Doctrina del Evangelio
Selecciones de
LOS SERMONES Y ESCRITOS
de
JOSEPH F. SMITH
Sexto Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
Publicado por
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días Salt Lake City, Utah, E.U.A.
1978
Prefacio
El presidente Joseph F. Smith pasó tanto tiempo en el servicio público de la Iglesia, que sus sermones y escritos publicados llenarían muchos tomos. El problema más difícil con que tropezaron los recopiladores del presente volumen fue el de preparar una colección de extractos que manifestaran el debido aprecio por su persona y, al mismo tiempo, pudieran incluirse en un tomo de tamaño moderado. Todo lector que esté familiarizado con la literatura de la Iglesia notará los defectos de la obra, y nadie está más consciente de ello que los recopiladores. Sin embargo, pese a lo incompleto que esté, esta colección bien ha valido la pena, pues contiene un tesoro de conocimientos del evangelio para instruir, consolar e inspirar a los miembros.
Se ha escudriñado cuidadosa y sistemáticamente la literatura de la Iglesia con objeto de descubrir todos los escritos y sermones públicos del presidente Smith. Los que son de naturaleza histórica no se han incluido en esta colección, ya que bien pueden constituir otro tomo.
Los recopiladores expresan su agradecimiento a las muchas personas que, con corazones llenos de amor por el presidente Smith, han ayudado en la tarea.
La presente obra nos ha reafirmado que tenemos con nosotros a profetas que hablan por Dios.
Los recopiladores
INTRODUCCIÓN
El presidente Joseph F. Smith declaró incidentalmente en una ocasión que cuando él falleciera, a distinción de muchos de sus hermanos, no dejaría ninguna obra escrita mediante la cual se le pudiera recordar. Fue su manera modesta de considerar su propio ministerio y labores literarias, por que el presidente Smith habría vivido en el corazón del pueblo aun cuando no hubiese dicho cosa alguna que se pudiera imprimir; pero, al contrario, se descrubrió que existen numerosos tomos impresos, aunque en esa época no se habían recopilado y, por tanto, no se conocían muy extensamente.
Uno de los recopiladores de este tomo, el doctor John A. Widtsoe, al escuchar la anterior declaración pensó dentro de sí: «Ciertamente no puede ser verdad que no dejó ninguna obra escrita.» En seguida decidió examinar sus escritos y sermones publicados, concibió la idea de preparar extractos de los mismos y disponer éstos por temas y capítulos en forma de libro. El resultado es esta espléndida obra que hoy se presenta al público con el título Doctrina del Evangelio.
El Dr. John A. Widtsoe interesó a su hermano, el profesor Osborne J.P. Widtsoe, así como a Albert E. Bowen, al doctor F.S. Harris y a Joseph Guinney, en la tarea de compilar y clasificar, de los voluminosos escritos y sermones del presidente Smith, aquellos extractos que se refirieran a los temas seleccionados para darles consideración, temas que abarcan una amplia extensión de la doctrina y filosofía del evangelio, cual las enseñan los Santos de los Últimos Días. Lorenzo N. Stohl generosamente costeó los gastos de la tarea.
Sin precio, y más bien por el amor que sentían por la obra que estaban desempeñando, estos hermanos procedieron a la recopilación, hicieron preparar cuatro copias escritas a máquina, bien encuadernadas e intituladas, y tuvieron el privilegio, antes del fallecimiento del Presidente, de ofrecerle la primera copia de la obra escrita a máquina, con su amor y agradecimiento por su vida, su ejemplo y sus enseñanzas inspiradas, así como por su gentil bondad y ayuda constante a cada uno de ellos.
Huelga decir que la presentación y la obra se aceptaron gustosamente y complacieron en gran manera al presidente Smith.
El Comité Sobre los Cursos de Estudio para los Quórumes del Sacerdocio, informados por los recopiladores de la obra, concibieron la idea, con la iniciativa del élder David O. McKay del Consejo de los Doce, de usarlo como libro de texto para los miembros del sacerdocio. El tomo ahora se presenta a los quórumes del Sacerdocio de Melquisedec de la Iglesia para su estudio y consideración.
Los sermones escritos del presidente Joseph F. Smith enseñan, con prudencia y moderación, prácticamente toda la doctrina esencial de los Santos de los Últimos Días que se relaciona con la vida actual y con la vida venidera. No sólo esto, sino que abundan en útiles consejos y orientación tocante a la práctica diaria de vivir rectamente, expresados en un idioma sencillo y persuasivo. Los sermones y escritos del presidente Smith irradian el verdadero espíritu del evangelio, son tan firmes como el oro en cuanto a creencias y preceptos, y expresan la voluntad del Maestro con cada palabra. Recopilados, clasificados, dispuestos e impresos como se presentan en esta obra, constituyen un compendio de la doctrina y enseñanza de la iglesia, que constituirá en nuestra opinión, una salvaguardia para sus miembros por generaciones venideras.
Al presentar esta recopilación al público, tenemos la confianza de que todo lector se sentirá ampliamente recompensado al estudiarla, ya que contiene selecciones preciosas y vitales de las palabras, enseñanzas y sermones de uno de los destacados profetas de Sión en la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos.
Capítulo 1
La verdad es el fundamento
NUESTRA ESPERANZA está FUNDADA EN LA VERDAD. Nuestra esperanza de la salvación debe fundarse en la verdad, la verdad completa y sólo la verdad, porque no podemos edificar sobre el error y ascender a las cortes de verdad eterna y disfrutar de la gloria y exaltación, del reino de nuestro Dios. Tal cosa no puede ser. —C.R. de octubre, 1917, pág. 3.
EL EVANGELIO SE FUNDA EN LA VERDAD. Ningún temor existe en mi corazón o mente, de que lo que es llamado «mormonismo» —que de hecho es el evangelio de Jesucristo— no soportará el escrutinio de la ciencia y las investigaciones de los doctos y letrados en toda verdad. El evangelio de Jesús está fundado en la verdad. Cada uno de sus principios se presta a una demostración que supera a cualquier razón justa que hubiere para contradecir. El Señor está efectuando su obra, y la llevará a cabo, y no hay poder que pueda contenerla. —C.R. de octubre, 1908, pág. 127.
LA VERDAD ES EL FUNDAMENTO. Creemos en la justicia. Creemos en toda la verdad, pese al asunto a que se refiera. Ninguna secta o denominación religiosa del mundo posee un solo principio de verdad que no aceptemos o que rechacemos. Estamos dispuestos a recibir toda verdad, sea cual fuere la fuente de donde provenga, porque la verdad se sostendrá, la verdad perdurará. Ni la fe ni religión de hombre alguno, ni ninguna organización religiosa en todo el mundo jamás podrá sobrepujar a la verdad. La verdad debe constituir el fundamento de la religión, o será en vano y no logrará su propósito. Digo que la verdad se halla en el fundamento, y está por encima, y por debajo, y penetra totalmente esta gran obra del Señor que se estableció por medio de José Smith el Profeta. Dios está con ella; es la obra de El, no del hombre; y prosperará, no importa cuál sea la oposición. Hoy observamos la oposición, dispuesta en orden de batalla contra la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y sonreímos, por decirlo así, con una sensación de confianza, doblemente seguros a causa de la experiencia de lo pasado, en comparación con los sentimientos que llenaron el alma de nuestros padres y madres en los primeros días de la Iglesia, cuando apenas eran un puñado, con todo el mundo dispuesto en contra de ellos; cuando no eran más que un número pequeño de personas pobres, sin casas, despojados de sus posesiones, echados de las comunidades en las que procuraban establecerse y edificar sus casas. Cuando pienso en nuestros miembros, expulsados al desierto, errantes y buscando un lugar donde pudieran descansar las plantas de sus pies, y entonces veo cómo el mundo estaba unido en contra de ellos, y pienso en la pequeña posibilidad que se les presentaba de lograr el éxito y la realización de sus propósitos, me asombro de que un número mayor de ellos no haya temblado y flaqueado, sino que hubo quienes permanecieron fieles en medio de todo, aun hasta la muerte. Si les hubiese sido necesario padecer el martirio por la verdad, de buena gana hubieran dado la vida, así como dieron todo lo demás que poseían en el mundo, por el conocimiento que tenían de la divinidad de la obra que estaban desempeñando. ¿Somos igualmente fieles hoy? ¿Somos tan devotos como lo fueron nuestros padres? ¡Oh Dios mío, ayúdame a ser tan fiel como ellos lo fueron! Ayúdame a sostenerme, como ellos se sostuvieron, sobre el pedestal de la verdad eterna, y que ningún poder sobre la tierra o en el infierno me aparte de este fundamento. Esta es mi oración al Señor por mi propio bien, y es mi oración a El por todo Santo de los Últimos Días en todo el mundo. —C.R. de abril, 1909, pág. 7.
LA VERDAD SALVA AL HOMBRE. No abrigamos malos sentimientos en nuestro corazón hacia ninguna criatura viviente. Perdonamos a los que nos ofenden. Hacia aquellos que han hablado mal de nosotros y nos han calumniado ante el mundo, no sentimos rencor en nuestro corazón. Decimos, juzgue Dios entre ellos y nosotros; recompénselos El según sus obras. Nosotros no levantaremos la mano contra ellos, antes les extenderemos la mano de confraternidad y compañerismo, si se arrepienten de sus pecados y vienen al Señor y viven. No importa cuán impíos hayan sido, o cuán neciamente hayan obrado, si se arrepienten de estas cosas, los recibiremos con los brazos abiertos y haremos cuanto podamos para ayudarles a salvarse a sí mismos. Yo no puedo salvaros a vosotros; vosotros no me podéis salvar a mí; no podemos salvarnos unos a otros, sino únicamente al grado que podamos persuadirnos unos a otros a recibir la verdad, enseñándola.
Cuando un hombre recibe la verdad, ésta lo salvará. No se salvará meramente porque alguien le habla, sino porque la recibió y obró de acuerdo con ella. El evangelio es congruente, es sentido común, razón, revelación; es la verdad omnipotente de los cielos revelada al hombre. -C.R. de abril, 1902, pág. 86.
LA VERDAD DEL EVANGELIO NO PUEDE SER REEMPLAZADA. No hay ciencia ni filosofía que pueda reemplazar la verdad de Dios Todopoderoso. El Señor ha dicho: «Mi palabra es verdad»; y ciertamente lo es. Yo creo que los Santos de los Últimos Días entienden lo suficiente acerca de la palabra de Dios para saber que es su palabra cuando la ven, y para apartarse de lo que no lo sea; y que permanecerán en la palabra de Dios, porque es la verdad. Como dijo el Salvador: «Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.» Creo que ios Santos de los Últimos Días, y especialmente los principales en Israel, tienen suficiente conocimiento y entendimiento de los principios del evangelio para conocer la verdad, y quedan libres cuando la poseen: libres del pecado, libres del error, de las tinieblas, de las tradiciones de los hombres, de vanas filosofías y de las teorías no probadas ni confirmadas de científicos que requieren una demostración que no deje lugar a dudas. Hemos tenido ciencias y filosofías en todas las edades, y han sufrido un cambio tras otro. Difícilmente pasa un siglo sin que no se introduzcan nuevas teorías en la ciencia y la filosofía para reemplazar las antiguas tradiciones, la antigua fe y doctrinas propuestas por filósofos y científicos. Estas cosas podrán sufrir cambios continuos, pero la palabra de Dios es siempre verdadera, siempre correcta. Quiero deciros que los principios del evangelio siempre son verdaderos: los principios de fe en Dios, del arrepentimiento del pecado, del bautismo para la remisión de pecados por la autoridad de Dios y la imposición de manos para comunicar el don del Espíritu Santo; estos principios siempre son verdaderos, y no puede uno eludirlos. No nos es dado ningún otro nombre bajo el cielo sino el de Jesucristo, en que podamos ser salvos o exaltados en el reino de Dios. Nadie puede entrar en el reino de los cielos si no nace de nuevo del agua y del Espíritu. Estos principios son indispensables, porque Dios los ha declarado. No sólo los ha proclamado Cristo por su propia voz, así como sus discípulos de generación en generación, en tiempos antiguos, sino que en estos postreros días han dado el mismo testimonio y declarado estas cosas al mundo. Son verdaderos hoy, como lo fueron entonces, y debemos obedecer estas cosas. —C.R. de abril, 1911, págs. 7, 8.
EL MAYOR TRIUNFO DEL HOMBRE. El mayor logro que el género humano puede alcanzar en este mundo es familiarizarse tan completa y tan perfectamente con la verdad divina, que ningún ejemplo o conducta de criatura alguna que viva en el mundo pueda apartarlos jamás del cono-cimiento que han recibido, Seguir «las pisadas del Maestro», el más eminente de todos los maestros que este mundo jamás ha recibido, constituye el camino más seguro que podemos seguir en el mundo, que yo sepa. Podemos asimilar los preceptos, las doctrinas y la divina palabra del Maestro sin temor alguno de que el modelo deje de llevar a cabo y ejecutar sus propios preceptos y cumplir con sus propias doctrinas y requisitos.
Desde mi niñez he deseado aprender los principios del evangelio de tal manera y a tal grado, que no obstante quién cayera de la verdad, o quién pudiera cometer un error o dejara de seguir el ejemplo del Maestro, mi fundamento permanecería seguro y cierto en las verdades que he aprendido, aun cuando todos los demás hombres se desviaran y dejaran de obedecerlas. Todos hemos oído de personas que han puesto su fe en el brazo de la carne, a quienes ha parecido que su creencia, su confianza y su amor por los principios del evangelio de Jesucristo se harían pedazos, si sus ideales —posiblemente aquellos que fueron los primeros en enseñarles los principios del evangelio— cometieran un error, titubearan o cayeran.
No sé sino de Uno en todo el mundo, a quien se puede tomar como el primer y único modelo perfecto que podemos seguir, y es el Unigénito Hijo de Dios. Ciertamente me causaría pena, si tuviese un amigo o compañero en esta vida que se apartara del plan de vida y salvación por causa de que yo pudiese tropezar o fracasar en mi vida. No quiero que ningún hombre se apoye en mí ni ande en pos de mí, sino hasta el punto que yo sea un constante seguidor de los pasos del Maestro, —Juvenile Instructor, tomo 50, págs. 738, 739 (1915).
LA VERDAD y LA JUSTICIA PREVALECERÁN. No espero que los Santos de los Últimos Días logren victoria o triunfo alguno, o cosa de qué jactarse, sino de acuerdo con los principios de la justicia y la verdad. La verdad y la justicia prevalecerán y perdurarán. Si solamente continuamos edificando sobre los principios de rectitud, de verdad, de justicia y honor, os digo que no hay poder bajo el reino celestial que pueda impedir el progreso de esta obra. Y a medida que esta obra crezca y logre poder e influencia entre los hombres, disminuirán los poderes del adversario y de las tinieblas ante el crecimiento y desarro¬llo de este reino, hasta que triunfe el reino de Dios, y no de los hombres. —C.R. de abril, 1914, pág. 4.
REALIDAD DE LA FE DE los SANTOS. No hay duda en la mente de los Santos de los Últimos Días en lo que respecta a la existencia y persona del Señor Dios Omnipotente, el mismo que es el Padre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. No hay ninguna duda en la mente de los Santos de los Últimos Días de que Jesús es el Hijo de Dios, engendrado del Padre en la carne. Y no hay ningún Santo de los Últimos Días en todo el mundo que no sepa—tan verdadera y completamente como Dios puede comunicar dicho conocimiento al alma del hombre— que volverá a vivir después de la muerte, y que hombres y mujeres se asociarán unos con otros como Dios lo ha decretado, si han sido unidos por su poder, para morar juntos para siempre jamás; «y conocerán como son conocidos» y verán como son vistos y entenderán como Dios entiende, porque son sus hijos. —C.R. de abril, 1907, pág. 39.
El SIGNIFICADO DE LA CIENCIA. La ciencia verdadera es ese sistema de razonar que hace descollar la verdad sencilla y clara. El Salvador del mundo fue preeminentemente el Científico de esta tierra, y las verdades que declaró hace mil novecientos años han resistido la embestida de la ciencia, el prejuicio v el odio. —Logan Journal, Logan (6 de febrero de 1912).
TODA VERDAD PROVIENE DE DIOS. Apoyemos la causa de Sión. Ningún hombre hable livianamente de los principios del evangelio. Nadie trate con levedad las ordenanzas de la casa de Dios. Nadie se burle del sacerdocio que el Señor ha restaurado a la tierra, que es la autoridad que El ha dado al hombre. Ninguna persona mire con desdén la organización de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días cual se ha establecido en la tierra por medio del Profeta José Smith, a quien el Señor levantó cuando no era sino un niño para establecer los fundamentos de la misma. Nadie trate estas cosas con liviandad o duda; antes procure sinceramente todo hombre entender la verdad y enseñar a sus hijos a familiarizarse en las verdades del cielo que han sido restauradas a la tierra en los postreros días. Creo con toda el alma en Dios el Padre y en nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Creo con toda mi alma, mente y fuerza en el Salvador del mundo y en el principio de la redención de la muerte y del pecado. Creo en la misión divina del Profeta José Smith. Creo en toda la verdad que conozco, y creo que hay muchos principios de verdad eterna que aún permanecen ocultos de mí y del entendimiento de los hombres, los cuales han de ser revelados por el poder de Dios a sus siervos fieles. Creo que el Señor ha revelado a los hijos de los hombres todo lo que saben. No creo que persona alguna haya descubierto un solo principio de ciencia o arte, de mecánica o matemáticas o cualquier otra cosa, que Dios no lo haya sabido antes que el hombre. Este le debe a la Fuente de toda inteligencia y verdad el conocimiento que posee; y todos los que estén dispuestos a rendir obediencia al susurro del Espíritu que conduce a la virtud y al honor, al amor de Dios y del hombre, al amor de la verdad y aquello que ennoblece y ensancha el alma, recibirán un conocimiento más puro, más extenso y más directo y conclusivo de las verdades de Dios que cualquier otro. Os digo esto, porque sé que es verdad. El Señor Omnipotente vive: El creó los cielos y la tierra y las fuentes de las aguas, y nosotros somos sus hijos, su progenie, y no estamos aquí por casualidad. El Señor dispuso nuestra venida y el objeto de nuestro ser. El tiene por objeto que cumplamos nuestra misión, que lleguemos a ser conforme a la semejanza e imagen de Jesucristo, a fin de que, así como El, seamos sin pecado a la salvación; para que, igual que El, seamos llenos de inteligencia pura, y como El podamos ser exaltados a la diestra del Padre para sentamos sobre tronos y tener dominio y poder en la esfera en que se nos llame a obrar. Testifico de esta doctrina, porque el Señor me ha hecho conocer y sentir la verdad de ella, desde la corona de mi cabeza hasta las plantas de mis pies. Amo a los hombres buenos y honorables, aun a los que pueden estar en error, en lo que a su criterio concierne, pero que tratan de obrar rectamente; los amo por motivo de que son mis hermanos, hijos de mi Padre, y quisiera que todos pudiesen ver la verdad cual se halla en Cristo Jesús, y aceptarla y recibir todos sus beneficios, por tiempo y por toda la eternidad. Si el Señor ha revelado al mundo el plan de salvación y redención del pecado, mediante el cual los hombres nuevamente pueden ser exaltados en su presencia y participar con El de la vida eterna, yo declaro, como proposición que no puede ser refutada, que ningún hombre puede ser exaltado en la presencia de Dios y lograr la plenitud de gloria y felicidad en su reino y presencia, a menos que, y sólo cuando obedezca el plan que Dios ha designado y revelado. -C.R. de abril, 1902, págs. 85, 86.
LOS SANTOS PUEDEN CONOCER LA VERDAD. Al fiel Santo de los Últimos Días le es dado el derecho de conocer la verdad como Dios la conoce; y ningún poder bajo el reino celestial puede desviarlo, entenebrecer su entendimiento, ofuscar su mente o disminuir su fe o conocimiento de los principios del evangelio de Jesucristo. No puede ser, porque la luz de Dios brilla con mayor fulgor que la iluminación de una falsedad y error; por tanto, quienes poseen la luz de Cristo, el espíritu de revelación y el conocimiento de Dios, se elevan sobre todas estas extravagancias en el mundo; conocen de esta doctrina, que es de Dios y no del hombre. —C.R. de octubre, 1909, pág. 9.
CÓMO SE PUEDE CONOCER LA VERDAD. Es la generación mala y adúltera la que busca señales. Mostradme Santos de los Últimos Días que tienen que nutrirse con milagros, señales y visiones a fin de conservarse firmes en la Iglesia, y os mostraré miembros de la iglesia que no son rectos ante Dios y que andan por caminos resbaladizos. No es por manifestaciones milagrosas dadas a nosotros que seremos establecidos en la verdad, sino mediante la humildad y fiel obediencia a los mandamientos y leyes de Dios. Cuando me inicié en el ministerio en mi juventud, frecuentemente iba y le pedía al Señor que me manifestara alguna cosa maravillosa, a fin de que pudiese recibir un testimonio. Pero el Señor no me concedió milagros, y me mostró la verdad, línea por línea, precepto por precepto, un poco aquí y un poco allí, hasta que me hizo saber la verdad desde la corona de mi cabeza hasta las plantas de mis pies, y hasta que fui completamente depurado de la duda y del temor. No tuvo que enviar a un ángel de los cielos para hacerlo, ni tuvo que hablar con trompeta de arcángel. Mediante el susurro de la voz quieta y delicada del Espíritu del Dios viviente El me dio el testimonio que poseo; y por este principio y poder dará a todos los hijos de los hombres un conocimiento de la verdad que permanecerá con ellos y los hará conocer la verdad como Dios la conoce y cumplir con la voluntad del Padre como Cristo la cumple; y ningún número de manifestaciones maravillosas realizarán esto jamás. Es la obediencia, la humildad y sumisión a los requisitos del cielo y a ese orden establecido en el reino de Dios sobre la tierra, lo que establecerá a los hombres en la verdad. Estos podrán recibir visitas de ángeles; podrán hablar en lenguas, sanar a los enfermos mediante la imposición de manos, podrán tener visiones y sueños, pero a menos quesean fieles y puros de corazón, serán fácil presa para el adversario de sus almas, el cual los conducirá a las tinieblas y a la incredulidad con mayor facilidad que a otros. —C.R. de abril, 1900, págs. 40, 41.
CÓMO SE ESTABLECE UN FUNDAMENTO IMPERECEDERO DE LA VERDAD. Mas los hombres y mujeres que son honrados ante Dios, que humildemente siguen su camino, cumpliendo con su deber, pagando sus diezmos y practicando esa religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre, que consiste en visitar a los huérfanos y las viudas en sus tribulaciones, y guardarse uno sin mancha del mundo; que ayudan a velar por los pobres; que honran el santo sacerdocio y evitan los excesos; que oran con sus familias y reconocen al Señor en su corazón, éstos establecerán un fundamento contra el cual las puertas del infierno no podrán prevalecer; y si vienen las tempestades y dan con ímpetu contra su casa, no caerá, porque estará fundada sobre la roca de verdad eterna. Ruego que esta numerosa congregación edifique sobre este fundamento imperecedero, sobre el principio expresado en las palabras de Josué: «Yo y mi casa serviremos a Jehová»; y como también lo declaró Job: «Aunque él me matare, en él esperaré.» Si tenéis ese espíritu hacia Dios y su obra en estos postreros días, edificareis constante y lentamente, aun cuando fuere, pero con firmeza, sobre un fundamento que perdurará por todas las incontables edades de la eternidad. Si no recibís manifestaciones grandes, no tenéis por qué inquietaros. Igual que aquellos que tienen visiones, recibiréis el testimonio de Jesucristo en vuestro corazón y conoceréis a Dios y a Jesús a quien El ha enviado, a quien es vida eterna conocer. En cuanto a aquellos que reciben visiones, el diablo intentará hacerles creer que fueron fantasías, y si cometen pecados, de seguro él se lo hará creer. Dios os bendiga es mi oración. Amén. —C.R. de abril, 1900, pág. 42.
LA RECOMPENSA DE TODA PERSONA HONRADA. En algunos casos hallaréis ejemplos de personas en el mundo que no saben tanto acerca del evangelio de Jesucristo como vosotros; que no tienen el testimonio del Espíritu en su corazón, como tenéis vosotros, de la divinidad de Cristo y de José Smith, y quienes son tan devotos, tan humildes, de espíritu tan contrito y tan consagrados a lo que saben, como lo somos algunos de nosotros; y serán recompensados de acuerdo con sus obras, cada uno de ellos, y recibirán un galardón muy superior a cosa alguna que puedan imaginarse. —C.R. de abril, 1912, pág. 8.
El EVANGELIO ES SENCILLO. Algunos temas son en sí mismos, tal vez, perfectamente inofensivos y cualquier discusión de ellos, breve o extensa, no perjudicaría la fe de nuestros jóvenes. Nos es dicho, por ejemplo, que la teoría de la gravitación es una hipótesis, cuando mucho, y que otro tanto sucede con la teoría atómica. Estas teorías ayudan a explicar ciertas cosas acerca de la naturaleza; y si es que finalmente resultan ser verdaderas, no pueden afectar mucho la convicción religiosa de nuestros jóvenes. Por otra parte, hay especulaciones que se relacionan con el origen de la vida y la relación que hay entre Dios y sus hijos. La revelación ha definido esa relación en un grado muy ¡imitado, y hasta que recibamos más luz sobre el asunto, nos parece mejor refrenamos de discutir ciertas teorías filosóficas que destruyen la fe de nuestros jóvenes, más bien que edificarla. Un aspecto muy indeseable de esta filosofía de religión, así llamada, estriba en el hecho de que en cuanto convirtamos nuestra religión en un sistema de filosofía, nadie más que los filósofos podrán entenderla, estimarla o disfrutarla. Dios ha hecho su palabra tan sencilla, en su revelación al hombre, que aun el más humilde, sin preparación especial, puede gozar de una fe grande, comprender las enseñanzas del evangelio y disfrutar tranquilamente de sus convicciones religiosas. Por tal razón nos oponemos a la discusión de ciertas teorías filosóficas en nuestras instrucciones religiosas. —Juvenile Instructor, tomo 46, págs. 208, 209 (abril de 1911).
NUESTRO CONOCIMIENTO ESTÁ LIMITADO. Nuestros métodos de teorizar y razonar en cuanto a las cosas de Dios a menudo podrá ser inofensivo; pero si nos apartamos de la sencillez de la palabra de Dios a un espíritu de racionalismo, nos convertimos en víctimas de la vanidad, lo cual pone en peligro el espíritu verdadero de la adoración en el corazón humano. No es fácil que los hombres abandonen sus vanidades, dominen sus ideas preconcebidas y se entreguen de todo corazón a la voluntad de Dios, que siempre es superior a la suya. Los peligros de las teorías religiosas son tan grandes hoy como lo fueron en los días de Cristo, y si queremos evitar estos peligros debemos adherirnos a la sencillez de nuestras creencias y prácticas religiosas. Cuando los hombres y mujeres se den cuenta de que están entrando en aguas profundas donde sus pasos no son seguros, deben retroceder, porque pueden tenerla certeza de que el camino que están siguiendo los alejará más y más de sus fundamentos, los cuales no siempre son fáciles de recuperar. La religión del corazón, la comunión sin afectación y sencilla que debemos tener con Dios, es el salvaguarda más importante de los Santos de los Últimos Días. No se menoscaba nuestra inteligencia o nuestra integridad cuando decimos francamente, frente a una centena de preguntas especulativas, «yo no sé.»
Una cosa es cierta, y es que Dios ha revelado a nuestro entendimiento lo suficiente para nuestra exaltación y nuestra felicidad. Utilicen, pues, los santos lo que ya tienen; sean sencillos y sin afectación en cuanto a su religión, tanto en sus pensamientos como en sus palabras, y no será fácil que se desorienten y queden sujetos a las vanas filosofías del hombre. —Juvenile Instructor, mayo de 1911, 46:269.
SE RECIBEN BENDICIONES POR AMAR LA VERDAD. Si amáis la verdad, si habéis recibido el evangelio en vuestro corazón, y lo amáis, vuestra inteligencia aumentará, vuestro entendimiento de la verdad se ensanchará y se desarrollará más que de cualquier otra manera. La verdad es, sobre todas las demás cosas del mundo, aquello que hace libres a los hombres, libres de la indolencia y el descuido, libres de las espantosas consecuencias de la negligencia, porque será una consecuencia temible si desatendemos nuestro deber ante el Dios viviente. Si aprendéis la verdad y camináis en la luz de la verdad, quedaréis libres de los errores de los hombres y de artimañas; estaréis por encima de toda sospecha y actos impropios de cualquier especie. Dios os aprobará y os bendecirá a vosotros y a vuestras herencias, y os hará prosperar y florecer como un árbol de laurel. —Improvement Era, tomo 21, pág. 102 (dic. de 1917).

























