Capítulo 7
La gracia del Señor
¿Cuántos de nosotros solemos a veces tratar de resolver por nuestra cuenta los problemas que la vida nos presenta, sin procurar la intervención del Señor? Tratamos de llevar nosotros mismos nuestras cargas.
Asimismo, ¿cuántas veces, al orar para que se nos ayude con nuestros problemas, nos hemos apartado del poder de Dios debido a las dudas o el temor y entonces no hemos podido obtener las bendiciones que Él nos daría? (véase D. y C. 6:36; 67:3).
Al enfrentarse con problemas y aflicciones, algunas personas suelen decir: “¿Por qué no me ayuda Dios?” Algunos aun han forcejeado con las dudas en cuanto a sus oraciones y a su merecimiento personal y dicen: “Quizás la oración no surte efecto”.
Yo doy testimonio de que, por cierto, la oración surte efecto y que el Señor está siempre dispuesto a ayudarnos. Una de las claves parece ser que debemos pedirle al Señor que nos enseñe lo que se requiere para lograr que los poderes del cielo intervengan en nuestro favor, lo cual conseguimos cuando recibimos Su gracia.
El poder habilitador de Dios
La mejor definición que conozco de la palabra gracia se encuentra en el diccionario de la Biblia editada (en inglés) por La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ültimos Días. Dice así:
La idea esencial de la palabra gracia connota medios de ayuda o fortalecimiento divino, conferidos merced a la abundante misericordia y el amor de Jesucristo… La gracia es un poder habilitador (Holy Bible [Salt Lake City: The Church of Jesús Christ of Latter-day Saints, 1979], Apéndice, pág. 697).
La gracia, entonces, es el poder habilitador de Dios. En realidad, cada vez que la veamos en las Escrituras, bien podríamos remplazar la palabra “gracia” con la frase “divino poder habilitador de Dios”, y así logramos una mayor comprensión.
Permítame referirle el siguiente ejemplo tomado del libro de Jacob:
Por tanto, escudriñamos los profetas, y tenemos muchas revelaciones y el espíritu de profecía; y teniendo todos estos testimonios, logramos una esperanza, y nuestra fe se vuelve inquebrantable, al grado de que verdaderamente podemos mandar en el nombre de Jesús, y los árboles mismos nos obedecen, o los montes, o las olas del mar (Jacob 4:6).
¡Qué extraordinaria declaración! Los montes y los árboles y las olas del mar respondieron a sus órdenes. Pero, ¿cómo pudieron hacerlo?
No obstante, el Señor Dios nos manifiesta nuestra debilidad para que sepamos que es por su gracia y sus grandes condescendencias para con los hijos de los hombres por las que tenemos poder para hacer estas cosas Jacob 4:7).
¿Cómo es que tuviste el poder para hacerlo, Jacob? Fue por la gracia, el poder habilitador de Dios, y Su condescendencia para con los hijos de los hombres.
Veamos otra Escritura que nos señala cuán importante es este poder habilitador:
Hay una ley, irrevocablemente decretada en los cielos antes de la fundación de este mundo, sobre la cual todas las bendiciones se basan;
y cuando recibimos una bendición de Dios, es porque se obedece aquella ley sobre la cual se basa (D. y C. 130:20-21).
Ésta es una de esas revelaciones integrales. La ley fue decretada irrevocablemente—no puede cambiarse. Todas las bendiciones están basadas en esta ley—no se excluye ninguna bendición. Cuando recibimos cualquier bendición, es como resultado de la obediencia—y nuevamente, ninguna queda excluida.
Yo creo que el Señor nos está diciendo que hay leyes y condiciones que gobiernan todas las bendiciones. Si usted cumple la ley y la condición, recibirá la bendición (siempre y cuando no esté obrando en contraposición a la voluntad de Dios).
¿Cómo se relaciona esto con el principio de la gracia?
Supongamos que un hombre fiel, a quien llamaremos Luis, está orando con todo su corazón para recibir una bendición y que hace lo posible para que eso ocurra, pero aún así no es suficiente. Contribuye casi todo lo que se requiere, pero no todo. Simplemente no tiene la capacidad para hacer todo lo que se requiere. Sin embargo, persiste y recibe la bendición.
Pregunta: ¿Quién aportó el resto? La ley o el requisito debe cumplirse, pero Luis no fue capaz de hacerlo completamente. ¿Quién compensa su insuficiencia?
Respuesta: Jesucristo, el Señor. El poder habilitador de Dios, o la gracia, intervino y Jesucristo contribuyó lo que Luis no tenía. Y de esa manera, la ley se cumplió.
Por favor, entienda esto. Jesús no solamente vino para salvarnos de nuestros pecados sino también para aliviarnos de nuestras enfermedades, aflicciones, debilidades y desalientos. Y al hacerlo, nos ayuda a hacernos acreedores a recibir las bendiciones que procuramos, y eso es llamado gracia.
Consideremos ahora a otra persona. Este otro hombre tiene menos fe que Luis. Acaba de ser bautizado hace una semana. Procura la misma bendición que Luis, pero no alcanza a ejercer la misma fe de aquél. A medida que trata de obedecer la ley requerida, todo lo que puede hacer es tributar un diez por ciento de lo necesario. Así y todo, recibe la bendición. ¿A qué se debe esto? Otra vez, a que Jesús compensó y contribuyó en su lugar lo que restaba. Después de que hayamos hecho todo lo que está dentro de nuestra capacidad, intervendrá la gracia del Señor. El profeta Nefi lo dijo magistralmente:
Porque nosotros trabajamos diligentemente para escribir, a fin de persuadir a nuestros hijos, así como a nuestros hermanos, a creer en Cristo y a reconciliarse con Dios; pues sabemos que es por la gracia por la que nos salvamos, después de hacer cuanto podamos (2 Nefi 25:23).
Según mi opinión, este principio nos explica por qué es que cuando un niño pequeño ora, también él puede recibir fácilmente la bendición. El niño no sabe hacer muchas cosas, excepto dar todo su corazón. Pero eso no es suficiente. Entonces el Señor pone el resto. Los niños tienen mucho acceso a los cielos.
También nosotros podemos tener tal acceso si oramos con todo el corazón y hacemos cuanto esté a nuestro alcance para merecer la bendición que procuramos recibir. Entonces, por medio de la gracia—o el poder habilitador— de Cristo, los cielos intervendrán y nos concederán aquello que deseamos recibir.
Pero quiero recalcar una vez más que todos estos principios están siempre supeditados a la preponderante voluntad del Señor. Debido a Su gran amor por nosotros, Él siempre hará lo que sea de mayor beneficio para nosotros, tanto de inmediato como a largo plazo.
Cómo tener acceso a la gracia del Señor
Siendo que estas cosas son verdaderas, ¿cómo podría usted tener acceso a esta gracia de que hablamos, a fin de que los cielos le ayuden? ¿Cómo podría cumplir las leyes y condiciones de la gracia? Las Escrituras nos enseñan algunos requisitos previos.
Primero, tenga fe. Tal como lo expresó Pablo:
Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;
por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia (Romanos 5:1-2).
Si realmente tenemos fe, desechando las dudas y los temores, podemos recibir la gracia, la cual puede conferirnos el poder para obtener respuestas a nuestras oraciones.
Segundo, arrepiéntase y realice buenas obras. Como leemos en Helamán:
Por tanto, benditos son aquellos que quieran arrepentirse…
Y Dios conceda, en su gran plenitud, que los hombres sean llevados al arrepentimiento y las buenas obras, para que les sea restaurada gracia por gracia, según sus obras (Helamán 12:23-24).
Un corazón arrepentido y las buenas obras son las condiciones esenciales que se requieren para que se nos conceda la gracia. Cuando alguien suplica fervientemente en oración una bendición, la respuesta podría estar supeditada al arrepentimiento de nuestros propios pecados personales más que cualquier otro factor (véase D. y C. 101:7-8; Mosíah 11:23-24).
Tercero, sea humilde. Santiago dijo:
Él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes (Santiago4:6).
La humildad parece descansar en la esencia misma de lo que somos en nuestro corazón. Si usted se humilla ante Dios—y si sus deseos están en armonía con la voluntad del Señor—recibirá la gracia, el poder vendrá e intervendrá por usted, y su oración será contestada.
El Señor reveló también este principio por medio de Moroni:
Y si los hombres vienen a mí, les mostraré su debilidad. Doy a los hombres debilidad para que sean humildes; y basta mi gracia a todos los hombres que se humillan ante mí; porque si se humillan ante mí, y tienen fe en mí, entonces haré que las cosas débiles sean fuertes para ellos (Éter 12:27).
Si venimos a Cristo, tenemos fe en Él y nos humillamos ante Él, entonces nos dará Él Su gracia. ¿Cuánta? Tanta como necesitemos—Su gracia es suficiente para todos los hombres.
Cuarto, haga todo lo que esté a su alcance. Nefi nos ofreció esta extraordinaria declaración de la verdad:
Sabemos que es por la gracia por la que nos salvamos, después de hacer cuanto podamos (2Nefi 25:23).
En otras palabras, usted no podrá lograr que la gracia, el poder habilitador, intervenga por usted a menos que primero haya hecho todo lo que pueda hacer. Entonces, una vez que haya hecho todo lo posible en cuanto a lo que el Señor requiere, tendrá el derecho de esperar que el Señor intervenga—y Él así lo hará—siempre y cuando esté procurando algo que sea honorable y correcto.
José Smith reafirmó con inspiración esta verdad cuando dijo:
Hagamos con buen ánimo cuanta cosa esté a nuestro alcance; y entonces podremos permanecer tranquilos, con la más completa seguridad, para ver la salvación de Dios y que se revele su brazo (DyC123:17).
A menos que hayamos hecho todo lo que esté a nuestro alcance, no podemos esperar que la gracia de Dios se nos manifieste. Cuán glorioso principio es éste que debemos entender: la ayuda del Señor—ya sea que tengamos mucha o poca fe; no importa si somos hombres, mujeres o niños— no se basa únicamente en lo que sabemos o en quiénes somos, sino en que demos todo lo que podamos dar y en hacer todo lo que podamos hacer, en conformidad con los requisitos del Señor y de acuerdo con nuestra capacidad actual. Una vez que hayamos contribuido todo lo que podamos, el Señor, mediante Su gracia, podrá ayudarnos.
Quinto, guarde los mandamientos. Este requisito está íntimamente relacionado con el de arrepentirse y hacer obras buenas. El Señor ha dicho:
Si guardáis mis mandamientos, recibiréis de su plenitud…; por lo tanto, os digo, recibiréis gracia por gracia (D. y C. 93:20).
Para obtener la gracia, no es necesario que seamos perfectos, pero sí tenemos que estar tratando de guardar los mandamientos de la mejor manera posible. Entonces podría el Señor permitirnos recibir ese poder.
Éstos son, entonces, algunos elementos esenciales que se necesitan cuando procuramos recibir la gracia, lo que a la vez nos conferirá las bendiciones y el fortalecimiento de los cielos: fe, arrepentimiento y buenas obras, humildad, contribuir todo lo que esté a nuestro alcance, y guardar los mandamientos.
Yo doy testimonio de que si procuramos la gracia de Dios, Él vendrá en nuestra ayuda y en ayuda de nuestros seres queridos en momentos de necesidad. Él escuchará nuestras suplicaciones y, de acuerdo a Su santa voluntad, dará respuesta a nuestras oraciones. Él intervendrá en favor nuestro y nos concederá las bendiciones que necesitemos. Si hacemos lo que nos corresponde hacer, por seguro que Él hará el resto.
Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro (Hebreos 4:16).
























