“Guarda Mis Mandamientos”
Élder Delbert L. Stapley
Del Consejo de los Doce Apóstoles
Les aseguro, mis hermanos y hermanas, que la ruta del sur para llegar a este púlpito no es más corta que la ruta del norte. Me resulta algo difícil estar en el “caboose” de los oradores de la conferencia, particularmente porque estoy sentado en el último asiento, dándome cuenta de que muchos de mis hermanos ya han dado parte de mi mensaje a ustedes.
Durante esta conferencia mi mente ha estado puesta en el hermano Cowley. Quiero decirles, mis hermanos y hermanas, que él era un hombre de Dios, uno que ejemplificó el llamamiento de apóstol en alto grado. Lo amábamos; era amado por el pueblo. Sus inspiradores mensajes nos conmovían.
Hoy me alegra dar la bienvenida a nuestro Consejo al hermano George Q. Morris para llenar la vacante causada por el fallecimiento del hermano Cowley. El hermano Morris es un líder fuerte y devoto. Él aporta gran fortaleza y sabiduría a nuestro Consejo. Con todo mi corazón lo apoyo y lo sostengo, y le ofrezco mi ayuda.
Doy la bienvenida también al hermano Sterling W. Sill. Estoy seguro de que contribuirá grandemente al cuerpo de las Autoridades Generales por la calidad de servicio y devoción que prestará al pueblo de la Iglesia.
El viernes pasado tuvimos la grata oportunidad de escuchar los informes y testimonios de los presidentes de misión. Estos hombres, bajo la dirección de los Doce, son responsables del programa misional de la Iglesia, el cual responde al mandato del Redentor a Su Iglesia en los últimos días de proclamar el mensaje del evangelio restaurado a toda nación, tribu, lengua y pueblo.
El Señor dijo por medio del profeta José Smith que los élderes de esta Iglesia debían abrir su boca y decir al mundo:
“Arrepentíos, arrepentíos, y preparad el camino del Señor, y enderezad sus sendas; porque el reino de los cielos está a la mano;
“Sí, arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros para la remisión de vuestros pecados; sí, bautizaos aun con agua, y luego viene el bautismo de fuego y del Espíritu Santo.
“He aquí, en verdad, en verdad os digo que este es mi evangelio; y recordad que deberán tener fe en mí o de ningún modo podrán salvarse;
“Y sobre esta roca edificaré mi iglesia; sí, sobre esta roca sois edificados; y si permanecéis, no prevalecerán contra vosotros las puertas del infierno.
“Y os acordaréis de los artículos y convenios de la iglesia para cumplirlos.” D. y C. 33:10–14
Que me sea permitido parafrasear ese versículo: “Y os acordaréis de los artículos de la Iglesia (las leyes, mandamientos y doctrinas) y de los convenios (el convenio del bautismo, de la Santa Cena, del sacerdocio y del templo, y de todas las demás ordenanzas sagradas) para cumplirlos.”
“Por tanto, sed fieles, orando siempre, teniendo vuestras lámparas ceñidas y encendidas, y aceite con vosotros, para que estéis listos a la venida del Esposo.” D. y C. 33:17
El Salvador, apareciéndose a los nefitas en este continente americano, dijo: “. . . sabéis las cosas que debéis hacer en mi iglesia; porque las obras que me habéis visto hacer, esas mismas haréis vosotros . . .
“Por tanto, si hacéis estas cosas, benditos sois, porque seréis exaltados en el postrer día.” 3 Nefi 27:21–22
El Señor nuevamente aconsejó a los nefitas: “Por tanto, todo cuanto hagáis, lo haréis en mi nombre; por tanto, llamaréis a la iglesia en mi nombre; y pediréis al Padre en mi nombre que bendiga a la iglesia por mi causa.
“Y ¿cómo será mi iglesia, si no es llamada en mi nombre? Porque si una iglesia es llamada en el nombre de Moisés, entonces será la iglesia de Moisés; o si se llama en el nombre de un hombre, entonces será la iglesia de un hombre; mas si se llama en mi nombre, entonces es mi iglesia,
“y” —luego el Señor añade esta frase significativa— “si es que están edificados sobre mi evangelio.
“Y si es que la iglesia está edificada sobre mi evangelio, entonces el Padre manifestará sus propias obras en ella.” 3 Nefi 27:7–8,10
Mis hermanos y hermanas, testifico que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días está edificada sobre el verdadero evangelio de Jesucristo. Lleva Su nombre y manifiesta las obras de Dios en ella. Llamo su atención a la información específica y general dada el domingo por la mañana por el presidente McKay acerca del crecimiento y progreso de la Iglesia. La Iglesia provee las necesidades temporales y espirituales de su pueblo. Sus misioneros llevan el mensaje del evangelio a todas las naciones. Está organizada según el modelo de la Iglesia primitiva, con profetas, apóstoles, evangelistas, etc., y con autoridad divinamente conferida por medio del sacerdocio de Dios para oficiar en todas las ordenanzas salvadoras del evangelio, a fin de perfeccionar y exaltar al hombre.
Aprendemos en los escritos de Nefi que Satanás no tiene poder sobre los corazones de las personas que viven en rectitud 1 Nefi 22:26.
La maldad e iniquidad presentes en el mundo hoy muestran el poder que Satanás tiene sobre los corazones de los hombres, y por lo tanto la promoción de la rectitud entre los hombres es el deber importante de los siervos de Dios, y así preparan a todos Sus hijos para los días de tribulación que preceden a la venida de nuevo del Salvador a la tierra.
Nefi nuevamente amonestó a su pueblo: “Porque la puerta por la que debéis entrar es el arrepentimiento y el bautismo con agua; y entonces viene la remisión de vuestros pecados por fuego y por el Espíritu Santo.
“Y ahora, mis amados hermanos, después que hayáis entrado en esta senda estrecha y angosta, ¿os digo que se ha hecho todo? He aquí, os digo que no; porque no habéis llegado hasta aquí sino por la palabra de Cristo con fe inquebrantable en él, confiando plenamente en los méritos de aquel que es poderoso para salvar.
“Por tanto, debéis seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres. Por tanto, si siguereis adelante, deleitándoos en la palabra de Cristo, y perseverareis hasta el fin, he aquí, así dice el Padre: Tendréis la vida eterna.” 2 Nefi 31:17,19–20
El amado rey Benjamín aconsejó a su pueblo: “. . . quisiera que consideraseis el bendito y feliz estado de aquellos que guardan los mandamientos de Dios. Porque he aquí, ellos son bendecidos en todas las cosas, tanto temporales como espirituales; y si son fieles hasta el fin, son recibidos en el cielo, para que así moren con Dios en un estado de interminable felicidad. Oh recordad, recordad que estas cosas son verdaderas; porque el Señor Dios lo ha declarado.” Mosíah 2:41
Mis hermanos y hermanas, suplicaría por fe de parte de los miembros de esta Iglesia, la fe que es típica de un niño: enseñable, deseoso de aprender, dispuesto a aceptar y obedecer, no ciegamente, sino con entendimiento. Estoy suplicando a ustedes que han entrado en la senda estrecha y angosta por medio de la fe, el arrepentimiento, el bautismo y la recepción del Espíritu Santo, que sigan adelante y cumplan dignamente con cada ordenanza del evangelio.
Si se ofreciera a los hombres riquezas materiales como recompensa por años de servicio consagrado, sin duda la decisión de aceptar se daría rápidamente, aunque el precio a pagar pudiera exceder sus fuerzas y minar su salud. Dios ofrece la vida eterna, gloria, exaltación y la asociación de Él mismo y de Su Hijo como recompensa a quienes le sirven diligentemente hasta el fin de sus días. No tiene un don mayor que pueda conceder. Sin embargo, debido a lo intangible de este don y a la debilidad de la fe de las personas, no aceptan ni siguen las condiciones para obtener este estado de paz y felicidad en la gloria celestial.
Si los hombres abren su corazón a la verdad, el Espíritu Santo estimulará su fe para aceptar las revelaciones y seguir el consejo de líderes divinamente nombrados. La fe es un don de Dios, que debe ser buscado con fervor. No puede ser el tipo de fe exhibido por Tomás, quien no quiso aceptar la palabra de sus compañeros de que Jesús había resucitado y se les había aparecido, a menos que tuviera el privilegio de sentir las marcas de los clavos en Sus manos y meter su propia mano en el costado del Salvador Juan 20:25.
No puede ser el tipo de fe de aquellos que buscan señales en las cuales apoyar su fe.
El Señor reveló al profeta José Smith, hace 121 años, la Palabra de Sabiduría, la ley de salud del Señor, manifestando el orden y la voluntad de Dios en la salvación temporal de todos los Santos en los últimos días y dada como un principio con promesa D. y C. 89:1–3.
Muchos han dudado y, por sus actos, se han negado a aceptar esta revelación como una palabra de sabiduría. Las atractivas apelaciones publicitarias y las seductoras afirmaciones de las industrias tabacaleras son escuchadas y aceptadas por hombres y mujeres en lugar de la verdad revelada por su Creador de que el tabaco no es bueno para el hombre. Pero ahora, que la ciencia está demostrando que el cáncer está asociado con el uso del tabaco, muchos están dejando el hábito por temor a esta temida y a menudo incurable enfermedad. ¿Por qué los hombres desestiman las revelaciones de Dios acerca de los buenos hábitos de salud enseñados en la Palabra de Sabiduría y ceden a productos adictivos provenientes de plantas o hierbas que son perjudiciales para sus sistemas o funciones corporales?
Diariamente vemos los resultados desastrosos de las bebidas fuertes: accidentes en las carreteras, hogares destruidos, esposas e hijos sufriendo y necesitados, muchas veces abandonados e indefensos, sin esperanza de llevar una vida normal y feliz. El Señor ha dicho:
“Y además, en cuanto a la bebida fuerte, he aquí, no es buena, ni conviene en vista de vuestro Padre;
“Y además, las bebidas fuertes no son para el vientre, sino para el lavar de vuestros cuerpos.” D. y C. 89:5,7
Cuando estas verdades reveladas son verificadas por la investigación científica en el campo de la salud, convirtiéndose así en conocimiento real, hace que la fe del llamado creyente parezca débil y presuntuosa, y también demuestra claramente actitudes rebeldes y desobedientes, impulsadas sin duda por un sentimiento de libertad restringida. ¿De qué valor es, mis hermanos y hermanas, la fe, si las personas han perdido su privilegio de ejercerla? ¿Puede Dios complacerse con personas de poca o ninguna fe? Escuchen las palabras de Alma:
“Sí, hay muchos que dicen: Muéstranos tú una señal del cielo, y entonces sabremos con certeza; entonces creeremos.
“Ahora bien, pregunto: ¿Es este el tipo de fe de que he hablado? He aquí, os digo que no; porque si un hombre sabe algo, no tiene motivo para creer, pues lo sabe.
“Y ahora, según he dicho concerniente a la fe: La fe no es tener un conocimiento perfecto de las cosas; de modo que si tenéis fe, tenéis esperanza de cosas que no se ven, y que son verdaderas.” Alma 32:17–18,21
Y este es el tipo de fe, mis hermanos y hermanas, que los Santos de los Últimos Días deberían tener, reconociendo que la Escritura es de Dios, revelada por medio del Espíritu Santo para bendición y bien de los hijos de Dios; y siendo Él nuestro Creador, ciertamente no nos daría ningún principio ni revelaría ninguna verdad que no fuera para nuestro bien.
Ahora, permítanme llamar su atención al programa de bienestar de la Iglesia. Este plan fue dado por revelación y se ha implementado en esta generación de incertidumbres y perplejidades para suplir las necesidades temporales y aumentar la espiritualidad entre nuestro pueblo. ¿Está operando este plan en los hogares de los Santos de los Últimos Días?
Para ser realistas debemos contemplar las condiciones económicas actuales con cierta preocupación. La economía se ha ajustado. El desempleo es un problema. Los miembros de la Iglesia están experimentando dificultades. ¿Podemos depender de los informes de mejoría en las tendencias de negocios y de precios de mercancías inestables para restaurar y asegurar un alto nivel económico? ¿Cuál es la condición de nuestros asuntos personales? ¿Estamos endeudados con pagos a plazos y fuertes obligaciones sobre nuestros hombros? ¿Tenemos fondos en efectivo en ahorros o en depósitos?
Si fuéramos afectados adversamente, aun en forma temporal, ¿podríamos sostenernos por un período razonable sin ayuda? Todos hemos sido aconsejados a poner nuestros asuntos personales en buen orden. Creo firmemente que quienes han obedecido este consejo son sabios. Nuestra Iglesia sigue su propio consejo, amortiguando sus finanzas y almacenando bienes de bienestar para proteger la obra de la Iglesia y, en la medida de lo posible, el bienestar de sus miembros.
Nuestra fuerza como pueblo está en la unidad, enfatizada con tanta frecuencia por el presidente Clark. Esta unidad se hace posible al guardar los mandamientos de Dios.
Estoy firmemente convencido de que nuestras mayores bendiciones como Iglesia y como pueblo nos llegan colectivamente y no individualmente. Si Dios estuviera complacido con nosotros individualmente, se seguiría que estaría complacido con nosotros colectivamente. Cada uno de nosotros, como parte integral del reino de Dios, contribuye de manera beneficiosa o adversa al bienestar y la bendición de nuestros compañeros miembros de la Iglesia.
Llamo su atención al gran patriarca Enoc, quien vivió tan cerca de Dios que caminó y habló con Él y recibió gran poder en el sacerdocio para perfeccionar y santificar a su pueblo. Se dice en los escritos de Moisés:
“. . . Y el Señor bendijo la tierra, y fueron benditos sobre las montañas y sobre los lugares altos, y prosperaron.” Moisés 7:17
“Y Enoc y todo su pueblo andaban con Dios, y él moraba en medio de Sion; y aconteció que Sion no fue más, porque Dios la recibió para sí en su propio seno; y de allí se difundió el dicho: Sion ha huido.” Moisés 7:69
Luego leemos el relato de la visita del Salvador a los nefitas, cuando estableció Su reino entre ellos. La rectitud fue enseñada al pueblo por los discípulos que Jesús escogió, y una condición de rectitud prevaleció entre todo el pueblo. Leemos en Cuarto Nefi que:
“. . . todo hombre obró rectamente el uno con el otro.
“Y tenían todas las cosas en común entre ellos; por tanto, no había ricos ni pobres, esclavos ni libres, sino que todos habían sido hechos libres, y partícipes del don celestial.
“. . . andaban según los mandamientos que habían recibido de su Señor. . .
“Y aconteció que no hubo contención en la tierra, a causa del amor de Dios que moraba en el corazón del pueblo . . . y ciertamente no podía haber pueblo más feliz entre todos los pueblos que habían sido creados por la mano de Dios.” 4 Nefi 1:2–3,12,15–16
Ahora, en contraste con estas dos condiciones aparentemente perfectas, tenemos ejemplos de iniquidad por parte del pueblo, por los cuales no disfrutaron de la plenitud de las bendiciones de Dios que Él les ofrecía por medio de promesa si tan solo le sirvieran y guardaran Sus mandamientos.
Moisés, el gran profeta, dador de la ley y amigo de Dios, procuró diligentemente santificar a los hijos de Israel para que pudieran contemplar el rostro de su Dios. Ellos no quisieron escuchar, sino que endurecieron sus corazones; por lo tanto, Dios tomó a Moisés, el Santo Sacerdocio y el evangelio de en medio de ellos, y dejó con ellos el Sacerdocio Menor y la ley de mandamientos carnales, sacerdocio y ley que no tienen el poder de perfeccionar ni santificar al pueblo D. y C. 84:23–25.
Y luego, nuevamente en nuestra época, tal como se registra en la sección 105 de Doctrina y Convenios, el Señor dijo:
“He aquí, os digo que si no fuera por las transgresiones de mi pueblo, refiriéndome a la iglesia y no a los individuos, hace ya mucho tiempo que habría sido redimida.
“Mas he aquí, no han aprendido a obedecer las cosas que requerí de sus manos, sino que están llenos de toda clase de iniquidad, y no imparten de sus bienes, como conviene a los santos, a los pobres y afligidos que se hallan entre ellos;
“Y no están unidos de acuerdo con la unión requerida por la ley del reino celestial;
“Y Sion no puede ser edificada a menos que sea por los principios de la ley del reino celestial; de otra manera, no la puedo recibir para mí.
“Por tanto, a consecuencia de las transgresiones de mi pueblo, me es necesario que mis élderes esperen por un poco de tiempo para la redención de Sion.” D. y C. 105:2–5,9
Cuando Brigham Young estableció a nuestro pueblo en las cumbres de estas montañas, les prometió que si guardaban los mandamientos de Dios y servían al Señor, Él templaría los elementos por causa de ellos, y sus tierras producirían abundantemente.
Ahora bien, reconozco, mis hermanos y hermanas, que una condición de rectitud se está haciendo mejor y más fuerte entre el pueblo de la Iglesia. Siento que esto es verdad al hacer mis visitas a las estacas de Sion. Sin embargo, hay lugar para mejorar, y estoy seguro de que si pusiéramos en operación los planes que se han desarrollado para reactivar a los inactivos, podríamos lograr una condición de rectitud que permitiría que las bendiciones de Dios fluyeran hacia nosotros en abundancia.
En la sección 42 de Doctrina y Convenios, llamada la revelación que abarca la Ley del Señor, el Señor dijo al profeta José Smith:
“Y además, toda persona que pertenezca a esta iglesia de Cristo observará guardar todos los mandamientos y convenios de la iglesia.” D. y C. 42:78
Y el Salvador dijo mientras andaba entre los hombres:
“Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos.” Juan 8:31
Para concluir, mis hermanos y hermanas, suplicaría a los Santos y a todos los pueblos que tengan el tipo de fe que conduce a las buenas obras, que acepten el sacrificio expiatorio y el poder redentor del Hijo de Dios, que guarden todas Sus leyes y mandamientos, que anden rectamente y en toda santidad delante de Él, para que las bendiciones de los cielos sean de ellos para disfrutarlas; y que Su Iglesia prospere y cumpla su gran destino de salvar las almas de los hombres.
Doy mi testimonio y mi testificación a ustedes y a todos los hombres de que esta obra es de Dios, y por lo tanto es verdadera. Que todos podamos gozar de ese testimonio y de ese testimonio, y hacer todo lo que esté en nuestra mano para adelantar los intereses de este gran reino, ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.
























