“…y si no recibís el Espíritu, no enseñaréis”
Presidente Joseph Fielding Smith
Del Consejo de los Doce Apóstoles
Mis queridos hermanos y hermanas, reconozco mi debilidad y la necesidad que tengo de su fe y oraciones, así como de la ayuda del Espíritu del Señor. Estoy agradecido por la naturaleza de las palabras pronunciadas por el presidente McKay en la sesión de apertura de esta conferencia y por la oración que acaba de ofrecer el presidente Pugmire, en la cual se elevó un ruego a nuestro Padre Celestial en favor de la fe de los jóvenes de la Iglesia.
Yo también estoy preocupado por la fe de nuestros jóvenes, y, en realidad, por la fe de todos los miembros de la Iglesia en este día en que prevalecen tantas nociones, ideas y filosofías. Hace mucho tiempo que reconozco la necesidad de protección espiritual, de protección en las enseñanzas que damos a nuestros jóvenes en nuestras organizaciones, para salvarlos de las falsas doctrinas y enseñanzas del mundo.
Hace unos tres días recibí una carta de uno de mis más queridos amigos, un hermano que es maestro y que ha sido maestro por casi medio siglo; alguien que ha sentado en los concilios de la Iglesia en las estacas de Sion y en quien tengo gran confianza. Él expresó en su carta su preocupación por nuestros jóvenes y, en realidad, por todos los miembros de la Iglesia, y la necesidad de brindarles protección y guía adecuadas en las enseñanzas que se ponen ante ellos.
Copié de su carta un párrafo y le pregunté si podía usarlo. Él dijo que sí, y voy a leérselos:
“En nuestra comunidad, y sospecho que en otros lugares también, hay hombres que están instruyendo en nuestros quórumes y otras organizaciones que enseñan falsa doctrina y las más descabelladas extravagancias, y casi invariablemente son hermanos que no están en línea. Poseen mentes brillantes, entrenadas, a veces con personalidades agraciadas e influyentes, pero carecen del espíritu de verdad que viene por la obediencia. No se puede dar lo que no se posee. En mi humilde opinión, solo aquellos que creen en sus enseñanzas y pueden demostrarlo por sus obras deberían estar instruyendo en nuestros quórumes y otras organizaciones.”
Ese comentario lo respaldo por completo, y así expreso estos pensamientos particularmente a nuestros obispos, presidentes de estaca, superintendentes de Escuela Dominical y de la Mutual, y a quienes están a cargo de los quórumes del sacerdocio y de las demás organizaciones de la Iglesia, para que al escoger maestros empleen sabiduría y busquen la guía del Espíritu del Señor, de modo que estos hombres mencionados aquí en esta carta—brillantes, de personalidad destacada, pero sin fe—no sean llamados a enseñar en nuestras Escuelas Dominicales, nuestras Asociaciones de Mejoramiento Mutuo y en los quórumes del sacerdocio de la Iglesia. Queremos hombres que estén capacitados en los principios del evangelio y que tengan fe y testimonio de la verdad. Los tenemos.
El hecho de que un hombre tenga mucha preparación académica, que sea educado según las ideas del mundo, no es razón suficiente para que sea llamado a hacerse cargo de una clase en cualquiera de las organizaciones o quórumes del sacerdocio dentro de la Iglesia. Ahora bien, si posee capacidad y educación, y junto con ello tiene fe en los principios del evangelio y en la misión del Señor Jesucristo y del profeta José Smith, muy bien. Pero si está lleno de toda clase de filosofías y nociones y no puede aceptar las doctrinas de las obras estándar de la Iglesia, no lo queremos, ya sea en nuestras auxiliares, en el sacerdocio, o en nuestros seminarios o institutos, que existen para la enseñanza de principios religiosos e infundir fe en los corazones de nuestros jóvenes.
“Recordad”, ha dicho el Señor, “que el valor de las almas es grande a la vista de Dios;
“Porque he aquí, el Señor vuestro Redentor padeció la muerte en la carne; por lo cual sufrió el dolor de todos los hombres, para que todos los hombres se arrepintieran y viniesen a él.
“Y ha resucitado de entre los muertos, para traer a todos los hombres a él, mediante el arrepentimiento.
“¡Y cuán grande es su gozo con el alma que se arrepiente!
“Por tanto, sois llamados a predicar el arrepentimiento a este pueblo.
“Y si aconteciere que trabajaseis todos vuestros días, clamando arrepentimiento a este pueblo, y solo llevaseis un alma a mí, ¡cuán grande será vuestro gozo con ella en el reino de mi Padre!” D. y C. 18:10–15
En los primeros días de la Iglesia, los hombres salían del mundo y recibían el testimonio del evangelio, pero habían sido instruidos en las tradiciones del mundo religioso y traían consigo algunas de esas nociones religiosas. El Señor tuvo que corregirlos, y dijo:
“Razonemos como un hombre razona con otro cara a cara.
“Ahora bien, cuando un hombre razona, lo entiende el hombre, porque razona como hombre; así también yo, el Señor, razonaré con vosotros, para que entendáis.
“Por tanto, yo el Señor, os hago esta pregunta: ¿A qué fuisteis ordenados?
“A predicar mi evangelio por el Espíritu, sí, el Consolador que fue enviado para enseñar la verdad.
“Y luego recibisteis espíritus que no podíais entender, y los recibisteis como si fueran de Dios; ¿y en esto estáis justificados?
“He aquí, vosotros mismos responderéis a esta pregunta; no obstante, tendré misericordia de vosotros; el débil entre vosotros será fortalecido después.
“De cierto os digo: el que ha sido ordenado por mí y enviado a predicar la palabra de la verdad por el Consolador, en el Espíritu de verdad, ¿acaso la predica por el espíritu de verdad o de otra manera?
“Y si es de otra manera, no es de Dios.
“Y otra vez, el que recibe la palabra de la verdad, ¿la recibe por el Espíritu de verdad o de otra manera?
“Si es de otra manera, no es de Dios.
“Por tanto, ¿por qué no podéis entender y saber que el que recibe la palabra por el Espíritu de verdad la recibe tal como es predicada por el Espíritu de verdad?
“Por tanto, el que predica y el que recibe se entienden el uno al otro, y ambos son edificados y se regocijan juntos.
“Y lo que no edifica no es de Dios, y es tinieblas.” D. y C. 50:11–23
No importa quién sea el maestro, si enseña falsa doctrina, si enseña aquello que el Señor ha condenado y que es contrario a lo que está escrito en las revelaciones dadas a la Iglesia, entonces no debe enseñar.
En la sección cuarenta y dos de Doctrina y Convenios el Señor declara que “el que no recibe el Espíritu no enseñará” D. y C. 42:14 Hago un llamado a ustedes, hermanos en las estacas y en los barrios, para que estén alertas a fin de encontrar hombres que tengan fe en sus corazones y amor por la verdad del evangelio de Jesucristo, y que no elijan a hombres solo porque tengan personalidad o sabiduría mundana. Averigüen si tienen en el corazón un amor por la verdad divina. Si un hombre no puede aceptar las revelaciones en la Biblia, en el Libro de Mormón, en Doctrina y Convenios y en la Perla de Gran Precio, que hemos recibido como obras estándar, si tiene reservas en su mente respecto a las cosas que allí están registradas, que han llegado a nosotros por la palabra del Señor, entonces no debería estar enseñando en ninguna organización, en ninguna clase, en ninguna parte de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Que el Señor nos bendiga a todos, nos guíe en rectitud, nos ayude mediante el estudio de las Escrituras a conocer su voluntad, es mi humilde oración en el nombre de Jesucristo. Amén.
























