Doctrina y Convenios
Sección 102
Contexto Histórico
En el frío invierno de 1834, los Santos de los Últimos Días se reunieron en la casa de José Smith en Kirtland, Ohio, para llevar a cabo un evento trascendental en la historia de la Iglesia. Bajo la dirección de revelación divina, el 17 de febrero se organizó formalmente el primer sumo consejo de la Iglesia de Cristo, diseñado para manejar cuestiones complejas y serias que no pudieran resolverse de manera satisfactoria a través de otros órganos eclesiásticos.
El encuentro incluyó a 24 sumos sacerdotes que, con solemnidad y bajo la dirección del profeta, establecieron la estructura y las funciones del sumo consejo. Este organismo fue compuesto por doce sumos sacerdotes, acompañados por uno o tres presidentes, dependiendo de las necesidades. José Smith, Sidney Rigdon y Frederick G. Williams fueron sostenidos como los tres presidentes que dirigirían este cuerpo, con José Smith actuando como presidente principal.
La reunión fue minuciosa y reflejó el orden característico de la obra del Señor. Se discutieron y votaron las reglas para el funcionamiento del consejo, asegurándose de que todas las decisiones se tomarían con justicia y siguiendo principios revelados. Un detalle notable fue que los doce consejeros echaron suertes para determinar el orden en que hablarían durante los casos, un método que subrayaba la equidad y la imparcialidad.
El sumo consejo fue creado con el propósito de resolver dificultades serias que surgieran en la Iglesia, especialmente aquellas que no pudieran ser manejadas por los consejos locales o los obispos. También se estableció como una herramienta para asegurar la unidad y la rectitud doctrinal dentro de la Iglesia.
En los casos que llegaran al consejo, se designaría a una cantidad específica de consejeros (de dos a seis) para hablar, dependiendo de la dificultad del caso. La mitad de los consejeros hablaría en defensa del acusado para garantizar justicia y evitar cualquier parcialidad. Después de escuchar la evidencia, el presidente del consejo emitiría un fallo, que debía ser ratificado por el voto de los consejeros.
Un aspecto fundamental del sumo consejo era que, en caso de que las Escrituras o los principios escritos no fueran suficientes para aclarar un caso, el presidente del consejo podía buscar la voluntad del Señor mediante revelación directa. Esto aseguraba que las decisiones del consejo estuvieran alineadas con la voluntad divina.
El sistema incluía un procedimiento para apelar los fallos ante el sumo consejo de la Primera Presidencia, excepto en el caso del consejo viajante de los Doce Apóstoles, cuyas decisiones eran finales. Este detalle destaca la jerarquía y las responsabilidades específicas dentro de la Iglesia.
La organización del sumo consejo representó un paso crucial en el establecimiento de la Iglesia como una institución bien estructurada, capaz de manejar tanto asuntos espirituales como administrativos. Reflejó el principio de que el evangelio de Jesucristo opera en orden, con justicia y bajo la dirección del sacerdocio. Este modelo sería clave para resolver conflictos, preservar la doctrina y mantener la unidad entre los santos en los años por venir.
Esta reunión histórica no solo estableció una estructura organizativa, sino que también demostró cómo el Señor dirige Su Iglesia a través de revelaciones claras y un liderazgo inspirado. El sumo consejo, desde entonces, se convirtió en un pilar fundamental en la administración de la justicia eclesiástica y en la protección de la pureza doctrinal.
La Sección establece los principios fundamentales del sumo consejo como un organismo inspirado por Dios para resolver problemas serios en la Iglesia. Los versículos destacados resaltan temas clave como la justicia, el liderazgo revelado, la protección de los derechos de los miembros y la importancia de la revelación continua.
Esta revelación demuestra cómo el Señor guía a Su Iglesia con orden y equidad, proporcionando un modelo para resolver conflictos y garantizar la justicia. Los santos de los últimos días pueden confiar en que, al actuar dentro de este sistema inspirado, las decisiones reflejan la voluntad del Señor y promueven la unidad y la rectitud dentro de Su reino.
Doctrina y Convenios 102:2
La casa del Señor es una casa de orden. Puede ser un desafío juzgar dentro de la Iglesia, pero aquellos que son llamados a hacerlo, inspirados por el Señor y deseando el bienestar de los miembros de la Iglesia, buscan humildemente conocer y hacer la voluntad del Señor en cualquier asunto que se les presente.
Los consejos disciplinarios de la Iglesia a veces han sido llamados “consejos de amor”. Su propósito es ayudar a las personas a regresar al redil fiel de Cristo. Estos consejos también protegen a la Iglesia y a sus miembros de falsos maestros y de quienes incurren en conductas impropias de un Santo.
Todos los que participan en un consejo del sacerdocio desean sinceramente ayudar con amor a los transgresores en el proceso de arrepentimiento. Su propósito sincero es proteger la integridad de la institución de la Iglesia y de aquellos bajo su responsabilidad. El Señor ha provisto los medios mediante los cuales los individuos pueden arrepentirse y ser devueltos a la plena comunión dentro de la Iglesia.
La declaración en Doctrina y Convenios 102:2 revela la intención divina detrás de la organización administrativa de la Iglesia: resolver las dificultades importantes con revelación y orden. El sumo consejo no es un cuerpo meramente judicial, sino una manifestación del amor del Señor hacia sus hijos errantes.
Los llamados “consejos de amor” reflejan un principio clave del evangelio: la justicia debe ir acompañada de misericordia. Estos consejos no existen para castigar, sino para restaurar, proteger y guiar al arrepentimiento. Su carácter sagrado y su funcionamiento bajo inspiración aseguran que se cumplan los principios del plan de salvación.
Además, la existencia de estos consejos confirma que la Iglesia no es una organización autoritaria ni arbitraria, sino una institución ordenada, guiada por el Espíritu, donde se busca el bienestar tanto del individuo como de la comunidad.
La organización de consejos como el sumo consejo demuestra que la Iglesia del Señor es guiada con orden, revelación y caridad. En un mundo donde el juicio puede ser impulsivo y condenatorio, la Iglesia busca restaurar a través del amor y la verdad.
El Señor ha establecido medios sagrados para que incluso quienes se extravían encuentren una senda de regreso. El verdadero espíritu de estos consejos no es el castigo, sino la esperanza del perdón. Así, estos consejos nos enseñan que la justicia de Dios siempre va acompañada de Su infinita misericordia. Y nosotros, como discípulos, estamos llamados a participar en ese mismo espíritu de redención.
Versículo 2: “El sumo consejo fue designado por revelación, con objeto de allanar dificultades serias que pudieran surgir en la iglesia, las cuales ni la iglesia ni el consejo del obispo pudiesen arreglar a satisfacción de las partes.”
Este versículo subraya el papel del sumo consejo como una institución establecida por revelación divina. Su propósito principal es garantizar que las dificultades más complejas dentro de la Iglesia se manejen de manera justa y en armonía con la voluntad de Dios. Esto refleja la importancia de la organización y el orden en la obra del Señor.
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “El orden en la Iglesia refleja la naturaleza ordenada del Señor y Su deseo de que Su pueblo sea guiado con justicia y rectitud.” (“La Iglesia es verdadera,” Conferencia General, abril de 2005).
“El sumo consejo fue designado por revelación”
El establecimiento del sumo consejo por revelación enfatiza que la organización de la Iglesia sigue un modelo divino, diseñado directamente por el Señor. Esto refleja el principio de que la dirección de la Iglesia está guiada continuamente por revelaciones modernas para abordar las necesidades específicas de los santos y del reino de Dios en los últimos días. Este patrón se encuentra en Amós 3:7, que dice: “Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas.”
El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “Cada aspecto de la organización de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es resultado de revelaciones dadas por el Señor a Sus siervos, los profetas.” (“La obra del Señor avanza,” Conferencia General, abril de 1999).
La fundación del sumo consejo mediante revelación asegura que este órgano funcione en armonía con los propósitos de Dios y sea una herramienta para resolver asuntos de manera justa y conforme a Su voluntad.
“Con objeto de allanar dificultades serias que pudieran surgir en la iglesia”
El sumo consejo fue creado para abordar asuntos complejos que no podían resolverse a nivel local, mostrando la importancia del orden y la estructura en la administración de la Iglesia. Este principio asegura que los conflictos se manejen con cuidado, justicia y en armonía con las doctrinas del evangelio. También demuestra que el Señor provee soluciones para proteger la unidad y pureza de Su Iglesia. Este concepto está en línea con Doctrina y Convenios 42:88-89, que establece procedimientos para resolver conflictos.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El Señor proporciona un camino para resolver disputas y manejar asuntos difíciles en Su Iglesia, asegurando que Su obra avance en rectitud y paz.” (“La Iglesia y el orden del evangelio,” Conferencia General, octubre de 2019).
La creación de un cuerpo específico para abordar dificultades serias refleja el amor del Señor por Su pueblo y Su compromiso con la equidad y la justicia en todos los aspectos de Su obra.
“Las cuales ni la iglesia ni el consejo del obispo pudiesen arreglar a satisfacción de las partes”
Este enunciado resalta que el sumo consejo es una instancia superior destinada a resolver asuntos más allá de la capacidad de los líderes locales. Esto subraya el principio de delegación de responsabilidades dentro de la Iglesia, asegurando que cada nivel de liderazgo cumpla un propósito específico en la administración del evangelio. En Doctrina y Convenios 107:78-80, el Señor establece que los consejos superiores manejan casos más complejos para garantizar justicia y orden.
El élder Quentin L. Cook declaró: “El sistema de consejos en la Iglesia está diseñado para garantizar que se tomen decisiones justas, guiadas por el Espíritu, en cada nivel de liderazgo.” (“Una Iglesia gobernada por consejos,” Conferencia General, abril de 2008).
Este aspecto del versículo destaca el orden inspirado en la Iglesia, donde cada órgano tiene una función clara y contribuye a mantener la unidad y la armonía entre los santos.
El versículo 2 establece la base doctrinal para la creación del sumo consejo, enfatizando su origen revelado y su propósito de resolver conflictos complejos con justicia y equidad. Cada frase del versículo resalta principios fundamentales: la dirección divina en la organización de la Iglesia, la importancia de la justicia en la administración del evangelio, y la estructura ordenada que permite que la obra del Señor progrese.
Este versículo nos recuerda que el Señor está profundamente involucrado en los asuntos de Su Iglesia y proporciona herramientas y estructuras para manejar incluso las situaciones más difíciles. Como miembros, podemos confiar en que Su sistema inspirado garantiza que Su obra avance en paz, justicia y rectitud.
Versículo 9: “El presidente de la iglesia, que también es presidente del consejo, es nombrado por revelación, y reconocido en su administración por la voz de la iglesia.”
Este versículo destaca la naturaleza revelada del liderazgo en la Iglesia. El presidente del consejo, quien también es el presidente de la Iglesia, es sostenido por los santos, lo que subraya el principio de que el liderazgo en la Iglesia es divinamente inspirado pero también requiere la confirmación de los miembros.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “La revelación es esencial para dirigir al pueblo del Señor. Los líderes de Su Iglesia son guiados por revelación continua.” (“Revelación para la Iglesia, revelación para nuestra vida,” Conferencia General, abril de 2018).
“El presidente de la iglesia, que también es presidente del consejo”
Este enunciado establece que el presidente de la Iglesia tiene un papel dual como líder espiritual de toda la Iglesia y como presidente del sumo consejo. Esto subraya el principio de que el liderazgo eclesiástico en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días está centralizado en un profeta viviente, quien recibe revelación directa para guiar a los santos. Este principio se alinea con Doctrina y Convenios 107:65-66, donde se afirma que el presidente tiene las llaves para dirigir la Iglesia.
El presidente Gordon B. Hinckley declaró: “El presidente de la Iglesia es el profeta del Señor en la tierra, dotado con las llaves para dirigir Su obra en esta dispensación.” (“El presidente de la Iglesia,” Conferencia General, abril de 1994).
El rol del presidente como líder principal asegura que la Iglesia opere bajo la dirección directa de la voluntad del Señor, reflejando el modelo divino de administración.
“Es nombrado por revelación”
El presidente de la Iglesia es llamado por el Señor mediante revelación divina, asegurando que su liderazgo sea inspirado y dirigido por el cielo. Esto refleja el principio de que el liderazgo en la Iglesia no es determinado por elecciones humanas o ambición personal, sino por la voluntad de Dios. Este principio se encuentra en Doctrina y Convenios 1:38, donde se enseña que las palabras de los profetas son equivalentes a las palabras del Señor.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “La sucesión en la Presidencia de la Iglesia está organizada por el Señor y asegurada mediante revelación divina.” (“El gobierno del Señor en Su Iglesia,” Conferencia General, abril de 2018).
El llamado por revelación garantiza que la dirección de la Iglesia esté alineada con los propósitos de Dios y no influenciada por intereses humanos.
“Y reconocido en su administración por la voz de la iglesia”
Aunque el presidente es llamado por revelación, este enunciado subraya el principio de sostenimiento, en el cual los miembros de la Iglesia ratifican la voluntad del Señor al sostener al presidente como su líder. Este acto es un testimonio de unidad y compromiso de los miembros con el liderazgo inspirado. El principio de sostenimiento se explica en Doctrina y Convenios 20:65, que establece que los líderes deben ser presentados a la congregación para su aprobación.
El presidente Henry B. Eyring enseñó: “Cuando sostenemos a los líderes de la Iglesia, testificamos no solo de nuestra fe en ellos, sino también de nuestra disposición a seguir su dirección inspirada.” (“Sostened al profeta,” Conferencia General, octubre de 2014).
El sostenimiento no es solo un acto simbólico, sino una expresión de fe y apoyo hacia quienes son llamados por el Señor para guiar Su Iglesia.
El versículo 9 establece principios esenciales sobre el liderazgo en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Destaca que el presidente de la Iglesia es llamado por revelación divina, que su liderazgo incluye la dirección del sumo consejo, y que su autoridad es ratificada por la voz unida de los miembros de la Iglesia.
Cada aspecto de este versículo resalta la combinación de revelación divina y apoyo colectivo, asegurando que la Iglesia sea guiada de manera justa, unificada y alineada con la voluntad del Señor. Como miembros, este versículo nos invita a confiar en el proceso divino mediante el cual se llama a los líderes y a participar activamente en el sostenimiento de aquellos que han sido designados para dirigirnos en rectitud.
Versículo 15: “El acusado tiene derecho, en todos los casos, a la mitad del consejo para prevenir insulto o injusticia.”
El Señor asegura que el sistema del sumo consejo sea justo y equitativo. Este versículo resalta la importancia de proteger los derechos del acusado, asegurando que no se tomen decisiones apresuradas o injustas.
El élder D. Todd Christofferson enseñó: “El evangelio de Jesucristo nos llama a vivir en justicia, asegurando que nuestras acciones y decisiones reflejen los principios del Señor.” (“La justicia del Señor,” Conferencia General, abril de 2009).
“El acusado tiene derecho”
El Señor establece que toda persona acusada tiene derechos fundamentales dentro de los procesos disciplinarios de la Iglesia. Este principio asegura que incluso aquellos que son llamados a rendir cuentas sean tratados con dignidad y respeto. Este derecho refleja el compromiso de la Iglesia con la justicia divina, como se describe en Doctrina y Convenios 134:2, donde se declara que las leyes deben proteger los derechos de todas las personas.
El élder D. Todd Christofferson enseñó: “En la Iglesia de Cristo, los procedimientos disciplinarios son diseñados para proteger los derechos de todos los involucrados y para buscar la justicia y la misericordia en armonía.” (“La disciplina del Señor,” Conferencia General, abril de 2011).
Este enfoque equitativo garantiza que todos los miembros de la Iglesia, independientemente de su situación, sean tratados con el debido respeto y en armonía con los principios del evangelio.
“En todos los casos”
El Señor enfatiza que este derecho no es limitado ni condicional, sino universal y aplicable a cualquier situación dentro de los procedimientos del sumo consejo. Este principio resalta la imparcialidad y la uniformidad en la administración de la justicia en la Iglesia. En Doctrina y Convenios 121:39, el Señor advierte contra el abuso de autoridad en el sacerdocio, asegurando que el poder en la Iglesia debe ejercerse con justicia.
El presidente James E. Faust dijo: “La verdadera justicia en la Iglesia debe ser consistente, imparcial y siempre acompañada de misericordia.” (“Justicia y misericordia,” Conferencia General, abril de 1997).
La universalidad de este principio asegura que nadie sea tratado de manera diferente debido a prejuicios o favoritismos, manteniendo la equidad en los procedimientos eclesiásticos.
“A la mitad del consejo”
El versículo establece que el acusado contará con una representación equitativa en el sumo consejo, lo que previene parcialidades y asegura un juicio justo. Este equilibrio refuerza la doctrina de que el Señor es un Dios de justicia, como se enseña en 2 Nefi 2:13, donde se explica que la justicia es un atributo inherente de Dios.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “La justicia del Señor es perfecta, y Él espera que Su Iglesia refleje esos principios en todas las decisiones y procedimientos.” (“La justicia divina,” Conferencia General, abril de 2010).
El diseño del consejo asegura que los intereses del acusado estén representados, reflejando el amor del Señor por todos Sus hijos y Su compromiso con la justicia.
“Para prevenir insulto o injusticia”
El propósito del derecho otorgado al acusado es garantizar que ningún individuo sea objeto de abuso, injusticia o trato injusto. Este principio está alineado con la enseñanza de Mosíah 29:12, que exhorta a los líderes a actuar con rectitud para evitar la opresión. El consejo tiene la responsabilidad de mantener un ambiente donde la justicia y la equidad prevalezcan.
El presidente Thomas S. Monson declaró: “El evangelio de Jesucristo enseña que la verdadera justicia debe ser acompañada de compasión y respeto por los derechos de todos.” (“Haced lo justo,” Conferencia General, octubre de 2005).
El énfasis en la prevención de la injusticia muestra que los procedimientos disciplinarios en la Iglesia no buscan castigar, sino guiar y edificar en amor y justicia.
El versículo 15 establece un estándar elevado de justicia dentro de los procedimientos disciplinarios de la Iglesia. Cada frase del versículo resalta la imparcialidad, la equidad y la protección de los derechos de los miembros. Este enfoque refleja el compromiso del Señor con la justicia divina, combinada con el amor y el respeto por la dignidad de cada individuo.
Al implementar este principio, la Iglesia demuestra cómo la justicia y la misericordia pueden coexistir, garantizando que todos los procedimientos sean justos y rectos. Este versículo nos invita a valorar la importancia de actuar con equidad en todas nuestras interacciones, asegurando que reflejemos los principios del evangelio de Jesucristo en nuestras vidas.
Versículo 23: “En caso de dificultad, respecto a doctrina o principio, si lo escrito no fuere suficiente para aclarar el caso en la mente del consejo, el presidente podrá consultar y recibir la voluntad del Señor por revelación.”
Este versículo muestra que la revelación continua es fundamental para resolver desafíos doctrinales o disciplinarios en la Iglesia. Cuando los principios escritos no son suficientes, el Señor promete guiar a Su profeta directamente.
El presidente Henry B. Eyring dijo: “La revelación continúa siendo una fuente de dirección para los líderes de la Iglesia y una promesa de que el Señor nunca abandonará a Su pueblo.” (“Continuidad de la revelación,” Conferencia General, abril de 2017).
“En caso de dificultad, respecto a doctrina o principio”
Este enunciado aborda la posibilidad de que surjan desafíos relacionados con cuestiones doctrinales o principios fundamentales. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días enseña que la revelación es continua y que el Señor proporciona guía adicional cuando se presentan preguntas complejas o situaciones únicas. Esto está en línea con Doctrina y Convenios 1:30, que declara que la Iglesia es “la única con la cual el Señor se complace, hablando de la Iglesia como institución que recibe guía directa de Él.”
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “La revelación no es un evento único, sino un flujo constante de comunicación entre Dios y Sus hijos.”
(“Revelación para la Iglesia, revelación para nuestra vida,” Conferencia General, abril de 2018).
La revelación asegura que la Iglesia esté preparada para manejar las preguntas y desafíos que surgen con el tiempo, manteniendo la doctrina pura y aplicable en cualquier circunstancia.
“Si lo escrito no fuere suficiente para aclarar el caso en la mente del consejo”
El Señor reconoce que las Escrituras y los escritos inspirados, aunque son fundamentales, pueden no abordar todas las circunstancias o preguntas específicas que los líderes enfrenten. Esto enfatiza la necesidad de revelación moderna y de un profeta viviente que pueda recibir instrucción adicional para la Iglesia. Este principio se enseña en 2 Nefi 29:10-12, donde se afirma que el Señor continuará hablando a Sus hijos.
El élder Neal A. Maxwell dijo: “El Señor da línea sobre línea y precepto sobre precepto, no porque Sus escrituras sean inadecuadas, sino porque nuestras circunstancias cambian y nuestra comprensión se profundiza.” (“La palabra viva de Dios,” Conferencia General, abril de 1986).
La revelación moderna complementa y clarifica las Escrituras, asegurando que las necesidades actuales de la Iglesia sean atendidas con precisión y guía divina.
“El presidente podrá consultar y recibir la voluntad del Señor por revelación”
El Señor reafirma que el presidente del sumo consejo, quien también es el presidente de la Iglesia, tiene la autoridad para buscar revelación directa. Esto asegura que cualquier decisión tomada esté alineada con la voluntad de Dios. Este principio subraya el papel del profeta como portavoz del Señor, como se enseña en Amós 3:7, donde se declara que el Señor no hace nada sin revelar Su voluntad a Sus profetas.
El presidente Gordon B. Hinckley declaró: “Dios guía a Su pueblo a través de revelación. Esa es la piedra angular de nuestra fe y la razón por la cual la Iglesia permanece firme en un mundo de cambio constante.” (“La restauración de la verdad,” Conferencia General, octubre de 1997).
Este proceso asegura que las decisiones sean tomadas no por la sabiduría humana, sino por la dirección divina, lo que garantiza que estén alineadas con el plan eterno del Señor.
El versículo 23 subraya la centralidad de la revelación continua en la administración de la Iglesia. Cada frase destaca que, aunque las Escrituras y los principios existentes son fundamentales, hay circunstancias en las que solo la guía directa del Señor puede proporcionar las respuestas necesarias.
Este versículo refuerza nuestra confianza en el liderazgo divinamente inspirado de la Iglesia y nos invita a buscar revelación personal en nuestras propias vidas. La doctrina aquí expresada nos recuerda que el Señor está siempre presente y dispuesto a guiar a Su pueblo, asegurando que Su Iglesia permanezca firme y guiada por la verdad en todas las épocas.
Versículo 27: “Si cualquiera de las partes no queda satisfecha con el fallo de dicho consejo, puede apelar al sumo consejo de la cabecera de la Primera Presidencia de la Iglesia, y conseguir una reexaminación.”
Este versículo enfatiza la misericordia y la equidad en el sistema judicial de la Iglesia, ofreciendo una oportunidad de apelación para garantizar que cada caso se trate con justicia y en armonía con la voluntad del Señor.
El presidente Thomas S. Monson enseñó: “La justicia y la misericordia son fundamentales en el evangelio de Jesucristo. Ambas se reflejan en las acciones de la Iglesia hacia Sus miembros.” (“Reflejar la justicia divina,” Conferencia General, octubre de 2010).
“Si cualquiera de las partes no queda satisfecha con el fallo de dicho consejo”
El Señor reconoce la posibilidad de que las decisiones de los consejos locales puedan ser cuestionadas por una de las partes implicadas. Esto resalta el compromiso de la Iglesia con la justicia y la equidad, permitiendo una revisión adicional para garantizar que todos los casos se manejen correctamente. Este principio refleja la enseñanza de Doctrina y Convenios 107:78-80, donde se establece que los consejos son responsables de tratar con rectitud los asuntos eclesiásticos.
El presidente Thomas S. Monson declaró: “El Señor, en Su sabiduría, ha diseñado un sistema en Su Iglesia que refleja tanto la justicia como la misericordia, asegurando que ningún miembro sea tratado de manera injusta.” (“Actuar con justicia y misericordia,” Conferencia General, abril de 2010).
Esta disposición para la apelación muestra que la Iglesia busca ser justa y transparente, brindando oportunidades para rectificar posibles errores.
“Puede apelar al sumo consejo de la cabecera de la Primera Presidencia de la Iglesia”
El Señor establece una jerarquía dentro de los consejos eclesiásticos, con el sumo consejo de la Primera Presidencia como la autoridad máxima para reexaminar casos difíciles. Esto asegura que los casos más serios reciban la atención adecuada y sean considerados por los líderes más experimentados e inspirados. Este principio refleja la doctrina de que el Señor ha establecido líderes clave para dirigir Su Iglesia, como se enseña en Doctrina y Convenios 107:22-24, donde se describe la autoridad de la Primera Presidencia.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “La Primera Presidencia actúa como el más alto consejo de la Iglesia, con la responsabilidad de dirigir y juzgar en los asuntos más importantes.” (“Gobernados por principios divinos,” Conferencia General, octubre de 2017).
Este proceso asegura que los líderes con mayor autoridad espiritual puedan revisar y tomar decisiones que reflejen la voluntad del Señor.
“Y conseguir una reexaminación”
El derecho a una reexaminación subraya la misericordia del Señor al permitir que los casos sean revisados para garantizar la justicia. Este proceso demuestra que la Iglesia no opera con decisiones absolutistas o apresuradas, sino que se toma el tiempo necesario para revisar cuidadosamente los casos a la luz de la doctrina, las evidencias y la guía espiritual. En Doctrina y Convenios 58:21, se enseña que la justicia debe ser el fundamento de todas las decisiones.
El élder Quentin L. Cook declaró: “La oportunidad de apelar y reexaminar casos refleja la naturaleza misericordiosa y justa del Señor, quien desea que todos reciban un trato equitativo.” (“Una justicia y misericordia perfectas,” Conferencia General, abril de 2015).
Este principio nos recuerda que el Señor dirige Su Iglesia con un equilibrio perfecto entre justicia y misericordia, permitiendo revisiones cuando sea necesario para corregir posibles errores.
El versículo 27 establece un proceso inspirado para manejar apelaciones dentro de la Iglesia. Cada frase del versículo refleja principios de justicia, misericordia y transparencia en la administración de los asuntos eclesiásticos. Este sistema no solo protege los derechos de los miembros, sino que también asegura que las decisiones sean tomadas con cuidado y en armonía con la voluntad de Dios.
El derecho a apelar y buscar una reexaminación subraya el compromiso de la Iglesia con los principios del evangelio, donde se busca equilibrar la equidad con la compasión. Este versículo invita a los miembros a confiar en que los procedimientos de la Iglesia son inspirados y están diseñados para garantizar que se haga la voluntad del Señor en cada caso.
























