“El Campo Está Blanco…”
Presidente Joseph Fielding Smith
Del Quórum de los Doce Apóstoles
Siempre he tenido un gran interés en la Sección 4 de Doctrina y Convenios, una razón siendo que fue dada directamente a mi bisabuelo, quien hizo una investigación para saber qué quería el Señor que él hiciera. En segundo lugar, porque siempre he considerado que esta revelación fue escrita para mí; no solo para mí, sino también para todo hombre en la Iglesia que tenga el Santo Sacerdocio.
No fue destinada como una revelación personal.
¿Puedo hacer un comentario? No deseo restar nada a lo que ha dicho el presidente McKay, pero quisiera hacer este comentario en relación con el versículo 4: “Porque he aquí, el campo está blanco ya para la siega; y he aquí, quien mete su hoz con su fuerza, almacena para sí mismo para no perecer, sino que trae salvación a su alma.” (D. y C. 4:4)
Hay una gran responsabilidad que descansa sobre los miembros de la Iglesia, tanto hombres como mujeres, de proclamar las palabras de vida eterna, pero más especialmente sobre estos hombres que han aceptado el sacerdocio con la promesa de que serían fieles y verdaderos y magnificarían sus llamamientos, y en el versículo que he leído, el Señor proclama este hecho: que si fallamos en los deberes que se nos asignan y rehusamos aceptar las responsabilidades que provienen de ese sacerdocio, estamos en peligro de perder nuestra propia salvación. Es una gran responsabilidad que descansa sobre cada uno de nosotros proclamar esta verdad a un mundo entenebrecido. Digo “entenebrecido” porque por cientos de años han estado sin la guía del Espíritu del Señor y sin el entendimiento apropiado de las cosas que están escritas en las Escrituras. No han tenido una comprensión correcta de la naturaleza de Dios, no hasta que vino el Profeta José Smith a revelarla.
Tan extraño como parezca, considerando la claridad con la que la doctrina se enseña a lo largo de las Escrituras, y tan claramente presentado esta mañana por el presidente Clark en su mensaje radial, que Jesucristo es el Hijo de Dios, que son individuos o personajes separados, uno el Padre y el otro el Hijo, pero el mundo no lo entendía. No lo entienden hoy aun cuando el Señor lo ha hecho tan claro mediante las revelaciones que vinieron a través del Profeta José Smith.
Es bastante notable, ¿no es así?, que todos los grandes maestros religiosos del mundo, desde la época de la muerte de los Apóstoles hasta el momento en que este joven salió al bosque a orar, no tenían una comprensión clara de la naturaleza de Dios.
Los hombres de la Reforma Protestante no lo entendían, y en sus esfuerzos por corregir los males que veían entonces, nunca se les ocurrió pensar que la doctrina proclamada desde el siglo III o IV de la era cristiana no estaba de acuerdo con las revelaciones dadas por los Apóstoles de Dios tal como se registran en el Nuevo Testamento. Jamás se les ocurrió, sino que continuaron con esa misma doctrina de la naturaleza misteriosa de Dios, de que Jesucristo perdió su cuerpo después de la resurrección y fue absorbido de alguna manera misteriosa en el gran cuerpo de Dios, etéreo en su naturaleza.
Ahora bien, cuando José Smith salió al bosque a orar, no tenía entendimiento de que el Padre y el Hijo fueran Personajes separados. Estoy seguro de ello. ¿Cómo lo habría de saber después de escuchar las enseñanzas de los ministros de su época? Pero volvió después de que se le dio la manifestación, habiendo sido instruido por el Hijo de Dios, con ese conocimiento claramente en su mente, y lo proclamó al mundo: que Jesucristo es literalmente el Unigénito del Padre en la carne, y que Él es a imagen de su Padre.
Él devolvió esa gran verdad al mundo, y desafortunadamente muchos de ellos, aun hasta este día, no están preparados ni dispuestos a recibirla. Ahora, en el prefacio del libro de Doctrina y Convenios, el prefacio del Señor, la primera sección del libro, tenemos algunas proclamaciones dadas para beneficio del mundo que quisiera leerles:
“Por tanto, yo, el Señor, sabiendo del desastre que vendría sobre los habitantes de la tierra, llamé a mi siervo José Smith, hijo, y le hablé desde el cielo y le di mandamientos;
“Y también di mandamientos a otros, para que proclamaran estas cosas al mundo; y todo esto para que se cumpliera lo que fue escrito por los profetas—
“Que las cosas débiles del mundo vendrán y derribarán a las poderosas y fuertes, para que el hombre no aconseje a su prójimo, ni confíe en el brazo de carne—
“Mas para que todo hombre hable en el nombre de Dios el Señor, aun el Salvador del mundo;
“Para que la fe también aumente en la tierra;
“Para que se establezca mi convenio eterno;
“Para que la plenitud de mi evangelio sea proclamada por los débiles y los sencillos hasta los confines del mundo, y ante reyes y gobernantes.
“He aquí, yo soy Dios y lo he hablado; estos mandamientos son míos, y fueron dados a mis siervos en su debilidad, conforme a su idioma, para que llegaran al entendimiento.
“Y en la medida en que erraran, podría darse a conocer;
“Y en la medida en que buscaran sabiduría, podrían ser instruidos;
“Y en la medida en que pecaran, podrían ser castigados para que se arrepintieran;
“Y en la medida en que fueran humildes, podrían ser fortalecidos y bendecidos desde lo alto, y recibir conocimiento de tiempo en tiempo.
“Y después de haber recibido el registro de los nefitas, sí, incluso mi siervo José Smith, hijo, podría tener poder para traducir por la misericordia de Dios, por el poder de Dios, el Libro de Mormón.
“Y también aquellos a quienes se dieron estos mandamientos podrían tener poder para echar los cimientos de esta iglesia y para sacarla a luz de la oscuridad y fuera de las tinieblas, la única iglesia verdadera y viviente sobre la faz de toda la tierra, con la cual yo, el Señor, estoy complacido, hablando a la Iglesia colectivamente y no individualmente—
“Porque yo, el Señor, no puedo contemplar el pecado con el más mínimo grado de tolerancia.” (D. y C. 1:17–31)
Ojalá el Señor hubiera podido decir, y ojalá pudiera decir hoy, que esta es la única Iglesia sobre la faz de la tierra con la cual Él está complacido considerando esta Iglesia individualmente. Eso Él no puede decir, pero si nos humilláramos, si aquellos que son descarriados e indiferentes, que han recibido el testimonio de la verdad, se arrepintieran; y si cada hombre, mujer y niño que es lo suficientemente mayor para entender se volviera al Señor con pleno propósito de corazón y lo honrara y sirviera como se nos ha mandado, el Señor podría decirlo.
Se ha prometido el día en que la rectitud prevalecerá, y cuando cubrirá la faz de la tierra como las aguas cubren el mar (Isaías 11:9), y estoy seguro de que muchos de nosotros tendremos que humillarnos si vivimos para ver ese día, y si no nos humillamos, y llegara ese día, tendremos que ser quitados.
Hermanos y hermanas, guardemos los mandamientos de Dios tal como han sido revelados. Demos el ejemplo ante los pueblos de la tierra, para que ellos, al ver nuestras buenas obras, sientan arrepentimiento y reciban la verdad y acepten el plan de salvación, para que reciban salvación en el reino celestial de Dios, y así ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.
























