Doctrina de Salvación Tomo 1

Capítulo 18

Enseñad el Evangelio


LEVANTAD LA VOZ DE AMONESTACIÓN

NUESTRAS DOS GRANDES RESPONSABILIDADES. La Iglesia tiene dos grandes responsabilidades, es decir, los miembros de la Iglesia tenemos dos grandes responsabilidades… Es nuestro deber personal predicar el evangelio mediante el precepto y el ejemplo entre nuestros semejantes. En la sección 88 de Doctrinas y Convenios se nos informa que aquellos que han sido amonestados están bajo la obligación de recibir el mensaje y también de amonestar a sus semejantes. 

Todos los seres humanos tienen derecho de escuchar el mensaje, de manera que esta responsabilidad de enseñar al mundo es de suma importancia. No podemos eludir esta obligación. El Señor declaró que su venida está a la mano y que El apresuraría su obra en justicia. Es nuestro deber, entonces, hacer todo lo que podamos y el Señor aportará para nuestra ayuda otros medios, además de los misioneros, para que su obra adelante y sus palabras se cumplan.

Hablo de esta responsabilidad en esta ocasión, por temor de que haya algunos que piensen que la obra que están haciendo es la gran obra de esta dispensación. Las personas que trabajan en la obra de la Sociedad de Socorro, en la Escuela Dominical y en el programa de la AMM, sienten que tienen grandes responsabilidades —y verdaderamente las tienen— pero nada más importante que predicar el evangelio al mundo.

La otra responsabilidad que recae sobre cada uno de nosotros es la de ocuparnos de nuestros difuntos.

PREDICAR A UN MUNDO INICUO. Bien, tenemos muchas deudas con el Señor. Existe el compromiso de predicar este evangelio a una generación inicua y perversa. Esas son palabras del Señor, de manera que no me acuséis de llamar inicuo al mundo. Lo es. Yo puedo testificar de eso por lo que he visto, y eso que de la maldad he visto solamente una pequeña porción, os lo aseguro.

Pero el mundo de hoy es inmundo, borracho y está saturado de tabaco. El mundo está lleno de inmoralidad; es un mundo caído. Ha sido un mundo caído desde que Adán fue expulsado del Jardín de Edén, y sin embargo, estamos en él y el Señor nos ha dado la misión de cooperar con El y ser sus agentes en este mundo, para regenerarlo tanto como sea posible. Nunca se logrará plenamente; por lo menos en lo que a nosotros concierne. Mediante nuestra prédica solamente, no vamos a salvar a muchas almas.

El Señor le dio el libre albedrío a los hombres. Ellos pueden decidir por sí mismos; pueden elegir hacer el bien o hacer el mal. El Señor dijo que los hombres aman las tinieblas en lugar de la luz porque sus obras son malas. Sin embargo, nuestra misión, repito, consiste —hasta donde nos sea posible— en re­generar, en llevar al arrepentimiento a cuantos hijos de nuestro Padre Celestial sea posible. Ese es uno de nuestros compromisos; es una obligación que el Señor ha puesto sobre la Iglesia, y más particularmente, sobre los quórumes del sacerdocio de la Iglesia, a la vez que es una obligación que corresponde a cada alma por separado.

Es deber de cada miembro de esta Iglesia predicar el evangelio por el precepto y por el ejemplo.

NUESTRO MENSAJE AL MUNDO. Nosotros somos testigos de la verdadLa misión de cada hombre que posee el sacerdocio en esta Iglesia es predicar a Cristo y a El crucificado. Ese es nuestro mensaje al mundo; y este mensaje es sumamente necesario ante las falsas doctrinas enseñadas por el poder de los hombres. En el momento en que los hombres se están apartando del Señor y tratan a la vez de encontrar la verdad eterna sin su ayuda, nuestra misión se torna tanto más urgente para llamar a los hombres al arrepentimiento y llevarlos a creer en la redención traída por la expiación del Hijo de Dios, cuya sangre fue vertida por los pecados del mundo.

Nuestro mensaje y nuestra misión ante el mundo es predicar esta verdad, establecer la fe en el corazón de la gente y esforzarnos para hacerla creer en Jesucristo como su Redentor y como el Hijo de Dios.

Los hombres aman las tinieblas hoy en día en lugar de la luz, tal como lo hacían en los días del Redentor. Están cegados contra la verdad y la justicia: no ven. Nuestra misión es proclamarlo.

AMONESTAD A LOS MALVADOS. Todos sabemos que el mundo está en dificultades por causa de la maldad. La gente de todas las naciones rechaza el evangelio y los juicios del Señor se han derramado sobre ella. Estos juicios continúan y continuarán si la gente no se arrepiente. El Señor ha dicho que El vendrá para poner en orden las cosas cuando la copa de la iniquidad esté llena. Los misioneros de la Iglesia han sido enviados para amonestar a la gente y para recoger de entre las naciones y de nuestra propia tierra, a todos los que estén deseosos de arrepentirse y de recibir el evangelio. También a ellos se les manda amonestar a los demás a fin de que puedan escapar de las calamidades y juicios que sin duda continuarán si la gente no recibe el evangelio.

Al ver cómo acecha el mal, cómo los peligros afrentan a la gente y especialmente a los Santos de los Ultimos Días, nuestro deber es levantar la voz de amonestación, no solamente en beneficio de los Santos de los Ultimos Días sino para amonestar a todos los hombres, pues nuestra misión es mundial y debemos advertir a todos los hombres, dándoles la oportunidad de arrepentirse, de servir al Señor y de guardar sus mandamientos si es que desean hacerlo. Si no lo desean, habremos salvado nuestra alma. En esa forma quedamos limpios de la sangre de esta generación. Ese es nuestro deber.

DEBERES DE LOS ATALAYAS. Nosotros somos vigías en las torres de Sión. El Señor ha puesto en nuestras manos responsabilidades grandes y maravillosas. No hay otros hombres en parte alguna de la tierra, no importa cuáles sean sus llamamientos, que tengan una responsabilidad igual a la que ha sido conferida sobre el sacerdocio de Dios. Estamos investidos de autoridad divina y hemos sido apartados como sus siervos y vigías sobre las torres de Sión.

Nuestro es el deber de enseñar, de guiar y dirigir a los miembros de la Iglesia en la senda de la rectitud. Nuestro es el deber de establecer ejemplos ante el mundo, de manera que los hombres al ver nuestras buenas obras, puedan glorificar a nuestro Padre Celestial y tengan fe y confianza en nosotros. Es nuestro deber el de advertir a todos los hombres, y el de esforzarnos en enseñarles la verdad, de manera que los que no quieran prestar atención queden sin excusa alguna.

PRESTAD ATENCIÓN A LA AMONESTACIÓN DE LAS AUTORIDADES DE LA IGLESIA. Las autoridades de la Iglesia tienen el deber de hablar por inspiración revelación. Si los miembros, o algunos de ellos, dejasen de prestar atención a las advertencias o de aceptar el consejo y la enseñanza que dan estos hombres que tienen autoridad —y especialmente el que tiene las llaves de la autoridad— aún así sigue siendo deber de estos hombres impartir esa enseñanza, aunque sientan que ésta no será aplicada. Y entonces la responsabilidad descansa sobre los hombros de los que sí escuchan. Y si ellos aún rehusan recibirla, el pecado queda sobre sus cabezas y tendrán que responder por él.

El Señor dijo: “Sea por mi propia voz, o por la voz de mis siervos, es lo mismo”. Yo leí lo siguiente en el prefacio de este maravilloso libro del que nos ha estado hablando el presidente Rudger Clawson:

“Y será revelado el brazo del Señor; y vendrá el día en que aquellos que no oyeren la voz del Señorni la voz de sus siervosni prestaren atención a las palabras de los profetas y apóstolesserán desarraigados de entre el pueblo”.

Aquellos miembros de esta Iglesia que critican y dicen que oímos mucho de esto y de aquello, y de este modo confiesan sus pecados, deberían prestar atención y arrepentirse, pues si rehusan aceptar los consejos que les son dados, entonces la responsabilidad de esa desobediencia es de ellos y tendrán que responder por ella.

PREPARAOS PARA DEFENDER LA VERDAD. Debemos prepararnos para defender la verdad y, como portadores del santo sacerdocio que fue restaurado con la apertura de los cielos y la imposición de manos de parte de mensajeros santos enviados desde la presencia del Señor, estar preparados para proteger a los miembros de la Iglesia contra los artificios que se emplean en oposición al evangelio, para reconciliar a nuestros miembros que no están suficientemente informados y que carecen del testimonio permanente que la fidelidad y la obediencia aseguran a cada alma.

Silenciosa e insidiosamente, y con cierto temor a causa de la difusión de la verdad, se está emprendiendo la guerra en contra de la restauración de la verdad divina.

LA ENSEÑANZA EN LA IGLESIA

REQUISITOS PARA LOS MAESTROS DE LA IGLESIA. El aspecto educativo es uno de los de mayor importancia. No podemos calcular adecuadamente su valor cuando la enseñanza es emprendida en forma apropiada; ni tampoco conocemos el alcance del mal que puede resultar si se hace en forma equívoca. Ya sea en las escuelas de la Iglesia, en los seminarios, en las organizaciones auxiliares, o en los quórumes del sacerdocio, el mayor requisito demandado a un maestro es que tenga fe en los principios del evangelio; que crea en los principios de la verdad revelada tal como nos han llegado mediante profetas inspirados de nuestro tiempo y de tiempos antiguos; y que ejerza su privilegio como maestro en el espíritu de oración y de fe.

Estoy en completo acuerdo con el mandamiento tal como está escrito en esta revelación. A menos que el hombre tenga conocimiento de la verdada menos que tenga fe en la palabra del Señor y en su podery a menos que sea guiado por el Espíritu del Señorno debe enseñar. Se nos ordena “atender diligentemente las palabras de vida eterna”. Pues, “viviréis de toda palabra que sale de la boca de Dios. Porque la palabra del Señor es verdad; y lo que es verdad, es luz; y lo que es luz, es Espíritu a saber el espíritu de Jesucristo”.

PARA LOS MAESTROS, LA FE ES DE MAYOR VALOR QUE LA INSTRUCCIÓN. En esta época de privilegios educacionales maravillosos y de las extensas oportunidades para obtener conocimiento, tal como el mundo lo entiende, posiblemente sintamos que lo máximo que se puede requerir de un maestro es que posea una vasta educación. Es esencial que los hombres que tienen la responsabilidad de enseñar, sean instruidos; que tengan un conocimiento general; pero no importa cuál sea la instrucción o entrenamiento del hombrelos títulos que poseasi no tiene fe en el evangelio de Jesucristoy si no ha recibido un testimonio de parte del Espíritu del Señor en cuanto a la verdad divina que ha sido reveladano está calificado para enseñar en ninguna organización de la Iglesia.

Temo que a veces los que sirven como obispos y presidentes de estaca, o en otros puestos directivos, no le den importancia a este hecho y en la elección de maestros para clases, instructores, o para cualquiera otro cargo, piensen en la educación de los individuos en la forma en que sería considerada por el mundo y olviden la educación espiritual y doctrinal que es la más importante.

No se debe llamar a alguien principalmente por su preparación en los estudios, ni por sus logros educacionales, sin tener en consideración su humildad, su fe y su integridad hacia la causa de la verdad que se supone que representará. Este entrenamiento no se recibe mediante el estudio de la ciencia, arte o literatura, sino mediante la oración y la fe, mediante los susurros del Espíritu del Señor. No se puede recalcar más la declaración de que el hombre o la mujer sin fe en el evangelio, tal como ha sido revelado en la época en la cual vivimos, no debe enseñar. El Señor ya lo ha expresado enfáticamente.

VALOR DE LAS ALMAS QUE YA ESTÁN EN LA IGLESIA. La época en que vivimos es muy importante, y nuestro mensaje y autoridad en el mundo son lo más importante que hay. Las almas de los miembros de la Iglesia son tan preciosas a la vista del Señor como lo son las de los que viven en el mundo y a quienes nuestros misioneros van con el plan de salvación. De hecho, si es que hay que hacer una elección, el alma que ya está en la Iglesia, un alma que sea del convenio, es un poquito más cara para el Padre, si ello es posible, que la que está afuera. Naturalmente, el Señor no hace acepción de personas y todas las almas son preciosas a su vista, pero, sin dudaEl ama a aquellos que obedecen su voz y que están anhelosos de andar en su verdadmás que a los que no lo hacen.

Deberíamos dedicar nuestro tiempo, y darle diligente atención, a la instrucción de los miembros de la Iglesia. Los maestros llenos del espíritu del Señor y que han probado ser leales, deben ser llamados a estos cargos, y aquellos que no han sido probados en ese sentido, no deben ser llamados para enseñar a los miembros.

¿Qué habremos ganado si usamos nuestro tiempo y medios para predicar en el mundo, y ganar conversos para el evangelio, si ante la juventud de las estacas y barrios colocamos maestros que destruyen en el corazón de los jóvenes la fe en el mensaje divino que se nos ha confiado?

EL TERRIBLE PECADO DE DESVIAR DE LA VERDAD A LAS ALMAS. ¡Cuán cuidadosos tienen que ser nuestros instructores en nuestras escuelas, institutos, seminarios, clases del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares, a fin de preservar la verdad revelada desde los cielos! ¡Cuánto cuidado debemos tener para no enseñar lo falso y desviar a las almas hacia sendas que llevan a la muerte y alejan de la exaltación en el reino de Dios! “Y se os dará el Espíritu por la oración de fe; y si no recibiereis el Espírituno enseñaréis”, ha dicho el SeñorNo hay mayor delito en todo el mundo que enseñar doctrinas falsas y desviar a los desprevenidosapartándolos de las verdades eternas del evangelio.

Todos, cada alma, vamos a ser juzgados de acuerdo con nuestras obras. A menudo he considerado mi lugar y responsabilidad en esta Iglesia. ¡Qué cosa tan espantosa sería andar enseñando algo que no fuera verdadero! Creo que el delito más grande en todo este mundo es apartar de los principios verdaderos a los hijos de Dios. Hoy en día, vemos en el mundo filosofías de distinta clase, tendientes a destruir la fe en Dios, y en los principios del evangelio. ¡Qué cosa tan terrible es esa!

El Señor dice que si trabajamos todos nuestros días y salvamos aunque fuere una sola alma, grande será nuestro gozo con ella; por otra parte, ¡cuán grande será nuestro pesar y nuestra condenación si mediante nuestros actos llegamos a desviar de la verdad a un alma!

Quien ciega a un alma, quien esparce error, quien destruye la verdad divina mediante sus enseñanzas, ¡cuán grande será su condenación y su castigo en la eternidad! La destrucción de un alma es la destrucción de lo más grande que ha sido creado.

LOS SANTOS TIENEN SED DE CONOCIMIENTO DEL EVANGELIO. La experiencia me ha enseñado que la gente de la Iglesia tiene hambre de temas del evangelio. Creo que está “harta” de filoso­fía y de ideas éticas y está clamando por cosas fundamentales como el evangelio de Jesucristo.

En todo el país se ha levantado un grito de proclama sobre que las iglesias están vacías; los púlpitos están abandonados; las casas de adoración se han puesto en venta, o se están transformando en edificios para otros propósitos. Ministros que profesan ser cristianos se ponen de pie delante de sus congregaciones y sin rubor alguno confiesan que no tienen fe en la misión divina de Jesucristo. Lo aceptan meramente como un gran maestro de moral y ética, pero no como el hijo Unigénito de Dios.

CUANDO NO SE ENSEÑA LA VERDAD VIENE LA APOSTASÍA. La educación moderna declara que nunca hubo cosa alguna como la caída del hombre, sino que las cosas siempre han ido por el mismo camino en este mundo. Aquí, se dice, la muerte y las mutaciones siempre han existido como condiciones naturales en la tierra y en todas partes del universo prevalecen las mismas leyes. Se declara que el hombre ha ascendido al sobresaliente lugar que ahora ocupa, a través de incontables etapas de desarrollo que gradualmente lo han diferenciado de formas inferiores de vida.

Esa doctrina necesariamente descarta la historia de Adán en el Jardín de Edén, y la considera un mito que hemos recibido de una época anterior de ignorancia y superstición. Además, se enseña que como la muerte siempre ha existido y es una condición natural que prevalece en todo el espacio, no cabe la posibi­lidad de que haya una redención natural que prevalece en todo el espacio, no cabe la posibilidad de que haya una redención de la transgresión de Adán, y por lo tanto se infiere que no hubo necesidad de un Salvador para este mundo caído.

¿Es sorprendente, bajo tales circunstancias, que las iglesias estén vacías, que más de la mitad de la población de este país se haya tornado indiferente —si no es que antagónica— a la religión? y ésta también es la plena realidad de lo que sucede en otras naciones.

No es posible tomar la actitud que destruye la fe en Dios y que arroja dudas sobre su obray luego recibir la benéfica guía de su Espíritu. La gente ha transferido su lealtad de los lugares de adoración a los lugares de diversión, y todos los hombres saben que mucho de lo que se recibe en esos lugares es de un carácter poco edificante, cuando no de mal gusto.

ENSEÑAD A VUESTROS HIJOS

LOS PADRES DEBEN ENSEÑAR A SUS HIJOS. Los padres serán responsables de las acciones de sus hijossi han fracasado en enseñarles mediante el ejemplo y el precepto.

Si los padres han hecho todo lo que está a su alcance para enseñar a sus hijos correctamente mediante el ejemplo y el precepto, y los hijos luego se desvían, no se tendrá por responsables a los padres y el pecado recaerá sobre los hijos.

El Padre nunca ha renunciado a su derecho sobre los hijos nacidos en este mundo. Ellos siguen siendo sus hijos. El los ha puesto al cuidado de padres mortales, con la advertencia de que sean criados en luz y verdad. La responsabilidad primera y fundamental, descansa sobre los padres, y ella implica que deben enseñar a sus hijos en la luz y en la verdad.

LA IGLESIA DEBE ENSEÑAR A LOS HIJOS. Este mandamiento no excluye ni le niega a la Iglesia el privilegio de ocuparse de los hijos y de ayudar a prepararlos. Por esta razón en la Iglesia tenemos las organizaciones dadas por inspiración y mandamiento del Señor. Sobresale entre estas organizaciones para la enseñanza de los hijos, la Unión Deseret de Escuelas Dominicales, la cual ha logrado efectuar en el pasado una obra maravillosa al enseñar a los miembros de la Iglesia. Los padres deben aprovechar los servicios de esta gran organización en la educación de sus hijos.

Hay dos aspectos de vital importancia en este adiestramiento impartido a nuestros hijos en la Iglesia: primeramente, ver que no haya en las lecciones, nada que no sean los principios establecidos y fundamentales; en segundo lugar, que únicamente quienes estén llenos del Espíritu del Señor y tengan testimonio de la verdad sean llamados para impartir las clases.

Nuestra gran organización de la Mutual ha adoptado como lema: “La gloria de Dios es la inteligencia”, y algunas veces he llegado a lamentar que se hayan detenido ahí, pues hemos estado enseñando a la gente que la gloria de Dios es la inteligencia, e interrumpimos la cita a la mitad, y posiblemente se originen algunos malentendidos con ello. Pero el Señor continúa y dice: “o en otras palabras, luz y verdad.” De manera que si criamos a nuestros hijos en luz y verdad, ellos no tendrán mucha dificultad para vencer al maligno, porque la luz y la verdad lo apartarán y él no soporta estar junto a la luz y a la verdad.

ENSEÑAD POR EL PRECEPTO Y POR EL EJEMPLO EN EL HOGAR. En el hogar debe haber oración, fe, amor y obediencia. Es deber de los padres enseñar a sus hijos los principios salvadores del evangelio de Jesucristo, de manera que ellos sepan el por qué se les bautiza y de manera que sus corazones reciban la impresión y el deseo de seguir obedeciendo los mandamientos de Dios después de ser bautizados, a fin de que puedan volver a su presencia.

¿Queréis, mis hermanos y hermanas, a vuestras familias, a vuestros hijos? ¿Queréis ser sellados a vuestros padres y madres que os precedieron? ¿Deseáis tener perfeccionada esta unidad familiar cuando vosotrossi se os permiteentréis en el reino celestial de Dios? Si es así, entonces debéis comenzar a enseñar desde la cuna. Debéis enseñar tanto por el ejemplo como por el precepto. Debéis arrodillaros en oración junto a vuestros hijos. Debéis enseñarles en toda humildad acerca de la misión de nuestro Salvador, Jesucristo. Vosotros mismos tenéis que enseñarles el camino y así el padre que enseña el camino a su hijo no le dirá:

“Hijo, ve a la Escuela Dominical, o ve a la Mutual, o a la reunión del sacerdocio”, sino que le dirá: “Ven, ven conmigo.” El enseñará mediante el ejemplo.

LOS PRINCIPIOS DEBEN SER ENSEÑADOS EN EL HOGAR. La oración familiar debe ser hecha en el hogar. En la mañana cuando la familia se levanta al iniciarse el día, el padre reunirá a su familia, se arrodillará en oración y dará gracias por sus bendiciones. En la noche, reunirá nuevamente a todos y en unidad familiar se arrodillarán para orar; y todas estas cosas serán enseñadas en el hogar, pues queremos que el hogar permanezca intacto. No queremos que se destruya cuando hayamos pasado al otro lado.

¿Estáis enseñando a vuestros hijos estas verdades, hermanos míos? ¿Estáis instruyéndolos de manera que cuando ellos se casen, quieran ir a la casa del Señor? ¿Les estáis enseñando de tal manera que ellos deseen recibir la gran investidura que el Señor tiene guardada para ellos? ¿Habéis grabado en ellos el hecho de que pueden ser sellados como esposos y esposas a fin de recibir todo don y toda bendición que corresponde al reino celestial y que de esta forma ellos pueden llegar a ser hijos e hijas de Dios? ¿Y les habéis declarado aquella gran verdad de que si no se casan por tiempo y eternidad saldrán en la resurrección solos y separados, para ser siervos de los que pertenezcan a la familia de Dios? ¿Habéis hecho eso? ¿Lo estáis haciendo?

PREPARAD EL CAMINO PARA LOS MAESTROS ORIENTADORES. Como miembros de la Iglesia hay mucho que podemos hacer sin necesidad de que nuestros instructores nos enseñen. El Señor espera que así obremos. No debería ser necesario que los maestros vengan a mi casa a enseñarme la ley de los diezmos. No debería ser necesario que vengan a mí y a mi familia para enseñarnos la Palabra de Sabiduría. No debería ser necesario que nos visitasen para enseñarnos acerca de la necesidad de orar, o de ayunar, o para enseñarnos cualquiera de estos principios sencillos y fundamentales del evangelio.

Nosotros deberíamos conocer lo suficiente de aquello que constantemente se nos ha enseñado y tener el conocimiento y la comprensión natural de las Escrituras según somos guiados por el Espíritu del Señor, para hacer estas cosas sin ser enseñados o mandados, aparte de seguir los mandamientos tal como apare­cen en ellas.

Aunque es necesario, naturalmente, que los maestros visiten los hogares de la gente para ver que no haya iniquidad en la Iglesia, ni maledicencia, ni críticas, ni envidias, ni querellas, y que todos los miembros cumplan con su deber; digo que deberíamos vivir de tal manera que cuando ellos vengan a nosotros para enseñarnos, podamos decirles con la conciencia tranquila que estamos efectuando estas labores y aceptando estos principios con el deseo sincero de glorificar a Dios. Siento que este es nuestro deber como miembros de la Iglesia.

DEBERÍAMOS APRENDER POR NOSOTROS MISMOS. No debería ser necesario que continuamente seamos enseñados y amonestados en estas sencillas verdades del evangelio de Jesucristo. Deberíamos prepararnos de tal forma mediante el estudio y la fe, a través de la obediencia a la ley del evangelio, concurriendo a las reuniones y cumpliendo con nuestros llamamientos en términos generales, como para saber qué espera de nuestras manos el Señor, sin necesidad de que alguien nos lo tenga que decir.

El Señor ha prometido que vendrá el tiempo en que cada hombre será su propio maestro, esto es, cada uno sabrá qué hacerpor causa de su recto vivir. El hombre estará tan lleno del Espíritu del Señor, que será guiado y dirigido a hacer lo bueno sin necesidad de que alguien vaya a su casa para ponerla en orden. Hoy es el tiempo indicado para que comencemos.

Que cada hombre ponga en orden su casa y vea que su familia aprenda los principios del evangelio de Jesucristo; que los hombres se abstengan de usar bebidas alcohólicas, te, café, tabaco y otros estimulantes y narcóticos que tienden a destruir el organismo en lugar de edificarlo. Que enseñen en sus hogares a tener fe en Dios, ya que todos sabemos que es necesario que entre la gente sea enseñada la fe.

PONED A PRUEBA LA VERACIDAD DE TODAS LAS ENSEÑANZAS

DEFECTO DE LA EDUCACIÓN DE NUESTRA ÉPOCA. La educación de nuestra época consiste en su mayor parte en un conocimiento sin inteligenciao sin luz y verdadPor necesidad es asíy gran parte del conocimiento está mezclado con el error donde la fe en Dios y en sus revelaciones es eliminadaquedando como únicas guías las conclusiones frías y yermas de la mente y la razónTal tipo de educación conduce hacia la muerte espiritualno a la vida espiritual.

Lamento sobremanera que los cursos de estudio en las escuelas públicas, en los colegios y demás centros de educación del país, estén en conflicto con las verdades fundamentales de la fe cristiana; y, por parte mía, deseo expresar mis sentimientos y declarar que los considero un ultraje contra la libertad de la gente cuando se nos niega el privilegio de enseñar los principios de verdad eterna en el campo de la religión; cuando se nos niega el privilegio de orar a nuestro Padre Celestial en las escuelas o referirnos al Ser Supremo por el temor de ofender a alguien; al mismo tiempo que se permite a los instructores impartir aquello, en las escuelas, que los maestros profesan y declaran que están en conflicto con los principios fundamentales de la fe en la que yo creo al igual que miles de otros en este país y en otras naciones de la tierra que la acepten como verdad divina.

FICCIÓN CIENTÍFICA MODERNA. El mundo está lleno de filosofía. Un escritor inteligente y reconocido ha calificado de “ficción científica” a estas teorías. Creo que tiene razón. Tenemos las teorías de la evolución, de la crítica elevada, las ideas que prevalecen en los centros de estudio de la tierra y que son peligrosas; que atacan los principios fundamentales del evangelio de Jesucristo, que tratan de destruir la fe en la mente de los alumnos que concurren a las escuelas. Encontramos algo de esto aquí en nuestro estado de Utah; los centros universitarios de los Estados Unidos están invadidos por ello, y los profesores lo enseñan; creen en eso, por lo menos declaran que lo creen. Y a mí me parece que el único propósito de todo esto es minar y destruir al evangelio de Jesucristo.

Quiero decir a los Santos de los Ultimos Días que tenemos el deber de aplicar nuestra fe a la palabra revelada de Dios, de aceptar aquello que ha venido mediante inspiración, a través de la revelación, a sus siervos los profetas, tanto antiguos como modernos. Y siempre que encontréis cualquier doctrinacual­quier ideacualquier expresión proveniente de la fuente que seaque esté en conflicto con aquello que el Señor ha revelado y que se encuentra en las Santas Escrituraspodréis tener la seguridad de que es falso; y deberéis dejarlo a un lado y permanecer firmemente erguidos sobre la verdad en oración y fe, dependiendo del Espíritu del Señor para recibir conocimiento y sabiduría concernientes a estos principios de verdad.

EL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL ES SUPERIOR A CUALQUIER OTRO. Si andáis en la luz y recibís los principios de nuestro redentor, El os concederá, mediante la inspiración del Espíritu del Señor, un testimonio de la verdad. No hay necesidad de que andéis en tinieblas ni en la duda, sino que podéis tener una comprensión clara y precisa, y un entendimiento de la verdad, la cual os hará libres. Nuestro deber consiste en buscar al Señor, obedecer sus leyes, guardar sus mandamientos, apartarnos del atolondramiento, de las tonterías y de las teorías, nociones y filosofías falsas del mundo, y aceptar de todo corazón y en humildad estos principios dados por Dios, que nos traerán la vida eterna en el reino celestial.

No hay conocimientoni ciencia que pueda compensar al individuo por la pérdida de su creencia en el cielo y en los principios salvadores del evangelio de Jesucristo. La instrucción que aparta al hombre de estas verdades fundamentales, no puede resarcirlo de la gran pérdida en lo espiritual.

LA IGLESIA ES JUZGADA POR PRINCIPIOS AUTORIZADOS. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días no es responsable de las palabras y hechos de cualquier individuo que entre en conflicto con lo que ha sido recibido como una norma mediante la cual la Iglesia es gobernada. Nosotros debemos ser juzgados por nuestros principios autorizados y por nuestros hechos, y no por las inclinaciones o conceptos de los hombres. Pero los ministros de la iglesia Reorganizada desde el principio no han querido permitirnos permanecer en estos principios, sino que insisten en que nosotros estamos en la doctrina que sólo ellos nos han preparado.

La Biblia, el Libro de Mormón, Doctrinas y Convenios y la Perla de Gran Precio, incluyendo los Artículos de Fe, han sido recibidos por el voto de la Iglesia en conferencia general como los libros canónicos de la Iglesia. Esta es nuestra doctrina. La Iglesia no es responsable de los comentarios hechos por élder algunoni de los numerosos libros que han sido escritos. Los autores de las palabras o de esos libros, deben ser responsables de sus propias declaraciones.

TODAS LAS ENSEÑANZAS DEBEN CONCORDAR CON LAS REVELACIONES. No se debe suponer por esto que todo lo que ha sido escrito fuera de los libros canónicos de la Iglesia sea rechazado o dejado a un lado, pues estas cosas son provechosas como ayudas en el gobierno de la Iglesia, así como para fomentar la fe en los miembros. La idea es ésta: si en estos libros hubiera errores, “son los errores de los hombres”, y la Iglesia, como organización no debe tenerse por responsable de ellos, sino que lo será de aquello que de cuando en cuando es recibido mediante el voto de la Iglesia, y según viene a través del Presidente del Sumo Sacerdocio. Cuando el Señor revela su intención y voluntad, es para que sea recibida, “sea por mi propia voz, o por la voz de mis siervos, es lo mismo”, pero no debemos ser juzgados por dichos o hechos desautorizados.

Si yo dijese algo contrario a lo que está escrito y aprobado por la Iglesia en general, nadie está bajo la obligación de aceptarlo. Todo lo que yo diga y todo lo que cualquier persona diga, debe concordar con aquello que el Señor ha revelado, o si no ser rechazado.

CLAVE PARA JUZGAR LA VERDAD DE TODAS LAS ENSEÑANZAS. Si los miembros de la Iglesia tuviesen más confianza en la palabra del Señor y menos en las teorías de los hombres, andarían mejor. Os daré una clave para vuestra guíaCualquier doctrinavenga en nombre de la religióncienciafilosofía o venga de donde vengaque esté en conflicto con las revelaciones que han sido aceptadas por la Iglesia como provenientes del Señorfracasará.

Tal vez parezca muy plausible; tal vez os sea propuesto en una forma en la que no podáis responder; tal vez os parezca establecido por una evidencia incontrovertible; pero todo lo que tenéis que hacer es aguardar. El tiempo se encargará de nivelar todas las cosas.

Encontraréis que toda doctrinatoda teoría y todo principiono importa cuán grande parezca serno importa cuán universalmente sea aceptadosi no está de acuerdo con la palabra del Señorperecerá. Ni tampoco será necesario que nosotros estiremos la palabra del Señor para hacerla acomodarse a estas teorías y enseñanzas. La palabra del Señor no pasará sin ser antes cumplida.

Comprendo que todos somos débiles, y a veces tal vez sobrepongamos interpretaciones falsas muy por encima de la palabra escrita, pero las revelaciones son tan claras en relación a Adán, a la Caída, la Expiación, la Resurrección, la redención de la tierra, cuando nuevamente será proclamada “buena”, y tantas otras cosas que caen bajo el anatema de la enseñanza moderna, que no tenemos ninguna necesidad de desviarnos. Las teorías de los hombres cambian de día en díaMucho de lo que ahora se enseña mañana quedará descartadopero la palabra del Señor perdurará siempre.