Capítulo 1
Cumplir con la Medida de
Nuestra Creación
por Patricia T. Holland
Cada elemento de la creación tiene su propósito y realización propios, su propio papel y misión divinos. Si nuestros deseos y obras están dirigidos hacia lo que nuestros Padres Celestiales desean que seamos, llegaremos a apreciar nuestra parte en Su plan, reconoceremos “la medida plena de nuestra creación” y nada nos dará una paz más definitiva.
Cuando mi hija, Mary, era pequeña, se le pidió que exhibiera un talento para un concurso de la Asociación de Padres de Alumnos. La siguiente es su experiencia tal y como ella la escribió con su caligrafía de siete años:
“Un día estaba practicando al piano y me eché a llorar porque lo hacía mal. Entonces decidí practicar ballet y me eché a llorar más, porque también lo hacía mal. Luego decidí hacer un dibujo, porque sabía que podía hacerlo bien, pero me salió horrible. Y de nuevo me eché a llorar.
“Entonces, mi hermano de tres años vino y le dije: ‘Duffy, ¿qué puedo ser yo? ¿Qué puedo ser yo? No puedo tocar el piano ni ser una bailarina de ballet. ¿Qué puedo ser?’. Mi hermano se me acercó y me susurró:’Puedes ser mi hermana’“.
En un momento importante, esas cuatro palabras sencillas cambiaron la perspectiva y consolaron el corazón de una niña muy ansiosa. En ese preciso momento, la vida se convirtió en algo mejor y, como siempre, el mañana parecía ser más radiante.
Todos nosotros nos enfrentamos a esas preguntas respecto a nuestro papel, nuestro propósito y nuestro curso en la vida, y todavía les hacemos frente mucho después de ser niños. Me relaciono con suficientes mujeres como para saber que muchas, quizás la mayoría, tienen momentos en los que se sienten desequilibradas o derrotadas, al menos temporalmente. Nos preguntamos: “¿Qué seré? ¿Cuándo me graduaré? ¿Con quién me casaré? ¿Cuál es mi futuro? ¿De qué voy a vivir? ¿Cómo puedo colaborar? En resumen, ¿qué puedo ser?”.
Si todavía se está haciendo estas preguntas, no se desanime, porque todos nos las hacemos. Deberíamos estar interesados en nuestro propósito fundamental en la vida. Ciertamente, todo filósofo pasado y presente está de acuerdo con que el alimento y un techo bajo el cual vivir, aún siendo importantes, no lo son todo. Nosotros queremos saber qué va a pasar ahora, ¿dónde está el significado?, ¿cuál es nuestro propósito?
Al hacerme estas preguntas, he hallado sumamente reconfortante el recordar que una de las verdades más importantes y fundamentales enseñadas en las Escrituras y en el templo es que “toda criatura viviente cumplirá con la medida de su creación”.
Debo admitir que la primera vez que oí esta enseñanza, pensé que se refería exclusivamente a la procreación, a tener hijos o descendencia, y estoy segura de que probablemente ésta es la esencia de su significado. Sin embargo, gran parte de la ceremonia del templo es simbólica, con la certeza de que también puede haber diversos significados en esta declaración. Parte del significado adicional que ahora puedo ver en este mandamiento es el de que cada elemento de la creación tiene su propósito y realización propios; cada uno de nosotros ha sido diseñado teniendo presentes un papel y una misión divinos. Creo que si nuestros deseos y nuestras obras se dirigen hacia lo que nuestros Padres Celestiales esperan de nosotros, llegaremos a apreciar nuestra parte en Su plan, reconoceremos la “plena medida de nuestra creación”, y nada nos dará una paz más definitiva.
Una vez leí una analogía maravillosa de las limitaciones que nuestra perspectiva presente impone en nosotros. El mensaje decía que en el proceso actual de la creación — nuestra creación y la de todo lo que nos rodea — nuestros Padres Celestiales están preparando un tapiz maravilloso con colores, patrones y matices exquisitos, y lo están haciendo de manera amorosa, cuidadosa y con maestría. Cada uno de nosotros representa una parte — nuestra parte — en la creación de esa magnífica y eterna obra de arte.
Pero al hacerlo tendremos que recordar que nos resulta muy difícil realizar nuestro propio aporte de manera exacta. Vemos el rico tono borgoña de un hilo cercano y pensamos: “Ése es el color que quiero ser”. Entonces admiramos otro color, un azul o un beige claro y suave, y pensamos: “No, esos colores son mejores que el mío”. Pero en medio de todo esto no vemos nuestra obra de la manera en que Dios la ve, ni nos damos cuenta de que los demás están deseando tener nuestro color, nuestra posición o nuestra textura en el tapiz, aun cuando nosotros mismos estamos deseando tener los suyos.
Quizás la cosa más importante a recordar es que durante la mayor parte de este período creativo estamos confinados a la visión limitada de la parte inferior del tapiz, donde las cosas suelen estar particularmente entrelazadas, confusas y poco claras. Si desde ese punto de vista nada tiene realmente sentido se debe a que todavía estamos en proceso de ser completados; pero nuestros Padres Celestiales pueden ver desde lo alto y un día sabremos lo que ellos saben: que cada parte de este acto artístico es igual en importancia, en equilibrio y en belleza. Ellos conocen nuestro propósito y nuestro potencial, y nos han dado la oportunidad insuperable de realizar una contribución perfecta a este diseño divino.
El Señor nos ha prometido que el único requisito necesario para ser parte de este plan magnífico es el de tener “deseos de hacer salir a luz y establecer esta obra” (D&C 12:7). “Sí, quien meta su hoz y coseche es llamado por Dios. Por consiguiente, si me pides, recibirás; si llamas, se te abrirá” (D&C 14:4-5).
A veces en nuestra siega, cosecha o criba puede que Dios nos diga “no”, “ahora no”, o “no estoy de acuerdo”, cuando lo que queremos que diga, lo que deseamos que reciba nuestro tapiz, es un afirmativo “sí”, o un “claro, ahora mismo”, o “por supuesto que puede ser tuyo”. Cuando en mi vida he sufrido decepciones y retrasos, he llegado a ver que si continúo llamando con una fe inmutable y persisto en mi paciencia, esperando al Señor y ajusfándome a Su calendario, he descubierto que las negativas del Señor no son sino meros preludios para un “sí” magnífico. He descubierto que los mismos retrasos y negativas que nos preocupan más, aquellas diferencias con respecto a los demás que afectan a nuestra autoestima, son las diferencias y los retrasos mejores para nuestra felicidad y pleno desarrollo.
Con frecuencia me he preguntado acerca de los problemas que parecen haber ocupado la mente de Moisés cuando el Señor le pidió que abandonara su posición y sus privilegios reales para servirle en la más humilde pobreza y escasez. Comparemos la misión de Moisés con el deseo del Señor para con José de permanecer en Egipto y emplear su poder y prestigio en propósitos justos. Aparentemente, a Jeremías no le fueron concedidas las bendiciones del matrimonio ni de los hijos, mientras que Jacob tuvo el consuelo y la compañía de cuatro mujeres justas y de numerosa progenie. Josué parece haber sido un tipo de líder increíblemente confiado, carismático y dispuesto a encargarse de todo; mientras que, con frecuencia, Moisés era vacilante, indeciso y a veces tenía que pedirle dos veces al Señor por las instrucciones. Cada uno tuvo que desempeñar un papel crucial pero muy diferente.
Además, la edad parece ser de poca importancia en la diversidad de este tapiz. David no era más que un niño cuando derrotó hábilmente a Goliat, pero Abraham tenía ochenta años cuando nos dio el ejemplo mortal y supremo de fe y obediencia. Ester tenía la riqueza y la atención de reyes, lo cual le proporcionó la oportunidad de ayudar a salvar a su pueblo, mientras que Rut era una moabita pobre y despreciada. Sin embargo, fue la sangre real de Rut, irónicamente, la que llevaba el linaje del mismísimo Hijo de Dios. El Señor nos utiliza a causa de nuestras personalidades y diferencias únicas más que a pesar de ellas. Él nos necesita a cada uno de nosotros, con todos nuestros defectos, debilidades y limitaciones.
Entonces, ¿qué puedo ser yo? ¿Qué puedo ser yo? Cada uno de nosotros — ustedes y yo — podemos ser lo que nuestros Padres Celestiales hayan establecido para nosotros, aquello que tienen intención de que seamos, y lo que nos están ayudando a ser. ¿Cómo cumplimos con la medida de nuestra creación?: al meter la hoz y cosechar con toda nuestra fuerza, y al regocijarnos en nuestro carácter único y en nuestras diferencias. Para ser todo lo que podemos llegar a ser, la única asignación que cada uno de nosotros recibe es la de (1) apreciar nuestro curso y saborear nuestra peculiaridad, (2) acallar nuestras voces conflictivas y escuchar a la voz interior, la cual es Dios diciéndonos quiénes somos y lo que seremos; y (3) liberarnos del amor a la profesión, la posición o la aprobación de los demás al recordar que lo que Dios quiere realmente es que seamos la hermana, el hermano o el amigo de alguien.
Cada uno de nosotros tiene un propósito, y para cada uno ese propósito es diferente, es distinto, es divino. Dios vive y nos ama tal y como somos y como vamos a ser. Él nos ayudará a cumplir con la medida de nuestra creación.
























