Al Rescate – La biografía de Thomas S. Monson

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SU SERVICIO EN LOS DOCE

Estoy tan agradecido de que nuestras vidas se hayan cruzado a lo largo de los años. Confío en que nuestra relación se extienda en ambos lados del velo. Gracias por estar tan pendiente de tantas cosas de orden administrativo y, al mismo tiempo, por tener interés por la gente y por demostrarlo.

Élder Neal A. Maxwell Quorum de los Doce Apóstoles, 1974-2004


Aunque joven de edad, el élder Thomas S. Monson llegó al apostolado bien preparado para servir en la Iglesia. Había presidido una misión y había servido en comités generales del sacerdocio, en una presidencia de estaca y como obispo. Había hablado en conferencias de estaca y se había relacionado estrechamente con Autoridades Generales como impresor de sus libros y otros materiales de la Iglesia. Sabía lo que el Señor esperaba de él: “No ser ministrado, sino ministrar”1.

“Ser miembro del Quorum de los Doce significa, entre otras cosas, ser miembro de comités que supervisan importantes asuntos de la Iglesia. Significa asistir semanalmente a conferencias ‘el resto de la vida’”, ha explicado. Pero lo que más se ha aplicado a él, más allá de su trabajo, fue lo que “una de las Autoridades Generales dijo una vez que, ser uno de los Doce, significa absorber las asignaciones y las oportunidades de servicio que requieren un compromiso total hacia la obra del Maestro de fortalecer y elevar, enseñar y capacitar, dirigir y guiar a los santos de Dios.

Significa aceptar las cargas y fortalecer las esperanzas de la Iglesia y de sus miembros”2.

El Quorum de los Doce se reunía con la Primera Presidencia en el Templo de Salt Lake todos los jueves, y aún lo hace. El élder Monson rápidamente valoró el “espíritu de devoción” que reinaba en esas reuniones “en las que el mundo exterior parece dejar de existir y donde la paz espiritual interior cala profundo la actitud de todos los hombres presentes”3. Las páginas de su diario personal están repletas de sus testimonios del profeta: “No deja de maravillarme la espiritualidad manifestada en esta reunión. El presidente McKay es por cierto un profeta”4.

Semanas después de que el élder Monson fue sostenido, el presidente McKey sufrió un leve ataque de apoplejía. A fines de octubre, el presidente Monson escribió: “Asistí a la reunión del templo a las 8:30. Las reuniones no se llegan a disfrutar tanto cuando el presidente McKay no puede asistir. Echamos de menos a nuestro profeta”5. Pese a que el presidente McKay faltó a muchas de las reuniones a medida que su salud se deterioraba, el élder Monson se asombraba de su “capacidad de recuperación”. Tras una conferencia general, él escribió: “El Señor sostuvo por completo al presidente McKay, quien dirigió las sesiones. Hace tres semanas, no habría podido realizar tal proeza”6.

Cuando los miembros del quorum tomaron la Santa Cena juntos, el élder Monson describió ese momento como “uno de los más sagrados en nuestra vida, siguiendo el modelo de cuando el Salvador repartió el Sacramento a los Doce Apóstoles. No podemos menos que recordar en sagrada memoria la administración del Sacramento de los primeros Doce Apóstoles en el meridiano de los tiempos. Estamos más cerca de ellos ahora de lo que estamos en cualquier otro momento en nuestra asociación los unos con los otros”7.

El élder Monson se transformó en un prodigioso escritor de su diario personal, llevando cuenta de acontecimientos y reuniones a los que asistía, de sus asignaciones oficiales, de sus “mandatos del Señor” y de los tiernos momentos que pasaba con su familia.

Sus primeros meses en el Quorum de los Doce se vieron colmados de “primicias”. En su primera reunión como Apóstol con los representantes del Comité de Orientación Familiar del Sacerdocio “todo pareció bastante extraño”. Su previa asistencia a tal reunión había sido como miembro del comité. Tres de los otros miembros eran buenos amigos de la vieja Estaca Pioneer: Percy K. Fetzer, Theodore M. Burton y Glen L. Rudd8.

El 15 de octubre de 1963 habló por primera vez en el Instituto de Religión de la universidad a la que asistió, la Universidad de Utah, apartó misioneros por primera vez el 16 de octubre, y presidió su primera conferencia de estaca el 19 y el 20 de ese mismo mes, en la Estaca Willamette, en Eugene, Oregón. Efectuó su primer casamiento en el templo el 25 de octubre. El día 28 de ese mes le tomaron su primera fotografía oficial, admitiendo sentirse “bastante complacido, ya que, normalmente, no me gustan las fotos que me toman”. Dirigió su primera división de una estaca el 2 y 3 de noviembre en Salem, Oregón, en compañía de Howard W. Hunter, y dio su primer discurso en la Universidad Brigham Young el 5 de noviembre en un recinto cerrado para deportes, el cual estaba “colmado de personas” que fueron para oír su mensaje, titulado: “Los tres aspectos más importantes de las decisiones”9. Asistió a su primera reunión del Consejo de Administración de la Universidad Brigham Young el 5 de diciembre, a su primera reunión de Consejo de Disposición de Diezmos el 12 de diciembre, en la que captó “en profundidad la gran responsabilidad” puesta sobre sus hombros, y a su primer funeral en honor de una Autoridad General, Levi Edgar Young, el 16 de diciembre. En medio de esas ocupadas primeras semanas, se le citó para integrar un jurado civil, aunque el abogado defensor quitó su nombre de la lista. Se le desligó de tales deberes justo a tiempo para asistir a una reunión de un comité del sacerdocio.

El programa de trabajo del élder Monson en poco tiempo se vio repleto de giras de misión, reuniones de comités y sesiones de capacitación. Supervisaba presidencias de organizaciones auxiliares, hablaba en graduaciones de seminario y en ejercicios de licenciatura en universidades. Los fines de semana viajaba ya fuera por aire, por mar, en autobús, automóvil o tren. Era joven, capaz, dispuesto y lleno de energía. No es de extrañar que su primer año durmiera en su propia cama sólo la mitad del tiempo. “Uno no valora el dormir en su cama hasta que tiene que hacerlo en una cama extraña todos los sábados de su vida”, dijo una vez10.

Pese a tan agotador programa, él recalcaba: “Llego a casa todos los domingos por la noche sintiendo que me he beneficiado enormemente con las conferencias y el espíritu de la gente, y agradecido por la oportunidad de servir al Señor”11.

Ya fuera que sus asignaciones lo llevaran a estacas cerca o lejos de su hogar, los objetivos eran siempre los mismos: fortalecer a los líderes y a los miembros de cada estaca, dar dirección y ofrecer consejo espiritual. Se asombraba de “cómo el don del discernimiento le es dado a quienes tienen la responsabilidad de visitar las conferencias de estaca”12. Tal como escribió Isaías sobre los últimos días: “Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no escatimes; alarga tus cuerdas y fortalece tus estacas”13. El estaba preparado para hacer eso y mucho más.

Además de asistir a conferencias, dedicó capillas, las cuales surgían por todas partes a medida que el programa de construcción de la Iglesia florecía. Un fin de semana, el obispo del Barrio Williamson, en Vidor, Texas, confesó que la congregación lo había llevado allí “a fuerza de oración” pues querían que fuera a esa unidad y el Señor les había concedido sus dignos deseos14.

En noviembre de 1964 asistió a la dedicación del Templo de Oakland, California, lo cual describió como “una ocasión maravillosa”. Esa era la primera vez que participaba en la dedicación de un templo. Esa casa del Señor, edificada en la ladera de una colina con vista a la bahía de San Francisco, era la decimotercera en la Iglesia y la segunda en California. Las palabras de Pedro cuando estaba con el Salvador en una ocasión diferente aunque igualmente sagrada, llegaron a la mente del élder Monson: “Señor, bueno es que estemos aquí”15. El habló en una de las sesiones del último día de dedicación y dijo: “he sentido las bendiciones de nuestro Padre Celestial sosteniéndome en esta ocasión”16.

El élder Monson siempre tuvo un marcado sentido del deber y estuvo resuelto en todo momento a cumplir con sus responsabilidades y edificar a la gente. “El toma en cuenta el aspecto personal de todas las cosas”, observa el élder Marlin K. Jensen, de los Setenta, quien ha oído al presidente Monson relatar la experiencia que tuvo cuando era un joven miembro de los Doce y el presidente McKay lo envió a una conferencia en California. Había un problema en la estaca; uno de los obispos había hecho colocar una estatua de Cristo en un empotrado de la capilla, y durante el servicio sacramental, se encendía una luz que la iluminaba. El presidente de la estaca no había podido persuadir al obispo para que quitara la estatua y las Autoridades Generales estaban preocupadas con ese tipo de desviación de las prácticas aprobadas. El presidente McKay le dijo al élder Monson: “Aprovechando su asignación, vaya con el presidente de la estaca a ver a ese obispo, pongan fin a esa práctica y asegúrese de que el obispo se sienta bien al respecto”. Y eso fue precisamente lo que hizo.

“El presidente Monson siempre ha sido un ejemplo para mí”, explica el élder Jensen, “en cuanto a cumplir con su deber y hacerlo de tal manera que la gente se sienta bien con ello. El sobreentiende que todos hacen las cosas lo mejor que pueden y las harán mejor aún si podemos ayudarlos”17.

Como miembro de los Doce con una joven familia, el élder Monson se las arreglaba para lidiar con las exigencias de su oficio y el dedicar tiempo a su esposa e hijos. En febrero de 1964 asistió a una actividad especial de padres e hijas en su barrio con su hija Ann, de nueve años. “Era la primera vez que había asistido a una actividad con mi hija, y nos divertimos mucho. No recuerdo haberla visto antes tan feliz. Ann es una niña encantadora y posee un espíritu muy especial. Me siento orgulloso de ser su padre”18.

Una tarde, su familia lo recogió en el aeropuerto y de allí fueron directamente a la feria del condado. “Para sorpresa mía”, escribió, “me enteré de que nuestras palomas habían ganado todos los premios otorgados por la feria y hasta un trofeo por la mejor ave joven y una escarapela por la mejor ave mayor. Nuestras gallinas blancas también recibieron honores pero se vieron privadas del trofeo por un hermoso gallo de color beige”19.

El había dado todas sus aves menos una docena de ellas cuando fueron a la misión en Canadá. Cuando regresaron, reclutó a algunos amigos del viejo Barrio Sexto-Séptimo para que lo ayudaran a remodelar su palomar y transformarlo en lo que él llamó “un exhibidor”, y junto a su hijo Tommy, comenzaron de nuevo a criar palomas, principalmente con el fin de participar en competencias. Los jueces se concentraban en “la apariencia, la estructura de la cabeza y en la postura—a veces en el arco del cuello—la calidad de las plumas y el debido equilibrio entre el hueso del lomo y del pecho”20, explica Tom, el hijo del presidente Monson, quien progresivamente se hizo cargo del cuidado de las palomas.

En otras competencias, el joven Tommy ganó numerosos premios con su paloma rodadora “Campeona”. En el periódico se publicó una fotografía de Tommy sosteniendo dos de sus aves y también apareció en la tapa de un catálogo de publicación anual. Cuando el élder Monson asistió a una conferencia en la Estaca Alpine, a unos 25 kilómetros de Salt Lake City, llevó algunas de las palomas mensajeras de Tommy y las echó a volar antes de la sesión de las 8:30 de la mañana. Se sintió complacido al llegar a su casa y enterarse de que todas habían regresado a salvo.

En otra ocasión llevó a Tommy hasta Los Angeles en tren para conocer a varios distinguidos criadores de palomas. “Vimos en acción a las mejores palomas rodadoras de Birmingham que jamás haya visto hasta ahora, en particular las del palomar del Sr. Patrick”, observó21. Concluyeron su pequeña aventura visitando un museo en el que Tommy se sintió en especial impresionado con una paloma disecada.

“Las palomas no son en realidad mascotas”, explica su hijo; “no son como un perro. Si uno le pone nombre a un par de ellas es sólo como información para las gráficas de reproducción. Uno las cruza para tratar de aumentar la calidad de las aves”22. En la actualidad, Tom se encarga de todas las palomas—sesenta del presidente Monson y otras cien de él—alojadas en el fondo de la casa de su padre.

Cuando Clark, el otro hijo del presidente Monson, llegó a ser más grande, su pasatiempo era más hacia los halcones que hacia las palomas. También le gustaban los pueblos fantasmas, así que los Monson recorrían los caminos alejados buscando vestigios y ruinas. El 27 de octubre de 1967, Clark Spencer Monson fue

bautizado por su padre, quien dijo: “Es un placer tener a Clark en nuestra familia, y nos sentimos honrados de ser sus padres”23.

Llevó a Clark en tren a California a visitar Disneylandia. “No recuerdo si alguna vez había visto a Clark tan feliz. Me preguntó si iría en uno de los juegos con él y le respondí que esa vez subiría a todos los juegos con él, y así fue. A las 10:00 de la noche, cansados pero felices, regresamos al motel y dormimos como lirones”24.

El élder Monson recordó una ocasión cuando era adolescente y se sentó en la sala de la casa de su presidente de estaca, Paul C. Child, y fue interrogado en cuanto a su conocimiento de las Escrituras. Ahora asistía a conferencias de estaca en el valle del Lago Salado y se sentaba en el estrado junto a ese mismo hombre, entonces miembro del Comité de Bienestar del Sacerdocio. Años más tarde, cuando el presidente Child y su esposa vivían en una casa de convalescencia, el presidente Monson los visitaba regularmente y algunas veces hablaba en sus servicios dominicales. Como parte de uno de tales mensajes, rindió tributo al presidente Child. Más tarde escribió: “Creo que logramos mucho al haber dado a ese venerable líder de la Iglesia la oportunidad de oír a uno de nosotros resaltar sus virtudes y reconocer su influencia para bien antes de hacerlo en su funeral. Cuando llegué a casa le comenté a Francés que sentía que había prestado un mejor servicio en aquella visita que en muchas conferencias a las que pudiera asistir”25.

Pero en aquellos primeros meses, el presidente Monson sentía que tenía que dividirse entre la presión de su nuevo llamamiento y su trabajo en la imprenta. Solía salir de una reunión en el templo y regresar a la imprenta, donde “trabajaba hasta altas horas de la noche”. Veía que le “resultaba complicado encontrar suficientes horas en el día para administrar la Imprenta Deseret News y dedicar tiempo a las responsabilidades de la Iglesia”26. Encontrar a un sucesor para su puesto en la imprenta llevó más tiempo del esperado; fue el 10 de enero de 1964 cuando se nombró ajohn Brown, procedente de una imprenta de California, para suplantarlo. El Sr. Brown permanecería durante un año y medio.

El último día del élder Monson en la imprenta fue el 31 de enero de 1964, exactamente dos años después de haberse reintegrado tras su servicio como presidente de la Misión Canadiense. “Me siento feliz del notable progreso que hemos tenido en la Imprenta Deseret News”, expresó emocionado en esa ocasión, “y me complace dejar la empresa tras un año de éxito financiero. Me va a parecer extraño no ser ya parte de la Editorial Deseret News; va a ser la primera vez que no tenga algún tipo de conexión con la firma desde julio de 1948”27.

En 1964 fue nombrado miembro del directorio de la Compañía Deseret Book, cargo en el que volcó su prolongada experiencia en las industrias de la imprenta y la editorial. En 1965 llegó a ser miembro del directorio de la Editorial Deseret News y más adelante presidente de la misma, en donde sirvió hasta 1996, cuando se decidió que las Autoridades Generales ya no servirían como integrantes de directorios. En 1965, las Industrias de Imprenta de los Estados Unidos otorgaron al élder Monson un certificado de reconocimiento grabado a mano “por sus sobresalientes logros comerciales, liderazgo, integridad personal y devoción religiosa”28. Él seguiría manteniéndose informado de los nuevos avances de la industria, visitando a menudo establecimientos en otros países y asistiendo a exhibiciones internacionales. Sin embargo, su participación diaria en la planta de impresión había quedado atrás.

Dejar el empleo fue “por demás difícil”, teniendo en cuenta que había dedicado “largos años a dirigir una institución de imprenta”. Cuando todo aquello llegaba a su fin, él escribió en su diario: “Mis primeros pasos en el ramo de la imprenta fueron como auxiliar en la empresa Western Hotel Register, en el año 1942, y desde entonces he estado ligado a él y me ha encantado. Cuando camino por la planta me invaden muchos recuerdos y sé que se me hará difícil dejar a quienes amo tan entrañablemente”29. Por cierto que no abandonó a esas personas. Ha efectuado sellamientos en el templo para sus hijos, ha hablado en sus barrios y, por supuesto, ha hablado en honor de ellas en sus funerales.

Por cierto que marcaba el fin de una era. El 3 de febrero de 1964, el élder Monson asistió al funeral de Louis C. Jacobsen, su “querido amigo” y predecesor en la Imprenta Deseret News. Asistieron al servicio muchas personas, “ya que Louis era amigo de todos”. Él había ejercido “una magnífica influencia” en la vida del élder Monson. “Me enseñó a valorar a mi familia del mismo modo que él valoraba a la suya”, declaró el élder Monson. “Su lema era: ‘Sólo tres cosas tiene un hombre: Su Dios, su familia y sus amigos’. Lo echaremos de menos, pues fue mucho lo que él significó para nosotros”30.

El 4 de febrero de 1964, cuatro meses después de haber sido sostenido como Apóstol en la conferencia general, el élder Monson se mudó a la oficina 211 ubicada en el segundo piso del Edificio de Administración de la Iglesia. Se produjo un gran intercambio de despachos. El élder Bernard P. Brockbank, Ayudante de los Doce, se mudó al que había sido el despacho del élder Nathan Eldon Tanner, en el cuarto piso, quien se mudó al primer piso, lo cual dejó un despacho desocupado para el élder Monson. Él escribió en su diario personal: “Ni siquiera me imaginaba hace años, cuando vine a estas oficinas con el fin de ser ordenado sumo sacerdote y para otros asuntos de la Iglesia y personales, que iba a ocupar una de ellas como Autoridad General”31.

Su primera secretaria fue Ann Jones Lee. Lynne Fawson ocupó su lugar en junio de 1965 y nunca lo dejó. “Sus destrezas eran múltiples y su actitud, excelente”, dijo el élder Monson, y así llegó a ser invalorable. Sus muchos diarios personales están repletos de comentarios de elogio hacia el trabajo de ella: “Estoy agradecido por una secretaria excelente quien es también una persona muy especial”32. Cuando sus niños eran pequeños ella trabajaba desde casa, cuando empezaron a ir a la escuela, trabajaba jornadas parciales, y con el tiempo regresó a las jornadas completas. Ella, al igual que el presidente Monson, a menudo trabajaba después de horas. Él la considera “la secretaria más competente del edificio, o, a decir verdad, de cualquier lugar donde haya observado el desempeño de secretarias competentes. Sus habilidades en taquigrafía son espléndidas y mantiene el decoro de la oficina a un nivel más que apropiado. Le dispensa a la gente un trato profesional y cordial y cumple sin fallas sus numerosas y complicadas responsabilidades”33.

Cuando Lynne empezó a trabajar para el élder Monson, ella estaba esperando el regreso de un misionero, Bill Cannegieter, quien servía en la Misión Indígena del Norte (en Estados Unidos). Tras su retorno, el élder Monson ofició la boda en el Templo de Salt Lake. Cuando ellos recibieron a la primera de sus tres hijas adoptadas, él testificó: “Nuestro Padre Celestial ha guiado esta adopción, o sea, la llegada de esta criatura tan especial a esta familia tan especial”. El élder Monson estuvo en el círculo cuando dos de las hijas, Jennifer y Kristen, recibieron un nombre y una bendición, y también selló a las niñas a sus padres en el templo34.

El élder Monson y su esposa han celebrado cumpleaños y otras ocasiones especiales con la familia Cannegieter, y también han estado a su lado en momentos difíciles. La segunda hija, Michelle, falleció víctima del síndrome de muerte infantil repentina, cuando apenas tenía seis semanas de edad. El Señor guió al élder Monson a encontrar palabras de consuelo y conocimiento de la vida después de la muerte para esa preciada familia: “Me dirigí a la obra Doctrina del evangelio, la cual contiene los escritos del presidente Joseph F. Smith, tal vez el más prolífico de nuestros presidentes de la Iglesia en lo que se refiere a la aclaración de principios de doctrina. Noté que la página 452 (445 en español) tenía una de sus esquinas dobladas, de la manera que lo suelo hacer con una página a la que más tarde quiero remitirme. Advertí el encabezamiento ‘La condición de los niños en el cielo’. Después leí varias páginas en cuanto a las verdades que enseñó José Smith el Profeta tocante a los niños que mueren en su infancia. Me sentí particularmente conmovido por la siguiente declaración hecha por Joseph F. Smith: José Smith declaró que la madre que sepulta a su niño pequeño, y se ve privada del privilegio, el gozo y la satisfacción de criarlo en este mundo hasta su desarrollo completo como hombre o mujer, tendrá todo el gozo, satisfacción y placer, después de la resurrección, y aún más de lo que habría sido posible tener en el estado terrenal, de ver a su hijo desarrollarse hasta la medida completa de la estatura de su espíritu’. Me conmovió la sencillez de tal declaración. Más tarde, cuando llamé por teléfono a Lynne para compartir con ella en forma textual lo que había leído, tomé mi libro y, para mi gran asombro, vi que no había ninguna página con la esquina doblada ni el más mínimo indicio de que la hubiera habido. Si alguna vez la esquina de esa página haya estado doblada o no, nunca lo sabré, pero lo que sí sé es que recuerdo haberla visto doblada. Tal vez en el plan de nuestro Padre Celestial, y sólo Él lo sabe, aquella fue una indicación, o hasta una marca, para guiarme a una fuente de consuelo para ayudar a una madre y un padre apesadumbrados”35.

Los Monson consideran a los Cannegieter familia.

La primera asignación de comité del élder Monson como Apóstol la recibió del presidente Tanner, quien lo nombró asesor de las organizaciones AMMHJ y AMMMJ. El élder Monson, debido a su juventud y dinamismo, era ideal para ello. De ese modo comenzó una conexión con la juventud de la Iglesia que nunca ha terminado. Le encantaban los festivales de danza en el estadio de la Universidad de Utah al que asistían jóvenes de todas partes de la Iglesia para participar en conferencias anuales efectuadas en el mes de junio. Presentó trofeos en competencias deportivas generales, habló en servicios devocionales para jóvenes y participó en eventos del programa de los scouts.

No es de extrañar que haya sugerido restaurar tales actividades efectuadas en toda la Iglesia a nivel local. Se unió a algunas de las otras Autoridades Generales para fomentar la realización de festivales de jóvenes como parte de la celebración del 200 aniversario del nacimiento de José Smith en 2005, así como celebraciones culturales previas a la dedicación de templos. En una de las conferencias generales en 2009, describió la actuación de 900 jóvenes en Ciudad de Panamá y de otros 3.200 en Twin Falls, Idaho, quienes presentaron bailes y mensajes de fe en Jesucristo. “Soy un defensor de tales eventos”, dijo. “Ellos permiten a nuestra juventud ser parte de algo que les resulta inolvidable. Las amistades y los recuerdos que ellos forjan les pertenecerán para siempre”36.

Durante sus primeros años como asesor de la AMM, el élder Monson ayudó a dar forma al programa de manera tal que encajara dentro de los esfuerzos de correlación de la Iglesia. Hizo lo necesario para amortiguar el avance de los decadentes valores de la sociedad. “Vemos a todo nuestro alrededor el deterioro de las normas morales”, dijo. “Vemos cómo se acepta la sociedad permisiva y todo lo que ello conlleva”37. En una conferencia de junio para las organizaciones de la Mutual, pidió a las líderes de las Mujeres Jóvenes que cumplieran con sus llamamientos. “Nuestro deber es guiar a nuestras jovencitas al reino celestial de Dios”, dijo. “Recuerden que el manto de liderazgo no es una capa de comodidad, sino una vestidura de responsabilidad”38. Él ha enseñado esa verdad en toda nación que ha visitado.

En los años siguientes, los programas de la AMM de adultos serían divididos; las organizaciones de Hombres Jóvenes y de Mujeres Jóvenes se administrarían como programas del sacerdocio, mientras que las conferencias de junio, que habían sido un modelo por tantos años, se descontinuarían. Todos los cambios se realizaron con el fin de reafirmar a la familia e incrementar el enfoque en Jesucristo.

Tan sólo un año después de haber sido sostenido como miembro de los Doce, se le asignó al élder Monson que hiciera una recomendación en cuanto al futuro de su “querido antiguo barrio pionero”, el cual había jugado un papel tan importante en su vida. La zona se había transformado en un sector estrictamente comercial.

El Barrio Sexto-Séptimo había absorbido el Barrio Decimocuarto en 1957, cuando esa unidad original en el valle “ya no era ni sombra de lo que un día fue”, y ahora también casi trasponía los límites del Barrio Cuarto. En una reunión de los jueves en el templo, el élder Harold B. Lee presentó la propuesta de derrumbar el viejo edificio del Barrio Sexto-Séptimo. Aun cuando le resultaba difícil, el élder Monson estuvo de acuerdo con la necesidad de aceptar dicha propuesta del élder Lee.

El edificio, el cual había estado en pie casi cien años, fue demolido el 10 de junio de 1967. Su construcción en 1867 había costado 12.000 dólares y era el único edificio de ladrillo rojo de su tipo que quedaba en la ciudad. Antes de ser derrumbado, el élder Monson rescató el púlpito desde el cual había hablado en su juventud y ante el que se había arrodillado varias veces como obispo a orar tarde en la noche. Resultó adecuado que, en junio de 2009, cuando él dedicó la nueva Biblioteca de Historia de la Iglesia en Salt Lake City, se pusiera ante aquel púlpito hermosamente tallado. Para él representaba lo que expresaba uno de sus pasajes poéticos predilectos: “Dios nos dio recuerdos para que podamos tener rosas de verano en el invierno de nuestra vida”39.

La zona del Barrio Sexto-Séptimo siguió deteriorándose y disminuyendo en números y en liderazgo. Cinco años después de que el edificio fue derrumbado, el élder Monson y el élder Boyd K. Packer recibieron la asignación de examinar el estado de todas las estacas en la parte central de Salt Lake City para efectuar posibles reajustes de límites. Asistidos por dos ex líderes de esa zona, Percy K. Fetzer y Cien L. Rudd, diseñaron un plan para extraer fortaleza de estacas del valle que tenían abundancia de liderazgo. Importarían líderes de tales zonas para fortalecer las estacas del sector céntrico de la ciudad, a fin de ocupar cargos tales como consejeros de obispos y otros. El Barrio Cuarto de la Estaca Liberty que albergaba a quienes aún quedaban en la zona del Barrio Sexto-Séptimo, empezaron a recibir matrimonios de las estacas Monument Park y Hillside. Ése fue un arreglo que tuvo un efecto exitoso en la zona durante tres décadas.

Con el tiempo se empezó a trabajar en un proyecto especial bajo la dirección del Presidente del Area de Utah, el élder Alexander Morrison, y el presidente de la Estaca Central, el cual se extendía más allá de la Estaca Liberty, con misioneros extraídos una vez más de las estacas circunvecinas. A esa altura, la responsabilidad de los misioneros no era servir en posiciones de liderazgo, sino apoyar a quienes habían sido llamados a cargos en sus propios barrios. Hoy día, esos misioneros—al mejor estilo del obispo Monson—dedican la mayor parte de su tiempo a satisfacer las necesidades de bienestar de los miembros, respaldándose en lo que ha llegado a ser una amplia red de apoyo y experiencia. Más de 6.000 personas han servido en lo que empezó con la inspiración de mandar a un matrimonio aquí y a otro allá.

A medida que la obra del reino siguió avanzando, el programa de trabajo del élder Monson se hizo extenuante. El 1 de junio de 1965, escribió: “La conferencia de relaciones con el movimiento scout terminó tarde, el Comité de Correlación para Adultos ya estaba reunido, y una reunión con la presidencia de la Estaca Rose Park empezó antes de lo que yo había anticipado. Puesto que debía asistir a esas tres reuniones, le dediqué tiempo a cada una en forma proporcional. Prefiero programar mi tiempo más eficientemente de lo que sucedió hoy”40.

Pero los miembros de la Iglesia no lo veían correr de una reunión a otra ni de país a país. Para ellos, él siempre parecía tener tiempo para cada uno de ellos. Sus relatos de experiencias personales se transformaron en el distintivo de sus enseñanzas.

El élder Ronald A. Rasband, de la Presidencia de los Setenta, explica: “Si uno desea oír una buena anécdota del viejo Barrio Sexto-Séptimo, eso es lo que oirá. Pero si uno tiene oídos para oír cómo ministró a las viudas de su barrio, cómo visitó a cada una de ellas y habló en sus funerales, uno aprenderá algo de esas experiencias. Sólo hay que estar dispuesto a aprender; él tiene un estilo diferente del que poseen muchos líderes, un estilo sumamente instructivo”41.

El presidente Monson emplea ilustraciones para personificar los programas, para dar un propósito a los comités y a las reuniones. Para él, no hay ninguna duda de que la gente es lo que más importa. Por esa razón, en medio de un debate intenso o como respuesta a una pregunta en una reunión de comité, él tal vez diga: “Permítanme compartir una experiencia con ustedes”. Su reconocido estilo de liderazgo tiene como fin relacionar temas con personas, basando decisiones no en principios académicos, sino en términos humanos. En una reunión de su Barrio Sexto-Séptimo, dijo a los presentes: “Sus vidas son mis sermones”.

En la sesión del domingo por la mañana de la conferencia de octubre de 1967, el élder Monson habló sobre cómo hacer frente a nuestros propios Goliats, el cual probó ser un tema apropiado. Durante su mensaje, un hombre empezó a gritar desde la congregación que era su turno de hablar, alegando: “¡Suficiente, élder, ya basta!” El élder Monson miró a la Primera Presidencia en busca de dirección, y entonces, tras ellos darle una señal de aprobación, él siguió con su mensaje como si nada hubiera pasado. Los acomodadores escoltaron al alborotador hasta la salida del edificio, quien no salió calladamente. Más tarde ese día, el mismo joven trató de entrar en la sesión vespertina para repetir su actuación. Los acomodadores lo detuvieron y esta vez fue llevado a la cárcel, aunque no se le presentaron cargos.

El incidente no impidió que el élder Monson comunicara su mensaje. Un ejecutivo de ventas no miembro de la Iglesia que “casualmente escuchaba” el discurso por radio, escribió: “Su discurso sobre cómo hacer frente a nuestros Goliats me llegó como una pedrada en la frente, y desde ese día no he vuelto a fumar (consumía tres cajetillas por día). Y un par de Goliats, aunque no están completamente muertos, yacen sangrantes y heridos de muerte”. El hombre explicó que había utilizado su mensaje con todos sus vendedores, habiéndoles leído el discurso entero. “Nuestros 23 agentes—protestantes, católicos y judíos—todos sienten que usted es obviamente un hombre que tiene un don divino”43.

Además de valerse de experiencias personales y de Escrituras en sus mensajes, al presidente Monson le encanta citar himnos, poemas, obras de teatro y musicales que enseñan verdades. Generalmente, tras haber visto una obra, escribe en el programa una frase o declaración del diálogo que le llegó al corazón. Por ejemplo, a menudo recurre al autor George Bernard Shaw y su aclamada realización Pigmalión, que llegó a ser la obra musical “Mi bella dama”, para ilustrar cómo tratar a la gente: “Lo más importante, Eliza, no es tener buenos o malos modales ni ningún otro tipo de modales, sino tener los mismos modales para todos los seres humanos; en definitiva, comportarse como si uno estuviera en el cielo, donde no hay carruajes de tercera clase y donde todas las almas son iguales”44.

Al ir aumentando las responsabilidades del presidente Monson, él seguía ayudando a los necesitados, como el apóstol Pedro ante la puerta llamada Hermosa en tiempos bíblicos, quien dijo: “En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda! Y tomándole de la mano derecha le levantó”45. Ese enfoque “individual”, esa voluntad de detenerse, de prestar atención a los susurros del Espíritu, lo definieron mucho antes de que llegara a ser un Apóstol, y esa expresión del amor de Dios lo ha acompañado durante toda su vida.

En términos sencillos, él encuentra cosas buenas en toda persona. El valora las muchas maneras en que la gente contribuye a la edificación del reino de Dios en la tierra. Él no espera que todos tengan las mismas capacidades o talentos, pero sí espera que cada uno cumpla con su deber, que tenga la disposición y el cometido de dar lo mejor de sí. Como administrador, siempre ha sido resuelto y perspicaz y nunca imperioso o dictatorial. Es bondadoso y compasivo, tiene una mano firme pero también un tacto tierno.

El élder Monson es un defensor del servicio “desinteresado”, el cual, a menudo, llega a cambiar vidas, y no sólo la de quien lo recibe. Él observa: “En cada ejemplo de servicio a otra persona, uno comprenderá que no disminuirá ninguna habilidad personal, sino que tendrá un corazón pleno de gratitud, al descubrir que ha estado en el mandato del Señor y que ha sido el beneficiario de Su ayuda y bendiciones”46.

El presidente Monson siempre ha prestado particular atención a los pobres y oprimidos, a los olvidados y a los que parecen ser comunes y corrientes, así como a aquellos que se encuentran solos. William Edwin “Ed” Erickson fue un buen ejemplo. Ed vivió toda su vida en el Barrio Sexto-Séptimo, llegando a ser con el tiempo quien cuidara a su anciana y aquejada madre. Su vista era deficiente pero era inteligente y buen trabajador. Tom, dieciocho años menor que Ed, fue su obispo y, como tal, se aseguró de que se atendieran las necesidades temporales de Ed. Los dos forjaron una amistad que se prolongó a lo largo de toda la vida de Ed. Él no tenía muchos amigos, pero tenía al élder Monson.

Ed era poseedor de una bondad que se derramaba en otras personas. Había trabajado para el Departamento Urbano de Salt Lake City casi toda su vida, ganando poco dinero y gastando casi nada. Era “una persona capaz de hacer cualquier cosa por quien fuera”47. Era orgulloso miembro del Batallón Mormón y ofrecía servicios voluntarios todas las semanas en la Manzana de Bienestar. Ed caminaba a todas partes debido a su mala vista, lo cual no le permitía conducir un automóvil.

Con el tiempo, la madre de Ed falleció y su pequeña casa en el Barrio Sexto-Séptimo quedó atrapada en el desarrollo comercial e industrial de la zona. En medio de todo ello, el élder Monson se aseguró de que Ed tuviera un apartamento limpio y asequible donde vivir, lo suficientemente cerca del centro de la ciudad, en particular de un establecimiento al que iba todas las mañanas a desayunar.

El élder Monson siempre lo invitaba a ir con su familia a eventos tales como el rodeo o el circo y le pedía que hiciera algunos trabajos en su residencia para que tuviera algo de dinero para gastar sin sentir que le estaban dando una limosna. A menudo invitaba a Ed a almorzar en un restaurante y cada año celebraban su cumpleaños con un pequeño grupo de amigos.

Cuando Ed estaba próximo al final de su vida, desenvolvió su última nueva camisa, la cual había comprado después de la Segunda Guerra Mundial. Cuando falleció a la edad de noventa y cinco años, el 21 de febrero de 2005, dejó todos sus ahorros—una cantidad considerable—en parte al Hospital de la Primaria para ayudar a niños con problemas de la vista, y también al fondo misional de la Iglesia, para contribuir al servicio que él no había podido prestar. En un homenaje a su amigo, el presidente Monson dijo: “Lo más importante es que dio todo cuanto tenía”48.

Ed es tan sólo una de las muchas personas por quienes Tom Monson veló a lo largo de los años, consiguiéndoles empleo, dedicándoles tiempo para escuchar sus problemas y dándoles ánimo en momentos difíciles. Llamaba a Ed su “consejero”, y Ed, en broma, preguntaba a dónde les asignarían ir cada semana. Ed sabía que Tom Monson lo estimaba.

Hablando a una congregación de Mujeres Jóvenes de la Iglesia en 2009, el presidente Monson se refirió a lo que había aprendido de Ed Erickson: “Tengan el valor de abstenerse de juzgar y criticar a quienes las rodean, así como el valor de asegurarse de que toda persona se sienta incluida, amada y valorada”49.

El hacer que otras personas se sientan amadas ha sido la característica distintiva de la vida y del ministerio del presidente Monson.