Doctrina y Convenios
Sección 12
Contexto histórico
La Sección 12 de Doctrina y Convenios se da en un contexto crucial en la historia de la Restauración, específicamente durante el período en que José Smith estaba traduciendo el Libro de Mormón en Harmony, Pensilvania, con la ayuda de su escribiente Oliver Cowdery. En ese momento, varias personas cercanas a José Smith ofrecieron apoyo material y espiritual, facilitando el avance de esta importante obra. Uno de ellos fue Joseph Knight Sr., quien, movido por su fe y su deseo de contribuir, solicitó una revelación personal a través del Profeta.
La revelación fue recibida en mayo de 1829 en Harmony, Pensilvania. Este período fue sumamente activo en la traducción del Libro de Mormón, especialmente con el apoyo de Oliver Cowdery, quien había comenzado a servir como escribiente en abril de ese año.
Joseph Knight Sr.: Era un amigo cercano de José Smith y su familia, conocido por su generosidad y disposición para ayudar. Knight no solo creía en el llamado profético de José, sino que también lo respaldó con recursos materiales esenciales, como comida y suministros, permitiéndole concentrarse en la traducción. Este acto fue significativo, ya que José y Emma Smith enfrentaban muchas dificultades económicas.
Joseph Knight estaba profundamente interesado en la obra de la Restauración y deseaba saber cómo podría contribuir más activamente. Aunque era un hombre mayor y no poseía una educación formal extensa, su deseo sincero de apoyar la causa del Señor lo llevó a buscar guía espiritual a través del Profeta.
En este momento, José y Oliver trabajaban intensamente en la traducción del Libro de Mormón, un esfuerzo que culminaría más tarde ese mismo año. Este proceso marcaba el cumplimiento de las promesas iniciales que José había recibido sobre su llamado profético.
La Sección 12 está en línea con otras revelaciones similares dadas en este período, como las secciones 4, 6, y 11, en las que el Señor llama a individuos con fe y deseo sincero a contribuir en la obra misional y en el establecimiento de Sion.
La Sección 12 subraya principios eternos para quienes desean participar en la obra de Dios, destacando la importancia de: La humildad, el amor y las virtudes cristianas (fe, esperanza y caridad). El deseo sincero como base para ser llamado a la obra. La disposición a servir con moderación y obediencia a los mandamientos.
En un sentido más amplio, esta revelación no solo fue dirigida a Joseph Knight Sr., sino a todos aquellos con un deseo sincero de servir en el reino de Dios, marcando una invitación universal que sigue vigente. En este contexto, Joseph Knight fue una figura ejemplar de fe y disposición para sostener la obra del Señor, a pesar de los desafíos de su tiempo.
― Doctrina y Convenios 12:1. “Una obra grande y maravillosa está a punto de aparecer entre los hijos de los hombres” El versículo contiene un mensaje de esperanza, propósito y cumplimiento profético. Cada frase aporta principios doctrinales aplicables a la obra del Señor en la dispensación de la plenitud de los tiempos.
“Una obra grande y maravillosa”. Esta frase describe la Restauración del evangelio de Jesucristo, incluyendo la venida del Libro de Mormón, la organización de la Iglesia, y el establecimiento del reino de Dios sobre la tierra en los últimos días.
El término “grande y maravillosa” subraya la magnitud y trascendencia divina de esta obra, que cumple las profecías de los profetas antiguos (Isaías 29:14).
Reconocer que somos parte de esta obra divina y que nuestro papel, por pequeño que parezca, contribuye al cumplimiento del plan de Dios.
Reflexionar sobre las bendiciones que hemos recibido gracias a la Restauración, como el acceso al sacerdocio, al templo y a la revelación personal.
Gordon B. Hinckley: “No hay obra más grande ni maravillosa en la tierra que la obra del evangelio restaurado de Jesucristo. Es un milagro continuo que bendice la vida de millones” (El milagro del evangelio restaurado, Conferencia General, abril de 1997).
Esto destaca que la obra de Dios es constante y sigue creciendo en influencia y alcance.
“Está a punto de aparecer”. La frase enfatiza que la obra de Dios está en constante avance y renovación, y que Él trabaja según Su propio tiempo para preparar a las personas y las circunstancias necesarias.
También indica que, aunque la Restauración comenzó en el siglo XIX, la obra sigue desarrollándose hasta el cumplimiento total de los propósitos divinos.
Estar atentos y preparados para los momentos en los que el Señor nos invite a participar más activamente en Su obra. Entender que el progreso del evangelio es continuo y que las oportunidades de contribuir son constantes.
Russell M. Nelson: “Estamos viviendo en el cumplimiento de una profecía. Esta es una época que los profetas antiguos anhelaron ver. Ustedes son parte de esta obra majestuosa” (El recogimiento de Israel: una obra majestuosa, Conferencia General, octubre de 2018).
Esto nos recuerda que vivimos en un tiempo extraordinario, con responsabilidades únicas.
“Entre los hijos de los hombres”. Esta frase refleja que el propósito del evangelio es bendecir a toda la humanidad. La obra de Dios no está restringida a un grupo específico, sino que está destinada a llegar a todos Sus hijos.
El plan de salvación es universal, y el evangelio está diseñado para unificar a los hijos de Dios en todas las naciones, tribus y lenguas (véase 2 Nefi 26:33).
Trabajar para llevar el evangelio a todas las personas, mostrando amor y comprensión sin importar sus antecedentes o circunstancias. Participar en la obra misional y en los esfuerzos por construir el reino de Dios dondequiera que estemos.
Howard W. Hunter: “El evangelio de Jesucristo es un mensaje de esperanza y amor para toda la humanidad. Todos los hijos de Dios tienen derecho a escuchar esta obra maravillosa” (El evangelio universal, Conferencia General, abril de 1994).
Este versículo es una declaración profética sobre el impacto y alcance del evangelio restaurado. Cada miembro de la Iglesia tiene el privilegio y la responsabilidad de participar en esta obra grande y maravillosa. Al comprender la magnitud de esta declaración, podemos ser más conscientes de nuestro papel en el plan de Dios, trabajando con fe, diligencia y amor para bendecir a los demás y ser instrumentos en Sus manos.
― Doctrina y Convenios 12:3. “He aquí, el campo blanco está ya para la siega; por tanto, quien quisiere cosechar, meta su hoz con su fuerza y siegue mientras dure el día, a fin de que atesore para su alma la salvación sempiterna en el reino de Dios” El versículo está cargado de simbolismo y principios doctrinales. Cada frase contiene verdades esenciales que nos guían en nuestra participación en la obra del Señor.
“He aquí, el campo blanco está ya para la siega”. El campo blanco: Representa a las personas listas para recibir el evangelio. Este simbolismo también implica que el tiempo de trabajar en la obra del Señor es ahora. La expresión “ya” denota urgencia.
Reconocer que muchas personas están preparadas espiritualmente para aceptar la verdad. Nuestro rol es identificarlas y brindarles oportunidades de aprender el evangelio.
Thomas S. Monson: “Hay quienes buscan la verdad sin saber exactamente dónde encontrarla. Nosotros tenemos el privilegio y la responsabilidad de ayudarles” (Bajo el estandarte de la verdad, Conferencia General, octubre de 2011).
Este comentario refuerza que hay almas listas, y nuestra tarea es ayudarles a hallar la verdad.
“Por tanto, quien quisiere cosechar, meta su hoz con su fuerza”. La hoz: Representa nuestras habilidades, talentos y disposición para trabajar en la obra del Señor.
“Con su fuerza”: Nos insta a emplear todo nuestro esfuerzo y dedicación en esta labor divina. Cada miembro de la Iglesia debe usar sus dones y recursos para avanzar la obra de Dios, esforzándose al máximo en sus asignaciones misionales o de servicio.
Russell M. Nelson: “El Señor necesita hombres y mujeres que sean fuertes, que usen sus talentos y energías para reunir a Israel en estos últimos días” (El recogimiento de Israel: una obra majestuosa, Conferencia General, octubre de 2018).
El presidente Nelson recalca que la obra requiere fuerza y dedicación total.
“Y siegue mientras dure el día”. “Mientras dure el día”: Hace referencia al tiempo limitado que tenemos en la vida terrenal para participar en la obra del Señor. El “día” simboliza esta vida mortal, mientras que la “noche” alude a la oportunidad perdida después de esta vida.
No posponer nuestra participación en la obra de Dios. Cada día es una oportunidad para contribuir y prepararnos espiritualmente.
Henry B. Eyring: “No debemos retrasar la obra del Señor. Cada día cuenta, y nuestro trabajo hoy determinará cómo enfrentaremos la eternidad” (Hoy decide ser valiente, Conferencia General, octubre de 2015).
Este consejo nos insta a actuar ahora y no dejar la obra para después.
“A fin de que atesore para su alma la salvación sempiterna en el reino de Dios”. “Atesore”: Subraya que la obra de Dios no solo bendice a los demás, sino que también asegura nuestra propia exaltación al cumplir con nuestras responsabilidades divinas.
Al participar en la obra misional y en la construcción del reino de Dios, nos aseguramos bendiciones eternas para nuestra alma.
David A. Bednar: “Cuando servimos a los demás, no solo les ayudamos a venir a Cristo, sino que también nos acercamos a Él y atesoramos Su salvación en nuestras vidas” (Venid y ved, id y haced, Conferencia General, octubre de 2014).
Este comentario resalta cómo la obra del Señor transforma tanto a quien recibe el mensaje como a quien lo comparte.
Este versículo nos enseña que la obra del Señor es urgente, que requiere esfuerzo completo y que las bendiciones eternas están garantizadas para quienes trabajen fielmente en Su viña. Al actuar hoy con fuerza, dedicación y propósito, aseguramos no solo la salvación de otras almas, sino también nuestra propia exaltación en el reino celestial.
― Doctrina y Convenios 12:3. “He aquí, el campo blanco está ya para la siega; por tanto, quien quisiere cosechar, meta su hoz con su fuerza y siegue mientras dure el día, a fin de que atesore para su alma la salvación sempiterna en el reino de Dios”.
Este es un llamado directo a la acción para los que deseen participar en la obra del Señor, simbolizando la urgencia de trabajar mientras hay oportunidad. El versículo refleja la urgencia, dedicación y bendiciones asociadas a la participación en la obra del Señor. Cada frase contiene enseñanzas clave sobre nuestra responsabilidad individual en Su obra.
“He aquí, el campo blanco está ya para la siega”. El “campo blanco” simboliza las personas preparadas para recibir el evangelio. El Señor declara que el tiempo para trabajar en Su obra es ahora (véase Juan 4:35).
Este llamado sugiere que las oportunidades para compartir el evangelio son numerosas y requieren nuestra atención inmediata.
Estar atentos y dispuestos a participar en la obra misional y en el servicio cristiano. Las personas a nuestro alrededor pueden estar listas para escuchar el mensaje del evangelio.
Reconocer que Dios prepara los corazones de las personas para recibir Su verdad; nuestra tarea es actuar como Sus instrumentos.
Gordon B. Hinckley: “Nunca antes ha habido una oportunidad más grande para compartir el evangelio con aquellos que buscan respuestas. El campo está, en verdad, blanco y listo para la siega” (El campo blanco está listo para la siega, Conferencia General, octubre de 1984).
“Por tanto, quien quisiere cosechar, meta su hoz con su fuerza”. La “hoz” representa nuestras habilidades, talentos y disposición para servir al Señor. El esfuerzo requerido debe ser realizado con dedicación total, empleando toda nuestra “fuerza”.
El llamado no es exclusivo de los misioneros de tiempo completo; todos los discípulos de Cristo están invitados a participar.
Usar nuestros talentos y tiempo para avanzar la obra de Dios. La “fuerza” implica compromiso completo y disposición a esforzarse, superando desafíos.
Considerar formas prácticas de servir, como compartir el evangelio, apoyar a los líderes de la Iglesia o trabajar en proyectos de servicio.
Russell M. Nelson: “El Señor necesita hombres y mujeres que no solo deseen trabajar, sino que trabajen con todo su corazón, mente y fuerza para recoger a Israel” (El recogimiento de Israel: una obra majestuosa, Conferencia General, octubre de 2018).
“Y siegue mientras dure el día”. “Mientras dure el día” representa el tiempo limitado que tenemos en la vida mortal para participar en la obra del Señor. La oportunidad de servir no es infinita y requiere urgencia.
Este simbolismo también refleja la enseñanza de Jesucristo sobre trabajar “mientras es de día” (Juan 9:4).
No posponer nuestra participación en la obra del Señor. Cada día es una oportunidad de actuar en rectitud y servir. Establecer metas personales para ser más proactivos en la edificación del reino de Dios.
Henry B. Eyring: “El tiempo es corto. Nuestra oportunidad para edificar Su reino y servir a los demás no durará para siempre. Trabajemos diligentemente mientras podemos” (Hoy decide ser valiente, Conferencia General, octubre de 2015).
“A fin de que atesore para su alma la salvación sempiterna en el reino de Dios”. El servicio en la obra del Señor no solo bendice a otros, sino que también nos ayuda a asegurar nuestra propia exaltación. Al trabajar en Su obra, acumulamos “tesoros en los cielos” (Mateo 6:20).
Participar en la obra del Señor nos transforma espiritualmente, acercándonos más a Él.
Recordar que nuestro servicio no solo beneficia a los demás, sino que también fortalece nuestra relación con Dios y asegura nuestra propia salvación.
Servir con un corazón dispuesto y con gratitud por la oportunidad de participar en la obra divina.
David A. Bednar: “La obra misional no solo se trata de ayudar a los demás a venir a Cristo. También se trata de llegar a conocerlo nosotros mismos de maneras más profundas y personales” (Venid y ved, id y haced, Conferencia General, octubre de 2014).
Este versículo es un llamado universal a participar activamente en la obra del Señor con urgencia, dedicación y fe. Subraya que el servicio no solo beneficia a las almas que tocamos, sino que también fortalece nuestra relación personal con Dios y asegura nuestra salvación eterna. Al reconocer el campo blanco listo para la siega, debemos actuar con un compromiso sincero, confiando en que nuestras contribuciones, grandes o pequeñas, tienen un impacto eterno en el reino de Dios.
Dios nos llama a trabajar con todo nuestro corazón, mente y fuerza mientras tengamos oportunidad. Cada esfuerzo en Su obra, no importa cuán pequeño parezca, es significativo para nuestro crecimiento espiritual y para la salvación de los demás. Este versículo nos invita a ver la obra del Señor como una prioridad diaria y un privilegio eterno.
― Doctrina y Convenios 12:4. “Sí, quien meta su hoz y coseche es llamado por Dios”. El versículo enseña un principio clave sobre el servicio en la obra del Señor. Cada frase de este versículo contiene una invitación, una promesa y un principio doctrinal significativo.
Este versículo enfatiza que el Señor llama a aquellos que están dispuestos a actuar y trabajar en Su obra. No es necesario esperar un llamado formal; el simple acto de “meter la hoz” simboliza que al actuar con fe y dedicación, somos reconocidos y capacitados por Dios para contribuir a Su reino. Este principio nos recuerda que el servicio en la obra del Señor no solo beneficia a los demás, sino que también fortalece nuestra relación con Él.
El versículo “Sí, quien meta su hoz y coseche es llamado por Dios” subraya que el trabajo en la viña del Señor está abierto para todos los que deseen participar. Este llamado divino no depende de habilidades perfectas, sino de disposición sincera. Al participar activamente en la obra, nos acercamos más al Señor y ayudamos a otros a hacer lo mismo, asegurando bendiciones eternas tanto para ellos como para nosotros.
“Sí, quien meta su hoz”. La “hoz” simboliza las habilidades, talentos y disposición de las personas para trabajar en la obra del Señor. Este acto requiere esfuerzo, intencionalidad y un deseo sincero de servir. Este llamado es inclusivo; cualquier persona que esté dispuesta a trabajar en la obra puede hacerlo.
Dieter F. Uchtdorf: “El Señor no espera que hagamos más de lo que podemos, pero espera que hagamos lo mejor que podamos. Meter nuestra hoz significa actuar con fe y disposición” (A medida que los hombres se esfuerzan, Dios guía, Conferencia General, octubre de 2015). Esto subraya que el esfuerzo sincero es lo que califica a una persona para servir en la obra del Señor.
Tomar la iniciativa de participar en la obra del Señor, identificando nuestras capacidades y poniéndolas al servicio de los demás. Reconocer que no se requiere perfección, solo disposición y fe.
“Y coseche”. La “cosecha” representa el fruto del esfuerzo en la obra del Señor. Este trabajo incluye llevar almas a Cristo, fortalecer a los miembros de la Iglesia y contribuir al establecimiento de Sion.
La cosecha también simboliza las bendiciones espirituales personales que vienen al servir al Señor.
Russell M. Nelson: “El gozo que proviene de la obra del Señor es eterno. La cosecha en Su viña no solo bendice a los demás, sino que nos transforma espiritualmente a nosotros mismos” (El gozo del recogimiento, Conferencia General, octubre de 2016). Esto enfatiza que el servicio genera frutos tanto externos como internos.
Participar activamente en actividades como el servicio misional, las ministraciones o los proyectos de servicio comunitario. Reconocer que nuestras acciones pueden tener un impacto eterno, tanto en nosotros como en quienes ayudamos.
“Es llamado por Dios”. El llamado a servir proviene de Dios y está disponible para todos los que están dispuestos a trabajar en Su viña. No depende de posiciones eclesiásticas específicas, sino del deseo sincero de servir. Dios califica a aquellos que llama. Al actuar con fe, recibimos las habilidades necesarias para cumplir con Su obra.
Thomas S. Monson: “Cuando Dios llama a alguien, Él califica a esa persona para la labor. No se nos deja solos; recibimos Su guía y fortaleza” (Llamados a servir, Conferencia General, octubre de 2000).
Esto nos asegura que el Señor capacita a quienes responden a Su llamado.
Confiar en que el Señor nos ayudará a cumplir cualquier llamado o asignación, sin importar cuán inadecuados podamos sentirnos.
Buscar oportunidades para ser instrumentos en las manos de Dios, sabiendo que Él dirige Su obra.
― Doctrina y Convenios 12:6. “Guarda mis mandamientos y procura sacar a luz y establecer la causa de Sion”. El versículo contiene principios esenciales sobre la obediencia, la acción diligente en la obra del Señor y el establecimiento de Sion como un objetivo central del evangelio de Jesucristo. Cada frase de este versículo aborda aspectos clave de nuestra relación con Dios y nuestra participación en Su obra.
Este versículo combina tres elementos esenciales de la obra del Señor: la obediencia personal, el servicio proactivo y la construcción de Sion. Cada uno de estos principios está interconectado y nos invita a dedicar nuestra vida a algo más grande que nosotros mismos: el establecimiento del reino de Dios en la tierra. Guardar los mandamientos nos califica para ser instrumentos en Sus manos; sacar a luz Su obra ilumina a los demás; y establecer Sion asegura que el evangelio florezca en un mundo necesitado de justicia y amor.
El versículo es un llamado universal a la acción y a la fidelidad. Al vivir obedientemente, compartir el evangelio y trabajar por la unidad y la pureza de corazón, no solo cumplimos nuestra parte en la obra del Señor, sino que también ayudamos a construir Sion en preparación para la venida de Cristo. Este versículo nos recuerda que cada uno de nosotros tiene un papel vital en el plan de Dios.
“Guarda mis mandamientos”. La obediencia a los mandamientos es el fundamento de nuestra relación con Dios. Es el primer paso para ser dignos de participar en Su obra. Este principio refleja el convenio de servir al Señor con rectitud y dedicación. (Véase Juan 14:15: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”).
Dieter F. Uchtdorf: “La obediencia no es solo una regla, sino una expresión de amor y fe en Dios. Al guardar Sus mandamientos, encontramos dirección y propósito” (El porqué de la obediencia, Conferencia General, abril de 2013). Esto enfatiza que la obediencia no es meramente cumplimiento, sino una manifestación de amor y confianza en el Señor. Evaluar nuestra vida para asegurarnos de que estamos guardando los mandamientos del Señor con sinceridad. Usar la obediencia como un medio para fortalecer nuestra relación con Dios y prepararnos para servir en Su obra.
“Procura sacar a luz”. “Sacar a luz” se refiere al esfuerzo activo por traer conocimiento, verdad y bendiciones a los demás. Este llamado incluye compartir el evangelio, participar en la obra misional y hacer brillar la luz de Cristo. Implica actuar con diligencia para hacer visibles las verdades del evangelio y promover el crecimiento del reino de Dios en la tierra.
Russell M. Nelson: “El evangelio restaurado es una luz en un mundo oscuro. Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de hacer brillar esa luz en nuestras comunidades y en el mundo” (Luz del Señor, Conferencia General, abril de 2021). Este comentario refuerza la necesidad de compartir activamente el evangelio con los demás.
Buscar oportunidades para compartir el evangelio en nuestras interacciones cotidianas. Ser un ejemplo de los principios del evangelio para iluminar la vida de quienes nos rodean.
“Establecer la causa de Sion”. “La causa de Sion” se refiere al establecimiento de una sociedad justa, unida y centrada en Dios. Sion representa el ideal de la comunidad del convenio: pura de corazón, dedicada al Señor y al servicio mutuo. Este llamado implica contribuir al fortalecimiento de la Iglesia, la edificación de templos y la preparación para la segunda venida de Cristo (véase Moisés 7:18).
Jeffrey R. Holland: “Sion no es solo un lugar geográfico; es un estado del corazón. Cuando construimos Sion, nos acercamos más al Señor y ayudamos a otros a hacer lo mismo” (Como Sion, triunfaremos, Conferencia General, octubre de 2020).
Esto destaca que la obra de establecer Sion comienza en nuestras vidas personales y se extiende a nuestras comunidades.
Participar activamente en la obra de salvación y exaltación, como ministrar, hacer convenios en el templo y ayudar a los necesitados. Promover la unidad y el amor dentro de nuestras familias, barrios y comunidades para reflejar el espíritu de Sion.
― Doctrina y Convenios 12:8. “Y nadie puede ayudar en ella a menos que sea humilde y lleno de amor, y tenga fe, esperanza y caridad, y sea moderado en todas las cosas, cualesquiera que le fueren confiadas”. El versículo establece los requisitos espirituales y las virtudes necesarias para participar eficazmente en la obra del Señor. Este versículo subraya la importancia del carácter cristiano en el servicio a Dios.
Este versículo nos enseña que la obra del Señor requiere más que habilidades o esfuerzos superficiales. Se necesita un corazón preparado, lleno de humildad, amor y virtudes cristianas. Además, la moderación asegura que nuestro servicio sea efectivo y sostenible, mostrando sabiduría y prudencia al responder al llamado del Señor.
El versículo subraya que el servicio en la obra de Dios es tanto una acción externa como un desarrollo interno. La verdadera efectividad en Su obra proviene de la combinación de un carácter virtuoso y una disposición humilde para seguir Su voluntad. Este llamado nos invita a prepararnos espiritualmente y a actuar con equilibrio y amor, reflejando los atributos de Cristo en todo lo que hacemos.
“Y nadie puede ayudar en ella a menos que sea humilde y lleno de amor”. La humildad es esencial para reconocer nuestra dependencia de Dios. Es el fundamento que permite recibir guía divina y trabajar en armonía con los demás. Estar lleno de amor implica un corazón puro y una actitud altruista hacia Dios y los demás. Este amor se asocia con el amor cristiano o caridad (véase Moroni 7:47).
Ezra Taft Benson: “La humildad significa someter nuestra voluntad a la voluntad de Dios. Solo con un corazón humilde podemos ayudar verdaderamente en la obra del Señor” (La grandeza de la humildad, Conferencia General, octubre de 1989). Esto resalta que la humildad es el primer paso para ser un instrumento eficaz en la obra de Dios.
Thomas S. Monson: “El amor es el principio que motiva toda acción cristiana. Si servimos sin amor, perdemos el verdadero espíritu del servicio” (El amor, la esencia del evangelio, Conferencia General, abril de 2014). Cultivar la humildad al buscar la voluntad de Dios en nuestras decisiones. Desarrollar amor hacia los demás a través del servicio desinteresado y el fortalecimiento de nuestras relaciones personales.
“Y tenga fe, esperanza y caridad”. La fe es la base de toda acción en la obra del Señor. Permite avanzar con confianza, incluso en medio de incertidumbres. La esperanza motiva al discípulo a perseverar, confiando en las promesas de Dios. La caridad es el amor puro de Cristo, indispensable para ayudar en la obra de salvación.
Jeffrey R. Holland: “La fe, la esperanza y la caridad son las virtudes esenciales que definen a un verdadero discípulo de Cristo. Sin ellas, no podemos construir Sion ni cumplir con nuestro potencial espiritual” (La obra de la esperanza, Conferencia General, octubre de 2013). Esto destaca cómo estas virtudes interrelacionadas son fundamentales para participar en la obra del Señor.
Fortalecer nuestra fe mediante el estudio de las Escrituras y la oración. Mantener esperanza, incluso en tiempos difíciles, recordando que las promesas de Dios son seguras. Practicar la caridad al tratar a los demás con empatía, bondad y perdón.
“Y sea moderado en todas las cosas, cualesquiera que le fueren confiadas”. La moderación implica equilibrio y prudencia en nuestras acciones, emociones y responsabilidades. Es una manifestación de autodisciplina y sabiduría. Este principio asegura que el servicio en la obra del Señor se realice con constancia y sostenibilidad, evitando excesos o negligencia.
Dallin H. Oaks: “La moderación es una muestra de dominio propio, una cualidad que demuestra que estamos alineados con el Espíritu de Dios en todas las cosas” (Ser moderados y prudentes, Conferencia General, abril de 1994). Esto subraya que la moderación permite que nuestras acciones sean guiadas por el Espíritu.
Evaluar nuestras prioridades para mantener un equilibrio entre el servicio, la familia, el trabajo y otras responsabilidades. Ser conscientes de nuestras limitaciones físicas, emocionales y espirituales, confiando en que el Señor magnifica nuestros esfuerzos.
― Doctrina y Convenios 12:9. “He aquí, yo soy la luz y la vida del mundo, el que hablo estas palabras. Por tanto, escucha con tu poder, y entonces eres llamado. Amén.” El versículo destaca la identidad divina de Cristo, Su rol en la salvación de la humanidad y el proceso de responder a Su llamado. Este versículo invita a los discípulos de Cristo a reconocer Su autoridad y actuar en consecuencia.
Este versículo combina el reconocimiento de Cristo como el centro de nuestra vida espiritual con la invitación a escuchar activamente Su voz y responder con fe. Nos recuerda que el llamado divino no depende de nuestras habilidades naturales, sino de nuestra disposición para escuchar y actuar. Al reconocer a Cristo como la “luz y la vida del mundo,” nos acercamos a Él y respondemos a Su llamado a participar en Su obra redentora.
El versículo es una invitación directa y poderosa a reconocer la divinidad de Cristo, a escuchar con atención y a actuar con fe. Al hacerlo, somos llamados y capacitados para ser discípulos efectivos en Su reino, llevando Su luz y Su vida a un mundo que necesita desesperadamente esperanza y salvación.
“He aquí, yo soy la luz y la vida del mundo”. Cristo se declara como la “luz” y la “vida” del mundo, destacando Su rol divino como fuente de guía espiritual y vida eterna. La luz simboliza Su capacidad de disipar la oscuridad espiritual, y la vida alude a Su sacrificio expiatorio que da vida eterna a los fieles.
Howard W. Hunter: “Cristo es la luz que guía nuestros pasos en un mundo oscuro y la fuente de vida eterna para todos los que le siguen” (Cristo, nuestra luz y salvación, Conferencia General, abril de 1992). Esto subraya que Él es el centro de toda esperanza y propósito espiritual.
Reconocer a Cristo como nuestra guía en la toma de decisiones y nuestra fuente de fortaleza espiritual. Buscar Su luz mediante la oración, el estudio de las Escrituras y la obediencia a Sus mandamientos.
“El que hablo estas palabras”. Este enunciado enfatiza que las palabras de Cristo son divinas, poderosas y llenas de verdad eterna. Él es el Verbo (véase Juan 1:1), y Sus palabras nos conducen a la salvación. Subraya la importancia de prestar atención a Su mensaje y seguirlo con fe.
Jeffrey R. Holland: “Cuando Cristo habla, no solo transmite palabras; comunica vida, poder y promesas eternas que transforman nuestras almas” (Las palabras de Cristo nos guían, Conferencia General, abril de 1998). Esto refuerza la necesidad de tomar en serio las enseñanzas del Salvador.
Meditar en las palabras de Cristo y aplicar Sus enseñanzas a nuestra vida diaria. Prestar atención a las revelaciones personales y colectivas que vienen de Él y Sus profetas.
“Por tanto, escucha con tu poder”. Escuchar “con tu poder” implica prestar atención con toda nuestra mente, corazón y fuerza, mostrando disposición para actuar. Este llamado exige no solo oír, sino también responder y comprometerse con el mensaje divino.
Dieter F. Uchtdorf: “Escuchar con atención significa estar preparados para actuar. No basta con oír; debemos permitir que las palabras de Cristo transformen nuestra vida” (Escucha, y síguelo, Conferencia General, abril de 2012). Esto resalta que la verdadera escucha implica acción.
Prepararnos espiritualmente para escuchar la voz de Cristo a través de la oración, las Escrituras y las palabras de los profetas. Actuar sobre las impresiones y revelaciones que recibamos con fe y determinación.
“Y entonces eres llamado”. Responder al llamado de Cristo depende de nuestra disposición para escuchar y actuar. Este llamado no es solo un nombramiento formal; es una invitación a ser discípulos activos en Su obra. Quienes escuchan y obedecen son calificados y llamados para avanzar Su reino.
Thomas S. Monson: “El Señor llama a aquellos que están dispuestos a escuchar y a actuar. Él no exige perfección, sino disposición y fe” (Llamados por el Señor, Conferencia General, abril de 2004). Esto refuerza que el llamado divino se basa en nuestra respuesta activa a Su invitación.
Estar atentos a los llamados del Señor en nuestra vida, ya sea en asignaciones formales o en impresiones espirituales personales. Responder al llamado de Cristo con entusiasmo, confiando en que Él nos capacitará para cumplir con lo que se nos pide.
Organización por temas
1. La Gran Obra del Señor
Versículos: 1–2
El Señor declara que una obra «grande y maravillosa» está a punto de manifestarse entre los hombres. La referencia es clara hacia la Restauración del Evangelio, la traducción del Libro de Mormón y la edificación de Sion. Luego, el Señor enfatiza la autoridad y el poder de Su palabra, describiéndola como «más cortante que una espada de dos filos», lo que implica que es capaz de discernir y penetrar hasta lo más profundo del alma humana.
Este pasaje resalta la naturaleza divina de la obra del Señor y la certeza de su cumplimiento. La frase «grande y maravillosa» es un eco de Isaías 29:14, que profetiza la restauración del Evangelio en los últimos días. Además, la descripción de la palabra de Dios como una espada nos recuerda que Su verdad tiene el poder de transformar vidas, separar la luz de la oscuridad y dirigir a los justos hacia la salvación. Para los discípulos de Cristo, esta es una invitación a confiar en la certeza de Su obra y a prestar atención a Su voz.
2. La Urgencia de la Siega Espiritual
Versículos: 3–4
Dios usa la metáfora agrícola de la siega para ilustrar la urgencia de la obra misional. La imagen del campo «blanco para la siega» indica que la humanidad está lista para recibir el Evangelio. Se exhorta a todos los que deseen participar en la obra a que lo hagan con diligencia, pues su recompensa será la salvación eterna. También se menciona que quien se involucra en la cosecha espiritual es llamado por Dios.
Esta metáfora es recurrente en las Escrituras (véase Juan 4:35 y Doctrina y Convenios 4:4), y enfatiza que la obra del Señor requiere acción inmediata. El campo está listo, lo que significa que hay personas preparadas para recibir la verdad y que solo necesitan la invitación correcta. Para los discípulos de Cristo, esto implica que no deben postergar su participación en la obra de Dios, sino actuar con fe, dedicación y propósito.
3. La Promesa de Respuesta a la Oración
Versículo: 5
Dios promete que si alguien pide, recibirá; si llama, se le abrirá. Esta es una reafirmación del principio de la oración sincera y la revelación personal. Joseph Knight había mostrado interés en la obra del Señor, y en respuesta, se le garantiza que al buscar la ayuda divina, la recibirá.
Este principio es una verdad universal en el Evangelio. En Mateo 7:7, Cristo enseña el mismo concepto: «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.» Dios no es un ser distante que ignora nuestras peticiones, sino un Padre amoroso que responde a aquellos que se acercan a Él con sinceridad y fe. Para nosotros, esto significa que podemos confiar en la guía del Señor en nuestra vida y en nuestro servicio dentro de Su obra.
4. La Responsabilidad de Edificar Sion
Versículo: 6
El Señor le da a Joseph Knight una misión clara: guardar los mandamientos y trabajar en la causa de Sion. Esto implica la edificación del Reino de Dios en la tierra mediante la predicación del Evangelio, la construcción de una comunidad basada en los principios de Cristo y el establecimiento de la Iglesia restaurada.
El concepto de «Sion» es central en la doctrina del Evangelio. No se trata solo de un lugar físico, sino de un estado espiritual y social donde los santos viven en rectitud y unidad. La invitación a «sacar a luz y establecer la causa de Sion» sigue vigente hoy en día, recordándonos que nuestro propósito como discípulos es contribuir a la obra del Señor con obediencia, dedicación y amor.
5. Los Requisitos para Participar en la Obra del Señor
Versículos: 7–8
Dios deja en claro que no todos pueden ayudar en Su obra de cualquier manera; hay requisitos específicos. Aquellos que deseen participar deben ser humildes, llenos de amor, tener fe, esperanza y caridad, y ser moderados en todo lo que se les confíe.
Este pasaje subraya que el éxito en la obra del Señor no depende del talento, el conocimiento o la riqueza, sino del carácter y la disposición espiritual. La humildad y el amor son esenciales, pues la obra del Evangelio no es para beneficio personal, sino para la gloria de Dios y la salvación de las almas. La moderación también es clave, ya que quienes trabajan en la obra del Señor deben evitar los extremos y actuar con equilibrio y prudencia.
6. Cristo como la Luz y la Vida del Mundo
Versículo: 9
El Señor concluye la revelación declarando Su identidad: Él es la luz y la vida del mundo. También enfatiza la necesidad de escuchar Su voz con todo el poder que se tenga, ya que hacerlo es una señal de que uno ha sido llamado por Dios.
Jesucristo es el centro de la obra de Dios. Sin Él, no hay luz ni vida espiritual. Al reconocer Su papel, Joseph Knight y todos los discípulos son invitados a seguirlo y a responder a Su llamado con todo su ser. Esta invitación sigue vigente para nosotros hoy: escuchar la voz del Señor y actuar con convicción, sabiendo que el servicio en Su obra es una de las mayores bendiciones que podemos recibir.
Conclusión General
La Sección 12 es una revelación breve pero poderosa que subraya varios principios fundamentales del Evangelio: la urgencia de la obra del Señor, la certeza de la revelación personal, la responsabilidad de edificar Sion y las cualidades requeridas para participar en la obra divina. La lección más importante es que Dios llama a aquellos que desean servir, pero espera que lo hagan con humildad, amor y fidelidad. Al igual que Joseph Knight, cada uno de nosotros puede encontrar su lugar en la obra del Señor y contribuir al avance de Su Reino en la tierra.
























