Amonestaciones Proféticas Inspiras

Tercera Amonestación:
Si la Gente Regresa a la Iniquidad, Ellos y la Tierra Serán Maldecidos

Amonestación de Alma: La tierra será maldecida para la destrucción de cada pueblo que obre inicuamente (Alma 45:16)

El Señor ha establecido altos estándares para los habitantes de Norte América, una tierra «escogida sobre todas las demás.» Él es­pera que creamos en el, que le sirvamos y que renunciemos a nuestras malas obras. A pesar que muchos saben de las bendiciones que ha prometido si la gente es justa, muy pocos conocen de la maldición que ha anunciado sobre la tierra si los habitantes escogen la iniquidad. Alma, mientras daba una bendición a sus hijos, les en­señó de esta maldición condicional:

. . . Así dice el Señor Dios: Maldita será la tierra, sí, esta tierra, para la destrucción de toda nación, tribu, lengua y pueblo que obre inicuamente, cuando haya llegado al colmo; y así como he dicho acontecerá, porque ésta es la maldición y la bendición de Dios sobre la tierra, porque el Señor no puede considerar el pecado con el más mínimo grado de tolerancia.

Enseñó a su hijo que:

. . . hay una maldición sobre toda esta tierra de que sobrevendrá una destrucción a todos los obradores de tinieblas, según el poder de Dios, cuando lleguen al colmo; por tanto, es mi deseo que este pueblo no sea destruido.

Amonestación de Lehí: Sí la iniquidad abunda, la maldición caerá sobre la tierra (2 Nefí 1:7)

Como se recordará, Lehi enseñó el mismo principio, diciendo «si abunda la iniquidad, maldita será la tierra por causa de ellos.»  Tam­bién enseñó a sus hijos que Dios ha dicho:

… Si guardáis mis mandamientos, prosperaréis en la tierra; pero si no guardáis mis mandamientos, seréis desechados de mi presencia.

Y ahora bien, para que mi alma se regocije en vosotros, y mi corazón salga de este mundo con gozo por causa vuestra, a fin de que no sea yo llevado con pena y dolor a la tumba, levantaos del polvo, hijos míos, y sed hombres, y estad resueltos en una sola voluntad y con un solo corazón, unidos en todas las cosas, para que no descendáis al cautiverio;

para que no seáis maldecidos con una grave maldición; ni que tam­poco traigáis el desagrado de un Dios justo sobre vosotros para la condenación, sí, la eterna condenación del cuerpo y del alma.

También describe la naturaleza y magnitud de tal maldición:

Mi corazón ha estado agobiado de pesar de cuando en cuando, pues he temido que por la dureza de vuestros corazones, el Señor vuestro Dios viniese en la plenitud de su ira sobre vosotros, y fueseis talados y destruidos para siempre;

o que una maldición os sobreviniera por el espacio de muchas ge­neraciones; y fueseis castigados por la espada y por el hambre, y fueseis aborrecidos, y llevados según la voluntad y cautividad del diablo.

Ejemplos de la maldición de Dios sobre la tierra del Libro de Mormón

El Libro de Mormón menciona ejemplos claros de lo que tomará lugar cuando la maldición del Señor comience. Cinco y medio siglos después de la amonestación de Lehi, el pueblo de Nefi fue testigo de los efectos de la maldición del Señor:

  • prosperaron muchísimo, y se hicieron muy ricos; sí, y se mul­tiplicaron y se hicieron fuertes en la tierra.
  • así vemos cuán misericordiosos y justos son todos los actos del Señor para el cumplimiento de todas sus palabras a los hijos de los hombres; sí, podemos ver que aun en esta ocasión se confirman sus palabras que él habló a Lehi, diciendo:

Benditos sois tú y tus hijos; y ellos serán bendecidos, y al grado que guarden mis mandamientos, ellos prosperarán en la tierra. Mas recuer­da que si no guardan mis mandamientos, serán separados de la presencia del Señor.

Y vemos que estas promesas se han verificado en el pueblo de Nefi; porque han sido sus riñas y sus contenciones, sí, sus asesinatos y sus robos, su idolatría, sus fornicaciones y sus abominaciones que había entre ellos, lo que les trajo sus guerras y sus destrucciones.

Y aquellos que fueron fieles en guardar los mandamientos del Señor fueron librados en toda ocasión, mientras que millares de sus hermanos inicuos han sido condenados al cautiverio, o a perecer por la espada, o a degenerar en la incredulidad y mezclarse con los

Mil años después del tiempo de Lehi, Mormón vio que Dios no en­viaría más su palabra a los Nefitas inicuos y debido a la dureza de sus corazones, la tierra fue maldecida nuevamente:

E intenté predicar a este pueblo, pero me fue cerrada la boca, y se me prohibió que les predicara; pues he aquí, se habían rebelado inten-cionalmente contra su Dios; y los amados discípulos fueron retirados de la tierra, a causa de la iniquidad del pueblo.

Mas yo permanecí entre ellos, pero me fue prohibido que les predicara por motivo de la dureza de sus corazones; y debido a la dureza de sus corazones, la tierra fue maldecida por causa de ellos.

Y estos ladrones de Gadiantón, que se hallaban entre los Lamanitas, infestaban la tierra, a tal grado que los habitantes empezaron a ocultar sus tesoros en la tierra; y se hicieron deleznables, porque el Señor había maldecido la tierra, de tal manera que no podían conservarlos ni recuperarlos?

La maldición continuó hasta que doscientos cincuenta mil guerreros Nefitas, más sus mujeres y niños, fueron cautivos en un solo día. La nación completa fue destruida.

Amonestación de Jacob: La gente debe guardar los mandamientos del Señor o la tierra será maldecida (Jacob 2:29; 3:3)

El profeta Jacob, en diversas ocasiones, advirtió de la maldición del Señor. Cuando su pueblo empezó a ser impuro declaró, «este pueblo guardará mis mandamientos, dice el Señor de los Ejércitos, o maldita sea la tierra por su causa.»  Su lamentable amonestación fue: «¡Pero ay, ay de vosotros que no sois puros de corazón, que hoy os halláis inmun­dos ante Dios!, porque a menos que os arrepintáis, la tierra será maldecida por causa vuestra.’

Amonestación de Nefi: El Señor destruye al inicuo y maldice la tierra a causa de ellos (1 Nefí 17:36-38)

Las palabras de Nefi se recapitulan este principio o amonestación:

He aquí el Señor creó la tierra para que fuese habitada; y ha creado a sus hijos para que la posean.

Y levanta a la nación justa, y destruye a las naciones de los ini­

Y conduce a los justos a tierras preciosas, y destruye a los inicuos, y maldice la tierra por causa de ellos.

¿Qué más necesita ser añadido? Solo tres aclaraciones breves de las escrituras. Primero, el hijo de Alma comentó:

Ahora bien, quisiera que entendieseis que ellos trajeron sobre sí mismos la maldición; y de igual manera todo hombre que es maldeci­do trae sobre sí su propia condenación.

Segundo, la misma observación del profeta, pero en relación con quién recibiría la más grande maldición:

Y ahora bien, ¿cuánto más maldito es aquel que conoce la voluntad de Dios y no la cumple, que el que sólo cree o solamente tiene motivo para creer, y cae en transgresión?

Y finalmente, una observación hecha por Mormón:

Pero he aquí, los castigos de Dios sobrevendrán a los inicuos; y es por los inicuos que los inicuos son castigados; porque son ellos los que incitan el corazón de los hijos de los hombres a derramar sangre.


Resumen

  1. El tercer principio la cual debemos obedecer, si América quiere li­brarse de la destrucción, es que la iniquidad no debe de ser frecuente.
    Los profetas han amonestado repetidamente que la tierra prometida será maldecida si abunda y prevalece la iniquidad.
  2. Las amonestaciones proféticas de este tema se citan en este capí­tulo y hacen referencia a cuatro profetas:
  • Alma (Alma 45:16, 37:28)
  • Lehi (2 Nefi 1:7,17-18, 20-22)
  • Jacob (Jacob 2:29, 3:3)
  • Nefi (1 Nefi 17:36-38)
  1. Los ejemplos del Libro de Mormón indican que la maldición de la tierra peligra y viene en diversos grados. Conforme la gente de esta nación se aproxima a la iniquidad, su economía se perjudica, y la gente no puede conservar sus riquezas (Mormón 1:18; Helamán 13:30-36). Si la iniquidad progresa hasta llegar al «colmo,» la gente será visitada con los juicios de Dios por hambre, la espada y pestilencia.
  2. Cada hombre que es maldecido por Dios trae sobre él su propia condenación.
  3. Aquellos quienes conocen la voluntad de Dios y no la cumplen son más maldecidos que los que solo creen y tienen menor cono­cimiento

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