Dios y el Hombre

Capítulo 17
Adoración por medio de los Sermones


Para ganar la salvación, uno debe adorar “en espíritu y en verdad al verdadero Dios viviente”. Son muchos los actos requeridos mediante los cuales se puede honrar a Dios. Las Santas Escrituras dan instrucciones particulares “para que podáis comprender y saber cómo habéis de adorar y a quién”. Parte de este conocimiento revelado se encuentra en la predicación de los sermones del evangelio. Esta es una de las maneras prescritas para poder gloriarse en el Señor.

“Me envió Cristo… a predicar el evangelio… Porque la palabra de la cruz… es poder de Dios… Agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación… Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado”.

Una de las maneras importantes de rendir reverente homenaje a Dios, y por ese medio tomar parte en un acto de adoración verdadera, es el sermón. En toda la historia del mundo, los fieles han disfrutado de la adoración por medio del sermón. Es parte del verdadero orden establecido del evangelio, y lo ha sido desde el principio: “Y Adán escuchó la voz de Dios, y exhortó a sus hijos a que se arrepintieran”. Por esto vemos que Dios instituyó los sermones evangélicos que impulsan hacia la justicia.

Moisés bosquejó la genealogía de los hijos de Adán, y más particularmente de los grandes patriarcas, y entonces dijo: “Y eran predicadores de justicia; y hablaban, profetizaban y exhortaban a todos los hombres, en todas partes, a arrepentirse; y se enseñaba la fe a los hijos de los hombres”.

— Los principios del evangelio

En la gran revelación dentro de la cual el profeta José Smith dijo que se hallaba comprendida “la ley de la Iglesia”, se bosquejan los conceptos básicos de la adoración por medio del sermón. Esto se puede llevar a cabo mediante un sermón formal, breves discursos, lecciones, o sencillamente como parte de una conversación. Son dos los elementos que deben estar presentes para que pueda constituirse en adoración por medio del sermón.

El primer elemento de un sermón adecuado tiene que ver con su tema; en él se deben enseñar los principios del evangelio. La revelación de referencia dice: “Y además, los élderes, presbíteros y maestros de esta iglesia enseñarán los principios de mi evangelio que se encuentran en la Biblia y el Libro de Mormón, que contienen la plenitud del evangelio”.

Esta instrucción sobre el contenido de los sermones también nos dice que usemos las Escrituras a fin de prepararnos para enseñar, porque en ellas se encuentra “la plenitud del evangelio”.

— La dirección del Espíritu

El segundo elemento esencial del concepto verdadero de un sermón es que la persona sea guiada por la influencia del Espíritu al predicar y enseñar. A fin de tener la orientación del espíritu de inspiración, uno primeramente debe prepararse aprendiendo los principios contenidos en las Escrituras. Por tal razón, el Señor manda: “Escudriñad las Escrituras; porque… ellas son las que dan testimonio de mí”.

En segundo lugar, uno debe vivir de tal forma que pueda ser digno del Espíritu Santo y recibir su inspiración y orientación consiguientes. Esto se logra aplicando a nuestra vida lo que las Escrituras enseñan; en otras palabras, habiendo aprendido la doctrina, uno debe llevarla a la práctica. Con la preparación de haber aprendido los principios del evangelio y habiéndolos aplicado en su vida, uno está preparado para el ministerio del Espíritu, el segundo elemento esencial del concepto verdadero de un sermón.

“Y observarán los convenios y reglamentos de la iglesia para cumplirlos, y así enseñarán, conforme los dirija el Espíritu.
Y se os dará el Espíritu por la oración de fe; y si no recibiereis el Espíritu, no enseñaréis”.

— El que habla y el que oye

La adoración por medio del sermón es una experiencia religiosa tanto para el que habla como para el que escucha. Se requiere la misma preparación para que el oyente pueda participar en esta experiencia, como para el orador. Nefi dijo: “Cuando uno habla por el poder del Espíritu Santo, el poder del Espíritu Santo lo lleva al corazón de los hijos de los hombres”.

En la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, con su concepto de un sacerdocio universal y un programa de responsabilidad individual, todos tienen el deber de tomar parte en este aspecto de la adoración. Es tan importante que la congregación disfrute de la adoración por medio del sermón como lo es para el orador. Todo miembro de la congregación tiene el derecho de saber si es verdad lo que se está diciendo.

— Sermones ejemplares

En vista de que desde el principio se le ha enseñado al hombre a predicar por medio de sermones, las Santas Escrituras abundan en sermones ejemplares, los cuales conviene que usemos como modelo. El principal de ellos es el Sermón de nuestro Señor en el Monte. Leemos que “la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad”. En este gran discurso hallamos una reiteración autoritativa de la doctrina del evangelio. El espíritu del sermón fue de sinceridad y acción. Analicemos este ejemplo a fin de que podamos ceñir nuestros sermones a este modelo establecido.

Las primeras frases explican lo que constituye una condición genuinamente bendita, y son conocidas como las bienaventuranzas. En ellas, nuestro Señor asegura una recompensa y presenta condiciones directamente opuestas a aquellas en las cuales uno ha padecido.

En seguida, el Maestro instruyó a aquellos sobre quienes descansaría la responsabilidad del ministerio, es decir, sus representantes comisionados. De modo que los sermones ejemplares pueden edificar tanto a los oficiales como a los miembros de la Iglesia. Su tema fue la dignidad y la responsabilidad del ministerio.

Sigue entonces la sección del sermón que se refiere a la superioridad del evangelio de Cristo en comparación con la ley de Moisés. Cita ejemplos para contrastar los requerimientos de ambos; el evangelio suplanta la ley, se impone la perfección, y entonces el Maestro habla de la sinceridad de propósito y enseña al hombre a orar.

Luego se contrasta la naturaleza transitoria de las riquezas del mundo con los tesoros permanentes de la eternidad. Aquí encontramos verdades profundamente significativas, tales como: “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón”. “No podéis servir a Dios y a las riquezas”.

El Señor prometió y aseguró que si el hombre pidiere, recibirá. Dios nos concede de acuerdo con nuestra fe y nuestras necesidades. Se anunció la regla de oro: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque ésta es la ley y los profetas”.

Hallamos otro gran sermón ejemplar en el tercer capítulo de Mosíah, en el Libro de Mormón. Se distingue del Sermón del Monte por el hecho de que únicamente trata un tema importante, por lo que da un análisis detallado de una sola doctrina fundamental, que en este caso es la expiación de Cristo. En vista de que fue un ángel quien pronunció este sermón, podemos estar seguros de que esta es la clase de sermón que debemos preparar.

¾  Preparación constante

La adoración por medio del sermón es parte importante de nuestra adoración formal. Se nos ha mandado: “Atesorad constantemente en vuestras mentes las palabras de vida, y se os dará en la hora precisa aquella porción que le será medida a cada hombre”.