Dios y el Hombre

Capítulo 25
La Honradez


Uno de los rasgos humanos de carácter que concuerda con el modelo divino es la honradez. Dios es “Dios de verdad” y no puede mentir; y si los hombres han de cumplir la medida cabal de su destino y llegar a ser “herederos de Dios y coherederos con Cristo”, tendrán que cultivar esta característica divina en sus propias vidas y convertirla en parte de ellos hasta lograr la perfección en este atributo.

— Lo que es la honradez

Honradez significa ser verídicos en todo respecto. El hombre honrado es justo en sus tratos con los demás, mientras que el hombre ímprobo, de una forma u otra, no adjudica a otros lo que les corresponde. Honradez significa rectitud en todos nuestros hechos; las personas honradas son verídicas en su manera de hablar; son probas en sus tratos y forma de conducirse; evitan el engaño, no defraudan ni roban; no hay en ellas fingimiento ni fraude. La honradez es compañera de la verdad; la improbidad es compañera de la mentira.

La honradez procede de Dios: “En tu mano encomiendo mi espíritu; tú me has redimido, oh Jehová, Dios de verdad.”
“Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta.”

El engaño procede del diablo: “Y por haber caído del cielo, y por haber llegado a ser miserable para siempre, procuró igualmente la miseria de todo el género humano. Por tanto… el diablo, el padre de todas las mentiras, dijo…”

— Cómo empieza la honradez

Toda persona que nace en el mundo recibe una porción de la luz de Cristo. Él es “la luz verdadera que ilumina a cada ser que viene al mundo”. Esta luz de Cristo llena todo el espacio conocido, se halla en todas las cosas y da vida a todas las cosas.

“Porque viviréis con cada palabra que sale de la boca de Dios.”
“Porque la palabra del Señor es verdad; y lo que es verdad es luz; y lo que es luz es Espíritu, aun el Espíritu de Jesucristo.
Y el Espíritu da luz a cada ser que viene al mundo; y el Espíritu ilumina a todo hombre por el mundo que escucha la voz del Espíritu.”

Por motivo de esta luz de Cristo, todos los hombres reciben cierta facultad para distinguir el bien del mal: “Pues he aquí, a todo hombre se da el Espíritu de Cristo para que pueda distinguir el bien del mal.”

Por lo general, este don se conoce como nuestra propia conciencia.

Es esta luz de Cristo la que contiende con todos los hombres para persuadirlos a hacer lo bueno; es la que alienta el desarrollo de los divinos atributos de carácter en el hombre. De modo que el origen de la honradez se encuentra en la influencia de Dios.

“Dios ha dado a todo hombre una porción de su Espíritu para que se beneficie; pero esto nada tiene que ver con el evangelio en forma particular. Es más bien un principio que se planta en el corazón de todo ser humano aparte del evangelio, y bajo su influencia existen y han existido muchos principios grandes y buenos sobre la tierra y entre sus habitantes. En casi todo lugar, los hombres que poseen cualquier grado de inteligencia sienten que es bueno ser honrados; y todas las naciones civilizadas, bajo la influencia de esa impresión, decretan leyes para castigar al ladrón, al pícaro y al que se posesiona de los bienes de otros en forma injusta… La estafa, la decepción y el fraude se consideran como maldades en el mundo moral; y los hombres, bajo la influencia de este principio, que, como ya dije, se ha plantado en el corazón de toda persona, optan por aborrecer los hechos fraudulentos y tramposos de cualquier clase.”

“Existe un gran principio, mayor que todas las cosas con que nos asociamos en la vida diaria, de acuerdo con el cual me parece que debemos regirnos en nuestra adoración, y es el principio de la honradez de propósito… Se nos ha repetido que Dios exige la verdad en lo íntimo. Es propio que los hombres sean honrados unos con otros en todas sus palabras, tratos, intercambios, comunicaciones, arreglos comerciales y todo lo demás, y se deben guiar por la verdad, la honradez y la integridad, pues sería extremadamente imprudente que el hombre no fuera honrado consigo mismo, leal a sus convicciones y sentimientos en cuanto a asuntos religiosos. Podemos engañarnos los unos a los otros en algunas circunstancias, así como la moneda falsa se hace pasar por lo que se considera verdadero y de valor entre los hombres. Sin embargo, Dios escudriña a los hombres y pone a prueba las entrañas de los hijos de los hombres. Él conoce nuestros pensamientos y comprende nuestros deseos y sentimientos. Conoce nuestros hechos y las cosas que nos impulsan a realizarlos.”

El fingir estar adorando sin una intención sincera es el colmo de la imprudencia. No nos engañamos a nosotros mismos, ni al objeto de la adoración verdadera. Es peor que inútil; es perjudicial. Dios mismo ha condenado las cosas que se hacen con “apariencia de piedad, mas negando la eficacia de ella”, tildándolas de ser “una abominación a su vista”.

La honradez es una característica invariable que deben tener todos aquellos que desean adorar en espíritu y en verdad.

— La honradez es necesaria para la salvación

“Oramos a Dios que ninguna cosa mala hagáis; no para que nosotros aparezcamos aprobados, sino para que vosotros hagáis lo bueno, aunque nosotros seamos como reprobados.”

Esta súplica del apóstol Pablo expresa las oraciones de todos los predicadores de justicia. Rogó, además, que tengamos “buena conciencia, deseando conducirnos bien en todo”. También el apóstol Pedro pidió que ese mismo rasgo estuviera presente en los santos que fueron llamados “de las tinieblas a su luz admirable”, y dio instrucciones sobre cómo conducirse: “Manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles.”

Las Escrituras modernas, como suele ser su norma, enseñan con toda claridad: “Y negocien honradamente todos los hombres… aun como os he mandado.”

De manera que, en las distintas generaciones y dispensaciones, se ha instruido a los hombres que ser honrados es uno de los requisitos para poder obtener la salvación. Recordemos que a nosotros se nos requiere vivir por “cada palabra que sale de la boca de Dios”. Así, el mandato de ser honrados es ineludible.

— Los de corazón honrado aceptan el evangelio

En una declaración oficial se ha escrito que José Smith y su hermano Hyrum fueron embajadores “de la religión de Jesucristo, que llegará a los corazones de los hombres honrados en todas las naciones”.

Los corazones de los hombres honrados están preparados para recibir las grandes verdades, porque están acostumbrados a la verdad. La luz de Cristo ha obrado en ellos, y están dispuestos para las revelaciones del Espíritu Santo. Habiéndose preparado para aceptar una parte de la verdad y la luz, ahora están listos para recibir una porción mayor.

A estos se les ha prometido: “Tendrás un don, si me pides con fe, con corazón sincero, creyendo en el poder de Jesucristo o en mi poder que te habla.”
“Recibirás conocimiento de cuantas cosas pidiereis en fe, con un corazón honesto.”

Puesto que aquellos que poseen la verdad del evangelio tienen el deber de llevarla a sus semejantes, una de las frases más comunes en las oraciones de los miembros de la Iglesia es que el Señor permita que sus misioneros sean conducidos a las puertas de los de corazón sincero. Rogamos ser guiados a ellos porque, en cierta medida, ya están preparados y reciben de buena gana el evangelio y sus verdades.

— Se debe buscar a los honrados

El Señor declara que el gobierno civil “es justificable” ante Él. Nos impone, además, la obligación de defender “la preservación de derechos y privilegios” dentro del “principio de libertad”, bajo dicho gobierno. Estas declaraciones implican una divina aprobación e impulso hacia lo que comúnmente se consideraría una mera obligación cívica. El Señor continúa:

“De modo que se debe buscar diligentemente a hombres honrados y sabios, y a hombres buenos y sabios debéis apoyar.”

Los miembros de la Iglesia tienen el deber de buscar a hombres honrados que protegerán celosamente los derechos y privilegios bajo el principio de la libertad. Así, la honradez se establece como norma para aquellos que aspiran a cargos públicos y de confianza.

— La honradez es un principio

La honradez es un principio, no un sistema. Uno no debe ser honrado porque le convenga, sino porque es la voluntad de Dios que lo sea, y porque es una de las características de Dios. Si uno busca la santidad, es necesario que emule estos rasgos divinos. Es una norma invariable: una persona es honrada o es fraudulenta. Si no aplicamos la honradez a nuestros tratos pequeños, somos tan ímprobos como el que defrauda en asuntos grandes. Nos guiamos o no nos guiamos por el principio.

— Seamos honrados con nosotros mismos

El gran escritor William Shakespeare, quien no tuvo igual en el entendimiento de la naturaleza humana, expresó esta verdad fundamental por medio de uno de sus personajes: “Contigo mismo sé honrado, y verás, que así como la noche sigue al día, ser falso a ningún hombre podrás.”

Como sucede con las diversas características de Dios, sus hijos heredan la propensión a estos rasgos mediante la luz de Cristo. Es por la aplicación de estos principios a sus propias vidas que los hombres llegan a ser dignos de llamarse hijos de Dios; y esa aplicación de la honradez debe empezar por uno mismo.