Doctrina y Convenios
Sección 103
Contexto Histórico
En un frío día de febrero de 1834, dos hombres llegaban a Kirtland, Ohio, con rostros marcados por la preocupación y el cansancio del viaje. Parley P. Pratt y Lyman Wight habían viajado desde Misuri para reunirse con José Smith. Traían noticias sombrías: los santos en el condado de Jackson habían sido expulsados de sus tierras, perseguidos y despojados de sus bienes. Muchos habían perdido sus hogares, sus cultivos y su sustento, y ahora vivían dispersos, tratando de encontrar refugio y esperanza. Los dos hombres buscaban la guía del profeta sobre cómo proceder en medio de aquella adversidad.
José Smith, profundamente conmovido por las noticias, se volvió al Señor en busca de respuestas. En su humildad y fe, oró para saber cómo los santos podían ser redimidos y restaurados en la tierra de Sion. La respuesta llegó el 24 de febrero de 1834, cuando el Señor le reveló Su voluntad en una revelación clara y poderosa.
El Señor comenzó explicando por qué había permitido las pruebas que los santos estaban enfrentando. Las persecuciones eran una forma de disciplina, diseñadas para fortalecerlos y enseñarles a guardar Sus mandamientos. Aunque dolorosas, estas tribulaciones los prepararían para recibir mayores bendiciones. El Señor dijo que los santos habían sido lentos para escuchar Su voz y, por ello, estaban siendo refinados por el fuego de las pruebas.
Pero en medio de estas palabras de advertencia, también vino una promesa gloriosa: la redención de Sion era segura. El Señor declaró que los santos serían restaurados en sus tierras, pero que esto solo sucedería “por poder”. Comparó esta futura redención con la liberación de los hijos de Israel bajo Moisés, prometiendo que Su presencia y Sus ángeles acompañarían a Su pueblo en este proceso.
El Señor instruyó al profeta para que organizara un grupo de hombres fuertes y fieles, conocido como el Campo de Sion, que viajaría a Misuri para ayudar a los santos desplazados. Este grupo debía estar compuesto por al menos 100 hombres, aunque se les animó a reunir hasta 500 si fuera posible. Se les llamó a ser un ejemplo de fe y acción, llevando no solo fuerza temporal sino también un mensaje de esperanza espiritual a sus hermanos perseguidos.
El Señor nombró líderes específicos para esta misión: José Smith, Sidney Rigdon, Parley P. Pratt y Lyman Wight, entre otros. Estos hombres fueron llamados a liderar la expedición, a reunir recursos y a preparar al pueblo para trabajar en unidad hacia la redención de Sion.
El Señor prometió que, si los santos obedecían Sus mandamientos, prevalecerían sobre sus enemigos y serían restaurados en la tierra que Él les había consagrado. Sin embargo, también advirtió que si no seguían Su consejo, no podrían recibir estas bendiciones. La redención de Sion, dijo el Señor, sería posible solo si Su pueblo permanecía fiel y obediente.
Esta revelación marcó el comienzo de un esfuerzo significativo para los santos de la época. Aunque el Campo de Sion no logró físicamente restaurar a los santos en Misuri en ese momento, su impacto fue profundo. Unió a los miembros de la Iglesia, fortaleció su fe y les enseñó lecciones cruciales sobre obediencia y sacrificio.
La revelación del 24 de febrero de 1834 sigue siendo un testimonio del compromiso del Señor con Su pueblo. Enseña que, incluso en medio de grandes tribulaciones, Su mano está presente, guiando y fortaleciendo. Los santos aprendieron que la redención de Sion no era solo una cuestión de recuperar tierras físicas, sino de prepararse espiritualmente para recibir las bendiciones prometidas.
En esta narración histórica, vemos un momento de prueba y esperanza, cuando un grupo de santos, guiados por la revelación divina, se comprometió a actuar con fe para cumplir con los propósitos del Señor. La promesa de Sion sigue viva, recordándonos que el poder de Dios es mayor que cualquier desafío que enfrentemos.
La Sección 103 de Doctrina y Convenios es un recordatorio poderoso del compromiso del Señor con la redención de Su pueblo, pero también de las responsabilidades de los santos para ser obedientes, sacrificados y unidos. Cada uno de los versículos destacados refleja principios fundamentales como la fe, la obediencia y el poder de Dios en la obra de la redención de Sion. Estos principios no solo aplican al contexto histórico de los santos en Misuri, sino que siguen siendo relevantes para los desafíos espirituales y temporales de los santos en la actualidad.
Versículo 4: “Y para que aquellos que llevan mi nombre sean disciplinados una corta temporada con una grave y penosa disciplina, porque no escucharon del todo los preceptos y mandamientos que les di.”
Este versículo enseña que las pruebas y tribulaciones pueden ser una forma de disciplina divina diseñada para refinar y fortalecer a los santos. Aunque las dificultades pueden parecer severas, el Señor permite estas experiencias para enseñar obediencia y preparar a Su pueblo para mayores bendiciones.
El presidente Spencer W. Kimball enseñó: “Las pruebas y las dificultades son a menudo una evidencia del amor del Señor, pues nos ayudan a crecer espiritualmente y nos preparan para recibir bendiciones eternas.” (“Tragedia o bendición,” Conferencia General, octubre de 1966).
“Y para que aquellos que llevan mi nombre”
El Señor se refiere específicamente a los santos, aquellos que han hecho convenios con Él y llevan Su nombre. Este enunciado subraya la responsabilidad que tienen los miembros de la Iglesia de representar al Salvador y de vivir en armonía con Sus mandamientos. Llevar el nombre de Cristo implica un compromiso elevado de obediencia y rectitud, como se enseña en Mosíah 18:9, donde se invita a los bautizados a “ser testigos de Dios en todo tiempo y en todas las cosas.”
El presidente Henry B. Eyring enseñó: “Cuando tomamos sobre nosotros el nombre de Cristo, nos comprometemos a representarlo con dignidad y a honrar Sus enseñanzas con nuestras acciones.” (“Renovar el convenio del bautismo,” Conferencia General, abril de 1997).
Llevar el nombre del Señor es un privilegio y una responsabilidad que requiere esfuerzo constante para reflejar Su ejemplo en la vida diaria.
“Sean disciplinados una corta temporada”
La disciplina del Señor es una muestra de Su amor y preocupación por Su pueblo. Aunque las pruebas pueden ser dolorosas, son temporales y tienen un propósito divino: refinar y fortalecer a los santos. Hebreos 12:6 enseña: “Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo.”
El élder D. Todd Christofferson dijo: “La disciplina del Señor no es un castigo arbitrario, sino una forma amorosa de ayudarnos a crecer espiritualmente y alcanzar nuestro potencial eterno.” (“La disciplina del Señor,” Conferencia General, abril de 2011).
Las tribulaciones son temporales, pero los frutos espirituales que resultan de ellas tienen un impacto eterno. La disciplina es una manifestación del amor de Dios.
“Con una grave y penosa disciplina”
El Señor permite pruebas severas cuando Su pueblo necesita ser llamado al arrepentimiento. Estas pruebas son diseñadas para despertar el alma y llevar a los santos a reflexionar sobre su relación con Dios. Este principio se refleja en Doctrina y Convenios 122:7, donde el Señor enseña que incluso las pruebas más difíciles “serán para tu bien.”
El presidente Spencer W. Kimball dijo: “El dolor puede ser un gran maestro. A menudo es la única forma en que aprendemos lecciones que de otro modo evitaríamos.” (“Tragedia o bendición,” Conferencia General, octubre de 1966).
La disciplina severa es una herramienta del Señor para corregir el rumbo de Su pueblo y asegurarse de que regresen a Él con mayor humildad y devoción.
“Porque no escucharon del todo los preceptos y mandamientos que les di”
El Señor señala que las tribulaciones de los santos en el condado de Jackson fueron consecuencia de su falta de obediencia total a Sus mandamientos. Este enunciado enfatiza la importancia de la obediencia como la clave para recibir la protección y las bendiciones del Señor. Doctrina y Convenios 130:20-21 explica que todas las bendiciones están condicionadas a la obediencia a la ley que las rige.
El presidente Ezra Taft Benson enseñó: “Cuando desobedecemos los mandamientos de Dios, muchas veces nos privamos de las bendiciones que Él está dispuesto a derramar sobre nosotros.” (“Obediencia: La primera ley del cielo,” Conferencia General, abril de 1988).
El versículo nos recuerda que la obediencia completa a los mandamientos no solo trae bendiciones, sino que nos protege de las consecuencias naturales de la desobediencia.
El versículo 4 destaca la relación entre la obediencia, la disciplina y el amor de Dios. Aunque la disciplina puede parecer dolorosa en el momento, es una manifestación del cuidado divino y tiene como objetivo llevarnos al arrepentimiento y la mejora espiritual. Este versículo nos enseña que al llevar el nombre de Cristo, debemos esforzarnos por vivir en completa armonía con Sus mandamientos.
La lección principal es que la obediencia trae paz y protección, mientras que la desobediencia puede resultar en tribulaciones que nos llaman a reflexionar y cambiar. Al final, el Señor utiliza estas experiencias para refinar a Su pueblo y prepararlo para mayores bendiciones.
Versículo 7: “Y esforzándose por observar todas las palabras que yo, el Señor su Dios, les declare, jamás cesarán de prevalecer, hasta que los reinos del mundo sean sometidos debajo de mis pies, y sea dada la tierra a los santos para poseerla para siempre jamás.”
El Señor promete que aquellos que son fieles a Sus mandamientos prevalecerán en contra de sus enemigos. Esta promesa resalta la importancia de la obediencia como condición para recibir las bendiciones de protección y victoria espiritual.
El élder Jeffrey R. Holland dijo: “La obediencia a los mandamientos del Señor nos asegura Su protección y la fortaleza para superar los desafíos.” (“Venid al Señor,” Conferencia General, abril de 1997).
“Y esforzándose por observar todas las palabras que yo, el Señor su Dios, les declare”
El Señor destaca la importancia de esforzarse por observar Sus mandamientos y seguir Sus palabras. Este esfuerzo continuo implica dedicación y una voluntad sincera de vivir conforme a la revelación divina. En Juan 14:15, el Salvador declara: “Si me amáis, guardad mis mandamientos,” enfatizando que la obediencia es una expresión de amor y compromiso con Él.
El presidente Ezra Taft Benson enseñó: “La obediencia es la prueba suprema de nuestra fe en el Salvador y nuestro amor por Él.” (“Obediencia: La primera ley del cielo,” Conferencia General, abril de 1988).
El esfuerzo por obedecer muestra una actitud humilde y dependiente del Señor, reconociendo que Sus palabras son un guía infalible para nuestra vida.
“Jamás cesarán de prevalecer”
El Señor promete que la obediencia lleva a la victoria espiritual. Este principio subraya que el poder de los santos no proviene de su fuerza temporal, sino de su fidelidad al Señor y Sus mandamientos. En Doctrina y Convenios 1:37, el Señor asegura que Sus palabras nunca dejarán de cumplirse, lo que garantiza que los obedientes prevalecerán sobre cualquier oposición.
El presidente Thomas S. Monson dijo: “La obediencia a los mandamientos de Dios nos da poder para prevalecer sobre las pruebas y los desafíos de la vida.” (“Mantén los mandamientos,” Conferencia General, abril de 2015).
Esta promesa ofrece consuelo y confianza, recordándonos que el éxito verdadero no se mide por estándares terrenales, sino por la capacidad de permanecer fiel en medio de la adversidad.
“Hasta que los reinos del mundo sean sometidos debajo de mis pies”
Este enunciado profetiza la eventual victoria del Señor sobre todos los reinos del mundo. Cuando Cristo regrese, Su reino será establecido y todas las cosas estarán sujetas a Su autoridad. Filipenses 2:10-11 declara que toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor.
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “El reino de Dios avanzará hasta que todo el mundo reconozca que Jesucristo es el Rey de reyes y Señor de señores.” (“Que el Señor fortalezca nuestra fe,” Conferencia General, octubre de 2002).
Este versículo nos invita a participar en la obra del Señor, sabiendo que Su reino triunfará sobre el mal y la incredulidad del mundo.
“Y sea dada la tierra a los santos para poseerla para siempre jamás”
El Señor promete que los santos fieles recibirán la tierra como herencia eterna. Esto se refiere a la promesa de una nueva tierra en el Milenio, donde los justos vivirán en paz y armonía. 3 Nefi 21:22 confirma que los justos serán establecidos en una tierra consagrada al Señor.
El élder Bruce R. McConkie enseñó: “El establecimiento de Sion y la herencia de una tierra prometida son bendiciones reservadas para los fieles en todas las generaciones.” (“La redención de Sion,” Doctrinal New Testament Commentary, 1976).
Esta herencia es una promesa divina para quienes sean fieles hasta el fin, y es un recordatorio de que nuestra ciudadanía última está en el reino de Dios.
El versículo 7 encapsula principios fundamentales de la relación entre obediencia y bendición. La promesa de prevalecer está directamente ligada al esfuerzo por observar las palabras del Señor. Además, el versículo resalta el desenlace final de la obra del Salvador: la victoria sobre los reinos del mundo y la herencia eterna de los santos.
El llamado es claro: esforzarse constantemente por seguir al Señor trae poder espiritual y éxito eterno. Esta enseñanza nos llena de esperanza y confianza, sabiendo que, al obedecer, estamos contribuyendo a la edificación del reino de Dios y asegurando nuestra herencia en Su gloria.
Versículo 13: “He aquí, esta es la bendición que he prometido después de vuestras tribulaciones y las de vuestros hermanos: Vuestra redención y la redención de vuestros hermanos, sí, su restauración en la tierra de Sion para establecerse, y nunca más ser derribados.”
El Señor asegura a los santos que, después de las tribulaciones, llegará la redención y la restauración. Esta promesa de estabilidad y paz en Sion fortalece la esperanza de los santos, recordándoles que las pruebas son temporales y las bendiciones eternas.
“He aquí, esta es la bendición que he prometido”
El Señor reafirma Su promesa de bendición, mostrando que es fiel a Sus pactos y cumple con Su palabra. Las bendiciones divinas son ciertas y se reciben en el tiempo del Señor. Doctrina y Convenios 1:38 enseña que lo que el Señor dice será cumplido, independientemente de las circunstancias.
El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “Dios nunca olvida Sus promesas; nosotros debemos hacer nuestra parte con fe y confianza en Su tiempo perfecto.” (“Las grandes promesas de Dios,” Conferencia General, abril de 1991).
Este inicio establece un fundamento de confianza en el Señor, recordando a los santos que Sus bendiciones siempre se cumplirán.
“Después de vuestras tribulaciones y las de vuestros hermanos”
El Señor aclara que las bendiciones vienen después de las tribulaciones. Las pruebas son una parte esencial del plan de salvación, diseñadas para fortalecer nuestra fe y refinarnos espiritualmente. Doctrina y Convenios 58:3-4 nos recuerda que no podemos comprender plenamente las bendiciones que vendrán después de las pruebas.
El élder Neal A. Maxwell enseñó: “El dolor y las pruebas nos preparan para recibir bendiciones más grandes que aquellas que podríamos imaginar.” (“Lidiar con la adversidad,” Conferencia General, abril de 1981).
Las tribulaciones no son el final, sino un medio para prepararnos para las bendiciones y el cumplimiento de las promesas del Señor.
“Vuestra redención y la redención de vuestros hermanos”
La redención prometida es tanto física como espiritual. En el contexto de Sion, implica la restauración de la tierra consagrada y el fortalecimiento espiritual de los santos. La redención es un proceso que requiere fe, obediencia y la gracia del Señor. Éter 12:27 enseña que la gracia del Señor nos fortalece y nos permite superar nuestras debilidades.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “La redención y la restauración siempre están ligadas al sacrificio y a la gracia divina. Es por medio del Salvador que estas promesas se cumplen.” (“El poder del Salvador en nuestras vidas,” Conferencia General, abril de 2017).
El Señor trabaja tanto en el nivel colectivo como individual para redimir a Su pueblo, mostrando Su amor y poder.
“Sí, su restauración en la tierra de Sion para establecerse”
El Señor promete no solo redimir, sino también restaurar a los santos en la tierra que ha consagrado para ellos. La restauración incluye estabilidad, seguridad y un lugar donde los santos puedan prosperar espiritualmente. Isaías 65:21-23 profetiza sobre una época en la que los santos habitarán en paz y seguridad en su tierra.
El élder Jeffrey R. Holland dijo: “El Señor siempre restaura lo que se ha perdido, a menudo de una manera más gloriosa que antes.” (“La esperanza de la redención,” Conferencia General, octubre de 1999).
La restauración es un testimonio de que el Señor no solo devuelve lo perdido, sino que bendice en abundancia a aquellos que son fieles.
“Y nunca más ser derribados”
El Señor promete estabilidad y permanencia a los santos que sean fieles y dignos de habitar Sion. Esto implica no solo una seguridad física, sino también una fortaleza espiritual que asegura que no caerán ante los poderes del mal. Doctrina y Convenios 64:41-43 habla de que Sion será un lugar fuerte y seguro.
El presidente Howard W. Hunter enseñó: “La fortaleza de Sion no radica solo en sus muros, sino en la fe y la obediencia de su pueblo.” (“Edificando Sion en nuestros corazones,” Conferencia General, abril de 1994).
Esta promesa finaliza el versículo con una seguridad eterna, motivando a los santos a permanecer fieles para recibir estas bendiciones.
Este versículo es una declaración de esperanza y certeza para los santos. El Señor promete que, después de las pruebas, vendrá la redención y la restauración, asegurando un lugar de paz y estabilidad. Este proceso requiere fe, obediencia y paciencia, pero las recompensas serán eternas y gloriosas.
El principio clave es que las tribulaciones no son un fin, sino un medio para recibir las bendiciones del Señor. Este versículo invita a los santos a confiar en las promesas de Dios, sabiendo que Él cumplirá Sus palabras y redimirá a Su pueblo en el tiempo señalado.
Versículo 15: “He aquí, os digo, la redención de Sion tiene que venir por poder.”
El Señor establece que la redención de Sion no será un proceso simple ni basado únicamente en esfuerzos humanos, sino que requerirá el poder divino. Esto subraya la importancia de buscar la guía del Señor y confiar en Su poder para lograr Sus propósitos.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “La redención espiritual y temporal siempre se logra mediante el poder del Señor, que actúa a través de Sus siervos fieles.” (“El poder del Señor en nuestras vidas,” Conferencia General, octubre de 2019).
“He aquí, os digo”
El uso de esta frase señala la importancia de la declaración que sigue. El Señor se dirige a Su pueblo con autoridad, asegurándoles que lo que está por decir es Su voluntad divina. Esto establece que la redención de Sion es un evento significativo en el plan de Dios y que no es un esfuerzo humano ordinario, sino un mandato celestial. Doctrina y Convenios 1:38 reafirma que cuando el Señor habla, Sus palabras serán cumplidas.
El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “Cuando el Señor dice algo, Su pueblo debe prestar atención, porque Sus palabras son seguras y firmes como las estrellas en el cielo.” (“Que el Señor fortalezca nuestra fe,” Conferencia General, octubre de 2002). Este inicio solemne enfatiza que la redención de Sion es un acto sagrado, bajo la guía directa del Señor.
“La redención de Sion”
La redención de Sion se refiere tanto a la restauración literal de las tierras consagradas como al proceso espiritual de edificar un pueblo justo y santo. En el contexto histórico, esto implicaba la recuperación de las tierras en el condado de Jackson, pero también simboliza el establecimiento del reino de Dios sobre la tierra. Moisés 7:18 describe a Sion como “el corazón puro,” lo que resalta que la redención de Sion incluye la santificación de los santos.
El élder Bruce R. McConkie enseñó: “Sion no es solo un lugar, sino un estado de santidad; su redención requiere tanto pureza espiritual como esfuerzos temporales.” (“La redención de Sion,” Doctrinal New Testament Commentary, 1976).
La redención de Sion es un esfuerzo dual: restaurar un lugar físico y elevar a un pueblo espiritualmente para ser dignos de habitarlo.
“Tiene que venir”
Esta frase indica la inevitabilidad y seguridad de la redención de Sion. El Señor asegura que este evento ocurrirá conforme a Su tiempo y voluntad. Doctrina y Convenios 58:31-33 enseña que el Señor establece Sus propósitos y los lleva a cabo en Su propio tiempo, aunque los santos deban trabajar activamente hacia su cumplimiento.
El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó: “El Señor cumple Sus promesas, aunque el cumplimiento a menudo requiere paciencia y fe de nuestra parte.” (“Las cosas pequeñas y sencillas,” Conferencia General, abril de 2018).
La certeza de la redención de Sion da esperanza a los santos, recordándoles que su fe y obediencia contribuyen al cumplimiento de los propósitos divinos.
“Por poder”
La redención de Sion no se logrará únicamente mediante el esfuerzo humano, sino que requerirá el poder divino. Este poder incluye la intervención de ángeles, la guía del Espíritu Santo y la presencia del Señor, como se menciona en Doctrina y Convenios 103:20, donde el Señor promete que Sus ángeles y Su presencia estarán con Su pueblo. Este principio refleja la necesidad de que los santos confíen en el Señor para lograr lo que humanamente parece imposible.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “El poder de Dios se manifiesta cuando actuamos con fe, obediencia y confianza en Su plan divino.” (“El poder de Jesucristo en tu vida,” Conferencia General, abril de 2021).
La frase “por poder” nos enseña que el éxito espiritual y temporal depende de nuestra fe en el Señor y de nuestra disposición para actuar bajo Su guía y autoridad.
El versículo 15 es un recordatorio claro de que la redención de Sion no es una tarea común ni un esfuerzo exclusivamente humano. Requiere la intervención divina, la obediencia de los santos y un compromiso absoluto con los propósitos del Señor. Esta redención es tanto literal como simbólica, apuntando a la restauración física de Sion y a la preparación espiritual de un pueblo digno.
El principio de “por poder” nos invita a confiar plenamente en el Señor, sabiendo que Su poder es suficiente para superar cualquier desafío. Al esforzarnos por ser dignos de Su ayuda, trabajamos no solo por la redención de Sion, sino por nuestra propia exaltación y preparación para Su venida.
Versículo 16: “Por tanto, levantaré a mi pueblo un varón que lo guiará, como Moisés guio a los hijos de Israel.”
El Señor compara la futura redención de Sion con el éxodo de los hijos de Israel, destacando que necesitará un liderazgo inspirado y guiado por revelación divina. Este versículo reafirma que los líderes de la Iglesia son llamados por Dios para dirigir a Su pueblo en tiempos de necesidad.
El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “Los profetas son levantados por el Señor para guiar a Su pueblo en momentos críticos de la historia.” (“Qué gran causa esta,” Conferencia General, abril de 1997).
“Por tanto, levantaré a mi pueblo”
El Señor reafirma Su compromiso de intervenir directamente en la redención de Su pueblo. La frase implica que, aunque los santos enfrentan desafíos, el Señor no los abandonará, sino que actuará en Su debido tiempo para cumplir Sus promesas. Doctrina y Convenios 1:38 nos recuerda que cuando el Señor habla, Sus palabras serán cumplidas.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “El Señor nunca abandona a Su pueblo; Él siempre levantará líderes para guiarles y cumplir Sus propósitos.” (“El poder de Jesucristo en tu vida,” Conferencia General, abril de 2021).
Dios interviene activamente en la historia de Su pueblo, mostrando que Su plan incluye no solo Su poder, sino también Su guía a través de líderes inspirados.
“Un varón que lo guiará”
El Señor promete levantar un líder específico para dirigir a Su pueblo en tiempos de necesidad. Este líder, como se describe aquí, será un instrumento en Sus manos para guiar y proteger a los santos. En el contexto histórico, este versículo hace referencia a José Smith, pero también resalta el principio eterno de que Dios llama a profetas para liderar a Su pueblo. Amós 3:7 enseña que el Señor no hace nada sin revelar Su voluntad a Sus siervos los profetas.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “A lo largo de la historia, Dios siempre ha llamado a profetas para guiar a Su pueblo en los momentos más oscuros.” (“Profetas, videntes y reveladores,” Conferencia General, octubre de 2004).
Los líderes llamados por Dios son esenciales para dirigir a Su pueblo y garantizar que sigan Sus caminos en medio de la adversidad.
“Como Moisés guio a los hijos de Israel”
El Señor compara la futura redención de Sion con la liberación de los hijos de Israel bajo Moisés. Esta comparación destaca que la redención no será fácil ni inmediata, pero será milagrosa y estará acompañada de Su poder. En Éxodo 14:13-14, Moisés animó al pueblo a tener fe en la liberación divina, una lección que también se aplica a los santos de Sion.
El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “Así como Moisés fue un líder escogido para liberar a Israel, cada generación tiene un profeta llamado por Dios para guiar a Su pueblo a través de las pruebas de su tiempo.” (“Profetas vivos, testigos vivientes,” Conferencia General, abril de 1998).
La referencia a Moisés recuerda que la obra de redención requiere fe, paciencia y obediencia, tal como lo hizo el pueblo de Israel al cruzar el Mar Rojo bajo la dirección de Moisés.
El versículo 16 resalta el papel crucial de los líderes divinamente llamados en la obra del Señor. Al comparar la redención de Sion con la guía de Moisés sobre Israel, el Señor promete una liberación poderosa que dependerá tanto de Su intervención divina como de la obediencia de Su pueblo al líder que Él levante.
La aplicación de este principio es atemporal: el Señor continúa llamando líderes para guiar a Su pueblo en tiempos de necesidad. Nos invita a confiar en esos líderes y en Su poder, sabiendo que el Señor siempre está al frente de Su obra. Este versículo nos enseña que, así como Moisés lideró a los hijos de Israel hacia la libertad, los santos pueden tener la certeza de que el Señor también levantará líderes inspirados para redimir Sion y guiarnos hacia Su presencia.
Versículo 20: “Sino que a vosotros os digo: Mis ángeles subirán delante de vosotros, y también mi presencia; y con el tiempo poseeréis la buena tierra.”
El Señor promete Su presencia y el apoyo de Sus ángeles para guiar y proteger a los santos. Este versículo refuerza la confianza de los santos en que no están solos en su esfuerzo por redimir Sion, sino que cuentan con la ayuda divina.
“Sino que a vosotros os digo”
El Señor dirige Su mensaje específicamente a los santos, mostrando Su atención personal hacia ellos. Al enfatizar “a vosotros,” el Señor destaca Su relación especial con aquellos que han hecho convenios con Él. Doctrina y Convenios 1:30 enseña que los santos son llamados a ser un pueblo peculiar, escogido para llevar adelante Su obra.
El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó: “El Señor nos conoce individualmente y se dirige a nosotros de maneras que podemos comprender, recordándonos nuestra importancia en Su plan eterno.” (“Tú importas al Señor,” Conferencia General, abril de 2011).
El mensaje personal del Señor nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con Él y nuestra disposición para recibir Su guía.
“Mis ángeles subirán delante de vosotros”
El Señor promete la protección y guía divina mediante Sus ángeles. Esto refleja Su compromiso de no dejar solos a los santos en su jornada espiritual y temporal. En Éxodo 23:20, Dios promete enviar un ángel para guiar al pueblo de Israel hacia la tierra prometida. Los ángeles son mensajeros y protectores divinos que intervienen en momentos clave para cumplir los propósitos de Dios.
El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “Nunca estamos solos en la obra del Señor. Los ángeles ministran, protegen y guían a los fieles en tiempos de necesidad.” (“Los ángeles están a nuestro alrededor,” Conferencia General, abril de 1995).
La promesa de la ayuda angélica asegura a los santos que no enfrentan sus desafíos sin apoyo celestial.
“Y también mi presencia”
La promesa de la presencia del Señor destaca Su disposición para acompañar a Su pueblo en su travesía. Mientras que los ángeles son enviados como mensajeros y protectores, la presencia del Señor es un recordatorio de Su cercanía y de Su papel como guía supremo. Éxodo 33:14 afirma: “Mi presencia irá contigo, y te daré descanso.”
El presidente Russell M. Nelson declaró: “Buscar la presencia del Señor en nuestra vida nos asegura paz y dirección incluso en los momentos más desafiantes.” (“Busca la guía del Señor,” Conferencia General, abril de 2018).
La presencia del Señor no solo guía, sino que fortalece y consuela a los santos, confirmando que Él está al frente de Su obra.
“Y con el tiempo poseeréis la buena tierra”
El Señor promete a los santos la posesión de la tierra prometida, pero también enfatiza que esta bendición vendrá “con el tiempo.” Esto enseña el principio de paciencia y perseverancia en la fe. Hebreos 6:12 nos recuerda que las promesas de Dios se heredan a través de la fe y la paciencia.
El élder Jeffrey R. Holland dijo: “El Señor cumple Sus promesas, pero a menudo lo hace en Su tiempo perfecto. Nuestra tarea es confiar en Él y mantenernos fieles.” (“Esperar en el Señor,” Conferencia General, octubre de 1999).
La promesa de la “buena tierra” simboliza no solo bendiciones temporales, sino también las recompensas espirituales y eternas que esperan a los fieles.
Este versículo combina promesas de guía divina, protección celestial y bendiciones futuras para los santos. La inclusión de los ángeles y la presencia del Señor subraya que la obra de redención y progreso de Su pueblo es una obra conjunta entre el cielo y la tierra.
El principio de paciencia, reflejado en “con el tiempo,” nos recuerda que las promesas del Señor siempre se cumplen, pero según Su tiempo perfecto. Este versículo fortalece nuestra fe en que no estamos solos en nuestras luchas, y nos invita a confiar en la guía divina mientras trabajamos por alcanzar nuestras bendiciones.
Versículo 27: “Ningún hombre tema dar su vida por mi causa; porque quien dé su vida por mi causa, la hallará de nuevo.”
Este versículo enseña el principio de sacrificio y la promesa de bendiciones eternas para aquellos que estén dispuestos a darlo todo por el Señor. La vida eterna es el regalo para quienes se consagran plenamente a Su causa.
El élder Neal A. Maxwell dijo: “El sacrificio personal por el Señor demuestra nuestro amor y fe en Él y nos prepara para recibir Su plenitud.” (“Consagración y sacrificio,” Conferencia General, abril de 1995).
“Ningún hombre tema dar su vida por mi causa”
El Señor anima a Sus seguidores a no temer el sacrificio extremo, incluso la entrega de la vida, si es necesario, por Su causa. Este llamado a la valentía y al compromiso total refleja el principio de que aquellos que están dispuestos a dar todo por el Señor muestran el grado más alto de devoción y fe. Mateo 16:25 dice: “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.”
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “El discipulado no es un camino fácil. Requiere sacrificio y, a veces, un precio muy alto. Pero ese sacrificio es un testimonio de nuestro amor por Dios y nuestro compromiso con Su obra.” (“Ven, sígueme,” Conferencia General, abril de 2010).
El sacrificio, incluso hasta dar la vida, es visto por el Señor como una expresión suprema de amor y fe. Este principio nos recuerda que las bendiciones eternas siempre superan los desafíos temporales.
“Porque quien dé su vida por mi causa”
El sacrificio personal por el evangelio es una forma de consagración total. La frase “por mi causa” indica que este sacrificio debe estar motivado por el deseo de avanzar en la obra del Señor y de ser testigos de Su nombre. Doctrina y Convenios 101:35-36 nos enseña que no debemos temer a la muerte, porque las bendiciones eternas son mucho mayores que las pérdidas terrenales.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “El sacrificio por la causa de Cristo siempre se recompensa con paz y gozo eternos. Lo que podamos perder en esta vida será insignificante comparado con lo que ganaremos en la eternidad.” (“El poder del Salvador en nuestras vidas,” Conferencia General, abril de 2017).
El Señor nos asegura que cualquier sacrificio hecho por Su causa es valioso y será recompensado abundantemente en el reino celestial.
“La hallará de nuevo”
El Señor promete que aquellos que pierdan su vida por Su causa la recuperarán, no solo en la resurrección, sino en una vida eterna llena de gozo y gloria. Esta enseñanza enfatiza la esperanza de la resurrección y la certeza de que los sacrificios por el evangelio no son en vano. Juan 11:25-26 declara: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.”
El presidente Dallin H. Oaks enseñó: “Perder la vida por la causa del Señor no es solo un sacrificio físico, sino también el acto de entregar nuestras voluntades al Padre, asegurando una vida eterna gloriosa.” (“Santificar nuestras vidas,” Conferencia General, octubre de 2012).
El Señor garantiza que quienes estén dispuestos a entregar su vida, física o espiritualmente, recibirán el don de la vida eterna y la exaltación.
El versículo 27 nos invita a reflexionar sobre el significado del sacrificio en la obra del Señor. Dar la vida por la causa de Cristo puede significar mucho más que el sacrificio físico; también incluye dedicar nuestra voluntad, tiempo y esfuerzos a Su evangelio. El sacrificio total por el Señor asegura la recompensa de la vida eterna y la comunión con Dios.
Este versículo nos recuerda que el discipulado fiel puede ser exigente, pero también es profundamente recompensador. En el contexto eterno, cualquier sacrificio hecho por la causa del Señor no solo es significativo, sino que garantiza bendiciones eternas, incluyendo la certeza de que “hallaremos de nuevo” lo que perdamos en Su servicio.
Versículo 30: “Es mi voluntad que no vuelvan mis siervos Parley P. Pratt y Lyman Wight a la tierra de sus hermanos, hasta que obtengan compañías que suban a la tierra de Sion, en número de diez, de veinte, de cincuenta o de cien, hasta que hayan llegado a un total de quinientos de los de la fuerza de mi casa.”
El Señor instruye sobre la organización del Campo de Sion, enfatizando la necesidad de unidad y esfuerzo colectivo. Este versículo enseña que la obra del Señor requiere la participación y sacrificio de muchos, trabajando juntos en armonía.
El élder Dieter F. Uchtdorf dijo: “El Señor obra a través de la unidad y la cooperación de Sus hijos. Juntos, podemos lograr cosas mayores de las que podríamos alcanzar solos.” (“Vayan adelante con fe,” Conferencia General, octubre de 2013).
“Es mi voluntad”
Esta frase enfatiza que las instrucciones que siguen provienen directamente del Señor y son una expresión de Su voluntad divina. Esto subraya que el liderazgo y las decisiones relacionadas con la redención de Sion no deben ser impulsados por motivaciones humanas, sino por la guía revelada. Doctrina y Convenios 1:38 enseña que la voluntad del Señor es definitiva y no cambia.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “El entendimiento y la obediencia a la voluntad de Dios son esenciales para lograr Su propósito en nuestra vida.” (“Disfruten de la guía del Espíritu,” Conferencia General, abril de 2023).
Esta frase nos recuerda la importancia de buscar y obedecer la guía del Señor en nuestras acciones, especialmente en Su obra.
“Que no vuelvan mis siervos Parley P. Pratt y Lyman Wight a la tierra de sus hermanos”
El Señor instruye a estos líderes a permanecer temporalmente alejados de Sion hasta que se cumplan ciertas condiciones. Esto subraya la importancia de actuar en el momento y las circunstancias adecuados según el plan divino. Eclesiastés 3:1 enseña que todo tiene su tiempo y propósito bajo el cielo.
El élder Neal A. Maxwell dijo: “Esperar en el Señor requiere fe en Su tiempo perfecto, y actuar según Su voluntad trae paz y propósito.” (“Aprovechando la espera,” Conferencia General, octubre de 1985).
La paciencia y la obediencia a la revelación son esenciales en la obra del Señor. Actuar fuera de Su tiempo puede poner en riesgo el éxito de Sus propósitos.
“Hasta que obtengan compañías que suban a la tierra de Sion”
La redención de Sion requiere un esfuerzo colectivo y organizado. El Señor instruye que Parley P. Pratt y Lyman Wight no actúen solos, sino que reúnan grupos de personas comprometidas para fortalecer el esfuerzo. Esto resalta el principio de que la obra del Señor es un esfuerzo colaborativo. Doctrina y Convenios 105:5 declara que “Sion no puede ser edificada a menos que sea en la ley del reino celestial y por el principio de unión.”
El presidente Henry B. Eyring enseñó: “El Señor espera que trabajemos juntos en unidad para edificar Su reino. La obra de Sion requiere la contribución de muchos, cada uno con sus dones y talentos.” (“Unidos en la obra del Señor,” Conferencia General, octubre de 2008).
Este principio enfatiza que la unidad y el trabajo conjunto son esenciales para lograr el éxito en los esfuerzos espirituales y temporales de la Iglesia.
“En número de diez, de veinte, de cincuenta o de cien, hasta que hayan llegado a un total de quinientos de los de la fuerza de mi casa”
El Señor proporciona un plan detallado para reunir un ejército espiritual y temporal para la redención de Sion. Esto refleja Su preocupación por el orden y la preparación adecuada en Su obra. El número específico también destaca la necesidad de actuar con una base sólida y con recursos suficientes. Doctrina y Convenios 88:119 subraya la importancia de la preparación y la organización en la obra del Señor.
El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “El éxito en la obra del Señor requiere preparación cuidadosa, organización adecuada y el compromiso de trabajar juntos hacia metas comunes.” (“Si estamos preparados, no temeremos,” Conferencia General, octubre de 2005).
El Señor espera que Sus siervos actúen con sabiduría y organización, asegurándose de que cada paso en la obra esté bien fundamentado y planeado.
El versículo 30 subraya principios fundamentales de la obra del Señor: actuar según Su voluntad, la importancia de la paciencia y la preparación, y la necesidad de trabajar en unidad. Este versículo destaca que la redención de Sion no es solo un esfuerzo individual, sino un esfuerzo colectivo que requiere la colaboración de muchos, la fe en los líderes llamados y una organización detallada bajo la guía divina.
La promesa implícita en este versículo es que, si los santos trabajan juntos en obediencia y fe, la obra del Señor prosperará. Este principio sigue siendo aplicable en la actualidad, ya que el éxito en la obra del Señor depende de nuestra disposición para actuar en unidad y seguir Su guía revelada.
























