Doctrina y Convenios Sección 3

Doctrina y Convenios
Sección 3


La Sección 3 fue recibida en julio de 1828 en Harmony, Pensilvania, y está relacionada con un evento crucial en la historia de la restauración del evangelio: la pérdida de las 116 páginas del manuscrito traducido del Libro de Mormón. Este episodio marcó un momento de prueba y arrepentimiento para José Smith, así como una reafirmación del propósito divino de la obra.

Martin Harris, un amigo y primer escribiente de José Smith, insistió repetidamente en llevar las páginas traducidas del manuscrito a Palmyra, Nueva York, para mostrarlas a su familia. Su objetivo era probar la autenticidad de la obra a los escépticos, especialmente a su esposa Lucy, quien dudaba de su apoyo financiero y personal al proyecto.

Inicialmente, José Smith no quería permitir que Martin Harris llevara el manuscrito. Sin embargo, después de múltiples solicitudes y ante la insistencia de Harris, José finalmente cedió, rompiendo los estrictos mandamientos del Señor.

Martin Harris perdió las páginas al prestarlas, lo cual causó gran angustia a ambos. El manuscrito nunca fue recuperado, lo que llevó a una severa reprimenda del Señor hacia José Smith, quien fue temporalmente despojado del don de traducir.

La revelación comienza con una reprimenda directa hacia José Smith, recordándole que había temido al hombre más que a Dios (versículo 7). Aunque José había sido escogido para realizar la obra del Señor, necesitaba arrepentirse de esta transgresión para continuar siendo un instrumento en las manos de Dios.

El Señor afirma que Su obra y Sus designios no pueden ser frustrados por los errores humanos (versículos 1-3). A pesar de la pérdida del manuscrito, el propósito divino de traer el Libro de Mormón al mundo seguiría adelante.

La revelación también destaca la importancia del Libro de Mormón, que debía traer conocimiento de Jesucristo y del convenio del Señor a los descendientes de Lehi (versículos 16-20).

A pesar de los errores humanos, la obra de Dios no puede ser frustrada. Como dice el versículo 3: “No es la obra de Dios la que se frustra, sino la de los hombres.”

La revelación enfatiza que los siervos del Señor deben obedecer Sus mandamientos, incluso frente a la presión o las críticas humanas. El temor al hombre no puede prevalecer sobre el temor a Dios.
Aunque José Smith cometió un error significativo, el Señor le ofreció la oportunidad de arrepentirse y continuar con Su obra. Esto refleja la misericordia de Dios y Su disposición a redimir a Sus siervos fieles.

El texto enfatiza que el Libro de Mormón fue preservado para cumplir las promesas del Señor a los descendientes de Lehi. Este libro no solo es un testimonio de Jesucristo, sino también un medio para restaurar la identidad y el conocimiento de sus antepasados a los lamanitas y sus descendientes.

Este evento fue un punto de inflexión en la vida de José Smith. Aprendió la importancia de seguir estrictamente las instrucciones del Señor y confió más profundamente en Su guía.

La pérdida de las páginas llevó al Señor a revelar la estrategia para reemplazar esa parte del manuscrito. Como se explica en la Sección 10, el Señor había preparado registros adicionales (el “pequeño registro de Nefi”) que cumplirían el mismo propósito.

La Sección 3 se sitúa en un momento de prueba en la restauración del evangelio, donde la debilidad humana y la misericordia divina se entrelazan. Aunque la pérdida del manuscrito fue una experiencia dolorosa para José Smith, esta revelación reafirma que la obra del Señor seguirá adelante y que los errores pueden convertirse en oportunidades de aprendizaje y redención.La Sección 3 es una lección de humildad, confianza en Dios y la importancia de la obediencia. Aunque José Smith cometió un error al permitir que Martin Harris tomara las 116 páginas, esta revelación demuestra que el Señor siempre está dispuesto a perdonar y restaurar a Sus siervos cuando se arrepienten. También destaca que Su obra divina continuará inquebrantable, a pesar de las debilidades humanas.

La Sección 3 nos invita a reflexionar sobre cómo manejamos nuestras propias responsabilidades en la obra del Señor. Nos enseña que no debemos temer al hombre más que a Dios y que, aunque cometamos errores, siempre podemos volver a Él a través del arrepentimiento sincero. Este pasaje refuerza nuestra fe en que la obra del Señor avanzará con poder, y que tenemos el privilegio de ser instrumentos en Sus manos, siempre y cuando obedezcamos Su dirección con valentía y humildad.


― Doctrina y Convenios 3:1. “Las obras, los designios y los propósitos de Dios no se pueden frustrar ni tampoco pueden reducirse a la nada.”
Este versículo afirma la soberanía de Dios. Sus planes son perfectos y no pueden ser frustrados por errores humanos o la oposición del adversario. A pesar de la pérdida del manuscrito, la obra del Señor continuaría avanzando.
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “Dios siempre encontrará una forma de realizar Su obra. Él utiliza nuestras habilidades y debilidades para cumplir Sus propósitos.” (Conferencia General, octubre de 2002). Este versículo nos da confianza de que el Señor es el principal arquitecto de Su obra, y nuestros errores no pueden detenerla.

“Las obras, los designios y los propósitos de Dios”
Esta frase establece que las acciones y metas de Dios son eternas, perfectas y están destinadas a cumplirse. Sus “obras” incluyen la creación, la redención y la exaltación de la humanidad. Sus “designios” reflejan Su plan de salvación, y Sus “propósitos” apuntan a la inmortalidad y vida eterna de Sus hijos (Moisés 1:39).
El élder Neal A. Maxwell enseñó: “El plan de Dios es perfecto, y cada uno de Sus designios está dirigido hacia el cumplimiento de Su propósito eterno de llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre.” (Conferencia General, abril de 1985). Este principio subraya que todo lo que Dios hace está alineado con Su amor y Su intención de bendecir a Sus hijos.

“No se pueden frustrar”
La palabra “frustrar” implica impedir o detener algo. Este pasaje declara que los esfuerzos humanos o incluso las fuerzas del adversario no pueden interrumpir el cumplimiento del plan divino. Aunque las acciones humanas pueden causar contratiempos temporales, no pueden alterar el curso eterno de la obra de Dios.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “Ningún poder en el cielo o en la tierra puede detener la obra de Dios. Su propósito es inmutable y Su plan eterno se cumplirá.” (Conferencia General, abril de 2021). Esto nos da esperanza y confianza de que, independientemente de los desafíos, el propósito de Dios prevalecerá.

“Ni tampoco pueden reducirse a la nada”
Esto enfatiza que el plan de Dios no solo es imparable, sino que también es indestructible. Todo lo que el Señor ha ordenado y planeado llegará a su cumplimiento, ya que Su palabra es eterna y Su poder infinito.
El élder Jeffrey R. Holland expresó: “La obra del Señor es constante, eterna e inmutable. Aunque enfrentemos pruebas y oposición, el propósito de Dios sigue siendo firme.” (Conferencia General, octubre de 2009). Esto refuerza la idea de que la obra de Dios no depende de circunstancias humanas, sino de Su divino poder y voluntad.


Este versículo enseña la naturaleza inmutable e inquebrantable de los designios y propósitos de Dios. Nos recuerda que Su obra no puede ser detenida ni destruida, independientemente de los errores humanos o la oposición. Es una afirmación de que el plan de salvación está en marcha y que cada uno de nosotros puede participar en él con confianza, sabiendo que estamos en las manos de un Dios omnipotente y amoroso.

Este pasaje nos invita a confiar plenamente en Dios y Su plan eterno, incluso en medio de incertidumbres o desafíos. Nos motiva a alinear nuestra voluntad con la Suya y a contribuir a Su obra, sabiendo que nuestro servicio, aunque pequeño, tiene un impacto eterno. También nos llena de esperanza al recordar que, aunque enfrentemos dificultades, el propósito divino de redención y exaltación se cumplirá, y podemos ser parte de Su obra gloriosa.


― Doctrina y Convenios 3:3. “Recuerda, recuerda que no es la obra de Dios la que se frustra, sino la de los hombres.”
El Señor recuerda a José Smith que, aunque los errores humanos pueden causar contratiempos temporales, Su obra es inmutable y continuará según Su plan. Este recordatorio subraya que la obra de redención y salvación no depende de los hombres, sino de Dios.
El élder Neal A. Maxwell dijo: “Nuestra falta de fe o errores pueden detenernos, pero la obra de Dios avanza de todos modos.” (Conferencia General, abril de 1987). Este versículo enseña humildad y nos invita a alinear nuestras acciones con los propósitos divinos.

“Recuerda, recuerda”
El Señor utiliza la repetición para enfatizar la importancia del mensaje. Al decir “recuerda” dos veces, subraya que es esencial mantener este principio en mente de manera constante. Esto indica la importancia de reflexionar regularmente sobre la naturaleza de Su obra y nuestra relación con ella.
El presidente Spencer W. Kimball enseñó: “Recordar quiénes somos y qué propósito tiene nuestra vida nos ayuda a mantenernos firmes en el camino del Señor.” (Conferencia General, octubre de 1978). La repetición aquí nos invita a reflexionar profundamente sobre nuestra responsabilidad dentro del plan de Dios.

“Que no es la obra de Dios la que se frustra”
La obra de Dios es inmutable, perfecta y eterna. A pesar de los errores humanos o las acciones del adversario, el propósito divino no puede ser alterado ni detenido. Esta verdad asegura que Dios tiene el control absoluto sobre Su plan de salvación.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “El evangelio de Jesucristo es eterno e imparable. Nada puede frustrar la obra de Dios porque Su poder es supremo.” (Conferencia General, abril de 2020). Este pasaje refuerza nuestra confianza en que la obra de redención y exaltación continuará, sin importar los desafíos que enfrente.

“Sino la de los hombres”
La obra de los hombres puede frustrarse debido a sus limitaciones, errores, orgullo o falta de alineación con la voluntad de Dios. Este contraste entre la obra de Dios y la de los hombres destaca la necesidad de depender de Su guía y no confiar en la propia fuerza o sabiduría.
El élder Dallin H. Oaks señaló: “Cuando seguimos nuestros propios caminos en lugar de los del Señor, inevitablemente nos desviamos y nuestras obras fracasan.” (Conferencia General, octubre de 2010). Este principio nos enseña que la clave para el éxito espiritual es actuar en armonía con los designios divinos.


Este versículo es un recordatorio poderoso de la naturaleza eterna e imparable de la obra de Dios. Mientras que los esfuerzos humanos son propensos a errores y frustraciones, la obra del Señor avanza sin interrupciones. Nos invita a evaluar si nuestras acciones están alineadas con Su voluntad y a recordar que solo al confiar en Dios podemos participar eficazmente en Su obra.

Este pasaje nos llama a reflexionar sobre nuestra relación con Dios y nuestra contribución a Su obra. Nos motiva a depender menos de nuestras propias capacidades y más de Su guía divina. Al recordar que la obra de Dios no puede ser frustrada, encontramos esperanza y fortaleza para perseverar en medio de desafíos, sabiendo que formamos parte de un plan perfecto que llevará a cabo Su propósito eterno de redención y exaltación.


― Doctrina y Convenios 3:4. “Porque aun cuando un hombre reciba muchas revelaciones, y tenga poder para hacer muchas obras poderosas, y sin embargo se jacta de su propia fuerza, y desprecia los consejos de Dios, y sigue los dictados de su propia voluntad y de sus deseos carnales, tendrá que caer e incurrir en la venganza de un Dios justo.”
Este versículo es una advertencia solemne sobre los peligros del orgullo, la desobediencia y el seguir los propios deseos por encima de la voluntad de Dios. Aunque los dones espirituales son valiosos, no protegen a una persona de las consecuencias del mal uso de su albedrío. Este pasaje llama a la humildad, la obediencia y la búsqueda constante de los consejos de Dios como un medio para evitar la caída espiritual.

“Porque aun cuando un hombre reciba muchas revelaciones, y tenga poder para hacer muchas obras poderosas”
El Señor señala que incluso aquellos que han recibido grandes dones espirituales, como revelaciones o poder para realizar obras poderosas, no están exentos de la necesidad de humildad y obediencia. La grandeza espiritual no es un escudo contra las consecuencias del orgullo o la desobediencia.
El presidente Harold B. Lee dijo: “La posesión del sacerdocio o el acceso a revelaciones no nos exime de la necesidad de obedecer los mandamientos de Dios y buscar Su voluntad constantemente.” Este principio subraya que los dones espirituales deben ser administrados con humildad y responsabilidad.

“Y sin embargo se jacta de su propia fuerza, y desprecia los consejos de Dios”
Jactarse de la propia fuerza indica orgullo, que es la exaltación del yo por encima de Dios. Despreciar los consejos de Dios refleja una falta de fe y confianza en Su sabiduría. Este comportamiento lleva inevitablemente al alejamiento de Su guía y protección.
El presidente Ezra Taft Benson enseñó: “El orgullo es el gran enemigo del progreso espiritual. Cuando confiamos en nuestra propia fuerza en lugar de en Dios, nos alejamos de Su poder y Su guía.” (Conferencia General, abril de 1989). Este versículo advierte que el orgullo espiritual puede ser tan peligroso como cualquier otro pecado.

“Y sigue los dictados de su propia voluntad y de sus deseos carnales”
El “seguir los dictados de su propia voluntad” implica ignorar los mandamientos de Dios para satisfacer deseos personales, ya sean carnales, emocionales o intelectuales. Este enfoque egocéntrico desvía a la persona del camino recto.
El élder D. Todd Christofferson enseñó: “La verdadera libertad viene cuando sometemos nuestra voluntad a la de Dios, no cuando seguimos nuestros propios deseos sin restricciones.” (Conferencia General, abril de 2014). Este pasaje resalta la importancia de priorizar la voluntad de Dios sobre los impulsos personales.

“Tendrá que caer e incurrir en la venganza de un Dios justo”
La justicia divina asegura que aquellos que persistentemente ignoran a Dios y eligen el orgullo sobre la humildad enfrentarán las consecuencias de sus decisiones. “Caer” aquí implica la pérdida de privilegios espirituales y bendiciones, y “la venganza de un Dios justo” representa la administración de la justicia divina.
El élder Neal A. Maxwell dijo: “La justicia de Dios no es cruel, sino amorosa, ya que siempre busca corregir y guiar al pecador hacia el arrepentimiento.” Este versículo subraya que las consecuencias espirituales no son un acto arbitrario, sino una extensión natural de la justicia y el amor de Dios.


Este versículo invita a reflexionar sobre cómo utilizamos los dones y talentos que el Señor nos ha dado. ¿Los usamos con humildad y para Su gloria, o permitimos que el orgullo y el ego nos desvíen? Es un recordatorio de que nuestra fortaleza espiritual proviene de Dios y no de nosotros mismos. Al someternos a Su voluntad y seguir Su guía, aseguramos nuestra estabilidad espiritual y permanecemos firmes en Su obra. Este versículo nos inspira a buscar siempre Su sabiduría y reconocer que solo a través de Él podemos mantenernos firmes en el camino del discipulado.


― Doctrina y Convenios 3:7. “Pues he aquí, no debiste haber temido al hombre más que a Dios.”
Este versículo reprende a José Smith por priorizar la aprobación humana sobre la obediencia a Dios. Temor al hombre implica ceder a las presiones sociales o emocionales, mientras que temor a Dios significa reverencia y obediencia a Sus mandamientos.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Cuando confiamos más en la opinión de los hombres que en la dirección divina, nos desviamos de la senda del Señor.” (Conferencia General, abril de 2019). Este versículo nos recuerda que debemos actuar con valentía y fe en la dirección divina.

“Pues he aquí”
La expresión “pues he aquí” se utiliza en las escrituras para captar la atención del lector o receptor. Es una introducción solemne que indica que lo que sigue es una verdad importante y merece plena atención.
El élder Neal A. Maxwell enseñó: “Cuando el Señor dice ‘he aquí’, nos está pidiendo que enfoquemos completamente nuestra mente y corazón en Su mensaje.” Este preámbulo establece la seriedad de lo que el Señor está a punto de decir.

“No debiste haber temido al hombre”
El “temor al hombre” implica dar más importancia a las opiniones, juicios o presiones de las personas que a la voluntad de Dios. Este pasaje reprende a José Smith por haber permitido que las persuasiones humanas influyeran en su obediencia a los mandamientos divinos.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “Cuando nos preocupamos más por la opinión de los hombres que por la guía del Señor, perdemos nuestra conexión espiritual y nuestro propósito eterno.” (Conferencia General, abril de 2019). Este versículo nos enseña que la obediencia a Dios debe ser nuestra prioridad, incluso frente a la desaprobación o el rechazo de los demás.

“Más que a Dios”
El temor a Dios no se refiere a miedo, sino a reverencia, respeto y sumisión a Su voluntad. Este pasaje resalta la importancia de valorar Su aprobación por encima de cualquier otra cosa y confiar en que Su guía es siempre superior.
El élder Dallin H. Oaks explicó: “El temor a Dios significa confiar plenamente en Él y respetar Sus mandamientos, sabiendo que Su sabiduría es mayor que la nuestra.” (Conferencia General, octubre de 2010). Este principio nos llama a evaluar dónde ponemos nuestras prioridades y nuestra confianza.


Este versículo es una advertencia contra el temor al hombre y una invitación a confiar plenamente en Dios. Nos enseña que cuando damos prioridad a las opiniones humanas por encima de la voluntad de Dios, comprometemos nuestra capacidad de recibir Su guía y bendiciones. Sin embargo, al elegir reverenciar y obedecer a Dios por encima de todo, podemos mantenernos firmes en el camino correcto, incluso en medio de oposición.

Este pasaje nos invita a reflexionar sobre nuestras decisiones y prioridades. ¿Nos preocupa más agradar a los hombres que agradar a Dios? Nos recuerda que el verdadero poder y propósito provienen de confiar en el Señor y Su voluntad. Al aplicar esta enseñanza, podemos desarrollar valor espiritual para permanecer firmes en nuestras convicciones, incluso cuando enfrentemos críticas o presiones externas, sabiendo que la aprobación de Dios es lo que realmente importa.


― Doctrina y Convenios 3:8. “Y con su brazo extendido, él te hubiera defendido de todos los dardos encendidos del adversario; y habría estado contigo en todo momento de dificultad.”
Este versículo es una poderosa declaración de la disposición de Dios para proteger, fortalecer y acompañar a Sus hijos. Sin embargo, esta promesa está condicionada a nuestra fidelidad y confianza en Él. Nos enseña que, aunque enfrentemos los ataques del adversario y las pruebas de la vida, el Señor siempre está dispuesto a extender Su brazo para defendernos y estar con nosotros en nuestros momentos de mayor necesidad.

“Y con su brazo extendido”
El “brazo extendido” es un símbolo recurrente en las escrituras que representa el poder, la protección y la intervención divina. Este lenguaje transmite la disposición de Dios para proteger y guiar a quienes confían en Él y obedecen Sus mandamientos.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “El brazo extendido del Señor siempre está disponible para nosotros, si estamos dispuestos a aceptar Su ayuda y seguir Sus caminos.” (Conferencia General, octubre de 2009). Este pasaje subraya que el Señor está siempre dispuesto a actuar a favor de Sus siervos fieles.

“Él te hubiera defendido de todos los dardos encendidos del adversario”
El Señor promete protección contra las influencias del adversario, que son representadas aquí como “dardos encendidos.” Estos pueden incluir tentaciones, oposición, dudas o persecuciones. Sin embargo, esta defensa divina está condicionada a nuestra fidelidad y confianza en Dios.
El presidente Boyd K. Packer declaró: “El adversario no tiene poder sobre aquellos que confían plenamente en el Señor. El Señor es nuestra protección contra todo lo que el enemigo pueda lanzar contra nosotros.” (Conferencia General, abril de 2004). Este versículo enfatiza que, aunque el adversario intentará desviarnos, el poder de Dios es mayor que cualquier ataque.

“Y habría estado contigo en todo momento de dificultad”
El Señor promete Su presencia constante en los momentos de desafío, prueba y dificultad. Este ofrecimiento refleja Su amor inquebrantable y Su deseo de fortalecer y consolar a Sus siervos fieles.
El presidente Thomas S. Monson enseñó: “Dios nunca nos abandona. En nuestras horas más oscuras, Su luz nos guía y Su amor nos consuela.” (Conferencia General, octubre de 2013). Este pasaje nos asegura que, al permanecer fieles, podemos contar con la presencia fortalecedora de Dios en todo momento.

Este versículo nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con el Señor y nuestra disposición a confiar en Él plenamente. Nos recuerda que, aunque enfrentemos desafíos, no estamos solos. El Señor promete Su presencia y protección si permanecemos fieles a Sus mandamientos. Este pasaje nos inspira a buscar Su ayuda en cada aspecto de nuestra vida, confiando en que Su poder puede superar cualquier dificultad que enfrentemos.


― Doctrina y Convenios 3:10. “Mas recuerda que Dios es misericordioso; arrepiéntete, pues, de lo que has hecho contrario al mandamiento que te di, y todavía eres escogido, y eres llamado de nuevo a la obra.”
El Señor combina la reprensión con la esperanza. A pesar de los errores de José, se le ofrece la oportunidad de arrepentirse y continuar como Su profeta. Este versículo destaca la misericordia de Dios y Su disposición a perdonar a quienes se arrepienten sinceramente.
El élder Jeffrey R. Holland declaró: “El arrepentimiento es un proceso divino que nos permite cambiar y volvernos dignos de la obra del Señor.” (Conferencia General, abril de 2007). Este pasaje subraya que el arrepentimiento restaura nuestra relación con Dios y nos permite cumplir con nuestro propósito divino.

“Mas recuerda que Dios es misericordioso”
Este recordatorio enfatiza un atributo fundamental de Dios: Su misericordia. Aunque el hombre puede fallar, la misericordia divina permite el arrepentimiento y la restauración. Dios no abandona a Sus hijos, sino que les ofrece oportunidades para corregir sus errores y volver a Su camino.
El presidente Dieter F. Uchtdorf enseñó: “La misericordia de Dios es infinita y eterna. Él desea que regresemos a Su presencia, y está dispuesto a ayudarnos en cada paso del camino.” (Conferencia General, octubre de 2012). Este recordatorio es un consuelo para quienes sienten que sus errores los han apartado irremediablemente de Dios.

“Arrepiéntete, pues, de lo que has hecho contrario al mandamiento que te di”
El arrepentimiento es un principio esencial del evangelio. Esta frase subraya que la misericordia de Dios no es un permiso para pecar, sino una invitación a cambiar. Dios requiere que sus hijos reconozcan sus errores, busquen Su perdón y se esfuercen por mejorar.
El élder Neil L. Andersen declaró: “El arrepentimiento es un proceso diario que nos permite realinearnos con Dios y recibir Su gracia.” (Conferencia General, abril de 2019). Este llamado al arrepentimiento es una muestra de la justicia y la misericordia de Dios trabajando juntas.

“Y todavía eres escogido”
Dios reafirma el llamado divino de José Smith a pesar de su error. Esto muestra que el Señor no desecha a Sus siervos por sus debilidades humanas, sino que les brinda oportunidades para redimirse y seguir adelante.
El presidente Boyd K. Packer enseñó: “El Señor no espera que seamos perfectos antes de que Él pueda usarnos para cumplir Sus propósitos. Él trabaja con herramientas imperfectas.” (Conferencia General, abril de 2006). Este versículo enseña que el valor de un siervo de Dios no se mide por su perfección, sino por su disposición a arrepentirse y continuar sirviendo.

“Y eres llamado de nuevo a la obra”
Este pasaje subraya que el arrepentimiento genuino no solo restaura la relación con Dios, sino también la capacidad de servir en Su obra. José Smith recibe la confirmación de que su llamado sigue vigente si elige arrepentirse y alinearse nuevamente con la voluntad divina.
El presidente Thomas S. Monson declaró: “El Señor no solo nos perdona, sino que nos da una nueva oportunidad para cumplir con el propósito para el cual fuimos llamados.” (Conferencia General, abril de 2011). Este mensaje es un recordatorio de que el arrepentimiento nos capacita para seguir adelante con propósito y confianza en la obra del Señor.


Este versículo encapsula la doctrina de la misericordia divina y el arrepentimiento. Subraya que, aunque cometamos errores, Dios no nos abandona si estamos dispuestos a arrepentirnos sinceramente. Su misericordia permite que los siervos que se hayan desviado puedan regresar, ser restaurados y continuar cumpliendo con Su obra.

Este pasaje nos invita a reflexionar sobre nuestra propia relación con Dios y nuestra respuesta a las correcciones divinas. Nos recuerda que no hay error o transgresión que no pueda ser perdonado mediante el arrepentimiento sincero. También nos inspira a tener esperanza en que, a pesar de nuestras imperfecciones, Dios puede utilizarnos como instrumentos en Su obra. Al aceptar Su misericordia y Su llamado, podemos avanzar con fe y confianza en que nuestro potencial eterno sigue intacto.


― Doctrina y Convenios 3:16. “Sin embargo, mi obra avanzará, pues por cuanto el conocimiento de un Salvador ha venido al mundo, mediante el testimonio de los judíos, así también llegará a mi pueblo el conocimiento de un Salvador.”
El Señor asegura que Su obra de salvación no se detendrá. Al igual que el testimonio de Jesucristo vino al mundo a través de los judíos, el Libro de Mormón servirá como testimonio adicional para las generaciones futuras.
El presidente Boyd K. Packer afirmó: “El testimonio del Salvador se encuentra en cada página del Libro de Mormón. Este libro es una herramienta divina para traer a las personas a Cristo.” (Conferencia General, octubre de 2005). Este versículo refuerza la importancia del Libro de Mormón como una segunda fuente de testimonio de Cristo.

“Sin embargo, mi obra avanzará”
Este enunciado reafirma la naturaleza inmutable e indetenible de la obra del Señor. A pesar de los errores humanos, la oposición del adversario o las dificultades externas, el plan de salvación y la misión divina seguirán adelante según los designios de Dios.
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “La obra de Dios no será detenida. Nada, ni el error humano ni las fuerzas del mal, podrán frustrar Su propósito eterno.” (Conferencia General, abril de 2003). Este principio brinda confianza en que la obra del Señor es guiada por Su poder y no depende de la perfección de los hombres.

“Pues por cuanto el conocimiento de un Salvador ha venido al mundo, mediante el testimonio de los judíos”
El testimonio de Jesucristo, el Salvador, llegó inicialmente al mundo a través de los judíos, quienes fueron el pueblo del convenio en el Antiguo Testamento. Las escrituras judías, en particular el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, contienen profecías y relatos sobre el Salvador.
El élder Jeffrey R. Holland explicó: “La Biblia es el testimonio inicial de que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Es el fundamento sobre el cual se basa nuestra fe en Él.” (Conferencia General, abril de 2007). Este pasaje subraya la conexión entre el testimonio judío de Cristo y la obra restaurada del evangelio.

“Así también llegará a mi pueblo el conocimiento de un Salvador”
El Señor promete que el conocimiento del Salvador llegará a Su pueblo en los últimos días, particularmente a los descendientes de Lehi, mediante el Libro de Mormón. Este testimonio adicional de Jesucristo fortalece la fe y confirma Su misión redentora.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El Libro de Mormón es el testimonio adicional de Jesucristo. Su propósito es traer a todos los hijos de Dios al conocimiento de Su Salvador.” (Conferencia General, abril de 2017). Este versículo destaca el propósito redentor del Libro de Mormón como parte central de la obra de los últimos días.


Este versículo declara la certeza de que la obra de Dios no puede ser detenida. El testimonio de Jesucristo, que comenzó con los judíos y las escrituras bíblicas, continuará extendiéndose mediante el Libro de Mormón y la obra misional. Este mensaje confirma que el conocimiento del Salvador es la esencia del plan de salvación y el propósito principal de la obra del Señor.

Este pasaje nos invita a reflexionar sobre nuestra responsabilidad en la obra del Señor. Nos recuerda que, aunque enfrentemos desafíos o errores, la obra de Dios avanzará. Al participar activamente en compartir el evangelio, podemos ayudar a llevar el conocimiento del Salvador a quienes aún no lo tienen. Además, este versículo nos inspira a buscar constantemente el testimonio de Jesucristo en nuestras vidas, reconociendo que Él es el centro de nuestra fe y redención.


― Doctrina y Convenios 3:19. “Y para este propósito mismo se preservan estas planchas que contienen esta historia, a fin de que se cumplan las promesas del Señor a su pueblo.”
El propósito de las planchas de oro era cumplir las promesas hechas por Dios a los descendientes de Lehi. El Señor había preparado de antemano este registro para garantizar que Su obra de redención llegara a Su pueblo.
El élder Dallin H. Oaks expresó: “El Señor siempre prepara los medios para cumplir Su propósito eterno.” (Conferencia General, abril de 2018). Este versículo enfatiza que las escrituras son preservadas por el Señor para bendecir a Su pueblo y cumplir Su plan eterno.

“Y para este propósito mismo”
La frase destaca la intención divina detrás de la preservación de las planchas de oro. Este “propósito” es parte del plan eterno de Dios, que incluye la restauración del evangelio y la redención de Su pueblo. Las escrituras no son casualidades históricas, sino instrumentos diseñados por el Señor para cumplir Su voluntad.
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “Todo lo que Dios hace tiene un propósito eterno. Las escrituras han sido preservadas para guiar a Sus hijos hacia la salvación.” (Conferencia General, abril de 1997). Este pasaje nos recuerda que cada acción divina tiene un propósito específico en el plan de salvación.

“Se preservan estas planchas que contienen esta historia”
El Señor preservó las planchas de oro a través de siglos de conflictos y desafíos, asegurando que su contenido llegara intacto a nuestra época. Estas planchas contienen la historia del pueblo de Dios y, más importante, el testimonio de Jesucristo.
El élder Neal A. Maxwell declaró: “El Señor preservó las planchas con cuidado divino para que en los últimos días tuviéramos un testimonio adicional de Su amor redentor y de Su plan eterno.” (Conferencia General, abril de 1986). Este acto de preservación muestra el cuidado y la intervención divina en la historia de la humanidad.

“A fin de que se cumplan las promesas del Señor a su pueblo”
Las promesas del Señor incluyen las bendiciones del convenio abrahámico, como la posteridad, la tierra prometida y la redención. Estas promesas se extienden a todos los que acepten el evangelio, incluyendo los descendientes de Lehi, quienes recibirían un testimonio adicional de Jesucristo por medio del Libro de Mormón.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El Señor cumple Sus promesas en Su tiempo perfecto. Las escrituras son evidencia de Su fidelidad hacia Su pueblo.” (Conferencia General, octubre de 2018). Este pasaje nos asegura que las promesas del Señor son seguras y se cumplen de acuerdo con Su plan eterno.


Este versículo subraya el papel crucial de las planchas de oro y su contenido en el cumplimiento del plan divino de salvación. La preservación de estas planchas es un testimonio del amor de Dios por Su pueblo y de Su deseo de proporcionar un conocimiento más pleno de Su evangelio. También reafirma que las promesas hechas por el Señor no fallan y que Su obra continúa sin interrupciones.

Este pasaje nos invita a reflexionar sobre la forma en que Dios trabaja para cumplir Sus promesas y bendecir a Sus hijos. Nos inspira a estudiar y valorar las escrituras, especialmente el Libro de Mormón, como un registro sagrado diseñado para acercarnos a Cristo. También nos motiva a confiar en que el Señor cumplirá Sus promesas en nuestra vida, tal como lo hizo con las generaciones pasadas, y a participar activamente en Su obra al compartir este conocimiento con los demás.


Organización por temas


Versículo 1–4 La obra de Dios no puede ser frustrada


El Señor comienza recordándonos una verdad fundamental: Sus obras y propósitos jamás podrán ser frustrados. Él tiene un plan perfecto que se cumple a pesar de los errores humanos. Los hombres pueden fallar, desobedecer o incluso rebelarse, pero eso no detiene el curso de la obra de Dios. Solo logran perjudicarse a sí mismos, perdiendo bendiciones y oportunidades que el Señor les había preparado.

El pasaje nos muestra también que el Señor es absolutamente recto. No se desvía ni a la derecha ni a la izquierda, ni cambia lo que ha establecido. Su camino es firme y eterno, y quienes se aferran a Él pueden tener seguridad, porque en Dios no hay variación ni sombra de cambio.

Por eso el Señor repite con énfasis: no es Su obra la que fracasa, sino la de los hombres. Al apoyarse en su propio juicio, temer más a los hombres que a Dios o dejarse llevar por deseos carnales, las personas limitan su crecimiento y se ponen en peligro espiritual.

Finalmente, el Señor advierte que aun alguien muy favorecido —que reciba revelaciones o haga obras poderosas— puede caer si se enorgullece y confía en su propia fuerza en lugar de obedecer a Dios. El orgullo y la autosuficiencia espiritual conducen a la caída, mientras que la humildad y la sumisión al consejo divino aseguran la permanencia en la obra del Señor.

Estos versículos nos recuerdan que la obra de Dios es indestructible, pero nuestra fidelidad personal sí está en juego. La autosuficiencia, el orgullo y el desprecio del consejo divino nos llevan a la ruina espiritual, mientras que la humildad y la obediencia nos aseguran un lugar en la obra eterna del Señor.

El mensaje central es que Dios nunca falla: Sus caminos son rectos, Su palabra es eterna y Su obra avanza sin detenerse. La pregunta que queda para cada uno de nosotros es si decidiremos caminar con Él o frustrar nuestra propia vida al seguir nuestra voluntad en lugar de la Suya.


Versículo 5–15 Reprensión y llamado al arrepentimiento de José Smith


El Señor recuerda a José que se le habían confiado cosas sagradas bajo mandamientos muy estrictos. Junto a esos mandamientos había promesas: si los guardaba, recibiría bendiciones y privilegios. Sin embargo, José no fue constante y, cediendo a las presiones humanas, quebrantó esos mandamientos.

El pasaje nos enseña una verdad clave: el temor al hombre nunca debe estar por encima del temor a Dios. José había permitido que la insistencia de Martin Harris y el deseo de complacerlo fueran más fuertes que la voz de Dios. El Señor lo amonesta, pues si hubiese confiado en Él con fidelidad, habría sido protegido y fortalecido en toda dificultad.

Aun así, la revelación muestra un equilibrio entre justicia y misericordia. Dios advierte que, si José persiste en su error, perderá sus dones y será desamparado como cualquier otro hombre. Pero también lo invita al arrepentimiento, recordándole que su llamado sigue en pie: si se arrepiente, podrá continuar con la obra.

El Señor señala la gravedad del error: lo que José había recibido por revelación y poder divino —el manuscrito traducido— fue entregado en manos de alguien que no valoró lo sagrado, que quebrantó sus promesas y confió en su propia sabiduría. El precio de esa decisión fue alto: la pérdida temporal de privilegios y el dolor de ver hollado el consejo divino.

En estas palabras se ve claramente la tensión entre la fragilidad humana y la grandeza del plan de Dios: José, aunque escogido, no estaba exento de caer si no se mantenía humilde y obediente.

Estos versículos nos enseña que ser escogido por el Señor no significa estar libre de responsabilidad o de disciplina. Los llamamientos y dones se sostienen en la obediencia. También aprendemos que el temor al hombre puede apartarnos de la voluntad de Dios, y que cada vez que cedemos a las presiones externas, debilitamos la confianza en lo divino. Sin embargo, lo más consolador es que Dios no desecha a quien se arrepiente. Su misericordia ofrece segundas oportunidades, y Su obra sigue adelante aun cuando nosotros tropecemos.

En resumen la fidelidad trae protección, la desobediencia trae pérdida, y el arrepentimiento abre nuevamente la puerta a la gracia y al servicio en la obra del Señor.


Versículo 16–20 La obra de salvación continuará


Después de reprender a José por la pérdida de las páginas, el Señor le recuerda que Su obra no depende de los hombres. A pesar de los errores humanos, Su plan sigue adelante. El conocimiento de un Salvador ya había llegado al mundo mediante el testimonio de los judíos, pero también debía llegar al pueblo de Lehi.

El Señor enumera a los descendientes de Lehi —nefitas, jacobitas, josefitas, zoramitas, así como lamanitas, lemuelitas e ismaelitas—, dejando en claro que todos forman parte de Sus promesas. Aunque algunos de estos pueblos cayeron en la incredulidad y la maldad, al grado de destruir a sus propios hermanos, el Señor no los olvidó. Su misericordia es mayor que su rebelión, y por eso preservó las planchas: para que sus descendientes tengan la oportunidad de volver al conocimiento de la verdad.

La revelación señala que el propósito de conservar esos registros es cumplir las promesas hechas por Dios y dar a los descendientes de Lehi la posibilidad de recordar quiénes son, conocer a sus padres, comprender las promesas del Señor y, sobre todo, venir a Cristo. Así, los lamanitas y sus hermanos tendrían la oportunidad de confiar en los méritos de Jesucristo, arrepentirse y ser glorificados por la fe en Su nombre.

Este pasaje enseña que el Libro de Mormón no es un simple registro histórico, sino un instrumento divino con poder salvador. Es el medio para que los hijos de Lehi, y por extensión todo el mundo, tengan un testimonio adicional de Jesucristo y hallen redención en Él.

Estos versículos nos recuerdan que ningún error humano puede detener el plan de salvación. Dios preserva Sus propósitos y cumple Sus promesas. El Libro de Mormón es evidencia de esa fidelidad: fue guardado por siglos para salir en el momento preciso y bendecir a los descendientes de Lehi y a toda la humanidad.

El mensaje es claro: el Señor nunca abandona a Sus hijos, incluso a los que se apartan por incredulidad. Su amor y Su plan siempre ofrecen un camino de regreso a Cristo. En la práctica, esto nos invita a confiar en que Dios obra en nuestra vida de la misma manera: aunque fallemos, Su obra sigue adelante y siempre nos ofrece la oportunidad de arrepentirnos y hallar salvación en los méritos del Salvador.

 

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