Doctrina y Convenios
Sección 17
Contexto histórico
La Sección 17 de Doctrina y Convenios tiene un contexto histórico significativo dentro de los eventos relacionados con la traducción y la publicación del Libro de Mormón. Fue dada en junio de 1829, un periodo de gran actividad para José Smith y sus colaboradores en la restauración del Evangelio.
En este momento, José Smith estaba completando la traducción del Libro de Mormón con la ayuda de Oliver Cowdery como escribiente. Durante este proceso, José descubrió pasajes que profetizaban sobre tres testigos especiales que testificarían de las planchas grabadas y de otros objetos sagrados relacionados con la obra (véanse Éter 5:2–4; 2 Nefi 11:3; 27:12). Estos versículos indicaban que Dios designaría a tres personas para dar testimonio tangible de la autenticidad del Libro.
Oliver Cowdery, David Whitmer y Martin Harris, colaboradores cercanos de José, sintieron un fuerte deseo de ser esos testigos mencionados. Martin Harris, quien había financiado parcialmente la traducción, anhelaba una confirmación espiritual de su sacrificio. Oliver y David también estaban profundamente comprometidos con la obra y deseaban este privilegio.
José Smith, al ser consultado por ellos, buscó guía del Señor. La respuesta, recibida a través del Urim y Tumim, fue esta revelación, que confirma que ellos serían los testigos designados. En esta revelación, el Señor establece las condiciones bajo las cuales los testigos verían las planchas y otros objetos sagrados: la fe sincera y un propósito puro.
Además de las planchas del Libro de Mormón, la revelación menciona otros artefactos sagrados: El pectoral. La espada de Labán. El Urim y Tumim, instrumento de revelación dado al hermano de Jared. Los directores milagrosos (Liahona) que Lehi recibió en el desierto.
Estos objetos, cargados de simbolismo y significado, subrayan la conexión del Libro de Mormón con el plan divino de salvación y con eventos y personas de la antigüedad.
Tras esta revelación, Oliver Cowdery, David Whitmer y Martin Harris oraron junto a José Smith, y luego de un tiempo de preparación espiritual, recibieron una manifestación divina. Testificaron haber visto un ángel que les mostró las planchas y los objetos sagrados. Este testimonio quedó plasmado en el prefacio del Libro de Mormón, conocido como el “Testimonio de los Tres Testigos”.
El Señor destaca que el propósito del testimonio de estos hombres era apoyar a José Smith en su misión, protegerlo de las acusaciones y ayudar a cumplir los designios de Dios para la humanidad. El testimonio serviría como una evidencia adicional de la veracidad del Libro de Mormón.
Este evento marcó un hito en la Restauración, pues estableció un patrón de testigos oculares que validaron la obra de José Smith.
El testimonio de los Tres Testigos ha sido un apoyo constante para los miembros de la Iglesia, especialmente frente a las críticas y dudas sobre el origen del Libro de Mormón.
En resumen, la Sección 17 refleja la naturaleza divina de la obra de José Smith, la importancia del testimonio colectivo y la centralidad de la fe en el cumplimiento de los propósitos divinos.
― Doctrina y Convenios 17:1. “He aquí, os digo que tenéis que confiar en mi palabra, y si lo hacéis con íntegro propósito de corazón, veréis las planchas, y también el pectoral, la espada de Labán, el Urim y Tumim que le fue dado al hermano de Jared en el monte, cuando habló cara a cara con el Señor, así como los directores milagrosos que recibió Lehi mientras se hallaba en el desierto, en las inmediaciones del mar Rojo.”
Este versículo promete la oportunidad de ver objetos sagrados mediante la fe. Además, conecta la obra moderna con eventos y objetos importantes del pasado, estableciendo continuidad entre las dispensaciones.
La enseñanza contenida en este versículo trasciende su contexto histórico, ofreciendo lecciones prácticas y espirituales. Nos invita a vivir con fe y propósito, confiando plenamente en la palabra de Dios y buscando Su dirección en nuestras vidas. Al igual que los Tres Testigos, podemos recibir manifestaciones espirituales según nuestra disposición y fe. Esto requiere no solo creer, sino también actuar con sinceridad y compromiso.
Así, este versículo se convierte en un llamado a vivir de manera que podamos experimentar las bendiciones de la fe y el testimonio espiritual.
“He aquí, os digo que tenéis que confiar en mi palabra”. La confianza en la palabra de Dios es un principio fundamental de fe. En Doctrina y Convenios 1:38, el Señor declara que Su palabra, ya sea hablada directamente o por Sus siervos, siempre se cumplirá. Confiar en la palabra de Dios implica no solo creer en Su existencia, sino también actuar de acuerdo con Su voluntad.
Esta frase invita a los receptores de la revelación a desarrollar una fe activa. Como enseñó el presidente Gordon B. Hinckley: “La fe es el fundamento de toda virtud que enriquece nuestra vida y nos lleva a la perfección” (Conferencia General, abril de 1984).
“Y si lo hacéis con íntegro propósito de corazón”. La frase resalta la necesidad de sinceridad y pureza en las intenciones al buscar las bendiciones divinas. En Moroni 7:6–9, se explica que incluso las acciones buenas no son aceptables ante Dios si no se hacen con un corazón puro.
Este principio enfatiza la autenticidad espiritual. Como enseñó el élder Neal A. Maxwell: “Dios no puede ser engañado por las apariencias externas. Él busca corazones puros y manos limpias” (Conferencia General, octubre de 1987).
“Veréis las planchas, y también el pectoral, la espada de Labán, el Urim y Tumim que le fue dado al hermano de Jared en el monte, cuando habló cara a cara con el Señor”. Este versículo promete una manifestación divina como resultado de la fe. En Éter 3:6–13, el hermano de Jared ve al Señor cara a cara debido a su fe excepcional. Los objetos mencionados simbolizan la conexión entre la obra divina en el pasado y el presente.
Los objetos sagrados representan el poder de Dios para guiar a Sus siervos en todas las dispensaciones. Como enseñó el élder Jeffrey R. Holland: “Las cosas espirituales son recordatorios tangibles de la mano de Dios en la historia humana” (Ensign, noviembre de 2009).
“Así como los directores milagrosos que recibió Lehi mientras se hallaba en el desierto, en las inmediaciones del mar Rojo”. La referencia a los directores milagrosos (Liahona) destaca la guía específica y personalizada de Dios en el camino del hombre justo. En 1 Nefi 16:28–29, se explica que la Liahona funcionaba según la fe, diligencia y obediencia de la familia de Lehi.
Este simbolismo refleja que Dios dirige nuestras vidas según nuestra disposición a seguirle. El presidente Thomas S. Monson enseñó: “Dios nos proporciona dirección en nuestras vidas, pero debemos estar dispuestos a seguir Su voz” (Conferencia General, abril de 2010).
Este versículo encapsula varios principios clave de la doctrina del Evangelio:
Fe activa: La confianza en la palabra de Dios exige acción y pureza de intención.
Testimonios tangibles: Las manifestaciones espirituales y los objetos sagrados sirven para confirmar la veracidad de la obra divina.
Continuidad entre dispensaciones: Los objetos sagrados conectan la obra actual con los eventos del pasado, reafirmando que Dios es el mismo ayer, hoy y siempre (Hebreos 13:8).
Los principios enseñados en este versículo invitan a los santos a buscar manifestaciones divinas con un propósito puro y a reconocer la dirección de Dios en todas las épocas.
― Doctrina y Convenios 17:3. “Y después de haber logrado fe, y de haberlas visto con vuestros ojos, testificaréis de ellas por el poder de Dios.”
Subraya el principio de fe como requisito para recibir testimonio y el mandato divino de compartir ese testimonio con otros.
Este versículo revela un patrón divino en el proceso de obtener y compartir el conocimiento sagrado:
La fe precede a cualquier manifestación espiritual, enseñándonos la importancia de confiar en Dios antes de recibir evidencia.
Dios puede, según Su voluntad, proporcionar experiencias físicas para validar Su obra, pero estas experiencias no eliminan la necesidad de la fe continua.
Una vez recibida una manifestación divina, los receptores tienen la responsabilidad de compartir su testimonio por el poder de Dios, ayudando a otros a fortalecer su fe.
Este patrón es evidente en el testimonio de los Tres Testigos del Libro de Mormón, quienes, tras ver las planchas y otros objetos sagrados, testificaron públicamente de su autenticidad, influyendo en generaciones de creyentes.
“Y después de haber logrado fe”. Este fragmento enfatiza que la fe es un requisito previo para recibir manifestaciones espirituales. En Éter 12:6, se enseña que el testimonio viene después de la prueba de la fe. La fe es definida por Alma como “no tener un conocimiento perfecto de las cosas; de modo que si tenéis fe, tenéis esperanza en cosas que no se ven, y que son verdaderas” (Alma 32:21).
Este principio subraya que las manifestaciones espirituales no son el origen de la fe, sino el resultado de ejercerla. Como enseñó el élder Richard G. Scott: “El Señor siempre requerirá que ejercites tu fe primero, y luego te dará el testimonio que buscas” (Conferencia General, abril de 2003).
“Y de haberlas visto con vuestros ojos”. Aquí se promete una experiencia tangible como resultado de la fe. Este tipo de manifestación física está reservada para propósitos específicos y generalmente no es la forma en que se desarrolla la fe de la mayoría de los creyentes (Juan 20:29).
Ver con los ojos físicos es una bendición rara y especial en el plan de Dios. Como el élder Jeffrey R. Holland expresó: “En ocasiones, Dios brinda evidencia física, pero incluso estas manifestaciones requieren fe para comprender plenamente su significado” (Conferencia General, octubre de 2001).
“Testificaréis de ellas por el poder de Dios”. Testificar implica compartir conocimiento sagrado obtenido mediante la revelación divina. En Doctrina y Convenios 84:62, el Señor manda a Sus siervos a declarar Su palabra por el poder del Espíritu. El poder de Dios es esencial para que el testimonio tenga un impacto espiritual y llegue al corazón de quienes lo escuchan.
Este mandato de testificar subraya el papel de los testigos como instrumentos de Dios para fortalecer la fe de otros. El presidente Dallin H. Oaks enseñó: “Cuando testificamos por el poder del Espíritu, nuestro testimonio puede penetrar los corazones y cambiar vidas” (Conferencia General, octubre de 1998).
Este versículo es una invitación a reflexionar sobre nuestra disposición a vivir de acuerdo con los principios de fe y testimonio: ¿Estoy desarrollando una fe suficiente para recibir manifestaciones espirituales en mi vida? ¿Reconozco la responsabilidad de testificar de las bendiciones y experiencias que he recibido por el poder de Dios?
La lección clave es que la fe no solo conduce a la experiencia divina, sino que también inspira a compartirla para el beneficio de los demás. Este proceso no solo edifica a quienes escuchan, sino que fortalece al testigo al actuar como un instrumento en las manos de Dios.
― Doctrina y Convenios 17:4. “Y haréis esto para que mi siervo José Smith, hijo, no sea destruido, para que en esta obra realice yo mis propósitos justos para con los hijos de los hombres.”Este versículo resalta el papel de los testigos como apoyo a José Smith y como parte del plan de Dios para cumplir Sus propósitos.
Este versículo resalta tres principios esenciales:
Apoyo divino a los siervos escogidos: Dios no solo llama, sino que también sustenta a Sus siervos en sus misiones.
La obra pertenece a Dios: La Restauración no es el esfuerzo de un hombre, sino una manifestación del poder y propósito divino.
El alcance universal del Evangelio: Los propósitos de Dios son para el beneficio de todos Sus hijos, destacando Su amor y justicia.
El testimonio de los Tres Testigos cumplió un rol crítico en proteger a José Smith de las dudas y oposiciones, proporcionando una confirmación externa de la veracidad del Libro de Mormón. Además, ayudó a establecer el fundamento de confianza para la Iglesia naciente.
“Y haréis esto para que mi siervo José Smith, hijo, no sea destruido”. Esta frase destaca el papel protector del testimonio de los Tres Testigos en la obra de José Smith. El Señor reconoce las cargas y oposiciones que José enfrentaría y dispone de medios divinos para fortalecerlo. Doctrina y Convenios 122:7 enseña que las tribulaciones son parte del proceso de crecimiento, pero aquí se revela el apoyo divino para que José pueda cumplir su misión.
José Smith fue frecuentemente criticado y perseguido, y el testimonio de los Tres Testigos sirvió como una confirmación externa de la obra divina. El élder Neal A. Maxwell señaló: “Dios prepara a Sus siervos no solo con poder, sino también con el apoyo necesario para soportar las pruebas que enfrentan” (Conferencia General, abril de 1997).
“Para que en esta obra realice yo mis propósitos justos”. Aquí se subraya que la obra de José Smith no es suya, sino de Dios. El Señor dirige todas las cosas para cumplir Su plan de salvación para la humanidad. Moisés 1:39 afirma que Su propósito es “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre”.
Este principio refuerza la centralidad de Dios en todas las labores relacionadas con la Restauración. El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “La obra de Dios no puede ser detenida porque no depende de los esfuerzos humanos, sino de Su poder eterno” (Conferencia General, octubre de 1999).
“Para con los hijos de los hombres”. Dios tiene un interés profundo y constante en la salvación de todos Sus hijos. Este fragmento indica que la obra de la Restauración no era solo para un grupo selecto, sino para toda la humanidad. En 2 Nefi 26:33, se enseña que Dios invita a todos a venir a Él sin importar su raza, nación o condición.
Este enfoque universal resalta el alcance de la misión de José Smith y del Evangelio restaurado. Como dijo el presidente Dieter F. Uchtdorf: “El amor de Dios por Sus hijos abarca el universo entero, y Su plan es para todos, sin excepción” (Conferencia General, abril de 2013).
La lección es clara: Dios dirige y sostiene Su obra, pero espera que participemos con fe, humildad y un enfoque en Su propósito de salvar a toda la humanidad. Así como los Tres Testigos fueron instrumentos para proteger y apoyar a José Smith, nosotros también podemos ser instrumentos en las manos de Dios para bendecir a los demás y avanzar en Su obra.
― Doctrina y Convenios 17:7. “Por tanto, habéis recibido el mismo poder, la misma fe y el mismo don que él.”Equipara a los testigos con José Smith en términos de poder, fe y dones espirituales, destacando la importancia del testimonio colectivo y la unidad en la obra del Señor.
José Smith no estaba solo en su misión. Dios concedió a los Tres Testigos el mismo poder espiritual para apoyar la obra.
La fe activa y recta es el medio por el cual tanto José Smith como los Tres Testigos recibieron estas manifestaciones.
Este versículo enfatiza que los dones y privilegios espirituales no están reservados solo para los profetas, sino que están disponibles para todos los que ejercen fe y obediencia.
Dios no hace acepción de personas al otorgar Sus dones, siempre que se cumplan los requisitos de rectitud y disposición para actuar según Su voluntad.
“Por tanto, habéis recibido el mismo poder”. Esta frase afirma que los Tres Testigos fueron investidos con el mismo poder que José Smith, lo que resalta la igualdad en su papel divino dentro de la obra de la Restauración. El poder aquí mencionado incluye la autoridad espiritual para testificar por el Espíritu. En Doctrina y Convenios 121:36, se enseña que el poder del sacerdocio depende de la justicia y la voluntad de Dios.
El Señor no hace acepción de personas en cuanto a dar poder a Sus siervos si cumplen con los requisitos de fe y rectitud. El élder D. Todd Christofferson explicó: “El poder del sacerdocio no es un privilegio exclusivo; está disponible para todos los hijos de Dios que actúan conforme a Sus principios” (Conferencia General, abril de 2012).
“La misma fe”. La fe es la base para recibir poder espiritual y dones divinos. Hebreos 11:6 enseña que “sin fe es imposible agradar a Dios”. Este poder no surge de habilidades humanas, sino de la confianza y dependencia total en el Señor.
Esta igualdad de fe entre los Tres Testigos y José Smith muestra que las manifestaciones divinas no son privilegio de una sola persona, sino que están disponibles para quienes ejercen fe suficiente. Como dijo el élder Jeffrey R. Holland: “Dios siempre ha respondido a la fe sincera, sin importar el lugar o el momento” (Conferencia General, octubre de 2020).
“Y el mismo don que él”. El “mismo don” se refiere al don de testificar con autoridad divina. En Doctrina y Convenios 46:13–14, se habla del don de saber y del don de creer en el testimonio de otros. Los Tres Testigos fueron llamados específicamente para recibir y compartir este don.
Este don refuerza el principio de que el testimonio es tanto un privilegio como una responsabilidad. Como enseñó el presidente Dallin H. Oaks: “Los dones del Espíritu no son para nuestro beneficio personal únicamente, sino para edificar el reino de Dios y fortalecer a los demás” (Conferencia General, octubre de 2000).
Este versículo invita a reflexionar sobre nuestra relación con Dios y los dones espirituales que podemos recibir:
¿Estoy desarrollando la fe necesaria para recibir los dones de Dios? ¿Reconozco que el poder y los dones espirituales se otorgan para edificar Su obra y bendecir a los demás? ¿Estoy dispuesto a usar los dones que recibo para fortalecer el testimonio y la fe de quienes me rodean?
La enseñanza clave aquí es que el Señor otorga poder y dones a quienes lo buscan con fe y propósito puro. Tal como los Tres Testigos recibieron el mismo poder y fe que José Smith, nosotros también podemos recibir manifestaciones y dones espirituales para cumplir nuestra parte en el plan divino. Esto requiere que actuemos con humildad, fe y un deseo sincero de servir al Señor.
― Doctrina y Convenios 17:9. “Y yo, Jesucristo, vuestro Señor y Dios, os lo he hablado, a fin de realizar mis propósitos justos para con los hijos de los hombres. Amén.” Este versículo cierra la revelación con la afirmación de que Jesucristo mismo dirige esta obra, reafirmando su propósito divino.
El llamado es claro: Jesucristo, nuestro Señor y Dios, nos invita a confiar en Él, seguir Su guía y participar en Su obra redentora. Al hacerlo, nos alineamos con Su plan eterno y encontramos propósito y esperanza en nuestras vidas.
“Y yo, Jesucristo, vuestro Señor y Dios”. Esta frase enfatiza la identidad divina de Jesucristo como el Redentor y Gobernante del universo. Él es el centro del plan de salvación y el único mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo 2:5). En Doctrina y Convenios 18:23, se nos invita a “confiar en el Salvador” como nuestro Señor y Dios.
Este título destaca tanto la autoridad divina de Cristo como Su relación personal con cada uno de nosotros. Como enseñó el presidente Russell M. Nelson: “Jesucristo es el centro de todo lo que hacemos, todo lo que somos y todo lo que esperamos ser” (Conferencia General, octubre de 2019).
“Os lo he hablado”. Esta declaración reafirma que Cristo continúa comunicándose con la humanidad, especialmente mediante la revelación moderna. Según Doctrina y Convenios 1:38, las palabras de Cristo, ya sea directa o a través de Sus siervos, son una guía infalible.
Cristo es el mismo “ayer, hoy y para siempre” (Hebreos 13:8), lo que significa que Su comunicación y guía no cesan. El presidente Boyd K. Packer afirmó: “El don de la revelación continúa, y el Señor guía a Su pueblo por medio de la inspiración” (Conferencia General, abril de 1994).
“A fin de realizar mis propósitos justos”. Los “propósitos justos” de Cristo incluyen la redención, la inmortalidad y la vida eterna de los hijos de Dios (Moisés 1:39). Este principio subraya que todo lo que Él hace está dirigido a cumplir Su plan de salvación para la humanidad.
Esta frase muestra que la obra de Cristo no es casual ni improvisada, sino que sigue un plan eterno. El presidente Dieter F. Uchtdorf enseñó: “Dios siempre actúa con un propósito y para nuestro beneficio eterno, incluso cuando no lo entendemos completamente” (Conferencia General, abril de 2014).
“Para con los hijos de los hombres”. Esta frase indica que los propósitos de Cristo son universales, dirigidos a todos los hijos de Dios. En 2 Nefi 26:33, se enseña que Cristo “no rechaza a nadie” y Su invitación está abierta para toda la humanidad.
Esto refuerza la idea de que la misión de Cristo es inclusiva, buscando el bienestar y la exaltación de todos. El élder Ronald A. Rasband declaró: “El Evangelio de Jesucristo está diseñado para todos los hijos de Dios, sin excepción ni acepción” (Conferencia General, octubre de 2020).
Este versículo resalta varios principios doctrinales esenciales:
- Jesucristo como el centro: Él es el líder supremo de la obra divina, y todo lo que se realiza en la tierra y el cielo está bajo Su dirección.
- Revelación continua: Cristo sigue hablando a la humanidad para guiarnos y fortalecer Su obra.
- Propósitos eternos: Sus acciones están alineadas con un plan perfecto que busca la exaltación de Sus hijos.
- Inclusividad universal: Los propósitos justos de Cristo son para el beneficio de todos los seres humanos.
Estas enseñanzas confirman la centralidad de Cristo en nuestras vidas y Su compromiso inquebrantable con nuestra salvación.
Organización por temas
1. La Fe como Requisito para Ser Testigos del Libro de Mormón
Versículos: 1–2
El Señor declara a Oliver Cowdery, David Whitmer y Martin Harris que si confían en Su palabra con íntegro propósito de corazón, podrán ver no solo las planchas del Libro de Mormón, sino también otros objetos sagrados como la espada de Labán, el Urim y Tumim y los directores milagrosos (Liahona). Sin embargo, esta experiencia solo se concederá mediante la fe, de la misma manera en que los profetas antiguos recibieron revelaciones y milagros.
Este pasaje enfatiza que el conocimiento espiritual y las manifestaciones divinas dependen de la fe. No basta con desear una prueba tangible; es necesario ejercer confianza en la palabra del Señor antes de recibir una confirmación. Esto refleja un principio fundamental del Evangelio: la fe precede al milagro.
El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó: “En la vida terrenal, la fe precede a los milagros. Si deseamos recibir una confirmación espiritual de la verdad, primero debemos actuar con fe y demostrar nuestro deseo sincero de conocer la voluntad de Dios.” (Conferencia General, octubre de 2007, “El poder de la fe en el Señor Jesucristo”)
2. La Misión de los Tres Testigos: Testificar por el Poder de Dios
Versículos: 3–4
El Señor les instruye que, después de haber ejercido fe y visto las planchas, deberán testificar de ellas por el poder de Dios. Además, explica que su testimonio es esencial para que la obra de José Smith no sea destruida y que se cumplan los propósitos divinos para la humanidad.
Este pasaje resalta la importancia del testimonio en la obra del Señor. Los Tres Testigos recibieron un papel fundamental en la Restauración: confirmar públicamente la autenticidad del Libro de Mormón. Su testimonio sigue vigente hasta hoy, fortaleciendo la fe de millones de personas.
El presidente Gordon B. Hinckley afirmó: “El testimonio de los Tres Testigos es uno de los pilares fundamentales del Libro de Mormón. Ellos nunca negaron su testimonio, ni siquiera en momentos de crisis personal. Su testimonio es un recordatorio de que la obra de Dios no se basa en el engaño, sino en la verdad.” (Conferencia General, abril de 1997, “Sostened a la Iglesia con vuestra fe”)
3. La Traducción del Libro de Mormón por el Poder de Dios
Versículos: 5–6
El Señor reafirma que José Smith vio las planchas por el poder de Dios y que ha traducido el libro bajo Su dirección. Además, testifica de Su propia divinidad, declarando: “Vive vuestro Señor y vuestro Dios, que es verdadero.”
Aquí se enfatiza que la traducción del Libro de Mormón no fue un esfuerzo humano ordinario, sino un proceso divinamente guiado. El Señor mismo da testimonio de la veracidad de la obra de José Smith, lo que refuerza su papel como profeta escogido.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El Libro de Mormón no es producto de la mente de un hombre. Fue traducido por el don y el poder de Dios. Quienes estudien con sinceridad este libro sentirán su influencia y recibirán un testimonio de su divinidad.” (Conferencia General, octubre de 2017, “El Libro de Mormón: Qué habría pasado si no existiera”)
4. La Promesa de Protección y Exaltación
Versículos: 7–9
El Señor asegura a los Tres Testigos que han recibido el mismo poder, fe y don que José Smith. También les promete que si son fieles a los mandamientos que Él les ha dado, las puertas del infierno no prevalecerán contra ellos, Su gracia será suficiente y serán enaltecidos en el día postrero.
Aquí se observa un principio fundamental del Evangelio: la gracia del Señor es suficiente para proteger y sostener a Sus siervos fieles. Sin embargo, esta promesa está condicionada a su obediencia y fidelidad.
El élder Jeffrey R. Holland expresó: “El testimonio de los Tres Testigos es una evidencia adicional de que el Libro de Mormón es un registro sagrado. Aunque algunos de ellos se apartaron de la Iglesia, nunca negaron su testimonio, lo que demuestra que su experiencia fue real y divina.” (Conferencia General, abril de 2009, “Seguir creyendo”)
Conclusión General
La Sección 17 establece la importancia de la fe en la obra del Señor y el papel crucial de los Tres Testigos en la Restauración del Evangelio. Su testimonio fue una manifestación tangible del poder de Dios y un medio para fortalecer la obra de José Smith.
Las lecciones principales de esta revelación incluyen:
- La fe precede a la revelación: Solo mediante la fe podemos recibir confirmación de las verdades espirituales.
- El testimonio es esencial en la obra del Señor: Dios llamó a los Tres Testigos para dar testimonio del Libro de Mormón, y su testimonio sigue siendo clave en la conversión de muchos.
- La obra de Dios no puede ser destruida: Aunque enfrentaron dificultades, la Restauración continuó, demostrando que la obra del Señor prevalecerá.
- La gracia de Cristo es suficiente: Dios promete protección y exaltación a quienes se mantengan fieles a Sus mandamientos.
Esta revelación nos recuerda que, al igual que los Tres Testigos, podemos recibir un testimonio personal del Libro de Mormón mediante la fe y el poder del Espíritu Santo.
























