Dios y el Hombre

Capítulo 11
La Bendición de los Niños


Uno puede adorar a Dios efectuando sus ordenanzas y tomando parte en ellas. La “palabra del Señor”, comunicada al profeta José Smith, explicó la administración del Reino de Dios y sus misterios, y entre otras cosas, declaró: “Así que en sus ordenanzas el poder de Dios se manifiesta”. Participar en el poder de la santidad significa disfrutar de una parte de la adoración verdadera.

— Adoración en la hermosura de la santidad

“Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; adorad a Jehová en la hermosura de la santidad”. Son pocas las formas u oraciones fijas que tenemos en la Iglesia, aun en lo que concierne a las ordenanzas. Más que regirnos por fórmulas establecidas, debemos vivir de tal manera que podamos merecer la inspiración del Espíritu de Dios cuando se nos llame a oficiar en las ordenanzas. A esta rectitud personal se refiere el salmista cuando dice que debemos adorar “en la hermosura de la santidad”. Si vivimos de esta manera, estaremos sintonizados con los cielos y nuestras oraciones serán sencillas, directas, adecuadas y eficaces a los ojos de Dios.

— Autoridad en el ministerio

Los que poseen el sacerdocio en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días están divinamente comisionados con la autoridad para efectuar ordenanzas sagradas que son necesarias para la felicidad y bienestar eterno de los hijos de nuestro Padre Celestial. Por tanto, conviene estar familiarizados con las oraciones formales y guiarnos cuidadosamente por la manera de proceder sugerida en aquellas ordenanzas que no requieren una forma fija. Por medio de estas ordenanzas y ritos, los participantes adoran “en espíritu y en verdad al verdadero Dios viviente”.

El sacerdocio es la agencia mediante la cual el Señor desea bendecir a todo el género humano. Por consiguiente, quienes reciben la ordenación de este santo orden son llamados a prestar servicio, y la preparación es un requisito indispensable para poder hacerlo eficazmente.

— La bendición de los niños

“Todo miembro de la Iglesia de Cristo que tenga hijos debe traerlos a los élderes de la Iglesia, quienes les impondrán las manos en el nombre de Jesucristo, y los bendecirán en su nombre”.

Todos los niños deben recibir una bendición de las manos de los poseedores del sacerdocio. Es costumbre en la Iglesia cumplir esta obligación dando un nombre y bendición a los niños durante las reuniones de ayuno y testimonio. Solo en circunstancias excepcionales, y con la autorización del obispo, puede efectuarse esta ordenanza en la casa de los padres del niño o en otro lugar. Los frutos de esta ordenanza no se limitan a los miembros de la Iglesia. “Se puede aceptar la bendición de niños, aun de los que no sean miembros”.

Si el padre es un poseedor digno del Sacerdocio de Melquisedec, tiene el derecho de bendecir a sus propios hijos o designar a la persona que lo hará. “Debe alentarse a los padres, cuando son dignos y poseen el Sacerdocio de Melquisedec, a que bendigan a sus propios hijos”.

Usualmente, se da el nombre al niño en esta ocasión, y se debe tener cuidado de hacer las anotaciones correspondientes para preservar la información genealógica necesaria y asegurar que el registro de miembro quede correcto y completo. Si los padres del niño bendecido no son miembros, esta información debe anotarse en el certificado de miembro preparado al bendecir al niño, y se les debe informar que el nombre del niño quedará registrado en la Iglesia hasta los 21 años de edad.

No existe una oración fija para estas bendiciones, y la manera de proceder es sencilla. Después de tomar al niño en brazos:

  1. Nos dirigimos a nuestro Padre Celestial, como al orar.
  2. Declaramos la autoridad (el Sacerdocio de Melquisedec) en virtud de la cual se efectúa la ordenanza.
  3. Damos al niño su nombre.
  4. A lo anterior, podemos agregar las palabras de bendición que el Espíritu dicte.
  5. Terminamos el acto en el nombre de Jesucristo.

— No es una ordenanza salvadora

La bendición de los niños no es una ordenanza esencial para la salvación. De hecho, no se requiere ninguna ordenanza para que los niños se salven en el reino celestial. El profeta José Smith declaró al respecto: “Los cielos nos fueron abiertos, y vi el reino celestial de Dios y su gloria… y también vi que todos los niños que mueren antes de llegar a la edad de responsabilidad se salvan en el reino de los cielos”.

La razón por la cual no se requieren ordenanzas para los niños pequeños es que ellos se salvan mediante el sacrificio expiatorio de Cristo:

“El Señor se lleva a muchos, aun en su infancia, a fin de que puedan verse libres de la envidia de los hombres y de las angustias y maldades de este mundo. Son demasiado puros, demasiado bellos para vivir sobre la tierra… La sangre de Jesucristo redime a todos los niños pequeños, y en el momento en que un niño sale de este mundo, es llevado al seno de Abraham… Los niños, habiendo sido redimidos por la sangre del Cordero… gozarán de la plenitud de esa luz, gloria e inteligencia que se ha preparado en el reino celestial”.

El profeta Abinadí, en el Libro de Mormón, dice sencillamente: “Y los niños pequeños también tienen vida eterna”.

— El Señor bendijo a los niños

Durante Su ministerio terrenal, uno de los actos especiales de nuestro Señor fue la bendición de los niños:

“Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos y orase; y los discípulos les reprendieron. Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos. Y habiendo puesto sobre ellos las manos, se fue de allí”.

José Smith nos brinda mayor luz sobre este pasaje, revelando lo que iluminó a los apóstoles en aquel entonces. En la Versión Inspirada leemos que la gente traía sus niños a Jesús “para que Él pusiera las manos sobre ellos, y orase… Los discípulos los reprendieron, diciendo que no había necesidad, porque Jesús había dicho: ‘Tales son salvos’. Pero Jesús dijo: ‘Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis, porque de los tales es el reino de los cielos’. Y puso sobre ellos las manos”.

Aunque los niños tienen vida eterna sin necesidad de ninguna ordenanza, nuestro Señor dio el ejemplo correcto al bendecirlos; y ahora nos ha mandado seguir el modelo que Él estableció en este respecto.