Capítulo 10
Salvación para los que aun Viven
NO HAY UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD PARA LA SALVACIÓN
HOY ES EL DÍA DE NUESTRA SALVACIÓN. Nuestras Escrituras son muy explícitas en relación a los requisitos pedidos a los hijos e hijas de Dios. Los que venzan todas las cosas serán coronados como hijos e hijas de Dios y miembros de la Iglesia del Primogénito.
El Libro de Mormón nos enseña: “porque he aquí, hoy es el tiempo y el día de vuestra salvación… esta vida es cuando el hombre debe prepararse para comparecer ante Dios; sí, el día de esta vida es el día en que el hombre debe ejecutar su obra.” Estas personas a las que Amulek hablaba, habían oído la verdad y no ignoraban del todo el plan de salvación, puesto que habían apostatado de la Iglesia. De manera que él les declaró que éste era el día en que debían arrepentirse y volverse a Dios o se perderían.
El Señor, en su misericordia, otorga a cada alma el privilegio del arrepentimiento y las bendiciones del evangelio. Si los hombres no reciben este privilegio aquí, lo recibirán en el mundo espiritual, pues éste deberá llegar a todos. Si lo rechazan aquí, tal vez no reciban de la plenitud en la eternidad.
LOS QUE AÚN TIENEN UN TIEMPO FUTURO DE SALVACIÓN. El 21 de enero de 1836, José Smith recibió la siguiente revelación: “Todos los que han muerto sin el conocimiento de este evangelio, que lo habrían recibido si se les hubiese permitido quedar, serán herederos del reino celestial de Dios; también todos aquellos que de aquí en adelante murieren sin saber de él, que lo habrían recibido de todo corazón, serán herederos de ese reino; pues yo, el Señor, juzgaré a todos los hombres según sus obras, según el deseo de sus corazones.”
¡Qué maravilloso rayo de luz se refleja aquí acerca del tema de la redención del hombre! Si José Smith no hubiera contribuido en el mundo con ninguna otra cosa aparte de la restauración de esta verdad divina, ésta habría sido suficiente para señalarlo como uno de los más grandes benefactores de la raza humana.
Uno de los aspectos más significativos de esta revelación, y que debe ser recordado, es el hecho de que el Señor no dijo que todos los muertos tendrán derecho a estas bendiciones en el reino celestial, si escucharen el evangelio en el mundo espiritual, sino solamente a los que habrían recibido el evangelio si se les hubiera dado la oportunidad en esta vida mortal. El privilegio de la exaltación no se dará a aquellos que habiendo tenido la oportunidad de recibir a Cristo y de obedecer su verdad, la hayan rechazado.
LA OFERTA DE LA SALVACIÓN ES HECHA AQUÍ O EN EL MUNDO ESPIRITUAL. La justicia del Señor queda de manifiesto en el derecho que concede a todos los hombres: derecho de oír el plan de salvación y de recibirlo. Algunos tienen ese privilegio en esta vida; si obedecen el evangelio, bien; si lo rechazan, entonces en el mundo espiritual las mismas oportunidades, con la misma plenitud, no les serán dadas.
Si mueren en esta vida, sin esa oportunidad, esta misma les será dada en el mundo de los espíritus. Allá el evangelio les será declarado, y si están deseosos de aceptarlo, se les toma en cuenta como si lo hubieran recibido en la mortalidad. De esta manera, la justicia se extiende a cada hombre; todos son puestos en igualdad delante del tribunal de Dios.
Los que tienen la oportunidad aquí, aquellos a quienes es declarado el mensaje de salvación, los que son enseñados y han recibido esta verdad en esta vida —y sin embargo la niegan y rehusan recibirla— no tendrán un lugar en el reino de Dios. No estarán con aquellos que mueren sin ese conocimiento y que sin embargo lo aceptan en el mundo espiritual.
ALGUNAS PERSONAS NO SON ELEGIBLES PARA LA SALVACIÓN VICARIA. Hay en este mundo demasiadas personas que han escuchado el mensaje del evangelio y que piensan que pueden continuar hasta el fin de esta vida mortal viviendo como les plazca, y luego aceptar el evangelio después de la muerte, confiando en que sus amigos efectuarán por ellas las ordenanzas que por sí mismas no efectuaron, y que finalmente recibirán las bendiciones en el reino de Dios. Esto es un error.
En esta vida los hombres tienen el deber de arrepentirse. Todo hombre que escucha el mensaje del evangelio está bajo la obligación de recibirlo. Si no lo hace, entonces en el mundo espiritual será llamado a recibirlo, pero se le negará la plenitud que vendrá a quienes en su fidelidad han sido justos y fieles, sea en esta vida o en el mundo de los espíritus.
LA SEGUNDA OPORTUNIDAD LLEVA AL REINO TERRESTRE. Además, aprendemos que quienes rechazaron el evangelio al serles ofrecido en los tiempos antiguos, pero que luego aceptaron “el testimonio de Jesús” en el mundo de los espíritus cuando les fue declarado, y que fueron hombres honorables en la tierra, están asignados a la gloria terrestre, no a la celestial.
Además, se nos informa que los malvados de la tierra que no se arrepienten en esta vida y que no reciben el evangelio, serán asignados al reino telestial. En ese reino llegarán a ser “siervos del Altísimo; mas a donde Dios y Cristo moran, no podrán venir, por los siglos de los siglos”.
Todos estos, sin embargo, serán llamados a arrepentirse. Tendrán que sufrir los tormentos de los condenados hasta que lo hagan, y mediante ese sufrimiento serán llevados al arrepentimiento y al conocimiento de Jesucristo como su Redentor y como el Hijo de Dios. Toda rodilla debe doblarse y toda lengua confesar, no importa a qué reino entren los habitantes de la tierra.
NOCIONES FALSAS EN CUANTO A LA SALVACIÓN DE LOS MUERTOS. La salvación de los muertos es toscamente malentendida por muchos Santos de los Ultimos Días. Es debido a la justicia de nuestro Padre Eterno que se da a cada alma una oportunidad de obtener salvación y exaltación. Algunos de los espíritus rechazaron su privilegio y se rebelaron en la existencia anterior y tuvieron que ser castigados. Todos los demás recibieron cuerpos y el privilegio de sujetarse a convenios aquí, lo que les daría la salvación, teniendo en cuenta que cualquiera que viniese a la tierra, y por causas ajenas a su voluntad, no tuviese los privilegios de la obediencia a los convenios del evangelio en la vida mortal, tendría ese privilegio en el mundo de los espíritus después de la muerte. Pero el Señor no ofreció el privilegio de otra oportunidad en el mundo de los espíritus a aquellos que tendrían toda oportunidad mientras estuviesen en esta existencia mortal.
La obra de investidura y sellamiento por los muertos es para los que mueren sin haber tenido la oportunidad de oír y recibir el evangelio; también, para quienes fueron fieles miembros de la Iglesia y vivieron en tierras lejanas o donde, durante su vida, no tuvieron el privilegio de ir al templo, y sin embargo se convirtieron y fueron miembros leales de la Iglesia. La obra en bien de los difuntos no está dirigida a quienes tuvieron toda oportunidad de recibirla, a los que recibieron conocimiento y luego rehusaron aceptarlo, ni para quienes no tuvieron suficiente interés como para buscar estas ordenanzas cuando vivían.
Tantos miembros de la Iglesia piensan que si no hacen la obra por sus amigos muertos seguramente éstos quedarán olvidados y la oportunidad nunca les llegará. Deberíamos recordar que en su justicia el Señor no permitirá que ni un alma se pierda de entre aquellas que son dignas de salvación. Toda persona que tenga derecho a las bendiciones, las recibirá.
LA OBRA DEL TEMPLO NO ES PARA LOS REBELDES
NO SE PUEDEN IMPONER POR LA FUERZA, SOBRE LOS DIFUNTOS, LAS BENDICIONES DEL TEMPLO. Esta idea que algunos tenemos de poder ir al templo y efectuar las ordenanzas por la gente que se ha mostrado en abierta oposición a la verdad, que ha conocido la verdad y que ha tenido toda oportunidad de recibir el evangelio y que ha rehusado recibirlo, esta idea de que cuando esas personas mueran nosotros podremos ir al templo y hacer la obra por ellas, no está de acuerdo en sentido alguno con las revelaciones que el Señor nos ha dado.
Podemos estar bien seguros de que el Señor es justo y de que a ningún hombre le serán negadas las bendiciones a las que tiene derecho. Ni tampoco recibirá hombre alguno aquello a lo que no tiene derecho, aunque nosotros nos esforcemos por dárselo mediante las ordenanzas de la casa del Señor. Es mucho mejor que dejemos algunos asuntos en las manos del Señor, especialmente en el caso de aquellos que se apartan de la Iglesia y mueren sin arrepentirse.
Nosotros no vamos a salvar y exaltar en el reino celestial a todos los hijos de nuestro Padre Celestial mediante nuestras obras vicarias. Solamente aquellos que entren en la gloria celestial y que sean dignos de ella; y si nosotros efectuamos en los templos obras en favor de los que son indignos, ellos no tendrán derecho a esas bendiciones simplemente porque hayamos obrado por ellos.
EL JUICIO DE LOS MUERTOS SERÁ SEGÚN SUS OBRAS. Es nuestro deber efectuar la obra de las ordenanzas por los muertos, y luego el Señor hará los ajustes. Creo que todo hombre responsable, si es que desea obtener la salvación, debe recibir la remisión de sus pecados mediante el bautismo, ya sea en esta vida o vicariamente si ha fallecido. Es necesario que nosotros efectuemos bautismos y todas las demás ordenanzas por aquellos que han muerto.
No todos los que son bautizados tendrán derecho a las bendiciones de la investidura, ni todos tendrán derecho a las ordenanzas de sellamiento; pero eso está en manos del Señor, y El juzgará si el hombre es digno o no. Nosotros efectuaremos la obra y el Señor determinará el resultado final.
Hay una declaración hecha por Juan en el Libro de Apocalipsis, que dice: “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.”
De esto aprendemos que los muertos deben ser juzgados de acuerdo con sus obras, según las cosas que están escritas en los libros, y el juicio será justo. Si la vida de un individuo ha sido tal que es indigno de la gloria celestial, todo lo que podamos hacer por él mediante nuestras obras vicarias no servirá para llevarlo allí. La salvación estará basada en los méritos.
A LOS REBELDES FALLECIDOS SE LES NEGARÁ LA SALVACIÓN. Al profeta José Smith le fue revelado en una visión, el 21 de enero de 1836, en el Templo de Kirtland, que “todos los que han muerto sin el conocimiento de este evangelio, que lo habrían recibido si se les hubiese permitido quedar, serán herederos del reino celestial de Dios; también todos aquellos que de aquí en adelante murieren sin saber de él, que lo habrían recibido de todo corazón”, además, que los niños pequeños “que mueren antes de llegar a la edad de responsabilidad se salvan en el reino de los cielos”.
El no vio, sin embargo, a los rebeldes, a los impíos, a los corruptos e inmundos ni a los que aman la mentira, como herederos de ese reino. Hay otro lugar provisto para ellos. Los hombres no pueden ser empujados al reino de Dios, sin tener en cuenta su dignidad o indignidad, simplemente porque sus parientes o amigos efectúen la obra por ellos después que estén muertos.
LAS ORDENANZAS VICARIAS NO SON PARA LOS REBELDES. He sabido de casos de fallecimiento de personas amargamente opuestas a la Iglesia y que habían negado la fe y abandonado la Iglesia, y apenas fallecidas, sus parientes han apelado a la Primera Presidencia pidiendo el privilegio de hacer por ellas la obra en el templo. Tales solicitudes a veces se han hecho a fin de que los parientes de la persona fallecida bajo circunstancias tan desfavorables, pudieran dar sepultura al muerto de acuerdo con los ritos y costumbres de los Santos de los Ultimos Días. Pues bien, eso no es correcto.
¿Qué bien nos puede reportar efectuar en los templos las ordenanzas para aquellos que mueren con una actitud impenitente como esa? Si tuvieron la oportunidad y no aceptaron la verdad mientras vivieron, ¿podemos imponerla sobre ellos cuando hayan fallecido? ¿Está en nuestro poder hacerlos herederos del reino celestial, por el hecho de actuar en la obra vicaria como poderhabientes de ellos? No, ¡no lo está!
Pero uno dirá: “Tal vez no reciban estas bendiciones ahora, pero más adelante tal vez sí y por lo tanto nuestras obras no serán en vano.” Permitidme haceros estas preguntas: ¿Dónde en las Escrituras, o dónde en las revelaciones del Señor, se encuentra escrito que el hombre que muere en oposición rebelde al evangelio, que una vez ha tenido la luz y mediante la transgresión se ha alejado de ella, o que la ha rechazado después de haberle sido presentada y de haber estado familiarizado con ella toda su vida, llegará a ser heredero del reino celestial aun cuando se arrepienta en el mundo de los espíritus? Acaso ha prometido el Señor que los rebeldes, los malvados, aquellos que rechazan esta verdad llegarán a ser herederos del reino celestial finalmente? Yo no llego a tal conclusión en mi lectura de las Escrituras.
LOS APÓSTATAS QUEDAN EXCLUIDOS DE LA SALVACIÓN DE LOS MUERTOS. ¡Oh! desearía poder destruir la idea que está en la mente de algunos de que podemos vivir en la maldad y oponernos a la luz, y que luego nuestros hijos vendrán después que hayamos muerto y harán la obra por nosotros y que todo estará bien y que recibiremos las bendiciones. El Señor es el juez de todos los hombres, y si tales personas tienen derecho de recibir cualquier bendición, la recibirán. Pero leed la sección 76 de Doctrinas y Convenios con relación a aquellos que entrarán en el reino terrestre y ved lo que dice.
Si los hombres honorables de la tierra que no reciben el evangelio en esta vida cuando la oportunidad se les presenta, son enviados a ese reino, ¿por qué vamos a tener el poder de actuar en bien del apóstata — el hombre amargado en su alma, que ha conocido la verdad pero que se ha apartado de la luz y ha rechazado el evangelio— e ir a la casa del Señor y hacerlo entrar a empellones al reino celestial? Esa doctrina malamente prevalece en la mente de algunos.
LA IGLESIA APÓSTATA Y LA SALVACIÓN DE LOS MUERTOS. En la Iglesia Católica tienen la doctrina de las indulgencias y recordaréis haber leído en los textos de historia cómo, durante la Edad Media particularmente, cualquier individuo que pagara el precio podía recibir el privilegio, hasta donde la iglesia podía otorgarlo —.¡ya que ella carecía del poder para hacerlo!— de salir y pecar. Aun antes de cometer el pecado, se podía tener la promesa del perdón.
Ellos vendían esas indulgencias. Esa fue una de las razones principales que alejaron de la Iglesia Católica a Martín Lutero. El comenzó a comprender que tal práctica era un error; no era posible, ni justo, ni correcto que un individuo vendiese por dinero el perdón de los pecados, aun antes o después del pecado; y eso es lo que hacían. Si un hombre quería pecar, tenían una escala de precios; Motley nos lo dice en su obra Rise of the Dutch Republic. En la Iglesia Católica ofrecen oraciones para sacar del purgatorio a los muertos. Y la gente le paga a los sacerdotes para que ellos oren por lo muertos. Bien, esa es una corrupción de la doctrina de la salvación de los muertos.
INCLINACIÓN HACIA LOS CONCEPTOS APÓSTATAS DE LA SALVACIÓN DE LOS MUERTOS. Veo un peligro ante nosotros, un peligro muy grave, porque algunos de los nuestros opinan que la obra puede hacerse por ellos o por sus parientes luego de haber fallecido y, por lo tanto, creen que no es necesario ser justo aquí. Piensan que al morir, recibirán esa obra en su plenitud y que las ordenanzas necesarias serán efectuadas por ellos en el templo, lo cual les dará la plena recompensa de los fieles. Esta creencia falsa hace que hombres y mujeres vivan vidas llenas de iniquidad, con indiferencia al evangelio, con la idea de que cuando ellos hayan fallecido sus hijos harán la obra y ellos recibirán la bendición. ¡Esa es una doctrina perniciosa!
Yo oí que un hombre decía: “Yo no soy digno de ir al templo del Señor. Tengo mis faltas, tengo mis apetitos que adquirí antes de haber escuchado el evangelio. No soy lo suficientemente bueno como para ir al templo, pero cuando yo haya fallecido, entonces mis hijos irán al templo y harán la obra.”
Bien, ya os he leído de las Escrituras. Creo que es la palabra de Dios “y que lleva la voz de advertencia”, en la cual el Señor declara para los apóstatas y para aquéllos que han oído el evangelio que, si no se arrepienten y vienen ahora a la Iglesia, en este día de arrepentimiento, y continúan demorando su arrepentimiento hasta el fin, llegará la noche cuando no se podrá hacer obra alguna por ellos, y sus almas estarán perdidas. Creo que esta advertencia es un pasaje muy bueno. No veo ninguna otra forma en la que el Señor pudiera actuar en justicia.
Bien, prestad atención, no estoy diciendo que no haya entre nosotros gente que ha venido a la Iglesia y que ha salido de ella porque no ha entendido la verdad, pues para ella el Señor hará ciertas concesiones. ¡El, naturalmente, juzgará cada caso! Yo no puedo juzgar. Ahora estoy hablando en general; no tengo en mente ningún caso en particular. Pero el hecho es éste, que el Señor ha declarado qué es lo que debemos hacer para recibir la plenitud del evangelio y llegar a ser sus hijos e hijas. El nos ha dicho qué clase de gente entrará al tercer reino, y nosotros tenemos el privilegio de elegir a cuál reino queremos ir.
LA SALVACIÓN ES PARA LOS MUERTOS DIGNOS SOLAMENTE
LAS ORDENANZAS DEL EVANGELIO SON SOLAMENTE PARA EL REINO CELESTIAL. Deseo corregir una idea que prevalece intensa en la mente de muchos miembros de la Iglesia. Sé que este punto es comentado en las clases de Doctrina del Evangelio, en nuestras Mutuales y en otros lugares, porque se me presenta el asunto frecuentemente y hay algo de contención al respecto: la pregunta es si la obra en el templo tendrá que ser efectuada por todos los que han estado en la tierra o no. Yo quiero deciros no, absolutamente no.
Ahora aclaremos esto en nuestra mente. Creo que es una verdad evidente que debería impresionarnos sin argumento alguno. Todas las ordenanzas del evangelio: el bautismo, la imposición de manos para comunicar el don del Espíritu Santo, la obra en los templos para la salvación de los vivos y de los muertos, estas ordenanzas y todo lo demás, todas las ordenanzas del evangelio corresponden al reino celestial de Dios.
No estamos predicando el evangelio con la idea de tratar de salvar a los de la gloria terrestre. La salvación que ofrecemos es la salvación de exaltación. Lo que estamos tratando de hacer con el evangelio de Jesucristo es restituir a la gente, mediante el poder del sacerdocio y de las ordenanzas de la Iglesia, como hijos e hijas de Dios, recibiendo una plenitud del reino del Padre. Esa es nuestra tarea.
LAS ORDENANZAS VICARIAS NO SON PARA TODOS. Nosotros no vamos a efectuar la obra en el templo por todos porque no corresponde a todos. Vamos a efectuar la obra por quienes tienen derecho, mediante su fe y su arrepentimiento, a entrar en el reino celestial. Pero alguien dirá: “¿Cómo podemos saber? Investigamos nuestros registros durante cientos de años y hacemos la obra por todos los que aparecen en ellos. Naturalmente que lo hacemos, porque no podemos juzgar. Yo no sé si un hombre es digno y otro no.”
El Señor nos ha dado el privilegio de hacer la obra por todos nuestros parientes con la esperanza, naturalmente de parte nuestra, de que todos ellos recibirán la verdad. Siendo de la casa de Israel, nuestros padres, generación por generación a medida que retrocedemos en el tiempo, también serán de la casa de Israel y por lo tanto tienen más probabilidades de recibir el evangelio que aquellos que son gentiles puros.
Bien, si en nuestros linajes hay alguno por quien hacemos la obra en el templo y es indigno o no tiene el deseo de recibir las ordenanzas de la casa del Señor, entonces el Señor será el juez. El hará a un lado esa ordenanza y no será considerada como efectuada. Eso está en sus manos. Nuestro deber es hacer la obra que el Señor ha requerido de nuestras manos para la salvación de nuestros muertos.
LA SALVACIÓN ES SOLAMENTE PARA LOS DIFUNTOS JUSTOS. El Señor nos ha dado la oportunidad de efectuar en los templos las obras necesarias en bien de los difuntos penitentes y justos. El Señor no va a salvar a todo el mundo en el reino celestial. Pero todos los que habrían recibido el evangelio si se les hubiera predicado en la carne, lo recibirán en el mundo espiritual, y llegarán a ser herederos del reino celestial. Eso es lo que el profeta José Smith nos ha enseñado. Millones entrarán en los otros reinos. El Señor dijo que el reino telestial está lleno de personas tan innumerables como las arenas sobre las playas del mar, o como las estrellas del cielo.
LAS ORDENANZAS VICARIAS SON DENEGADAS A LOS ASESINOS. Somos llamados a ayudar a salvar a nuestra propia familia. Esta es la gran tarea que el Señor nos ha dado. Es nuestro el privilegio de buscar a nuestros antepasados tan atrás en el tiempo como nos sea posible y luego ir al templo y hacer la obra por todos ellos. El Señor Juzgará si son dignos o no de recibir lo que nosotros hayamos hecho. Recordad, sin embargo, no tenemos el privilegio de efectuar las ordenanzas por asesinos que han derramado sangre inocente, ni por aquellos que se quitan la vida, pues estos se dejan en las manos del Señor. Si en nuestros registros encontramos a uno en estas condiciones, debemos separarlo y no intentar hacer la obra por él…
No puedo imaginar a un asesino como Nerón, por ejemplo, recibiendo la obra y recibiendo el derecho de las bendiciones del reino celestial al lado de Isaías quien dio su vida por la verdad. Los hombres serán calificados, y cada hombre recibirá todo lo que por derecho le corresponda de acuerdo con las leyes de justicia y misericordia. Es con este fin que el Señor ha preparado varias glorias o reinos, y como Pablo lo vio, habrá glorias tan diversas como la magnitud de las estrellas. Nadie que tenga derecho a la salvación o a la exaltación, será dejado de lado.
LA OBRA EN EL TEMPLO Y LA PERSEVERANCIA HASTA EL FIN
PARA SER SALVOS SEGUID LA LUZ DISPONIBLE. Los que mueren sin ley serán redimidos, porque serán juzgados sin ley. Pero todos los que hayan recibido la ley y que hayan conocido la verdad en cierto grado, serán juzgados de acuerdo con la verdad que han conocido, y si no han vivido a la altura de lo que han conocido, o que se les ha enseñado, o que han tenido el privilegio de recibir, entonces no podrán entraren el reino celestial. Sin embargo, es nuestro deber salvar al mundo, a los muertos así como a los que viven. Estamos salvando a los que viven y desean arrepentirse, mediante la prédica del evangelio entre las naciones y recogiendo a los hijos de Israel, a los de corazón honesto. Estamos salvando a los muertos yendo a la casa del Señor y efectuando estas ceremonias: bautismo, imposición de manos, confirmación y todas las demás ordenanzas que el Señor requiere de nuestras manos, en bien de ellos.
LAS BENDICIONES DEL TEMPLO SE PIERDEN MEDIANTE LA INDIFERENCIA. Si vosotros erráis, si sois descuidados e indiferentes y violáis los convenios que habéis hecho al ir al templo y continuáis así, recordad que el Señor ha dicho repetidamente que el que persevera hasta el fin es el que será salvo. Y si habéis obrado así, esa forma de actuar os dejará afuera. No ganaréis la salvación.
Os leeré estas palabras de nuestro Salvador mismo dichas cuando estuvo ante sus discípulos en este continente. El contestó sus preguntas, les dio instrucciones y les dijo que había venido al mundo a morir, para poder llevar a El a todos los hombres, pero no en el reino celestial: “Y mi Padre me envió para que fuese levantado sobre la cruz; y que después de ser levantado sobre la cruz, pudiese atraer a mí mismo a todos los hombres, para que así como he sido levantado por los hombres, así también los hombres sean levantados por el Padre, para comparecer ante mí, para ser juzgados por sus obras, ya fueren buenas o malas; y por esta razón he sido levantado; por consiguiente, de acuerdo con el poder del Padre, atraeré a mí mismo a todos los hombres, para que sean juzgados según sus obras.”
LOS INFIELES NUNCA OBTENDRÁN LA SALVACIÓN. “Y sucederá que cualquiera que se arrepienta y se bautice en mi nombre, será lleno; y si persevera hasta el fin, he aquí, yo lo tendré por inocente ante mi Padre el día en que me presente para juzgar al mundo. Y aquel que no persevera hasta el fin, éste es el que también es cortado y echado en el fuego, de donde nunca más puede volver, por motivo de la justicia del Padre. Y ésta es la palabra que él ha dado a los hijos de los hombres; y por esta razón él cumple las palabras que ha dado; y no miente, sino que cumple todas sus palabras.”
“Oh, acaso —dirá alguno—, el Señor es justo y misericordioso. El es un Dios misericordioso y cuando el hombre se arrepienta Dios le dará estos privilegios. El Señor lo restituirá después que el hombre haya muerto y cuando se arrepienta.” Definitivamente todo hombre tiene que arrepentirse y toda rodilla tiene que doblarse, aun aquellos que van al reino celestial.
Bien, dice aquí que ésta es la palabra que El ha dado a los hombres y que El no miente sino que cumple con su palabra. Cito algo más: “Y nada impuro puede entrar en su reino; por tanto, nada entra en su reposo, sino aquellos que han lavado sus vestidos en mi sangre, mediante su fe, el arrepentimiento de todos sus pecados y su fidelidad hasta el fin.”
Bien, toda rodilla debe doblarse ha dicho el Señor, y toda lengua debe confesar que Jesús es el Cristo; pero eso no significa que la genuflexión o el doblar de la rodilla y la confesión de Jesús como el Hijo de Dios vaya a poner a la gente en el reino celestial. Los demonios lo reconocieron cuando estuvo en la tierra y gritaron y lo llamaron Santísimo. Pensad en eso; ellos sabían por qué había venido El. Lo reconocieron como el Hijo de Dios. Pero no se arrepintieron. No pueden arrepentirse.
A LOS QUE SE REBELAN VOLUNTARIAMENTE SE LES NIEGA EL ARREPENTIMIENTO Y LA SALVACIÓN. Es posible que la gente se hunda tanto en la obscuridad por causa de la rebelión y la maldad al grado de que el espíritu de arrepentimiento la abandone. Ese es un don de Dios y los hombres se colocan más allá del poder del arrepentimiento. ¡Cuán bien habla Mormón de eso, con relación a la gente que cerró los ojos, que se volvió contra la verdad unos 200 años después de la venida de Cristo!. La gente se reveló; Mormón habla de todos ellos y de su condición, que estaba más allá del poder de la redención por causa de la maldad y la dureza de su corazón, en el cual el Espíritu del Señor no pudo penetrar.
Pecaron voluntariamente, y por lo tanto la salvación no puede llegar a ellos. Les fue ofrecida y no quisieron tenerla. La rechazaron. Se opusieron a ella y prefirieron tomar la senda de la rebelión; y el Señor en una ocasión le dijo a Mormón: “No le predicarás a esta gente; todos se han vuelto contra mí y no les predicarás.” El tenía el derecho de decir eso. Ahora bien, ¿por qué dijo eso? Porque ellos habían tenido toda oportunidad y no quisieron recibir la verdad. Se burlaron de ella de manera que el Señor dijo: “No tienes que hablarles; no hay necesidad de anunciarles más el arrepentimiento”. Y después de poco tiempo Mormón comenzó a implorarle al Señor para que le permitiese intentarlo de nuevo. Pero no dio resultado.
El presidente Brigham Young dijo: “Los que luchan contra la verdad no dejan de luchar contra ella después de la muerte.” No penséis que todos van a arrepentirse y a ser salvos. El Señor va a hacer por cada alma todo lo que se pueda, pero la justicia demanda que cada uno sea puesto donde corresponda, según sus obras, y la misericordia no puede robarle a la justicia.
DESTINO TERRIBLE DE LOS REBELDES. No puede haber salvación sin arrepentimiento. El hombre no puede entrar al reino de Dios llevando sus pecados. No tendría sentido que el hombre fuese a la presencia del Padre para morar en la presencia de Dios, arrastrando sus propios pecados.
Creo que hay mucha gente sobre la tierra, mucha de ella probablemente en la Iglesia —por lo menos algunos en la Iglesia— que cree que puede pasar por esta vida haciendo lo que le venga en gana, violando los mandamientos del Señor y que a pesar de eso podrá finalmente ir a la presencia de El. Tales personas creen que van a ir a la presencia de El. Creen que podrán arrepentirse, posiblemente, en el mundo de los espíritus.
Deberían leer estas palabras de Moroni: “¿Suponéis que moraréis con él [Cristo] estando conscientes de vuestra culpa? ¿Suponéis que podríais ser felices, de morar con ese santo Ser, mientras atormentara a vuestras almas una sensación de culpa de haber violado sus leyes todo el tiempo?
He aquí, os digo que seríais más miserables, morando en la presencia de un Dios santo y justo, bajo la sensación de vuestra impureza ante él, que si vivierais con las almas condenadas en el infierno. Porque he aquí, cuando se os haga ver vuestra desnudez delante de Dios, y también la gloria de Dios, y la santidad de Jesucristo, ello encenderá una llama de fuego inextinguible en vosotros.”
¿Creéis que el hombre cuya caída ha estado llena de corrupción, que ha sido rebelde contra Dios, que no ha tenido el espíritu de arrepentimiento, sería feliz y se sentiría cómodo si se le permitiese ir a la presencia de Dios?
























