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SE ABREN PUERTAS
Como Apóstol del Señor, el élder Monson está lleno del amor puro de Cristo, el cual irradia a otras personas. La gente lo ama porque él ama a la gente. Su testimonio al mundo es un testimonio de amor y comprensión.
Presidente Spencer W. Kimball Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 1973-1985
El élder thomas s. monson y el presidente Spencer W. Kimball amaban a los menos privilegiados. Ellos se conocieron a principios de la década de 1950, cuando el élder Monson era un joven obispo. Una mañana, él contestó el teléfono de su casa y oyó: “Habla el élder Spencer W. Kimball; tengo un favor que pedirle. Escondida detrás de un amplio edificio en la calle Quinta Sur hay una casa rodante”, explicó el élder Kimball. “En ella vive Margaret Bird, una india navajo viuda. Se siente desamparada, despreciada y perdida. ¿Podría usted y la presidencia de la Sociedad de Socorro ir a verla, extenderle una mano de amistad y darle una bienvenida especial?”.
El élder Kimball había llamado al hombre indicado para efectuar un rescate.
Margaret Bird floreció al ser acogida en los amorosos brazos de los miembros del Barrio Sexto-Séptimo. El élder Monson escribió: “La desesperación desapareció; se había visitado a la viuda en su aflicción; se había encontrado la oveja perdida. Todos cuanto tomaron parte en el sencillo drama humano emergieron siendo mejores personas”1.
El presidente Monson ha enseñado esa lección muchas veces. Los nombres, los rostros y los lugares cambian, pero el mensaje es el mismo: “Escuchemos el sonido de los pies calzados en sandalias; tratemos de tocar la mano del Carpintero, y entonces llegaremos a conocerlo. Tal vez llegue a nosotros como un desconocido, sin nombre, tal como, a la orilla del mar, llegó hasta aquellos hombres que no lo conocían. Nos hace la misma invitación de seguirle y nos encomienda las tareas que tiene para nosotros. El manda, y a quienes le obedecen, sean ellos de mucha o escasa ciencia, El se manifestará en las pruebas, los conflictos y los sufrimientos que ellos experimentarán en Su servicio, y . . . por experiencia propia sabrán quién es Él”2.
A lo largo de los años, el presidente Kimball había estado en armonía con la voz del Maestro. Tras el voto de sostenimiento en la Asamblea Solemne del 6 de abril de 1974, prometió en su mensaje a los santos: “Nosotros les serviremos a ustedes, nuestra gente, los amaremos y haremos cuanto podamos por guiarlos hacia su justo y glorioso destino, con corazones rebosantes de amor y gratitud hacia cada uno”3. Ese profeta, pequeño en estatura, pero con el espíritu de un gigante, fue ejemplo del principio que él tan frecuentemente enseñó: “Alarguen el paso”. La frase llegaría a ser un distintivo de su administración, y el élder Monson le seguía de cerca. Él describió al nuevo presidente como alguien que “se mueve decididamente y lleva el manto de este solemne llamamiento”4.
El presidente Kimball nombró Apóstol a L. Tom Perry para llenar la vacante en el Quorum de los Doce. El élder Perry había estado sirviendo como Ayudante de los Doce durante dos años. Más adelante, tras el fallecimiento de Hugh B. Brown, el presidente Kimball llamó a David B. Haight al apostolado, quien también había estado sirviendo como Ayudante de los Doce. Cuando el élder Delbert L. Stapley falleció en agosto de 1978, el presidente Kimball llamó ajames E. Faust, del Primer Quorum de los Setenta, como Apóstol. El élder Monson ya llevaba años trabajando con esos hermanos y se sintió complacido de sostenerlos.
Por mucho tiempo, el presidente Kimball se había enfrentado a serios problemas de salud que habrían podido dejar lisiado o doblegar a cualquier hombre común y corriente. Muchos años antes lo habían operado de cáncer de la garganta, volviendo su melódica voz de tenor en un susurro áspero aunque reconocible. En 1972 fue sometido a una operación de corazón abierto. Los apóstoles estaban en el tempo ese día, ayunando y esperando noticias “llenos de esperanzada ansiedad”. Cuando sonó el teléfono, el presidente Harold B. Lee salió del cuarto para contestar. “El presidente Lee era un maestro en esconder sus sentimientos; volvió a donde estábamos y, en un tono sombrío, dijo: ‘Era el hermano Nelson [refiriéndose al cardiocirujano del presidente Kimball, el Dr. Russell M. Nelson], ¡Spencer ya está fuera del taller!’”. Al fin de ese día el élder Monson escribió tiernamente en su diario: “Todos sonreímos y ofrecimos una oración de gratitud”5.
La administración del presidente Kimball fue un período marcado por una serie de ajustes en las normas y los programas de la Iglesia y en las líneas de autoridad: Se organizó el Primer Quorum de los Setenta; las conferencias generales pasaron a durar solamente dos días, sábado y domingo; se inauguró el primer centro de capacitación misional; se redujo el número de conferencias de estaca de cuatro a dos por año; la asignación de Autoridades Generales a conferencias de estaca se limitó a una vez por año y se eliminaron las reuniones sacramentales los domingos de conferencias de estaca.
En una conferencia de estaca en Modesto, California, en 1975, donde tenía la asignación de dividir la estaca, el élder Monson se percató de que más de diez años antes había asistido a una conferencia de estaca en esa misma zona. Tras mucho intentarlo, finalmente recordó el nombre del aquel entonces presidente de la estaca: Clifton Rooker.
Antes de empezar la reunión, le preguntó al presidente de la estaca de ese momento si ésa era la misma unidad que había presidido Clifton Rooker.
El presidente le respondió que sí, que él había sido el presidente anterior.
El élder Monson se acercó al púlpito y preguntó: “¿Se encuentra Clifton Rooker en la congregación?”. Y allí estaba, en el fondo del salón cultural, apenas distinguiéndosele desde el púlpito. El élder Monson se sintió inspirado a extenderle la invitación: “Hermano Rooker, tenemos un lugar para usted en el estrado, ¿sería tan amable de pasar al frente?”. Con toda la congregación mirándolo, Clifton Rooker hizo el largo recorrido desde el fondo hasta el frente del edificio y se sentó junto al élder Monson.
Más adelante en la reunión, el élder Monson llamó al hermano Rooker para que diera su testimonio “y tuviera el privilegio de expresarle a esa gente a quien amaba, que él había sido el verdadero beneficiario del servicio que había prestado a su Padre Celestial y a los miembros de la estaca”.
Al terminar la reunión, le pidió al hermano Rooker que lo ayudara a apartar a los miembros de las dos nuevas presidencias de estaca. El hermano Rooker respondió: “Eso sería uno de los puntos culminantes de mi vida”. Los dos procedieron a poner las manos sobre la cabeza de cada uno de esos hombres y a abrazarlos al terminar.
A la mañana siguiente, el élder Monson recibió una llamada telefónica del hijo del hermano Rooker, quien le dijo: “Hermano Monson, lo llamo para hacerle saber que mi padre falleció esta mañana; pero momentos antes nos dijo que ayer fue el día más feliz de toda su vida”. El élder Monson escribió en su diario: “Agradecí a Dios la inspiración que recibí en ese instante de invitar a ese buen hombre a pasar al frente y recibir el respeto de los miembros de su estaca, a quienes había servido, mientras gozaba aún de vida y podía percibirlo”6.
De entre todas las bendiciones que el élder Monson atesora en su vida, ha dicho que una de las más grandes es “ese sentimiento que el Señor brinda cuando sabemos que El ha respondido a la súplica de otra persona por medio de uno”7.
Durante el período del presidente Kimball se cristalizaron dos eventos de significativa importancia en la historia de la Iglesia: la publicación de las nuevas ediciones SUD de las Escrituras y la revelación de que a todos los varones dignos se les invitara a recibir el sacerdocio en su plenitud. El élder Monson tomó parte activa en ambos hechos.
Durante diez años, el élder Monson presidió el proyecto masivo de publicar las ediciones de las Escrituras que contenían las referencias correlacionadas y las ayudas de estudio. Su asignación empezó con el Comité de Ayudas de Estudio de la Biblia, el cual se amplió y llegó a ser el Comité de Publicación de Escrituras. La asignación se ajustaba no sólo a su experiencia en impresión y publicaciones, sino a sus destrezas como administrador y como alguien que amaba las Escrituras. Consideró la asignación una de las más significativas de su servicio apostólico.
“En nuestra dispensación”, ha explicado, “determinábamos los acontecimientos importantes de la Iglesia con relación directa a las Escrituras. Fue mediante la lectura de la Biblia que José Smith fue a la arboleda convertida en un lugar sagrado y recibió la Primera Visión. Las visitas del ángel Moroni enseñaron al joven profeta José en cuanto a las planchas de oro de las cuales se tradujo el Libro de Mormón. Teníamos presente los esfuerzos por compilar las revelaciones que recibió José Smith en un libro de mandamientos que representaba las doctrinas y los convenios de la Iglesia, y reflejábamos en los milagrosos acontecimientos mediante los cuales antiguos papiros llegaron a manos del Profeta, quien valoró su mensaje traducido como una perla de gran precio”8.
El amor del élder Monson por las Escrituras comenzó en su juventud cuando se sentaba en la reunión sacramental y escuchaba al presidente Charles S. Hyde, de la presidencia de estaca, explicar versículos de las Escritura. Una reunión en particular permanecerá siempre en su recuerdo. El presidente Hyde leyó y explicó la sección setenta y seis de Doctrina y Convenios. Francés cuenta que “Tom quedó tan impresionado que sintió el deseo de leer y estudiar las Escrituras por sí mismo”. Hasta el día de hoy tiene un gran apego por la sección setenta y seis. El veía las ayudas de las Escrituras—referencias, mapas, el diccionario bíblico, la guía de estudio—como elementos de vital utilidad para todos.
Francés recuerda que cuando su esposo fue llamado a servir como obispo, “tuvo la fuerte impresión de que si iba a guiar a los miembros de su barrio, tendría que desarrollar un mejor conocimiento de las Escrituras”. Se fijó la meta de que para el fin de ese año leería todos los libros canónicos de la Iglesia. Era el mes de mayo de 1950, y para el 31 de diciembre había leído cada palabra, incluyendo todas las notas de pie de página y referencias. “Siempre tiene un lápiz rojo a mano cuando lee”, ha dicho Francés, “marcando los pasajes que considera importantes para él”9.
Además, sus años de trabajo con las Autoridades Generales mientras estaba en la Imprenta Deseret, antes de ser llamado Apóstol, cuando colaboró en la compilación, edición y publicación de sus libros, lo habían educado aún más en cuanto a las Escrituras. En particular, su trabajo con el presidente J. Reuben Clark, hijo, y su obra monumental Our Lord of the Gospels (Nuestro Señor de los Evangelios), amplió su comprensión de un modo íntimo, académico y espiritual. De su estudio personal escribió: “Últimamente he estado estudiando las enseñanzas de los primeros apóstoles: sus llamamientos, sus ministerios y sus vidas. Es una experiencia fascinante que lo acerca a uno al Señor Jesucristo”10.
Como presidente del Comité de Publicación de Escrituras, el élder Monson supervisó los aspectos técnicos, entre ellos el nuevo estilo de notas al pie de página, que comenzaba con nuevas letras indicadoras en cada versículo. “Fue muy interesante ver cómo su pericia y su capacitación contribuyeron tanto”, ha explicado el presidente Boyd K. Packer, quien trabajó en las revisiones gramaticales y de impresión y en materiales históricos. El élder Bruce R. McConkie preparó los nuevos encabezamientos y las introducciones de capítulos. Los tres se reunían con frecuencia, algunas veces a diario, para adelantar el trabajo, y lo hacían con el comité entero, sin excepción, todos los meses. “Los tres trabajábamos con determinación para completar el proyecto”, recuerda el élder Packer”11.
Uno de los desafíos era incorporar todas las “ayudas” en la Biblia sin que resultara demasiado voluminosa y difícil de usar. El presidente Packer da mérito al élder Monson por haber logrado compaginar todo en un solo volumen. “El era un experto en papel y les dijo: ‘Si usamos este tipo de papel podremos poner el doble de información en un libro del mismo grosor que si usáramos este otro tipo de papel’”12.
“La publicación [en inglés] de la edición Santo de los Últimos Días de la versión del Rey Santiago de la Biblia, correlacionada con referencias de los otros libros canónicos y el magnífico agregado de la Guía temática, realmente representa un adelanto en la publicación de las Escrituras, sin paralelo en nuestra época”, escribió en su diario el élder Monson. “La llegada de la computadora fue absolutamente necesaria antes de que se hubiera podido preparar la Guía temática”13.
Trabajó de cerca con eruditos y profesionales que habían servido previamente en varias asignaciones de correlación y contaban con una vasta experiencia en el estudio y la enseñanza de los libros canónicos: Daniel H. Ludlow, director de correlación; James Mortimer, gerente general de Deseret Book; y Ellis G. Rasmussen, Robert J. Matthews y Robert Patch, todos profesores de la Universidad Brigham Young, con largas carreras dedicadas al estudio de las Escrituras. También contribuyeron otras personas del Sistema Educativo de la Iglesia14.
“Desde la primera reunión”, observó el hermano Mortimer, “reinó siempre un espíritu de amor y hermandad al trabajar juntos bajo la cuidadosa supervisión y dirección del élder Monson y de su comité”15. El hermano Matthews comentó en cuanto a al hecho de trabajar durante casi una década junto a los élderes Monson, Packer y McConkie en la preparación de las nuevas ediciones de los libros canónicos: “Los vimos servir con inspiración divina en las actividades diarias de ese comité y a menudo nos maravillamos de su visión clara y percepción rápida para determinar el debido curso de acción. Cada uno de ellos tenía su respectiva área de responsabilidad, cada una de las cuales era importante para el éxito de la empresa”16.
Todo cambio, hasta la colocación de una coma, era aprobado al más alto nivel. El élder McConkie dijo sobre el esfuerzo de una década: “No cabe duda de que las decisiones de mayor importancia se tomaron mediante el espíritu de inspiración, y de que las conclusiones a las que se llegó coincidían con la disposición y la voluntad del Señor”17.
El estilo de liderazgo del élder Monson se ajustaba exactamente a lo que se debía hacer. El se rodea de personas capaces, fieles y dedicadas que expresan su parecer y que dan todo de sí. El élder Monson cree firmemente en los esfuerzos de los comités. Nunca ha sido—ni lo es—el tipo de persona que quiere tener las manos en todo. En esos diez años de reuniones él escuchó, discurrió, dio directivas y dejó que el Espíritu guiara.
En el verano de 1979, el élder Monson visitó la planta de impresión de la Universidad de Cambridge, en Gran Bretaña, mientras se imprimían las páginas de la nueva edición de la Biblia SUD en doce prensas que funcionaban simultáneamente. Allí él se sentía como en casa.
En determinado momento sintió que debía pedir a uno de los operadores que le mostrara una página de la prensa. El hombre así lo hizo, el élder Monson echó una mirada rápida y dijo: “Detengan las prensas. Aquí hay un error”.
El operador dijo un tanto incrédulo: “Es imposible; revisamos el manuscrito doce veces”.
“Bien, lo pasaron por alto doce veces”, respondió el élder Monson.
Seguramente él procuraba “cumplir con exactitud”, como dice en el capítulo 57 de Alma. El élder Monson se encontraba en la Universidad de Cambridge, en Inglaterra, donde se habían impreso ediciones de la Biblia desde 1611, señalando la ausencia de una línea vertical al pie de la página. Nadie más lo había advertido; el error no era mayúsculo; no afectaba el mensaje ni el estudio de las Escrituras, pero para el élder Monson, impresor y revisor de “ojo de águila”, aquello era inaceptable. Un error es un error. Así que se corrigió rápidamente, y las prensas reiniciaron su trabajo18, mientras él hacía una pausa para agradecer al Padre Celestial Su mano en todas las cosas.
El 29 de agosto de 1979, el Comité de Publicación de Escrituras se reunió con la Primera Presidencia y el Quorum de los Doce, donde el élder Monson tuvo “la oportunidad de presentar la nueva edición de la Biblia”. El explicó: “Hemos producido lo que quizá sea el adelanto más destacable de erudición de la Iglesia en un siglo. La Biblia [en inglés], por supuesto, es la versión del Rey Santiago, pero incluye un sistema revolucionario de concordancias al pie de cada página con los otros libros canónicos, y también incluye la Guía temática, convirtiéndola en una Biblia con referencias sin igual”. Después comentó: “Las Autoridades Generales parecieron quedar muy complacidas con el resultado”19.
La edición SUD de la Biblia incluía nuevos resúmenes de encabezamientos para cada capítulo del Antiguo y Nuevo Testamentos que representaban con mayor claridad la perspectiva de la Iglesia; notas al pie de página con referencias de los cuatro libros canónicos, 300 pasajes seleccionados de la Traducción de José Smith que varían considerablemente de la versión del Rey Santiago; una guía temática y concordancia con más de 2.300 temas; un diccionario bíblico de 195 páginas ampliado con conocimiento adquirido después de la Restauración; y una sección de 24 páginas con mapas a todo color con un índice geográfico. El comité no alteró para nada el texto de la versión del Rey Santiago.
Después, en 1981, vino la publicación de la Combinación Triple. Esta incluía un índice considerablemente ampliado y combinado para el Libro de Mormón, Doctrina y Convenios, y la Perla de Gran Precio; nuevas introducciones para cada una de las tres obras; encabezamientos revisados que resumían cada capítulo o sección; cuatro mapas de la historia de la Iglesia; y al menos 265 correcciones de errores en las impresiones previas del Libro de Mormón y de Doctrina y Convenios. También se añadió al título una importante frase: “El Libro de Mormón: Otro Testamento de Jesucristo”.
Doctrina y Convenios contenía dos nuevas secciones, la 137 y la 138, las cuales habían aceptado los miembros de la Iglesia y se habían publicado en la edición de 1979 de la Perla de Gran Precio. También se había agregado material suplementario del presidente Wilford Woodruff con relación al Manifiesto, en la Declaración Oficial—1, y la revelación que el presidente Kimball recibió en 1978 en cuanto al sacerdocio, que llegó a ser la Declaración Oficial—2.
El director de publicación de la Biblia y de otros materiales religiosos en la Imprenta de la Universidad de Cambridge, Roger Coleman, dijo de la edición SUD: “Nada es perfecto en este mundo . . . pero esta Biblia es lo más perfecto que seres humanos puedan llegar a crear”20.
El élder Monson se sintió complacido con el reconocimiento y el “gran logro” de la Iglesia cuando la edición SUD de la Biblia recibió premios nacionales e internacionales, pero regresó al propósito real del proyecto con esta perspectiva: “¿Qué valor tienen los premios cuando se les compara con ayudar a otras personas a recibir un testimonio de la verdad?”21.
Cuando él insta a los Santos de los Ultimos Días, particularmente a los jóvenes, a “familiarizarse con las lecciones que enseñan las Escrituras”, está diciendo mucho más que: “lleven las Escrituras a la Iglesia”. Lo que quiere decir es: “Familiarícense con las lecciones que enseñan”. El presidente Monson sigue su propio consejo; él está siempre enseñando de la vida y las lecciones del Salvador22.
El quería que sus propios hijos sintieran el poder de las Escrituras en su vida. Recordó cómo influyó en él cuando era muchacho la visita que hizo a la tumba de Martin Harris en el cementerio de Clarkston, en el norte de Utah, y más tarde, en los jóvenes de su barrio cuando él era obispo. El 21 de abril de 1973, él y Francés llevaron a Ann y a Clark a ver la tumba de Martin Harris, uno de los Tres Testigos del Libro de Mormón. “Al encontrarnos alrededor de la tumba, le leí a mi familia el relato personal de Martin Harris como se cita en el libro The Three Witnesses (Los Tres Testigos), de Preston Nibley. También leimos de las primeras páginas del Libro de Mormón, las cuales contienen la declaración de los Tres Testigos”23.
Con el fin de instar a los miembros a usar las nuevas Escrituras, la Primera Presidencia realizó una transmisión mundial vía satélite, el domingo 10 de marzo de 1985, en torno al tema: “Cómo usar las Escrituras”, seguida por una sucesión de artículos de las revistas de la Iglesia escritos por el presidente Hinckley, el élder Monson, el élder Packer y el élder McConkie.
En la transmisión, el élder Monson declaró a los miembros: “Las Santas Escrituras son para los niños, para que ellos llenen su mente con la verdad sagrada; son para los jóvenes, para prepararlos para los desafíos de nuestro mundo agitado; son para las hermanas . . . para que sean entendidas en las Escrituras; . . . son para los hermanos del sacerdocio, para que cada uno se haga acreedor de la descripción que aparece en el Libro de Mormón en cuanto a los hijos de Mosíah, de que ‘eran hombres de sano entendimiento, y habían escudriñado diligentemente las Escrituras para conocer la palabra de Dios’. Yo sé que estos sagrados libros de Escritura son la palabra de Dios. Con toda mi alma, en calidad de testigo especial, testifico que son verdaderos. Al escudriñarlos, al entenderlos y al vivirlos, ruego que un día tengamos el privilegio de comparecer ante quien nos llama, diciendo: ‘Venid . . . aprended de mí’ y moremos en Su presencia para siempre”24.
A algunos miembros les resultó difícil y costoso hacer la transición a los nuevos volúmenes. El élder Monson entendió y humorísticamente observó: “Resulta difícil pensar que hayamos hecho que las Escrituras sean obsoletas”25. No obstante, él, el comité y otras Autoridades Generales comprendieron que al darles uso, las nuevas Escrituras producirían generaciones consecutivas de miembros fieles que conocerían al Señor Jesucristo y se comprometerían a guardar los mandamientos.
No es de asombrarse que cuando más adelante la Iglesia empezó a imprimir las Escrituras “en forma doméstica”, el élder Monson llevara a sus hijos y nietos en una gira por la planta de impresión de la Iglesia. Recuerda en cuanto a aquel día: “Allí, todos vimos la edición misional del Libro de Mormón salir de la línea de producción: impresa, recortada, encuadernada y pronta para su lectura. Le dije a uno de mis jóvenes nietos: ‘El operador dice que puedes tomar uno de los ejemplares del Libro de Mormón y guardarlo para ti. Elige el que quieras’. Tomando uno de los libros terminados, lo apretó contra su pecho y dijo con sinceridad: ‘Amo el Libro de Mormón; éste es mi libro’”26. La aceptación y el uso superficiales de las Escrituras, que habían sido tan característicos en la Iglesia, serían cosa del pasado.
Veinticinco años después, en una reunión de aquellos que habían trabajado en la “prodigiosa” tarea, el presidente Monson dijo: “Ustedes han causado un gran impacto en el mundo y en la juventud; todo misionero que ha salido está mejor preparado gracias al trabajo que ustedes hicieron”27.
La traducción de las Escrituras a otros idiomas se extendería por décadas. No fue sino hasta el año 2009, cuando el presidente Monson llevaba más de un año como Presidente de la Iglesia, que se publicó la edición Santo de los Últimos Días de la Biblia en español, con 800.000 ejemplares en la primera tirada.
La publicación de las nuevas ediciones de las Escrituras se produjo poco después de que el presidente Kimball recibiera la revelación tocante al sacerdocio. En la conferencia general de octubre de 1978, el presidente N. Eldon Tanner leyó dicha revelación a los santos congregados alrededor del mundo. Publicada como la Declaración Oficial—2 en Doctrina y Convenios, ésta declara: “que ha llegado el día prometido por tan largo tiempo en el que todo varón que sea fiel y digno miembro de la Iglesia puede recibir el santo sacerdocio, con el poder de ejercer su autoridad divina, y disfrutar con sus seres queridos de toda bendición que de él procede, incluso las bendiciones del templo”28. El presidente Tanner pidió un voto de sostenimiento para incluir la revelación en las Escrituras, lo cual se aprobó unánimemente.
El élder Monson considera la revelación de 1978 que otorgaba a todos los varones dignos el derecho de recibir el sacerdocio, sin importar su raza, un punto culminante en la administración del presidente Kimball. Antes de ese momento, ni hombres ni mujeres de raza negra podían participar en la realización de convenios del templo, aunque en los albores de la Iglesia algunos varones de esa raza habían sido ordenados al sacerdocio. Durante años, la Primera Presidencia y el Quorum de los Doce habían batallado con ese asunto, sobre el cual llevaron a cabo frecuentes análisis a varios niveles de la Iglesia, importunando en forma constante al Señor. El presidente Kimball siempre había asumido la postura tocante al asunto: “Permaneceremos firmes cual lo hizo Pedro, ‘aunque el mundo entero esté en nuestra contra’. Cuando el Señor esté pronto para disminuir la restricción, nos lo hará saber, ya sea que haya presión o no”29. En 1974, en medio de gran controversia, la Primera Presidencia reiteró que los miembros varones de raza negra podían asistir a las reuniones de quorum de élderes de la misma forma que otros candidatos a ese oficio. Pero no llegaba aún el momento de un cambio.
El anuncio del presidente Kimball en 1975 sobre la construcción de un templo en Sao Paulo, Brasil, avivó nuevas presiones.
Teniendo en cuenta las características raciales de Brasil, ¿quién estaría en condiciones de entrar en la casa del Señor?
Lo que aconteció después fue el modelo establecido en las Escrituras concerniente a la revelación: estudiar en la mente y pedir en oración a fin de saber si está bien30. El presidente Kimball suplicó al Señor repetidamente en visitas al templo a solas e invitó a cada miembro del Quorum de los Doce a expresar su opinión personal en cuanto al asunto. El élder Monson fue uno de los pocos que dio a conocer sus sentimientos por escrito, basándose en lo que siempre ha sostenido “que, cuando se le pide que lo haga, uno debe manifestar su honesta opinión, sin importar si su punto de vista concuerda o no con el de los oficiales que presiden”31. El se inclinó por volver a rogarle al Señor que se pudiera extender el sacerdocio a todos los varones considerados dignos.
El jueves 1° de junio de 1978, el presidente Kimball pidió a los apóstoles que permanecieran en el Templo de Salt Lake tras terminar la reunión de ese día con todas las Autoridades Generales. Todos habían llegado a la reunión ayunando y él les pidió que extendieran su ayuno y consideraran en oración el conferir el sacerdocio a los negros.
El élder Monson escribió: “El presidente Kimball pidió a cada miembro de los Doce que hiciera un comentario específico sobre ese tema. Al terminar la reunión de la Primera Presidencia y del Quorum de los Doce, efectuamos una oración especial ante el altar, la cual pronunció el presidente Kimball. Imploró al Señor luz y conocimiento tocante a ese asunto de tan transcendentales consecuencias. Fue una gran fuente de consuelo para todos nosotros escuchar sus humildes súplicas al buscar guía en su sublime llamamiento”32. Al concluir la oración, el Espíritu descansó sobre ellos con gran intensidad. La revelación era clara. El profeta de Dios había recibido la respuesta del Señor, la cual habían corroborado aquellos miembros de los Doce que, junto a él, recibieron la misma revelación al mismo tiempo.
Más tarde, la Primera Presidencia expresó agradecimiento, diciendo que “el espíritu de paz y unidad que prevaleció en esa reunión . . . fue el más magnífico que jamás se había sentido, lo cual fue evidencia de que el Señor estaba complacido con nuestras deliberaciones”33. Dos de los apóstoles estuvieron ausentes: el élder Delbert L. Stapley estaba en el hospital, y el élder Mark E. Petersen se encontraba cumpliendo una asignación en Sudamérica. A ambos se les consultó y añadieron su incondicional apoyo a la revelación recibida.
La reunión en el templo el siguiente jueves 8 de junio de 1978 fue histórica. El presidente Kimball anunció al Quorum de los Doce que el Señor le había revelado que debían proceder sin demora en otorgar las bendiciones del sacerdocio a todos los varones miembros de la Iglesia que fueran dignos, independientemente de su raza o color. Para el élder Monson y todos los demás presentes, “fue un momento de júbilo, pues habíamos oído al profeta declarar la revelación del Señor para esta época”34. Nuevamente, se pidió a cada apóstol presente que respondiera y expresara su opinión.
El presidente Kimball guió al grupo en oración para recibir la confirmación del Señor. Rodearon el altar en oración y el presidente Kimball “dijo por fin al Señor que si el extender el sacerdocio no era lo correcto, que si el Señor no quería que se efectuara ese cambio en la Iglesia, él haría frente a la oposición del mundo”35. El élder Monson más tarde acotó que si la revelación no hubiera llegado, el presidente Kimball “habría defendido la norma anterior hasta su último aliento de vida”36.
Más tarde ese día, el élder Monson se reunió con Bill Smart, editor del periódico Deseret News, y en tono confidencial le dijo: “Reserve un espacio para un importante anuncio mañana”.
Smart inquirió en cuanto al asunto.
“No puedo decir más por ahora; es confidencial”.
“¿Podría decirme si debemos ponerlo en primera plana o en la primera página de la sección de las noticias locales?”
El élder Monson respondió: “Cuando lo vea, sabrá dónde ponerlo”37.
A las 7:00 de la mañana siguiente, 9 de junio, la Primera Presidencia, el Quorum de los Doce y todas las demás Autoridades Generales se volvieron a reunir en una sesión especial. “Durante la reunión, el presidente Kimball repasó con los presentes la decisión tocante a la revelación de que todos los miembros varones dignos pudieran recibir el sacerdocio. Cada una de las personas allí reunidas expresó individual y voluntariamente estar a favor y apoyó lo presentado por el presidente Kimball como una revelación del Señor”38.
El anuncio se publicó no sólo en la primera plana del Deseret News, sino en la de los más prestigiosos periódicos de los Estados Unidos, entre ellos el New York Times y el Washington Post. Tanto las revistas Time como Newsweek detuvieron las prensas para insertar la noticia en sus semanarios. La mayoría de los comentarios tenían un tono favorable a lo que llamaban “una decisión repentina” de la Iglesia mormona.
El élder Monson llamó por teléfono a dos de sus amigos del Grupo Génesis, Ruffin Bridgeforth y Monroe Flaming, para felicitarlos por la oportunidad que ahora tenían de recibir el sacerdocio. “Ambos estaban eufóricos”, comentó39.
El 21 de junio, el élder Monson, como presidente del Comité Ejecutivo Misional, asignó al primer misionero de raza negra, Jacques Jonassaint, miembro de Montreal, a servir en la Misión Florida Fort Lauderdale, que abarcaba Puerto Rico y Haití, “donde tendría la oportunidad de predicar el Evangelio a muchos de su misma raza”40. Dos días después, efectuó el primer sellamien-to de una familia negra. En el Templo de Salt Lake, el hermano Joseph Freeman, hijo, su esposa, Toe Isapela Leituala Freeman, y sus dos hijos, Zachariah y Alexander, fueron sellados como familia por toda la eternidad.
En la noche del 25 de junio, el élder y la hermana Monson asistieron a una reunión del Grupo Génesis, “donde, por primera vez, se sirvió la Santa Cena, administrada y repartida por miembros de raza negra que ahora poseían el sacerdocio”41. Cinco hombres compartieron testimonios inspiradores de la gran bendición que Dios les concedía. Un joven explicó: “Cuando oí la noticia, me sentí como en las nubes, pero pronto bajé de ellas cuando comprendí que ahora que poseería el sacerdocio tendría la responsabilidad de hacer la orientación familiar, la obra genealógica y de salir en una misión. ¡Me siento feliz!”42.
La dirección del Señor de que el santo sacerdocio llegara ahora a todos cuantos fueran dignos, sin excepción de nacionalidad o raza, abrió las puertas de par en par para que la plenitud del Evangelio llegara a toda nación, tribu, lengua y pueblo.
























