Capítulo 4
Matrimonio Celestial
EL MATRIMONIO Y LA EXALTACIÓN
EL MATRIMONIO: CONVENIO DE EXALTACIÓN. El matrimonio, según lo entienden los Santos de los Ultimos Días, es un convenio ordenado para ser eterno. Es el fundamento de la exaltación eterna, pues sin él no podría haber progreso eterno en el reino de Dios.
El Señor enseñó a José Smith la doctrina del convenio sempiterno del matrimonio y de la perpetuidad de la familia después de la muerte. Esta revelación ha tenido un impacto maravilloso, y algunas veces hasta para los creyentes de la doctrina de que al morir un hombre y su mujer quedan separados para siempre y que la relación familiar llega a un fin eterno. Aun así hay muy pocos —si es que tienen sentimientos naturales—, que no abrigan una esperanza de que la eternidad de la familia llegue a ser una realidad.
No hay ordenanza alguna relacionada con el evangelio de Jesucristo que sea de mayor importancia, de naturaleza más solemne y sagrada, y más necesaria para el gozo eterno del hombre, que el matrimonio. Con todo, no hay ningún principio como este del matrimonio que se haya convertido en el blanco de groseras burlas, de mayores bromas por parte de los vulgares e impuros, y aun por muchos que se consideran refinados.
EL MATRIMONIO NOS TRAE LA TOTALIDAD DE LAS BENDICIONES DEL EVANGELIO. El matrimonio es un principio que, cuando se entra en él, presenta más serios problemas que cualquier otro. Debe ser recibido con un espíritu de paciencia y amor, aun ese amor tan grande que viene mediante el poder del Espíritu Santo. Nada preparará tan rápidamente a la humanidad para la gloria en el reino de Dios, como la fidelidad a este convenio del matrimonio. Mediante este, quizá más que por cualquier otro, cumplimos con el perfecto decreto de la divina voluntad, pero este convenio es sólo uno de los muchos requeridos al hombre que busca hacer la voluntad del Padre.
Si se le recibe adecuadamente, este convenio se convierte en un medio para la más grande felicidad. El honor más grande en esta vida y en la venidera —honor, dominio y poder en amor perfecto— son las bendiciones que resultan del mismo. Estas bendiciones de gloria eterna son reservadas para los que están dispuestos a perseverar en este y en todos los convenios del evangelio. Los demás no serán bendecidos.
El matrimonio es el principio más grande, glorioso y exaltado relacionado con el evangelio. Es lo que el Señor reserva para los que llegan a ser sus hijos e hijas; todos los demás serán únicamente siervos, aun cuando ganen la salvación; no llegarán a ser miembros de la familia de nuestro Padre y de nuestro Dios, si es que se niegan a recibir el convenio celestial del matrimonio.
EL MATRIMONIO EFECTUADO POR LA AUTORIDAD DEL HOMBRE TERMINA CON LA MUERTE. El Señor nos ha informado por medio de sus siervos los profetas, que todas las cosas son gobernadas por la ley. Su casa es una casa de orden, porque todas las cosas dentro de ella obedecen la ley. El no aceptará de la mano del hombre, una ofrenda, voto o contrato que no esté hecho de acuerdo con las leyes que El, el Señor, ha establecido, mismas que rigen en su reino. Los compromisos y acuerdos hechos por el hombre, en los cuales el Señor toma parte y que no fueron hechos por El, o por su palabra que es su ley, terminarán cuando los hombres mueran.
Por tanto, todos los contratos matrimoniales, así como otros contratos y compromisos hechos durante esta vida por las partes que no hayan aceptado el evangelio sempiterno, deberán terminar cuando los contratantes mueran. A fin de que el contrato matrimonial sea válido y ligado por eternidad y por tiempo, los contrayentes deberán entrar en la relación matrimonial con plena obediencia y de acuerdo con las leyes sobre las cuales están basadas tales bendiciones.
SE MANDA A LOS SANTOS CASARSE POR LA ETERNIDAD. El Señor nos ha mandado, como se registra en las revelaciones, que el matrimonio entre los miembros de la Iglesia debe ser efectuado únicamente en su santa casa, y no sólo por este tiempo, sino por tiempo y eternidad. Por tanto, los que se conforman con recibir una ceremonia sólo por tiempo, y se contentan con eso, ignoran este fundamental principio del evangelio y sus consecuencias o se rebelan contra los mandamientos del Señor.
Ahora bien, lo que quiero decir está dirigido en gran parte a los padres de los jóvenes. Pienso que los padres, quizá, son más culpables, porque, en muchas, muchísimas ocasiones, no enseñaron a sus hijos lo sagrado que es el convenio del matrimonio…
Mi corazón se acongoja cuando veo en el periódico el nombre de una hija o de un hijo de miembros de esta Iglesia, y descubro que van a contraer matrimonio fuera del templo del Señor, porque me doy cuenta de lo que ello significa, que se están negando a sí mismos la exaltación en el reino de Dios.
SI NO SE EFECTÚA EL MATRIMONIO ETERNO HABRÁ PENA EN LA RESURRECCIÓN. Estos jóvenes que parecen estar tan contentos ahora, cuando se levanten en la resurrección —y vean su condición— entonces habrá lloros, gemidos, crujir de dientes y aflicción del alma; y ellos habrán traído estas cosas sobre sí mismos debido a su falta de fe y comprensión del evangelio, y siento decirlo, por el estímulo que ellos han recibido muchas veces de sus propios padres.
LOS INDIGNOS NO DEBEN IR AL TEMPLO. Por supuesto que hay mucha gente que no es digna de ir al templo y por lo tanto, no debe ir. Nadie debe ir al templo excepto los que sean dignos, como ha dicho el Señor, “los que vencen por la fe”, y son limpios y son justos y fieles. Entonces pueden ir al templo. Si son impuros, si les falta fe, mejor es que permanezcan fuera hasta obtener la fe y ser limpiados.
EL MATRIMONIO CIVIL PRODUCE SIERVOS EN LA ETERNIDAD. El Señor dice con respecto al matrimonio: “Porque las cosas que permanecen, son por mí; y lo que no sea por mí será sacudido y destruido. Por consiguiente, si un hombre se casa con una mujer en el mundo, y no se casa con ella ni por mí ni por mi palabra, y el hace convenio con ella mientras él esté en el mundo, y ella con él, ninguna validez tendrán su convenio y matrimonio cuando mueran y estén fuera del inundo; por tanto, no están ligados por ninguna ley cuando salen del mundo.”
Es decir, no están ligados por ley alguna del evangelio. No tienen derecho sobre ellos; cuando mueran, sus contratos, compromisos y vínculos terminarán; no tienen derecho uno sobre el otro ni sobre sus hijos. Sus hijos quedan sin padres, sólo en la medida en que ellos mismos mediante su propia obediencia puedan ser adoptados dentro de la familia de otro hombre.
“Por tanto, cuando están fuera del mundo, ni se casan ni se dan en casamiento, sino que son nombrados ángeles en el cielo, las cuales son siervos ministrantes para servir a aquellos que son dignos de un peso de gloria mucho mayor, excedente y eterno.
Porque estos ángeles no se sujetaron a mi ley; por tanto, no se les puede engrandecer, sino que permanecen separada y solitariamente, sin exaltación, en su estado de salvación, por toda la eternidad; y en adelante no son dioses, sino ángeles de Dios para siempre jamás.”
La deducción que podemos sacar es que, los que son limpios en su vida; que son virtuosos; que son honorables: pero que no reciban este convenio del matrimonio eterno en la casa del Señor, saldrán —y aun podrán entrar en el reino celestial, pero cuando lo hagan será como siervos— para servir a aquellos que son dignos de una gloria mucho mayor, excedente y eterna.
SE DEBE ELEGIR ENTRE LAS COSAS DEL MUNDO Y LA EXALTACIÓN. ¿Deseáis pasar por este corto trecho llamado mortalidad, amando las modas, las tentaciones, las seducciones y todo lo que este mundo pueda ofrecer, porque son agradables, y luego levantaros en la resurrección de los muertos para ser un siervo, para servir a aquellos “que son dignos de una gloria mucho mayor, extraordinaria y eterna”? Eso es lo que tales personas van a obtener. Y puede ser, si no son honestos y honorables, que aun puedan ir al reino terrestre o al telestial y puedan perder definitivamente el reino celestial, porque recibiremos de acuerdo con nuestras obras.
En lo que concierne al matrimonio, este es el fin para los que se contentan simplemente con casarse por la ley del país y no por la ley de Dios.
EN LA ETERNIDAD EL MATRIMONIO CELESTIAL NOS CONVIERTE EN DIOSES. Pero si nos casamos por tiempo y por eternidad y nos es sellado sobre nuestras cabezas por los que tienen la autoridad para ello, y si entonces observamos nuestros convenios y somos fieles hasta el fin, saldremos en la resurrección de los muertos y recibiremos las siguientes bendiciones prometidas:
“Entonces serán dioses, porque no tienen fin; por consiguiente, existirán de eternidad en eternidad, porque continúan; entonces estarán sobre todo, porque todas las cosas les están sujetas. Entonces serán dioses, porque tienen todo poder, y los ángeles están sujetos a ellos.”
¿Quiénes son los ángeles? Aquellos que no permanecieron en la ley.
“De cierto, de cierto te digo, a menos que te rijas por mi ley, no puedes alcanzar esta gloria.”
¿Cumplir con qué ley? La ley del nuevo y sempiterno convenio, que es todos los convenios.
“Porque estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la exaltación y continuación de las vidas, y pocos son los que la hallan, porque no me recibís en el mundo, ni tampoco me conocéis.
Mas si me recibís en el mundo, entonces me conoceréis y recibiréis vuestra exaltación; para que donde yo estoy vosotros también estéis.”
¡Qué maravillosa promesa! Y se nos ofrece; es un don gratuito; no nos cuesta nada: sólo rectitud, fe, obediencia; y con toda seguridad que sí podemos pagar ese precio. Por supuesto que significa dejar las cosas del mundo; ¿pero es esto un sacrificio? ¿Hay alguien que considere que dejar las cosas del mundo es un sacrificio? Algunas personas lo mirarán desde ese punto de vista, pero no es así. ¿No podéis sacrificar nada por el evangelio de Jesucristo? Sería tan ilógico como si un hombre me diera un peso y yo le diera diez centavos, y luego saliera diciendo ¡qué gran sacrificio fue el que hice!
Así que si queréis entrar en la exaltación y llegar a ser como Dios, es decir un hijo o una hija de Dios, y recibir la plenitud del reino, entonces tendréis que cumplir su ley, no simplemente la ley del matrimonio, sino todo lo que pertenece al nuevo y sempiterno convenio, y entonces tendréis para siempre la “continuación de las vidas”, porque el Señor dice:
“Esto es vidas eternas: Conocer al único Dios sabio y verdadero, y a Jesucristo a quien él ha enviado. Yo soy él. Recibid, pues, mi ley.”
Los SOLTEROS HEREDARAN LAS MUERTES. Ahora bien, ¿qué pasará con los demás? Veamos lo que dice el Señor: “Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a las muertes, y muchos son los que entran por ella, porque no me reciben, ni tampoco permanecen en mi ley.”
¿Qué es lo que quiere decir el Señor con “las muertes”? Eso no quiere decir aniquilación; ni que no vayan a. recibir la inmortalidad, pues todo hombre la recibirá y vivirá para siempre. Ese es un don gratuito de Dios. La resurrección vendrá a toda alma. Entonces, ¿qué es lo que el Señor quiere decir cuando afirma que los que entran en el camino espacioso entran en “las muertes”?
El quiere decir que entran en el mundo venidero separados y solteros, y no tienen “continuación de las vidas”, no tienen progenie después de la resurrección. Eso es la muerte. No continuarán; llegan a un fin en cuanto a esa progresión se refiere. El Señor la llama “las muertes”, y estoy seguro, confío, que toda alma que rechaza este mandamiento del Señor y entra en el camino espacioso, descubrirá cuando entre en las eternidades que ciertamente ha entrado en “las muertes”, ha llegado al fin; no al fin de su vida, pero sí al fin de su aumento.
EL MATRIMONIO ES NECESARIO PARA CONVERTIRSE EN HIJO DE DIOS. El don que se promete a los que reciben este convenio del matrimonio y permanecen fieles hasta el fin, que no “tendrán fin”, significa que tendrán el poder del aumento eterno. Sólo los que tienen este poder verdaderamente podrán “conocer al único Dios sabio y verdadero, y a Jesucristo a quien él ha enviado”. Otros podrán ver al Señor y podrán ser instruidos por El, pero no podrán verdaderamente conocerlo a El o a su Padre, a menos que lleguen a ser semejantes a ellos.
¿Quién desea entrar en el mundo eterno y ser un siervo, cuando se nos ofrece la promesa de que podemos ser hijos e hijas de Dios? Aun así habrá una gran mayoría que entrarán en el mundo eterno como siervos, y no como hijos, y esto sencillamente porque piensan más en el mundo y sus convenios, que en Dios y sus convenios; simplemente porque en su ceguedad de corazón, se niegan a guardar estos mandamientos sagrados y santos. ¡Oh, qué aflicción habrá en el día del juicio, cuando cada hombre reciba su galardón de acuerdo con sus obras!
No HABRÁ EXALTACIÓN SIN EL MATRIMONIO. Puesto que el matrimonio es instituido de Dios, y en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón, fuera de la relación del matrimonio no podrá haber exaltación a la plenitud de las bendiciones del reino celestial. Un hombre y una mujer solteros no podrán ser exaltados. Cada uno debe tener un compañero para compartir los honores y bendiciones de esta gran exaltación. El matrimonio por tiempo y eternidad efectúa la gloria superior del reino de nuestro Padre, mediante la cual sus hijos se convierten en sus herederos y en cuyas manos El entrega todas las cosas.
Si un hombre y una mujer se salvan en reinos separados, por ejemplo el celestial y el terrestre, automáticamente el sellamiento se rompe; es roto debido al pecado de uno de [os contrayentes. Nadie que permanezca fiel puede ser privado de la exaltación. En otras palabras, un esposo indigno no puede impedir que una esposa fiel reciba la exaltación y viceversa. En este caso el siervo fiel será dado a alguien que haya sido fiel.
ETERNIDAD DE LA FAMILIA
FELICIDAD ETERNA PORQUE LA FAMILIA CONTINUA. No sólo el matrimonio fue instituido de Dios para perdurar eternamente, sino que naturalmente se deduce que esto mismo se aplica a la familia. El plan dado en el evangelio para e] gobierno del hombre en esta tierra es típico de las leyes que gobiernan en el reino de Dios. ¿Es posible imaginar mayor causa de pena que ser abandonado en el mundo eterno sin tener derecho a padre, madre o hijos?
Horroriza pensar en una nación sin la unidad familiar como cimiento fundamental; donde todos los ciudadanos son, comparativamente, extraños entre sí, y donde no se encuentra el afecto natural; donde los lazos familiares no unen a los grupos. Tal condición sólo puede conducir a un fin: anarquía y disolución, ¿No es razonable creer que lo mismo puede ser cierto en relación con el reino de Dios? Si en ese reino no hubiese lazos familiares y todos los hombres y mujeres fueran “ángeles” sin el parentesco natural, como muchas personas creen, ¿puede ser éste un lugar de felicidad, un cielo?
LA FAMILIA DE DIOS EL PADRE. La doctrina común de que no hay tales vínculos y que el sexo desaparece en el otorgamiento de la salvación a los justos, ciertamente no está de acuerdo con las Escrituras. El Señor le dijo a Juan: “El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y el será mi hijo.”
Además, Pablo al escribir a los santos de Efeso, les dijo: “Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra.” Puesto que todos los que obedecen el evangelio en su plenitud llegan a convertirse en herederos y miembros de la familia de Dios, ¿por qué no podrá haber tal familia de Dios en el cielo?
Las Escrituras nos informan que somos linaje de Dios. El nos ha exhortado a que le llamemos Padre: no en sentido mítico, sino literalmente como nuestro Padre. Fue así como Jesús enseñó a sus discípulos a orar, y poco después de su resurrección cuando se le apareció a María, le dijo: “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles:
Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.” ¿Acaso no indica esto una organización familiar?
Por medio de la restauración del sacerdocio que poseía Elías el Profeta, se ha dado a la Iglesia el conocimiento de que cada unidad familiar, donde los padres se hayan casado por tiempo y eternidad, permanecerá intacta por toda la eternidad. Además, cada unidad familiar será ligada a la generación que la precedió, hasta que todos los fieles que hayan demostrado su derecho a la relación familiar mediante la obediencia al evangelio, sean unidos como una gran familia de principio a fin y encuentren lugar en el reino celestial de Dios. De esta manera todos los que reciban la exaltación llegarán a ser herederos de Dios, y coherederos con Jesucristo en la posesión de las relaciones familiares eternas.
LA UNIDAD FAMILIAR SÓLO CONTINÚA EN EL REINO CELESTIAL. No hay nada que pueda substituir a un hogar virtuoso. Quizá el mundo no lo considere así, pero La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días sabe que así es. La familia constituye la unidad en el reino de Dios.
Fuera del reino celestial no existe organización familiar, está reservada para los que estén dispuestos a obedecer cada convenio y compromiso que recibimos aquí en esta vida mortal.
Creemos que la familia continuará. Me solazo grandemente con la idea de que si soy fiel y digno de merecer una exaltación, mi padre será mi padre, y estaré sujeto a él como su hijo por toda la eternidad; que reconoceré y conoceré a mi madre y ella será mi madre por toda la eternidad; que mis hermanos y hermanas lo serán por toda la eternidad; y que mis hijos y mis esposas serán míos en la eternidad. No sé lo que otras personas puedan sentir, pero para mí ese es un pensamiento glorioso, que me ayuda a mantenerme sereno.
LA CADENA FAMILIAR ENTRE LOS SERES EXALTADOS. Todo hombre casado está colocado a la cabeza de su familia, es decir, su familia inmediata. Por ejemplo, yo estaré colocado a la cabeza de mi grupo familiar por virtud del sellamiento por tiempo y toda la eternidad, y mis hijos me pertenecerán; asimismo, yo perteneceré a mis padres en su grupo familiar, mi padre, con sus hermanos y hermanas, pertenecerá a la unidad de su padre en ese grupo familiar, y su padre a su padre antes de él; todos ligados de generación en generación como una cadena. Así será con los justos desde los días de Adán, Adán colocado a la cabeza como Miguel, con autoridad y jurisdicción sobre su posteridad en este gran grupo familiar que haya guardado los mandamientos de Dios.
Ahora bien, este es el orden del sacerdocio. Por supuesto que habrá cadenas que serán rotas, eslabones que faltarán, porque no podemos forzar a la gente a entrar en el reino. Los que no sean dignos de pertenecer a este agrupamiento de familias tendrán que permanecer a un lado, y los que son dignos serán unidos y la cadena continuará del mismo modo.
Finalmente, cuando esta obra haya sido perfeccionada, y Cristo entregue a su Padre las llaves y presente su informe, y la muerte haya sido destruida, entonces esa gran familia que viene desde los días de Adán, la familia de todos los justos, los que guardaron los mandamientos de Dios, descubrirá que son una sola familia, la familia de Dios, con derecho a todas las bendiciones que pertenecen a la exaltación.
LOS HIJOS ESPIRITUALES EN LA RESURRECCIÓN. Los que logren la exaltación en el reino celestial tendrán el poder del aumento eterno de la posteridad, y estarán “sobre todo, porque todas las cosas les están sujetas”. Los hijos nacidos a los padres que hayan obtenido, mediante su fidelidad, la plenitud de estas bendiciones, serán hijos espirituales no revestidos con cuerpos de carne y hueso. Estos hijos serán como fuimos nosotros antes de venir a este mundo. Se nos enseña en las Escrituras que somos linaje de Dios en el espíritu, siendo Jesucristo el Primogénito de nuestro Padre Eterno en ese mundo espiritual.
ADAN Y EL MATRIMONIO CELESTIAL
ADÁN CONTRAJO MATRIMONIO ANTES DE QUE LA MUERTE ENTRASE AL MUNDO. El Señor creó al hombre a su imagen, varón y hembra, y la mujer le fue dada como compañera al hombre porque el Señor dijo: “No es bueno que el hombre esté solo.”
Cuando Eva le fue dada a Adán, la unión fue eterna. No había muerte en el mundo, ya que la caída del hombre vino más tarde. Cuando se sembraron las semillas de la muerte y el hombre fue desterrado de la presencia del Señor debido a su transgresión, la unión previamente formada no fue disuelta.
Las Escrituras dicen que “Adán empezó a cultivar la tierra, a ejercer dominio sobre las bestias del campo y a comer su pan en el sudor de su rostro… y Eva, su esposa, también se afanaba con él”. Este santo vínculo está destinado a durar para siempre. Adán será conocido como el “príncipe de todos, el Anciano de Días”. y Eva será conocida como “la madre de todos los vivientes”. A través de la eternidad ambos serán honrados por su posteridad.
No era “bueno” que el hombre estuviese solo en el principio, y nunca fue ni será “bueno” que el hombre esté solo. Ese hombre o esa mujer que permanezcan separados y solteros por toda la eternidad habrán perdido la más grande bendición que el Señor ha preparado para los que le aman. Es un deseo inherente, dado por Dios al hombre, que cuando éste llegue a la madurez, “dejará a su padre y a su madre, y se allegará a su mujer” en una unión que en toda rectitud debe perdurar para siempre.
EL MATRIMONIO DE ADÁN SERÁ SEMPITERNO. Pablo declaró que: “En el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón.” Y el Señor dijo que le daría al hombre una compañera, la cual sería una ayuda idónea para él: es decir, una ayuda que llenara todos los requisitos, no sólo de compañía, sino también mediante la cual se cumpliría la plenitud de los propósitos del Señor relativos a la misión del hombre a través de la vida mortal y hacia la eternidad.
“Ni el hombre ni la mujer eran capaces de llenar la medida de su creación por sí solos. Se precisó la unión de los dos para completar al hombre a la imagen de Dios.” El Señor dijo:
“Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza… Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y hembra los creó.”
Además, cuando le fue presentada la mujer al hombre, Adán dijo: “Esto [la mujer] es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne.” Por esto entendemos que su unión con Eva sería sempiterna. El Salvador confirmó esta doctrina cuando les dijo a los judíos: “Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Así que no son ya más dos, sino una sola carne.” Entonces, ¿cómo pueden separarse el hombre y su mujer, como tan frecuentemente sucede hoy en día entre la gente, y ser justificados ante la vista de Dios? Cuando el hombre y su mujer se separan, la ley de Dios ha sido quebrantada.
El profeta José Smith enseñó que “el matrimonio era una institución celestial, fundada en el Jardín de Edén; (y) que es necesario que sea solemnizada por la autoridad del sacerdocio sempiterno”.
ADÁN Y EVA FUERON CASADOS POR DIOS EL PADRE. El matrimonio tal como se estableció en el principio fue un convenio eterno. El primer hombre y la primera mujer no fueron casados hasta que la muerte los separara, pues en ese entonces la muerte no había venido al mundo. En esa ocasión la ceremonia fue realizada por el mismo Padre Eterno cuyas obras perduran para siempre. Es la voluntad del Señor que todos los matrimonios sean de la misma índole, y al convertirse en “una carne” el hombre y la mujer deben continuar en el estado matrimonial de acuerdo con el plan del Señor, por toda la eternidad así como en esta vida mortal.
EL MATRIMONIO EN EL CIELO
LAS ENSEÑANZAS APÓSTATAS NIEGAN EL MATRIMONIO ETERNO. Los padres virtuosos de todo el mundo anhelan la continuación de sus lazos familiares aun más allá de la tumba. En todas las épocas los poetas han hablado acerca de tales uniones. Es seguro decir que ningún esposo que ame tiernamente a su esposa, y que haya sido llamado a despedirla en su muerte, lo haya hecho sin el anhelante deseo de poder encontrarse nuevamente con ella y renovar su unión en la eternidad para siempre.
Ningún padre que amara a su hijo lo despidió sin haber tenido el mismo deseo. Aun así, las enseñanzas del mundo actual le niegan esta bendición.
No siempre fue así. Esta falsa doctrina, que ha causado tantos sufrimientos inútiles, es el resultado de la apostasía y en gran medida está basada en los falsos conceptos de algunos maestros religiosos no inspirados, que malinterpretan las palabras del Señor dichas a los incrédulos saduceos.
Estos saduceos, que negaban la resurrección, con tal de atrapar al Señor en sus palabras le tendieron una trampa. Al hacerle la pregunta, le dijeron que cierta mujer se había casado siete veces, o por lo menos había vivido con siete hombres, aparentemente sus esposos, de acuerdo con la ley mosaica. Puesto que estos saduceos no creían en la resurrección, tampoco creían en el matrimonio por la eternidad; y pensaban que no podría haber una respuesta adecuada para su pregunta.
El solo hecho de que ellos hicieron la pregunta indica que la doctrina del matrimonio por la eternidad era enseñada y aceptada por aquellos que no eran de su fe, de otra manera nunca le hubieran hecho la pregunta al Salvador. La respuesta del Señor fue la misma que daríamos hoy, tal como lo hacemos, y como el Señor mismo la ha dado hoy en sus revelaciones a la Iglesia.
NO HAY MATRIMONIO EN EL CIELO PARA LOS SADUCEOS. Esta es la respuesta: El matrimonio, como el bautismo, es una ordenanza que debe ser realizada en esta vida; no puede ser hecha después que los hombres hayan muerto, excepto, como en el caso del bautismo, por medio de un representante vicario, y así el Señor dijo que ellos ni se casan ni se dan en casamiento en el cielo. Igualmente pudo haber contestado a los que interrogaban sobre el bautismo, diciéndoles que no hay bautismo en el cielo. Todas las ordenanzas del evangelio que se nos dan, pertenecen a este estado mortal de probación y deben ser llevados a efecto aquí ya sea por los contrayentes o por algún otro en su nombre después que hayan muerto… pero deben realizarse aquí.
Al contestarles de acuerdo con la insensatez de ellos, el Salvador dijo: “Los hijos de este siglo [es decir, el mundo al cual pertenecían los saduceos] se casan, y se dan en casamiento.” Pido vuestra atención sobre el hecho de que el Señor dijo que él y sus discípulos no eran de este mundo; los saduceos sí lo eran.
Entonces agregó: “Más los [los de “este siglo o mundo” que no observan toda la ley] que fueren tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo [es decir, los que obtienen el reino celestial pero al no estar casados no obtienen la exaltación en ese reino] y la resurrección de entre los muertos, ni se casan, ni se dan en casamiento. Porque no pueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.”
NO HAY MATRIMONIO EN EL CIELO PARA LOS INICUOS. Esta es la única respuesta que el Señor podía haber dado a esos incrédulos. Está en completo acuerdo con la revelación dada al profeta José Smith, donde el Señor dice que, “fuera del mundo [los de “este mundo” que no observan toda la ley], ni se casan ni se dan en casamiento, sino que son nombrados ángeles en el cielo, los cuales, son siervos ministrantes para servir a aquéllos que son dignos de un peso de gloria mucho mayor, y excedente, y eterno. Porque estos ángeles no se sujetaron a mi ley; por tanto, no se les puede engrandecer, sino que permanecen separada y solitariamente, sin exaltación, en su estado de salvación, por toda la eternidad; y en adelante no son dioses, sino ángeles de Dios para siempre jamás.”
Las respuestas son exactamente las mismas y se aplican a todos los que puedan ser dignos de alguna salvación, a pesar de haber rechazado el sempiterno convenio del matrimonio. No se casarán, ni se darán en matrimonio los que rechacen la verdad del evangelio sempiterno. Ese privilegio está limitado a los que guardan los mandamientos del Señor en su plenitud y son obedientes a las leyes de Dios.
Se impondrán restricciones a los que entren en los reinos terrestre y telestial, y aun a aquellos del reino celestial que no reciban la exaltación; se harán cambios en sus cuerpos para adaptarlos a su estado; y no se casarán ni se darán en matrimonio, ni vivirán juntos el hombre y la mujer, debido a estas restricciones.
LEYES QUE GOBIERNAN EL MATRIMONIO ETERNO
LLAVES REQUERIDAS PARA EL MATRIMONIO CELESTIAL. Ahora bien, el matrimonio por la eternidad sólo puede ser realizado en los templos, no puede realizarse en ninguna otra parte. La autoridad mediante la cual se solemniza debe estar investida sobre el que efectúa las ordenanzas, en virtud del nombramiento dado por aquel que posee las llaves.
Sólo hay un hombre sobre la tierra que posee las llaves de este poder de ligamiento o sellamiento. Ningún otro hombre tiene el derecho de oficiar en una ceremonia de matrimonio o sellamiento, por tiempo y eternidad, a menos que haya obtenido el nombramiento directo de parte de quien posee las llaves de este poder.
Este nombramiento puede ser cancelado en cualquier momento, cuando el que posee estas llaves diga que se retira este privilegio. Ningún hombre puede oficiar en estas ceremonias a menos que posea el santo sacerdocio. Cualquier hombre que se atreva a realizar tales matrimonios en virtud de su oficio en el sacerdocio, sin haber sido nombrado por el hombre que posee las llaves de este poder, no tiene autoridad, y tales actos son nulos y sin ningún valor.
LOS HOMBRES TIENEN LA OBLIGACIÓN DE CASARSE. Cualquier joven que negligentemente desatiende este gran mandamiento del matrimonio, o que no se casa en virtud de un deseo egoísta por eludir las responsabilidades que la vida matrimonial traerá consigo, está adoptando una conducta desagradable delante de Dios. La exaltación implica responsabilidades. No puede haber exaltación sin ella.
Si un hombre se rehusa a tomar sobre sí las responsabilidades de la vida matrimonial porque desea evitar los cuidados y molestias que esta acarrea, está adoptando una conducta que lo excluirá para siempre de las responsabilidades que se reservan para los que están dispuestos a guardar por completo los mandamientos del Señor. De esta manera estará limitando su progreso eterno, y como los saduceos de antaño, será contado entre los ángeles que no pueden recibir aumento. No tendrá el privilegio de ser contado entre los hijos de Dios, ni de ser heredero de las bendiciones reservadas para los que recibirán una herencia en el reino del Padre.
NO DEBÉIS CASAROS FUERA DE LA IGLESIA. Por las razones antedichas, es un error muy serio el que comete un joven o una señorita que se casa fuera de la Iglesia, pues entonces no podrán estar casados con la promesa de una unión eterna. No importa quién realice tal ceremonia matrimonial, ésta será por tiempo únicamente, y luego la muerte separará a los contrayentes, quienes después de muertos no podrán reclamar a sus hijos.
Esta misma condición también regirá donde aquellos que siendo miembros de la Iglesia, se rehusen a recibir las ordenanzas de manera apropiada en la casa del Señor, o dejen de hacerlas. Sin embargo, existe la posibilidad de que éstos vayan más tarde a la casa del Señor y sellen estas bendiciones sobre ellos; pero es mucho mejor hacerlo correctamente desde el principio, y entonces sabrán que están pisando sobre terreno seguro, aprovechando la oportunidad antes que sea demasiado tarde.
ENSEÑAD LA LEY DEL MATRIMONIO ETERNO A VUESTROS HIJOS. Que todos los padres y madres Santos de los Ultimos Días se preocupen por enseñar a sus hijos lo sagrado del convenio matrimonial. Permitid que inculquen a sus hijos que de ninguna otra manera que no sea honrando los convenios de Dios, entre los cuales el convenio del matrimonio eterno es uno de los más grandes y obligatorios, podrán obtener las bendiciones de la vida eterna.
Si rehusan recibir estas ordenanzas y las otras bendiciones de la casa del Señor entonces serán desheredados de estas bendiciones superiores. No llevarán su corona de gloria; no tendrán dominio ni blandirán cetro alguno, les será negada la plenitud del conocimiento y del poder, y como el hijo pródigo, podrán volver nuevamente a la casa de nuestro Padre, pero será como siervos, y no como hijos, pero si ellos son fieles a estos mandamientos, su gloria y exaltación no tendrán límites.
DEBÉIS CASAROS CORRECTAMENTE O DE NINGUNA OTRA MANERA. He escuchado decir en varias ocasiones al presidente Joseph F. Smith que preferiría llevar a sus hijos a la tumba, uno por uno, en su inocencia y pureza sabiendo que saldrían para heredar la plenitud de la gloria celestial, antes que verlos casados fuera de la Iglesia, fuera del templo del Señor.
¿Por qué fue él tan categórico? Porque tenía un conocimiento perfecto de lo que significa el matrimonio de acuerdo con la ley del Señor; y porque conocía las consecuencias que traería el rechazo a este convenio en la casa del Señor. Porque los que rehusen recibir esta ordenanza, como el Señor lo ha mandado, no podrán entrar en la plenitud de la gloria celestial.
LAS SOLTERAS FIELES RECIBIRÁN LA EXALTACIÓN. Vosotras buenas hermanas, que estáis solteras, no temáis, no penséis que se os van a retener las bendiciones. No estáis bajo la obligación o necesidad alguna —por el temor de caer bajo condenación— de aceptar cualquier propuesta que se os haga. Si en vuestro corazón sentís que el evangelio es verdadero, que podréis recibir estas ordenanzas y bendiciones de sellamiento en el templo del Señor bajo condiciones correctas; y si esa es vuestra fe, esperanza y deseo, aunque esas cosas no os vengan por ahora, el Señor os recompensará por ello, y seréis altamente bendecidas, porque ninguna bendición os será retenida.
El Señor os juzgará de acuerdo con los deseos de vuestro corazón cuando las bendiciones sean retenidas en esta vida, y no os va a condenar por lo que vosotras no podéis evitar.
LAS SOLTERAS SERÁN JUZGADAS SEGÚN SUS DESEOS. De acuerdo con las costumbres modernas, corresponde al hombre tomar la iniciativa en el asunto del contrato matrimonial. Las mujeres, por la misma imposición de esta moda, están excluidas, y sea correcto o no que una mujer tome la iniciativa y haga una propuesta matrimonial, siente y sabe con certeza que la gente la criticaría, al suponer que ella está actuando de una manera descocada e impropia. Esto es incorrecto, no obstante es la realidad. Por lo tanto, esta responsabilidad descansa sobre el hombre.
Ninguna mujer será condenada por el Señor por rehusarse a aceptar una propuesta que ella sienta indigna de su condición. A mi juicio, creo que es mucho mejor que nuestras señoritas rehusen una oferta de matrimonio cuando piensen que la compañía del hombre será desagradable, o si es alguien al que no aman o piensan que no pueden llegar a amar.
Si en su corazón la joven acepta totalmente la palabra del Señor, y en condiciones adecuadas obedecería la ley, pero rehusa una oferta cuando cree por completo que las condiciones no justifican que ella entre en el contrato matrimonial que la ligaría para siempre a quien no ama; esta joven no perderá su galardón. El Señor la juzgará por los deseos de su corazón, y vendrá el día en que le serán dadas todas las bendiciones retenidas, aunque éstas sean diferidas hasta la vida venidera.
SE DEBE TENER CUIDADO EN LA ELECCIÓN DEL COMPAÑERO ETERNO. Esta vida es breve, y la eternidad es larga. Ya que esperamos que el convenio matrimonial perdure para siempre, conviene prestarle nuestra más alta consideración. El apresuramiento en este importante paso de la vida puede llenar la vida mortal de esposos, esposas e hijos, de interminable aflicción y miseria. Los resultados pueden llegar hasta la eternidad, como a menudo sucede, y provocar penas irreparables que perdurarían para siempre. El matrimonio, desde el punto de vista de los Santos de los Ultimos Días, es la única cuestión en la vida que puede resultar fatal al actuar nosotros apresuradamente, ya que podremos lamentarlo el resto de nuestra vida.
El consejo adecuado para nuestra juventud es de que considere cuidadosamente todo esto, y que elija bien a un compañero que posea una fe permanente en el evangelio. Es más probable que tal persona demuestre más fidelidad a cada voto y cada convenio. Cuando el joven y la señorita tienen un fuerte testimonio de la divina misión de nuestro Señor y creen firmemente en el evangelio, tal cual fue revelado por medio de José Smith el Profeta, existen más probabilidades a favor de una unión feliz, imperecedera y perenne.
Mi consejo a nuestras jóvenes solteras es que, si no podéis encontrar un esposo que sea fiel a su religión y que tenga fe en el evangelio de nuestro Señor, es mejor que permanezcáis solteras. Es mejor privaros de algo en esta vida mortal y recibir la vida sempiterna, que perder vuestra salvación en el reino de Dios. Recordad que el Señor os compensará en gozo y unión eterna más de lo que temporalmente habéis perdido, si sois leales y fieles. “Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres [y mujeres].”
SEGUNDAS NUPCIAS FUERA DEL TEMPLO. Cuando una persona ha hecho convenios solemnes en el templo, y luego, después que su compañero ha muerto, se casa con alguien fuera de la Iglesia, muestra una muy grave falta de lealtad a los convenios, de debilidad en la fe, e incredulidad en las promesas del Señor.
Una persona que viola los convenios, que hace caso omiso de los mandamientos y demuestra ser infiel en la Iglesia, no solamente puede perder a sus hijos, sino también su propia salvación.
SE LEVANTA DESCENDENCIA A NUESTRO HERMANO. Cuando un hombre y una mujer se casan en el templo por tiempo y eternidad, si su compañero muere y la mujer se casa con otro hombre, se puede casar con él únicamente por tiempo, mas no por la eternidad.
Cuando un hombre se casa con una mujer que anteriormente estuvo casada en el templo, pero cuyo esposo ahora está muerto, debe pensarlo muy bien y hacerlo con los ojos bien abiertos. Si esta mujer y su esposo “temporal” procrean hijos, él no tendrá ningún derecho sobre ellos, pues éstos irán con su madre. Esta es la ley. Ciertamente, un hombre no puede en justicia esperar tomar a la esposa de otro hombre después de que éste ha muerto, criar con ella una familia y esperar luego reclamar a los hijos.
Si quiere su propia familia, entonces tendrá que casarse con una esposa que él pueda tener en la eternidad. Esto está en plena armonía con el orden patriarcal. ¿Cuál era la ley en la antigüedad? ¿No se esperaba que el hermano levantara descendencia a su propio hermano?
























