Capítulo 2
Las Señales de Los Tiempos
CONMOCIÓN Y CALAMIDADES DE LOS ÚLTIMOS DÍAS
LOS PROFETAS PREDIJERON LAS CALAMIDADES DE LOS ÚLTIMOS DÍAS. La angustia y la perplejidad, la efusión de sangre y el terror, la ambición egoísta de gobernantes déspotas, como jamás el mundo ha visto previamente, indican todas ellas, que el día grande y terrible del Señor está muy cerca, casi a nuestras puertas. Los profetas nos han amonestado desde el principio del tiempo. Han declarado, por revelación del Señor, que en esta época actual, la confusión, la efusión de sangre, la miseria, plagas, hambres, terremotos y otras calamidades cubrirían la faz de la tierra. El Señor habló a sus discípulos de estas escenas pavorosas y dijo que desfallecería el corazón de los hombres por motivo de estas cosas que vendrían sobre la tierra…
Es sumamente evidente por lo que vernos diariamente en los periódicos que estamos viviendo en tiempos peligrosos. La condición actual del mundo no debe, sin embargo, ocasionarnos mucha sorpresa, porque se nos ha informado ampliamente que estos días se aproximan. Unicamente los incrédulos y los que se rebelan contra las enseñanzas de nuestro Señor y sus profetas, son los que no han podido comprender estos acontecimientos trascendentales…
ENOC VIO LAS TRIBULACIONES DE LOS ÚLTIMOS DÍAS. Enoc vio nuestros días; de hecho, el Señor le reveló la historia del género humano desde el principio hasta el fin del tiempo. Ansiaba saber cuándo vendría el día en que esta tierra sería purificada de toda la iniquidad que había sobre su faz y pudiera descansar. El Señor le respondió:
“Vivo yo, que vendré en los últimos días, en los días de iniquidad y venganza, para cumplir el juramento que te hice concerniente a los hijos de Noé; y llegará el día en que descansará la tierra, pero antes de ese día se obscurecerán los cielos, y un manto de tinieblas cubrirá la tierra; y temblarán los cielos así como la tierra; y habrá grandes tribulaciones entre los hijos de los hombres, mas preservaré a mi pueblo.
EL MUNDO SE HA CORROMPIDO TANTO COMO EN LA ÉPOCA DE NOÉ. Nuestro Salvador prometió que los días que precedan su segunda venida serán a semejanza de los días de la época del diluvio. Una mirada ligera al capítulo 6 de Génesis revelará las condiciones del mundo en los días de Noé y del diluvio y del motivo de la purificación por agua. No se ha de tomar esta comparación en sentido figurado, sino literalmente, tal como es dada. El mundo actual se ha corrompido y está lleno de violencia como lo fue en esa época anterior, porque ahora, tal como entonces, toda carne ha corrompido su camino sobre la tierra. El Señor prometió que nunca jamás volvería a destruir el mundo entero con un diluvio de agua, pero sí prometió purificarlo la segunda vez con la espada, y con fuego.
Podemos decir confiadamente que la ira del Señor se ha encendido contra esta generación por motivo de su iniquidad, y la tierra una vez más gime bajo el peso de la iniquidad que se practica sobre la faz de ella. El Omnipotente no ha olvidado su promesa a Enoc, y el día pronto viene cuando la tierra nuevamente será purificada de toda su iniquidad y descansará por mil años.
EL SEÑOR ENVÍA GUERRAS Y CONGOJAS EN LOS ÚLTIMOS DÍAS. Disgusta mucho a algunas almas que se consideran justas a sus propios ojos, el que alguien hable de estas cosas y diga que el castigo, por medio de guerras, pestilencias, hambres y la turbación de los elementos, va a venir sobre el género humano por el decreto de un Dios justo debido a las transgresiones de sus santas leyes. No obstante, tal es el caso puesto que el Señor lo ha declarado. Su ira está encendida contra las abominaciones y pecados del mundo.
La evidencia de que el día grande y terrible del Señor está cerca, según lo declararon Malaquías y Moroni, se ve en las muchas señales de los tiempos. Al discurrir sobre la escena que precedería su segunda venida, el Salvador dijo que habría “guerras y rumores de guerras”, porque “se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares”. Además habría muchas “grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos”. Cuando vemos que las hojas de la higuera están brotando, sabemos que el verano se acerca. Esta comparación hizo el Señor con las señales de su segunda venida.
LOS DESCUBRIMIENTOS, INVENCIONES, CONOCIMIENTOS, SON SEÑALES DE LOS TIEMPOS. Todos tendrán que admitir que estamos viviendo en una edad sumamente maravillosa, la mayor, en muchos sentidos, que este mundo jamás ha conocido. Hay grandes señales y prodigios en la tierra, como nunca antes fueron dados al hombre. Los grandes descubrimientos, invenciones, la rebosadura de conocimiento, teorías y principios, tanto verdaderos como falsos, mediante los cuales muchos son engañados, son señales y prodigios que nos son dados y a los cuales debemos estar atentos. El aeroplano que velozmente sigile su curso por entre los ciclos; la radio que nos trae las voces de hombres de todas partes de la tierra; las grandes empresas de ingeniería y mecánica que traen las muchas comodidades al hombre; la construcción de rascacielos y el dominio sobre la electricidad para hacerla funcionar en sus varias formas; los grandes descubrimientos médicos y la destreza quirúrgica con las otras mil y tantas grandes maravillas, todas se han dado por medio de la voluntad y el poder de Dios.
Hay en la tierra dificultades entre los elementos, así como entre el género humano. Está desfalleciendo el corazón de los hombres en las naciones. Los terremotos ocurren con suma frecuencia y “en diferentes lugares”. En estas y en otras numerosas maneras vemos que la higuera se está cubriendo de hojas, y hemos recibido la amonestación. Sin embargo, muchos, cuando no la mayoría de los habitantes del mundo, no pueden ver ninguna cosa significativa en todo esto y dicen que las cosas están ocurriendo como han estado sucediendo desde el principio.
LA CEGUEDAD DEL PUEBLO EN LOS ÚLTIMOS DIAS. Una de las grandes señales es la falta de la fe en Dios, así como el rápido abandono de las enseñanzas fundamentales de las doctrinas cristianas por parte de los habitantes de la tierra, y con ello se cumple la profecía del Señor de que cuando El venga, difícilmente hallará fe en la tierra.
Una de las señales manifiestas de los últimos días es la ceguedad del pueblo; se nos ha dicho que tendrían ojos y no verían, y oídos mas no oirían, y corazones mas no entenderían. Si en los días de Jesús tal cosa fue cierta respecto de los judíos y de las naciones circunvecinas, hoy lo es dos veces más con respecto a las naciones con las cuales estamos familiarizados.
Moroni informó a José Smith que todas estas señales y prodigios, con tumulto en la tierra, estaban a punto de venir sobre el mundo, y para impresionar al joven Profeta con el significado de estos acontecimientos, el ángel citó las palabras de los profetas que escribieron de estas cosas hace muchos siglos.
LAS HUELGAS Y DIFICULTADES LABORALES SON SEÑALES DE LOS TIEMPOS. En la actualidad toda la tierra se halla en el cenagal de la iniquidad. El rencor y el odio han entrado en el corazón de los fuertes, su corazón se desfallece y el temor los ha dominado. Seguramente la palabra del Señor es verdadera: “Y todo el mundo yace en el pecado y gime bajo la obscuridad y la servidumbre del pecado”. En nuestra propia bella tierra [E.U.A.], que el Señor declaró haber sido escogida sobre todas las demás tierras, reinan el descontento, la angustia y la congoja. Por muchos meses las huelgas han paralizado industrias. El capital y la mano de obra están en pugna. La propiedad está siendo destruida caprichosa y maliciosamente. Se está empleando la fuerza para lograr propósitos egoístas. Se están proponiendo leyes para ayudar a lograr tales fines. La disconformidad y el odio nacen de tales condiciones.
En medio de toda esta conmoción y destrucción, los Santos de los Ultimos Días deberían vivir en paz y seguridad. Esto lo pueden lograr si son honrados consigo mismos, con sus semejantes y con su Dios.
RESPONSABILIDAD EN CHANTO A LA CRISIS ECONÓMICA MUNDIAL. Uno de los hermanos declaró ayer [hablando en el año 1934] que prácticamente todo el que había hablado hasta ese momento había dicho algo acerca de la crisis económica. Supongo que no será fuera de propósito el que yo también diga algo al respecto. Yo quisiera imputar la culpa de esta crisis a quien corresponde. Le es tan fácil al género humano culpar a otros por sus propios errores, y nos es tan fácil, debido a nuestra naturaleza humana, atribuirnos la honra cuando la cosa efectuada resulta ser algo que complace y beneficia. Sin embargo, jamás queremos asumir la responsabilidad de nuestros errores que no complacen y, por tanto, procuramos colocar esa clase de responsabilidad en algún otro lugar y en otras personas.
Cuando los hijos de Israel salieron de Egipto, Moisés los condujo en la manera en que el Señor lo dirigía a él. Murmuraban contra él constantemente cuando se hallaban frente a dificultades, y deseaban regresar a Egipto a sus cargas y tribulación.
Ahora bien, hermanos y hermanas, echemos sobre nuestros hombros nuestras propias responsabilidades y no intentemos colocarlas en otro lugar. La responsabilidad en cuanto a esta crisis económica es en parte mía, en parte es vuestra. Es culpa del agricultor, del comerciante, del que educa, del hombre de negocios, del profesional, de hecho, de los hombres en toda situación de la vida. Allí es donde descansa la responsabilidad. ¿Y por qué? Por no haber prestado atención a los mandamientos de Dios.
Digo que en parte es mía. Es mía al grado que yo haya dejado de obedecer los mandamientos. Es mía hasta donde yo haya dejado de seguir los consejos que se han dado desde este púlpito por muchos años. La culpa es vuestra porque tal vez también vosotros habéis dejado de prestar atención a esos consejos. Es culpa del mundo entero porque se ha negado a escuchar la palabra de Dios, a prestar atención a las amonestaciones que de El han venido, no sólo por medio de los antiguos profetas y apóstoles, sino en las palabras que los profetas modernos han declarado de cuando en cuando.
LA CRISIS ECONÓMICA ES UNA DE LAS SEÑALES DE LOS TIEMPOS. El mundo en la actualidad se encuentra lleno de egoísmo, de codicia, del deseo de poseer. Por muchos años liemos estado viviendo extravagantemente. Nuestros antojos se nos han cumplido —no solamente nuestras necesidades, sino nuestros antojos— y es mucho lo que se nos ha antojado. La mayor parte de nosotros hemos podido lograrlos, y ahora llega un tiempo en que nos hallamos algo reducidos, restringidos, sin tener tantos privilegios y nuestros antojos no se nos realizan tan completamente, de manera que empezamos a quejamos. Pero debemos deshacernos de nuestro egoísmo y avaricia, de nuestro deseo de poseer lo que excede las necesidades y bendiciones que son verdaderamente nuestras.
Es hora de que los hombres se humillen, se arrepientan y busquen al Señor. Me parece que el tema general de esta conferencia ha sido el de arrepentimiento. Me parece sumamente oportuno. Por años, he estado proclamando el arrepentimiento por todas partes en las estacas de Sión. Creo que hace falta.
LA CRISIS ECONÓMICA HA VENIDO PORQUE HEMOS ABANDONADO A DIOS. No me estoy refiriendo a los Santos de los Ultimos Días al decir eso. Doy una aplicación general a estas palabras. El pueblo de esta nación y el pueblo de otras naciones han abandonado al Señor. Hemos violado sus leyes; hemos dejado de prestar atención a sus promesas. No hemos considerado que teníamos la obligación de guardar sus mandamientos, y no se respetan ni las leyes del país, ni las leyes de Dios. El día de reposo se ha convertido en un día para placeres, un día de una conducta bulliciosa, un día en el cual la adoración de Dios ha desaparecido y la adoración de los placeres ha tomado su lugar. Lamento decir que muchos de los Santos de los Ultimos Días son culpables de esto… Debemos arrepentimos.
LA RAZON POR LA QUE CUBREN LA TIERRA LAS CALAMIDADES DE LOS ÚLTIMOS DÍAS
LA REBELIÓN CONTRA DIOS ES UNA DE LAS SEÑALES DE LOS TIEMPOS. En este país, así como en otros países, los hombres se han olvidado de Dios. No lo están adorando con toda su alma, mente y fuerzas, más bien, ni siquiera lo están adorando. Estoy hablando ahora de la categoría general de seres humanos; en lugar de guardar sus mandamientos, los están violando. Más son las personas que no hacen caso de los mandamientos que aquellas que los guardan.
Esta rebelión contra Dios —porque eso es lo que es— no se limita a aquellos que no profesan ninguna religión ni aun creer en el Señor Jesucristo, porque la maldad se ha insinuado dentro de los límites de la Iglesia misma; y hay muchos que se hacen llamar Santos de los Ultimos Días que son culpables de estas ofensas.
En la oración que se ofreció al comenzar, el hermano Parker Robinson oró para que esta nación, de la cual formamos parte, pudiera salvarse, mediante el arrepentimiento, de los juicios que se han predicho, y que seguirán en caso de que no haya arrepentimiento. Permítaseme leer la palabra del Señor concerniente a esta tierra, cual se encuentra en el segundo capítulo del Libro de Eter:
“Y [el Señor] había jurado en su ira al hermano de Jared, que quienes poseyeran esta tierra de promisión deberían servirlo a él, el verdadero y único Dios, desde entonces y para siempre, o serían exterminados cuando cayera sobre ellos la plenitud de su ira. Y así podemos ver los decretos de Dios concernientes a esta tierra: que es tina tierra de promisión; y cualquier nación que la posea servirá a Dios, o será exterminada cuando la plenitud de su ira caiga sobre ella. Y la plenitud de su ira desciende sobre ella cuando ha madurado en la iniquidad.” Entonces se nos informa que el Dios de esta tierra es Jesucristo.
LA INIQUIDAD TRAE HUELGAS, GUERRAS, CONGOJAS. Temo por los Estados Unidos y temo por otras naciones. Las dificultades en España, acerca de las cuales hoy leemos, son el resultado de la iniquidad que acumulada desciende con el transcurso de las edades. Los pueblos no son destruidos en su rectitud, sino en su iniquidad, y el Señor ha decretado que los malos destruyan a los malos, y en ese país esto es lo que está sucediendo en la actualidad. Cosas parecidas acontecerán en otras tierras; y no se escapará este país, en el cual vivimos, a menos que los hombres se vuelvan de nuevo a la adoración de Dios y acepten a Jesucristo. Lo han rechazado, y se han burlado de sus mandamientos.
El Señor dice: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo os digo?” Además, dijo: “Si me amas, me servirás y guardarás todos mis mandamientos.”
¿Estamos sirviendo al Señor? ¿Estamos guardando sus mandamientos? ¿O estamos siguiendo el curso de los tiempos así como las maldades de la época? En esta tierra en que vivimos abundan las dificultades. Otras tierras están llenas de dificultades, contiendas y disensión. Las huelgas que están ocurriendo, la conmoción, la congoja, las dificultades que vemos por todos lados, son el resultado de la maldad. No vienen por causa de la justicia. Estas cosas no vienen porque el pueblo está amando al Señor, sino porque lo han abandonado y porque ha llegado el tiempo para la cosecha y la siega de la tierra.
LA DESOBEDIENCIA TRAE TERREMOTOS Y CATÁSTROFES. Durante estas últimas semanas nos ha llamado la atención un número de condiciones de una naturaleza muy perjudicial que perseveran en la nuestra, así como en otras tierras. En una parte lejana del mundo ha ocurrido un espantoso terremoto, en el cual millares de personas han perdido la vida. En nuestra propia tierra, durante los últimos meses, en la temporada en que la tierra usualmente está cubierta de nieve, en algunos de nuestros estados centrales, la gente se ha visto afligida por tolvaneras.
Las hemos experimentado un poco aquí en nuestra propia tierra. Estos torbellinos se han llevado la superficie de la tierra en nubes de polvo para depositarla en otros lugares, y de esta manera se ha ocasionado una destrucción inmensa. Ha causado una conmoción considerable, además de la congoja, y también alguna alarma entre aquellos que han tomado nota particular. Nuestros científicos temen que a menos que algo se haga para proteger la tierra, este país, hoy fértil, finalmente se tornará baldío e improductivo en muchos lugares.
Hay razones para que existan estas condiciones desfavorables. Lo que ahora estoy apunto de decir no se considerará como cosa científica, y tal vez lo ridiculizarán aquellos que se consideran ser científicos, pero esto nada me importa. Quiero deciros, mis hermanos y hermanas, que la mano del Señor está en esto. No se debe todo esto a que los hombres han dejado la tierra en condición tal que el viento puede alterar la superficie, sino se debe a que los hombres quebrantan los mandamientos de Dios y se niegan a escuchar su palabra; y estas cosas vienen como cumplimiento de las profecías declaradas por los profetas de la antigüedad y también por los profetas en nuestro propio tiempo…
PLAGAS, VIOLENCIA, CRISIS ECONÓMICAS SIGUEN EN POS DE LA DESOBEDIENCIA. No es la voluntad del Señor que desciendan sobre el pueblo desastres, dificultades, calamidades y crisis económicas (como nos hemos acostumbrado a hablar de algunos de nuestros problemas), sino que por motivo de que el hombre mismo quebranta los mandamientos de Dios y se niega a andar en justicia, el Señor permite que todas estas calamidades le sobrevengan. En el principio, el Señor bendijo la tierra por causa del hombre. Fue su intención que los hombres, si tan sólo guardaran los mandamientos del Señor, pudieran disfrutar de las cosas buenas de la tierra y vivir en paz y felicidad en el espíritu de rectitud…
El Señor ha declarado en nuestra propia época que fue de su agrado dar a los hombres la plenitud de la tierra, y complace al Señor que éstos la utilicen; y derramaría sobre ellos abundantes bendiciones si tan sólo escucharan y fueran obedientes a las leyes que El les ha dado para su orientación. Mas los hombres son rebeldes; no están dispuestos a vivir dentro de esa ley y beneficiarse de ese modo; no están dispuestos a recibir las buenas cosas de la tierra que el Señor quisiera darles en abundancia, sino que con su estrechez de mente, su falta de visión, y en su avaricia y egoísmo piensan que saben más de lo que sabe el Señor. De modo que siguen otro curso, y de ello resulta que las bendiciones del Señor se retiran y en su lugar vienen la calamidad, destrucción, plagas y violencia. La culpa la tienen los hombres.
LA MALA SALUD Y LA AFLICCIÓN VAN EN POS DE LA DESOBEDIENCIA. En ocasiones nos preguntamos por qué padecemos la aflicción. Nos preguntamos por qué no disfrutamos de la mejor salud. De esto que he leído, podemos muy acertadamente deducir que en ocasiones nos sobreviene la aflicción porque nosotros mismos no somos fieles en el cumplimiento del deber ni en guardar los mandamientos del Señor.
Qué lástima que la gente preste tan poca atención a los consejos sagrados, y en su necedad y amor por las cosas del mundo toman el camino difícil y tienen que recibir el castigo, habiendo una manera de escapar. Al venir estas calamidades, ¿qué derecho tiene el pueblo de Sión de esperar protección? Y si a los justos que haya entre ellos les sea requerido padecer, el pecado quedará a la puerta de los rebeldes que no hayan prestado atención a este consejo.
EL ALEJAMIENTO DEL ESPÍRITU TRAE CALAMIDADES. Fue una calamidad la que sobrevino al mundo cuando el Señor decretó que iba a negar su Espíritu a los habitantes de la tierra. No se estaba refiriendo al Espíritu Santo, porque jamás recibieron el don del Espíritu Santo, sino que se estaba refiriendo a la luz de la verdad, o Espíritu de Cristo, que los guiaría a la verdad si lo escuchaban. Este era el Espíritu que El iba a retirar de ellos por motivo de su iniquidad, y al serles retirado su Espíritu, les sobrevendrían estas calamidades: las pestes, las plagas y todo lo demás que se menciona aquí, incluso el derramamiento de sangre y guerra.
JOSÉ SMITH AMONESTA EN CUANTO A CALAMIDADES VENIDERAS. El profeta José Smith instruyó a sus hermanos y les informó de las calamidades que vendrían. Amonestó al mundo con respecto a su iniquidad, y dijo a estos buenos hombres del Consejo de los Doce, que se asociaban con él, que por razón de la iniquidad del mundo y su corrupción, le sobrevendría la destrucción. Algunos de estos hermanos dicen que al hablarles de estas cosas él lloró, como lloró nuestro Salvador cuando contempló a Jerusalén.
El presidente Wilford Woodruff, hablando de este testimonio y de esta amonestación al mundo que el Profeta había visto en la visión de las cosas que iban a venir sobre la tierra, dijo: “Oí al profeta José Smith dar su testimonio de esos acontecimientos que se efectuarían en la tierra”, y después de predecir que éstos se hallaban ahora a nuestras puertas, el presidente Woodruff también dijo: “No podemos cubrir con un velo los acontecimientos que esperan a esta generación. Ningún hombre que es inspirado por el Espíritu y el poder de Dios puede cerrar sus oídos, sus ojos o sus labios a estas cosas”. Creo que ningún derecho tenemos de cerrar nuestros oídos, ni tenemos derecho alguno de estar callados y cerrar los ojos a las amonestaciones que el Señor ha dado y colocado ante nosotros, las cuales se nos manda que declaremos a las naciones de la tierra.
Yo escuché al presidente Woodruff, frente a este púlpito, en este mismo lugar donde estoy, dar testimonio, como lo había hecho en otros lugares, en 1833, y hasta el día de su muerte, de que los ángeles que habían estado esperando para salir a segar la tierra, ya habían sido enviados a cumplir esa misión y se hallaban en la tierra. Por tanto, dijo él, podemos esperar ver calamidades, destrucción, plagas y derramamiento de sangre.
LA MALDAD ESTÁ AUMENTANDO EN EL MUNDO. Permítaseme llamar vuestra atención al hecho de que este mundo no está mejorando. Si se me disculpa la expresión, no hay necesidad de hacernos tontos pensando que este mundo va mejorando. Si así es, las profecías han fracasado. El mundo actual está lleno de iniquidad. Esa iniquidad va aumentando. Es verdad que hay muchas personas justas esparcidas por toda la tierra, y nuestro deber es buscarlas y darles el evangelio de Jesucristo y sacarlas de Babilonia. El Señor les ha dicho: “Salid de Babilonia”, que es el mundo.
Si creéis que el mundo está mejorando, observad y presenciad la vulgaridad y la indecencia casi total que vemos publicadas en algunas revistas ilustradas y tan frecuentemente en la pantalla. Pensad en la corrupción y condiciones degradantes causadas por la indulgencia en cuanto al consumo de licor y tabaco y otros narcóticos drogas. Pensad en la inmoralidad que tanto se ha extendido por todo el país.
Nos enteramos de las maldades que existieron en nuestros campos militares por medio de los informes en los diarios, las revistas y de los labios de nuestros propios jóvenes que han vuelto. Ahora se nos está apremiando a que se lleve a efecto la compulsión de nuestra juventud en su tierna edad, sus años más impresionables, a ir a los campos militares, donde ninguna, o sumamente poca protección tendrán contra los vicios que tanto abundan en tales lugares. ¡Quiero deciros, mis hermanos y hermanas, que por mi parte, yo me opongo a ello!
LAS CONDICIONES MUNDIALES VAN A EMPEORAR. Ocasionalmente escuchamos a alguien declarar que las cosas han llegado a tan mala condición, que no podrían ser peores. Quisiera deciros que pueden ser peores, mucho peores. Si leo las señales de los tiempos, no hemos padecido aún cuanto vamos a padecer, a menos que nos arrepintamos.
Por muchas décadas hombres han profetizado desde este púlpito en el nombre del Señor. El presidente Brigham Young, el presidente John Taylor, el presidente Wilford Woodruff y otros de nuestros principales hermanos y presidentes de la Iglesia han alzado la voz de amonestación. Han llamado la atención a estas condiciones actuales. El Señor también ha profetizado acerca de estas cosas, y los antiguos videntes y profetas las han mencionado. Se nos ha amonestado ampliamente. Se nos ha avisado de las calamidades que vienen. Se nos ha enseñado cómo podemos evitarlas, cómo podríamos ser protegidos si tan sólo escuchásemos los consejos que vienen a nosotros y prestásemos atención al testimonio de verdad. Si no lo hacemos, no podernos escapar.
No penséis que hemos llegado a una condición en que las cosas no pueden empeorar, pues a menos que haya arrepentimiento, serán peores. Así que proclamo el arrepentimiento a este pueblo, a los Santos de los Ultimos Días, a los habitantes de esta nación y a las naciones de la tierra en todas partes.
LA MANERA DE ESCAPAR DE LAS CALAMIDADES
CÓMO PUEDE SIÓN LIBRARSE DEL AZOTE DEL SEÑOR. “Sin embargo, Sión escapará si procura hacer todo lo que le he mandado. Mas si no procura hacer lo que le he mandado, la visitaré según todas sus obras, con penosa aflicción, con pestilencia, con plagas, con la espada, con venganza y fuego devorador. Sin embargo, léasele a sus oídos esta sola vez, que yo, el Señor, he aceptado su ofrenda; y si no peca más, ninguna de estas cosas le sobrevendrá.”
Esta manera de escapar, que nos asegura la protección del Señor, es muy sencilla. Desafortunadamente, muchos de los pueblos de Sión se han negado a aprovechar esta promesa.
Al observar las condiciones entre el pueblo, no puedo ver cómo vamos a escapar cuando desciendan sobre las naciones los juicios que se prometen en esta revelación y en otras que no tengo tiempo de leer. Por motivo de nuestra desobediencia y nuestra falta de cumplimiento de los mandamientos del Señor, tal vez a los justos, como en épocas pasadas, les sea requerido padecer con los injustos que haya entre nosotros.
¿ESTÁN LOS MIEMBROS GUARDANDO LOS MANDAMIENTOS? Así que me regocijé en que se alzara la voz de amonestación. ¿Estamos santificando el día de reposo, como Santos de los Ultimos Días, cuando están llenos los cines cada domingo en la tarde y en la noche, y esto en las comunidades de los Santos de los Ultimos Días?; ¿cuando a los centros de diversión acuden multitudes el día de reposo?; ¿cuando tornamos nuestra atención a los gustos dominicales más bien que a la adoración de Dios? ¿Tenemos derecho a sus bendiciones, y merecernos que los ángeles de destrucción pasen de nosotros, según la promesa que aquí se da, si es que guardamos los mandamientos de Dios? ¿Estamos haciéndolo?
¿Somos culpables de buscar faltas en aquellos que nos presiden? ¿Estamos dispuestos a escuchar los consejos que ellos nos dan, y a recibir la voz de Dios cual viene por conducto de aquel que lo representa como su vocero sobre la faz de la tierra? ¿Cuántos de nosotros estamos dispuestos a hacer esto? Esta mañana nos pusimos de pie y cantamos “Te damos, Señor, nuestras gracias, que mandas de nuevo venir profetas”, y sin embargo, hay entre nosotros algunos que lo critican, que le hallan faltas. Cuando él habla por el poder de la inspiración de Dios Omnipotente, estarnos prestos para condenarlo, como lo hemos hecho en ocasiones pasadas.
¿Pensáis vosotros que en estas condiciones estamos preparados para librarnos de estos castigos que aquí se enumeran en esta revelación, dada el día 2 de agosto del año 1833, un mes después que nuestros hermanos habían sido echados de sus casas por haber violado los mandamientos que solemnemente habían prometido obedecer?
SE REQUIERE EL ARREPENTIMIENTO PARA ESCAPAR DE LAS CALAMIDADES. Quiero alzar la voz de amonestación, y lo estoy haciendo entre las estacas de Sión, como ya sabéis. Quiero proclamar el arrepentimiento. ¿Nos estamos conservando limpios y puros y sin mancha de los pecados del mundo? ¿Y tenemos derecho de recibir las bendiciones?
Quiero deciros que los juicios se han enviado, y se están enviando: todas estas huelgas que están ocurriendo, esta conmoción, esta inquietud, este descontento, este deseo por parte del pueblo de derrocar los gobiernos; y esto tiene que venir, pues ¿no ha dicho el Señor que destruirá a todas las naciones? ¿No se ha escrito así en estas revelaciones?. Y así acontecerá. Los ángeles de destrucción han salido a su misión…
Los juicios del Omnipotente se están derramando, y continuarán, porque el Profeta de Dios lo ha dicho. Nosotros no nos libraremos, a menos que nos arrepintamos, nos volvamos al Señor, honremos nuestro sacerdocio y nuestra condición de miembros en esta Iglesia, y seamos leales y fieles a nuestros convenios.
LOS MIEMBROS PUEDEN LIBRARSE DE LAS PLAGAS MEDIANTE LA OBEDIENCIA. Ahora bien, mis hermanos y hermanas; en esta época de paz —y no sé cuánto durará— en este día de prosperidad, seamos humildes y recordemos al Señor, guardemos sus mandamientos y consideremos que los peligros frente a nosotros son mucho mayores de lo que son en los días de prueba y tribulación. No penséis ni por un momento que los días de prueba han pasado; no es así. Si guardamos los mandamientos del Señor prosperaremos, seremos bendecidos; las plagas, las calamidades que se han prometido serán derramadas sobre los pueblos de la tierra, y nosotros nos libraremos de ellas, sí, pasarán de nosotros.
Mas recordad que el Señor dice que si dejamos de obedecer su palabra, si andamos en los caminos del mundo, no pasarán de nosotros, sino que seremos visitados con inundaciones y con fuego, con la espada y con plagas y destrucción. Podemos librarnos de estas cosas mediante la fidelidad. El Israel de días antiguos pudo haberse librado mediante la fidelidad, mas se negó a guardar los mandamientos del Señor y no se salvó. Por tanto os suplico: Pagad vuestros diezmos, observad la Palabra de Sabiduría, orad al Señor, honradlo en todas las cosas guardando sus mandamientos, a fin de que sus bendiciones sean derramadas y nosotros podamos recibirlas en abiindancia, y con humildad andemos delante del El y tengamos derecho no sólo a las bendiciones que vengan a nosotros en esta vida terrenal, sino a las bendiciones de vida eterna, el mayor de los dones de Dios.
LOS MIEMBROS PUEDEN LIBRARSE DE LOS CASTIGOS SI SON JUSTOS. Tenemos la manera de escapar mediante la obediencia al evangelio de Jesucristo. ¿Lograremos escapar? Cuando veo, aun entre los Santos de los Ultimos Días, la violación de las leyes del Señor, yo temo y tiemblo. He estado proclamando el arrepentimiento entre las estacas de Sión durante treinta años, exhortando al pueblo a que se vuelva al Señor, guarde sus mandamientos, observe el día de reposo, pague sus diezmos honradamente, haga todo lo que el Señor le ha mandado hacer, y viva de acuerdo con toda palabra que sale de la boca de Dios.
Haciendo esto nos libraremos de las calamidades.
Voy a repetir lo que he dicho previamente, a causa de lo cual se me ha criticado severamente en ciertos sectores, que aún en este país [los Estados Unidos de Norteamérica] no tenemos base alguna mediante la cual podamos escapar, ningún fundamento seguro en que podamos basarnos, y por medio del cual podamos librarnos de las calamidades y destrucción de las plagas y las pestilencias, y aun del fuego devorador por la espada y la guerra, a menos que nos arrepintamos, y guardemos los mandamientos del Señor, porque así está escrito en estas revelaciones.
De manera que proclamo el arrepentimiento a los Santos de los Ultimos Días, y proclamo el arrepentimiento al pueblo de los Estados Unidos, así como a los pueblos de toda la tierra.
CÓMO MEJORAR LAS CONDICIONES DEL MUNDO. El Señor tiene por objeto que los hombres sean felices; tal es su propósito. Mas los hombres se niegan a ser felices, y ellos mismos se hacen miserables porque creen que sus caminos son mejores que los de Dios, por motivo del egoísmo, la avaricia y la maldad que hay en sus corazones; y eso es lo que nos está pasando hoy. Los jefes de nuestras naciones están luchando y tratando de hacer algo para mejorar las condiciones. Yo puedo deciros en pocas palabras precisamente cómo se puede lograr, y no va a realizarce por medio de legislación; no se va a llevar a efecto regalando dinero al pueblo.
El socorro temporal no va a mejorar la situación, porque todavía estaremos combatiendo, luchando y contendiendo con el crimen, con la enfermedad, con las plagas, con la pestilencia, y con los torbellinos, con las tolvaneras, con los terremotos y todo lo demás que va a venir sobre la faz de la tierra, de acuerdo con las palabras de los profetas; y todo esto porque los hombres no quieren hacer caso de la voz de amonestación.
Cuando dejemos de amar el dinero y desechemos de nuestro corazón el amor por el oro, la avaricia y el egoísmo, y aprendamos a amar al Señor, nuestro Dios, con todo nuestro corazón, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos, y nos postremos de rodillas y aprendamos a orar y a arrepentimos de nuestros pecados, tendremos prosperidad, tendremos paz, tendremos contentamiento. Mas el pueblo no quiere arrepentirse, pese a la amonestación que se haga, pese a lo mucho que se les llame la atención en estas cosas; el pueblo no quiere arrepentirse porque su corazón está puesto en la maldad, y la destrucción los espera.
LAS CONDICIONES DEL MUNDO COMPRUEBAN LA APOSTASÍA DEL MUNDO CRISTIANO. Lamento mucho que la mayor porción de la tierra esté llena de congojas en esta época; que las grandes naciones en el extranjero estén en guerra y en un conflicto tan mortal [1916]. No obstante, comprendo que son juicios que han sobrevenido a estas naciones, las cuales se han apartado del evangelio del Señor y no se han arrepentido de sus pecados, y no quieren escuchar el mensaje de los élderes de Israel. Los profetas han predicho estos juicios que ahora se están derramando sobre las naciones, y vienen por motivo de las iniquidades que existen sobre la tierra.
Sí la gente fuese de un solo pensamiento, si fuese una de corazón, si estuviese viviendo de acuerdo con el evangelio de nuestro Señor, como El nos ha instruido que lo hagamos, no habría posibilidad de que tales condiciones prevalecieran. El Señor ha declarado que a menos que seamos uno, no somos suyos, y donde su evangelio ha surtido su influencia en el pueblo no puede haber tales sentimientos rencorosos, contención y derramamiento de sangre, cual los hallamos sobre la mayor parte de la tierra en la actualidad. La condición presente del mundo es evidencia incontrovertible de que el poder y la pureza del evangelio no se encuentran en sus iglesias, y que no están en hermandad con el Señor.
LA RAZÓN POR LA QUE LOS JUSTOS MUEREN EN LA GUERRA. ¿Por qué tienen que padecer los justos, y por qué se lleva el Señor a algunos de nuestros buenos jóvenes cuando El envía sus juicios sobre la gente?
El Señor dice que El derrama sus bendiciones sobre los justos y los injustos. Ha dicho también que es menester que vengan las ofensas, pero ¡ay de aquellos por quienes vengan!. En todas las edades algunos de los justos han tenido que padecer por causa de los hechos de los injustos, pero recibirán su recompensa. Muchos de los que son llevados en estos días de guerra son llamados porque los necesitan para la obra en el mundo de los espíritus. No se les debe condenar porque son llevados cuando se están derramando los juicios, porque no se les puede imputar ninguna condenación. Evidentemente hacen falta en otra parte.
























