Doctrina y Convenios
Sección 36
La Sección 36 se recibe el 9 de diciembre de 1830, solo dos días después de que Sidney Rigdon y Edward Partridge llegaran a Fayette, Nueva York, buscando dirección divina. Edward Partridge, un converso reciente al evangelio restaurado, se describe como un hombre de gran piedad y humildad, con un carácter que reflejaba su dedicación al Señor.
Edward Partridge, originario de Ohio, fue presentado a la Iglesia gracias a la influencia de Sidney Rigdon y los misioneros que predicaban el evangelio en el oeste. Esta sección marca su ordenación inicial y su llamado como predicador del evangelio, un paso fundamental que precedería a su designación posterior como el primer obispo de la Iglesia.
La revelación describe a Edward como alguien a quien “le son perdonados sus pecados” y que es “bendecido”. Esto refuerza la idea de que el Señor conocía el corazón puro y la disposición de Edward para servir. Este reconocimiento destaca el principio de que Dios llama a quienes son humildes y tienen el deseo sincero de cumplir Su obra.
En esta revelación, Sidney Rigdon es el instrumento mediante el cual Edward Partridge recibe la imposición de manos y el Espíritu Santo. Esto muestra la importancia de la autoridad del sacerdocio y el rol que los líderes en la Iglesia desempeñan al extender bendiciones y preparar a otros para sus llamamientos. La participación de Sidney refuerza su rol clave en la Iglesia naciente como colaborador cercano de José Smith.
La sección no solo se centra en Edward Partridge, sino que también establece un patrón general para los miembros que acepten el evangelio y el sacerdocio. Cada hombre que reciba estas ordenanzas y llaves es llamado a salir a predicar el evangelio “como con voz de trompeta” (versículo 1). Este mandato refuerza la misión misional de la Iglesia en su etapa temprana, especialmente en un momento en el que la Iglesia era pequeña pero tenía un potencial significativo para expandirse rápidamente.
El versículo 8 contiene una referencia directa a la Segunda Venida de Jesucristo, indicando que vendrá “súbitamente a mi templo”. Esta declaración resalta la necesidad de que los miembros se preparen espiritual y físicamente para el cumplimiento de las promesas divinas.
En diciembre de 1830, la Iglesia estaba enfrentando desafíos significativos. Era un grupo pequeño y aún en proceso de organizarse. Las revelaciones que enfatizaban la predicación del arrepentimiento y la salvación de una “generación perversa” (versículo 6) eran cruciales para fortalecer a los primeros miembros y expandir el alcance del evangelio.
La Sección 36 cumple varios propósitos clave: Su humildad y carácter lo hacen apto para este rol. Este principio resalta la universalidad del llamado a predicar entre los élderes de la Iglesia. El mensaje subraya la urgencia de prepararse para el regreso del Salvador. La revelación refuerza la autoridad y la misión de José Smith y Sidney Rigdon como líderes de la Iglesia.
La Sección 36 nos recuerda que el Señor llama a personas humildes y piadosas para desempeñar roles clave en Su obra. También subraya la importancia de aceptar los mandamientos con sencillez de corazón y actuar con diligencia en la predicación del evangelio. A través de esta revelación, los Santos son invitados a prepararse para el cumplimiento de las promesas del Señor y a trabajar activamente en el recogimiento de Israel y la edificación de Sión.
― Doctrina y Convenios 36:1. “Así dice el Señor Dios, el Fuerte de Israel: He aquí, te digo, mi siervo Edward, bendito eres, y te son perdonados tus pecados, y eres llamado a predicar mi evangelio como con voz de trompeta.”
Este versículo introduce el llamado divino a Edward Partridge, destacando el perdón de sus pecados y la responsabilidad de predicar el evangelio. Es un ejemplo de cómo el Señor capacita y llama a Sus siervos.
“Así dice el Señor Dios, el Fuerte de Israel”
Esta introducción establece la autoridad divina del mensaje, enfatizando que no proviene de un hombre, sino del “Fuerte de Israel”, un título que subraya el poder de Dios para proteger, guiar y cumplir Sus promesas. Este título conecta a Edward Partridge con la tradición del pacto de Israel, recordándole que es parte del pueblo del convenio.
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “El Señor no es un Dios distante, sino un Dios presente, que guía y protege a Su pueblo” (Ensign, noviembre de 2003). Esta frase asegura a Edward que su llamado no es un accidente, sino parte del plan divino de un Dios poderoso y comprometido con Sus hijos.
“He aquí, te digo, mi siervo Edward”
Al dirigirse a Edward como “mi siervo”, el Señor lo reconoce como alguien elegido para cumplir una misión sagrada. Este término también implica humildad y disposición para actuar bajo la dirección de Dios. Ser llamado “siervo” es un título honorable en el reino de Dios (véase Mosíah 2:17).
El élder Dieter F. Uchtdorf explicó: “Dios conoce a cada uno de Sus hijos por nombre y llama a Sus siervos de acuerdo con Sus propósitos eternos” (Ensign, mayo de 2012). Este reconocimiento muestra la cercanía de Dios con Sus hijos y Su conocimiento personal de sus capacidades y corazones.
“Bendito eres, y te son perdonados tus pecados”
La bendición y el perdón de los pecados indican que Edward está espiritualmente preparado para su llamamiento. Este principio muestra que Dios no espera perfección al extender Sus llamados, sino arrepentimiento y disposición para servir (véase Doctrina y Convenios 58:42).
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El arrepentimiento es un regalo que nos limpia y nos prepara para recibir poder espiritual” (Ensign, noviembre de 2017). Esta frase subraya que el Señor capacita a Sus siervos mediante el perdón y las bendiciones espirituales necesarias para llevar a cabo Su obra.
“Y eres llamado a predicar mi evangelio como con voz de trompeta”
Este llamado enfatiza la responsabilidad de proclamar el evangelio con claridad, poder y urgencia, similar al sonido de una trompeta que llama la atención de todos. Predicar el evangelio es una labor sagrada, y la metáfora de la trompeta refleja la necesidad de ser audaces y fieles en el cumplimiento de este mandato (véase Doctrina y Convenios 88:81).
El presidente Thomas S. Monson dijo: “Cuando somos llamados a servir, debemos proclamar el evangelio con un propósito claro y firme, llevando el mensaje de salvación al mundo” (Ensign, mayo de 2009). Este mandato resalta la importancia de la obra misional y la urgencia de llevar el mensaje de arrepentimiento y salvación a un mundo necesitado.
Este versículo establece un patrón significativo en la obra del Señor: Él llama a Sus siervos, los bendice, los perdona y los envía a proclamar Su evangelio. La relación personal entre Dios y Edward Partridge, expresada en este pasaje, muestra cómo el Señor conoce y prepara individualmente a aquellos que Él llama. El perdón de los pecados y la designación como “mi siervo” son recordatorios de que el Señor capacita a quienes Él llama, sin importar su pasado.
La metáfora de la trompeta enfatiza que el evangelio debe proclamarse de manera valiente y clara, recordando a todos que la obra de salvación es urgente y sagrada. Este llamado no es solo para Edward, sino también para todos los que han aceptado el evangelio y tienen la responsabilidad de compartirlo.
Este versículo nos invita a reflexionar sobre nuestro propio llamamiento como discípulos de Cristo. ¿Estamos aceptando la invitación del Señor a proclamar Su evangelio con valor y claridad? También nos recuerda que no necesitamos ser perfectos para servir al Señor; Él nos bendice y nos perdona, capacitándonos para cumplir con nuestras responsabilidades.
Finalmente, el llamado a predicar “como con voz de trompeta” nos desafía a ser audaces y sinceros en nuestro testimonio, permitiendo que el mensaje de Cristo resuene en los corazones de quienes nos rodean. Este versículo es una invitación a actuar con fe, confianza y dedicación en la obra del Señor.
― Doctrina y Convenios 36:2. “Y pondré sobre ti mi mano por conducto de las de mi siervo Sidney Rigdon, y recibirás mi Espíritu, el Espíritu Santo, sí, el Consolador, que te enseñará las cosas apacibles del reino.”
Resalta la importancia de la imposición de manos como un acto sacerdotal para conferir el Espíritu Santo, mostrando que el Consolador es clave para la guía y la enseñanza en la obra de Dios.
“Y pondré sobre ti mi mano por conducto de las de mi siervo Sidney Rigdon”
Esta frase establece la importancia de la autoridad del sacerdocio en la administración de las ordenanzas y bendiciones del evangelio. Aunque es Sidney Rigdon quien físicamente pone las manos sobre Edward Partridge, el Señor declara que es Su mano la que actúa a través de él. Este principio reafirma que las bendiciones del sacerdocio provienen de Dios, no del hombre (véase Doctrina y Convenios 1:38).
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “El sacerdocio es el poder de Dios delegado a los hombres para actuar en Su nombre, bajo Su dirección” (Ensign, mayo de 1995). Este versículo subraya que las ordenanzas del sacerdocio son válidas únicamente cuando se realizan bajo la debida autoridad, y que quienes poseen esta autoridad actúan como instrumentos en las manos del Señor.
“Y recibirás mi Espíritu, el Espíritu Santo, sí, el Consolador”
La promesa de recibir el Espíritu Santo a través de la imposición de manos refleja la doctrina del segundo principio y ordenanza del evangelio: el don del Espíritu Santo. Este don, conferido después del bautismo, brinda guía, consuelo y protección espiritual constante a los que lo reciben dignamente (véase Hechos 8:17).
El presidente Boyd K. Packer enseñó: “El Espíritu Santo es el gran don prometido a todos aquellos que siguen al Salvador. Es un guía constante, un maestro y un protector en la vida diaria” (Ensign, noviembre de 1994). El Consolador, como se describe aquí, no solo guía, sino que también proporciona paz y entendimiento, fortaleciendo a los siervos del Señor para cumplir con sus responsabilidades.
“Que te enseñará las cosas apacibles del reino”
Esta frase resalta el papel del Espíritu Santo como maestro. Las “cosas apacibles del reino” se refieren a las verdades espirituales que traen paz y gozo a los seguidores de Cristo. Este aprendizaje no solo ocurre en contextos formales, como la enseñanza en la Iglesia, sino también a través de revelaciones personales (véase Juan 14:26).
El élder David A. Bednar dijo: “El Espíritu Santo nos guía hacia la verdad y nos enseña cosas que edifican, consuelan y fortalecen nuestra fe” (Ensign, noviembre de 2005). Este pasaje nos recuerda que la verdadera paz y el entendimiento espiritual provienen del Espíritu Santo, quien nos guía a través de los desafíos de la vida hacia las verdades eternas.
Este versículo encapsula principios fundamentales del evangelio: la administración de las bendiciones del sacerdocio bajo la autoridad divina, la recepción del Espíritu Santo como Consolador y guía, y el papel del Espíritu como maestro de las verdades del reino de Dios. A través de Sidney Rigdon, Edward Partridge recibe estas bendiciones, mostrando el patrón divino de cómo el sacerdocio funciona en la Iglesia restaurada.
El Señor garantiza a Sus siervos el don del Espíritu Santo para que puedan cumplir con sus responsabilidades. Este versículo también destaca que las “cosas apacibles del reino” son el resultado de vivir en armonía con el evangelio, una paz interior que solo el Señor puede proporcionar.
Este versículo nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con el Espíritu Santo. ¿Estamos viviendo de una manera que nos permita recibir las “cosas apacibles del reino”? También nos motiva a valorar el sacerdocio y su autoridad divina, reconociendo que es a través de él que el Señor administra Sus bendiciones a Su pueblo.
Finalmente, nos inspira a buscar la guía constante del Espíritu Santo en nuestras vidas, sabiendo que Su influencia no solo nos consuela, sino que también nos prepara para cumplir con nuestros llamados y enfrentar los desafíos con confianza en el Señor. Este versículo es un recordatorio de que, al vivir dignamente, podemos ser receptores de Su guía divina y de Su paz eterna.
― Doctrina y Convenios 36:6. “Para proclamar el arrepentimiento, diciendo: Salvaos de esta generación perversa, y salid del fuego, aborreciendo aun hasta las ropas contaminadas con la carne.”
Este versículo define el mensaje central de la predicación misional: el llamado al arrepentimiento y la advertencia contra las influencias del mundo, con una clara invitación a la pureza.
“Para proclamar el arrepentimiento”
El llamado a proclamar el arrepentimiento es central en el evangelio de Jesucristo. Este principio refleja la necesidad universal de que todos los hombres y mujeres vuelvan su corazón a Dios, dejando atrás sus pecados. Proclamar el arrepentimiento es un acto de amor, porque ofrece a los demás la oportunidad de reconciliarse con Dios y experimentar Su misericordia (véase Doctrina y Convenios 18:10–13).
El presidente Russell M. Nelson dijo: “El arrepentimiento no es una penalidad, es un privilegio. Es el proceso que nos lleva a Dios y nos permite ser transformados” (Ensign, noviembre de 2019). Esta frase enfatiza que la obra misional no solo consiste en compartir principios del evangelio, sino también en invitar a los demás a cambiar sus vidas mediante el arrepentimiento.
“Diciendo: Salvaos de esta generación perversa”
Esta frase señala la urgencia de escapar de las influencias corruptas del mundo. “Generación perversa” es un término que describe una sociedad alejada de los principios de Dios, atrapada en pecado y confusión. El evangelio ofrece el camino para “salvarse” al establecer un contraste entre la vida espiritual y la moralidad del mundo (véase Hechos 2:40).
El élder D. Todd Christofferson enseñó: “El evangelio nos llama a ser un pueblo santo, separado de las influencias del mundo, pero unidos en la fe en Jesucristo” (Ensign, noviembre de 2014). Este llamado es una advertencia clara de que la salvación requiere un esfuerzo consciente para apartarse de las prácticas y actitudes que son incompatibles con el evangelio.
“Y salid del fuego”
El “fuego” aquí representa la condenación y las consecuencias del pecado, tanto en esta vida como en la eternidad. El llamado a “salir del fuego” refleja el deseo del Señor de rescatar a Sus hijos antes de que experimenten las consecuencias inevitables del pecado (véase Alma 5:7).
El presidente Thomas S. Monson dijo: “El evangelio de Jesucristo es el camino para escapar del fuego destructivo del pecado y encontrar la paz que solo Él puede dar” (Ensign, mayo de 2010). Este pasaje refuerza que el arrepentimiento no solo limpia nuestros pecados, sino que también nos libera del sufrimiento espiritual asociado con ellos.
“Aborreciendo aun hasta las ropas contaminadas con la carne”
Este lenguaje fuerte enfatiza el grado de separación que debemos tener del pecado. “Aborrecer las ropas contaminadas” significa evitar no solo el pecado mismo, sino también las influencias o asociaciones que podrían llevarnos a pecar. Esto está en línea con la doctrina de vivir una vida de pureza y santidad, separándonos de cualquier cosa que nos aleje de Dios (véase Judas 1:23).
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “La verdadera conversión no solo evita el pecado, sino que se aleja completamente de él, odiando todo lo que pueda llevarnos a transgredir” (Ensign, mayo de 2012). Este llamado a la pureza es un recordatorio de que nuestra relación con Dios depende de nuestra disposición para alejarnos de todas las influencias corruptas, incluso las más sutiles.
Este versículo encapsula la urgencia y seriedad de la obra misional. El llamado a proclamar el arrepentimiento y salvarse de una generación perversa refleja el deseo de Dios de redimir a todos Sus hijos. Cada frase refuerza el principio de que el evangelio no solo nos libera del pecado, sino que también nos llama a una vida de pureza y dedicación total al Señor.
Este mensaje no es solo para quienes escuchan el evangelio por primera vez, sino también para los miembros de la Iglesia, recordándoles la importancia de mantenerse alejados de las influencias mundanas y de vivir una vida de continua conversión.
Este pasaje nos invita a considerar nuestro compromiso con el evangelio. ¿Estamos proclamando el arrepentimiento de manera clara y amorosa? ¿Estamos evitando no solo el pecado, sino también las influencias que podrían llevarnos a él?
Además, este versículo subraya que el arrepentimiento no es un acto ocasional, sino un estilo de vida. Al mantenernos espiritualmente vigilantes y separados de las influencias corruptas del mundo, podemos recibir la paz y la seguridad que solo el Señor puede ofrecer. Este versículo nos desafía a vivir con valentía y convicción, siempre buscando la pureza y la rectitud ante Dios.
― Doctrina y Convenios 36:8. “Soy Jesucristo, el Hijo de Dios; por tanto, ciñe tus lomos y vendré súbitamente a mi templo. Así sea. Amén.”
Este versículo reafirma la identidad divina de Cristo y Su promesa de regresar, instando a Sus siervos a estar siempre preparados para Su venida.
“Soy Jesucristo, el Hijo de Dios”
Esta declaración subraya la identidad divina del Salvador, reafirmando Su papel central en el plan de salvación. Jesucristo es el Hijo de Dios, el Mediador y Redentor, cuya misión es redimir a la humanidad. Este recordatorio establece que la autoridad y las promesas que siguen provienen del Salvador mismo, quien tiene poder para cumplirlas (véase Juan 3:16).
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Jesucristo es el Hijo de Dios, el Redentor del mundo. Toda la doctrina y la autoridad de la Iglesia se basan en Su divinidad” (Ensign, noviembre de 2019). Esta afirmación no solo confirma la autoridad del mensaje, sino que también invita al lector a recordar el papel de Jesucristo como fuente de esperanza, guía y salvación.
“Por tanto, ciñe tus lomos”
Esta frase utiliza un simbolismo común en las Escrituras para instar a la preparación, la diligencia y la acción. “Ciñir los lomos” era una práctica antigua que preparaba a una persona para el trabajo o el viaje. Espiritualmente, representa estar listo para actuar, servir y enfrentar los desafíos del discipulado (véase Efesios 6:14).
El élder Dieter F. Uchtdorf dijo: “El Señor espera que estemos preparados para servirle con todo nuestro corazón, mente y fuerza, listos para actuar con fe” (Ensign, mayo de 2014). Esta instrucción nos llama a estar espiritualmente preparados para cumplir con los mandamientos del Señor y participar activamente en Su obra.
“Y vendré súbitamente a mi templo”
La referencia a la venida del Salvador “súbitamente a mi templo” alude tanto a la Segunda Venida como a Su presencia en los templos, lugares de santidad donde se manifiesta Su gloria. También enfatiza la importancia de estar preparados espiritualmente, ya que Su venida será repentina y no habrá tiempo para prepararse en ese momento (véase Malaquías 3:1).
El presidente Thomas S. Monson enseñó: “El templo es un lugar donde podemos sentir Su espíritu y prepararnos para Su venida. Su retorno será repentino, y debemos estar listos” (Ensign, noviembre de 2010). Este versículo no solo llama a la preparación personal, sino también a valorar los templos como lugares de comunión con Dios y de preparación para Su regreso.
Este versículo combina principios fundamentales del evangelio: la divinidad de Jesucristo, la necesidad de preparación espiritual y la promesa de Su regreso. La declaración “Soy Jesucristo, el Hijo de Dios” establece el contexto de autoridad divina para los mandatos que siguen. La invitación a “ciñir los lomos” es un llamado a la acción, recordándonos que el discipulado requiere preparación y esfuerzo continuo. Finalmente, la promesa de Su venida súbita al templo nos motiva a estar listos para recibirle, tanto en nuestra vida personal como en la comunidad del convenio.
El versículo resalta la importancia de los templos como lugares donde podemos estar cerca del Salvador, recibir guía divina y prepararnos para el cumplimiento de las promesas relacionadas con Su regreso.
Este versículo nos invita a reflexionar sobre nuestra disposición para cumplir con las responsabilidades que el Señor nos ha dado. ¿Estamos preparados para actuar cuando Él nos llama? También nos motiva a valorar el papel central de los templos en nuestra preparación espiritual y a mantenernos dignos de entrar en ellos.
Además, este pasaje nos recuerda que la venida del Salvador será repentina. Al prepararnos espiritualmente ahora, podemos enfrentar ese momento con confianza y gozo. Este versículo nos inspira a vivir cada día con la perspectiva de Su regreso, fortaleciendo nuestra fe y nuestra relación con Él.
Nota: “Si tienes un versículo en particular sobre el que deseas profundizar, házmelo saber y con gusto te proporcionaré más información al respecto.” En Deja un comentario
























