Conferencia General Abril 1954

“Un Día Nuevo para el Sacerdocio”

Obispo Joseph L. Wirthlin
Obispo Presidente de la Iglesia


Presidente McKay y mis amados hermanos del Sacerdocio de Melquisedec y Aarónico, confío sinceramente en que el Espíritu Santo me guíe e inspire en mis palabras esta noche.

Este es un día nuevo—un día nuevo que amaneció cuando un joven en los bosques del oeste del estado de Nueva York suplicó humildemente a Dios dirección divina para encontrar la Iglesia del Señor Jesucristo. La oración fue contestada (José Smith—Historia 1:17). El Padre y el Hijo se le aparecieron, aparición que reafirmó al mundo que Dios, nuestro Padre Eterno, es un Ser con cuerpo, partes y pasiones, y a cuya imagen hemos sido creados. Su visita confirmó al mundo que el despreciado Nazareno crucificado en el Monte del Calvario era el Unigénito del Padre en la carne—el Creador de la humanidad.

Por dirección divina, este joven, José Smith, desenterró un registro sagrado sepultado siglos atrás en el antiguo Cerro Cumorah. Este registro contenía las revelaciones del Señor a los pueblos que vivieron en este, el Continente Americano, hace siglos. Las Escrituras de este registro sagrado se cuentan entre las más profundas que jamás se hayan dado a un pueblo o a una dispensación. Por ejemplo, Lehi declaró:

Adán cayó para que los hombres existiesen; y existen los hombres para que tengan gozo (2 Nefi 2:25).

En aquel día, una nueva filosofía había caído sobre los oídos de una generación desilusionada. El mundo se hallaba en las garras de una gran apostasía.

Al pensar en el gozo del que habló Lehi, presento las siguientes preguntas:
¿Podían los hombres tener gozo en la doctrina de que los bebés sin bautizar arderían en el infierno para siempre?
¿Podían los hombres tener gozo al serles negado el derecho de adorar a Dios conforme a los dictados de su conciencia?
¿Podían los hombres tener gozo al serles negado el derecho de leer la palabra de Dios?
¿Podían los hombres tener gozo al pensar que la tortura mental y física manifestaba un arrepentimiento genuino?
¿Podían los hombres tener gozo al ser guiados a los reinos de la ignorancia y adorar a un Dios que no podían concebir?

Muchas declaraciones salieron de la boca del joven Profeta, pero una que asombró al mundo fue la afirmación: “La gloria de Dios es la inteligencia” (D. y C. 93:36). “El hombre no puede ser salvo en la ignorancia” (D. y C. 131:6).

El Señor, por medio de este Profeta Americano, reveló en el Libro de Moisés, capítulo 1, versículo 39, que Su gloria y Su obra eran las siguientes, como declaró el Señor:

Porque he aquí, esta es mi obra y mi gloria: llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre (Moisés 1:39).

¿Había alguien antes del Profeta José Smith que hubiera revelado al mundo la obra y la gloria más importantes del Creador? Imaginen, si quieren, que Aquel que creó todas las cosas —el universo, mundos sin fin y al hombre— declarara que Su objetivo más importante era llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre. Si la obra y los propósitos del Señor habían de cumplirse, era necesario establecer una relación directa entre nuestro Padre Celestial y el hombre en la tierra. Los canales de comunicación debían reabrirse para que el Señor pudiera revelar Su mente y Su voluntad a aquellos que Él escogiera para representarlo. Así, el sacerdocio fue restaurado para establecer la relación anterior mediante la cual Dios dirigía Su obra para lograr la inmortalidad y la vida eterna del hombre. Juan el Bautista regresó a la tierra y confirió sobre José Smith y Oliver Cowdery el Sacerdocio Aarónico, la misma autoridad que existió en los días de Juan el Bautista y que posee las llaves del ministerio de ángeles y del evangelio de arrepentimiento y del bautismo por inmersión para la remisión de los pecados (José Smith—Historia 1:68–72). Poco después, por dirección divina, la Presidencia Apostólica —Pedro, Santiago y Juan— otorgó a José Smith y a su asociado el Sacerdocio de Melquisedec (D. y C. 27:12), que posee las llaves de atar y desatar tanto en la tierra como en los cielos, las llaves de la imposición de manos para el don del Espíritu Santo, las llaves para predicar el evangelio a toda nación, tribu, lengua y pueblo, las llaves para la obra por los muertos, y, así, la relación que existió entre los profetas y apóstoles de la antigüedad fue establecida en este día para que los planes del Señor para la bendición eterna de Sus hijos pudieran realizarse. El sacerdocio es autoridad divina, y como declaró José Smith:

“…es un principio eterno y existió con Dios desde la eternidad y seguirá hasta la eternidad, sin principio de días ni fin de años. Las llaves deben ser traídas desde el cielo siempre que el Evangelio sea enviado.”

En la Sección 121, versículo 36, de Doctrina y Convenios, para confirmar estas declaraciones, el Señor dijo:

Que los derechos del sacerdocio están inseparablemente unidos con los poderes del cielo, y que los poderes del cielo no pueden ser manejados ni controlados sino conforme a los principios de rectitud (D. y C. 121:36).

El sacerdocio es lo que coloca a un hombre en condición de recibir el ministerio de ángeles y de gozar de la presencia de Dios el Padre y de Su Hijo Jesucristo, lo cual corrobora la declaración del antiguo apóstol, Juan el Amado, cuando dijo:

Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado (Juan 17:3).

Hermanos, este es un día nuevo—el día del que hablaron los Apóstoles antiguos cuando profetizaron que vendría un tiempo de refrigerio cuando habría una restauración de todas las cosas antes de la segunda venida del Redentor del mundo (Hechos 3:19–21). ¿Significa algo todo esto para usted y para mí? Mis amados hermanos que poseen el sacerdocio deben comprender que el gozo del que habló Lehi es el gozo del servicio en la obra del Señor; el gozo de contribuir a la salvación de las almas de los hijos de nuestro Padre Celestial; el gozo de prestar servicio cuando así lo pidan quienes presiden sobre nosotros y de adelantar la obra del Señor—Su obra de llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre; y el gozo de sostener a quienes presiden sobre nosotros.

Hoy, en las estacas de la Iglesia, hay 156 000 hombres investidos con la autoridad del Santo Sacerdocio de Melquisedec, el sacerdocio según el orden del Hijo de Dios, y 129 000 que poseen el Sacerdocio Aarónico, para un total de 285 000 hijos de Dios que poseen autoridad divina—el don más precioso jamás conferido a la humanidad.

La membresía de la Iglesia en las estacas solamente es de 1 034 000, de los cuales el 28% posee ya sea el Sacerdocio de Melquisedec o el Aarónico. En comparación, la iglesia más grande de los Estados Unidos, con una membresía de 29 407 000, tiene solo 45 000 miembros autorizados para participar en los rituales de su iglesia y llevar a cabo su obra, lo cual indica que apenas el 1.5% del total de sus miembros —en contraste con el 28% de los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días— goza del privilegio del servicio.

Una de las mayores evidencias del origen divino de esta gran Iglesia y su sacerdocio radica en que todo miembro varón de la Iglesia mayor de doce años que sea digno puede poseer el sacerdocio de Dios y funcionar en él. El otorgamiento de autoridad divina a tantos de los hijos del Señor es una evidencia de que nuestro Padre Celestial no hace acepción de personas. La posición social y la riqueza no hacen diferencia. La fe en Él y en el evangelio de salvación, y la obediencia a este —por la cual los hombres viven vidas compatibles con los deseos de nuestro Padre Celestial— califican a los hombres para poseer el sacerdocio. Los privilegios, poderes y servicios del sacerdocio no están en manos de unos pocos. Todas estas bendiciones no son únicamente para las Autoridades Generales, las autoridades de estaca o los obispados, sino para cada poseedor digno del sacerdocio. Después de todo, la salvación es un asunto individual, y el servicio del sacerdocio en la causa del Salvador contribuye a la salvación y exaltación en el Reino Celestial. Brigham Young explica este punto con claridad en la siguiente declaración:

“El Evangelio de salvación—El Sacerdocio del Hijo de Dios—está tan ordenado y organizado, por su propia naturaleza, siendo una porción de aquella ley del cielo por la cual los mundos son organizados, que está destinado a iluminar a los hijos de los hombres y darles poder para salvarse a sí mismos.”

Continuando con otra declaración, el presidente Brigham Young dijo:

“El Evangelio y el Sacerdocio son los medios que Él emplea para salvar y exaltar a Sus hijos obedientes, para que posean con Él la misma gloria y poder, para ser coronados con coronas de gloria, inmortalidad y vidas eternas.”

Este es el gozo del que habló Lehi: “Los hombres existen para que tengan gozo”, y el grado más elevado de gozo solo se hallará en la presencia de Dios el Padre Eterno y Su Hijo Jesucristo, y al compartir Su gloria con Él.

Algunos de nuestros hermanos que poseen el sacerdocio y tienen al alcance de su mano todas las bendiciones y privilegios prometidos a los fieles han dejado de lado la oportunidad de servir y, por alguna razón, se han vuelto indiferentes, olvidando así los convenios que hicieron con el Señor cuando recibieron el sacerdocio. En la sección 108 de Doctrina y Convenios, versículo 3, el Señor nos recuerda claramente nuestros convenios del sacerdocio cuando declaró:

“Y levántate y sé más cuidadoso en adelante en observar tus votos, que has hecho y sigues haciendo; y serás bendecido con bendiciones sumamente grandes.” (D. y C. 108:3)

Ningún individuo que posea ya sea el Sacerdocio Aarónico o el de Melquisedec lo ha recibido sin que antes se le haya hecho la pregunta de si sería fiel y verdadero, si se mantendría puro y sin mancha de los pecados del mundo, y si brindaría cualquier servicio que se requiriese.

A aquellos que están activos en el sacerdocio, el Señor nos ha amonestado en la sección 108 de Doctrina y Convenios, versículo 7, de la siguiente manera:

Por tanto, fortaleced a vuestros hermanos en todas vuestras conversaciones, en todas vuestras oraciones, en todas vuestras exhortaciones y en todas vuestras acciones. (D. y C. 108:7)

Esto coloca directamente sobre los hombros de todos nosotros la responsabilidad de fortalecer a aquellos que puedan ser débiles, en un espíritu de tolerancia, paciencia y amor.

Al pensar en nuestros hermanos inactivos, siento que hasta cierto punto ellos son los “hombres olvidados”. ¿Podría hacerles esta pregunta: “¿Qué han hecho ustedes para animar y estimular a los jóvenes indiferentes, o a los hombres mayores, a la actividad en la Iglesia?” Este debería ser el momento de hacer un inventario individual de su actitud y de mi actitud hacia nuestros hermanos. Estos hombres no son hombres problema, sino hombres con un problema. Tampoco son hombres señalados, ni deben ser estigmatizados, sino que más bien su responsabilidad y la mía es encontrar soluciones a sus problemas. Jamás debemos olvidar que el Sacerdocio es una Hermandad Divina, y la Hermandad Divina de Dios debe irradiar amor, buena voluntad y disposición de ayudar a todos.

No hay deficiencias en la organización del sacerdocio tal como el Señor nos la ha revelado, pero puede haber algunas deficiencias en aquellos de nosotros que fallamos en llevar a cabo el plan del sacerdocio de ser el guardián de nuestro hermano. Nuestros hermanos que no están tan interesados como podrían estarlo tienen cualidades sobresalientes de carácter, y estas cualidades podrían ser imitadas por todos nosotros. Nuevamente, la declaración de Lehi de la antigüedad: “Adán cayó para que los hombres existiesen; y existen los hombres para que tengan gozo”, y el mayor gozo de todos se nos presenta con fuerza en la sección 18 de Doctrina y Convenios, versículo 15:

Y si acontece que trabajáis todos vuestros días proclamando el arrepentimiento a este pueblo, y me trajereis, aun si fuera una sola alma, ¡cuán grande será vuestro gozo con ella en el reino de mi Padre! (D. y C. 18:15)

Y en el versículo 16: Y ahora, si vuestro gozo será grande con un alma que hayáis llevado a mí en el reino de mi Padre, ¡cuán grande será vuestro gozo si me trajereis muchas almas! (D. y C. 18:16)

Una vez más, en un espíritu de bondad, tolerancia y paciencia, esforcémonos por lograr que cada poseedor del sacerdocio vuelva al redil de la actividad y que, al unirnos, nos elevemos mutuamente a la plena estatura de siervos de Dios, desde el diácono hasta el sumo sacerdote.

En estos dos últimos años, debido al incansable trabajo de las presidencias de estaca, sumos consejos, obispados y asesores del Sacerdocio Aarónico de adultos, ha sido posible organizar 1,581 cuórums y grupos del Sacerdocio Aarónico de adultos, constituidos por lo siguiente: 826 cuórums de sacerdotes adultos, 368 cuórums de maestros adultos, 371 cuórums de diáconos adultos y 16 grupos mixtos. Estas organizaciones de cuórums del sacerdocio requieren los servicios de aproximadamente 5,000 de nuestros hermanos adultos del Sacerdocio Aarónico para formar las presidencias. Este es un logro sumamente alentador, pero no podemos cesar en nuestros esfuerzos con base en este logro, sino que debemos mirar hacia adelante para ver qué queda por hacer.

En las estacas hay 65,000 miembros adultos del Sacerdocio Aarónico. Si todos estos hermanos se organizaran en cuórums tal como el Señor lo ha indicado en la sección 107 de Doctrina y Convenios, tendríamos por lo menos un total de 5,000 cuórums del Sacerdocio Aarónico de adultos. Lograr esto requerirá un esfuerzo incesante.

En 1953, 3,000 miembros adultos del Sacerdocio Aarónico fueron avanzados al Sacerdocio de Melquisedec. Por este logro, quiero que sepan que estamos sumamente agradecidos, pero, desafortunadamente, hubo más de nuestros hermanos que ingresaron al grupo del Sacerdocio Aarónico de adultos que los que fueron avanzados al Sacerdocio de Melquisedec, lo que me lleva a otra pregunta: “¿Qué hay de nuestros hijos que poseen el Sacerdocio Aarónico y son menores de veintiún años—estos maravillosos jóvenes de quienes Elbert Hubbard declaró que estaban hechos de ‘sustancia del alma’ (‘Soul Stuff’)?” Y la “sustancia del alma” más valiosa en la Iglesia del Señor Jesucristo son estos jóvenes nacidos en esta dispensación. Ellos son los espíritus escogidos, pues han nacido, en la mayoría de los casos, bajo el nuevo y sempiterno convenio. Nos causa profunda preocupación cuando descubrimos que durante el año 1953 hubo 3,332 diáconos, maestros y sacerdotes de veinte años que, dentro del año siguiente, llegarán a ser miembros del grupo del Sacerdocio Aarónico de adultos. Esta concisa declaración cuenta una triste historia. Si investigáramos la vida de estos jóvenes, de nuestra investigación encontraríamos que alguien, ya sea un obispo, un consejero de obispo o un asesor del Sacerdocio Aarónico, ha sido negligente en su deber. No puedo evitar creer que todos estos jóvenes se han vuelto inactivos y desinteresados porque han perdido el contacto con la Iglesia, y perdemos el contacto con todos estos posibles futuros miembros del Sacerdocio Aarónico de adultos por nuestra falta de mantenernos en contacto constante con ellos, especialmente cuando están inactivos e indiferentes. Solo hay una solución para mantener a los poseedores del Sacerdocio Aarónico menores de veintiún años interesados, motivados y activos en su obra del sacerdocio, y esa es por medio de un sistema muy definido de contactos personales. La Iglesia se ha edificado sobre contactos personales. Su abuelo y mi abuelo aceptaron el evangelio debido a muchos contactos personales hechos por los misioneros. El sistema de contactos sigue siendo el más provechoso y el único mediante el cual los miembros inactivos e indiferentes de la Iglesia pueden ser traídos de nuevo al redil.

Me gustaría relatar una hermosa historia de uno de los grandes líderes espirituales de la Iglesia, el presidente Edward J. Wood, ex presidente del Templo de Alberta y de la Estaca Alberta. La historia, tal como él me la relató, es la siguiente:

El obispo de su barrio convocó a una reunión especial a algunos de los hermanos, y entre ellos estaba el presidente Wood. El obispo anunció que los hermanos habían sido convocados para salir en una misión especial, y esta era la misión: El obispo anunció: “Tenemos un grupo de jóvenes menores de veintiún años que poseen el Sacerdocio Aarónico y que ahora no manifiestan interés ni prestan servicio. Deben ser traídos de vuelta. Por tanto, estoy llamando a cada uno de ustedes, hermanos, a una misión especial para traer de vuelta a uno de estos muchachos.” El presidente Wood dijo: “Al principio me pregunté qué clase de misión me estaba llamando a cumplir mi obispo, cuando yo era presidente del Templo de Alberta y presidente de la Estaca Alberta de Sion; pero cuando hizo su anuncio, respondí gustosamente al llamamiento. Mi asignación fue visitar a un muchacho que vivía a cinco millas de Cardston. Pensé primero en la familia del muchacho. Sabía que tendría que enfrentar a un padre indiferente y a una madre indiferente, así que decidí invitarlo a asistir conmigo a la reunión del Sacerdocio de barrio, que se celebraba entre semana. Conduje las cinco millas hasta la casa del muchacho y, como lo anticipé, el padre era indiferente y la madre era indiferente, diciendo: ‘Si nuestro hijo decide ir a la reunión del sacerdocio con usted, ese es su privilegio’”. Y así, el presidente relató que, después de una buena dosis de persuasión, el muchacho consintió de mala gana en ir a la reunión del sacerdocio.

Durante el tiempo que tomó recorrer las cinco millas, ¿qué suponen que habló este sabio hombre? ¿Habló acerca de la Iglesia? “No.” ¿Habló acerca del sacerdocio? “No.” ¿Fue crítico con el muchacho por no cumplir con sus obligaciones del sacerdocio? “No.” Sino que habló de las cosas que interesan al muchacho y a todos los muchachos, es decir, de los deportes. Abrió el tema contándole al muchacho su propia experiencia cuando él y su hermano William fueron los campeones ciclistas del estado de Utah. ¿Estaba el muchacho interesado? “Por supuesto”, pues él también estaba interesado en los deportes, como lo están todos los muchachos. El presidente de estaca, el presidente del Templo, se puso al nivel del muchacho, pudiendo ver por los ojos de él, y con ese mismo punto de vista, el muchacho abrió su corazón al presidente Wood y estuvo dispuesto a hablar de sus logros en el campo de los deportes.

Al llegar a la capilla, el presidente Wood le preguntó al muchacho si asistiría a la reunión de su cuórum de diáconos. “Sí”, lo haría. Entonces el presidente le pidió que escuchara atentamente y le informara acerca de lo que se había dicho y de lo que se había hecho. Después de la reunión, fue fácil iniciar una conversación sobre el sacerdocio, y mientras el muchacho informaba con toda franqueza y sinceridad, le dijo al presidente que no había oído nada que le gustara, ni se había hecho nada en la reunión de cuórum que lo inspirara. El presidente Wood le preguntó qué estaba mal, y el muchacho respondió sin vacilar: “El maestro no estaba preparado. Supe que no estaba preparado porque cuando el cuórum abrió su reunión, le pasó el manual primero a un muchacho y luego a otro para que leyeran un párrafo”. Dijo: “Me hubiera sido igual quedarme en casa; estoy seguro de que habría aprendido más.” No se hicieron asignaciones a los diáconos, ni para pasar la Santa Cena ni para recoger las ofrendas de ayuno. De hecho, no hubo acción en la reunión de cuórum, y a los muchachos les encanta la acción.

Al llegar a casa, el presidente extendió otra invitación al muchacho para asistir a la reunión del sacerdocio. El muchacho consintió, pero durante el intervalo entre la primera reunión y la segunda, el presidente de estaca fue a ver al asesor del cuórum de diáconos y le señaló la razón por la cual los muchachos estaban inactivos e indiferentes; la razón del presidente era que el maestro no estaba preparado; en segundo lugar, el presidente del cuórum de diáconos no era llamado a presidir el cuórum; y en tercer lugar, no se estaban haciendo asignaciones. Pueden estar seguros de que la semana siguiente el maestro estaba preparado, la presidencia del cuórum de diáconos estaba en su lugar presidiendo la reunión, y se hicieron asignaciones, y así, durante seis semanas consecutivas, el hombre con la mayor cantidad de responsabilidades y trabajo por hacer hizo un viaje de ida y vuelta de veinte millas para recoger a un diácono y llevarlo a la reunión del sacerdocio. Al llegar la séptima semana, el presidente se preguntó: “Me pregunto si estoy logrando algo en favor de este muchacho. Esta noche pondré a prueba mi plan.” En lugar de conducir hasta la casa del muchacho, el presidente fue a la reunión del sacerdocio y, pronto, se manifestaron los frutos de los esfuerzos del presidente, pues treinta minutos más tarde entró el diácono. Al final de la reunión, el presidente Wood declaró: “Recibí la emoción más grande de mi vida. Ese muchacho se acercó a mi lado, puso su mano en la mía, me miró directamente a los ojos y expresó su gratitud y aprecio por lo que yo había hecho con solo dos palabras en el lenguaje de los muchachos: ‘Mi amigo’ (‘My Pal’).”

Hermanos, esa es la solución al problema del Sacerdocio Aarónico entre los menores de veintiún años cuando se vuelven indiferentes—la “amistad de compañero”, o “palship”, y permítanme recalcar que esa es la solución. “Palship” significa, en primer lugar, contactos con los muchachos. Significa que si ustedes establecen “palship”, tendrán su confianza, su buena voluntad y su amor. Ellos los seguirán hasta los confines de la tierra, si fuera necesario. Sí, Elbert Hubbard tenía razón cuando declaró: “Los muchachos están hechos de sustancia del alma (Soul Stuff)”, y la “sustancia del alma” más preciosa de todo el mundo se encuentra en la Iglesia del Señor Jesucristo, porque aquí se encuentran potenciales Autoridades Generales, presidentes de estaca, obispados y muchos otros futuros líderes.

Sí, hermanos, hay algunos logros sobresalientes gracias a los esfuerzos de ustedes, los obreros del Sacerdocio Aarónico. Me causa un gran gozo anunciar esta noche que más de 15,000 jóvenes recibirán un Premio Individual del Sacerdocio Aarónico por su fidelidad y servicio en el sacerdocio, pues han asistido a sus reuniones sacramentales, a sus reuniones del sacerdocio, han pagado un diezmo íntegro, han guardado la Palabra de Sabiduría y han cumplido por completo sus obligaciones del sacerdocio. Una vez más, no debemos mirar atrás a lo que hemos hecho, sino que debemos mirar hacia adelante y recordar que, de un total de 63,000 miembros del Sacerdocio Aarónico menores de veintiún años, aún hay 48,000 que no han logrado lo que han logrado los 15,000. Estos 48,000 deberían disfrutar de esa cosa divina que yo elijo llamar “palship”.

Hermanos, solo queda una pregunta: “¿Somos usted y yo el guardián de nuestro hermano?” (Génesis 4:9). La respuesta es obvia. El sacerdocio de Dios es un orden divino fundado sobre el amor de Dios por Sus hijos, porque tanto amó Dios al mundo que dio a Su Hijo unigénito, y Su Hijo tanto amó al mundo que dio Su vida para la redención de todos; y si usted y yo amamos a nuestro prójimo, como Dios ha mandado, como a nosotros mismos, cerraremos nuestras filas del sacerdocio y reuniremos a nuestro lado a nuestros hermanos que puedan estar inactivos en el sacerdocio y presentaremos al mundo una solidaridad del sacerdocio que nos dará a todos la fuerza para destruir al enemigo de la indiferencia, de la tentación y de la crítica, y que nos inspirará a ser uno, así como el Padre y el Hijo son uno, y como declaró Lehi: “Los hombres existen para que tengan gozo” (2 Nefi 2:25) y, por encima de eso, y más importante que todo, que seamos instrumentos en la mayor obra del Señor: llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre (Moisés 1:39), lo cual ruego humildemente que sea el anhelo más profundo y el logro de todos nosotros, en el nombre de Jesucristo. Amén.

Obispo Joseph L. Wirthlin:

Hermanos, la Primera Presidencia, por su bondad y generosidad, ha permitido que el Obispado Presidente les presente esta noche una película que trata de los procedimientos del plan y programa del Sacerdocio Aarónico de adultos. Permítanme decirles que en esta película hay una historia y en la historia hay un personaje. Queremos que comprendan que, aunque mostramos los extremos a los que llegó este hombre en particular, el propósito es mostrar lo que se puede lograr si somos amables y pacientes, sin importar cuán lejos se hayan desviado algunos de nuestros hermanos. Esta película no pretende dar la impresión de que todos nuestros hermanos adultos del Sacerdocio Aarónico han ido tan lejos como lo hizo este personaje en particular.

(Se presentó entonces en una pantalla una película titulada “Vuelve, hijo mío” [“Come Back, My Son”].)

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