Doctrina y Convenios Sección 39

Doctrina y Convenios
Sección 39


Contexto Histórico 

La Sección 39 fue revelada a José Smith el 5 de enero de 1831, en Fayette, Nueva York. La revelación se dio a James Covel, un ministro metodista con más de cuarenta años de experiencia, quien había hecho un convenio con el Señor de obedecer cualquier mandamiento que se le diera por medio del profeta José Smith. Este contexto es significativo porque muestra tanto el poder transformador del evangelio como los desafíos personales que enfrenta cada individuo al seguir las enseñanzas de Cristo.

James Covel era un ministro experimentado que expresó un fuerte deseo de seguir la voluntad del Señor. Según el relato, su corazón parecía estar en el lugar correcto al principio, pero más adelante se evidencia que sus temores y preocupaciones mundanas lo llevaron a rechazar el llamado que recibió.

Esta revelación destaca la centralidad del arrepentimiento y el bautismo como el primer paso para recibir la plenitud del evangelio. También enfatiza la misión de los santos en los últimos días de predicar el evangelio y preparar el camino para la Segunda Venida de Cristo.

En este momento, el Señor ya había dado instrucciones a los santos para congregarse en Ohio (Secciones 37 y 38). Este lugar se convertiría en un centro de revelación y organización para la Iglesia, y James Covel fue invitado a unirse a esta obra.

Esta revelación muestra cómo el Señor llama a Sus siervos de manera específica, prometiendo bendiciones y poder a aquellos que obedecen. También evidencia las consecuencias de no actuar con fe cuando se nos llama a servir.

Temas Principales de la Sección 39

  1. La Luz y la Vida de Cristo (Versículos 1–4): El Señor se presenta como el Gran Yo Soy, la luz y la vida del mundo, subrayando Su divinidad y Su misión redentora. Él promete que quienes lo reciban serán llamados hijos de Dios.
  2. El Evangelio de Arrepentimiento y Bautismo (Versículos 5–6): El evangelio es definido claramente como arrepentimiento, bautismo en agua y el bautismo de fuego mediante el Espíritu Santo. Este proceso es el fundamento de la salvación y la entrada al reino de Dios.
  3. El Llamamiento a James Covel (Versículos 7–14): El Señor llama a James a bautizarse, arrepentirse y participar activamente en la obra de edificación de Su Iglesia y establecimiento de Sion. Se le promete poder y bendiciones si actúa con fe.
  4. La Responsabilidad de Predicar (Versículos 15–21): El Señor exhorta a Sus siervos a trabajar en Su viña, predicando el evangelio antes de la Segunda Venida. James Covel recibe un mandato específico de participar en esta obra en Ohio.
  5. Las Promesas del Recogimiento (Versículos 22–24): Aquellos que acepten el evangelio y se preparen serán reunidos con el Señor tanto en el tiempo como en la eternidad. Este recogimiento refleja la preparación necesaria para recibir al Salvador en Su Segunda Venida.

A pesar de su disposición inicial, James Covel finalmente rechazó este llamado. Su ejemplo ilustra cómo el orgullo, el temor y los “afanes del mundo” pueden interponerse entre nosotros y las bendiciones que el Señor desea otorgarnos. La revelación muestra que la obediencia a los mandamientos del Señor trae grandes bendiciones, mientras que la indecisión o el rechazo de Su voluntad resultan en la pérdida de oportunidades espirituales. Esta sección subraya que el trabajo misional es una responsabilidad central para los santos en los últimos días, preparando el camino para la venida del Salvador. El recogimiento en Ohio no solo tenía un propósito temporal (proveer seguridad y organización), sino también espiritual, preparando a los santos para recibir mayores revelaciones y participar en la obra del Señor.

La Sección 39 refleja tanto las oportunidades como los desafíos de seguir al Salvador. Es un recordatorio de que el llamado del Señor siempre viene acompañado de promesas, pero también requiere fe y acción. James Covel tuvo la oportunidad de participar en una obra grande, pero finalmente no aceptó el llamado, lo que nos recuerda la importancia de actuar con valor y confianza en las promesas del Señor.

Estos versículos clave de la Sección 39 destacan principios fundamentales del evangelio, como el arrepentimiento, el bautismo, la recepción del Espíritu Santo y el llamado a participar activamente en la obra del Señor. También subrayan la promesa de bendiciones eternas para quienes acepten a Cristo y Su evangelio.

Estos pasajes nos invitan a reflexionar sobre nuestra disposición para aceptar el evangelio y responder al llamado del Señor en nuestra vida. Nos recuerdan que el camino hacia la salvación y las bendiciones eternas requiere fe, obediencia y acción. Al aceptar el evangelio plenamente, podemos experimentar una transformación espiritual y participar en la obra gloriosa de establecer Sion y prepararnos para estar con Cristo en esta vida y en la eternidad.


― Doctrina y Convenios 39:4. “Mas a cuantos me recibieron, les di el poder de llegar a ser mis hijos; y en igual manera, a cuantos me recibieren, les daré poder para llegar a ser mis hijos.”
El Señor promete a quienes lo reciban el poder de convertirse en Sus hijos, una expresión que simboliza la transformación espiritual y la adopción en la familia celestial. Esto se logra al aceptar Su evangelio, arrepentirse y obedecer Sus mandamientos.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Cuando aceptamos el evangelio de Jesucristo, nos convertimos en Sus hijos en el convenio. Es un proceso de cambio, de llegar a ser más como Él.” (Conferencia General, abril de 2019). Este versículo resalta la posibilidad de una transformación espiritual profunda al recibir a Cristo.

“Mas a cuantos me recibieron”
Recibir al Señor implica más que una aceptación superficial; significa creer en Él, vivir Sus enseñanzas y hacer convenios con Él. Recibirlo también incluye reconocer Su expiación y depender de Su poder redentor.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “Cuando recibimos al Salvador en nuestra vida, lo hacemos al vivir Sus enseñanzas y permitir que Su sacrificio expiatorio nos transforme.” (Conferencia General, abril de 2019). Este principio nos recuerda que recibir al Señor es una acción continua que requiere compromiso.

“Les di el poder de llegar a ser mis hijos”
Al recibir a Cristo, se nos concede el poder de ser adoptados espiritualmente como hijos e hijas de Dios a través de convenios. Este “poder” incluye el don del Espíritu Santo, que nos guía en nuestro camino de discipulado y santificación.
El presidente Dallin H. Oaks explicó: “Convertirse en hijos e hijas de Cristo es un proceso que comienza con el bautismo y se fortalece a medida que cumplimos con nuestros convenios.” (Conferencia General, abril de 2000). Este versículo enfatiza la capacidad transformadora del evangelio para ayudarnos a ser más como Cristo.

“Y en igual manera, a cuantos me recibieren”
Esta frase subraya que las bendiciones de ser hijos de Dios están disponibles para todos los que acepten al Salvador, sin importar su pasado o circunstancias actuales. Es una invitación universal.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “El Salvador abre Sus brazos a todos los que se vuelvan hacia Él con un corazón quebrantado y un espíritu contrito.” (Conferencia General, abril de 2012). Este principio muestra la naturaleza inclusiva del evangelio de Jesucristo.

“Les daré poder para llegar a ser mis hijos”
El “poder” de llegar a ser hijos de Dios proviene de la gracia del Salvador y Su expiación. Este poder nos permite superar el pecado, cambiar nuestro corazón y recibir las bendiciones de la vida eterna al permanecer fieles a los convenios.
El presidente Henry B. Eyring declaró: “La gracia del Salvador nos da el poder para lograr lo que no podríamos hacer solos, incluidas las transformaciones espirituales que nos acercan a Él.” (Conferencia General, abril de 2015). Este poder divino es esencial para nuestro progreso eterno.


Este versículo enseña verdades profundas sobre la relación entre los hijos de Dios y Su Salvador. Nos recuerda que recibir a Cristo no es solo una decisión momentánea, sino un compromiso constante de vivir en armonía con Sus enseñanzas. Al hacerlo, no solo somos adoptados espiritualmente como Sus hijos, sino que también se nos otorga el poder divino para superar las pruebas de la vida y alcanzar nuestro potencial eterno.

“Mas a cuantos me recibieron, les di el poder de llegar a ser mis hijos” es una invitación a aceptar plenamente al Salvador en nuestras vidas. Este pasaje nos inspira a reflexionar sobre cómo estamos recibiendo a Cristo cada día: ¿Estamos permitiendo que Su expiación nos transforme? ¿Estamos actuando con el poder que Él nos otorga para ser Sus hijos e hijas? Al vivir de acuerdo con Sus enseñanzas, no solo afirmamos nuestra identidad divina, sino que también avanzamos en el camino hacia la exaltación y la vida eterna.


― Doctrina y Convenios 39:6. “Y este es mi evangelio: Arrepentimiento y bautismo en el agua, tras lo cual viene el bautismo de fuego y del Espíritu Santo, sí, el Consolador, el cual manifiesta todas las cosas y enseña las cosas apacibles del reino.”
El Señor define Su evangelio como un proceso claro y esencial: arrepentimiento, bautismo en agua y recepción del Espíritu Santo. Este camino no solo permite la purificación, sino también la instrucción y guía del Consolador.
El presidente Boyd K. Packer explicó: “El evangelio de Jesucristo es un evangelio de acción. Requiere que actuemos y busquemos Su Espíritu para guiar nuestras vidas.” (Conferencia General, abril de 2003). Este versículo subraya que el evangelio no es solo doctrina, sino una experiencia transformadora.

“Y este es mi evangelio”
El Señor define Su evangelio de manera clara y directa. El evangelio de Cristo no es solo una doctrina, sino un camino que lleva a la salvación. Está centrado en principios básicos que requieren acción por parte de los discípulos.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “El evangelio de Jesucristo es el único camino para encontrar la paz duradera y la felicidad eterna. Es el plan de felicidad de nuestro Padre Celestial.” (Conferencia General, abril de 2018). Este versículo subraya la simplicidad y profundidad del evangelio, que invita a todos a seguir a Cristo.

“Arrepentimiento y bautismo en el agua”
El arrepentimiento es el primer paso hacia el cambio espiritual y la limpieza de los pecados. El bautismo en el agua simboliza la purificación y el compromiso de seguir a Cristo, sellando este pacto con Dios.
El élder D. Todd Christofferson explicó: “El arrepentimiento es el proceso que nos permite abandonar lo que nos separa de Dios y ser lavados por la sangre de Cristo mediante el bautismo.” (Conferencia General, abril de 2011). Esta frase enseña que el arrepentimiento y el bautismo son esenciales para entrar en el camino del discipulado.

“Tras lo cual viene el bautismo de fuego y del Espíritu Santo”
El bautismo del Espíritu Santo es una experiencia transformadora que purifica el alma y confiere guía divina. Este “fuego” refina al creyente y le da acceso a la compañía constante del Espíritu Santo.
El presidente Boyd K. Packer dijo: “El bautismo de fuego por el Espíritu Santo es un don que nos permite permanecer firmes en el evangelio y superar las pruebas de la vida.” (Conferencia General, octubre de 2003). Este paso simboliza el inicio de una relación continua con el Espíritu Santo como guía y consuelo.

“Sí, el Consolador, el cual manifiesta todas las cosas”
El Consolador, o Espíritu Santo, revela las verdades del evangelio y fortalece a los discípulos de Cristo en su jornada espiritual. Manifiesta lo que es necesario para el crecimiento espiritual y la preparación para la vida eterna.
El élder David A. Bednar declaró: “El Espíritu Santo es el medio por el cual recibimos revelación y confirmación de la verdad. Es una fuente de paz y fortaleza en todas las circunstancias.” (Conferencia General, abril de 2010). Esto enfatiza el papel esencial del Espíritu Santo en la vida de los creyentes.

“Y enseña las cosas apacibles del reino”
El Espíritu Santo guía a los discípulos a comprender las verdades eternas y sentir la paz que proviene del evangelio. Estas “cosas apacibles” son las enseñanzas de Cristo que traen consuelo y esperanza en un mundo turbulento.
El presidente Henry B. Eyring enseñó: “El Espíritu Santo nos enseña con mansedumbre, invitándonos a comprender y vivir los principios del evangelio en paz.” (Conferencia General, abril de 2009). Este principio resalta la influencia tranquilizadora y edificante del Espíritu Santo en nuestra vida.


Este versículo resume los pasos esenciales del evangelio de Jesucristo: arrepentimiento, bautismo y la recepción del Espíritu Santo. Cada uno de estos elementos está diseñado para ayudar a los hijos de Dios a regresar a Su presencia y vivir de acuerdo con Su voluntad. El Espíritu Santo no solo purifica, sino que también guía, consuela y enseña, asegurando que los creyentes puedan perseverar en el camino del discipulado.

“Y este es mi evangelio” nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con el Salvador y nuestra fidelidad en seguir el camino que Él ha establecido. Este pasaje nos recuerda que el arrepentimiento, el bautismo y la compañía constante del Espíritu Santo no son eventos aislados, sino un proceso continuo que transforma nuestra vida. Al vivir este evangelio, podemos encontrar paz, dirección y propósito en nuestra jornada hacia la eternidad con Dios.


― Doctrina y Convenios 39:10. “Pero he aquí, los días de tu liberación han llegado, si escuchas mi voz que te dice: Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando mi nombre, y recibirás mi Espíritu y una bendición mayor que cualquiera que hayas conocido.”
El Señor promete liberación a James Covel si se arrepiente y obedece Su mandato. Este versículo resalta la conexión entre la obediencia a los principios del evangelio y la recepción de bendiciones espirituales y temporales.
El élder David A. Bednar declaró: “El arrepentimiento es el medio por el cual nos liberamos del peso del pecado y recibimos las bendiciones prometidas del evangelio.” (Conferencia General, abril de 2014). Este versículo inspira esperanza al mostrar el poder redentor del evangelio.

“Pero he aquí, los días de tu liberación han llegado”
El Señor declara que ha llegado el tiempo de liberación espiritual para James Covel. La liberación, en este contexto, se refiere a ser liberado del pecado, de las ataduras del mundo y de la carga espiritual que pesa sobre los que no han aceptado plenamente el evangelio.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El evangelio de Jesucristo es un mensaje de liberación. Nos libera del pecado, de la desesperación y de las cadenas del mundo si lo aceptamos con todo nuestro corazón.” (Conferencia General, abril de 2019). Este versículo resalta que el evangelio ofrece una liberación transformadora.

“Si escuchas mi voz que te dice”
La liberación está condicionada a escuchar la voz del Señor, que habla a través de las escrituras, Sus profetas y el Espíritu Santo. Escuchar implica atención, fe y disposición para actuar según Su voluntad.
El élder Richard G. Scott explicó: “Escuchar la voz del Señor requiere sensibilidad espiritual, fe y la disposición de obedecer, aun cuando Su voluntad no sea clara para nosotros en el momento.” (Conferencia General, abril de 2001). Este principio subraya la importancia de estar en sintonía con la guía divina.

“Levántate y bautízate, y lava tus pecados”
El Señor invita a James a levantarse, un acto que simboliza un cambio, un nuevo comienzo y el compromiso de seguir a Cristo. El bautismo no solo es una ordenanza simbólica, sino también el medio para recibir la remisión de los pecados.
El presidente Boyd K. Packer enseñó: “El bautismo es el portal por el cual entramos al reino de Dios, limpios del pecado y con un compromiso renovado de vivir el evangelio.” (Conferencia General, abril de 1987). Este acto representa la purificación espiritual y el inicio del discipulado.

“Invocando mi nombre”
La invitación a invocar el nombre del Señor enfatiza la necesidad de confiar en Su poder redentor y reconocer que la salvación viene solo a través de Jesucristo. Invocar Su nombre implica humildad y una fe sincera.
El élder Jeffrey R. Holland declaró: “Invocar el nombre del Salvador significa declarar nuestra dependencia de Él, buscar Su ayuda y honrarlo como la fuente de nuestra salvación.” (Conferencia General, abril de 2006). Este principio resalta el reconocimiento de Cristo como el único camino hacia la salvación.

“Y recibirás mi Espíritu y una bendición mayor que cualquiera que hayas conocido”
El Señor promete el don del Espíritu Santo, que proporciona guía, consuelo y fortaleza espiritual. La bendición mayor se refiere a la paz, el gozo y el conocimiento que provienen de estar reconciliados con Dios y vivir en armonía con Su voluntad.
El presidente Henry B. Eyring enseñó: “El don del Espíritu Santo es una bendición incomparable. Nos guía en nuestro camino y nos da el poder para superar las pruebas de la vida.” (Conferencia General, abril de 2007). Este pasaje destaca que las bendiciones del evangelio superan cualquier otra experiencia terrenal.


Este versículo encapsula el llamado del Señor a James Covel (y a todos nosotros) para aceptar el evangelio, arrepentirse y recibir las bendiciones de la redención. La invitación a levantarse y bautizarse no solo marca un cambio físico, sino también espiritual, simbolizando la renovación y el compromiso de seguir a Cristo. Las bendiciones prometidas son una prueba del amor y la misericordia del Señor hacia Sus hijos.

“Levántate y bautízate, y lava tus pecados” es un llamado universal para actuar con fe y aceptar la gracia redentora de Jesucristo. Este pasaje nos invita a reflexionar sobre nuestra disposición para escuchar la voz del Señor y responder a Su invitación de arrepentirnos y renovarnos. Nos recuerda que el verdadero gozo y paz vienen al vivir en armonía con Su evangelio y al recibir las bendiciones que solo Él puede otorgar. ¿Estamos dispuestos a levantarnos, confiar en Él y aceptar Su llamado? Si lo hacemos, Él nos promete una paz y una alegría que superan cualquier otra experiencia.


― Doctrina y Convenios 39:13. “Eres llamado para obrar en mi viña y edificar mi iglesia y establecer Sion, a fin de que se regocije sobre los collados y florezca.”
El Señor llama a James Covel a participar en la obra de edificación de Su Iglesia y el establecimiento de Sion. Esto demuestra que cada miembro tiene un papel único e importante en la obra del Señor.
El presidente Spencer W. Kimball enseñó: “Cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar en la edificación de Sion. Es una obra de amor, servicio y dedicación.” (Conferencia General, octubre de 1978). Este versículo nos recuerda que somos instrumentos en las manos del Señor para avanzar en Su reino.

“Eres llamado para obrar en mi viña”
El Señor utiliza la metáfora de la viña para representar Su obra en la tierra: el establecimiento de Su evangelio y la edificación de Su reino. Este llamado a trabajar en Su viña implica dedicación, sacrificio y servicio a los demás.
El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó: “Cuando trabajamos en la obra del Señor, nos convertimos en Sus manos para bendecir y fortalecer a quienes nos rodean.” (Conferencia General, abril de 2010). Este versículo resalta que todo miembro de la Iglesia tiene un papel importante en la obra del Señor.

“Y edificar mi iglesia”
Edificar la Iglesia incluye tanto el fortalecimiento espiritual de sus miembros como la expansión de Su evangelio al mundo. Esto se logra al cumplir con los llamamientos, predicar el evangelio y apoyar los programas y principios de la Iglesia.
El presidente Gordon B. Hinckley declaró: “La Iglesia se edifica con pequeños actos de fe y dedicación de sus miembros. Cada uno de nosotros tiene algo que aportar.” (Conferencia General, octubre de 1999). Este principio subraya que el esfuerzo colectivo de los santos fortalece la Iglesia.

“Y establecer Sion”
Establecer Sion es el objetivo mayor de la obra del Señor en los últimos días. Sion no solo es un lugar físico, sino también una condición espiritual de unidad, pureza y dedicación al Señor.
El élder D. Todd Christofferson explicó: “Sion es tanto un lugar como un estado de pureza y unidad. Es la meta hacia la cual el Señor dirige a Su pueblo.” (Conferencia General, octubre de 2008). Este versículo enfatiza que establecer Sion requiere la participación activa de todos los santos.

“A fin de que se regocije sobre los collados y florezca”
El regocijo y el florecimiento de Sion simbolizan la prosperidad espiritual y temporal que surge al vivir en armonía con los principios del evangelio. Sion es un lugar de paz, alegría y bendiciones abundantes.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El regocijo en Sion se encuentra al vivir los principios del evangelio y al trabajar juntos como un pueblo consagrado.” (Conferencia General, abril de 2018). Este pasaje nos recuerda que el Señor desea que Su pueblo prospere y encuentre gozo en Su obra.


Este versículo resume el llamado del Señor a participar activamente en Su obra. Obrar en la viña, edificar Su Iglesia y establecer Sion no son tareas aisladas, sino esfuerzos interconectados que requieren unidad, dedicación y fe. Cada miembro tiene un papel único en esta obra, y el resultado es el regocijo y el florecimiento de Sion.

“Obrar en mi viña y edificar mi iglesia” nos invita a reflexionar sobre nuestra participación en la obra del Señor. ¿Estamos dedicando nuestras habilidades y tiempo para fortalecer Su Iglesia y establecer Sion en nuestra vida y comunidad? Este pasaje nos recuerda que nuestro esfuerzo colectivo puede traer prosperidad espiritual y temporal, cumpliendo con los propósitos divinos. Al trabajar juntos en Su viña, podemos experimentar el regocijo y la plenitud que solo el evangelio puede ofrecer.


― Doctrina y Convenios 39:22. “El que recibe estas cosas me recibe a mí; y será reunido conmigo por el tiempo y por la eternidad.”
El Señor promete que aquellos que reciban Su evangelio serán reunidos con Él, no solo en esta vida, sino también en la eternidad. Esta es una invitación a recibir Sus mandamientos con fe y compromiso.
El élder Jeffrey R. Holland declaró: “Recibir a Cristo significa más que aceptarlo; significa seguirlo, vivir como Él vivió y estar dispuestos a caminar Su camino.” (Conferencia General, abril de 2004). Este versículo resalta la bendición eterna de la fidelidad al evangelio.

“El que recibe estas cosas me recibe a mí”
Recibir “estas cosas” se refiere a aceptar el evangelio de Jesucristo, Sus enseñanzas, ordenanzas y convenios. Aceptar el evangelio no es solo un acto externo, sino una disposición interna de fe, obediencia y amor hacia el Salvador. Al recibir estas verdades, los individuos reciben a Cristo en sus vidas y corazones.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “Aceptar el evangelio de Jesucristo no significa solo reconocer Su existencia, sino vivir de acuerdo con Sus enseñanzas y dejar que Su sacrificio expiatorio transforme nuestras vidas.” (Conferencia General, abril de 2004). Esta frase subraya que la verdadera recepción del Salvador se demuestra a través de nuestras acciones y convicciones.

“Y será reunido conmigo”
La promesa de ser “reunido” con Cristo alude a la reconciliación y la unión espiritual con Él en esta vida y en la eternidad. Ser reunido con Cristo significa entrar en Su presencia y disfrutar de las bendiciones de Su amor, misericordia y compañía.
El presidente Henry B. Eyring explicó: “Estar reunido con el Salvador significa vivir en armonía con Su voluntad y ser dignos de estar en Su presencia. Esta promesa es el objetivo final de nuestra vida terrenal.” (Conferencia General, abril de 2013). Este principio enfatiza la importancia de buscar continuamente una relación cercana con el Salvador.

“Por el tiempo y por la eternidad”
La bendición de ser reunido con Cristo no se limita a esta vida. Aquellos que son fieles y obedientes recibirán esta bendición eternamente, disfrutando de la vida eterna en la presencia de Dios y Su Hijo.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “Las bendiciones del evangelio de Jesucristo no son solo para esta vida, sino que se extienden a la eternidad, asegurando nuestra paz y felicidad eternas.” (Conferencia General, abril de 2019). Esta frase refuerza que el propósito del evangelio es prepararnos para vivir con Cristo eternamente.


Este versículo encapsula la esencia del evangelio de Jesucristo: aceptar a Cristo y Su evangelio nos permite ser reunidos con Él, tanto en esta vida como en la eternidad. La promesa de una relación cercana y continua con el Salvador es el corazón del plan de salvación. Este pasaje subraya que nuestras decisiones en esta vida tienen consecuencias eternas, y que el verdadero discipulado es recompensado con la presencia de Cristo y las bendiciones de la vida eterna.

“El que recibe estas cosas me recibe a mí” nos invita a reflexionar sobre cómo recibimos al Salvador en nuestras vidas. ¿Estamos aceptando Su evangelio con fe y obediencia, permitiendo que Su expiación transforme nuestras almas? Este versículo nos recuerda que nuestras acciones diarias y nuestra disposición a seguir a Cristo determinan nuestra relación con Él. Al vivir el evangelio con sinceridad y compromiso, podemos recibir la paz y las bendiciones de estar reunidos con Él, no solo en esta vida, sino también por toda la eternidad.

 

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