Al Rescate – La biografía de Thomas S. Monson

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ESTABA EN TODAS PARTES

Tom Monson era joven y dinámico cuando fue llamado a los Doce; no sólo era el de menor antigüedad en el Quorum, sino que a los tránta y seis años era el de menor edad, ya que los demás le llevaban casi veinte años. Desde el comienzo mismo de su servicio, recibió muchas asignaciones y llevó sobre sí muchas cargas, lo cual era una muestra de la confianza que le tenían sus colegas y el Señor.

Élder Jeffrey R. Holland Quorum de los Doce Apóstoles


El martes siguiente a la conferencia de octubre de 1966, Francés fue hasta la oficina de su esposo para informarle, entre lágrimas, que su médico le había encontrado un tumor que requeriría cirugía inmediata, así que al día siguiente fue internada en el hospital. El élder Monson escribió: “El hermano Harold B. Lee le dio una de las bendiciones más inspiradas que jamás haya oído. Sentimos tranquilidad después de sus palabras proféticas que llenaron el alma de paz”1.

Temprano en la mañana del jueves 6 de octubre, Francés fue llevada a la sala de operaciones. Para el élder Monson, “los minutos parecían años y las horas una eternidad”. Pero se sentía reconfortado pues sabía que las Autoridades Generales “se encontraban en ese momento en sesión en el cuarto superior del templo, uniendo su fe y oraciones en favor de mi amada esposa”2.

Nunca había recibido un informe con más dicha que cuando le hicieron saber que el tumor era benigno. Cuando el Dr. Vernon Stevenson le dio las buenas noticias, el élder Monson le dijo que al día siguiente era su decimoctavo aniversario de bodas, a lo que el médico respondió: “Es usted un hombre muy afortunado, ya que esto bien podría haber tenido un resultado distinto. Su esposa estará a su lado por muchos años”. El élder Monson dijo entonces, señalando el Templo de Salt Lake, que los hombres a quienes él más amaba lo habían tenido presente a él fal médico] en sus oraciones esa mañana, a lo cual el cirujano respondió: “Eso me hace sentir muy humilde”3.

El élder Monson recuerda cuando participó de la Santa Cena en la siguiente reunión que se llevó a cabo en el templo: “Expresé en silencio mi gratitud hacia mi Padre Celestial por la forma tan maravillosa en que había bendecido a mi compañera”. El presidente Hugh B. Brown le pidió que diera su testimonio, en el cual el élder Monson reconoció que él y su esposa se habían “enfrentado súbitamente a la posibilidad de que el tumor fuera maligno”. A la madre de Francés se le había diagnosticado cáncer pocos meses antes, lo cual había contribuido a la ansiedad de la familia.

“A lo largo de toda esa experiencia sentimos que estábamos en las manos del Señor, y teníamos la seguridad de que cualquiera que fuera Su voluntad, estaríamos dispuestos a aceptarla. Mi amada esposa leyó su bendición patriarcal en donde el Señor le decía que ella estaría a mi lado durante muchos, muchos años, y ella me dijo que no me preocupara, que todo saldría bien.

“Ayer, en nuestra noche de hogar, cada uno de mis niños estuvo más cerca de mí que nunca hasta ahora y yo quiero dar testimonio de que en el hogar de los Monson nos sentimos orgullosos de servir al Señor. Es mucha la humildad que sentimos ante la enorme responsabilidad que se ha depositado en nosotros, y nuestro deseo como familia es sostenerlos a ustedes, hermanos, y servir constantemente al Señor y ser dóciles ante Sus deseos y hacia todo cuanto Él nos pide que hagamos”.

Entonces concluyó con estas palabras: “Soy el menor entre ustedes y ruego que sea digno de mi asociación con cada uno”4.

Las palabras del mensaje del presidente Monson en la conferencia general anterior de abril cobraron nuevo significado para él y su familia: “Al que ha sentido el toque de la mano del Maestro le es difícil explicar el cambio que se produce en su vida, pero tiene el deseo de vivir mejor, de servir fielmente, de ejercer humildad y de vivir más como el Salvador”5.

La misma semana del susto del cáncer, el élder Monson tuvo el privilegio de oficiar en la boda de su hermano menor, Scott, en el Templo de Salt Lake. Scott había servido su misión en Suecia. Tras más o menos un año en el campo misional, le había escrito una carta a su padre, Spence: “Todos los domingos, para empezar el día, asisto a la reunión de sacerdocio. Sé que no has asistido a esa reunión desde hace mucho tiempo. Sigo pensado qué bueno sería si cuando yo asisto a la reunión de sacerdocio los domingos aquí, tú hicieras lo mismo en casa”.

Spence se levantó temprano el siguiente domingo y empezó a ponerse su camisa blanca y su traje. Gladys le preguntó a dónde iba, y él respondió: “A la reunión de sacerdocio”. Su esposa comentó asombrada: “Hace siglos que no vas a la reunión de sacerdocio”, a lo cual Spence respondió: “Bueno, nuestro muchacho me escribió y me dijo que sería bueno que yo asistiera a la reunión de sacerdocio el mismo día que él va, así que decidí hacerlo”6.

La ceremonia de boda de Scott fue el primer sellamiento de sus hijos al que Spence asistía, sirviendo como uno de los testigos.

La familia era entonces y por siempre ha sido muy importante para Thomas Monson. Él entendía bien el fundamento del movimiento de correlación que comenzaba a abrirse paso en el sistema de la Iglesia, cuyo propósito principal era proteger la institución familiar. También captaba la importancia de que cada miembro de la familia obtuviera una mayor comprensión del Evangelio mediante programas correlacionados.

La huella del élder Monson se deja ver en aquellos primeros esfuerzos de correlación y en casi todo departamento, programa y organización de la Iglesia, así como en toda compañía de propiedad de la Iglesia desde principios de la década de 1960. También participaba íntegramente en la capacitación y enseñanza de principios y mayordomías espirituales y temporales. Como lo declaró alguien que trabajó estrechamente con él: “Estaba en todas partes”7.

Resulta sencillamente imposible catalogar o registrar las innumerables actividades de cada comité, de cada presidencia, líder o misionero que el élder Monson ha aconsejado, cada propuesta que ha revisado o cada país que ha visitado, dedicado o bendecido. El cumplió una función vital en cada aspecto de administración, especialmente cuando los esfuerzos de correlación reestructuraron y redefinieron la obra de la Iglesia. Sirvió en cada comité general y en muchos casos se le pidió que los presidiera. Asistía a innumerables reuniones; estaba siempre abocado a la tarea de rescatar a algún necesitado; era un hombre ocupado.

El élder Monson era el miembro de menor antigüedad en los Doce y su nombramiento a ciertos comités clave tal vez haya asombrado a algunos, incluso a él. Sabiamente concluyó: “Siendo que se me han dado todas estas asignaciones tan importantes, es mejor que sepa lo que hago”8.

Bajo la dirección de la Primera Presidencia, el élder Harold B. Lee encabezó el liderazgo y la visión general del Comité de Correlación, pero el élder Monson era quien se encargaba de llevar a la acción muchas de las ideas de su líder. El élder Lee sabía que podía contar con el élder Monson para dar forma a los programas de la Iglesia que llegarían a fomentar la fe y el progreso y a forjar testimonios más firmes de los principios del Evangelio, siempre que la familia y el sacerdocio trabajaran juntos.

A lo largo de los siguientes veinte años, los esfuerzos de correlación lentamente desmantelaron las operaciones autónomas de las organizaciones auxiliares y de los departamentos de la Iglesia, reemplazándolas con un sistema centrado en la familia bajo la coordinación del sacerdocio.

Correlacionar significaba más que estandarizar los cursos de estudio de la Iglesia para que todos los temas del Evangelio se enseñaran “tan completamente como fuera posible, por lo menos tres veces durante los períodos de la infancia, la adolescencia y la madurez”9. Tenía como objetivo responder al rápido crecimiento que la Iglesia experimentaba en muchos países, así como para definir y establecer líneas de organización, empezando con la Primera Presidencia y pasando por los Doce Apóstoles a presidentes de estaca, obispos y familias. En el corazón del plan se encontraban las organizaciones auxiliares y los quorums correlacionados dentro de la estructura del sacerdocio, con el fin de respaldar el hogar en una era en la que ya se veía un marcado deterioro en los cimientos mismos de la vida familiar en la sociedad.

El término correlación adquirió un nuevo significado entre todos quienes estaban conectados con el amplio plan. Más bien que un “término frío y académico”, llegó a ser una entidad “sagrada y de enorme valor”10.

En 1965, el élder Monson pasó a ocupar el lugar del élder Marión G. Romney como presidente del Comité de Correlación para Adultos, el principal cuerpo de correlación de la Iglesia. El élder Monson se sintió conmovido por la “enorme responsabilidad”, y les dijo a sus colegas: “Estoy al tanto de las grandes capacidades del élder Romney, así que espero y ruego que el Señor me faculte para esta asignación”11. Allí trabajó muy de cerca con el élder Harold B. Lee. En cierto momento le comentó al élder Lee que tal vez él (el élder Monson) tenía demasiadas asignaciones importantes. El élder Lee no vaciló en responder: “Si yo hubiera querido a alguien más para hacer este trabajo, lo habría llamado”12.

El élder Monson pronto se dio cuenta de que todo lo que no correspondía a las categorías de niños y de jóvenes, cualquier cosa con la cual sus líderes no supieran qué hacer, la pasaban al Comité de Correlación para Adultos. De inmediato comenzó un detenido estudio de manuscritos pendientes de todos los manuales y cursos de estudio, los cuales eran numerosos. Uno de los asuntos más importantes era la introducción de nuevo material de lecciones todos los años, no particularmente relacionado con ningún propósito definido. Informó al élder Lee: “El comité para adultos está al tanto de que nos acercamos a una nueva e importante fase del programa de correlación de la Iglesia y consideramos que es necesario tener ciertas cosas presentes. Nuestro fin primordial es ayudar a todo miembro de la Iglesia a caminar rectamente ante el Señor, experimentar el tipo de gozo que el Señor desea para nosotros, y ser salvos y exaltados en Su reino celestial. Para lograrlo, todo miembro de la Iglesia debe entender, amar y vivir los principios del Evangelio. Si cada miembro basa su motivación en dicho entendimiento, tomará las decisiones correctas por las razones debidas”13.

El élder Monson recalcó al comité que debían pensar en términos de “un Señor, una fe, un jovencito, una jovencita y un programa”14. Eso era lo que quería que sucediera con todos los líderes adultos de la Iglesia al captar ellos la visión de la correlación y al ser capacitados en los principios de liderazgo que facilitaran su ejecución. En 1965 se renovó el enfoque en la noche de hogar para la familia, designando el lunes como el día para llevarla a cabo, y ha llegado a ser una importante tradición para apoyar a la familia ante las adversas influencias mundanas. El ímpetu para fortalecer a la familia por medio de la correlación del sacerdocio en la década de 1960 ha dado frutos más de cincuenta años después, al mantenerse la Iglesia firme a pesar de los ataques del mundo contra la vida familiar.

El élder Lee también llamó al élder Monson a presidir el Comité de Capacitación del Sacerdocio. Dicho comité desarrolló capacitación para dos grupos: (1) líderes del sacerdocio en reuniones y conferencias del sacerdocio, y (2) especialistas en enseñanza, bibliotecas, música, actividades recreativas, y otros programas de barrio, estaca o región que las Autoridades Generales determinaran necesarios. Cada plan se envió al Comité de Correlación para su aprobación y después al Quorum de los Doce y a la Primera Presidencia. Las Autoridades Generales, a su vez, llevarían ese modelo a conferencias de estaca y reuniones regionales para capacitar a líderes del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares. El élder Monson seleccionó dos líderes capaces para trabajar con él en el Comité de Liderazgo: Wendell J. Ashton, con quien había servido en el Comité de Correlación para Adultos, hombre muy activo en asuntos de la comunidad y tenaz para los detalles, y Neal A. Maxwell, a quien conocía debido a su reputación en métodos innovadores de enseñanza y de capacitación, quien además había servido como miembro de la mesa de la AMMHJ y en la administración de la Universidad de Utah. Al aumentar el trabajo en los años subsiguientes, el élder Monson pidió dos personas más para que se unieran al comité: James E. Faust y Hugh W. Pinnock. David B. Haight y J. Thomas Fyans colaboraban como miembros administrativos.

El élder Monson no estaba simplemente poniendo en práctica destrezas, métodos y técnicas teóricas de liderazgo, sino que estaba capacitando a líderes en la enseñanza de principios verdaderos. “Todos ustedes son maestros”, él ha dicho. “Ninguna persona puede escapar a la influencia de su propio ejemplo. Un maestro mediocre cuenta, un buen maestro explica, un maestro superior demuestra, pero los grandes maestros inspiran”15.

Los miembros del comité estudiaron métodos de capacitación altamente exitosos de grandes corporaciones, esfuerzos históricos de la Iglesia y pasajes de las Escrituras, todo lo cual infundió una mayor percepción espiritual. Reconocieron que una de las responsabilidades centrales de las Autoridades Generales es hablar por revelación, enseñando los conceptos básicos del marco de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días. Algunos de los primeros temas desarrollados en el Comité de Liderazgo del Sacerdocio eran bien elementales: “Cómo llamar y cómo relevar”, “Cómo escuchar con atención”, “Cómo dar dirección”, así como otros temas extraídos del Manual General de Instrucciones. El comité creó materiales para enfocar la atención en cómo escuchar, que es el elemento esencial para enseñar, aprender y dirigir.

El élder Monson adelantó un bosquejo de liderazgo para el segundo semestre de 1969 que tenía como punto de enfoque: “Cómo mejorar nuestra habilidad—de manera individual y como organización—para llegar a las ovejas perdidas”. Nadie conocía ese tema mejor que Thomas Monson.

Algunos de los programas de capacitación más eficaces del comité se extrajeron de apuntes que el élder Monson había tomado como obispo: “Los deberes de un obispo” y “La organización y deberes de un sumo consejo”. El élder Harold B. Lee—Apóstol y ex presidente de estaca en el valle del Lago Salado—había capacitado a líderes en la Estaca Temple View sobre esos dos temas y lo había hecho con precisión y persuasión. El hecho de que el élder Monson hubiera guardado esos apuntes—y aún los conserve hoy—es evidencia del entrenamiento que recibió. El Comité de Liderazgo del Sacerdocio elaboró exactamente esa misma capacitación para toda la Iglesia, la que fue prestamente aprobada por el Quorum de los Doce y la Primera Presidencia.

En febrero de 2004, en la transmisión mundial de una capacitación de líderes—la versión actual de medios de capacitación—el presidente Monson nuevamente traería a colación aquellos apuntes de la capacitación del élder Lee y enseñaría a una nueva generación de líderes del sacerdocio sobre “El obispo y el bienestar espiritual y temporal de los santos”. Trazó cinco círculos en una pizarra que representaban las áreas de influencia y responsabilidad de un obispo y las identificó de la siguiente manera: El obispo es el sumo sacerdote presidente y el padre del barrio; el obispo tiene responsabilidad hacia el Sacerdocio Aarónico; el obispo vela por los necesitados; el obispo es responsable por las finanzas; el obispo es un juez común. Terminó diciendo que las “responsabilidades sagradas que Dios da a los obispos se crearon en los cielos para bendición de cada miembro de la Iglesia en nuestros días”16.

En 1967, el élder Lee estaba analizando con el élder Monson otras estructuras para llegar al liderazgo de la Iglesia por encima de aquella del Comité del Sacerdocio. La Primera Presidencia, bajo la dirección del presidente Heber J. Grant, había llamado Ayudantes del Quorum de los Doce en 1941 para añadir fuerzas en ese alto rango de autoridad. Desde entonces, la Iglesia había crecido notablemente en cantidad de miembros, así como en nuevos distritos, barrios, nuevas estacas y misiones, y el programa de correlación sugería un modelo de liderazgo más sintetizado.

Tras prolongadas conversaciones entre los miembros del Quorum de los Doce y la Primera Presidencia, surgió un nuevo nivel de liderazgo en el sacerdocio: “representantes regionales de los Doce”. Su llamamiento consistía en “llevar consejo e instrucción a grupos de estacas o regiones”17. Tales hombres no serían Autoridades Generales, sino asesores de alto nivel que servirían como nexo entre las estacas y el Quorum de los Doce.

El élder Lee inmediatamente dio participación en la empresa al élder Monson debido a sus bien afinadas destrezas en dirigir y motivar a otras personas, su capacidad de pensar globalmente y su tenacidad y disciplina para capacitar a los llamados como representantes regionales. La primera larga jornada de capacitación de esos hombres recién llamados, efectuada el 28 de septiembre de 1967, estableció una tradición de liderazgo del sacerdocio que ha continuado como parte integral de las conferencias generales. El élder Lee escribió en su diario: “Thomas S. Monson y sus colaboradores, Neal A. Maxwell y Wendell Ashton, han hecho un trabajo magnífico en la planificación de todos los detalles”18.

Al año siguiente, al prepararse el comité para una nueva ronda de reuniones de capacitación, lo que él describía como “el aspecto más notable del semestre”, el élder Monson fue a visitar al élder Lee en el hospital, donde se estaba recuperando de una operación. “Me enseñó una gran lección”, dijo el élder Monson, “algo que todos los líderes deberían aprender”.

“Tom”, dijo el élder Lee, “tú sabes mejor que yo lo que hay que hacer mañana, y si se te diera la asignación de actuar en mi lugar, tú lo harías y todo saldría mejor que si yo estuviera allí”. Entonces continuó diciendo: “Tú conoces el orden de la Iglesia y yo también lo conozco, así que Spencer W. Kimball, quien me sigue en antigüedad, debe ser la persona indicada a quien pasarle la antorcha de la correlación en el seminario de mañana”. Y le preguntó: “¿Serás para él lo que has sido para mí, un fiel colaborador en la causa de Cristo?”.

El élder Monson respondió: “Así lo haré, hermano Lee”.

Entonces el élder Lee le pidió una bendición.

Al día siguiente, el élder Kimball, encargado de dirigir la reunión, procedió a enseñar “una magnífica lección en cuanto al gobierno de la Iglesia”. En horas de la tarde, exhausto, el élder Kimball le escribió una nota al joven Apóstol en su inconfundible caligrafía: “No puedo dar mi discurso; apenas si puedo ponerme de pie. Por favor hable usted de lo que desee. Yo voy a recostarme un poco durante el descanso para ver si logro recuperar mis fuerzas”. El élder Monson cumplió con el pedido e hizo uso de la palabra hasta que, caminando lentamente hasta el púlpito, el élder Kimball continuó. “Fue precisamente antes de que lo operaran del corazón”, explicó más adelante el élder Monson, “y no había forma de que el élder Kimball hubiera podido dar ese discurso a no ser con la ayuda del Señor”19.

Durante las varias décadas siguientes, los representantes regionales ofrecieron capacitación a líderes del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares en sus áreas geográficas asignadas.

En la conferencia general de abril de 1995, los 284 hombres que servían como representantes regionales fueron honorablemente relevados. Desde 1967, 1.072 varones habían servido en ese cargo20, siendo reemplazados por Autoridades de Área Setentas (más tarde llamados Setentas de Área), quienes continuarían el curso trazado para los representantes regionales, con la responsabilidad adicional de atender las crecientes necesidades y presiones de la Iglesia en todo el mundo.

La influencia del élder Monson se extendía más allá de los programas y las capacitaciones internas. Sus experiencias al crecer cerca de tíos que no eran miembros de la Iglesia, así como en un vecindario donde había diversas religiones—o ninguna religión—le habían enseñado a llevarse bien con todo el mundo. Cuando el presidente David O. McKay le dio asignaciones de representar la Iglesia ante la comunidad en general, él estaba ampliamente preparado para hacerlo.

Tom suplantó a su “coterráneo canadiense”, el presidente Hugh B. Brown, en el Servicio Interreligioso en Lethbridge, Alberta, Canadá, en junio de 1967. Habló los dos días en lo que era el mayor servicio religioso jamás llevado a cabo en el sur de Alberta, compartiendo el podio con el archidiácono de la Iglesia anglicana, Cecil Swanson; el obispo de la Iglesia católica romana de Calgary, el Reverendísimo Francis J. Klein; y el Reverendo de la Iglesia Unida de Canadá, W. C. Lockhart. Se sintió “un poco incómodo al tener que hablar después de esos dignatarios en sus togas”, pero totalmente en su medio al referirse al Salvador Jesucristo.

“La fórmula para encontrar a Jesús ha sido y siempre será la misma: la oración ferviente y sincera de un corazón humilde y puro”, declaró al numeroso auditorio21.

Asistió a una sesión ecuménica que honraba el centenario de la iglesia episcopal de Utah y fue invitado del obispo Richard Watson en un almuerzo especial para líderes eclesiásticos de las varias congregaciones de la ciudad y del estado. Se sentía cómodo con líderes de otras religiones y ellos se sentían cómodos con él.

Recibió un reconocimiento de la comunidad por sus servicios. El 8 de marzo de 1966, la Universidad de Utah le concedió un reconocimiento de distinción como ex alumno, el primero de sus muchos reconocimientos cívicos. Su madre, quien siempre había sido una gran defensora de la educación era “tal vez quien se sentía más orgullosa en el auditorio”, entre quienes estaban sus padres, tías y tíos, hermanos y hermanas, sus hijos y aun amigos de la infancia. Otras personas que lo acompañaban en el podio y que también recibieron reconocimientos eran Calvin L. Rampton, Gobernador del Estado de Utah; Frank S. Forsberg, quien llegó a ser el Embajador de los Estados Unidos en Suecia; Dean Olson, fundador de una compañía en Los Angeles; y Joseph Jensen, destacado industrial.

En aquellos años, las Autoridades Generales servían en muchos directorios de entidades de la comunidad, no solamente en negocios de propiedad de la Iglesia. El élder Monson fue nombrado para servir por un término de tres años en la mesa directiva de ex alumnos de la Universidad de Utah22. La compañía de teléfonos de Utah, en aquellos tiempos la más grande de la región, invitó al élder Monson a ocupar un lugar en su cuerpo de asesores. Varios años después pasó a integrar el directorio de la compañía con sede en Denver, Colorado, en el cual sirvió junto a prominentes líderes comunitarios de varios estados del oeste. Las reuniones del directorio se efectuaban en Denver, así que una vez al mes debía viajar en avión a esa ciudad.

El Commercial Security Bank también le pidió que integrara su directorio. Allí sirvió como titular del comité de auditorías durante veinte años. Cuando llevaba tres años en esa institución, el banco decidió cambiar sus reuniones a un cierto martes de cada mes. El élder Monson habló con Richard Hemingway, presidente del banco, y le explicó que tendría que retirarlo del cargo que ocupaba pues en esos mismos días era cuando debía viajar a Denver para sus reuniones de la compañía de teléfonos. El Sr. Hemingway le respondió: “Hay treinta días en cada mes, así que podemos llevar a cabo nuestra reunión de directorio en cualquiera de los otros veintinueve. Con gusto la cambiaremos para cuando sea”. El banco la cambió para otro martes23.

Cuando otra institución bancaria más grande invitó al élder Monson a ocupar un puesto en su directorio, lo cual requeriría que renunciara al que tenía en el Commercial Security, se sintió halagado, pero permaneció fiel a la institución donde había estado.

Cuando se vendió el Commercial Security al Key Bank, una operación de mayor envergadura, los nuevos dueños pidieron al élder Monson que permaneciera en el directorio. Allí sirvió hasta marzo de 1996, cuando la Primera Presidencia determinó que las Autoridades Generales ya no ocuparían puestos en mesas directivas externas. El nuevo presidente del banco, Maurice P. Shea, escribió una carta expresando su gratitud por el servicio del élder Monson, en la que decía: “En nombre de Key Corporation y de Key Bank, se echarán de menos sus esfuerzos y su apoyo. Como amigo, yo lo extrañaré aún más. Disfruto nuestras conversaciones sobre Larry Bird y los Celtics y sobre Ted Williams y sus Red Sox. Como los irlandeses nos enorgullecemos en decir: ‘Que el camino siempre se eleve hacia sus pies, que el viento siempre sople a sus espaldas. Que el sol brille con calidez sobre su rostro, que la lluvia caiga suavemente sobre sus campos y que, hasta que volvamos a vernos, Dios lo lleve en la palma de Su mano’”24.

Los años que pasó en el directorio del banco no sólo se dedicaron a los negocios. Forjó una gran amistad con ejecutivos como Richard Hemingway y Robert Bischoff. En mayo de 2001, Robert se hallaba en estado crítico en el hospital tras una operación de cáncer del páncreas. El presidente Monson sintió que debía visitarlo. Su intercambio fue tierno. Robert le dijo al presidente Monson que su enfermedad lo había hecho comprender cuáles eran las cosas más importantes en la vida. “Me expresó su profundo deseo de estudiar la doctrina de la Iglesia, de llegar a ser miembro y de entrar en la casa del Señor”, recordó más adelante el presidente Monson, quien le dio una bendición del sacerdocio y luego lo abrazó25. Robert murió dos días más tarde. El presidente Monson habló en su funeral y rindió homenaje a su querido amigo, quien también había servido como miembro de la mesa directiva de Deseret News, describiéndolo como “un hombre de integridad, un hombre de valor, un hombre de discernimiento y un hombre de buena voluntad”26.

El élder Monson tenía gran afinidad hacia la prensa escrita, y en poco tiempo también ganó aprecio por la oral y la televisiva. En septiembre de 1964, la Primera Presidencia combinó sus compañías de radiodifusión y televisión bajo una nueva entidad, la Corporación Internacional Bonneville. Esta ofrecía respaldo centralizado en financiación, ingeniería, adquisiciones, promoción, publicidad y otras funciones esenciales a las estaciones de radio y televisión de propiedad de la Iglesia, aunque se mantenía al margen de sus normas y operaciones. Fue un paso audaz en lo que sería una red vital de comunicaciones en los más de cuarenta años siguientes. Al élder Monson se le pidió que sirviera en el directorio de Bonneville, con lo cual se sintió “muy complacido”27. También se le nombró para integrar la mesa directiva de la estación local de radio y televisión KSL. Iba resultando claro que a fin de propagar el mensaje del Evangelio, la Iglesia necesitaba tener acceso a los medios de difusión, nacionales e internacionales. En años posteriores, las transmisiones vía satélite también llegaron a ser cruciales28.

El élder Monson siempre daba a conocer su opinión. Aun cuando a menudo lo más popular era “expresar aprobación”, él constantemente “debía ser sincero” consigo mismo, y, tras analizar los hechos, daba a conocer su opinión personal, fuera ésta o no “popular”. Sin embargo, en todos los casos apoyaba la decisión final29.

Su estilo de liderazgo siempre ha sido fomentar la manifestación de opiniones y consejos, ya fuera que esas ideas se asemejaran o no a las de él. Como Presidente de la Iglesia ha dicho en ocasiones: “No me están ayudando”, cuando miembros de los comités se guardaban su opinión en asuntos urgentes. Quienes han trabajado a su lado coinciden en que él siempre está abierto a escuchar consejos. “Le gustan las cosas claras y directas”, dicen, añadiendo que tiene poca paciencia hacia las personas que en una reunión esperan hasta ver cuál es “la manera diplomática” de opinar en cuanto a un asunto. A menudo él ponía al presidente N. Eldon Tanner como ejemplo. “Él era un líder, un hombre de la más absoluta integridad, un hombre que tenía la capacidad de ser un verdadero consejero, tenaz, firme, buscador, ante todo, del reino de Dios y Su justicia”30.

A pesar de que el presidente Monson ha escrito todos sus discursos en una máquina de escribir sobre la mesa de la cocina, ha sido un paladín del esfuerzo de la Iglesia por adoptar nuevas tecnologías, habiendo presidido los comités que instituyeron nuevos sistemas. Aún recuerda cuando asistió a una presentación de una innovación que se decía revolucionaría el trabajo de oficina. Se llamaba: “procesamiento de textos”31.

De comités de la Iglesia a esfuerzos ecuménicos, a entidades comunitarias y a nuevas empresas, Thomas S. Monson verdaderamente estaba en “todas partes” en su ministerio como Apóstol del Señor Jesucristo.