Consejos para Maestros

Conferencia General de Octubre 1959

Consejos para Maestros

por el Élder Levi Edgar Young
Del Primer Consejo de los Setenta


Hermanos y hermanas, estamos todos muy felices de reunirnos en esta gran conferencia de la Iglesia, y ¡qué maravillosos mensajes hemos recibido y testimonios que fortalecen nuestras vidas!

Deseo decir unas palabras sobre el Presidente Joseph Young. Mi abuelo fue escogido por el Profeta José Smith, y cuando mi abuelo conoció al Profeta por primera vez, este le dijo que el Señor ya tenía un lugar para él en el sacerdocio.

Mi abuelo era ministro metodista. Había predicado en diferentes partes del oeste de Ohio, cruzando el Lago Erie hacia Canadá, llevando reuniones y enseñando las creencias metodistas. Una mañana, mientras dirigía una reunión, vio a su hermano Brigham Young entre la audiencia. Al principio, no entendía cómo había llegado allí. Después de la reunión, Brigham se acercó a él y dijo: “Joseph, he encontrado el evangelio. Ven conmigo.”

Joseph sintió de inmediato la verdad de las palabras de su hermano y, tomándolo del brazo y despidiéndose de su congregación, ambos se dirigieron a Kirtland, Ohio, donde mi abuelo conoció al Profeta. Fue bautizado de inmediato y, pocos días después, se organizó el Quórum de los Setenta, y mi abuelo fue llamado al Primer Consejo de los Setenta. Siempre estuvo muy orgulloso de ese llamado.

Mi abuelo se convirtió en un maestro maravilloso y enseñaba a las personas de una manera simple y humilde. Era un gran lector de la Biblia, el Libro de Mormón, Doctrina y Convenios, y la Perla de Gran Precio. Amaba la literatura, y gracias a sus oraciones a Dios, podía comprender sus significados. Solía decir: “Es un pensamiento simple, ¿no es así?” Y la manera en que lo expresaba hacía que los Santos estuvieran de acuerdo, comprendiendo que el evangelio de Jesucristo es el pensamiento más grande de hoy, y al mismo tiempo, tan simple y puro que se convierte en un ideal para quienes se acercan a Dios en oración buscando entendimiento.

Joseph Young enseñaba que aprender es incorporar pensamientos que fortalecen y dan mejor comprensión al poder de nuestra mente. Invitaba a leer las Escrituras de nuevo, a estudiar pasajes amados y a reflexionar sobre ellos: ¿Quién escribió esas palabras? ¿Dónde se encuentran y por qué se escribieron? Este ejercicio diario, decía, fomenta el hábito del pensamiento y la atención, y conduce a un entendimiento personal del evangelio.

Mi abuelo solía decir:
“Si pueden aprender a aprender, habrán adquirido algo que los convertirá en verdaderos maestros. Habrán adquirido un hábito que no solo les brindará mucha alegría cada día, sino que también fortalecerá su carácter y los guiará diariamente hacia verdades mayores y una vida más abundante.”

Nuestro propio estudio, acompañado de fe y oración, nos da fuerza, vida y luz. Esto nos prepara para convertirnos en lectores más devotos de las grandes obras de la Iglesia. Recordemos las palabras de Jesús:
“Escudriñad las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39).

Conocer a Cristo es vida eterna. Llegar a ser como Cristo es felicidad eterna. Sabemos los pasos que Jesús siguió: obediencia, devoción, pureza, veracidad, bondad, resistencia a la tentación y autosacrificio. John Ruskin escribió:
“Avanza en la vida aquel cuyo corazón se ablanda, cuya sangre fluye cálida, cuyo cerebro se agiliza y cuyo espíritu entra en paz viviente.”

Quienes poseen esta vida en su interior son los verdaderos señores y reyes de la tierra.

Que Dios nos bendiga en este propósito santo de aprender el evangelio en su simplicidad. ¡Qué cierto es que los pensamientos más grandes se vuelven simples para nuestras almas y espíritus cuando nos acercamos a Dios con fe y oración! Ruego que todos los Setenta podamos llegar a ser maestros sabios y buenos del evangelio. Amén.

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