la impresión en offset y a la litografía. Habían hecho extensas remodelaciones en la imprenta y habían actualizado la maquinaria a medida que la compañía hacía la transición. El equipo que Tom había evaluado en el Este ya se había instalado en la planta. Las nuevas prensas ni se comparaban con los primeros esfuerzos de impresión que se llevaron a cabo en el valle en enero de 1849, cuando el presidente Brigham Young y su secretario, Thomas Bullock, habían preparado los tipos para la impresión de los primeros billetes de cincuenta centavos que se usarían en Utah7.
Durante casi dos años, tras su regreso de Canadá, Tom dirigió el cambio masivo en el funcionamiento de la imprenta, el cual requirió volver a capacitar a todo el personal mecánico. Para colaborar en la reestructuración de la imprenta, nombró a LeRoy DeKarver como gerente de la planta y a William James Mortimer como gerente de ventas, cargo que Tom había ocupado una vez.
Aun cuando era claramente un hombre de negocios, Tom tenía un estilo de administración muy similar al de un obispo que “administra” un barrio: era sociable con los empleados, conocía a sus familias y sus aspiraciones, y trataba de mejorar el rendimiento general de la organización.
Una noche, llevó a su compañero de labores Sherman Hummel de la planta a su casa. En el curso de la conversación, se enteró de que los Hummel pronto se sellarían en el Templo de Manti. Tom le preguntó a Sherman cómo era que se había unido a la Iglesia. Por ser el misionero que era, a Tom le encantó lo que oyó y más adelante contaría desde el púlpito la historia de su amigo.
Sherman explicó que cuando vivía en el este de los Estados Unidos, en una ocasión viajó en autobús hacia el oeste para empezar a trabajar en una nueva compañía, tras lo cual trasladaría a su esposa y a sus hijos. Nada especial sucedió en el viaje desde Nueva York hasta Salt Lake City, pero al llegar a esa ciudad, una adolescente se sentó junto a él. Iba a Reno, Nevada, a visitar a una tía. Sherman se volvió hacia la joven y le dijo: “Hay muchos mormones en Utah, ¿cierto?”.
Ella respondió: “Sí, señor”.
“¿Usted es mormona?”, le preguntó.
La joven contestó: “Sí, señor”.
“¿En que creen los mormones?”, preguntó Sherman, sin esperar una larga respuesta.
La adolescente recitó el primer Artículo de Fe, y después le habló sobre él. Entonces le recitó el segundo y le habló de él, y después el tercero, el cuarto, el quinto, el sexto y así hasta el decimotercero; los sabía todos en orden consecutivo y le habló de cada uno.
“Cuando llegamos a Reno”, continuó Sherman, “y la joven bajó y abrazó a su tía que la esperaba, me sentí profundamente impresionado. Camino a San Francisco pensé: ‘¿Qué es lo que hace que una jovencita conozca tan bien su doctrina?’. Lo primero que hice cuando llegué a San Francisco fue buscar una dirección de la iglesia mormona en el directorio telefónico. Llamé al presidente de misión, J. Leonard Love, y él envió a dos misioneros a mi casa. Me bauticé en la Iglesia, mi esposa también se bautizó y lo mismo hicieron todos nuestros hijos y todas las personas a quienes visité como misionero de estaca, y todo eso porque una jovencita había aprendido los Artículos de Fe en la Primaria y, a su propio modo, me había enseñado lo que ella creía”.
Sherman le confesó a Tom que lamentaba sólo una cosa: no haber preguntado a la joven cómo se llamaba. “Nunca he podido agradecerle”, dijo. Tom le respondió: “Tal vez sea mejor así, ya que toda maestra de Primaria, al oír la historia, crea que tal vez alguien a quien ella había enseñado fue quien significó tanto para ti y para tantas otras personas”8.
Tom permaneció en contacto con los Hummel, y en 2007, cuando la familia estuvo en Salt Lake City para la boda de una de sus hijas, pasaron por la oficina del presidente Monson a hacerle “una hermosa visita”. Allí estuvieron el hermano y la hermana Hummel, sus seis hijas, cuatro yernos y doce nietos. El presidente Monson se sintió muy complacido por el hecho de que toda la familia hubiera permanecido activa en la Iglesia, y por saber que cada una de las hijas casadas había entrado en el templo. “Infinidad de personas han recibido el conocimiento del Evangelio gracias a los miembros de esa familia, y todo ello debido a una jovencita a quien se le habían enseñado los Artículos de Fe y que tuvo la capacidad y el valor de proclamar la verdad a alguien que buscaba la luz del Evangelio”9. Cuando el presidente Monson piensa en los Hummel, recuerda las palabras del apóstol Pablo: “Porque no me avergüenzo del evangelio de Cristo; porque es poder de Dios para salvación”10. También nos recuerda: “No sólo enseñamos por medio de palabras, sino por quiénes somos y por nuestra forma de vivir”11.
Aunque Tom solía quedarse hasta tarde en la oficina, una vez que llegaba a casa se dedicaba de lleno a su familia. Cortaba el césped con la ayuda de los dos varones; trabajaba en el huerto mientras los niños quitaban la maleza; los llevaba a jugar boliche y al cine, a nadar al Gimnasio Deseret, a andar en trineo en el invierno y al desfile de los pioneros en el verano. Cuando iban al desfile, ponían sillas frente a la imprenta donde trabajaba el abuelo Monson y festejaban cuando el tío Bob pasaba montando a caballo, como abanderado al frente de un grupo de jinetes. Con regularidad, Tom llevaba a los muchachos a pescar y a cazar patos, dos de sus pasatiempos predilectos.
La familia siempre fue muy importante para Tom. En los veranos, todos seguían reuniéndose en Vivian Park. “Siempre que voy de visita a Vivian Park me invade una gran nostalgia al recordar las experiencias de mi infancia en ese lugar”, escribió en su diario personal12. Los recuerdos más inolvidables de su hijo Clark son los desayunos en Vivian Park en compañía de toda la familia y las conversaciones alrededor de una hoguera mientras cocinaban salchichas y bombones. “A menudo era papá quien dirigía las conversaciones”, recuerda Clark. “Cuando papá y la tía Marjorie estaban juntos, les encantaba hablar, y a mí estar con ellos”13.
Tom, hijo, recuerda una de las reuniones familiares en la cabaña en la que todos disfrutaban de las comidas tradicionales de la familia, y él estaba sentado junto al tío Rusty en el porche. “Cada vez que uno de los niños abría la puerta y la cerraba con cuidado, Rusty decía: ‘Ese no es un Condie’, y cuando salía otro corriendo y la cerraba de un golpe, él decía: ‘Ese sí es un Condie’. A ellos sale mi padre”, dice Tom. “Pienso que mi padre es mucho más Condie que Monson. Los Monson eran mucho más tranquilos, mientras que los Condie no paraban ni un momento; les apasionaba la caza y la pesca. Papá creció aprendiendo a cazar y a pescar de sus tíos del lado de la familia Condie”14.
En medio de sus responsabilidades profesionales y familiares, Tom también encontró oportunidades constantes de servicio en la Iglesia. De hecho, la primera noche en su casa tras regresar de Canadá, lo contactó su presidente de estaca, Rex C. Reeve, para extenderle oficialmente un llamamiento para servir en el sumo consejo de la estaca. El élder Delbert L. Stapley lo apartó en el cargo.
El élder Vaughn J. Featherstone, entonces miembro del sumo consejo de la Estaca Valley View y más tarde Autoridad General, recuerda cuando el presidente Rex Reeve recomendó el nombre de Thomas S. Monson. Aun cuando muchos conocían al presidente de misión que acababa de regresar, el hermano Featherstone no. Después de que Tom dio el informe de su misión ante el sumo consejo, el hermano Featherstone se sintió tan impresionado que le dijo al presidente Reeve: “El debe ocupar mi lugar en el sumo consejo (en ese momento estaba más o menos en el séptimo lugar) y yo ir al último”. El presidente de estaca respondió: “Esto no funciona así”. El hermano Featherstone dijo: “Lo sé, pero él es increíble”15.
Esos dos hombres llegaron a ser “almas gemelas”. Tom halló en Vaughn Featherstone “un líder cándido y capaz, así como un querido amigo personal”. Los dos llegarían a servir juntos en el liderazgo de la Iglesia durante treinta años.
La permanencia de Tom en el sumo consejo fue breve pero productiva. Una de sus asignaciones era aumentar la asistencia a la conferencia de estaca, algo que él sabía cómo hacer, ya que había llenado un teatro con 2.000 miembros cuando se creó la primera estaca de Toronto. Puso manos a la obra y la siguiente conferencia trimestral contó con la más alta asistencia de todos los tiempos. Había invitado a todos los niños de ocho a once años a cantar en un coro de la Primaria y, “por supuesto que sus padres y otros seres queridos asistieron y fue una conferencia magnífica”16.
Pero la experiencia de Tom en Canadá lo había preparado para mucho más que llenar asientos. Regresó dotado de un amplio entendimiento del creciente programa misional, de las necesidades de nuevas unidades y del alcance internacional del Evangelio. Además, debido a su relación con muchas Autoridades Generales antes de la misión como su impresor, y durante las giras por la misión, no fue sorpresa para nadie que rápidamente se le llamara a trabajar a nivel general en la Iglesia.
En marzo de 1962, cuando Tom tenía menos de dos meses de haber regresado de la misión, el élder Spencer W. Kimball lo invitó a su oficina y lo llamó para servir como supervisor de nueve misiones de estaca. La Primera Presidencia anunció su nombramiento a lo que denominaron el Area Número 3, y fue relevado del sumo consejo de la Estaca Valley View el 15 de abril. Como uno de los veinticinco supervisores de área, se le comisionó a ofrecer respaldo y capacitación en actividades y esfuerzos misionales de estaca y generales. Se sintió muy animado al promover nuevamente el programa “Cada miembro un misionero”, algo que él realmente amaba y a lo que se sentía ligado por un sentido del deber17.
Sus responsabilidades como impresor lo hicieron un asiduo visitante al Edificio de Administración de la Iglesia en el 47 Este de la calle South Temple. Un día se cruzó con el presidente David O. McKay y su consejero, Hugh B. Brown, en la escalinata del frente del edificio. Tras un breve intercambio tocante a sus experiencias en Canadá, Tom se disponía a cruzar la calle hacia las oficinas de Deseret Book cuando el presidente McKay lo llamó y Tom regresó de inmediato. Mirando en los ojos del ex presidente de misión, el presidente McKay le dijo: “Recuerde, hermano Monson, quien fuere misionero una vez, será misionero para siempre”. Tom asintió demostrando entender y el profeta terminó el diálogo: “Eso es todo, hermano Monson; eso es todo”18.
El programa de supervisores de área se encontraba “en vías de desarrollo” y las autoridades de la Iglesia trataban de determinar cómo podían aprovechar mejor el talento de los nuevos líderes19. El objetivo era incrementar la actividad de miembros misioneros en barrios y estacas. Los élderes Spencer W. Kimball, Ezra Taft Benson, Mark E. Petersen y Delbert L. Stapley integraban el Comité de Supervisión de misiones de estaca, y Delbert L. Stapley era el contacto directo de Tom para su área. “Trataremos de permanecer cerca de ustedes”, aseguró a los supervisores el élder Spencer W. Kimball, quien presidía el comité, con la oferta de que las cuatro Autoridades Generales estuvieran disponibles para reunirse con grupos de líderes de estaca.
A Tom y a los otros hermanos que se llamó se les aconsejó hacer su trabajo “mediante las presidencias de estaca y no sobre ellas”. El élder Kimball recomendó emplear la técnica de sugerir: “¿Quisiera hacer esto?” “¿Qué piensa de esta sugerencia?” “¿Ha pensado en esto?”. Se les pidió que llevaran a cabo “reuniones de desarrollo”, no “talleres”, y se les capacitó en los aspectos básicos de fijación de metas y planificación20.
Tom supervisó las estacas Winder, Wilford, Monument Park, Monument Park Oeste, Hillside, Highland, Parleys, Sugarhouse y Wasatch, y enviaba informes mensuales directamente al élder Kimball, en los cuales se le pedía que indicara cambios inusuales en la actividad, tanto de incrementos como de disminución, y que agregara “algunos comentarios” sobre la obra21.
Los apóstoles seguían de cerca la obra, y cuando las conversiones de los primeros cinco meses del año fueron inferiores a las cifras del año anterior, y los informes indicaban que el número de misioneros de estaca había disminuido por centenares, se pidió a los supervisores de área que instaran a los líderes de estaca a poner más énfasis en la obra misional.
Mientras se preparaba para visitar la Estaca Wasatch, en la ciudad de Heber, en el este de Utah, Tom repasó los informes y “se horrorizó con el número tan bajo de miembros que servían como misioneros de estaca”. El tenía mucho entusiasmo hacia la obra misional en las estacas, particularmente desde que el programa había sido una de las claves del éxito en Canadá. Le aseguró al élder Kimball que “esa estaca pronto tendría más de cuatro misioneros”. En una reunión que se llevó a cabo en Heber, llamó al azar al obispo del Barrio Segundo de Midway para averiguar cuántos hermanos de su barrio servían como misioneros de estaca.
El obispo respondió: “Ninguno”.
Tom le hizo otra pregunta: “Obispo, ¿cuántas personas viven dentro de los límites de su barrio que no son miembros de la Iglesia?”. “Una, hermano Monson”, contestó el obispo, para sorpresa de Tom. Entonces le preguntó: “¿Y qué está haciendo usted para llevar a esa preciada persona a las aguas del bautismo?”. “Es el conserje del barrio, y su esposa es activa como maestra de la Primaria”, explicó el obispo. “Estamos progresando”.
Tom terminó la entrevista diciendo: “Que Dios lo bendiga, obispo. Siga adelante con su buen trabajo”22.
Aquello le enseñó a Tom una lección. Nunca volvería a cumplir con una asignación sin saber lo que debía esperar. Hasta el día de hoy, antes de una transmisión regional, se reúne con el grupo de oradores para repasar el servicio detalladamente, así como los datos de las estacas en la región.
Ese octubre, tres supervisores de área—entre ellos Tom—recibieron la enhorabuena del Comité Misional “por incrementar las horas de servicio misional” en sus áreas. En otras, los resultados habían disminuido23. También se advirtió el incremento en el número de bautismos en varias áreas. Una de ellas manifestó un 7 por ciento de aumento, y de allí las cifras subían a 24, 35 y 81 por ciento. El incremento más alto fue de un 160 por ciento en el área del hermano Monson. Los datos también mostraban un “marcado progreso en la eficacia de la obra en algunas áreas”. La del hermano Monson era una de ellas24.
Tom estaba apenas ajustándose al Comité Misional cuando la Primera Presidencia lo nombró para integrar un segundo comité general, el Comité de Genealogía del Sacerdocio. Fue uno de los primeros veintiún miembros en ser llamados a servir en ese cargo específico, siendo la mayoría ex presidentes de misión25. También siguió integrando el Comité Misional.
Había cuatro comités generales del sacerdocio en funciones en ese momento, los cuales representaban los primeros pasos en el esfuerzo de correlación que la Primera Presidencia había puesto en las capaces manos del élder Harold B. Lee en 1960. En ese entonces no había concordancia en los cursos de estudio de las organizaciones auxiliares o de los quórumes del sacerdocio, y muchos de los materiales cambiaban cada año.
El presidente David O. McKay recordaba estudios efectuados en 1912 y en 1920 que hacían referencia a ciertos medios de correlacionar programas. En la década de 1940, la Primera Presidencia presentó la idea “de que las organizaciones auxiliares podían consolidar, compartir, eliminar, simplificar y ajustar su trabajo”. El presidente J. Reuben Clark, hijo, hablando en nombre de la Primera Presidencia, explicó: “El único propósito de cada organización auxiliar de la Iglesia es plantar y hacer crecer en cada miembro de la Iglesia un testimonio del Cristo y del Evangelio, de la divinidad de la misión de José Smith y de la Iglesia y ver que la gente ordene su vida de acuerdo con las leyes y los principios del Evangelio restaurado y del sacerdocio”26.
En la década de 1950, tres tipos de organización estaban cobrando fuerzas en la Iglesia: una estructura eclesiástica bajo el liderazgo del sacerdocio; organizaciones auxiliares que funcionaban con sus propios oficiales generales, conferencias, publicaciones y manuales de enseñanza; y departamentos de la Iglesia que supervisaban aspectos tales como educación, necesidades sociales, propiedades, contabilidad y asuntos públicos. Quedó en claro que las borrosas líneas de responsabilidad no llegarían a facilitar el anticipado crecimiento de la Iglesia al irse agregando congregaciones internacionales de diversas culturas y distintos idiomas.
Las primeras estacas fuera de Norteamérica y Hawái se organizaron en 1958 en los Países Bajos y en 1961 en Berlín, Alemania.
Después de más de un año, el élder Lee y su comité habían llegado a la conclusión de que “se necesitaba más que simplemente asegurar que todos los temas del Evangelio se trataran adecuadamente en los cursos de estudio de la Iglesia”. El objetivo central era proteger la unidad familiar otrora considerada sagrada en la cultura occidental, y ahora amenazada por los movimientos “modernos”. El élder Lee propuso una organización a nivel general de la Iglesia para lograr “mayor coordinación y correlación entre las actividades y los programas de los diversos quórumes del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares”27.
En la reunión general del sacerdocio del 30 de septiembre de 1961, el élder Lee explicó: “Correlación quiere decir sencillamente ubicar el sacerdocio de Dios donde el Señor dijo que debía estar: en el centro mismo de la Iglesia y del reino de Dios, y ver que los hogares de los Santos de los Ultimos Días también ocupen su lugar en el divino plan de salvar almas”28. Indicó que la meta era la consolidación y simplificación de los programas de estudio, de las publicaciones, las construcciones y las reuniones de la Iglesia, así como muchos otros importantes aspectos de la obra del Señor. El presidente McKay lo calificó como “una de las mayores empresas hasta el momento presentadas al sacerdocio”29.
El plan incluía los cuatro comités del sacerdocio y la formación de un Consejo de Coordinación de la Iglesia con tres comités de correlación: el de niños, bajo la dirección del élder Gordon B. Hinckley; el de jóvenes, dirigido por el élder Richard L. Evans, y el de adultos, presidido por el élder Marión G. Romney.
El presidente Hugh B. Brown presidió la primera reunión del Comité de Genealogía del Sacerdocio, efectuada en el edificio del Barrio Montgomery, en el centro de Salt Lake City, en la entonces sede de la Sociedad Genealógica. Bosquejó las responsabilidades del comité y recalcó “un nuevo empuje a la genealogía y a la formación de sociedades familiares con el fin de estimular la investigación genealógica”. Dijo que la obra misional “continuaba en el mundo de los espíritus a un ritmo acelerado, comparada con la forma en que avanza en la existencia terrenal”30. Entonces citó al presidente Joseph F. Smith, quien describió la obra de José Smith, de su hermano Hyrum, de Brigham Young y de otros fieles apóstoles “que predicaban el Evangelio a los espíritus encarcelados”. El presidente Smith había enseñado: “Gracias a nuestros esfuerzos en favor de ellos, las cadenas que los sujetan caerán y la oscuridad que los rodea se disipará, a fin de que la luz brille sobre ellos, y oigan en el mundo de los espíritus de la obra que sus hijos aquí han efectuado por ellos, y así se regocijarán con ustedes al cumplir con tales deberes”31.
El presidente Brown indicó que N. Eldon Tanner, quien se encontraba viajando en esos momentos, dirigiría el comité. Después de diez semanas de capacitación, los miembros empezarían a asistir a todas las conferencias de estaca de la Iglesia por un período de seis meses. Tom visitó catorce conferencias de estaca entre enero y junio de 1963.
Para Tom, estar con Autoridades Generales era “uno de los aspectos más relevantes del servicio”. Acompañó al élder Howard W. Hunter a una conferencia de la Estaca Gridley, en el norte de California, lo cual resultó en una experiencia didáctica para él como recién llamado miembro del Comité de Genealogía del Sacerdocio. “El hermano Hunter me trató con amor y deferencia”, dijo. Los dos llevaron a cabo muchas ordenaciones y apartamientos, lo cual les tomó bastante tiempo, perdiendo el vuelo hacia San Francisco. La única opción que les quedaba era alquilar un automóvil y manejar hasta esa ciudad para tomar el siguiente vuelo. En el camino, pararon en la casa del hijo menor del élder Hunter, Richard y su esposa Nan, quienes acababan de ser padres. “Richard se llevó una gran sorpresa cuando atendió el llamado a la puerta con el bebé lloroso en brazos. Padre e hijo se abrazaron e intercambiaron besos llenos de afecto en las mejillas. El élder Hunter le dijo a su hijo: “Bienvenido a la paternidad con sus consabidas responsabilidades”; el bebé nunca dejó de llorar. Esa tierna escena hizo que Tom se alegrara de haber perdido su vuelo en Gridley32.
Las primeras asignaciones de Tom como miembro de un comité general de la Iglesia fueron a California, Nebraska, Nueva York, Canadá, Idaho y Arizona, con los élderes Joseph Fielding Smith, Marión G. Romney, Sterling W. Sill, Victor L. Brown,
Henry D. Taylor y otros. En particular, se sintió agradecido por la oportunidad de trabajar con el élder N. Eldon Tanner, a quien había conocido en 1959, poco después de haber empezado su misión en Toronto. Ese destacado canadiense sería llamado como Ayudante del Quorum de los Doce Apóstoles, después al Quorum de los Doce, y más tarde como consejero de cuatro presidentes de la Iglesia.
“Cuando lo conocí”, recuerda Tom, “el élder Tanner, reconocido en Canadá como un hombre de gran integridad, era el presidente de la compañía de oleoductos Trans-Canadá, así como presidente de la Estaca Calgary. En aquella primera reunión hablamos, entre otros temas, de los fríos inviernos canadienses en los que las temperaturas pueden permanecer bajo cero durante semanas enteras, y en los cuales los vientos helados pueden hacerlas bajar aún más. Le pregunté al presidente Tanner por qué los caminos en el oeste de Canadá básicamente permanecían intactos ante tales inclemencias, mientras que la superficie de los caminos en otras regiones, donde los inviernos no eran tan severos, estaban llenos de grietas y baches.
“El me respondió: ‘El secreto yace en la profundidad de la base de los materiales que se usen. Para que se mantengan en buenas condiciones, es necesario colocar capas profundas en los cimientos. De lo contrario, las superficies no pueden resistir los extremos del clima’.
“En el transcurso de los años, he pensado en aquella conversación y en la explicación del presidente Tanner, pues reconozco en sus palabras una profunda aplicación para nuestra vida. En términos sencillos, si no tenemos cimientos profundos de fe y un firme testimonio de la verdad, se nos hará difícil resistir las duras tormentas y los vendavales de la adversidad que inevitablemente nos llegan a todos”33.
Tom también llegó a relacionarse con muchos líderes de las estacas de la Iglesia. Desde enero a mayo fue asignado a hablar en conferencias de estaca sobre genealogía. Los miembros del comité efectuaban reuniones especializadas de liderazgo los sábados por la tarde y trataban el tema de la genealogía en una reunión para líderes el sábado por la noche. En las sesiones dominicales matutinas y vespertinas de conferencias de estaca también se referían a la genealogía. Tom pronto llegó a la conclusión de que ese tema era, tal vez, uno de los que “menos se entendían entre todos los programas de la Iglesia”.
La asignación primordial de los miembros del comité era “convencer a los miembros de la Iglesia de que no era necesario que fueran especialistas; que no era necesario que tuvieran ochenta años ni que fueran exclusivamente genealogistas para entender la responsabilidad” de buscar datos de sus antepasados fallecidos y llevar a cabo su obra del templo, lo que él describía como un “sagrado deber”34.
Los miembros del comité llevaban consigo ayudas visuales de un metro de lado. “Cuando bajábamos la escalerilla del avión en algún lugar donde hacía mucho viento, era como si tuviéramos una vela de barco en las manos y casi salíamos volando”, recuerda Tom35.
Enseñaba los principios relacionados con genealogía valiéndose de un ejemplo de su misión sobre Myrtle Barnum, la secretaria de uno de los comités de genealogía de uno de los distritos de Canadá. Por años, ella había acumulado datos de historia familiar relacionados con la región del río St. Lawrence, pero se había enfrentado a un “muro de hierro en la obra que no podía penetrar”. Volcó su alma a nuestro Padre Celestial, implorándole que, de algún modo, El interviniera y le allanara el camino, y después siguió con su investigación.
Un día iba por la calle principal de Belleville, Ontario, y llegó a una vieja librería. Se sintió compelida a entrar a mirar libros. Le llamó la atención un juego de dos volúmenes en un estante alto, y supo que debía mirar esos libros. Le pidió al empleado que se los bajara, y al entregárselos, leyó Pioneer Life on the Bay of Quinte, Volumes 1 and 2 (Vida pionera en la bahía de Quinte, volúmenes 1 y 2). Pensó que eran novelas pero, al ir pasando las páginas, comprendió que no eran otra cosa que relatos familiares. Al darles un vistazo, se dio cuenta de que “uno de los volúmenes le proporcionaba esa llave que abría la cerradura al misterio que había estado frustrando su obra”.
Eufórica, preguntó al empleado cuánto valían y él le respondió que se trataba de libros poco comunes y que costaban doscientos dólares. El quorum de élderes del distrito compró los libros, los que ciertamente resolvieron su problema. Ella, “con fe y sin dudar, había cumplido con su deber”, dijo Tom. Más adelante, se enviaron los libros a las oficinas centrales de la Iglesia, donde descubrieron que también respondían preguntas en cuanto a la línea familiar del presidente Henry D. Moyle, cuyos antepasados provenían de la bahía de Quinte, cerca de Belleville, Ontario. “La fe es el requisito de esta obra”, afirmaría Tom36.
En junio de 1962, mientras servía en dos comités generales del sacerdocio—el misional y el de genealogía—el equivalente a mesas generales de las organizaciones auxiliares, Tom recibió una llamada telefónica del élder Marión G. Romney. “Hermano Monson”, le dijo, “he recibido instrucciones de la Primera Presidencia y del Quorum de los Doce de llamarlo a integrar el Comité de Correlación de Adultos del Sacerdocio de la Iglesia”. El élder Romney indicó que él presidía ese cuerpo y agregó: “Esto tiene precedencia sobre cualquier otra asignación, de las cuales será relevado”. Por estar próximo a terminar su trabajo en el Comité de Genealogía del Sacerdocio, Tom pidió autorización para finalizar su asignación, la cual le fue concedida, aunque se le relevó del Comité Misional.
Tom se encontraba entre los quince líderes de la Iglesia asignados a uno de los tres comités existentes del recién establecido Consejo de Coordinación de la Iglesia: los comités de adultos, de jóvenes y de niños37. El sirvió en el comité de adultos hasta que fue llamado al Quorum de los Doce en octubre de 1963.
En poco tiempo, al comité de adultos se le dieron más funciones que planear cursos de estudio. Tom fue asignado a un comité especial que analizaba y recomendaba formas de reestructurar el programa de enseñanza en los barrios, el cual había estado en funciones desde principios de siglo. Con la nueva iniciativa de correlacionar los programas de la Iglesia para apoyar a la familia, la enseñanza en el barrio era un punto de partida en lo concerniente a la participación del sacerdocio.
El comité estudiaba la problemática del hogar, poniendo más énfasis en satisfacer las necesidades familiares más directamente.
De allí surgió un nuevo nombre: orientación familiar, y, en el “espíritu de correlación”, un programa que supervisarían los líderes de los quórumes del sacerdocio en vez del obispo. A nivel general de la Iglesia, el programa lo dirigiría el Quorum de los Doce y no el Obispado Presidente. Los “maestros orientadores” tendrían mayordomía sobre el bienestar general de las familias a las que fueran asignados, más bien que sencillamente dejarles un mensaje todos los meses. Seguirían haciendo las visitas mensuales, pero ya no presentarían una lección. Se les instaría a depender del Espíritu y de su propia iniciativa para fortalecer espiritualmente a “sus” familias.
El día en que el comité presentó sus recomendaciones a los líderes de la Iglesia, se reunieron en el auditorio del tercer piso del Edificio de Administración. Tom recuerda: “El corazón de cada uno estaba lleno de un sentimiento de entusiasmo y expectativa cuando el presidente McKay entró en la sala”38.
El élder Romney marcó la pauta: “El propósito del programa de orientación familiar es ver que todo miembro de toda familia cumpla con su deber”. El élder Harold B. Lee se hizo eco de la declaración del presidente McKay sobre el programa de orientación familiar: “Este no es simplemente un paso sino un salto hacia adelante”. Con marcado vigor, el presidente McKay había continuado: “¡Mi alma se regocija! Considero que esto es progreso”39.
Cuando el profeta se paró ante el pulpito para hablar, todos sintieron que “se avecinaba algo importante”. Mientras observaba al presidente McKay, Tom pensó: “Vaya que refleja el porte de un profeta”. Esas reuniones eran sólo el comienzo para Tom.
El presidente McKay volvió a declarar lo que la Primera Presidencia había escrito en la carta dirigida al élder Lee al poner en marcha el esfuerzo de correlación: “El hogar es la base de una vida recta y ningún otro instrumento puede ocupar su lugar ni cumplir con sus funciones vitales”. Luego recalcó a los presentes: “Llevemos el Evangelio a nuestros hogares, pues ésa es nuestra mayor responsabilidad”, y puso fin a sus palabras diciendo: “El programa y los principios de orientación familiar que se han articulado hoy provienen de Dios el Padre y son aprobados por Su Hijo Jesucristo, y quiero que sepan que yo soy un defensor de lo que han oído aquí”40. El presidente Monson recuerda la ocasión cual si hubiese sido ayer.
Estaba sentado cerca del fondo de la sala cuando tuvo la impresión de que se le iba a pedir que ofreciera la última oración. “Nunca antes había tenido esa impresión, y me preguntaba por qué me sentía de ese modo”. Para concluir la reunión, el élder Lee dijo: “Ahora le pediremos al hermano Thomas S. Monson, del Comité de Correlación de Adultos, que ofrezca la última oración en esta reunión”41. No sería la única oración que ofrecería en presencia del profeta de Dios.
Se hicieron los planes para presentar el nuevo programa de orientación familiar del sacerdocio en conferencias de estaca durante el segundo semestre de 1963. El presidente McKay asignó a Tom al nuevo Comité de Orientación Familiar, siendo el único que también había integrado el grupo de correlación de adultos, donde se había formulado el programa. En su nueva asignación, asistió a conferencias de estaca, tal como lo había hecho al servir en otros comités generales del sacerdocio, para enseñar a líderes y miembros cómo cumplir con la “orientación familiar”. Solía citar las palabras del presidente John Taylor: “Al que no magnifique su llamamiento, Dios lo tendrá por responsable por aquellos a quienes podría haber salvado de haber cumplido con su deber. ¿Quién de nosotros puede darse el lujo de ser responsable del atraso de la salvación eterna de un alma humana? Si gran gozo es la recompensa por salvar un alma, cuán terrible será entonces el remordimiento de aquellos cuyos tímidos esfuerzos permitieran que a un hijo de Dios no se le advirtiera ni ayudara”42.
Los maestros orientadores del sacerdocio irían al hogar de las familias y forjarían una relación verdaderamente personal con cada uno de sus miembros, caracterizada por la confianza mutua, el amor, la igualdad y el interés. El hermano Monson era ideal para esa asignación que recalcaba que debían ser los guardas de sus hermanos y amar al prójimo como a uno mismo43.
La orientación familiar mancomunaría las fuerzas de los poseedores del Sacerdocio Aarónico, tanto jóvenes como mayores, con los sumos sacerdotes y los élderes. El nuevo programa requería que cada barrio estableciera un comité de orientación familiar, el cual más adelante llegó a ser el Comité Ejecutivo del Sacerdocio, incluyendo al obispado y otros líderes del sacerdocio. También se instruyó a cada unidad a formar un consejo de barrio que se reuniera mensualmente y que abarcaba al Comité Ejecutivo del Sacerdocio y a los cabezas de organizaciones auxiliares. El consejo de barrio coordinaba la forma de ayudar a miembros necesitados.
A fin de presentar la orientación familiar a miembros y líderes, el comité desarrolló una película de treinta minutos acompañada de instrucciones impresas44. Tom colaboró en el diseño, preparación e impresión de dichos materiales, los cuales “representaban el pedido más grande de encuadernación en la historia de la Iglesia o en el estado y una de las mayores impresiones comerciales jamás producidas en la Imprenta Deseret News”45.
Los miembros del comité llevaban consigo a las conferencias de estaca en toda la Iglesia la película especialmente producida, titulada: “De los cielos y el hogar”. Tom la había visto tantas veces que había memorizado el diálogo y se había transformado en “un amigo íntimo de cada uno de sus personajes”.
Un día de verano, él y su esposa iban en su automóvil por American Fork (una ciudad a unos veinticinco kilómetros al sur de Salt Lake City). Mientras aguardaban el cambio de luz en un semáforo, “saludé al hombre que conducía el auto junto al nuestro” recuerda. “Le dije: ‘¡Hola, Dave!’ El me miró y me saludó con la mano. Francés me preguntó quién era y le contesté que se trataba de Dave Bitton”.
“Pero enseguida”, dice Tom, “me di cuenta de que Dave Bitton no era una persona real, sino uno de los personajes del filme de orientación familiar que tantas veces había visto en los últimos seis meses, pero que había llegado a ser casi un amigo personal para mí”46.
Años más tarde, Tom vio los frutos de la orientación familiar en su propia familia. En el cincuenta aniversario de bodas de su hermana Marge y su esposo, Conway, en California, Tom se sentó junto a los maestros orientadores de su hermana. “Estamos trabajando con ellos”, dijo uno de los hermanos. Marge y su esposo no habían vuelto al templo desde su casamiento en 1943. Su hijo servía como obispo, un yerno estaba en una presidencia de estaca, pero Marge y Conway no habían estado muy activos en la Iglesia. Desde hacía poco, los dos habían tenido serios problemas de salud y habían sanado milagrosamente, y habían comenzado a asistir a la Iglesia con mayor frecuencia. Con el tiempo, volvieron al templo, y Tom atribuyó el cambio a “devotos maestros orientadores”47.
En septiembre de 1963, a Tom se le asignó asistir a una conferencia en la Estaca Box Eider Norte, en el norte de Utah, en compañía del élder Thorpe B. Isaacson, Ayudante del Quorum de los Doce. Sin embargo, el presidente Henry D. Moyle, Primer Consejero de la Primera Presidencia, falleció súbitamente sólo cuatro días antes de la conferencia. Las autoridades de la Iglesia planearon su funeral para el sábado de la conferencia de estaca. Puesto que el élder Isaacson tenía que asistir a los servicios, le pidió a Tom que fuera a la conferencia y que él lo acompañaría en las reuniones del domingo.
Esa misma semana, Tom y el élder Harold B. Lee hablaron en el funeral de Alfred C. Thorn, un antiguo miembro del Barrio Sexto-Séptimo que había servido en el sumo consejo de la Estaca Pioneer cuando el élder Lee era su presidente. En su mensaje, Tom compartió una carta que él había leído cuando servía como secretario del barrio, antes de ser llamado como obispo. La carta estaba dirigida al obispo Thorn, el padre de Alfred, quien había presidido el Barrio Séptimo durante cuarenta años. Decía así: “Estimado obispo Thorn: Como es de su conocimiento, el obispo Harrison Sperry, del Barrio Cuarto, ha sido llamado en una misión a Inglaterra. A fin de no perder su obispado mientras está en la misión, quisiera que usted, obispo Thorn, además de atender los asuntos del Barrio Séptimo, atendiera los asuntos del Barrio Cuarto en su ausencia”48.
Después del funeral de Alfred Thorn, el 28 de septiembre de 1963, Tom le comentó al élder Lee: “Por cierto que me entristece el fallecimiento del presidente Moyle. Será difícil llenar el lugar que él deja vacante”.
El presidente Lee le indicó que cada hombre llena su propio lugar, más bien que intentar llenar el lugar de otra persona, pero que el Señor proveería un sucesor para el presidente Moyle49.























