Dios y el Hombre

Capítulo 20
Adoración por medio de las reuniones


Las reuniones sirven de fondo a la mayor parte de la adoración formal de la Iglesia. La oportunidad de dirigir las diversas reuniones de la Iglesia y sus organizaciones auxiliares, así como de participar en ellas, nos proporciona una manera de adorar “en espíritu y en verdad al verdadero Dios viviente”. Se infiere, pues, que la intensidad de la adoración queda determinada en gran medida por la forma en que se preparan y se llevan a cabo las reuniones, así como por el grado de participación en ellas.

— Las reuniones generales son parte del Evangelio

En cada una de las dispensaciones del Evangelio, ha sido costumbre que los miembros de la Iglesia se reúnan “a menudo para ayunar y orar, y para hablar unos con otros concerniente al bienestar de sus almas”.

Se debe alentar a toda persona a que asista a estas reuniones, porque son parte de la ejecución del plan de salvación. Nuestro Señor dijo:
“Y he aquí, os reuniréis con frecuencia, y a nadie le prohibiréis estar con vosotros cuando os juntéis, antes les permitiréis que se alleguen a vosotros, y no se lo vedaréis; sino vinieren a vosotros a menudo, rogaréis al Padre por ellos en mi nombre”.

Durante los primeros días de la Restauración del Evangelio, los miembros de la Iglesia deseaban excluir a ciertas personas de sus reuniones.
“En el principio de la Iglesia, mientras estaban aún en su infancia, los discípulos solían excluir a los que no creían”. Tal vez debido a esta práctica, el Señor comunicó la siguiente revelación a la Iglesia por conducto del profeta José Smith, el día ocho de marzo de 1831:

“Escuchad, oh pueblo de mi Iglesia, porque en verdad os digo que estas cosas os fueron proferidas para vuestro provecho e instrucción.

Pero a pesar de aquellas cosas que han sido escritas, siempre desde el principio ha sido el privilegio de los élderes de mi Iglesia, y siempre será así, conducir todos los servicios según sean guiados por el Espíritu Santo.

Sin embargo, se os manda nunca desechar a nadie de vuestros servicios públicos que se convocan ante el mundo.

También se os manda no desechar de vuestros servicios sacramentales a ninguno que sea de la Iglesia; sin embargo, si alguien ha transgredido, no le permitáis participar hasta que se haya reconciliado.”

“Y además, os digo que no desecharéis de vuestros servicios sacramentales a nadie que sinceramente esté buscando el reino —esto lo digo de los que no pertenecen a la Iglesia.

Y además os digo, concerniente a vuestros servicios de confirmación, que si estuvieren presentes algunos que no fueren miembros de la Iglesia, quienes estuvieren buscando sinceramente el reino, no los desecharéis.

Mas en todo se os manda pedir a Dios, quien da dadivosamente; y lo que el Espíritu os testificare, aun eso quisiera yo que hicieseis con toda santidad de corazón, andando rectamente ante mí, considerando el fin de vuestra salvación, haciendo todas las cosas con oración y acción de gracias, para que no seáis seducidos por espíritus malos, ni doctrinas de diablos, ni los mandamientos de hombres; porque algunos son de los hombres y otros son del diablo.”

— Concerniente a las reuniones públicas

Por los versículos anteriores, aprendemos que los servicios públicos de los Santos de los Últimos Días deben conducirse según los élderes “sean guiados por el Espíritu Santo”.

La selección de los himnos, las oraciones, los oradores y el tema de los sermones —todo debe hacerse de acuerdo con las indicaciones del Espíritu. Deben evitarse formas fijas, todas del mismo molde, que limitan y obstruyen la libre operación del Espíritu de Dios. Quienes presiden, hablan, oran o cantan, así como los que escuchan, deben estar bajo la sagrada influencia a la que nos hemos referido.

Los versículos previamente citados también declaran que a nadie se le debe prohibir la entrada a las reuniones públicas que celebran los miembros de la Iglesia. A todos se les debe dar la oportunidad de escuchar el Evangelio.

Se nos instruye, además, que debemos orar siempre y andar rectamente delante de Dios, a fin de que no seamos engañados o desviados por doctrinas falsas. Es interesante la declaración de que algunas doctrinas falsas vienen de los hombres, mientras que otras las ha originado el diablo. Las primeras, aparentemente, se deben a las imperfecciones humanas de entendimiento y deducción, ya que el hombre no siempre comprende correctamente la palabra del Señor. Por consiguiente, algunas doctrinas falsas se enseñan por error; y como es de esperarse, otras son inspiradas por el enemigo de todos los hombres con el propósito de engañarlos.

— Reuniones sacramentales

El Señor nos ha dado este mandamiento:
“Irás a la casa de oración y ofrecerás tus sacramentos en mi día santo.”
A fin de cumplir con lo que dice esta revelación, tenemos en la Iglesia reuniones sacramentales, cuyo propósito es dar a los miembros la oportunidad de tomar los emblemas sacramentales, renovar de esta manera sus convenios con Dios, y adorarlo mediante himnos, oraciones y sermones.

“Estas reuniones son para todos los miembros de la rama, incluso los niños…

Las reuniones sacramentales se han de efectuar de una manera solemne y reverente. La música deberá ser de una naturaleza sumamente sagrada, para que por sí misma comunique un espíritu de fe y espiritualidad a las reuniones.

Se espera que los predicadores presenten las doctrinas ortodoxas del Evangelio únicamente. Quedan fuera de orden los relatos de viajes, temas que no edifican la fe, recitales musicales y conciertos.

Aquellos a quienes se invite a participar en los servicios deberán permanecer hasta el fin de la reunión; de lo contrario, no se les debe invitar a intervenir.

Se debe extender a los miembros del barrio (o rama) el privilegio de hablar, cantar y tomar parte de distintas maneras, y no privarlos de esta participación trayendo oradores y cantores de otros lugares.”

— Reuniones del día de ayuno

En la Iglesia se acostumbra designar una de las reuniones sacramentales de cada mes como reunión de ayuno y testimonios. Esto concuerda con las instrucciones dadas en las Escrituras de reunirnos “a menudo para ayunar y orar, y para hablar unos con otros concerniente al bienestar de sus almas”. En estas reuniones se invita a los miembros de la congregación a que den su testimonio, al que propiamente pueden añadir breves palabras de exhortación, doctrina, confesión o experiencias personales para edificar la fe, según los dictados del Espíritu.

“La reunión de ayuno y testimonio se ha de llevar a cabo de tal manera que se pueda disponer de tiempo adecuado para los testimonios, sin necesidad de prolongar la reunión.”

Se ha apartado el primer domingo de cada mes para que sea un día de ayuno y oración, y es en este día cuando usualmente se efectúan estas reuniones de testimonio. Se debe alentar a los miembros a que ayunen cuando asistan a estos servicios.

— Conferencias

Así como al Israel antiguo le fue mandado que se congregara periódicamente “para adorar al Rey, a Jehová de los ejércitos”, así también en nuestra época se ha instruido a los miembros de la Iglesia que se reúnan “en conferencia cada tres meses, o de cuando en cuando, conforme lo determine y señale dicha conferencia”.

El propósito de estas conferencias es adorar, “despachar todo negocio de la Iglesia que fuera necesario al tiempo de celebrarse”, aumentar la fe y el testimonio de los miembros, así como su deseo de ser más justos, apoyar a los hermanos y aceptar el consejo de las Autoridades Generales. Se supone que en estas reuniones se manifestará el deseo y la voluntad del Señor a los miembros de la Iglesia en particular y al mundo en general.

La Iglesia celebra una conferencia general anual, una de cuyas sesiones se fija para el día 6 de abril con el fin de conmemorar el día en que fue organizada la Iglesia. También se lleva a cabo una conferencia semestral en el mes de octubre. El Presidente de la Iglesia dirige estas juntas. Cada tres meses se efectúan conferencias de estaca, y las conferencias de barrio o rama se celebran anualmente. Las sesiones de estas conferencias, incluso los servicios sacramentales, se realizan bajo la dirección de la presidencia de la estaca.

— Otras reuniones

En el funcionamiento de la Iglesia se incluyen diversos servicios adicionales de adoración pública, así como juntas de asistencia limitada. Además de las reuniones del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares, hay juntas de consejo y otras reuniones de los diversos comités. El funcionamiento de la Iglesia depende literalmente de un sistema complejo y extenso de juntas y reuniones.

La prudencia, nacida de la experiencia, pone de relieve ciertos principios generales necesarios para llevar a cabo reuniones eficaces. En vista de que una parte tan grande de nuestra adoración está relacionada con reuniones, la aplicación de los siguientes principios puede aumentar su intensidad.

— Cómo se ha de efectuar una reunión

El oficial presidente de determinada unidad o grupo de la Iglesia es responsable de todas las reuniones que se efectúen. Es decir, debe velar para que todas las reuniones cumplan con sus propósitos correspondientes, los cuales varían considerablemente según el objeto con el que se convoquen. Consideremos primeramente las juntas públicas.

— Reuniones públicas

Las reuniones efectuadas en la Iglesia son ocasiones solemnes y reverentes, y deben conducirse en conformidad con ello.

1. Las oraciones. — “Las oraciones que se pronuncian en las reuniones de la Iglesia deben ser breves y sencillas, y expresarse de acuerdo con los dictados del Espíritu. Deberán referirse al asunto particular que se va a tratar.” Todas las reuniones de la Iglesia deben comenzar y terminar con una oración. Al dirigirse al Señor, se debe usar la forma sagrada de los pronombres personales: te, , ti.

2. Los anuncios. — “Debe evitarse el exceso de anuncios. Los más esenciales se deben hacer al principiar los servicios.”

3. La música. — “La música constituye una parte sumamente importante de nuestros servicios religiosos y actividades recreativas. Deben mantenerse las normas elevadas en la literatura y la interpretación musicales… No deberán usarse cantos que no concuerden con las doctrinas de la Iglesia.

“Los cantores e instrumentistas pueden apropiadamente escoger sus números de nuestros himnarios.

“Los números instrumentales que se vayan a tocar en las reuniones sacramentales deberán limitarse al órgano, el piano e instrumentos de cuerda.”

“La congregación deberá cantar por lo menos un himno, preferiblemente dos, en cualquier reunión. Todas las organizaciones del sacerdocio, así como las auxiliares, deben procurar que los himnos cantados por la congregación formen la base de los programas musicales en sus reuniones.”

“En las reuniones de la Iglesia, la música deberá seguir la pauta general que se observa en las conferencias generales de la misma.”

Es apropiado que se toque un preludio y un postludio musicales; sin embargo, “no debe aprobarse ninguna innovación musical que preceda o siga las oraciones en las reuniones de la Iglesia”. “Pronunciada la última oración, se dará por terminada la reunión, y la congregación podrá levantarse y prepararse para salir.”

“La música deberá ser de una naturaleza sumamente sagrada, para que, por sí misma, comunique un espíritu de fe y de espiritualidad.”

4. La manera de conducir una reunión

Las reuniones generales de la Iglesia deben conducirse de manera solemne y reverente. Las siguientes sugerencias tienen por objeto ayudar a lograr ese propósito:

(a) El propósito del que está dirigiendo se limita a llevar a cabo una reunión ordenada y coordinada, y no debe tratar de figurar como el personaje principal del evento.

(b) Quien preside inicia la reunión con un breve mensaje de bienvenida o explicación. Cuanto menos tenga que levantarse frente a la congregación, mejor. No hay necesidad de estar levantándose y sentándose entre cada uno de los actos de la reunión.

(c) No concuerda con el propósito de una reunión religiosa que el que está dirigiendo intente desempeñar el papel de cómico.

(d) El oficial que dirige la reunión no debe repetir ni recalcar lo que el orador acaba de decir. En las instrucciones dadas a los presidentes de estaca sobre la manera de conducir sus conferencias, se ha dado el ejemplo correcto en este aspecto. En dichas instrucciones se recomienda que, al presentar al orador final, también se anuncien el último número musical y el nombre de la persona que pronunciará la oración, a fin de evitar más anuncios durante el resto de la reunión.

(e) La presentación del orador debe ser sencilla. Usualmente está fuera de lugar hacer una extensa lista de sus logros, ya que los honores mundanos, títulos profesionales o académicos añaden poco. Se recomienda el tratamiento acostumbrado en la Iglesia: élder, hermano o hermana.

(f) Las personas invitadas a presentar un número especial deben estar dispuestas a permanecer durante todo el servicio.

(g) “Es preferible que el hermano que esté dirigiendo la reunión anuncie los nombres de las selecciones musicales, en lugar de dejarlo a quienes han de actuar”.

— Reuniones de asistencia especial

También existen en la Iglesia muchas otras juntas y reuniones de presidencias, consejos, comités, etc. Los propósitos de estas reuniones son tan variados como sus formas mismas.

En lo que concierne a la administración, el primer elemento del éxito en estas reuniones consiste en la formulación de planes. Cada una de las distintas unidades de la Iglesia proporciona planes y bosquejos detallados sobre la manera de preparar estas juntas. Por ejemplo, el Obispado Presidente imprime y distribuye un manual de instrucciones para los directores de los miembros adultos del Sacerdocio Aarónico, y otro para los directores de los miembros jóvenes. Las demás organizaciones de la Iglesia proveen ayudas similares.

Durante la preparación de una reunión de este tipo, debe consultarse el manual de instrucciones correspondiente, ya que allí se detalla qué debe lograrse en la junta y cuál es la mejor manera de hacerlo. Conviene estar debidamente preparado y sujetarse a dichas instrucciones.

Estas reuniones de asistencia especial deben convocarse a una hora que resulte conveniente para los participantes y deben ser la base para un intercambio eficaz de ideas. En la Iglesia, la necesidad de comunicación se satisface principalmente por medio de reuniones, por lo tanto, deben usarse con ese fin.

Quien preside tiene la responsabilidad de procurar que la reunión sea interesante. Nunca debemos suponer que, por tratarse de líderes o directores, no necesitan ser alentados o inspirados.

Conviene que el director aprenda a orientar la discusión sin dominar ni imponer su voluntad. Debe procurarse ser breve; no es necesario que las reuniones sean demasiado largas. Para asegurar que no se prolonguen innecesariamente, debe seguirse un programa previamente preparado. La reunión debe terminar tan pronto se haya cumplido su propósito, aun si solo se han requerido unos pocos minutos.

Debe levantarse un acta correcta de cada reunión, la cual debe leerse en la junta siguiente.

El último paso consiste en llevar a la práctica los programas, decisiones y conclusiones aceptadas en las juntas. No hay nada que dé mayor ímpetu a estas reuniones que cumplir lo que se ha proyectado. Debemos vigilar para que así se haga.