Capítulo 11
La Venida del Libro de Mormón
LA RESTAURACIÓN DEL LIBRO DE MORMÓN
NATURALEZA INSPIRADA DEL LIBRO DE MORMÓN. El Libro de Mormón es la historia sagrada de los antiguos habitantes del continente americano; contiene las profecías de sus profetas, los mandamientos del Señor a ellos, y la historia y destino de esos pueblos antiguos. Es el tomo americano de las Escrituras, y es tan sagrado e inspirado como lo es la Biblia que contiene los registros sagrados de la raza hebrea en el hemisferio oriental.
Ningún otro libro ha sido combatido tan mordaz, rencorosa e implacablemente como el Libro de Mormón. Sin embargo, igual que el oro que es probado muchas veces en el horno, ha salido ileso en todo ataque. Toda arma que se ha levantado en contra de él ha perecido, y se ha desvanecido la sabiduría de los que, considerándose justos a su propia vista, lo combatieron.
Hay una inspiración y sensación de gozo y satisfacción pacíficos que acompaña la lectura sincera y devota de este libro. Su doctrina y mérito literario concuerdan con los escritos de los profetas judíos. El estudiante sincero que está dispuesto a poner a prueba la promesa de Moroni se ve obligado a decir: “Ciertamente ésta es la obra del Señor y no del hombre, porque ningún hombre pudo haberla escrito.”
EL PALO DE JOSÉ EN MANOS DE EFRAÍN. Ezequiel vio en visión la gran nación de los nefitas, la casa de José, y escribió por profecía concerniente a la incorporación de los anales de José con los de Judá…
Es muy aparente que la Biblia es la historia o palo de Judá; y por otra parte, que no contiene la historia de las naciones que iban a proceder de Efraín y de Manasés. Ese palo, o historia, se debe buscar en otra parte. Algunos han declarado que la Biblia, cual la tenernos hoy, cumple esta profecía; que este mandamiento dado a Ezequiel fue un mandamiento local dado a él, y que él debía escribir y juntar en Uno los escritos de las dos naciones de Judá e Israel y ponerlos a la vista del pueblo de su época. Sin embargo, un examen cuidadoso de esta profecía revela que esta unión de las historias se verificaría en un día postrero, no en los días de Ezequiel.
Una expresión significativa en la profecía de Ezequiel es que el palo de José y sus compañeros habrían de estar en las manos de Efraín. Efraín iba a estar a la cabeza de las tribus de Israel en los postreros días de acuerdo con su primogenitura. José Smith, a quien se entregó la historia de los nefitas, y que también la tradujo, es de la tribu de Efraín. El Señor así lo reveló. También lo son la mayor parte de aquellos que han recibido el evangelio en esta dispensación. Por tanto, este palo de José está en la mano de Efraín, y él lo ha juntado con el palo de Judá, dando cumplimiento a la profecía de Ezequiel.
El Libro de Mormón es el relato de José. Contiene la historia de los descendientes de José sobre esta tierra, tanto de Efraín corno de Manasés. Estaba en las manos de Efraín cuando se entregó a José Smith, y continúa en las manos de Efraín cuando nuestros misioneros salen a proclamar sus verdades al mundo, porque también ellos son de Efraín.
EN EL LIBRO DE MORMÓN SE RESTAURÓ EL CONOCIMIENTO DE CRISTO. Fue necesario, en la restauración de todas las cosas, que el pueblo de este continente, el cual en tiempos antiguos había recibido la gracia y bendición del Omnipotente, saliese a luz por medio de su historia que contenía las profecías y mandamientos que ellos recibieron de Dios. Aunque habría de ser, según lo declara uno de sus profetas, como una voz hablando de entre los muertos, desde el polvo de la tierra, no obstante hablaría y daría testimonio de Cristo.
En la portada se encuentra la promesa de que esta historia sería preservada para aparecer por el poder de Dios para convencer a los lamanitas, y también a los judíos, y a los gentiles también, de que Jesucristo es el Hijo de Dios. En todo el Libro de Mormón se predice que esta historia sería preservada para tal propósito y, además, para dar testimonio de la inspiración y carácter sagrado de las Escrituras hebreas.
EL LIBRO DE MORMÓN ES PARA TODAS LAS NACIONES. Se hizo la promesa de que el contenido de estos anales se darían a conocer entre todas las naciones. Nefi escribió que iba a llegar el día que “las palabras del libro, que fueron selladas, se leerán desde los techos de las casas; y serán leídas por el poder de Cristo”.
Este hecho impresionó profundamente a José Smith y a los testigos del Libro de Mormón, porque al dar su testimonio, ellos redactaron su declaración en esta manera: “Conste a todas las naciones, familias, lenguas y pueblos, a quienes llegare esta obra”… y luego siguen sus afirmaciones positivas concernientes a la historia. De no haber sido por el espíritu de profecía, no habrían osado expresarse de tal manera, ni se habría atrevido José Smith a declarar que el libro sería distribuido en todo el mundo como testigo de Cristo. No había ningún poder en él, aun con ayuda de los once testigos, para llevar a efecto tan audaz y notable profecía. Si el Libro de Mormón hubiese sido un fraude, y estos hombres engañadores, lo más probable es que el libro no se habría conocido más allá de unos cuantos kilómetros de Palmyra.
Cuando Moroni se le apareció a José Smith en septiembre de 1823, le dijo que se tomaría su nombre para bien y para mal entre todo pueblo. Nadie dirá hoy que esto no se ha cumplido. En igual manera el conocimiento del Libro de Mormón ha llegado a las naciones de la tierra. Donde se conoce el nombre de José Smith, allí también se conoce el Libro de Mormón.
Aquellos que lo han leído sinceramente lo aceptan como una historia divinamente inspirada; entre aquellos que lo rechazan, se le puede considerar ignorantemente como un fraude muy astuto. Sin embargo, la palabra del Señor declarada antiguamente se ha estado, y aún se está cumpliendo.
LA BIBLIA HABLA DEL LIBRO DE MORMÓN
EL LIBRO DE MORMÓN CUMPLE LAS PROMESAS DE JACOB. Es razonable creer que si el Libro de Mormón contiene el mensaje de salvación cual fue dado a los pueblos antiguos de este continente, y es un testigo a favor de la Biblia, debe también haber algunas declaraciones inspiradas en la Biblia que den testimonio del Libro de Mormón. Si no hubiera tales referencias, existiría un grave defecto en el testimonio de la historia de los nefitas.
Existe firme evidencia presuntiva en las bendiciones que Israel dio a su hijo José, así como a sus nietos, Efraín y Manasés, cual se hallan en Génesis, que ellos iban a heredar una tierra muy lejos de Jerusalén, y que iba a llegar a ser una multitud de naciones. Se le prometió a José que su herencia llegaría “hasta el término de los collados eternos”; que él era una rama fructífera; “rama fructífera junto a una fuente, cuyos vástagos se extienden sobre el muro”. Además, iba a recibir una herencia mayor que la de sus progenitores, a quienes se dio la tierra de Palestina.
El Libro de Mormón es la historia de los descendientes de José que fueron conducidos a través de las “grandes aguas” para heredar esta tierra occidental, la cual ha sido designada como una tierra escogida sobre todas las demás. Ciertamente estas bendiciones no se podrían realizar en Palestina. José y sus hijos no llegaron a ser una multitud de naciones allí; las tribus de Efraín y Manasés no recibieron en Palestina una herencia mayor que cualquiera de las otras tribus de Israel. Allí se confirieron los honores principales primero sobre Benjamín y luego sobre Judá. Aquí en América se cumplieron todas estas promesas cuando los descendientes de José poseyeron la tierra que les fue dada como su herencia.
ISAÍAS PROFETIZA ACERCA DEL LIBRO DE MORMÓN. Una de las profecías más importante respecto del Libro de Mormón es la que se encuentra en el capítulo 29 de Isaías. El profeta habla allí de un pueblo que sería como Ariel, la ciudad donde habitó David. Estarían oprimidos y desconsolados, y se verían humillados al grado de hablar desde la tierra, y su habla saldría del polvo, y su voz de la tierra, como la de un fantasma. Más adelante, en esta misma profecía, se refiere Isaías a las palabras de un libro sellado, “el cual si dieren al que sabe leer, y le dijeren: Lee ahora esto; él dirá: No puedo, porque está sellado. Y si se diere el libro al que no sabe leer, diciéndole: Lee ahora esto; él dirá: No sé leer”.
Esta profecía se cumplió literalmente cuando Martín Harris llevó copias de los grabados de las planchas del Libro de Mormón al profesor Anthon en Nueva York. El señor Anthon le respondió a Martín Harris con casi las palabras exactas de Isaías, cuando se le informó que el libro del cual se habían tornado los grabados estaba sellado. Dijo él: “No puedo leer un libro sellado.” Cuán notable es que Isaías dijo que las palabras del libro se entregaron a uno que era instruido, y que el libro se entregó al que no sabía leer. ¡Cuán perfectamente concuerda esto con la historia del caso en lo que concierne al señor Anthon y a José Smith!
En la época en que esto sucediera, el Señor iba a iniciar una obra maravillosa y un prodigio, porque el pueblo se acercaba a El con su boca, y con sus labios lo honraba, pero su corazón estaba lejos de El, y su temor de El no era más que un mandamiento de hombres que les había sido enseñado. La obra maravillosa ha comenzado, y de todas las épocas en la historia del mundo, ahora es el tiempo en que las condiciones del pueblo justifican el cumplimiento de esta profecía.
LOS NEFITAS SON LAS “OTRAS OVEJAS” DEL SEÑOR. Otro pasaje de suma importancia, que se refiere a los pueblos que habitaron en América en edades anteriores, es la declaración del Salvador en ese bello discurso relacionado con su muerte: “También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.”
Algunos piensan que se estaba refiriendo a los gentiles, pero El mismo dijo que no había sido enviado a los gentiles, sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Debe haberse referido a israelitas que no se hallaban en Palestina, y la visita debe haber sido hecha después de su resurrección. No hay referencia a esa visita en ninguno de los cuatro evangelios, y la declaración citada se hizo poco antes de su muerte. Cuando el Salvador visitó a los nefitas, claramente les dijo que al referirse a otras ovejas, se estaba refiriendo a ellos; pero por motivo de la dureza de corazón de los discípulos en Jerusalén, su Padre le mandó que no dijera más concerniente a la nación de los nefitas mientras instruía a los judíos.
Tal vez se habría expresado con mayor claridad esta referencia a otras ovejas de la casa de Israel y la obra del Señor entre ellos, si el pueblo hubiera estado dispuesto a entender. Por la misma razón, muchas referencias al Libro de Mormón y al pueblo del Señor en otras tierras aparte de Palestina se expresaron en tal forma que quedó oculto su significado verdadero. El Salvador enseñó muchas cosas por parábolas para que no comprendieran aquellos que no estaban preparados. Aun en la actualidad, la gente del mundo, sin la ayuda del Espíritu del Señor, no puede discernir el significado verdadero de estos pasajes de las Escrituras que aquí se presentan. La razón por la que los discursos del Salvador se dieron en parábolas, tiene igual aplicación en la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos.
LA TRADUCCIÓN DEL LIBRO DE MORMÓN
LA PRIMERA PARTE DE LA TRADUCCIÓN NO FUE UNA OBRA CONTINUA. Parece existir en forma general entre los miembros de la Iglesia el concepto de que el profeta José Smith pasó la mayor parte de su tiempo traduciendo el Libro de Mormón, entre septiembre de 1827, cuando recibió las planchas, y el otoño de 1829.
Debido a la falta de fechas, es imposible decir exactamente cuánto tiempo le tomó para terminar la traducción, pero sabemos, por los informes históricos disponibles, que pasó muchos días en otros trabajos, días en los que no se hizo ningún esfuerzo para traducir después de haberse emprendido dichas labores. hubo ocasiones en que el Señor le mandó que cesara de traducir. Por ejemplo, el Señor dijo en una ocasión: “He aquí, José, te digo que cuando hayas traducido unas páginas más, te detengas por un tiempo, sí, hasta que otra vez te lo mande.” La razón que se dio para esta interrupción fue que sus enemigos lo estaban acechando para destruirlo a él y la obra. También dijo el Señor; “No corras más aprisa, ni trabajes más de lo que tus fuerzas y los medios proporcionados te permitan traducir; mas sé diligente hasta el fin.”
CÓMO SE PREPARÓ EL PROFE’IA PARA TRADUCIR. José Smith recibió las planchas y el Urim y Tumim el 22 de septiembre de 1827. Debido a la persecución, la pobreza y la necesidad de “trabajar con sus manos” para ganarse la vida, nada se hizo en cuanto a la traducción de la historia ese año. Sin embargo, se ocupaba en estudiar los caracteres y familiarizarse con ellos y con el uso del Urim y Tumim. Tenía mucho más que hacer que meramente sentarse y, con la ayuda del instrumento preparado para tal fin, traducir los caracteres que se hallaban sobre las planchas.
Nada que valga la pena viene a nosotros simplemente porque se pide. Todo conocimiento y habilidad se obtienen por medio del estudio y la práctica continuos y fijos, y de ello se dio cuenta el Profeta en la traducción del Libro de Mormón. Recordaremos que el Señor dijo a Oliverio Cowdery, cuando éste deseaba traducir: “Pero he aquí, te digo que debes estudiarlo en tu mente.” Oliverio pensó que sería cosa fácil, pero descubrió que era difícil, y, por tanto, se conformó con aceptar el consejo del Señor, de continuar escribiendo para José Smith.
Fue entre diciembre de 1827 y febrero de 1828 que el Profeta copió los caracteres de las planchas; y en el mes de febrero, Martín Harris los llevó a Nueva York al profesor Charles Anthon. El 12 de abril de 1828, Martín Harris empezó a escribir, y el Profeta a traducir, el compendio que contenía la historia de Lehi hasta los días del rey Benjamín. Martín Harris perdió estas páginas, y por causa de su desobediencia no le fue permitido volver a obrar como escribiente, y el Profeta perdió su don por un tiempo.
OLIVERIO COWDERY OBRA COMO ESCRIBIENTE EN LA TRADUCCION. Oliverio Cowdery llegó a la casa del Profeta en Harmony, Pensilvania, el 5 de abril de 1829 y dos días después empezó a escribir mientras José Smith dictaba. Debe tenerse presente que tuvieron que empezar nuevamente y referirse a los mismos asuntos que se habían tratado en el manuscrito perdido, pero con mayor detalle, porque ahora estaban traduciendo las planchas menores de Nefi.
La traducción en la que Oliverio Cowdery actuó como escribiente continuó sin interrupción hasta el 15 de mayo de 1829, cuando estos dos hombres, deseando saber más acerca del bautismo fueron al bosque a orar y recibieron el Sacerdocio Aarónico por conducto de Juan el Bautista. Tras este acontecimiento importante, se hizo necesario que José Smith y Oliverio Cowdery se mudaran de casa por motivo de la oposición y, consiguientemente, se trasladaron de Harmony, Pensilvania, a Fayette, Condado de Séneca, Nueva York, al hogar de los Whitmer.
Fue en los primeros días de junio de 1829 que Oliverio Cowdery, David Whitmer, Martín Harris, junto con José Smith, se retiraron al bosque y suplicaron al Señor en oración, y los visitó el ángel que les reveló las planchas. Fue también en esta ocasión que oyeron la voz del Señor declararles que la historia había sido traducida por el don y el poder de Dios.
Fue más o menos en esos días que José Smith también escribió: “Mientras tanto, estando próximo el fin de nuestra traducción, fuimos a Palmyra, Condado de Wayne, Nueva York, conseguimos el derecho de propiedad literaria y nos pusimos de acuerdo con el señor Egbert. B. Grandin para que imprimiera cinco mil ejemplares por la cantidad de tres mil dólares.”
Me parece que podemos concluir que no se logró obtener el derecho de propiedad literaria sino hasta que se terminó la traducción, y estas palabras del profeta José indican que tal fue el caso. El derecho de propiedad literaria lleva la fecha del 11 de junio de 1829.
LA TRADUCCIÓN DURÓ UN TOTAL DE DOS MESES. Después de quedar terminada la traducción, tomó algún tiempo para hacer los trámites con el Señor Grandin, y reunir la cantidad requerida para imprimir el libro, suma que proporcionó Martín Harris mediante la venta de su propiedad personal. Mientras tanto, Oliverio Cowdery, a solicitud de José Smith, hizo una copia completa del manuscrito, y fue esta copia la que se llevó al impresor, hoja por hoja, hasta que se imprimió el Libro de Mormón. El señor Grandin comenzó la impresión en agosto de 1829, y el Libro de Mormón quedó listo para su distribución como a principios de marzo de 1830.
Podemos concluir, según la evidencia, que el tiempo que duró la traducción de los anales, cual se hallan en el Libro de Mormón, fue desde el 7 de abril de 1829 hasta la primera semana de junio de ese mismo año, es decir, no pasó de dos meses completos.
EL MANUSCRITO ORIGINAL DEL LIBRO DE MORMÓN. Después de haberse traducido las planchas del Libro de Mormón, el Profeta recibió un mandamiento del Señor de que debía copiarse el manuscrito completo, que la copia era la que debía ir al impresor y que no debía permitirse que el manuscrito original saliera de sus manos.
De esta manera se protegió cuidadosamente el manuscrito original, y la copia hecha por Oliverio Cowdery se usó para la impresión del Libro de Mormón. El original jamás estuvo en las manos del impresor.
El manuscrito original permaneció en posesión del profeta José Smith, y por su propia mano se colocó en la piedra angular del Mesón de Nauvoo, el 2 de octubre de 1841, en presencia de numerosos testigos.
El Mesón de Nauvoo, que se empezó en los días de José Smith, jamás se terminó, y al pasar el tiempo, las paredes fueron derribadas por el señor Lewis C. Bidamon, segundo esposo de Emma Smith, y se descubrió que las cosas que contenía esta piedra angular estaban casi destruidas por haber quedado a merced de los elementos por tanto tiempo. Sin embargo, se preservaron algunos de los artículos, y se han distribuido extensamente.
LA DISPERSIÓN DEL MANUSCRITO ORIGINAL. El presidente Joseph F. Smith tuvo en su poder el libro de memorias de Lyman Wight, y también las páginas 3 al 22 del manuscrito original del Libro de Mormón, las que, tomando en consideración todas las cosas, se hallan bien preservadas. Estas páginas del manuscrito original ahora se hallan en la Oficina del Historiador de la Iglesia. Los hermanos Andrew Jenson, Edward Stevenson, Joseph W. Summerhays y otros también consiguieron parte del manuscrito original. Entendemos que una porción también se hallaba en manos de Joseph Smith, de la “Reorganización”, pero únicamente un fragmento pequeño. De manera que el manuscrito original, la parte que no fue destruida por los elementos, ha sido esparcida.
Al fin y al cabo, ¿qué importa lo que le sucedió al manuscrito original del Libro de Mormón? Ningún valor tiene, aparte de como reliquia. Se ha difundido la declaración de que la Iglesia ofreció una cuantiosa suma por la copia del impresor. Jamás se hizo tal oferta. El Libro de Mormón se ha traducido a más de doce idiomas, y cientos de miles de ejemplares se han publicado a un precio tan razonable, que está al alcance de todos; y en cada ejemplar se hallan las mismas verdades que en el manuscrito original. Si el Profeta hubiera considerado que el manuscrito original tuviese valor alguno como obra de referencia, no lo habría colocado dentro de la piedra angular del Mesón de Nauvoo.
LA PUBLICACIÓN DEL LIBRO DE MORMÓN
JOSÉ SMITH: “AUTOR Y PROPIETARIO” DEL LIBRO DE MORMÓN. La primera edición del Libro de Mormón la imprimió Egbert B. Grandin en Palmyra, Nueva York, en 1830. La edición constaba de cinco mil ejemplares y el costo de la impresión fue de tres mil dólares. En la portada de esta edición aparece lo siguiente: “Por José Smith, hijo, autor y propietario”, y en la siguiente página aparece en forma completa el derecho de propiedad literaria. La expresión autor y propietario ha dado lugar a críticas desfavorables por parte de los enemigos de la Iglesia, pero al hacer esta declaración, José Smith simplemente estaba cumpliendo con la ley de aquella época que regía el asunto de los derechos de propiedad literaria. Esta primera edición contiene 588 páginas, y los testimonios de los testigos se hallan al final del libro. Un número muy pequeño contiene un índice, pero la mayor parte de los libros se publicaron sin este aditamento.
LA MISIÓN DE SAMUEL H. SMITH Y EL LIBRO DE MORMÓN. En el primero o segundo año de la existencia de la Iglesia, los misioneros no tenían folletos ni ninguna otra información impresa sobre los principios del evangelio y la restauración, y por tanto, dependían casi exclusivamente del Libro de Mormón. Cada misionero llevaba consigo varios ejemplares del Libro de Mormón y procuraba distribuirlos entre la gente, usualmente con resultados excelentes.
Entre los primeros misioneros que salieron, si de hecho no fue el primero, se hallaba Samuel H. Smith, hermano menor del Profeta. Samuel llevó consigo varios ejemplares del Libro de Mormón, pero tropezó con la indiferencia entre la gente. Por último llegó a la casa de un predicador metodista llamado John P. Greene, e intentó interesar a este caballero en la historia de José Smith y la venida del Libro de Mormón. El Señor Greene le informó que no tenía ni el tiempo ni los medios para comprar el libro, ya que estaba a punto de iniciar una importante gira de predicación. Sin embargo, dijo él, si Samuel estaba dispuesto a dejarle un ejemplar del libro, él trataría de venderlo por su cuenta. Samuel le dejó el libro y prometió volver en tinas dos semanas para ver qué éxito se había logrado, y se despidió algo desalentado.
Mientras tanto, el señor Greene empezó a leer el Libro de Mormón, más bien por curiosidad que deseo alguno de obtener información, porque ninguna fe tenía en el relato que se le había comunicado. Cuanto más leía el libro, tanto más se interesaba, y para cuando terminó de leerlo, ya estaba convencido de su verdad. Llevó el libro a la familia de John Young.. padre de Brigham Young, y éstos lo leyeron; también lo leyeron la familia Kimball y otros, de lo cual resultó que la familia de John Young, Heber C. Kimball, John P. Greene (abuelo de Lulu Greene Richards) y otros finalmente ingresaron en la Iglesia. De manera que la misión de Samuel II. Smith efectuada en junio de 1830, y la cual a él le pareció un fracaso completo, trajo a la Iglesia algunos de los miembros más prominentes que jamás hayan aceptado el evangelio. Este ejemplar idéntico del Libro de Mormón presentado a John P. Greene, es ahora posesión del autor de esta obra.
PRIMERAS EDICIONES DEL LIBRO DE MORMÓN. La segunda edición del Libro de Mormón se publicó en Kirtland por Parley P. Pratt y John Goodson. Esta contiene un prefacio por los editores, en la cual declaran que han “obtenido permiso de aquellos que tienen el derecho de propiedad literaria, para imprimir cinco mil ejemplares del mismo”. Don Carlos Smith y Ebenezer Robinson publicaron la tercera edición en Nauvoo en 1840, de láminas hechas por Shepherd y Stearns en Cincinnati, Ohio. Otra edición de estas láminas se publicó en Nauvoo, en 1842.
En 1841, Brigham Young y los apóstoles que entonces se hallaban en Inglaterra publicaron la primera edición europea. En las primeras tres ediciones americanas, los testimonios de los testigos se imprimieron al final del libro, pero en la primera edición europea se trasladaron los testimonios al principio del libro, tal como se ha hecho en todas las ediciones impresas desde esa ocasión. Esta impresión debería haber sido de 5000 ejemplares, pero únicamente se entregaron 4050; la impresión estuvo a cargo de J. Tompkims y Cía., en Liverpool. En 1849, Orson Pratt publicó la segunda edición europea en Liverpool.
El hermano Franklin D. Richards publicó la tercera edición europea en 1852. En esta edición, el hermano Richards enumeró los versículos en los capítulos del libro. En 1879, Orson Pratt publicó una edición del Libro de Mormón en la cual se dividieron los capítulos y los versículos, y se añadieron las referencias al pie de las páginas como las hallamos actualmente en el libro. Después de prepararse estas láminas, se imprimieron muchas ediciones en la ciudad de Liverpool, que llegó a ser, durante muchos años, el centro de publicaciones de la Iglesia.
La primera edición en el idioma inglés publicada por una misión en los Estados Unidos fue la edición de Kansas City, publicada por James G. Duffin en 1902. Desde esa fecha las misiones han publicado muchas ediciones y se han vendido millares de libros… En 1869, la empresa de Russel Brothers, en Nueva York, publicó una edición en el alfabeto deseret, bajo la dirección del hermano Orson Pratt.
La primera edición publicada en otro idioma, aparte del inglés, fue la que el hermano Erastus Snow publicó en danés en 1851. Se publicó en galés, francés, alemán e italiano en 1852; en hawaiano en 1855; en sueco en 1878; en español en 1886; en maorí en 1889; en holandés en 1890; en samoano en 1903; y desde esa fecha se ha publicado en tahitiano, armenio y otras lenguas extranjeras.
EL URIM Y TUMIM
ABRAHAM, LOS ISRAELITAS Y LOS JAREDITAS TUVIERON EL URIM Y TUMIM. La historia concerniente al Urim y Tumim, o intérpretes, como se les llama en el Libro de Mormón, no está muy clara. Abraham tuvo el Urim y Tumim, por medio del cual recibió revelaciones acerca de los cuerpos celestiales, como él lo ha escrito en el Libro de Abraham. Qué fue de ellos después de su muerte, no lo sabemos. Aarón también tuvo el Urim y Tumim, y es evidente, por lo que leemos en la Biblia, que se transmitieron entre los sacerdotes de Aarón de generación en generación. El señor dio al hermano de Jared el Urim y Tumim, que él trajo consigo a este continente. Estos eran separados y distintos del Urim y Tumim que poseyó Abraham y que hubo en Israel en los días de Aarón.
La historia de éstos es en parte la siguiente: “Y he aquí, cuando vengas a mí, las escribirás (las revelaciones) y las sellarás a fin de que nadie pueda interpretarlas; porque las escribirás en un lenguaje que no se podrán leer. Y he aquí, te daré estas dos piedras y también las sellarás junto con las cosas que escribas. Porque he aquí, he confundido el idioma que escribirás; por tanto, haré que en mi propio y debido tiempo estas piedras engrandezcan a los ojos de los hombres las cosas que tú escribirás…”
“Y el Señor le dijo: Escribe estas cosas y séllalas; y en mi propio y debido tiempo las mostraré a los hijos de los hombres. Y sucedió que el Señor le mandó que sellara las dos piedras que había recibido, y que no las mostrara sino hasta que el Señor las manifestase a los hijos de los hombres.”
LOS NEFITAS TUVIERON EL URIM Y TUMIM JAREDITA. Ninguna información tenemos de que Lehi haya traído consigo el Urim y Tumim de América. El Señor dio a Lehi el Liahona, el cual era una esfera que le indicaba el camino que debía seguir y ocasionalmente aparecían sobre él mensajes escritos, pero no era el Urim y Tumim.
El rey Mosíah tenía “dos piedras que estaban colocadas en los dos aros de un arco”, llamadas intérpretes por los nefitas, con las cuales él tradujo la historia jaredita, y éstas se transmitieron de generación en generación para el fin de interpretar idiomas. Cómo llegaron a manos de Mosíah estas dos piedras o Urim y Tumim, la historia no nos dice, aparte de informarnos que era “un don de Dios”. Mosíah tenía este don o Urim y Tumim antes que el pueblo de Limhi descubriera los anales de Eter.
Pudieron haberse recibido cuando le fue traída a Mosíah la “piedra grande con grabados” las cuales él interpretó por “el don y poder de Dios”. Pudieron habérsele dado a él o a algún otro profeta antes de su época, tal como los recibió el hermano de Jared, es decir, del Señor.
Parece ser evidente, según las enseñanzas del Libro de Mormón que el Urim, y Tumim, o dos piedras, que fueron dadas al hermano de Jared, eran las que Mosíah poseyó. Al hermano de Jared le fue mandado que sellara sus escritos de la visión que había tenido cuando se le apareció Cristo, para que su pueblo no pudiera leerlos. Esta visión se escribió en un idioma que fue confundido, porque no había de revelarse sino hasta después de la resurrección de Cristo. También fueron sellados el Urim y Tumim para que no se usaran con el fin de interpretar el relato sagrado de esta visión, sino hasta que llegara el tiempo en que el Señor le concediera al hombre interpretarlo. Cuando se revelara se habría de interpretar con ayuda del mismo Urim y Tumim.
JOSÉ SMITH RECIBIÓ EL URIM Y TUMIM JAREDITA. El pueblo de Limhi trajo a Mosíah una historia “grabada sobre planchas de metal”, historia que Mosíah interpretó con la ayuda de “dos piedras que estaban colocadas en los dos aros de un arco”, y la cual contenía un relato de los jareditas. Al traducir esta historia, Mosíah no permitió que se diera al pueblo esa parte en particular, que el Señor había prohibido que se revelara sino hasta después que El fuese levantado sobre la cruz. Estas revelaciones sagradas dadas al hermano de Jared no se dieron a conocer a los nefitas, así como muchas otras cosas, sino hasta después de la resurrección de Cristo. Después de la aparición del Salvador a los nefitas, se reveló a ellos la visión del hermano de Jared. Cuando Moroni hizo su compendio de los anales de Eter, él copió en su historia la visión del hermano de Jared.
Sin embargo, por mandato del Señor, Moroni también selló las cosas mayores de esta visión, e igualmente los intérpretes —que eran las mismas “dos piedras” que había tenido el hermano de Jared— para que esta visión no se diera a conocer ni aun en nuestra época entre los gentiles, en el día de su iniquidad; no se podría revelar sino hasta “el día en que se arrepientan de su iniquidad, y se vuelvan puros ante el Señor”. De manera que hoy no tenemos la plenitud del relato escrito y sellado por el hermano de Jared, y vuelto a sellar por Moroni. Se le prohibió al profeta José Smith traducir esta parte de la historia. No hemos recibido, pues, sino la “menor parte”.
Con el pectoral y las planchas del Libro de Mormón, José Smith recibió el Urim y Tumim, que Moroni ocultó para que saliera en los últimos días, como el medio por el cual se pudiera traducir la historia antigua, siendo el mismo Urim y Tumim que se dio al hermano de Jared.
LA PIEDRA DEL VIDENTE NO SE USÓ EN LA TRADUCCIÓN DEL LIBRO DE MORMÓN. Se nos ha enseñado, desde los días del Profeta, que se devolvió al ángel el Urim y Tumim con las planchas. Nada se dice en la historia de que el Profeta haya tenido el Urim y Tumim después de la organización de la Iglesia. Informes de traducciones hechas por medio del Urim y Tumim después de esa fecha son evidentemente errores. Se ha dicho que el Urim y Tumim se hallaba sobre el altar en el Templo de Manti, cuando se dedicó ese edificio. Sin embargo, el Urim y Tumim del cual así se habla, era la piedra del vidente que poseyó el profeta José Smith en días anteriores. Esta piedra del vidente ahora está en poder de la Iglesia.
Aun cuando algunos escritores han dicho que el profeta José Smith usó una piedra del vidente parte del tiempo en su traducción de los anales, y la información indica el hecho de que efectivamente tuvo en su poder tal piedra, no hay ninguna declaración auténtica en la historia de la Iglesia que manifieste que se usó tal piedra en la traducción. Estos informes son simplemente rumores, y yo personalmente no creo que se usara esta piedra para tal propósito. La razón que doy para esta conclusión se halla en la declaración del Señor al hermano de Jared cual se lee en Eter 3:22-24.
Estas piedras, el Urim y Tumim, que se dieron al hermano de Jared se preservaron para este propósito mismo de traducir los anales, tanto de los jareditas como de los nefitas. Además, Moroni recalcó al Profeta el hecho de que se daban estas piedras precisamente para tal propósito. Difícilmente parece razonable suponer que el Profeta se valdría de algo evidentemente inferior en estas circunstancias. Es tan fácil que una historia de tal naturaleza se difunda debido al hecho de que el Profeta poseyó una piedra del vidente, que bien pudo haber usado para otros propósitos.
























