Capítulo 17
Cómo Obtener el Conocimiento que Salva
NATURALEZA DEL CONOCIMIENTO QUE SALVA
NO HAY SALVACIÓN SI SE IGNORA EL EVANGELIO. No ha habido época, me parece, en la historia del mundo en la que haya habido tanto conocimiento en manos de los hombres. Ciertamente el conocimiento ha aumentado y al mismo tiempo se nos manifiesta como verdadera la doctrina enseñada por Pablo en este dicho profético: los hombres están siempre aprendiendo, pero por lo visto nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad.
Nos hemos enterado de que se ha dicho que nuestro actual sistema de educación ha hecho a un lado al hombre. En realidad ha hecho más que eso. Lo ha transformado en un bruto señalándole como antepasado a una bestia en lugar de ubicarlo en la tribuna como un hijo de Dios, como su linaje, lugar que realmente le corresponde.
El Profeta dijo que el hombre no puede ser salvo en la ignorancia, pero… ¿en la ignorancia de qué? Dijo que el hombre no puede ser salvo en la ignorancia de los principios salvadores del evangelio de Jesucristo. Pocos de los grandes y poderosos, pocos de aquellos que forman y controlan los pensamientos del hombre hoy en día, van a encontrar la salvación en el reino de Dios. ¿Por qué? Porque no han encontrado el camino; ellos no andan en la luz de la verdad. Tal vez posean conocimiento, pero carecen de inteligencia.
La inteligencia es luz y verdad y se nos dice que quien posee inteligencia o la luz de la verdad, abandonará a aquel inicuo.
El hombre que tiene inteligencia adorará a Dios y se arrepentirá de sus pecados; buscará conocer la voluntad de Dios y querrá obedecerla…
Y bien, yo entiendo que el conocimiento es muy importante, pero hay una gran reserva de conocimiento en posesión de los hombres, la cual no los salvará en el reino de Dios. Lo que los hombres tienen que aprender son los principios fundamentales del evangelio de Jesucristo. Tienen que aprender a tener fe en Dios. Deben aprender a obedecerle. Tienen que aprender y vivir sus mandamientos y sus ordenanzas, y a menos que lo hagan, todo su conocimiento y sabiduría será de poco beneficio para ellos.
LOS SERES GLORIFICADOS FINALMENTE CONOCERÁN TODAS LAS COSAS. Ahora lo digo abiertamente: todo el conocimiento que el hombre pueda obtener en este mundo o más allá de este mundo, independientemente del Espíritu de Dios y de la inspiración del Todopoderoso, no lo llevará a la plenitud…
Del mismo modo sucederá con toda nuestra jactancia, con todo nuestro entendimiento, con todo el conocimiento que poseemos —y permitidme decir que este gran conocimiento que ha sido derramado sobre los hombres, y toda esta verdad, han venido de Dios— con todo ello, a menos que nos humillemos y nos pongamos en armonía con la verdad de su evangelio y busquemos la luz que viene mediante el Espíritu de Verdad —esa luz es Jesucristo— nunca obtendremos una plenitud de conocimiento.
Me doy cuenta de que, finalmente, en el caso de los que obtengan la exaltación y lleguen a ser hijos de Dios, que para ellos debe, en las eternidades, llegar el momento en el que conocerán todas las cosas. Deben conocer matemáticas; deben conocer todos los principios de la ciencia; deben estar preparados en todas las cosas —por instrucción, por estudio, por fe— para comprender estos principios de verdad eterna, aun como nuestro Padre Celestial las comprende; y a menos que los hombres se pongan en armonía con El y con su Espíritu y busquen la luz que viene mediante ese Espíritu, nunca alcanzarán la meta de perfección en estas cosas. Es, sin embargo, el conocimiento de los principios del evangelio lo que salvará a los hombres en el reino de Dios.
LA VERDAD DEL EVANGELIO ES MAYOR QUE LA VERDAD DE LA CIENCIA. El hermano Joseph F. Merrill nunca perdió de vista el reino de Dios. De todo lo que recibió en su entrenamiento secular, nada influyó en él contra las enseñanzas fundamentales del evangelio de Jesucristo. El aprendió a valorar la verdad. El supo que no toda verdad era de igual importancia, que algunas cosas eran de una importancia mucho mayor que otras. No importa cuán grande sea una verdad, o cuán importante sea para beneficio de la familia humana: no hay nada que se pueda obtener mediante la educación secular que pueda reemplazar al conocimiento del reino de Dios.
El hecho de que Jesucristo es el Hijo Unigénito de Dios y el Redentor del mundo, vale mucho más que todo lo que el hermano Merrill aprendió en relación con la electricidad, o las ciencias físicas, a pesar de su gran importancia; y él lo comprendió así.
Es maravilloso saber cómo están constituidos los átomos, así como saber cuántos elementos existen; pero ese conocimiento no llevará al hombre al reino de Dios, aunque sea —y lo es— importante.
Aprender a controlar la electricidad y ponerla al servicio del hombre para darle luz, energía y calor, y hacerla útil en otras aplicaciones, es muy importante; pero nunca lo será tanto en este mundo como el saber que el hombre debe arrepentirse y bautizarse para la remisión de sus pecados.
EL TESTIMONIO ES MÁS IMPORTANTE QUE LA INSTRUCCIÓN DEL MUNDO. El hermano Merill aprendió estas verdades, y para él, el reino de Dios y el camino hacia la vida eterna eran más importantes que todo el saber y la instrucción que recibió en los centros de estudio del país.
Yo me maravillo ante su energía. Aparentemente él nunca se cansaba; amaba la verdad, la verdad de la ciencia, pero más amaba las verdades del evangelio de Jesucristo.
Delante de sus hermanos se ha parado y ha expresado su testimonio de que Dios vive, de que Jesucristo es el Redentor del mundo, el Hijo Unigénito de Dios. El nos ha informado cómo es que obtuvo ese testimonio. El sabía que José Smith fue y es un Profeta de Dios, además sabía que el evangelio de Jesucristo ha sido restaurado y en todos los años de sus prácticas en física y en energía eléctrica nunca perdió de vista el reino de los cielos y siempre estuvo activo en algún cargo dentro de la Iglesia.
No todos los hombres, sabéis, pueden emprender cursos como los emprendidos por el hermano Merrill en los grandes centros de estudio de este país, y seguir fieles y leales a las enseñanzas fundamentales del evangelio de Jesucristo. Algunos de ellos fallan. Caen junto al camino. Dejan que las filosofías de los hombres desvíen su juicio. Dejan de orar. Comienzan a olvidar al Señor y antes de que se den cuenta, quedan fuera de contacto con las cosas de naturaleza espiritual, así pierden el Espíritu del Señor. Ningún hombre de esta Iglesia puede darse el lujo de tomar un curso que lo despoje de la guía del Espíritu Santo.
COMO OBTENER LUZ Y VERDAD DE PARTE DEL ESPÍRITU
CÓMO OBTENER UN TESTIMONIO. No hay razón en el mundo para que un alma no sepa dónde encontrar la verdad. Si el hombre se humilla y busca en espíritu de humildad y fe, dirigiéndose al Señor, así como el profeta José Smith se dirigió al Señor para encontrar la verdad, la encontrará. No hay duda al respecto. No hay razón en el mundo, si es que los hombres escuchan los susurros del Espíritu del Señor, y buscan tal como El quiere que busquen el conocimiento y entendimiento del evangelio de Jesucristo, para que no la encuentren; no hay razón, con excepción de la dureza de sus corazones y de su amor por el mundo. “Llamad, y se os abrirá.”
LOS INFIELES SON ENGAÑADOS FÁCILMENTE. Cuanto más nos acerquemos a Dios, cuanto más nos esforcemos por guardar sus mandamientos y más busquemos conocer su voluntad tal como ha sido revelada, estaremos menos propensos a ser arrastrados por cualquier viento de doctrina de parte de estos espíritus mentirosos que están al acecho para engañar y por los espíritus de los hombres. Seremos protegidos; y tendremos el poder de entender, de discernir la verdad del error; andaremos en la luz y no seremos engañados.
El hombre que es lento, el que es infiel, el que no se siente deseoso de obedecer los mandamientos del Señor en todas las cosas, se expone abiertamente al engaño, porque el Espíritu del Señor no está con él para guiarlo y dirigirlo y mostrarle el camino de la verdad y de la rectitud; y por lo tanto, surgen algunos errores y él los absorbe porque no puede entender ni comprender la diferencia entre la verdad y el error.
LA OBEDIENCIA ABRE LAS PUERTAS DEL CONOCIMIENTO DEL EVANGELIO. Se me ha preguntado qué evidencia tenemos de que hay vida después de la muerte. Un educador bastante conocido, recientemente declaró que no tenemos evidencia alguna de que hay vida después de la muerte física, porque nadie ha regresado jamás. Yo refuto esa declaración y digo que no es verídica.
La mejor evidencia que tenemos o que podemos recibir en cuanto a la vida eterna, de la resurrección o restauración del espíritu y del cuerpo después de la muerte, es la que viene mediante la obediencia al evangelio y del testimonio del Espíritu del Señor. No hay mayor evidencia que ésa.
El Salvador dijo: “Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta.”
Esa es una llave que abre la puerta al conocimiento de nuestra existencia eterna. Si los hombres siguen esa indicación, conocerán la verdad y comprenderán que Jesucristo es ciertamente el Hijo de Dios y el Redentor del mundo; que El se levantó de entre los muertos y que al tercer día de su muerte, un poco después de su resurrección, se mostró a sus discípulos. No solamente eso, sino que se abrieron las tumbas, tal como lo dicen las Escrituras: “Y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos.”
CLAVE PARA COMPRENDER LAS ESCRITURAS. Cristo también nos ha dado este consejo: “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.”
Además dijo esto: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.”
Y eso es lo que nos dicen las Escrituras. Ese es el testimonio de los discípulos del Señor. Juan, al escribir a los santos, declara en su primera epístola:
“Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él.”
Ahora digo que estos pasajes de las Escrituras integran una clave mediante la cual se descubren los misterios de la vida eterna. No hay necesidad de que hombre alguno ande en tinieblas o declare que no tiene evidencia alguna de la existencia de vida después de la muerte y de que nadie ha regresado jamás.
En lugar de ser la declaración de alguien sabio y conocedor, tal declaración es la de un ignorante. Todos podemos conocer la verdad; pues no estamos sin ayuda. El Señor ha hecho posible que cada hombre conozca la verdad mediante la observación de estas leyes y a través de la guía del Espíritu Santo, el cual es enviado con el propósito de enseñarnos cuando aplicamos esta ley, a fin de que conozcamos aquella verdad que nos hace libres. De modo que esta es la mejor manera de aprender la verdad de la inmortalidad y de la resurrección de los muertos.
SOLAMENTE MEDIANTE EL ESPÍRITU SE PUEDEN CONOCER LOS MISTERIOS DE DIOS. En el evangelio hay cosas que llamamos misterios. Un misterio, naturalmente, es una verdad que no entendemos. Todos los principios del evangelio y toda verdad pertinente a la salvación de los hombres, son sencillos una vez que se les comprende. Hasta que no la comprendamos, sin embargo, la verdad pura puede resultar un gran misterio para nosotros.
Las verdades del evangelio interesan más al espíritu, es decir, son discernidas espiritualmente. El hombre puede saber que algo es verdadero mediante la enseñanza del Espíritu, pero tal vez no pueda explicárselo a los demás. Esto posiblemente no esté de acuerdo con la manera de enseñar en el mundo moderno, pero, a pesar de ello, es verdadero. Las revelaciones dadas mediante el Espíritu del Señor a veces no pueden ser explicadas.
“Y no hay lengua que pueda hablar, ni hombre que pueda escribirlo, ni corazón de hombre que pueda concebir tan grandes y maravillosas cosas como las que vimos y oímos que habló Jesús; y nadie se puede imaginar el gozo que llenó nuestras almas cuando lo oímos rogar por nosotros al Padre.”
LOS MISTERIOS ESCONDIDOS SON CONOCIDOS POR LOS FIELES. El hombre más instruido de la tierra tal vez no pueda comprender las sencillas verdades del evangelio porque su alma no está a tono; no ha sido iluminada por el Espíritu del Señor. Por lo tanto, no puede ver y sentir el significado de estos principios. Ellos no pueden ser vistos sino mediante el toque del Espíritu Santo. Por esta razón, Alma le explicó a Zeezrom cómo se puede conocer la luz del evangelio. Dijo:
“A muchos les es concedido conocer los misterios de Dios; sin embargo, se les impone un mandamiento estricto de no impartir sino de acuerdo con aquella porción de su palabra que él concede a los hijos de los hombres, conforme el cuidado y la diligencia que le rinden.
“Por tanto, el que endurece su corazón recibe la menor porción de la palabra; y el que no endurece su corazón, lo es dada la mayor parte de la palabra, hasta que le es concedido conocer los misterios de Dios al grado de entenderlos por completo.
“Y a los que endurecen sus corazones les es dada la menor porción de la palabra, hasta que nada saben acerca de sus misterios; y entonces el diablo los lleva cautivos y los guía según su voluntad hasta la destrucción. Esto es lo que significan las cadenas del infierno.”
El Señor prometió a los santos que El les revelaría los misterios de su reino bajo ciertas condiciones, según leemos en Doctrinas y Convenios, sección 76:1-10. Estas verdades no pueden entenderse sino por la obediencia a la ley del evangelio sobre la cual se basa la recepción de este conocimiento. Por la misma razón fue que el Señor le dijo a Nicodemo: “El que no naciere de nuevo, no puede entrar en el reino de Dios.”
EL ESPÍRITU GUÍA HACIA LA PLENITUD DE LA VERDAD. Para entender lo espiritual el hombre debe tener discernimiento espiritual, esto es, la guía del Espíritu Santo. Por esta razón es que se nos confirma y recibimos el don del Espíritu Santo.
El Señor espera que usemos nuestras facultades y nos ha dado el razonamiento como patrón para medir la verdad bajo ciertas condiciones. En la búsqueda de la verdad del evangelio debe existir, principalmente, la enseñanza del Espíritu —el Espíritu hablándole al espíritu— y esto ocurre solamente mediante la obediencia a la ley del evangelio.
El hombre que no quiere “hacer la voluntad” tal vez busque eternamente, pero será en vano; ¡no podrá encontrarla! No se encontrará en la psicología, ni en la biología, ni en la sociología, a pesar de las otras verdades que haya allí. Al prestar oídos al Espíritu que guía hacia toda verdad, veremos que la verdad revelada es razonable y que concuerda con toda otra verdad.
Solamente mediante la ayuda del Espíritu Santo y a través de los principios del evangelio, finalmente, logrará el hombre alcanzar el conocimiento de toda verdad. En otras palabras, quienes no hagan concordar sus vidas en todo aspecto con la Vida Divina, quienes no ajusten su vida mediante la fe, el arrepentimiento y la obediencia a toda ley divina, nunca estarán en la posibilidad de comprender la verdad en su plenitud. Por lo tanto, solamente en el reino celestial se alcanzará la plenitud de la verdad.
Quienes no pongan su vida en armonía con el Padre y con el hijo, no podrán comprender las cosas de Dios. Para ellos son locura. Por esta razón tantos hombres instruidos fracasan en comprender el evangelio y enseñan teorías y filosofías que difieren de la verdad revelada que ellos no pueden comprender. Nos encontramos en la época en que la gente está “siempre aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad.”
LA VERDAD: NUEVA Y SEMPITERNA. Si amamos la verdad, nunca nos cansaremos de oírla. No importa cuántas veces oigamos expresar la verdad, si la amamos, siempre resultará nueva.
La verdad perdura. Siempre es nueva. Con el uso se torna más brillante. Cuanto más entramos en contacto con ella, más la amamos. Y este no es el caso con la mentira.
Toda institución educativa, no importa dónde se encuentre o cuál sea, debería estar enseñando la verdad eterna. Y todo lo que enseñe y que no esté de acuerdo con la verdad, dejará finalmente de ser. Además, todo lo que aprendemos a través de las experiencias de la vida, debería estar dirigido hacia la meta final de la eternidad…
El hombre que es guiado por el Espíritu Santo y que guarda los mandamientos de Dios, el que mora en Dios, tendrá el entendimiento más claro y el mejor juicio en todo momento, porque es dirigido por el Espíritu de la verdad. Y el hombre que confía en sí mismo, o en el conocimiento de otros hombres, no tendrá una visión tan clara como la que tendrá el que mora en la verdad y que es dirigido por el Espíritu Santo.
LA PLENITUD DE LA VERDAD SE OBTIENE SOLAMENTE A TRAVES DE LA IGLESIA. Ningún hombre puede recibir la plenitud de la verdad sino en el reino de Dios, en otras palabras: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días. Ningún hombre —no importa cuán amplia sea su instrucción, no importa cuánto estudie las cosas del mundo, no importa qué haga en las eternidades venideras— alcanzará la meta de perfección en la verdad o la plenitud de luz y entendimiento fuera del reino de Dios. Y cuando digo el reino de Dios, tengo en mente el reino celestial.
Permitidme leeros este versículo: “Y ningún hombre recibe la plenitud, a menos que guarde sus mandamientos. El que guarda sus mandamientos recibe verdad y luz, hasta que es glorificado en la verdad y sabe todas las cosas.” Y esa es la promesa que se nos hace como miembros de la Iglesia si andamos en la luz del Espíritu de Verdad, o el Consolador, y en la plenitud del evangelio de Jesucristo y guardamos los mandamientos de Dios.
No podéis obtener la plenitud en ninguna otra parte. Los hombres pueden buscar, estudiar, aprender, naturalmente muchas cosas; atesorar un gran cúmulo de información; pero nunca podrán llegar a la plenitud de la verdad y al brillo que se menciona en esta revelación a menos que sean guiados por el Espíritu de Verdad, el Espíritu Santo, y guarden los mandamientos de Dios.
EN LA RESURRECCIÓN APRENDEREMOS MÁS VERDADES. El hombre que busca a Dios y es guiado por el Espíritu de Verdad, o por el Consolador, y continúa en Dios, crecerá en conocimiento, en luz y en verdad, hasta que finalmente venga a él el día perfecto de luz y verdad.
Y bien, nosotros no obtendremos todo eso en esta vida. Es imposible que el hombre alcance esa meta en los pocos años de existencia mortal. Pero lo que aprendemos aquí, aquello que es eterno, aquello que es inspirado por el Espíritu de Verdad, continuará con nosotros más allá de la tumba, y entonces iremos adelante si es que continuamos en Dios, para recibir luz y verdad hasta que finalmente lleguemos a ese día perfecto.
LUGAR DEL RAZONAMIENTO EN LA BÚSQUEDA DE LA VERDAD. El razonamiento es bueno cuando se usa en forma inteligente. No hay principio del evangelio que no interese al raciocinio del hombre, pues cada principio del evangelio de Jesucristo es razonable, claro y fácil de entender con la ayuda del Espíritu de verdad. Pero el hombre no puede determinar, por la fuerza de su propio razonamiento, sin la ayuda del Espíritu de Dios, el poder y la gracia salvadora de los principios del Evangelio, ni esperar encontrar a Dios. ¡No puede hacerlo!
Aunque los principios del evangelio son razonables y podemos emplear el razonamiento en la discusión de todos ellos, y aunque toda verdad está en perfecto concierto con toda otra verdad —ya sea que la verdad fuere enseñada en filosofía, biología, sociología o en cualquier otra rama de la ciencia— debemos entender que es necesario andar por fe así como por vista en esto de descubrir la verdad. Esto también es cierto en cualquier campo de la investigación. No hay ningún estudio científico en el que los que se ocupan de él no tengan que andar por fe. Además, en toda esta consideración de los principios del evangelio y de la salvación de los hombres, no debemos perder de vista el hecho de que las cosas de Dios pueden ser conocidas solamente mediante la ayuda del Espíritu de Dios y no pueden ser discernidas mediante el espíritu del hombre.
Uno puede aprender más y acercarse más a la verdad prestando atención al testimonio de los siervos del Señor y dando oídos a las enseñanzas del Espíritu del Señor, que lo que se puede hacer siguiendo los mandamientos y las enseñanzas de los hombres que han recibido su entendimiento e instrucción en el espíritu y en la sabiduría del hombre.
PROBAD A LOS ESPÍRITUS. Nosotros debemos poner a prueba a los espíritus. Deberíamos probarlos para saber de qué fuente provienen.
¿Cómo vamos a poner a prueba a los espíritus y comprender cuáles son buenos y cuáles son malos a menos que nosotros mismos andemos en la luz? A menos que hayamos estado estudiando y considerando los principios del evangelio, seremos engañados. Si en nuestro corazón no hemos tenido el espíritu de oración, de fe, de humildad, y si no hemos sido obedientes a nuestro Padre Eterno, ¿cómo vamos a distinguir entre estos espíritus y descubrir cuáles vienen de Dios y qué viene del hombre o de alguna procedencia mala?.
No hay necesidad de que los hombres cierren los ojos y sientan que no hay luz, que lo único que necesitan es confiar en su propio razonamiento, pues la tendencia del Señor siempre ha sido la de dirigir, guiar y mostrar el camino. El ha enviado mensajeros de su presencia; El ha mandado revelación. Ha ordenado que su palabra sea escrita, que sea publicada, de manera que todos los hombres puedan conocerla.
ESCUDRIÑAD LAS ESCRITURAS
EL CONOCIMIENTO DEL EVANGELIO PRECEDE A LA OBEDIENCIA. En este mundo no hay nada de tanta importancia para nosotros como la obediencia al evangelio de Jesucristo. Escudriñemos las Escrituras. Aprendamos lo que el Señor ha revelado y pongamos nuestra vida en armonía con su verdad. Entonces no seremos engañados, sino que tendremos el poder de resistir el mal y la tentación. Nuestras mentes serán vivificadas y podremos comprender la verdad y discerniremos entre ella y el error. El hombre que no puede discernir entre la verdad y el error es el que no se ha mantenido en armonía con el Espíritu de Dios.
Como miembros de esta Iglesia se requiere que nos familiaricemos con lo que el Señor ha revelado, a fin de no ser desviados, pues el Señor ha dicho que hay muchos espíritus mentirosos en la tierra. Algunos de ellos son los espíritus de los hombres. Algunos son espíritus de demonios; pero El nos ha dado su Espíritu, si es que queremos recibirlo, y ese Espíritu dirige y nos guía en toda verdad. ¿Cómo vamos a andar en la verdad si no la conocemos?
ESTUDIEMOS TODO LO QUE HA SIDO REVELADO. Nosotros declaramos: “Creemos todo lo que Dios ha revelado, todo lo que actualmente revela, y creemos que aún revelará muchos grandes e importantes asuntos pertenecientes al reino de Dios.” Dada la evidencia de esto, es necesario que entendamos todo lo que ha sido revelado y también aquello que El está revelando ahora; de otro modo no estamos en contacto con su obra y no podemos conocer su voluntad concerniente a nosotros, pues no la comprendemos.
No hay excusa válida para que miembro alguno de la Iglesia manifieste ignorancia de los principios fundamentales del evangelio tal como están revelados y publicados para el beneficio del mundo, pues se nos ha llamado enfáticamente la atención en cuanto a ellos, y se nos ha mandado familiarizarnos con ellos tanto por el estudio como por la fe. Ellos están a nuestro alcance y al alcance de todos los demás.
Es indispensable, a fin de llevar a cabo la exaltación de los santos, que todos los miembros de la Iglesia se familiaricen, inteligentemente, con todo lo que el Señor ha revelado mediante sus siervos los profetas. Al hacerlo, llegan a conocer la voluntad de El y la razón de cada mandamiento que ha dado, y de esta manera aprenden a ser obedientes a las leyes y ordenanzas que han sido preparadas para nuestra salvación.
ES IMPOSIBLE SER SALVO EN LA IGNORANCIA. El Señor aborrece la inexcusable ignorancia relativa a los principios de vida del evangelio, lo cual, de cuando en cuando y desde el principio, lo ha declarado a un pueblo perverso mediante sus profetas elegidos, a fin de que todos los que se arrepientan y reciban la verdad puedan ser enseñados en todas las cosas que son esenciales para su educación en asuntos celestiales.
El Señor se siente muy complacido con sus hijos cuando ellos dedican su tiempo y energías al estudio y la reflexión, con el deseo de obtener el conocimiento perfecto de estos grandes principios y mandamientos, pues sin el conocimiento y la obediencia a ellos, no podemos ser salvos.
La promesa dada a todos los que reciban la luz de la verdad y mediante su búsqueda y obediencia se esfuercen para familiarizarse con el evangelio, es que recibirán línea por línea, precepto por precepto, un poquito aquí y un poquito allí, hasta que la plenitud de la verdad sea su porción; aun los misterios del reino les serán dados a conocer: “Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.” Todos estos son herederos de la salvación y serán coronados con gloria, inmortalidad y vida eterna como hijos e hijas de Dios, con exaltación en su reino celestial.
RAZÓN POR LA CUAL PABLO EXHORTÓ A LOS SANTOS A ESTUDIAR LAS ESCRITURAS. “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza.” Así el apóstol Pablo escribió en su epístola a los santos de Roma, con relación a los escritos inspirados de los profetas antiguos.
Además, a Timoteo le escribió: “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia.”
En razón de esto, él sostuvo que los santos de su época debían estudiar los escritos proféticos de los siervos del Señor, a fin de poder aumentar su conocimiento de los escritos sagrados y crecer en gracia delante del Señor, y en comprensión de los principios de la Iglesia, y así recibir consuelo en la esperanza de la salvación eterna…
DIFICULTADES PARA EL ESTUDIO EN LA IGLESIA PRIMITIVA. En la época en que Pablo escribió a Timoteo y a los santos de Roma, no había Biblias disponibles, dado que los libros que componen nuestras Sagradas Escrituras, no habían sido recopilados. Tampoco era posible encontrarlos en los archivos de cada una de las iglesias. Afortunados en verdad, eran los miembros de cualquiera de las ramas de la Iglesia, en esa época, que poseían un juego completo de los libros de Moisés, de los escritos de los antiguos profetas y cierto número limitado de epístolas de los apóstoles. Los cuatro evangelios no se habían escrito y los santos dependían casi completamente del testimonio de los testigos vivientes en cuanto a las enseñanzas del Hijo de Dios.
Los pocos libros que estaban en su poder, habían sido escritos a mano sobre pergaminos en forma de rollos. Estos, por lo general eran guardados celosamente y bien cuidados por los escribas o sacerdotes, los cuales encerraban tales escritos con celoso esmero dentro de los recintos sagrados de las sinagogas, donde no eran expuestos al público común ni se permitía que fuesen tocados por la mano del hombre.
ESTUDIOSOS DEL EVANGELIO ENTRE LOS SANTOS DE LA IGLESIA PRIMITIVA. El arte de imprimir era desconocido en aquella época y copiar los libros sagrados requería mucha paciencia, tiempo y habilidad, a fin de poderlos preparar para el uso en las sinagogas o lugares de reunión de la gente. Por lo tanto, el estudio de las Escrituras —cuando tenían la fortuna de poseerlas— por parte de la gente de aquella época, era, ciertamente, un gran privilegio.
La habilidad en el leer y escribir no era un hecho universal entonces, sino que estaba limitado casi exclusivamente a los escribas que copiaban los escritos sagrados, quienes eran considerados también como los intérpretes de la palabra sagrada, y a los sacerdotes y maestros que eran entrenados para ser instructores del pueblo.
Sin embargo, y a pesar de sus limitadas oportunidades, los santos recibieron el mandato, de parte de los apóstoles y del Señor, nuestro Redentor mismo, de familiarizarse con los escritos de todos los profetas; y a pesar de la gran dificultad bajo la que trabajaban, muchos de los santos antiguos llegaron a ser sumamente hábiles en el conocimiento del evangelio del Señor y celosos defensores de la palabra escrita.
CÓMO ATESORAR LA PALABRA DEL SEÑOR. Sería bueno que siguiéramos el consejo que el Señor nos ha dado que dice: “Y el que atesore mi palabra no será engañado”. Atesorar su palabra significa mucho más que leerla. Para atesorarla uno debe no solamente leer y estudiar, sino buscar en humildad y obediencia cómo aplicar los mandamientos dados, y ganar la inspiración que le impartirá el Espíritu Santo.
DEJAD A UN LADO LOS “MISTERIOS”. Deberíamos mantener nuestros pies firmes en el suelo y no levantarlos en pos de las cosas misteriosas y poco claras que el Señor aún no ha dado a conocer bien. ¡Hay tantas cosas importantes relativas a nuestros deberes y a nuestra salvación que han sido reveladas clara y positivamente! Es con ellas con las que deberíamos ocupar nuestro tiempo y a las cuales deberíamos prestar atención y estudio.
El comentario de los misterios y de los principios parcialmente revelados, puede esperar a la venida del Señor, pues entonces “él revelará todas las cosas —cosas que han pasado, y cosas ocultas que ningún hombre conoció; cosas de la tierra, mediante las cuales fue hecha y su propósito y estado final”.
Los principios fundamentales del evangelio —todo lo que tiene que ver con la salvación del hombre— son muy claros y pueden ser comprendidos aun por quienes son poseedores de una inteligencia común y corriente. Ocupar el tiempo para comentar preguntas inútiles que no tienen caso para nuestra salvación y que no tiene relación con los mandamientos y obligaciones requeridas de nosotros por el plan de salvación, es, por decirlo así, un pasatiempo inútil.
Tengamos la razón o no en el campo de los misterios, eso no afectará nuestros actos personales, ni tampoco nos glorificará ni nos condenará, siempre y cuando no nos obsesionemos con nuestras ideas ni nos desviemos por una tangente y nos destruyamos a nosotros mismos.
LAS RESPUESTAS DADAS EN EL EVANGELIO NO SATISFARÁN A TODOS. Comprendo que es imposible satisfacer a cada alma con relación a muchas interrogantes. El Salvador no pudo satisfacer a todos los que escucharon sus enseñanzas. Para muchos, El no era coherente: era amigo de publicanos y pecadores, bebedor de vino, sanaba a los enfermos mediante el espíritu de Beelzebú; algunas de sus costumbres, por ejemplo, mostraban desapego al ceremonial judío del lavamiento antes de comer, y, naturalmente, fueron condenadas.
Si nosotros buscamos el Espíritu del Señor para recibir su guía, en humildad, con “el corazón quebrantado el espíritu contrito”; no encontraremos muchas dificultades que no podamos vencer; los desacuerdos aparentes se desvanecerán y podremos ver la sabiduría del Altísimo en todo lo que El ha revelado.
























