Doctrina de Salvación Tomo 2

Capítulo 2

Los Grados de Gloria


REINOS DE GLORIA

ES RAZONABLE CREER EN LOS GRADOS DE GLORIA. Hay preparado para cada hombre un lugar donde será recompensado de acuerdo con sus obras. Por este motivo, Pablo enseñó que había una gloria del sol, una gloria de la luna y una gloria de las estrellas, y así como las estrellas difieren en magnitud así es en la resurrección de los muertos. Sin embargo, todo hombre debe arrepentirse, porque toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesús es el Cristo. Nadie está eximido de este manda­miento que finalmente será declarado.

Por lo general se ha enseñado el concepto de que el hombre será salvo en el reino de Dios, o bien, arrojado al infierno. El estará, o en la presencia de Dios o en la presencia del diablo. No se provee ningún otro lugar donde pueda ir el hombre que no sea digno de estar en la presencia del Señor pero que ni aun así merece la condenación con Lucifer.

¿Es congruente tal pensamiento? Si reflexionamos seriamente, ¿podemos creer que nuestro Padre Eterno, que es omnisapiente y justo, pueda haber dispuesto la salvación y la condenación sobre tales fundamentos? Consideremos este asunto con el espíritu del sentido común. Todos los principios del evangelio son razonables. Fue el Señor mismo quien declaró que en la casa de su Padre había muchas moradas.

TODOS SERÁN SALVOS EXCEPTO LOS HIJOS DE PERDICIÓN. Es muy agradable y consolador saber que el Señor salvará a todos sus hijos, exceptuando a unos pocos que voluntariamente se rebelen contra El. Cuando sus hijos hayan pagado la pena de sus transgresiones, se liberarán de las garras de la segunda muerte para recibir un lugar en alguna parte de los grandes reinos del cielo, preparados para ellos con sus diferentes glorias y grados de salvación.

Es el propósito del Todopoderoso salvar a toda la humanidad, y todos entrarán en sus reinos en algún grado de gloria, excepto los hijos de perdición que pecan más allá del poder del arrepentimiento y la redención, y por tanto no pueden recibir el perdón de sus pecados. Todo el resto será salvo aunque no con el mismo grado de gloria o exaltación. Todo hombre será juzgado de acuerdo con sus obras, sus oportunidades para recibir la verdad y las intenciones de su corazón.

SALVACIÓN CELESTIAL. Aquellos que guardan toda la ley y obedecen todos los mandamientos de Dios, son herederos de la salvación plena en el reino celestial, de cuya gloria se dice que el sol es típico. Estos vencerán todas las cosas y recibirán la plenitud de las bendiciones, poder y gloria del Padre. Todos los que han muerto sin un conocimiento del evangelio, o de la oportunidad de recibirlo, que lo habrían aceptado si se les hubiera dado la oportunidad mientras vivían, son también herederos de este reino.

SALVACIÓN TERRESTRE. En el reino subsiguiente, o sea el reino terrestre, entrarán todos aquellos que murieron sin ley; “los espíritus encerrados en prisión, a quienes visitó el Hijo y predicó el evangelio, para que pudieran ser juzgados según los hombres en la carne; los que no recibieron el testimonio de Jesús en la carne, mas después lo recibieron; …los hombres honorables de la tierra que fueron cegados por las artimañas de los hombres”. Son los que no estaban dispuestos a recibir la plenitud de su gloria; y los que “no son firmes en su testimonio de Jesús; así que, no obtienen la corona en el reino de nuestro Dios”.

SALVACIÓN TELESTIAL. Los que entran en el reino telestial, donde sus glorias difieren, así como las estrellas del cielo difieren en magnitud y son innumerables como las arenas sobre las playas del mar, son los malvados, los inmundos que sufren en la tierra la ira de Dios, que son arrojados al infierno donde se les requerirá que paguen hasta el último cuadrante antes de que llegue su redención. Estos son los que no recibieron el evangelio de Cristo y por lo tanto no pudieron negar al Espíritu Santo mientras vivían en la tierra.

No tienen parte en la primera resurrección y no son redimidos del diablo y sus ángeles sino hasta la última resurrección, a causa de sus vidas perversas y sus hechos malignos. Sin embargo, aun éstos son herederos de la salvación, pero antes de ser redimidos y entrar en su reino, deben arrepentirse de sus peca­dos, recibir el evangelio y doblar la rodilla reconociendo que Jesús es el Cristo, el Redentor del mundo.

Tanto en la gloria terrestre como en la telestial, los habitantes estarán limitados en sus poderes, oportunidades y progreso, porque como los hijos de perdición, “no quisieron gozar de lo que pudieron haber recibido”.

CONDENACIÓN TELESTIAL. Todos los que han sido inmundos y no quisieron recibir la verdad ni el testimonio de Jesucristo, deben sufrir los tormentos de los condenados hasta que sean purgados de su iniquidad, porque la sangre de Jesucristo no los limpiará de sus pecados sin que hayan padecido sus propios sufrimientos individuales.

A pesar de eso, saldrán finalmente de la prisión. Estos son los otros muertos de los que habla Juan, que no vivirán durante el gran Milenio sino después; y son asignados a un reino conocido como el reino telestial, y les es negado el privilegio de morar con el Padre y el Hijo, “por los siglos de los siglos”. El Señor hará por ellos lo mejor que pueda en esas circunstancias, mas puesto que han negado su poder y han vivido en la iniquidad, no podrán recibir las bendiciones del reino de Dios.

LAS VERDADES DEL EVANGELIO SE ENSEÑARÁN EN TODOS LOS RE!NOS. ¿Se les enseñará el evangelio a los que moren en otros reinos aparte del celestial?

Sí, toda verdad es verdad del evangelio; y toda alma tendrá que conocer a fin de cuentas el plan de salvación, por lo menos tanto como le sea posible hacerlo. Leemos que toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesucristo es el Hijo de Dios. Al ser esto cierto, luego entonces, toda alma deberá saber algo acerca de El.

Pero los asuntos que se han mantenido en reserva para los fieles y que han permanecido ocultos del mundo por decreto divino desde antes de la fundación de la tierra, no necesitan ser conocidos después de la resurrección más que antes por los que no tienen derecho a recibirlos. Por ejemplo, habrá convenios y obligaciones que requerirán a los que entren en la exaltación, que de ninguna manera se aplicarán a los que no entren en ella, porque éstos no reciben la plenitud. En cada reino los habitantes deben saber que han sido redimidos de la muerte y que han recibido las bendiciones que les son dadas, por medio de la misericordia de Jesucristo.

EL REINO CELESTIAL

EL REINO CELESTIAL ES EL REINO DE DIOS. El reino celestial es el que se menciona en las Escrituras como el Temo de Dios, el cual se manda a los hombres buscar primeramente que los demás. Es el lugar donde los que entran reciben la vida eterna además de la inmortalidad. La inmortalidad es el don dado a todos los hombres para que vivan por siempre jamás. La vida eterna es vivir en la presencia del Padre y del Hijo, y es la clase de vida que ellos mismos poseen. El Señor se refería al reino celestial cuando dijo: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.

NATURALEZA DE LA EXALTACIÓN EN EL REINO CELESTIAL. Comparativamente, pocos de los hijos de los hombres hallarán la salvación que se encuentra en el reino celestial o, en otras palabras, la exaltación que los hará herederos de Dios y coherederos con Jesucristo, aun hijos de Dios. Los que ganen esta exaltación recibirán la plenitud del poder, la potencia y el dominio de ese reino. Ellos vencerán todas las cosas. Serán coronados como sacerdotes y reyes y se asemejarán a Jesucristo. A pesar de que se enseña esta doctrina en la Biblia, la mayor parte de la humanidad la ha perdido de vista, por lo que se ha convertido en una de las enseñanzas peculiares de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días.

Pablo enseñó: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios… El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con El, para que juntamente con El seamos glorificados.”

Juan también enseñó que los que han guardado los mandamientos del Señor por completo son hijos de Dios, y cuando Cristo venga serán semejantes a él. “Y —dijo Juan—, todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como El es puro.”

Este reino celestial está gobernado por leyes inmutables. Es sólo mediante la obediencia a los principios del evangelio y a las leyes que pertenecen a este reino que se obtienen sus bendiciones. Dado que la mayoría de los hombres se niegan a tomar el camino de la rectitud, o a entrar por la puerta estrecha al camino angosto, lo cual los haría herederos en la casa de Dios, sólo serán unos cuantos escogidos los que recibirán estas bendiciones reales.

LA SALVACIÓN VIENE A LOS QUE VENCEN TODAS LAS COSAS. Nosotros estamos predicando el evangelio de salvación en el reino celestial. Creo que sería mejor si nos acostumbráramos a hablar más de exaltación que de salvación. Según las Escrituras que se nos dan, la salvación significa que un hombre se eleva muy por encima de sus enemigos; los conquista. Esto no quiere decir enemigos carnales, o personales, sino que significa el pecado, la transgresión de la ley; y el hombre será salvo en la medida que vence.

Toda alma recibirá la resurrección mediante la expiación de Jesucristo; no importa cuándo o cómo vivió, la resurrección vendrá a todo individuo; aun los que hayan vivido en la tierra y sean clasificados como hijos de perdición, recibirán sus cuerpos, y el cuerpo y el espíritu estarán inseparablemente unidos. Esta es una doctrina que parece molestar a algunos. Todos los otros que reciben la resurrección encontrarán su lugar en uno de estos tres reinos.

Pero a fin de entrar en el reino celestial, que es el reino de la exaltación, y el reino del que se habla en las Escrituras como el reino de Dios, uno debe aceptar y permanecer en la plenitud del evangelio de Jesucristo, adhiriéndose a sus enseñanzas, recibiendo las ordenanzas y siendo fiel a los convenios que pertenecen a esa salvación.

El Profeta dice que un hombre que no ha sido bautizado con agua y que no ha recibido en esta vida estas ordenanzas, puede entrar en el reino terrestre o el telestial, pero nunca podrá entrar en el reino celestial sin haber cumplido con estas leyes eternas.

Cada reino, por supuesto, es gobernado por leyes. No tenemos nada que hacer con las leyes de los reinos telestial o terrestre, en lo que a la predicación del evangelio se refiere. Nuestra misión es predicar la salvación en el reino de Dios, donde El y Cristo moran, que es el reino celestial. Y todos los principios del evangelio que nos han sido dados pertenecen al reino celestial.

Ahora, por supuesto, si un hombre debido a su desobediencia entra en uno de los otros reinos, tendrá aún así que reconocer a Cristo; tendrá que creer en El como el Hijo de Dios; tendrá que doblar la rodilla; porque toda rodilla se doblará y toda lengua tendrá que confesar finalmente que Jesús es el Cristo; eso les será requerido a todos, no solamente a los que estén dispuestos a obedecer los mandamientos y así recibir la exaltación.

ESTA TIERRA SE VOLVERÁ CELESTIAL. Esta tierra se convertirá en un cuerpo celestial y será una morada adecuada sólo para los seres celestiales; los demás tendrán que ir a alguna otra parte, donde les corresponda. Esta tierra será reservada para aquellos que merezcan la exaltación, y ellos son los mansos, de los que dijo nuestro Salvador que recibirán la tierra por heredad. Cuando el Señor dijo que los mansos recibirían la tierra por heredad, hacía referencia a los que estaban dispuestos a guardar los mandamientos del Señor en rectitud y así recibir la exaltación.

MUCHAS TIERRAS CELESTIALES. Esta tierra en la que vivimos, como muchas otras que han pasado antes, está destinada a convertirse en una morada celestial y los justos la heredarán para siempre. “Porque, para este fin fue hecha y creada”, “porque después de haber llenado la medida de su creación mortal será coronada de gloria, aun con la presencia de Dios el Padre.” Como el hombre, también la tierra morirá, pero también será revivificada, y se sujetará al poder que la vivifica, para continuar por toda la eternidad como la morada celestial del hombre.

LOS REINOS TERRESTRE Y TELESTIAL

JUZGADOS SEGÚN SUS OBRAS. ¿Piensan que todos recibirán el evangelio y entrarán en la Iglesia? No. Habrá una gran multitud, tan grande que no la podrán contar, que no recibirá las ordenanzas de la casa del Señor las cuales la colocarían en el reino celestial y le darían las bendiciones de la exaltación. Estos tomarán sus lugares en los mundos terrestre y telestial, donde les serán negadas muchas bendiciones y privilegios que se reservan solamente para los fieles.

No todos los hijos del Señor son merecedores de la gloria celestial, y muchos son forzados a sufrir su ira debido a sus propias transgresiones, y esto hace que el Padre y todos los cielos sientan tristeza y lloren. El Señor trabaja de acuerdo con la ley natural. El hombre deberá ser redimido de acuerdo con la ley, y su recompensa deberá estar basada en la ley de justicia, por esto, el Señor no dará a los hombres aquello que no merezcan, sino que recompensará a todos los hombres conforme a sus obras.

Aun cuando todos los hombres se salvarán, excepto los pocos hijos de perdición que voluntariamente rechacen la verdad, nuestro lugar y condición dependerá de nuestra integridad y disposición para obedecer los mandamientos del Señor. Cada hombre será colocado exactamente donde pertenezca, conforme a sus obras. La justicia será impartida a todos, y cada hombre encontrará su nivel de acuerdo con lo que esté dispuesto a recibir.

LOS MIEMBROS DE LA IGLESIA ESTÁN EN POSIBILIDAD DE HEREDAR CUALQUIER REINO. Tenemos nuestro libre albedrío y muchos, muchísimos miembros de esta Iglesia, cuando lleguen al juicio y sean juzgados según sus obras, van a ser consignados al reino telestial; otros al reino terrestre; porque esa es la ley que ellos han deseado obedecer; y recibiremos nuestra recompensa de acuerdo con la ley que obedezcamos.

Un hombre que en la carne haya aceptado el testimonio de Jesús podrá heredar cualquiera de los tres reinos, de acuerdo con el grado de fidelidad que haya mostrado en guardar los mandamientos del Señor. Si observa toda la ley, tendrá derecho a entrar en el reino celestial.

Si está dispuesto a sujetarse sólo a una parte de la ley, y rechaza los convenios que gobiernan el reino celestial, será asignado al reino terrestre donde se encuentran otros hombres honorables, aunque él sea honesto, virtuoso y veraz.

Si él entra en la Iglesia pero rechaza la luz, y lleva una vida de desobediencia y corrupción, puede ser asignado al reino telestial y obtener aquellas bendiciones que esté dispuesto a recibir, porque no quiso gozar de aquéllas que pudo haber recibido.

AQUÉLLOS QUE NO SON VALIENTES. “Estos son aquellos que no son valientes en el testimonio de Jesús; así que, no obtienen la corona en el reino de nuestro Dios.” Estos entrarán en la gloria terrestre.

¿Quiénes son ellos? Todos los que rechazan recibir la plenitud de la verdad, o sujetarse a los principios y ordenanzas del evangelio sempiterno. Quizá puedan haber recibido un testimonio; quizá puedan ser capaces de testificar que saben que Jesús es el Cristo; pero en su vida personal no han querido aceptar las ordenanzas esenciales para entrar en el reino celestial. Se han negado a vivir el evangelio, cuando sabían que era verdadero; o han sido cegados por la tradición o, por algún otro motivo, no han estado dispuestos a andar en la luz.

Dentro de esta clase es correcto incluir a aquellos que se niegan a tomar sobre sí el nombre de Cristo, aun cuando pertenecen a la Iglesia; y los que no están dispuestos a salir a predicarle a un mundo perverso respecto de “Jesucristo, y a éste crucificado”.

Pueden llevar vidas limpias; pueden ser honestos, industriosos, buenos ciudadanos y todo lo demás; pero no están dispuestos a asumir parte alguna de la labor que recae sobre los miembros de la Iglesia, de llevar al cabo la gran obra de la redención de la humanidad.

Hemos conocido miembros de la Iglesia que han salido al mundo y al convivir con aquellos que no profesan nuestra fe, se han avergonzado de su condición de Santos de los Ultimos Días. Tales personas no son valientes en el testimonio de Jesús. El Señor ha dicho: “Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.”

LA SALVACIÓN DE AQUELLOS QUE NO HAN RECIBIDO LA LEY DEL EVANGELIO. Por medio de la misión de Jesucristo se nos ha dado una ley, la ley del evangelio, y ésta es obligatoria para todos los que la escuchan, que tienen conocimiento de ella; y se han tomado las medidas necesarias para que aquellos que no reciben la ley o no oigan el nombre de Cristo, aquellos que no conozcan el plan de salvación, porque nunca les llegó en forma alguna, no estarán sujetos a las mismas restricciones y condenación que los que hayan recibido la ley. Y los que no reciban la ley, serán redimidos por Cristo mediante su sangre, y no les será requerido todo aquello que se nos requiere a nosotros.

TODA RODILLA SE DOBLARÁ, TODA LENGUA CONFESARÁ. Quiero llamar la atención sobre algo que frecuentemente se menciona en las Escrituras y es que “se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua”. Me pregunto: ¿cuántos de nosotros pensamos que si se dobla la rodilla y la lengua confiesa, es señal del perdón de los pecados y de la liberación de los mismos, y de que el candidato está preparado para la exaltación? Si así lo creen, están equivocados; de ninguna manera significa eso.

Vendrá el tiempo cuando “se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará”, y aún así, la mayor parte de la humanidad irá eternamente al reino telestial. Permitidme leeros estos versículos: “Vendrá el tiempo cuando todos verán la salvación del Señor; cuando todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos verán ojo a ojo, y confesarán ante Dios que sus juicios son justos.”

Es maravilloso cuando los hombres llegan al nivel de estar dispuestos a confesar que los juicios contra ellos son justos, y doblan la rodilla y comprenden “ojo a ojo”. Pero vean lo que este profeta dice más adelante: “Y entonces los malvados serán echados fuera, y tendrán motivo para aullar y llorar, lamentar y crujir los dientes; y esto porque no quisieron escuchar la voz del Señor; por tanto, el Señor no los redime.” Y sin embargo confiesan.

“Porque son carnales y diabólicos, y el diablo tiene poder sobre ellos; sí, aquella antigua serpiente que engañó a nuestros primeros padres, que fue la causa de su caída y que causó que toda la humanidad llegara a- ser carnal, sensual y diabólica, conociendo el bien y el mal y sujetándose al diablo.

De modo que, toda la humanidad estaba perdida; y he aquí, se habría perdido eternamente, si Dios no hubiese rescatado a su pueblo de su estado caído y perdido.”

De modo que no piensen que porque ellos doblan la rodilla y confiesan con la lengua o, como se lee en las otras Escrituras, ven ojo a ojo, estas cosas los exaltarán en el reino celestial de Dios, porque van a ser juzgados de acuerdo con sus obras y recibirán su dominio según el plan que ha sido establecido y preparado conforme a la justicia, y moderado por la misericordia del Señor.

NO HAY PROGRESO DE REINO A REINO

NO SE ADELANTA DE UNO INFERIOR A UNO SUPERIOR. ¿Se han preguntado si es posible que alguien que herede la gloria telestial adelante con el tiempo a la gloria celestial?

La respuesta a esta pregunta es, ¡no!

Las Escrituras son claras al respecto. Refiriéndose a aquellos que van al reino telestial, la revelación dice: “Y serán siervos del Altísimo; mas a donde Dios y Cristo moran, no podrán venir, por los siglos de los siglos.”

A pesar de esta declaración, aquellos que no comprenden la palabra del Señor argumentan que aunque esto es verdadero y ellos no podrán ir donde Dios es “por los siglos de los siglos”, no obstante, en su debido tiempo, irán donde Dios estuvo, pero El en ese tiempo ya se habrá ido a otras alturas.

Este es un razonamiento falso e ilógico, que daña, al hacer que la gente piense que puede aplazar su arrepentimiento y con el transcurso del tiempo alcanzar la exaltación en la gloria celestial.

LOS REINOS PROGRESAN EN DIFERENTES DIRECCIONES. Veamos ahora cuán errado es este razonamiento. Si con el tiempo los que entren en la gloria telestial pueden progresar hasta alcanzar la etapa en que la celestial se encuentra ahora, entonces estarán en la gloria celestial ¿no es así?, aunque la celestial haya avanzado. De ser éste el caso (digo esto sólo para argumentar, puesto que no es cierto), entonces participan de todas las bendiciones que ahora son celestiales. Eso quiere decir que se convierten en dioses, tienen exaltación, logran la plenitud del Padre y reciben una continuación de las “simientes para siempre jamás”. No obstante, el Señor ha dicho que estas bendiciones, que son celestiales, nunca las podrán obtener; ¡están prohibidas por siempre jamás!

He escuchado que se han comparado las glorias celestiales, terrestres y telestiales con las ruedas de un tren. La segunda y tercera podrán, y lograrán, alcanzar el lugar donde estaba la primera, pero la primera se habrá adelantado y estará aún a la misma distancia delante de ellas. ¡Este ejemplo no es real! Las ruedas no corren sobre la misma vía, y no van en la misma dirección. Las glorias terrestre y telestial están limitadas en su poder de progreso, por los siglos de los siglos.

EL PROGRESO CELESTIAL ESTA LIMITADO. En la sección 131, el Señor dijo, por medio del profeta José Smith: “En la gloria celestial hay tres cielos o grados; y para alcanzar el más alto, el hombre tiene que entrar en este orden del sacerdocio [es decir, el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio]; y si no lo hace, no puede obtenerlo. Podrá entrar en el otro, pero ése es el límite de su reino; no puede tener progenie.” Así vemos que aun en la gloria celestial algunos estarán excluidos y no podrán llegar a la exaltación.

En la sección 132 se aclara aún más esto: “Porque estos ángeles no se sujetaron a mi ley; por tanto, no se les puede engrandecer, sino que permanecen separada y solitariamente, sin exaltación, en su estado de salvación, por toda la eternidad; y en adelante no son dioses, sino ángeles de Dios para siempre jamás.” Con estos ángeles que aquí se mencionan, están incluidos los que entran en el reino celestial pero no obtienen la gloria más alta en ese reino.

En esta misma sección el Señor dice: “De cierto, de cierto te digo, a menos que te rijas por mi ley, no puedes alcanzar esta gloria. Porque estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la exaltación y continuación de las vidas, y pocos son los que la hallan, porque no me recibís en el mundo, ni tampoco me conocéis. Mas si me recibís en el mundo, entonces me conoceréis y recibiréis vuestra exaltación; para que donde yo estoy vosotros también estéis.”

“Esto es vidas eternas: Conocer al único Dios sabio y verdadero, y a Jesucristo a quien él ha enviado. Yo soy él. Recibid, pues, mi ley. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a las muertes, y muchos son los que entran por ella, porque no me reciben, ni tampoco permanecen en mi ley

Ahora bien, si se priva para siempre a un hombre de la “continuación de las vidas”, y el no tener esta bendición significa que nos llevará a las muertes, o falta de la continuación de las vidas o progenie, entonces no puede “por los siglos de los siglos” alcanzar la gloria celestial; pues la gloria celestial es la continuación de las vidas” o tener progenie eternamente; esto es ser dioses, aun los hijos de Dios.

DIFERENCIAS EN LAS CLASES DE CUERPOS RESUCITADOS. En la sección 88 de Doctrinas y Convenios se nos enseña que existe una diferencia en las clases de resurrección. Algunos serán levantados con cuerpos celestiales; algunos con cuerpos terrestres y algunos con cuerpos telestiales; y aun otros serán levantados con cuerpos sin ningún mérito o poder de gloria, y éstos serán los hijos de perdición. Léanse los versículos 17-33. Pablo da testimonio de esto en las siguientes palabras.

“Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano; pero Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo.

 “No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la de las bestias, otra la de los peces, y otra la de las aves. Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales…Así también es la resurrección de los muertos.” Si un hombre quiere entrar a la vida, entonces debe permanecer en la ley, guardando todos los mandamientos hasta el fin de su vida terrenal. ¡Esta es la doctrina del profeta José Smith!. “Hablé a la gente —dice—, y le mostré que para obtener la salvación no sólo tenemos que hacer algunas cosas, sino todo lo que Dios ha mandado. Los hombres podrán predicar y practicar todo menos aquellas cosas que Dios nos manda hacer, y por fin se condenarán. Nosotros podremos diezmar la menta y el comino y toda clase de hierbas, y aun así dejar de obedecer los mandamientos de Dios.”

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