Doctrina del Evangelio

Capitulo 22

Las organizaciones auxiliares


DEFINICIÓN DE LAS ORGANIZACIONES AUXILIARES. Estoy pensando en nuestras organizaciones auxiliares; ¿qué son? Son ayudas a las organizaciones normales de la Iglesia; no son independientes. Quiero decir a las Asociaciones de Mejoramiento Mutuo de Hombres Jóvenes y de Mujeres Jóvenes, y a la Sociedad de Socorro, a las Primarias, a las Escuelas Dominicales, a las clases de religión y a todo el resto de las organizaciones de la Iglesia, que ninguna de ellas existe independientemente del sacerdocio del Hijo de Dios; ninguna de ellas puede existir un momento en la gracia del Señor, cuando se aparta de la voz y del consejo de aquellos que poseen el sacerdocio y las presiden. Están sujetos a los poderes y autoridad de la Iglesia y no obran independientemente del sacerdocio y de la Iglesia. —C.R. de abril, 1913, pág. 7.

EL LUGAR DE LAS ORGANIZACIONES AUXILIARES EN LA IGLESIA. En ocasiones se arguye que las organizaciones auxiliares de la Iglesia no son consejos del sacerdocio. Estamos de acuerdo, pero por otra parte, las mesas generales, de estaca y de barrio, están constituidas por hombres que poseen el sacerdocio, y aun cuando el ser llamado para actuar como oficiales en una organización auxiliar no les confiere ningún llamamiento adicional en el sacerdocio, tampoco se lo quita, y el hermano sigue siendo un sumo sacerdote, setenta o élder igual que antes. Además los nombres de los oficiales de estas organizaciones se presentan debidamente en las conferencias generales o locales, según sea el caso, y mediante este voto las organizaciones de referencia llegan a ser instituciones reconocidas de la Iglesia, y en tal calidad se debe respetar a los oficiales en sus llamamientos y dárseles reconocimiento y apoyo en el cumplimiento de sus deberes, en todo lo que se relacione con los cuerpos que representan.

Los principios expuestos en lo anterior, con referencia a las Escuelas Dominicales, se aplican en igual manera a todas las organizaciones auxiliares de la Iglesia. —Juvenile Instructor, tomo 39, págs. 17, 18 (enero de 1904).

RELACIÓN ENTRE LAS AUTORIDADES DEL BARRIO Y LAS DE LAS ORGANIZACIONES AUXILIARES. Con frecuencia se hacen preguntas tocantes a la relación que debe existir entre las autoridades presidentes de un barrio y las de una organización auxiliar, por ejemplo, tal como el superintendente de la Escuela Dominical. Las organizaciones de la Iglesia tienen por objeto fomentar la armonía, y si esto se entiende, no hay razón para que surja la discordia entre el obispo y aquellos que son llamados para obrar en las organizaciones auxiliares. A menudo se pregunta, por ejemplo, quién debe seleccionar e instalar al superintendente de una Escuela Dominical, o qué pasos se deben dar en aquellos casos en que el superintendente de una Escuela Dominical, por la razón que sea, deja su cargo. Si acontece que el superintendente deja de funcionar, el primer paso consiste en que su primer o segundo asistente, según sea el caso, solicite al secretario que le notifique o le recuerde al obispo del barrio en cuanto a la vacante, y al mismo tiempo, notifique al superintendente de las Escuelas Dominicales de la estaca; y esta noticia o recordatorio se debe comunicar al obispo y al superintendente de la estaca a la mayor brevedad posible, con el objeto de evitar toda demora innecesaria. El segundo paso en tales casos es la selección del oficial u oficiales apropiados para llenar la vacante o vacantes. Corresponde, desde luego, a la autoridad del obispo de un barrio seleccionar e instalar al superintendente de la Escuela Dominical en su barrio, pero los obispos de barrio no deberían dar tal paso sin la cooperación del superintendente de estaca. Dicho oficial representa a la presidencia de estaca en el desempeño de la obra de esta organización auxiliar de la Iglesia. La presidencia de la estaca tiene al superintendente de la estaca por responsable, en gran medida, del carácter de la persona y del progreso de la obra de las Escuelas Dominicales en toda la estaca, y por consiguiente, el obispo que procede a seleccionar e instalar al superintendente del barrio sin la cooperación o conocimiento del superintendente de estaca, no muestra el debido respeto ni por éste, ni por el presidente de estaca, el cual tiene el derecho de verse representado en la selección del superintendente de un barrio. Por otra parte, un superintendente de estaca no está autorizado para organizar la superintendencia de una Escuela Dominical sin consultar al obispo de barrio, con el cual tiene la responsabilidad de estar en completo acuerdo. Hay prudencia, así como orden, en el mutuo reconocimiento de estas autoridades de estaca y de barrio. En primer lugar, el superintendente, por motivo de su experiencia en la obra de la Escuela Dominical, así como su conocimiento de las cualidades particulares que se requieren, puede estar bien capacitado para hacer recomendaciones convenientes, desde su punto de vista. Por otra parte, el obispo está, o por lo menos debería estar, más familiarizado que cualquier otro con el carácter y vivir diario de los miembros de su barrio. Después de satisfacer los requisitos particulares que el superintendente de estaca haya solicitado, pueden faltar en el propuesto superintendente de barrio ciertas características indispensables o puede haber algún demérito que sólo el obispo conoce. De modo que si el superintendente de estaca y el obispo de barrio obran entre sí con el espíritu de armonía y ayuda mutua, no hay razón para que no lleguen a un acuerdo en cuanto al hombre mejor capacitado, en cada caso. Si sucediera que el obispo y el superintendente de estaca no pudieran ponerse de acuerdo, o ambos estuviesen dispuestos a dejarlo al criterio de una autoridad mayor, el paso correcto sería poner el asunto en manos del presidente de la estaca para que él juzgue o determine, según sea el caso. Habiéndose llegado a tal acuerdo, es el deber del obispo instalar al nuevo superintendente en su despacho. En relación con el asunto que aquí se ha tratado, también ha surgido una pregunta respecto a que si es propio que un obispo presida una Escuela Dominical donde el superintendente de la misma esté presente. Si yo fuese obispo, yo reconocería con cuidado escrupuloso a todos los oficiales presidentes de mi barrio y lo consideraría como una descortesía asumir los deberes a los cuales ellos habían sido llamados. Hay indudablemente casos, en los que un obispo con toda propiedad puede ofrecer sugerencias que le serán útiles al superintendente sin causarle la mayor humillación; y podría haber casos extremos en los que habría justificación para que el obispo asumiera la dirección de una Escuela Dominical, pero no debe ser la regla. Por otra parte, si yo fuese el superintendente de una Escuela Dominical, yo manifestaría el mayor respeto para con el obispo siempre que estuviera presente y procuraría con todas mis fuerzas satisfacer sus deseos y hacer de la Escuela Dominical cuanto él dispusiera que fuese. —Juvenile Instructor, tomo 39, págs. 16, 17 (enero de 1904).

PROPÓSITOS Y DEBERES DE LA SOCIEDAD DE SOCORRO. Una palabra o dos con relación a la Sociedad de Socorro. Esta organización fue establecida por el profeta José Smith, y es, por tanto, la organización auxiliar más antigua de la Iglesia, y de primera importancia. No sólo tiene que ver con las necesidades de los pobres, los enfermos y los necesitados, sino que parte de su deber—por cierto, la parte principal— consiste en velar por el bienestar y salvación espirituales de las madres e hijas de Sión; cuidar de que no se desatienda a nadie, sino que todas sean protegidas de los infortunios, las calamidades, los poderes de las tinieblas y las maldades que las amenazan en el mundo. Es el deber de las Sociedades de Socorro velar por el bienestar espiritual de sí mismas y de todas las mujeres miembros de la Iglesia. Suyo es el deber de solicitar fondos a quienes tengan en abundancia y distribuirlos con prudencia entre los necesitados. Parte de su deber consiste en procurar que haya personas capaces de ser enfermeras así como maestras y ejemplos en Sión, y que tengan la oportunidad de prepararse completamente para esta gran labor y responsabilidad. He oído de la disposición, por parte de algunas de nuestras hermanas, de querer ser una ley a sí mismas con referencia a estas cosas. Quisiera decir que se espera que la Sociedad de Socorro, especialmente las autoridades generales de esta gran organización, vigilen por todas sus organizaciones entre las mujeres de Sión. Están a la cabeza de todas ellas; deben estar a la cabeza y magnificar su llamamiento y tener cuidado de no permitir que se insinúe el error, que no se formen intrigas, que no se introduzcan combinaciones secretas para desviar a las hermanas. Deben velar para que las otras organizaciones de mujeres de la Iglesia correspondan y armonicen con sus organizaciones. ¿Por qué debe ser así? A fin de que las mujeres de Sión puedan estar unidas, para que sus intereses se conserven en común, no antagónicos ni aislados, y para que se realice el propósito de esta organización y la misma pueda impulsar lo bueno en todas partes de la Iglesia por todo el mundo, dondequiera que se predique el evangelio. Comprendemos que es imposible que los hombres y mujeres que padecen debilidades físicas y achaques por motivo de su edad cumplan con todo requisito; pero esperamos que todo hombre y mujer, a quien se haya confiado alguna responsabilidad en la Iglesia, cumpla con su deber hasta el límite de sus habilidades. Eso es lo que esperamos; eso es por lo que oramos; eso es por lo que nos esforzamos con toda la habilidad y fuerza que poseemos. —C.R. de abril, 1906, págs. 3, 4.

FINES DE LA SOCIEDAD DE SOCORRO. Además, deseo encaminar la obra de la Sociedad de Socorro, organización que fue establecida por el profeta José Smith. Los fines de esta organización son muchos. No se tiene por objeto único velar por los pobres y necesitados, en lo que a sus necesidades corporales concierne, sino también tiene como fin velar por el bienestar espiritual, mental y moral de las madres e hijas en Sión, y de todas las que se ocupan o están interesadas en la obra de las mujeres. Encomiendo las Sociedades de Socorro a los obispos, y os digo que seáis amigables hacia estas organizaciones, porque son organizaciones auxiliares y de gran ayuda a los obispos. —C.R. de octubre, 1902, pág. 88.

DEBERES Y PROPÓSITO DE LA SOCIEDAD DE SOCORRO. Hablaré de la Sociedad de Socorro como una de las grandes organizaciones en la Iglesia organizada por el profeta José Smith, organización cuyo deber consiste en velar por los intereses de todas las mujeres de Sión, así como de todas las mujeres que llegaren a estar bajo su supervisión y cuidado, sin tomar en cuenta religión, color o condición. Espero ver el día en que esta organización sea una de las más perfectas, una de las más eficaces para hacer bien en la Iglesia; pero ese día llegará cuando tengamos mujeres que no sólo se sientan llenas del espíritu del evangelio de Jesucristo y con el testimonio de Cristo en su corazón, sino que también tengan la juventud, el vigor, y la inteligencia que les permita desempeñar los grandes deberes y responsabilidades que sobre ellas descansen. En la actualidad sucede con demasiada frecuencia que nuestras mujeres jóvenes, vigorosas e inteligentes opinan que sólo las ancianas deben afiliarse a la Sociedad de Socorro. Esto es un error; queremos que las mujeres jóvenes, mujeres inteligentes, mujeres de fe, valor y pureza se unan a las Sociedades de Socorro en las varias estacas y barrios de Sión. Queremos que emprendan esta obra con vigor, con inteligencia y unidamente, para la edificación de Sión y la instrucción de las mujeres en cuanto a sus deberes: deberes domésticos, deberes públicos y todo deber que sobre ella descanse. —C.R. de abril, 1907, pág. 6.

LA SOCIEDAD DE SOCORRO. La misma cosa puedo decir con referencia a la primera y más importante organización auxiliar de la Iglesia, la Sociedad de Socorro. Han estado haciendo lo mejor que han podido; pero ahora hemos sugerido una organización completa de dicha sociedad, es decir, de las autoridades generales de esta organización; y confiamos en que desde ahora en adelante podrán emprender con renovada energía, criterio y prudencia, el cumplimiento de los deberes que descansan sobre ella, es decir, las que son llamadas para hacerse cargo de esta gran obra en Sión, la organización de la Sociedad de Socorro. —C.R. de abril, 1911, pág. 7.

EL OBJETO DE LAS ESCUELAS DOMINICALES Y LAS ESCUELAS DE LA IGLESIA. El objeto de nuestras Escuelas Dominicales y el de nuestras escuelas de la Iglesia, el gran, el supremo objeto, consiste en enseñar la verdad a nuestros hijos; enseñarles a ser honorables, de mente pura, virtuosos, honrados y rectos, y habilitarlos mediante nuestro consejo y observaciones, así como el ejercicio de nuestra tutela en ellos, hasta que lleguen a los años de responsabilidad, para que puedan ser los honorables de la tierra, los buenos y puros entre el género humano, los virtuosos y rectos, los que serán dignos de entrar en la casa de Dios y no avergonzarse en la presencia de ángeles, si éstos vinieran para visitarlos. —C.R. de abril, 1903, pág. 82.

EL MAESTRO, ESENCIAL EN LA OBRA DE LA ESCUELA DOMINICAL. Uno de los elementos esenciales de una buena Escuela Dominical es tener maestros buenos, de mente pura, inteligentes, nobles, leales y fieles. Si queréis que un niño se desarrolle en la persona que debe ser, el que enseña a ese niño debe haberse desarrollado en la persona que él debe ser; y hasta que no se haya desarrollado en inteligencia, en fe, en obras de rectitud, en pureza de corazón y mente y espíritu, no está en muy buena posición para elevar a otros hasta ese nivel. —C.R. de octubre, 1903, pág. 99.

LA CUALIDAD PRIMORDIAL DE UN MAESTROS DE LA ESCUELA DOMINICAL. La cualidad primordial de un maestro en nuestras Escuelas Dominicales es que sea un Santo de los Últimos Días de corazón y de alma. Debe creer y aceptar sin reserva las doctrinas de la Iglesia. De lo contrario, sus enseñanzas subvertirán el propósito mismo para el cual se mantienen estas escuelas.

Es una verdad de por sí evidente que nadie puede dar lo que no posee, y el maestro que carece de un testimonio del evangelio, jamás puede inspirar este testimonio en sus discípulos.

La medida de libertad personal concedida por nuestra organización liberal de la Iglesia en el asunto de impartir instrucciones es grande, pero no debe abusarse de tal libertad al grado de convertirla en licencia para enseñar como doctrina de la Iglesia lo que sólo es una creencia personal del individuo. El maestro que descubre que no cree en alguno de los principios o preceptos de la Iglesia, si es verdaderamente honorable, pedirá voluntariamente que se le releve de su puesto. No puede justamente pedirse a nadie que enseñe lo que no crea y acepte como verdad; ni lo intentará aquel que es sincero en sus convicciones. Menos aún deslustrará su posición cualquier maestro que ama la verdad, aprovechando sus oportunidades para inculcar ideas personales que no concuerden con las enseñanzas de la Iglesia. —Juvenile Instructor, tomo 49, pág. 210, abril de 1914.

EL PRINCIPIO DE LA INSTRUCCIÓN EN LA ESCUELA DOMINICAL. Hay un asunto que pesa sobre mi mente con referencia a las Escuelas Dominicales, y es éste: Creo que no hay cosa alguna en la obra de la Escuela Dominical más necesaria o esencial que el que todos los maestros de las Escuelas Dominicales se ganen el amor y la confianza de sus discípulos. Creo que los maestros podrán efectuar mayor bien en las Escuelas Dominicales, si cuentan con el absoluto afecto y confianza de sus discípulos, que en cualquier otra situación. Podréis instruirlos, podréis adiestrados a repetir al unísono y podréis hacer que aprendan de memoria y trabajen de cuanta otra manera sea posible para realizar el bien que deseáis con vuestros niños, pero en nada, según mi opinión, podréis lograr tanto éxito como cuando contáis con su íntegro amor y confianza. Si el niño cree que el maestro es áspero con él o ella, o que no lo trata con bondad, o no siente un amor verdadero y genuino por él, si le parece que el maestro no está sintiendo un interés verdadero en él como uno que lo ama, tal niño nunca puede ser conducido a poseer el espíritu debido. Más cuando siente que el maestro lo ama, que está tratando de hacerle un beneficio y de enseñarle lo que será para su bienestar eterno, entonces el maestro influye en el niño de modo que cuando estudia, estudiará con un propósito, con un deseo sincero de beneficiarse y complacer al maestro, porque sabe y siente en su pequeño corazón que el maestro lo ama y está tratando de beneficiarlo. He tenido este pensamiento desde el principio, con relación a la instrucción de los niños pequeños. Es un principio que se aplica en el hogar así como en la Escuela Dominical. Si tan sólo podéis convencer a vuestros niños de que los amáis, que vuestra alma anhela su bienestar, que sois su amigo más fiel, ellos, a su vez, depositarán su confianza en vosotros y os amarán, y procurarán hacer lo que les decís y cumplir vuestros deseos con vuestro amor. Más si sois egoístas y ásperos con ellos, y no están seguros de que cuentan con todo vuestro cariño, ellos serán egoístas y no les importará si os complacen o cumplen con vuestros deseos o no; y el resultado será que llegarán a ser rebeldes, insensibles y descuidados, y aun cuando les enseñéis como cotorras, a repetir versos y a hablar en concierto y todas esas cosas, lo harán mecánicamente, sin afecto, y sin que surta en sus almas ese efecto que deseáis. —C.R. de abril, 1902, págs. 97, 98.

LA DIRECTIVA DE LA ESCUELA DOMINICAL DE ESTACA. Así como la Mesa General de la Unión de Escuelas Dominicales representa a la Primera Presidencia de la Iglesia y constituye, bajo la dirección de la Presidencia y el Consejo de los Doce, la autoridad mayor en la Iglesia en cuanto a los asuntos de la Escuela Dominical, en igual manera la Directiva de la Estaca, bajo la dirección de la Presidencia de la Estaca y la Mesa General de la Escuela Dominical, representa la autoridad mayor en cuanto a la obra de la Escuela Dominical de la estaca. De no ser así, no habría unidad. —Juvenile Instructor, tomo 43, pág. 310 (agosto 1908).

LA IMPORTANCIA DE LA OBRA DE LA A.M.M. Quiero decir algunas palabras a las Asociaciones de Mejoramiento Mutuo. Os imploro a vosotros, hombres y mujeres jóvenes, oficiales de las Asociaciones de Mejoramiento Mutuo, que vayáis de esta conferencia y cumpláis con vuestro deber. Velad por los rebeldes, los desobedientes, los irreflexivos y los indiferentes. Es necesario que sean protegidos y cuidados. Como se ha expresado aquí, una vez tras otra, mejor nos es salvar a nuestros propios jóvenes que se están extraviando aquí en casa, que ir al mundo y dedicar años de nuestro tiempo y medios sin fin para recoger a unos pocos de los del mundo, mientras que algunos de nuestros propios hijos e hijas necesitan la redención tanto como ellos. Además, estas personas en el mundo se encuentran tan llenas de las tradiciones y supersticiones de sus padres cuando se recogen en Sión, que les es difícil, cuando no imposible, abandonar por completo estas tradiciones y lograr una comprensión plena del evangelio y una recepción completa de la verdad. Sin embargo, un alma que salvemos en el mundo es tan preciosa a los ojos de Dios como un alma que salvemos en casa; pero hay una obra por realizar aquí mismo en casa, en nuestras propias puertas; y no conviene que abandonemos la obra que es necesario hacer en nuestros propios umbrales a fin de salir al mundo para realizar una obra que no es más urgente. Cumplamos con nuestro deber en todas partes. —C.R. de octubre, 1902, pág. 87.

EL CAMPO DE LA ASOCIACIÓN DE MEJORAMIENTO MUTUO DE HOMBRES JÓVENES. La obra sistemática que actualmente están efectuando los quórumes del sacerdocio proporciona a nuestros jóvenes las enseñanzas necesarias en cuanto a teología formal y los adiestra en los deberes que corresponden a su llamamiento en el sacerdocio.

Sin embargo, existe una fuerte necesidad entre los jóvenes de la Iglesia, de tener una organización y reuniones que ellos mismos puedan dirigir, y en las cuales podrán aprender a presidir asambleas públicas, lograr la práctica necesaria para expresarse entre el público y regocijarse en el estudio y la práctica de asuntos cívicos, sociales, científicos, religiosos y educativos.

Por tanto, se debe fortalecer a las Asociaciones de Mejoramiento Mutuo de Hombres Jóvenes y aumentar su eficacia, con objeto de compensar y contrarrestar la tendencia tan prevaleciente en la actualidad de establecer clubes particulares, organizaciones secretas y sociales, así como sociedades educativas exclusivas.

Puede hacérseles abarcar todos estos requisitos, y convendría concederles la más amplia libertad, de conformidad con el orden y sistema de la Iglesia, en la selección de sus oficiales, en el manejo y dirección de sus asociaciones.

Es de importancia vital que no sólo los jóvenes varones de nuestra Iglesia, sino también los oficiales debidamente constituidos en las estacas y barrios, tengan un entendimiento claro en cuanto al lugar y privilegios que las Asociaciones de Mejoramiento Mutuo ocupan entre los Santos de los Últimos Días, a fin de impulsar la armonía, la unión de propósito y el mayor provecho de todos los interesados.

Con objeto de definir este campo y hacer una aclaración a nuestros jóvenes y a todos los que estén interesados, nos parece prudente formular una declaración en esta conferencia de junio, de que en la actualidad hay tan grande oportunidad para estas organizaciones, como en cualquier otra ocasión anterior, y que el aumento de actividad en otros departamentos no debe ocasionar una merma en el esfuerzo o eficacia de nuestras asociaciones, sino al contrario, los obreros de la Asociación de Mejoramiento deben renovar sus esfuerzos, y las autoridades de estaca y de barrio deben proporcionarles todas las facilidades para efectuar su gloriosa misión entre la juventud de Sión.

El campo en el que se va a obrar es religioso, social y educativo. La obra religiosa no ha de ser de una naturaleza formalmente teológica, sino más bien se ajustará a los límites expuestos por el presidente Brigham Young cuando inicialmente se establecieron las organizaciones: «Sea la nota tónica de vuestra obra establecer en la juventud un testimonio individual de la verdad y de la magnitud de la gran obra de los últimos días; y desarrollar los dones que hay en ellos.» En otras palabras, obtener un testimonio de la verdad y aprender a declarar y expresar ese testimonio, y a desarrollar todos los dones nobles en ellos.

El aspecto social comprende la dirección de varias diversiones públicas y particulares; entretenimientos y festivales musicales, teatrales y otros, deportes de campo, competencias atléticas, excursiones y otras variedades de reuniones sociales.

La parte educativa debe incluir clases regulares de ética y religión práctica, literatura, ciencia, historia, biografía, artes, música, gobierno civil, complementadas con debates, certámenes de oratoria y música, conferencias, ensayos, artículos para publicación, lectura y expresión bajo el patrocinio de la organización, y si es necesario pueden presentarse en departamentos bajo instructores capaces de especializarse en su ramo particular.

Hemos indicado a la Directiva General que nombre comités para que, bajo la dirección de todos los que integran la mesa directiva, se hagan cargo de estos varios estudios, comités que posean un conocimiento completo de la obra y congenien con nuestros jóvenes varones.

Estos comités puede subdividirse o ampliarse de acuerdo con el criterio de la directiva o como lo requieran las exigencias de la obra, y podrán instituirse organizaciones similares en las varias estacas y barrios, en tanto que sea práctico o necesario. En las reuniones de la directiva, se requerirá que estos comités rindan sus informes como parte del orden del día.

Creemos que este curso fomentará el bienestar de todos así como un buen sentimiento entre nuestros jóvenes, y evitará que busquen otras organizaciones e intereses a las cuales puedan dedicar su tiempo y atención.

No hay excelencia o satisfacción mental, social o física que la Iglesia no impulse y desee fomentar entre los hombres jóvenes de nuestra comunidad, y su objeto en apoyar a las Asociaciones de Mejoramiento Mutuo y darles la responsabilidad de velar por nuestros jóvenes es el de satisfacer todo deseo de esta naturaleza y proporcionar dentro de nosotros mismos la manera de dar cumplimiento a toda ambición legítima e impulsar la excelencia en estos campos sin tener que buscar oportunidades en otras partes.

Por consiguiente, en bien de nuestra juventud solicitamos del sacerdocio presidente de la Iglesia en las estacas de Sión, así como en los barrios y misiones, su simpatía y apoyo para mantener y sostener a las Asociaciones de Mejoramiento Mutuo de Hombres Jóvenes en la esfera de utilidad que aquí hemos bosquejado brevemente, y les proporcionen lugares donde puedan reunirse y recrearse.

Pedimos que se permita a las asociaciones seleccionar hombres con educación y habilidad para que enseñen en las clases, y como maestros especiales, hombres que sean apropiados, agradables y capaces, que aman a los jóvenes y simpatizan completamente con ellos y sus conceptos.

El concederles la más amplia libertad, de conformidad con el orden y sistema de la Iglesia, los alentará en la fe, y no serán ni un ápice menos responsables ante las autoridades de la Iglesia, sino más bien aumentará su entusiasmo en todo sentido por el crecimiento de la obra del Señor. Desde el principio, las Asociaciones de Mejoramiento Mutuo para Hombres Jóvenes han sido una verdadera ayuda al sacerdocio, y por parte de sus miembros nos comprometemos nosotros, junto con ellos, a continuar este plan en lo futuro, con la certeza de que no será violada ninguna confianza o responsabilidad adicional impuesta a nuestros jóvenes, antes probarán ser leales a las autoridades y a la obra del Señor.

Respetuosamente,
Joseph F. Smith, Heber J.
Grant, B.H. Roberts,
Superintendencia General

La anterior Declaración del Lugar y Privilegios de la Asociación de Mejoramiento Mutuo para Hombres Jóvenes se leyó y se adoptó en la Conferencia Anual, el 5 de junio de 1909. —Improvement Era, tomo 12, pág. 819 (agosto de 1909).

EL PROPÓSITO DE LAS ASOCIACIONES DE MEJORAMIENTO MUTUO. Nuestra obra es en cierto sentido una obra primaria, y sin embargo, trasciéndelos, grados primarios. El primer y grande objeto de la organización de las Asociaciones de Mejoramiento Mutuo, como organizaciones auxiliares del sacerdocio en la Iglesia, fue el de servir de instrumento para traer a la juventud de Sión a un conocimiento de la verdad y conducirla a la senda recta y angosta. Hemos descubierto que hay en cierto grado una sensación de timidez y temor que entra en la mente de algunos de nuestros jóvenes cuando se mencionan las organizaciones del sacerdocio. Algunos de los niños se crían más o menos indiferentes, más o menos temerosos de las responsabilidades consiguientes al cumplimiento de los deberes de la Iglesia. Son como potros que es necesario adiestrar, y en ocasiones es difícil llegar hasta ellos; pero por medio de estas organizaciones auxiliares hemos podido extenderles una mano orientadora y ejercer una influencia benéfica en muchos de nuestros hombres y mujeres jóvenes, a quienes habría sido difícil alcanzar por medio de las organizaciones del sacerdocio. Hasta la fecha estas organizaciones han realizado una obra primaria sumamente excelente, porque esto sigue el plan de una obra primaria, y no sé si no habrá necesidad de que nuestras organizaciones continúen en tanto que haya entre nosotros niños que van creciendo con timidez hacia el sacerdocio y con miedo de aceptar los deberes y responsabilidades que corresponden a la Iglesia.

Entonces hemos instituido clases, hemos escrito manuales y preparado temas para que los estudien y se mejoren todos aquellos que están relacionados con estas organizaciones, y los cuales han tenido como fin conducirlos a mayores experiencias y mejor entendimiento de los principios del evangelio de Jesucristo. Porque, al fin y al cabo, éste es el gran y principal objeto de estas organizaciones.

El hecho es, mis hermanos, hermanas y amigos, que el evangelio de Cristo es la cosa más grande del mundo. Probablemente muy pocos de nosotros comprendemos su grandeza. Por la manera en que nos hallamos situados en la vida, afanados día tras día, semana tras semana, año tras año, en las ocupaciones diarias de la vida, luchando a fin de ganar el pan para nuestras necesidades y las de aquellos que dependen de nosotros, esforzándonos por construir casas para nosotros y nuestros hijos, luchando por combinar los elementos de la tierra y subyugarlos y sujetarlos a nuestra voluntad, trabajando, afanándonos, batallando día tras día con las cosas temporales, las preocupaciones y pensamientos del mundo, estamos propensos a prestar muy poca atención, a dar muy poca consideración a las cosas más importantes, cosas que perdurarán después que llegue a su fin el estado mortal. Y la mayor parte de los del género humano han llegado a la conclusión, juzgando por sus hechos y su manera de ser y de conducirse en la vida, que la cosa más importante del mundo es acumular riquezas; y entonces, habiéndolas logrado, así como las cosas que éstas les producen o pueden traerles, opinan que el resto de la vida y sus responsabilidades consiguientes son muy insignificantes y sin importancia, y dejan su religión a sus sacerdotes, si es que acaso tienen religión. Creo que la gran mayoría del mundo en la actualidad, es decir, sobre nuestro hemisferio, se está tornando muy indiferente en cuanto a la religión de cualquier clase que sea. Cuanto más económicamente la puedan hallar u obtener, tanto mejor para ellos; cuanto menos el esfuerzo que les sea requerido para ser miembro de una organización eclesiástica, tanto más les conviene. Cuanto menos cuidado les sea requerido dar a una religión, tanto mejor para ellos; y si pueden encontrar algo que traiga solaz, calma y alivio a una conciencia agobiada por haber cometido crímenes, con la creencia de que los hombres poseen el poder para perdonar el pecado, a ellos esto los deja tan bien complacidos como cualquier otra cosa, y un poco mejor. De modo que podemos ver hacia dónde se va ladeando el mundo en lo que a religión concierne. Si pueden lograrla sin que les cueste mucho, si no se les hace una carga, entonces un poco de religión no les es molesto. Pero no sucede otro tanto con los Santos de los Últimos Días, ni sucede así con una religión viviente. Porque quiero deciros que la religión de Cristo no es una religión dominical; no es una religión del momento; es una religión que nunca termina, e impone deberes sobre sus adeptos, el lunes, el martes, el miércoles y todos los días de la semana con igual sinceridad e igual fuerza que en el día del Señor. Yo no daría las cenizas de una paja por una religión dominical o una religión elaborada por los hombres, bien sean sacerdotes o legos. Mi religión es la religión de Dios; es la religión de Jesucristo. De lo contrario, me sería absolutamente inútil a mí, e inútil a mis demás semejantes, en lo que a religión concierne. Si no está en mi alma, si no la hubiese recibido en mi corazón o si no la creyese con toda mi alma, mente y fuerza, y si no fuera parte de mí, ni la obedeciera y guardara segura en mi corazón todos los días de mi vida —tanto entre semana como en el día de reposo, en secreto así como en público, en casa y fuera de casa, la misma cosa en todas partes— entonces la religión de Cristo, la religión de hacer el bien, la religión de rectitud, de pureza, de bondad, de fe, de salvación de los pecados temporales y la salvación y exaltación en el reino de nuestro Dios, mi religión no sería para mí el evangelio del Hijo de Dios. Esto es «mormonismo», y es la clase de religión que queremos enseñar a nuestros hijos. Debemos recibirla nosotros mismos y enseñarla desde nuestro corazón a ellos, y desde nuestro afecto al de ellos, y entonces podremos inspirarlos por motivo de nuestra propia fe y nuestra propia fidelidad y convicción de la Iglesia.

Estas organizaciones de hombres y mujeres jóvenes tienen por objeto ayudar a los rebeldes, a los frívolos y los descarriados; trabajar con los que anden errantes en el mundo, que no están sujetos a ninguna clase de organización; recogerlos, buscarlos y conquistarlos por medio del amor, la bondad, el espíritu de salvación, el espíritu de traerlos al conocimiento de la verdad, a fin de que puedan encontrar la vía de la vida y anden por ella para que tengan dentro de ellos luz perpetua mediante el Espíritu de Dios.

Toda verdad viene del Señor. Él es la fuente de verdad, o en otras palabras, el eterno manantial de vida y de verdad; y de El viene todo conocimiento, toda prudencia, toda virtud y todo poder. Cuando leo los libros que se hallan esparcidos por el mundo, que desacreditan las palabras y enseñanzas y doctrinas del Señor Jesucristo, diciendo que algunas de las ideas que Jesús expresó, las verdades que El promulgó, han sido declaradas previamente por los filósofos antiguos entre las naciones paganas del mundo, quiero deciros que no hay un solo filósofo pagano de todos los que han vivido en el mundo desde su principio, que haya tenido alguna verdad o proclamado un principio de la verdad de Dios, sin haberlo recibido de la fuente principal, de Dios mismo. Dios conoció la verdad antes que cualquier filósofo pagano; ningún hombre ha recibido inteligencia sin que haya recurrido a la Fuente Principal. Quizás no lo haya sabido, no haya comprendido la fuente de su conocimiento, pero vino de Dios. Él fue el que enseñó la primera verdad que jamás se ha dado al hombre. El Señor ha conferido su verdad a la tierra de generación en generación, y ha visitado a la gente de varias maneras de época en época, de acuerdo con la proximidad con que pudo allegarlos a Él. Él ha levantado entre ellos filósofos, maestros de los hombres, para dar el ejemplo y desarrollar la mente y el entendimiento de la raza humana en todas las naciones del mundo. Dios lo hizo, pero el mundo no lo acredita a Dios, sino a los hombres, a filósofos paganos. Ellos lo atribuyen a tales hombres; yo lo atribuyo a Dios; y os digo que Dios conoció la verdad antes que ellos, y que ellos la «recibieron por revelación. Si es que recibieron luz, la recibieron de Dios, así como Colón la recibió del Señor. ¿Qué fue lo que inspiró a Colón con el espíritu de inquietud, el espíritu de afán, con un deseo intenso que no pudo vencer, de buscar este hemisferio occidental? Hermanos y hermanas, yo reconozco la mano de Dios en ello. Fue la inspiración lo que se apoderó de Colón, y por ella fue impulsado; pero los hombres no reconocen la mano de Dios en ello. En el Libro de Mormón leemos que fue el Espíritu de Dios que obró sobre él. El Señor impulsó a Colón, y éste no pudo resistir la influencia que descendió sobre él hasta que realizó la tarea. Lo mismo se puede decir de cualquier hombre inteligente que ha iluminado a la humanidad desde las edades más remotas hasta el tiempo presente.

Permítaseme deciros, mis colaboradores en la causa del Señor, que no os olvidéis de reconocer la mano de Dios en todas las cosas. Él dijo a los judíos que tenía otras ovejas que no eran de ese redil, y que debía visitarlas. Efectivamente las visitó. Vino a las ovejas del redil que ocupaban este continente, que moraban aquí sin que lo supieran los judíos, y les reveló los principios del evangelio. Y cuando los visitó, dijo: «Vosotros sois aquellos de quienes dije: Tengo otras ovejas que no son de este redil; a éstas también debo yo traer, y oirán mi voz; y habrá un redil y un pastor» (3 Nefi 15:21).

Leed en Doctrinas y Convenios una parábola en la cual el reino de Dios se compara a un hombre que tiene doce siervos que trabajan para él en su campo, cada uno con su porción correspondiente. El Señor visitó al primero y le enseñó la verdad y lo alegró con su presencia y su voz y consejos; en seguida visitó al segundo, luego al tercero y así hasta el duodécimo, cada uno de ellos en su tiempo, cada cual en su sazón, de acuerdo con sus necesidades (D. y C. 88:51-63).

Y así lo ha hecho Dios desde la fundación del mundo. Él ha visitado a todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos; mas con todo, no se ha revelado al mundo la verdad en su plenitud, ni se ha llamado a hombres para efectuar la obra que Cristo realizó, ni la que se impuso a Abraham, ni la que fue señalada a Noé, ni la que se designó a los doce apóstoles de predicar su nombre y proclamar su evangelio al mundo. Fueron llamados, igual que Colón, para realizar la obra que Dios les requirió. Más tarde Dios reveló la fuerza del vapor a Watt, así como ha inspirado a todo otro filósofo y científico y hombre grande en el mundo. Yo reconozco la mano de Dios en ello; doy a Dios el honor y la gloria; y sé que concuerda con su propósito el haber inspirado estas cosas para que se llevaran a cabo. Creo que Mahoma fue un hombre inspirado, y el Señor lo levantó para efectuar la obra que hizo.

Creo que Dios levantó a José Smith para poner el fundamento del evangelio de Cristo en la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos; que permanecerá y nunca más será derribado, antes continuará hasta que las promesas de Dios se cumplan en el mundo y venga Cristo a reinar, cuyo derecho es reinar en medio de la tierra. Esto es lo que yo creo al respecto, y la mano del Señor intervino en el llamamiento de José Smith para efectuar la obra.

José Smith fue llamado para efectuar esta obra, y la realizó. Ha sido un instrumento en las manos de Dios dándonos a cada uno de nosotros el poder para obtener conocimiento por nosotros mismos mediante la misericordia y el amor de Dios, y para ser maestros de estas cosas al mundo, maestros no sólo para con nuestros hijos, sino para las naciones que se hallan en tinieblas y no conocen la verdad. Y se trata de una religión viviente y diaria, una religión de cada hora; requiere que hagamos lo recto hoy, esta hora, esta semana, este mes y este año; y así sucesivamente, de año en año, que vivamos conforme a nuestra religión, que es la religión de Jesucristo, de rectitud, de verdad, de misericordia, de amor, perdón, bondad, unión y paz en la tierra y buena voluntad a los hombres y a todo el mundo. Tal es nuestra misión.

El Señor os bendiga, mis hermanos y hermanas, y mis colaboradores en la causa de Sión, es mi oración. —Young Womarís Journal, tomo 18, págs. 312-315 (1907).

LA FUENTE DE VERDAD. Frecuentemente oímos hablar de hombres que desacreditan la doctrina de Jesucristo, nuestro Salvador y Redentor, porque se dice que algunos de los principios, doctrinas y filosofía que El enseñó, los habían declarado filósofos paganos antes de su época.

En ocasiones se cita una variedad de ejemplos para mostrar que Zoroastro y otros filósofos antiguos dieron a conocer verdades, y que el Antiguo Testamento, el Avesta y otros escritos contienen conceptos que fueron repetidos, tal vez en forma un poco distinta, por el Hijo de Dios. Dicen que El no enseñó nada nuevo, de manera que tienden a desprestigiar su misión y acusarlo de plagiar la verdad.

Un número de eruditos competentes admiten que los ideales que han provenido de las doctrinas de Cristo se han desarrollado directamente de lo que se encuentra en las enseñanzas del Antiguo Testamento, particularmente en los Salmos y en la segunda sección de Isaías. Por otra parte, sin embargo, es igualmente cierto que estos conceptos recibieron un pulimento y enriquecimiento, en los labios del Salvador, ampliamente superior al que tuvieron antes, además de lo cual se han colocado sobre fundamentos más profundos y firmes.

Debe decirse ante todo que esto se debe a que dichos conceptos fueron suyos antes que el hombre los declarase.

Aun en los cinco temas distintivos y característicos que los comentaristas generalmente consideran como originales en las enseñanzas de Jesús, es poco lo nuevo que encontramos, si acaso lo hay, salvo la ampliación de los mismos. Estos se conocen como la paternidad de Dios, los súbditos o miembros del reino, el Mesías, el Espíritu Santo y la trinidad de Dios.

Sin embargo, el concepto de la paternidad de Dios no era desconocido ni a los paganos ni a Israel. Desde la época de Homero se había designado a Zeus como el «padre de los dioses y de los hombres»; pero en la literatura judía, así como en la pagana, el concepto era superficial y no tenía mayor significado que el de «originador» (Génesis 1:26). En las antiguas escrituras judías Dios es más particularmente llamado Padre de su pueblo Israel (Deuteronomio 14:1; Isaías 63:8); más en las enseñanzas de Cristo hay una incorporación más amplia de la revelación en la palabra Padre, y la aplicación que El hace de la paternidad de Dios reviste su vida de suprema ternura y belleza. Por ejemplo, en las antiguas Escrituras nos es dicho: «Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen» (Salmos 103:13); pero según la interpretación de Jesús, el amor de Dios como Padre trasciende estas limitaciones y llega aun hasta los que son malagradecidos y malos: «Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por quienes os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.» (Mateo 544,45). «Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos» (Lucas 6:35).

Y así es con otras doctrinas de Cristo; aun cuando tal vez no son nuevas, cobran más valor mediante la adición de conceptos más completos, más amplios, más amorosos de Dios y sus propósitos, en los cuales se eliminó la compulsión y el servicio humilde, amor y abnegación la reemplazaron y se convirtieron en la fuerza verdadera de una vida aceptable. Aun la respuesta a la pregunta del intérprete de la ley, a menudo llamada el onceavo mandamiento, «Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?» se había dado a los hijos de Israel (Levítico 19:18) más de dos mil años antes que su significado perfeccionado impresionara al erudito fariseo. (Mateo 22:34-40).

Pero, ¿qué de todo esto? ¿Vamos a desprestigiar, por consiguiente, las enseñanzas del Salvador? Ciertamente que no. Téngase presente que Cristo estuvo con el Padre desde el principio, que el evangelio de verdad y luz existió desde el principio y es de eternidad en eternidad. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, como un Dios, son la fuente de la verdad. De esta fuente han recibido su inspiración y prudencia todos los antiguos filósofos sabios; de ella han recibido todo su conocimiento. Si encontramos la verdad en fragmentos desgajados durante el curso de las edades, puede aceptarse como hecho incontrovertible que esta verdad tuvo su origen en la fuente, y se dio a los filósofos, inventores, patriotas, reformadores y profetas por la inspiración de Dios. De El vino, en primer lugar, por conducto de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo, y de ninguna otra fuente. Es eterna.

Por tanto, siendo Cristo la fuente de verdad, no es un imitador. El enseñó la verdad primero; suya fue antes de ser dada al hombre. Cuando vino a la tierra, no sólo proclamó nuevos conceptos sino que repitió algunos de los principios eternos que hasta entonces solamente habían entendido y proclamado en parte los más sabios de los hombres. Y al hacerlo, ensanchó en cada caso la sabiduría que ellos habían recibido de El originalmente, a causa de sus habilidades y sabiduría superiores y de su asociación con el Padre y el Espíritu Santo. El no imitó a los hombres. Estos dieron a conocer en su manera imperfecta lo que la inspiración de Jesucristo les había enseñado, porque habían recibido su luz de El en primer lugar. Fue El quien enseñó el evangelio a Adán y dio a conocer sus verdades a Abraham y a los profetas: fue el que inspiró a los antiguos filósofos, paganos o israelitas, así como a los grandes personajes de épocas más modernas. Colón, en sus descubrimientos; Washington en la lucha por la libertad; Lincoln en la emancipación y unión; Bacon en la filosofía; Franklin, en relaciones de estado y diplomacia; Stephenson, en el vapor; Watts en el canto; Edison, en la electricidad; y José Smith, en la teología y religión—todos ellos encontraron en Jesucristo la fuente de su sabiduría y de las maravillosas verdades que proclamaron.

Calvino, Lutero, Melanchthon y todos los reformadores fueron inspirados en sus pensamientos, palabras y hechos para efectuar lo que realizaron para el alivio, libertad y progreso de la raza humana. Allanaron el camino para que llegara el evangelio más perfecto de verdad. Su inspiración, tal como fue con los antiguos, vino del Padre, de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo, el único Dios verdadero y viviente. Con igual verdad se puede decir lo mismo de los padres revolucionarios de nuestra nación, y de todos aquellos que en edades pasadas han contribuido al progreso de la libertad civil y religiosa. No hay luz o verdad que en primer lugar no haya venido de El a ellos. Los hombres son meramente repetidores de lo que Él les ha enseñado. Él nunca ha expresado un concepto que se haya originado en el hombre. Las enseñanzas de Jesús no comenzaron con su encarnación, porque igual que la verdad, Él es eterno. No sólo inspiró a los antiguos desde el principio, sino que al venir a la tierra reiteró verdades eternas y originales, y ensanchó gloriosamente las revelaciones que los hombres habían proferido. Cuando volvió al Padre, llevó consigo, y retiene todavía, un interés en sus hijos y su pueblo, revelándoles nuevas verdades e inspirando sus hechos; y a medida que los hombres aumenten en el conocimiento de Dios, llegarán a ser más y más como El hasta el día perfecto, cuando su conocimiento cubrirá la tierra como las aguas cubren el mar.

Es una necedad, por tanto, desprestigiar al Salvador con la declaración de que Él no ha expresado cosa nueva; porque, junto con el Padre y el Espíritu, Él es el autor de lo que persiste—la verdad— lo que ha sido, lo que es, lo que continuará para siempre. —Improvement Era, tomo 10, págs. 627-630 (1907).

LOS MAESTROS DEBEN CREER EN JESUCRISTO. El hombre que impugna la divinidad de la misión del Señor Jesucristo o niega los milagros de las Escrituras así llamados, no es digno de ser un maestro de los hijos de los Santos de los Últimos Días. —Improvement Era, tomo 21, pág. 104 (diciembre de 1917).

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