Bendiciones para los Santos y el Triunfo sobre la Adversidad
Todas las Nacionalidades Fusionadas en el Reino de Dios—La Unidad y Felicidad de los Santos
por el élder Orson Hyde, el 7 de octubre de 1862
Volumen 10, discurso número 26, páginas 112-113.
No deseo monopolizar el tiempo en detrimento de mis hermanos, ni tengo la intención de retenerlos por mucho tiempo; sin embargo, unas pocas palabras no serán inapropiadas.
Doy gracias a mi Padre Celestial por el privilegio y la bendición de reunirme con los santos y por permitirme que mi espíritu se mezcle con el de ustedes, para que juntos podamos aumentar nuestro gozo.
Las palabras de edificación e instrucción que hemos recibido de nuestros hermanos han sido verdaderamente alentadoras para todos nosotros, y confío en que el espíritu del Dios viviente continúe habitando con nosotros. Así, dondequiera que hayamos recibido un aumento de luz y verdad, podamos llevarlo a nuestros hogares y avivar la obra del Señor en nuestros pueblos y aldeas; en resumen, llevar este sentimiento e influencia a cada rincón y parte del reino de Dios.
Verdaderamente, las palabras pronunciadas esta mañana fueron alentadoras y edificantes.
El espíritu del Señor tiene el poder de remover todo aquello que en el corazón se oponga a lo bueno, a la piedad y a la paz.
Se habla mucho acerca de las tribus de Israel, de las cuales se supone que la mayoría de nosotros descendemos. Algunos sienten una preferencia particular por la tribu de la que provienen, pero permítanme decir que, ya sea que descendamos de Judá, de Efraín, de Manasés o de una familia de origen gentil, todos aquellos que reciben el Evangelio y son moldeados y formados por el espíritu del Dios viviente serán dignos de un lugar en el reino de nuestro Padre Celestial.
Por ello está escrito:
“Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que están en los cielos y las que están en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.”
Y también está escrito:
“Y os habéis revestido del nuevo hombre, que se renueva en conocimiento conforme a la imagen de aquel que lo creó; donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre; sino que Cristo es el todo y en todos.” (Colosenses 1:16 y 3:10-11).
Siento que en estos dos aspectos nos diferenciamos del mundo, pues hemos sido hechos uno al ser bautizados en un mismo espíritu, abrazando una sola fe y convirtiéndonos en miembros de un solo cuerpo, con un Padre común: el Rey de los cielos.
Y al someternos a la guía de su espíritu y obedecer los preceptos que él nos ha dado en nuestra conducta diaria, somos transformados a la imagen de aquel ser celestial de quien se dice que, ante su nombre, toda rodilla se doblará y toda lengua confesará.
Hermanos, me siento feliz y con el corazón puro en su presencia hoy, y tengo la intención de continuar haciendo el bien para que siempre pueda tener el Espíritu del Señor guiándome correctamente.
Si, a través de mis labores, puedo hacer que otros se sientan tan bien como yo me siento, ese es el gozo de mi corazón; por eso trabajo y me esfuerzo.
Muchas veces siento que preferiría sentarme y meditar en silencio antes que hablar.
Cuando pienso en nuestros amigos en el este, me invade la tristeza; su condición es lamentable.
No siento enemistad hacia nadie, pero mi sentimiento general es:
“Que el cielo bendiga a los santos y que el cielo destruya toda influencia que se levante contra Sion.”
Y el Señor hará esto. Profetizo en el nombre del Señor Dios de los Ejércitos que, si continuamos caminando en la luz de la verdad y trabajando para edificar Sion, aquella copa de temblor de la que habló el profeta Isaías nunca volverá a nuestros labios ni a nuestras moradas.
Antes bien, avanzaremos, aumentando en poder y fortaleza día tras día, regocijándonos continuamente en las verdades de nuestra santa religión.
Dios los bendiga a todos, por siempre. Amén.

























