Doctrina de Salvación Tomo 3

Capítulo 3

Guerras y La Segunda Venida


CRISTO DECRETÓ GUERRAS PARA LOS ÚLTIMOS DÍAS

GUERRA Y DESOLACIÓN PRECEDERÁN LA SEGUNDA VENIDA. En la gran revelación sobre la guerra, el Señor nos ha dicho que, empezando por la rebelión de la Carolina del Sur, vendrían grandes destrucciones y continuarían siendo derramadas sobre la tierra hasta que llegara el tiempo en que los decretos de Dios quedaran enteramente consumados, terminados, y El llevara a efecto la destrucción de todas las naciones. Yo espero ver que eso se cumpla, y que Cristo venga a reinar; su reino quedará establecido sobre la tierra así como en los cielos, tal como El nos enseñó que oremos: “Padre nuestro que estás en los ciclos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.” Ruego por que venga ese tiempo.

Suplico a los Santos de los Ultimos Días que se sostengan firmes y fieles en el cumplimiento de todo deber, guardando los mandamientos del Señor, honrando el sacerdocio, a fin de que estemos allí cuando el Señor venga —bien sea que estemos vivos o muertos, no importa— para ser partícipes de esta gloria. Recordad que cuando venga ese tiempo, esta tierra va a ser purificada de toda su iniquidad y los inicuos serán como rastrojo y dejarán de existir.

EL SEÑOR DESTRUYÓ A LOS INICUOS EN EL DILUVIO. Dios dijo a Noé: “Ha llegado para mí el fin de toda carne, porque la tierra está llena de violencia; y he aquí, destruiré a toda carne de sobre la tierra.” Debe tenerse presente que el Señor dijo que El lo haría.

De modo que el Señor mandó a Noé que construyera un arca, en la cual él habría de llevar a su familia y a los animales de la tierra a fin de preservar su descendencia después del diluvio, y toda carne que no entró en el arca pereció de acuerdo con el decreto del Señor. Desde luego, los sabios y los grandes entre los hijos de los hombres no creen esta historia en ningún grado mayor de lo que se creyó la historia de Noé en aquella época.

EL SEÑOR DESHIZO A LOS HABITANTES DE SODOMA Y GOMORRA. Después de este nuevo comienzo, los hombres otra vez se tornaron carnales, sensuales y diabólicos sobre la tierra, y una vez más se hizo necesario imponer un castigo drástico a algunos de los habitantes de la tierra, de acuerdo con el decreto del Señor. En la época de Abraham existían dos ciudades conocidas como Sodoma y Gomorra, en las cuales la iniquidad no tenía limites, y el Señor dijo a Abraham que El iba a destruir esas ciudades.

Abraham le rogó al Señor que los perdonara, cosa que el Señor prometió hacer si en ellas se pudiera encontrar tan sólo a diez almas justas. Ya que esto no se pudo lograr, “Jehová hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte de Jehová desde los cielos”, y fueron destruidas estas ciudades con todos sus habitantes. Y también aquí el Señor dijo que El lo hizo. Mas los que se consideran justos a sus propios ojos y los sabios de esta época actual dicen que no es un relato verídico, porque un Dios misericordioso no haría tal cosa aun cuando el pueblo fuese impío.

EL SEÑOR MANDÓ A ISRAEL QUE DESTRUYERA A LOS AMORREOS. Más o menos por aquella época el Señor prometió dar a Abraham, por herencia perpetua, toda esa tierra donde estaban situadas Sodoma y Gomorra y toda la tierra “desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Eufrates”, mas le fue dicho a Abraham que su posteridad no podría poseer la tierra por cuatrocientos años, porque “aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí”. Cuando se cumplió el tiempo, y llegó a 511 colino la maldad de los amorreos, el Señor mandó a Israel que tomara sus ejércitos y limpiara la tierra de esa iniquidad, y que tomara posesión de la herencia que se había prometido a su padre Abraham.

ISRAEL Y JUDÁ FUERON MALDECIDOS POR SU INIQUIDAD. Así que, al transcurrir las edades descubrimos, si es que estamos dispuestos a creer lo que se halla en las Escrituras, que fue necesario derramar juicios y destrucciones sobre los inicuos porque no quisieron arrepentirse. Aun los reinos de Israel y Judá fueron destruidos y el pueblo fue esparcido por motivo de la ira del Señor que se había encendido en contra de ellos a causa de sus transgresiones. Por lo menos, tal fue el caso, si es que estamos dispuestos a creer la palabra del Señor dada por medio de sus profetas.

LOS JAREDITAS FUERON DESTRUIDOS POR RECHAZAR A CRISTO. No sólo se impartieron estos castigos a los habitantes del Viejo Mundo, así llamado, sino que las destrucciones descendieron sobre los habitantes de este mundo occidental por la misma causa. Por medio de sus profetas se les recordó constantemente que esta tierra es “una tierra escogida sobre todas las demás, la cual Dios el Señor había preservado para un pueblo justo”; y El, el Señor, “había jurado en su ira al hermano de Jared, que quienes poseyeran esta tierra de promisión deberían servirlo a él, el verdadero y único Dios, desde entonces y para siempre, o serían exterminados cuando cayera sobre ellos la plenitud de su ira”. Cuando este pueblo se negó a adorar al Dios verdadero y viviente, su ira descendió sobre ellos —si estamos dispuestos a creer la historia— y fueron exterminados.

EL SEÑOR DESTRUYÓ A LOS NEFITAS Y A LOS LAMANI­TAS POR SU INIQUIDAD. Luego llegó otro pueblo para poseer la tierra bajo todas las bendiciones de protección y orientación del Señor. A este segundo grupo de habitantes se hicieron estas mismas promesas y amonestaciones, y los profetas que entre ellos fueron levantados les advirtieron constantemente acerca de estas promesas que el Señor había declarado. Mas este pueblo también cayó de la gracia, y la ira del Omnipotente descendió sobre ellos. Tan inicuos se habían vuelto en la época de la crucifixión de nuestro Señor, que le fue menester destruir muchas de sus ciudades por medio de terremotos, inundaciones, fuego y otras formas de destrucción.

Sí, es verdad; el mismo manso y humilde nazareno que vino al mundo y se ofreció como sacrificio por el pecado, por motivo del gran amor que su Padre y El tenían por la familia humana —El, que es “infinito y eterno, de eternidad en eternidad el mismo Dios inmutable”, que ama a los niños pequeños y permitió que se acercaran a El— se vio bajo la necesidad de imponer castigos a los habitantes de esta tierra escogida, y en una manera sumamente drástica. Reparad en sus palabras que declaró después de su resurrección:

“¡Ay, ay, ay de este pueblo! ¡Ay de los habitantes de toda la tierra, a menos que se arrepientan; porque el diablo se ríe y sus ángeles se regocijan, a causa de la muerte de los bellos hijos e hijas de mi pueblo; y es por motivo de sus iniquidades y abominaciones que han caído! He aquí, he quemado con fuego la gran ciudad de Zarahemla, y los habitantes de ella. Y he aquí, be hecho que esa gran ciudad de Moroni se hunda en las profundidades del mar, y que se ahoguen sus habitantes. Y he aquí, he cubierto de tierra esa gran ciudad de Moroniah, y los habitantes de ella, para ocultar sus iniquidades y sus abominaciones de ante mi faz, para que la sangre de los profetas y de los santos no ascienda más hasta mí en contra de ellos”.

El Señor también envió destrucciones sobre las ciudades de Gilgal, Oníab, Mocum, Jerusalén, Gadiandi, Gadiomna, Gimgimno, Jacobugat, Lamán, Josli, Gad, Kishkumen y otras.

LA DESTRUCCIÓN ESPERA A LOS INICUOS DE NUESTRA ÉPOCA. Mas el modernista que se considera justo a sus propios ojos dice que tales cosas no pudieron suceder porque Dios “es un Dios de amor”, y el Salvador es “un hombre de paz”; ¡y el Dios que yo adoro no “decreta la muerte de agricultores, obreros en las fábricas”, ni de “mujeres y niños, no importa quién haya pecado!”

Nosotros que vivimos en la época presente debemos prestar atención y beneficiamos mediante las experiencias de aquellos que nos han antecedido, y no caer en sus graves errores. Debemos recordar que se nos han dado las mismas amonestaciones, a nosotros así como “a todos los habitantes de la tierra”, que la destrucción espera a los de esta época a menos que se refrenen de la iniquidad y las abominaciones. No olvidemos que el Señor dijo que sería en estos días, como fue en los días de Noé.

También debemos recordar que El todavía es un “Dios de ira” así como un “Dios de amor”, y que El ha prometido derramar su ira sobre los impíos y “vengarse de los inicuos” que no se arrepientan. Los profetas de la antigüedad no fueron los únicos que predijeron que tal sería el caso en estos postreros días, sino que el Señor lo ha hablado en nuestra propia dispensación.

LOS INICUOS MATARÁN A LOS INICUOS HASTA QUE EL SEÑOR VENGA. El Señor dice que El ha decretado guerras. ¿Por qué? Por motivo del odio que existe en el corazón de los hombres, por motivo de la iniquidad que hay en el corazón de los hombres, porque no quieren arrepentirse. He aquí otro pasaje: “Y acontecerá que a causa de la iniquidad del mundo, me vengaré de los malvados, por cuanto no se arrepienten; porque la copa de mi indignación está llena; pues he aquí, mi sangre no los limpiará, si no me escuchan”.

Estas cosas las declaró el Señor por medio de su Profeta en amonestaciones que han llegado al pueblo de esta nación y de otras tierras. El Señor dice que los inicuos no se arrepienten, y por motivo de que no se arrepienten El ha decretado guerras que vendrán sobre ellos y los inicuos matarán a los inicuos, y así será purificada la tierra hasta que, como leemos en el capítulo 24 de Isaías, disminuyan los hombres.

Yo sé que lo que estoy diciendo no agrada a ciertas personas, y que seré criticado por ello, pero eso no me importa; es la palabra del Señor, y quiero amonestar a los Santos de los Ultimos Días. Voy a leer otro pasaje de las Escrituras: “Porque he aquí, la venganza vendrá de repente sobre los impíos, como el torbellino; y ¿quién podrá escapar de ella? El azote del Señor pasará de noche y de día, y su rumor afligirá a todo pueblo; , y no cesará hasta que venga el Señor”.

NO HABRÁ PAZ SOBRE LA TIERRA HASTA QUE CRISTO VENGA. hace un momento leí de otra revelación en la que el Señor dijo que llegaría el tiempo en que la paz sería quitada de la tierra, y yo os declaro que ha sido quitada de la tierra; y ahora digo —no, no soy yo quien lo dice, el Señor es quien lo dice— “no volverá hasta que venga el Señor”.

Proclamen, pues, la paz; busquen la paz; no la hallarán hasta que venga Cristo, que es el Príncipe de Paz, para tomar su lugar que legalmente le corresponde como Rey de reyes para gobernar y reinar sobre la faz de la tierra. No habrá paz en esta tierra ni en ninguna otra tierra, sino habrá plagas, tribulaciones y sufrimientos desde esta hora en adelante hasta que venga Cristo. La única manera de escapar es por medio del arrepentimiento por parte de los del pueblo, y éstos no quieren arrepentirse.

¿SE LIBRARÁN LOS MIEMBROS DE LOS PELIGROS DE LOS ÚLTIMOS DIAS? ¿Y qué de los Santos de los Ultimos Días? En un pasaje que he leído, dice que los santos apenas escaparán. Pues yo no creo que van a escapar. Os diré por qué: “Porque se ha encendido la indignación del Señor en contra de sus abominaciones y todas sus obras inicuas.” (Es decir, los pueblos de la tierra.) “Sin embargo, Sión escapará si procura hacer todo lo que le he mandado. Mas si no procura hacer lo que le he mandado, la visitaré según todas sus obras, con penosa aflicción, con pestilencia, con plagas, con la espada, con venganza y fuego devorador. Sin embargo, léasele a sus oídos esta sola vez, que yo, el Señor, he aceptado su ofrenda; y si no peca más, ninguna de estas cosas le sobrevendrá.”

Esto se dijo hace más de 120 años, en 1833. El Señor prometió a los Santos de los Ultimos Días que si guardaban sus mandamientos, ellos se librarían. Cuando estas destrucciones vinieran repentinamente como un torbellino, cuando todas estas pruebas y sufrimientos descendieran sobre los pueblos de la tierra, los Santos de los Ultimos Días podrían escapar si guardaban sus mandamientos.

DEBEN ARREPENTIRSE LOS SANTOS PARA ESCAPAR DE LAS PLAGAS. No estamos guardando sus mandamientos. Algunos de los Santos de los Ultimos Días lo están haciendo hasta donde su habilidad se lo permite, pero muchos de ellos no lo están haciendo. Somos violadores de convenios, violamos el día de reposo y no lo santificamos; no conservamos limpios nuestros cuerpos; no creo que oremos, es decir gran parte de nosotros. En lo que concierne al día de ayuno, lo hemos olvidado. No somos ni la mitad de lo bueno que creemos que somos. Necesitamos el arrepentimiento, y necesitamos que se nos diga que nos arrepintamos. Es necesario que se nos llame la atención a estas condiciones a fin de que nos arrepintamos y nos volvamos al Señor con íntegro propósito de corazón, no sea que estas destrucciones nos sobrevengan.

No pagamos nuestros diezmos: algunos de nosotros pagamos diezmos, que es la décima parte de lo que recibimos, y algunos de nosotros hacemos un donativo y lo llamamos diezmo; algunos de nosotros no pagamos nada.

LA DESTRUCCIÓN DE LOS INICUOS ES UN ACTO DE MISERICORDIA. Algunas personas creen que Dios no es la clase de persona que se vengaría de la gente, porque El es un Dios misericordioso. El hecho es que se venga de los inicuos porque es misericordioso. Es misericordioso con ellos al removerlos y muestra consideración a todos los otros que guardan sus mandamientos. Fue precisamente por esta razón que destruyó a Sodoma y Gomorra, y depuró a Palestina cuando Israel entró en esa tierra, y destruyó tantas ciudades nefitas al tiempo de su crucifixión. Fue el manso y humilde Nazareno el que hizo todas estas cosas, porque en su misericordia y justicia tuvo que purificar la tierra para el beneficio de los pecadores así como de los justos que permanecieron.

LAS GUERRAS QUE ACOMPAÑARÁN LA SEGUNDA VENIDA

LAS BATALLAS DE ARMAGEDÓN Y GOG Y MAGOG. Antes de la venida de Cristo se efectuará la gran guerra, a veces llamada Armagedón, según lo declara Ezequiel, capítulos 38 y 39. Después del Milenio se efectuará otra guerra de Gog y Magog.

NO SE HA REVELADO EL “TIEMPO” DE LA GUERRA FINAL. Durante los últimos dos años, constantemente ha surgido y se ha discutido esta pregunta en las clases de sacerdocio, en las Escuelas Dominicales y en conversaciones privadas: “¿Es esta gran guerra (la Segunda Guerra Mundial) que ha cubierto con su inicua sombra gran parte del mundo, y que amenaza englobar al resto del género humano, la grande y última guerra que precederá la segunda venida de nuestro Señor, según lo anunciaron los profetas?”

Podemos contestar esta pregunta diciendo que verdaderamente esperamos que así sea; mas el Señor informó muy definitivamente a sus discípulos que ni aun los ángeles del cielo sabían el día ni la hora en que El se habría de aparecer, salvo su Padre únicamente. Por tanto, a menos que el Señor se digne revelarnos la información, no sabemos cuándo o dónde terminará este gran conflicto. Esperemos y oremos por que sea la última lucha antes que se envíen paz y justicia desde los cielos y venga Cristo a tomar su lugar legítimo como Rey de reyes sobre la tierra.

LA GUERRA FINAL DESTRUIRÁ “POR COMPLETO A TODAS LAS NACIONES”. En lo referente a las guerras (Segunda Guerra Mundial) que hoy azotan furiosas la tierra, estoy seguro de que los profetas han hablado de ellas. El Señor le dijo a José Smith que la guerra entre los estados, comenzando por la rebelión de Carolina del Sur era el principio del fin. En esa ocasión la paz fue quitada de la tierra, y se predijo que empezando por ese lugar, la guerra finalmente sería derramada sobre todas las naciones, resultando en miseria, muerte, lamentos, hambre, plagas, terremotos, intensos relámpagos, etc., causando que se haga “sentir a los habitantes de la tierra la ira, la indignación y la mano castigadora de un Dios Omnipotente, hasta que la consumación decretada haya destruido por completo a todas las naciones”. Parece que esto está cumpliéndose.

CON EL SITIO DE JERUSALÉN TERMINARÁ LA GUERRA FINAL. Ezequiel nos ha dado en los capítulos 38 y 39 muchos detalles relacionados con la gran batalla que precederá la venida del Hijo del Hombre a reinar. También Joel y Daniel profetizaron de estos magnos acontecimientos, los cuales ahora mismo tal vez vayan en camino a un cumplimiento completo.

Una cosa que estos profetas nos dan a entender en forma definitiva es que el último gran conflicto antes que venga Cristo concluirá durante el sitio de Jerusalén. Así lo anunciaron Ezequiel y Daniel y el Señor declaró a Joel: “Porque he aquí que en aquellos días, y en aquel tiempo en que haré volver la cautividad de Judá y de Jerusalén [es decir, el regreso de la cautividad], reuniré a todas las naciones, y las haré descender al valle de Josafat, y allí entraré en juicio con ellas a causa de mi pueblo, y de Israel mi heredad, a quien ellas esparcieron entre las naciones, y repartieron mi tierra”.

Joel profetizó que en esa época el Señor juzgará a los paganos:

“Echad la hoz, porque la mies está ya madura. Venid, descended, porque el lagar está lleno, rebosan las cubas; porque mucha es la maldad de ellos. Muchos pueblos en el valle de la decisión; porque cercano está el día de Jehová en el valle de la decisión”.

De modo que se nos da a entender que cuando los ejércitos se reúnan en Palestina, será la ocasión en que el Señor venga en juicio, y tome la trascendental decisión que confundirá a los enemigos de su pueblo y establecerá a éste en su antigua tierra para siempre.

CRISTO VENDRÁ EN MEDIO DE LA BATALLA FINAL. Zacarías es otro de los profetas que ha hablado claramente acerca de estos grandes acontecimientos. Según lo que él predijo, las naciones se congregarán y le pondrán sitio a Jerusalén. Parte de la ciudad caerá con espantosas consecuencias para sus habitantes, y entonces vendrá un fuerte terremoto, el monte de los Olivos se partirá en dos y el pueblo perseguido huirá a este valle en busca de seguridad. En esa época particular el Salvador vendrá corno su libertador y les mostrará sus manos y sus pies. Lo mirarán y le preguntarán dónde recibió las heridas, y El les dirá que las recibió en casa de sus amigos, que El es Jesucristo su Redentor. Entonces caerán al suelo y llorarán, cada familia aparte, porque sus antepasados persiguieron a su Rey y los hijos siguieron los pasos de sus padres.

EN AQUEL TIEMPO VENDRÁ LA REDENCIÓN DE LOS JUDÍOS. Jerusalén entonces será reconstruida y se cumplirán las promesas de que llegará a ser una ciudad santa. El castigo que va a descender sobre aquellos que pongan sitio a esa tierra será su destrucción. Los profetas han pintado esta escena con mucho detalle y con todos sus horrores. Estos acontecimientos se confirman en revelaciones dadas al profeta José Smith, cual se hallan en Doctrinas y Convenios, particularmente las secciones 29, 45 y 133.

LOS ÉLDERES HAN DE AMONESTAR TOCANTE A LAS GUERRAS FINALES. Se podría escribir mucho más en detalle acerca de estos conflictos, pero bastará lo que se ha escrito. Es, desde luego, un cuadro lúgubre; pero, ¿acaso no es el deber de los élderes de Israel hablar acerca de estas cosas con voz de amonestación? ¿Hemos de cerrar nuestros ojos y oídos y sellar nuestro entendimiento sencillamente porque algunas cosas son desagradables al oído y al ojo? ¿Nos hemos de negar a alzar la voz de amonestación cuando se acerca el peligro, cuando la aflicción está próxima, cuando la destrucción está a nuestras puertas? Tal curso sería una cobardía, si es que sabemos la verdad. No podemos proclamar “todo está bien” cuando el peligro acecha por todos lados. No debemos adormecer al pueblo en una seguridad falsa. El presidente Woodruff declaró que “¡ningún hombre que es inspirado por el Espíritu y el poder de Dios puede cerrar sus oídos, sus ojos y sus labios a estas cosas!”

SE HA QUITADO LA PAZ DE LA TIERRA

NO VOLVERÁ A HABER PAZ HASTA QUE CRISTO VENGA. Se ha quitado la paz de la tierra, y no volverá hasta que venga Cristo para traerla. Cuando llegue ese día, El ha prometido enviar a sus ángeles, “y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad”, pero dice además que cuando venga ese día “entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre”

Un año después de la organización de la Iglesia, la paz no podría haber sido quitada de la tierra en justicia, mas el Señor dijo que el tiempo pronto vendría. Ese tiempo ya ha llegado. La paz se ha ido del mundo. El diablo tiene poder sobre su propio dominio. Esto se manifiesta en los hechos de los hombres, en la congoja entre las naciones, en las dificultades que vemos en todas las tierras, incluso esta tierra que fue dedicada a la libertad.

No hay paz. El corazón de los hombres está desfalleciendo. La avaricia ocupa el lugar principal en el corazón de los hombres. La maldad se manifiesta por todos lados, y la gente se está uniendo para sus propios intereses egoístas. Por motivo de esto, quedé complacido al oír la voz de amonestación que ayer alzaron nuestro estimado Presidente y sus consejeros, así como otros de los hermanos que han hablado; porque yo opino que éste debe ser un tiempo de amonestación, no sólo para los Santos de los Ultimos Días, sino para todo el mundo. Tenemos la obligación para con el mundo de alzar la voz de amonestación, y especialmente a los miembros de la Iglesia.

NO HAY PAZ EN EL MUNDO A CAUSA DE LA INIQUIDAD. No hay necesidad de que nos estemos preocupando en cuanto a los tiempos y las épocas cuando Cristo venga, pero sí hay necesidad de que vigilemos, oremos, y estemos preparados. Por medio de la profecía, el apóstol Pablo declara que el día en que vengan estas calamidades, la gente estará diciendo “paz y seguridad”; en otras palabras, andarían buscando seguridad y buscando paz, y precisamente en esas ocasiones la destrucción vendría sobre ellos.

¿Qué es lo que pasa con las naciones en la actualidad? Se han atemorizado, ¿no es así? Cada nación está contendiendo y disputando con otras naciones —tratando de concertar acuerdos respecto de armamentos, tratando de limitar a otras y queriendo fortalecerse a sí mismas-— y al mismo tiempo solicitando conferencias y convenciones de paz, congresos mundiales y ligas de naciones y todo lo demás, a fin de poder establecer paz en la tierra, cosa que no pueden lograr porque no se apegan a los principios fundamentales sobre los cuales se basa la paz.

Mientras en el corazón de los hombres exista el egoísmo y la avaricia, y el deseo de lograr poder y riquezas y todas las demás cosas que son de este mundo, y se olviden de las cosas del reino de Dios, ni habrá paz ni habrá contentamiento. habrá riñas y contiendas, disensión y guerra, y en medio de toda su labor surgirán problemas que podrían evitarse, y de una manera muy fácil, por medio del arrepentimiento, procurando tener espíritus contritos y corazones quebrantados, y amando a su prójimo; pero no quieren hacer esto.

¿No es de lo más absurdo pensar que las naciones que se llaman cristianas, que supuestamente adoran al mismo Dios, están listas para lanzarse la una sobre la otra? En una revelación dada a la Iglesia el Señor dijo: “Si no sois uno, no sois míos”. Y hablando a sus discípulos, cuando estuvo sobre la tierra, El declaró: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?”

EL ESFUERZO ACTUAL EN BUSCA DE LA PAZ SE FUNDA EN EL TEMOR. Las naciones de la tierra en la actualidad claman pidiendo paz. Pero, ¿por qué? ¿Será porque existe en sus corazones el amor de Dios? ¡No! Es por causa del temor, el temor a sus semejantes. La injusticia, el deseo de poseer, el espíritu de avaricia y de aprovecharse de otros, han ocasionado tina condición de inquietud. Estas cosas, junto con la iniquidad que existe en el corazón del pueblo, han causado una situación de dificultades y angustias entre las naciones, al grado de que temen y tiemblan, no porque una nación crea o piense que el Señor está bendiciendo a otros pueblos más de lo que El los está bendiciendo a ellos, sino porque las naciones saben lo que hay en su propio corazón, y temen que la misma cosa exista en el corazón de sus vecinos; y en esto tienen razón, porque ese espíritu de envidia y contienda se halla en todas partes del mundo.

SE PERDIÓ LA PAZ PORQUE SE RECHAZÓ EL EVANGELIO. Hoy hallamos este mundo hecho pedazos, iniquidad que abunda en el corazón de la gente, congojas entre las naciones, efusión de sangre como el mundo jamás ha visto antes. Voy a ser lo suficientemente audaz para decir que todo esto pudo haberse evitado; ello habría sido innecesario, silos habitantes del mundo hubiesen prestado atención a la voz de los élderes de Israel que son enviados a ellos con este mensaje de salvación, y el cual se negaron a recibir.

INUTILIDAD DE ORACIONES INSINCERAS A FAVOR DE LA PAZ. Además, clamamos que haya paz; se nos indica que oremos para que haya paz y en nuestras oraciones pedimos paz. Nunca he tenido mucha confianza en la proclamación o solicitud que se hizo de que los habitantes de este país oraran para que hubiese paz, por la muy válida razón de que no fue sincera. No podemos orar al Señor y decir: “Atiende a nuestra causa; danos la victoria; haz lo que nosotros queremos que hagas; pero no nos pidas que hagamos lo que Tú quieres que se haga.”

Hemos oído a un buen número de los oradores en esta conferencia hablar acerca de la iniquidad que abunda por todo el mundo, la iniquidad entre los jóvenes que se han integrado a las fuerzas armadas del país, la maldad de aquellos que no forman parte de esas fuerzas. Todos sabemos que esas cosas son verdaderas, que la moralidad se ha desenfrenado, que la ebriedad y el sucio uso del tabaco están debilitando los cuerpos de aquellos que salen a combatir, y estas cosas malas existen también entre aquellos que no son parte de las fuerzas armadas. El mundo está lleno de maldad.

¿QUÉ TRAERÁ EL FUTURO? Las dificultades en la tierra continuarán; habrá angustias, calamidad y perplejidad entre las naciones.

No hay necesidad de esperar la paz en un futuro inmediato, porque no vendrá la paz. No obstante, podemos mirar hacia adelante con alegría; no es preciso que estemos desanimados, sino que con el espíritu de fe y esperanza, y en el temor del Señor, debemos mirar hacia el futuro con sentimientos de gozo, de humildad y de adoración, teniendo en nuestro corazón el deseo, de ser posible más fuerte que nunca, de servir al Señor y guardar sus mandamientos, porque se acerca el día de su venida.

VELAD Y ESTAD PREPARADOS

EL SEÑOR VENDRÁ COMO LADRÓN EN LA NOCHE. “Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor. Pero sabed esto, que si el padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa. Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis.”

Os digo, piles, mis hermanos y hermanas, y a todos los que escuchen mi voz, que estamos viviendo en la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos. En el año 1836, uno de los profetas antiguos se presentó ante José Smith y Oliverio Cowdery y les confirió ciertas llaves, que según se había prometido, iban a ser reveladas antes de la segunda venida de Cristo. Después que hubo conferido la autoridad a estos dos jóvenes, él les dijo: “Por esto podréis saber que el día grande y terrible del Señor está cerca, aun alas puertas.” Esto fue en 1836, hace 120 años; han pasado ya 120 años. Estamos ahora tanto más cerca de la ocasión en que se ha de abrir la puerta y venga Cristo.

Yo sé que hay muchos, y aun algunos entre los Santos de los Ultimos Días, que están diciendo precisamente lo que el Señor declaró que dirían: “Mi Señor tarda en venir.” Un hombre dijo: “Es imposible que Jesucristo venga dentro de 300 ó 400 años.” Mas yo os digo, velad.

Yo no sé cuándo va a venir. Ningún hombre lo sabe. Aun los ángeles del cielo ignoran esa gran verdad. Mas esto sí sé, que las señales que se han declarado están aquí. La tierra está llena de calamidad, de angustia. El corazón de todo hombre está desfalleciendo. Vemos las señales así como vemos que la higuera se cubre de hojas; y sabiendo que este tiempo está cerca, conviene que yo, y conviene que vosotros y todo hombre sobre la faz de la tierra, prestemos atención a las palabras de Cristo, a sus apóstoles, y velemos, porque no sabemos ni el día ni la hora. Mas esto os digo, vendrá como ladrón en la noche, cuando muchos de nosotros no estemos preparados.

EL EVANGELIO RESTAURADO PREPARA A LOS HOMBRES PARA LA SEGUNDA VENIDA. El Señor restauró la plenitud del evangelio para la salvación del género humano, si los hombres sólo escucharan y obedecieran su voz y la voz de sus siervos. Se ha establecido su Iglesia nuevamente en el mundo, y el Maestro ha enviado a sus siervos a todas partes de la tierra para proclamar el día de arrepentimiento y salvación. Estos siervos han salido proclamando como lo hizo el gran profeta y precursor de nuestro Señor en su venida anterior: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.”

Se les prometió que saldrían con poder y autoridad: “Y la voz de amonestación irá a todo pueblo por boca de mis discípulos, a quienes he escogido en estos últimos días. E irán y no habrá quien los detenga, porque yo, el Señor, los he mandado… Por tanto, temed y temblad, oh pueblo, porque se cumplirá lo que yo, el Señor, he decretado en ellos.” Con esta comisión los siervos del Señor han salido con el mensaje de salvación, y donde no pudieron ir, han enviado la palabra, de modo que se ha proclamado prácticamente en todas partes de la tierra.

LA NECESIDAD DE ENSEÑAR A LOS NIÑOS EN ESTOS TIEMPOS PELIGROSOS. Nunca ha habido época en la historia de la Iglesia en que nos hayan rodeado tantas cosas malas, tentaciones y condiciones que atraen e incitan a los niños de Sión, a salir de los caminos de rectitud, como las que hallamos hoy. Conviene que cada uno de nosotros estemos alertas y tengamos siempre presente el hecho de que pertenecemos a la Iglesia, que el Señor nos ha dado la plenitud del evangelio con todas sus promesas, y que depende de nuestra fidelidad, y nuestra obediencia e integridad a estos principios de verdad y a la Iglesia el que recojamos o no recojamos las bendiciones.

El Señor tuvo que reprender a algunos de los élderes principales de la Iglesia en sus primeros días, porque las condiciones en sus hogares no eran lo que deberían ser. Me pregunto si la mayoría de nosotros no recibiríamos una reprensión semejante si el Señor hablara de nuevo en esa manera. En la sección 93 de Doctrinas y Convenios, el Señor dice: “Pero yo os he mandado criar a vuestros hijos en la luz y la verdad.”

En todas estas revelaciones hallamos esta instrucción de que los padres deben criar a sus hijos e instruirlos conforme a la luz y la verdad.

En otro lugar, en la sección 68, el Señor dice que si los padres no enseñan a sus hijos de modo que éstos comprendan el principio del bautismo, ni les enseñan a orar y a tener fe en los principios del evangelio cuando lleguen a la edad de responsabilidad (ocho años), que él tendrá por responsables a esos padres, y si sus hijos, por falta de instrucción, crecen ignorando la verdad y niegan la fe, que El requerirá que los padres le rindan cuentas. Veis, pues, que todos tenemos tina responsabilidad muy seria.