Doctrina y Convenios Sección 44

Doctrina y Convenios
Sección 44


La Sección 44 de Doctrina y Convenios fue recibida por el profeta José Smith en febrero de 1831, en Kirtland, Ohio, y está relacionada con los desafíos y las prioridades de la Iglesia en ese momento. A continuación, se detalla el contexto histórico de esta revelación:

A principios de 1831, muchos miembros de la Iglesia se habían reunido en Kirtland, Ohio, en cumplimiento de una revelación anterior (D. y C. 37) que instruía a los santos a congregarse. Este movimiento fue parte del esfuerzo por establecer un centro de fortaleza espiritual y comunitaria. Sin embargo, esta migración planteó desafíos logísticos, económicos y organizativos.

La Iglesia estaba creciendo rápidamente en Ohio gracias a la labor misional realizada por Parley P. Pratt, Ziba Peterson, Oliver Cowdery y otros. Con este aumento de conversos, surgió la necesidad de establecer un liderazgo más sólido, organizarse de manera efectiva y abordar las necesidades temporales de los miembros, especialmente los más pobres.

Uno de los principales temas de la revelación es la instrucción de organizarse conforme a las leyes del país. Esto refleja la importancia de operar dentro de los marcos legales de la época para evitar conflictos con las autoridades locales. Este énfasis surge en un período en el que los santos enfrentaban oposición y persecución, y había un deseo de proteger los derechos de la Iglesia y sus miembros.

La revelación también subraya la responsabilidad de los santos de cuidar a los pobres y necesitados, un principio central en las enseñanzas de la Iglesia restaurada. Esto era particularmente relevante en Kirtland, donde muchos miembros llegaban con recursos limitados, necesitando apoyo para establecerse y contribuir al progreso de la comunidad.

La revelación menciona la convocatoria de los élderes para una conferencia. Estas reuniones eran una práctica común en los primeros años de la Iglesia, sirviendo como oportunidades para recibir revelaciones, fortalecer la unidad y coordinar esfuerzos misionales y administrativos. La conferencia prevista para junio de 1831 sería significativa, ya que marcaría un punto importante en la organización de la Iglesia y la designación de nuevos líderes.

Otra instrucción clave es que los élderes salgan a predicar el arrepentimiento. Esto refleja el enfoque misional de la Iglesia, que estaba expandiéndose a nuevas áreas. La revelación enfatiza que la predicación también tiene un propósito práctico: aumentar el número de conversos para fortalecer la organización y la comunidad.

La instrucción de organizarse conforme a las leyes del hombre también está ligada a la idea de proteger a los santos de los ataques legales y sociales de sus enemigos. Esto refleja la tensión constante que los primeros miembros enfrentaban en su esfuerzo por vivir sus creencias en un entorno muchas veces hostil.

En conjunto, esta revelación refleja la necesidad de abordar las prioridades espirituales y temporales de una comunidad de fe en crecimiento. Establece la importancia de la unidad, la organización, la obediencia a las leyes, el cuidado de los necesitados y la expansión de la predicación del evangelio. Estas instrucciones ayudaron a preparar a los santos para enfrentar los desafíos de su tiempo mientras buscaban cumplir con los mandatos divinos.


1. Unidad y Reunión de los Élderes (Versículos 1-2)


Versículo 1: “He aquí, así os dice el Señor a vosotros, mis siervos: Me es prudente que los élderes de mi iglesia sean convocados del oriente, del poniente, del norte y del sur, por carta o de alguna otra manera.”
Este versículo destaca la importancia de la unidad entre los líderes de la Iglesia. La convocatoria de los élderes refleja la necesidad de planificar y coordinar el crecimiento espiritual y administrativo de la Iglesia. Es un recordatorio de que el liderazgo espiritual requiere trabajar en conjunto y buscar guía divina para enfrentar desafíos.
“Me es prudente que los élderes de mi iglesia sean convocados del oriente, del poniente, del norte y del sur.”

“Me es prudente que los élderes de mi iglesia”
Esta frase subraya que el Señor dirige personalmente a los líderes de Su Iglesia y establece principios de organización y acción. Los élderes son llamados y apartados como líderes, predicadores y defensores del evangelio, bajo la dirección divina, para cumplir Su obra en la tierra.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El Señor dirige Su Iglesia de manera ordenada, y Sus siervos son llamados según Su sabiduría para avanzar Su obra.” (Conferencia General, octubre de 2019).
El élder D. Todd Christofferson explicó: “El llamamiento de los élderes y su preparación para ministrar son fundamentales en la estructura del reino de Dios en la tierra.” (Conferencia General, abril de 2012).

“Sean convocados del oriente, del poniente, del norte y del sur”
La frase refleja la naturaleza global de la obra del Señor. El mandato de convocar a los élderes de todas las direcciones simboliza la unidad y el esfuerzo colectivo para predicar el evangelio a todas las naciones. También subraya la misión universal de la Iglesia para preparar al mundo para la Segunda Venida de Cristo.
El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “El evangelio de Jesucristo es para todas las personas, en todas las naciones, tribus y lenguas. Nuestra misión es llevar este mensaje de salvación a cada rincón de la tierra.” (Conferencia General, abril de 1995).
El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó: “La unidad y la cooperación de los siervos del Señor, convocados de todas las partes del mundo, son esenciales para avanzar Su obra y preparar el camino para Su regreso.” (Conferencia General, abril de 2010).


Los líderes son llamados según el plan y el propósito del Señor. El mandato de convocar a los élderes de todas partes subraya la universalidad del evangelio. Este esfuerzo colectivo está alineado con el propósito de preparar al mundo para el regreso de Cristo.

Esta frase refleja el plan organizado y global de Dios para Su Iglesia. Convocar a los élderes de todas las partes del mundo simboliza la unidad y el alcance universal de Su obra. El llamado de los élderes no es casual ni limitado a una región; es una muestra de la intención divina de llevar el evangelio a todos los pueblos y culturas.

La frase nos recuerda que la obra del Señor es un esfuerzo global y colaborativo. Al convocar a los élderes de todas partes, el Señor une a Su pueblo en una misión común: compartir el evangelio, fortalecer a los santos y preparar al mundo para Su venida.

El presidente Russell M. Nelson resumió este principio al decir: “El Señor espera que Sus siervos trabajen juntos, unidos en propósito y fe, para llevar a cabo Su obra en toda la tierra. Esta unidad es clave para el progreso de Su reino.” (Conferencia General, abril de 2020).

Este mandato nos inspira a participar activamente en la obra del Señor, contribuyendo con nuestros talentos, esfuerzos y fe, sabiendo que formamos parte de un plan divino que abarca todas las naciones y prepara el camino para el regreso del Salvador.


Versículo 2: “Y sucederá que, si son fieles y ejercen la fe en mí, derramaré sobre ellos mi Espíritu en el día en que se congreguen.”
Aquí, el Señor promete bendiciones espirituales al reunirse en fe y obediencia. Este principio subraya que la unidad no es solo un acto organizativo, sino un medio para recibir inspiración divina y dirección en los asuntos de la Iglesia.

“Si son fieles y ejercen la fe en mí”
Esta frase subraya la importancia de la fidelidad y la fe como condiciones necesarias para recibir las bendiciones espirituales del Señor. La fe no es solo una creencia pasiva, sino una acción activa que incluye obediencia, confianza y perseverancia. La fidelidad implica cumplir los mandamientos y los convenios con el Señor.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “La fe en Jesucristo requiere acción. Cuando actuamos con fe, invitamos el poder del Salvador a nuestras vidas.” (Conferencia General, abril de 2019).
El élder Jeffrey R. Holland dijo: “La fidelidad al Señor y la fe activa abren los cielos, permitiendo que Su Espíritu y Su poder sean derramados sobre nosotros.” (Conferencia General, octubre de 2000).

“Derramaré sobre ellos mi Espíritu”
El derramamiento del Espíritu Santo es una promesa divina que brinda guía, consuelo, inspiración y poder espiritual. Este acto muestra el deseo del Señor de estar presente en la vida de Sus hijos, especialmente cuando se reúnen con propósito y unidad.
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “El Espíritu Santo es el gran don que el Señor nos da cuando vivimos dignamente. Su influencia trae paz, guía y fortaleza en nuestras vidas.” (Conferencia General, abril de 1998).
El élder David A. Bednar explicó: “El Espíritu Santo se derrama generosamente sobre aquellos que buscan al Señor con un corazón sincero y un propósito real.” (Conferencia General, octubre de 2010).

“En el día en que se congreguen”
El Señor enfatiza el poder espiritual que surge cuando Su pueblo se reúne en Su nombre. Las reuniones sagradas, como las conferencias, los consejos o las reuniones de adoración, son momentos donde el Espíritu puede estar presente de manera poderosa, fortaleciendo a los individuos y la comunidad de fe.
El presidente Henry B. Eyring declaró: “El Señor promete Su Espíritu cuando Su pueblo se reúne con fe y propósito. En esas reuniones, somos edificados y fortalecidos colectivamente.” (Conferencia General, abril de 2013).
El presidente Spencer W. Kimball dijo: “Cuando nos reunimos como santos, el Señor está con nosotros, y Su Espíritu puede obrar poderosamente en nuestras vidas.” (Conferencia General, octubre de 1977).


El Señor promete Su Espíritu a quienes actúan con fe y viven con fidelidad. Es una manifestación del amor y la presencia de Dios, que guía y fortalece a Su pueblo. Cuando los santos se reúnen con propósito y fe, el Espíritu del Señor se derrama abundantemente sobre ellos.

Esta frase destaca el papel central de la fe, la fidelidad y las reuniones sagradas en la vida espiritual. El derramamiento del Espíritu no ocurre automáticamente; requiere preparación, intención y unidad. Es una manifestación del amor del Señor hacia Su pueblo y una confirmación de Su presencia en sus vidas.

El mensaje de esta frase nos invita a vivir con fidelidad y a participar plenamente en las reuniones sagradas, sabiendo que el Señor está dispuesto a derramar Su Espíritu sobre nosotros. Es un recordatorio de que, al reunirnos con propósito y fe, no solo fortalecemos nuestra conexión con Dios, sino también con los demás santos.

El presidente Russell M. Nelson expresó esta verdad al decir: “Las reuniones sagradas son oportunidades para sentir el Espíritu, aprender del Señor y fortalecernos unos a otros. A medida que vivimos con fe y nos congregamos con propósito, recibimos las bendiciones prometidas.” (Conferencia General, abril de 2018).

Esta enseñanza nos inspira a acercarnos al Señor con un corazón fiel y preparado, especialmente en las reuniones de adoración y consejo, donde Su Espíritu puede ser derramado para guiarnos y fortalecernos en nuestra jornada espiritual.


2. Predicación del Evangelio (Versículo 3)


Versículo 3: “Y acontecerá que irán a las regiones inmediatas y predicarán el arrepentimiento a la gente.”
Este versículo enfatiza el mandato misional de los élderes. La predicación del arrepentimiento no solo fortalece a los conversos, sino que también cumple con la comisión de llevar el evangelio a todas las personas. Es un recordatorio de que el servicio misional es fundamental para el crecimiento de la Iglesia.

“Irán a las regiones inmediatas”
Esta frase refleja el llamado del Señor a los santos para que empiecen su obra misional en su entorno más cercano. Antes de expandirse a áreas lejanas, la obra del evangelio debe comenzar en los lugares donde los santos viven, interactúan y tienen influencia directa.
El presidente Thomas S. Monson enseñó: “Nuestra misión comienza en nuestro propio vecindario y comunidad. Allí es donde plantamos las primeras semillas del evangelio.” (Conferencia General, abril de 2010).
El élder Dieter F. Uchtdorf dijo: “No necesitamos cruzar océanos para cumplir con el mandato misional; podemos comenzar sirviendo y testificando a aquellos que están a nuestro alrededor.” (Conferencia General, octubre de 2008).

“Y predicarán el arrepentimiento”
El mensaje central de la obra misional es el arrepentimiento, que es el primer paso en el camino de regreso al Señor. Predicar el arrepentimiento implica invitar a las personas a cambiar sus corazones, abandonar el pecado y alinear sus vidas con las enseñanzas de Jesucristo.
El presidente Russell M. Nelson declaró: “El arrepentimiento es la invitación más amorosa del Salvador. Es el mensaje central de Su evangelio y el comienzo de la verdadera felicidad.” (Conferencia General, abril de 2019).
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “Predicar el arrepentimiento no es un acto de condena, sino una invitación a cambiar, sanar y progresar espiritualmente.” (Conferencia General, octubre de 2012).

“A la gente”
El evangelio es para todos, sin excepción. La instrucción de predicar el arrepentimiento “a la gente” enfatiza la inclusividad del mensaje del Señor. No hay límites de edad, condición social o cultura; todos son invitados a escuchar y aceptar el evangelio.
El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “El evangelio de Jesucristo es para todos los hijos de Dios, y nuestra responsabilidad es llevar ese mensaje de esperanza y salvación a cada alma que esté dispuesta a escuchar.” (Conferencia General, abril de 1995).
El élder David A. Bednar explicó: “La obra misional incluye a todos, sin importar su trasfondo o circunstancia. Cada persona merece la oportunidad de escuchar el mensaje del Salvador.” (Conferencia General, octubre de 2009).


Los santos son llamados a compartir el evangelio primero en sus comunidades y entornos inmediatos. El llamado al arrepentimiento es una invitación amorosa a cambiar y alinear nuestras vidas con Dios. El mensaje de salvación es para todas las personas, sin importar su situación o contexto.

Esta frase refleja la naturaleza práctica y amorosa de la obra misional. Comenzar en las “regiones inmediatas” muestra la importancia de actuar en los lugares donde los santos tienen influencia directa, mientras que predicar el arrepentimiento subraya el propósito del evangelio de traer redención y cambio a las vidas de las personas.

El mensaje de esta frase invita a los santos a asumir un papel activo en la obra del Señor, comenzando en sus comunidades y compartiendo el mensaje de arrepentimiento con todos. Al hacerlo, contribuyen al propósito eterno de llevar almas a Cristo.

El presidente Russell M. Nelson resumió este principio al decir: “El Señor espera que llevemos Su evangelio a cada rincón del mundo, pero esa obra comienza con nuestras propias familias, amigos y vecinos. Al hacerlo, participamos en el milagro del cambio y la redención.” (Conferencia General, octubre de 2021).

Este llamado nos recuerda que, independientemente de dónde nos encontremos, tenemos la responsabilidad de compartir el mensaje del evangelio y ayudar a otros a encontrar el camino de regreso al Salvador.


3. Organización Conforme a la Ley (Versículos 4-5)


Versículo 4: “Y serán convertidos muchos, de modo que tendréis poder para organizaros conforme a las leyes del hombre;”
El crecimiento de la Iglesia no solo debe ser espiritual, sino también estructural. Este versículo subraya la importancia de trabajar dentro de los marcos legales para garantizar la estabilidad y protección de la comunidad de creyentes. La organización también fortalece la legitimidad y la capacidad de operar con eficacia en la sociedad.

“Y serán convertidos muchos”
La conversión es un proceso espiritual profundo que cambia el corazón y dirige las acciones hacia el Señor. Este versículo subraya que el éxito en la obra misional depende del poder de la verdad del evangelio y de la influencia del Espíritu Santo en la vida de las personas.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “La conversión verdadera implica un cambio en la naturaleza misma de la persona, un cambio que se logra mediante la fe en Jesucristo y la influencia del Espíritu Santo.” (Conferencia General, octubre de 2019).
El élder David A. Bednar explicó: “La conversión no es simplemente la aceptación del evangelio; es un cambio profundo y duradero en el corazón que se refleja en la vida diaria.” (Conferencia General, abril de 2007).

“De modo que tendréis poder”
La conversión de muchos fortalece a la Iglesia y otorga poder espiritual y organizativo para avanzar en la obra del Señor. Este poder no solo es numérico, sino también espiritual, ya que la fuerza de una comunidad unida en rectitud es inmensa.
El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “La fuerza de la Iglesia radica en la conversión y dedicación de sus miembros, quienes, al unirse en propósito, pueden lograr cosas extraordinarias.” (Conferencia General, abril de 1998).
El élder Neal A. Maxwell declaró: “El poder espiritual de un pueblo convertido no solo edifica la Iglesia, sino que también ilumina a las comunidades y naciones donde residen.” (Conferencia General, octubre de 1992).

“Para organizaros conforme a las leyes del hombre”
El Señor instruye a Su pueblo a respetar las leyes del hombre mientras cumplen con Sus mandamientos. Organizarse de acuerdo con las leyes terrenales permite que la Iglesia opere dentro de los sistemas legales, fortaleciendo su legitimidad y permitiendo que Su obra prospere en el mundo.
El presidente Dallin H. Oaks enseñó: “Respetamos y obedecemos las leyes del hombre porque reconocemos que Dios ha establecido gobiernos y leyes para nuestro beneficio y protección.” (Conferencia General, abril de 2015).
El presidente Spencer W. Kimball explicó: “El Señor espera que Su pueblo sea ejemplo de obediencia y respeto por las leyes terrenales, mientras buscan establecer Su reino eterno.” (Conferencia General, abril de 1976).


El crecimiento de la Iglesia depende de la conversión genuina y duradera de sus miembros. La conversión colectiva proporciona poder espiritual y organizativo para avanzar en la obra del Señor. Organizarse de acuerdo con las leyes del hombre refleja la sabiduría y la dirección del Señor para operar dentro de los sistemas legales mientras se cumple Su obra.

Esta frase destaca la relación entre la conversión personal, la fortaleza comunitaria y la capacidad de la Iglesia para cumplir con sus propósitos tanto espirituales como organizativos. La combinación de obediencia a las leyes terrenales y la fortaleza espiritual permite que la obra del Señor avance de manera eficaz y ordenada.

El mensaje de esta frase nos recuerda que la conversión genuina no solo transforma a individuos, sino que también fortalece la comunidad de santos. Este fortalecimiento permite que la Iglesia se organice y opere dentro de las leyes del hombre, cumpliendo con el mandato divino de ser un ejemplo de rectitud en el mundo.

El presidente Russell M. Nelson resumió este principio al decir:
“Cuando el evangelio transforma vidas y une a las personas en propósito, se convierte en una fuerza poderosa para el bien, no solo en la Iglesia, sino en las comunidades y naciones donde vivimos.” (Conferencia General, octubre de 2018).

Este versículo nos inspira a trabajar en nuestra conversión personal y a contribuir a la unidad y fortaleza de la Iglesia, ayudando a establecer el reino de Dios tanto espiritual como organizativamente en la tierra.


Versículo 5: “a fin de que vuestros enemigos no tengan poder sobre vosotros, y seáis preservados en todas las cosas; para que os sea posible guardar mis leyes y sea deshecha toda traba con que el enemigo procura destruir a mi pueblo.”
La obediencia a las leyes civiles no solo protege legalmente a la Iglesia, sino que también permite a los santos cumplir las leyes divinas. Este principio destaca la relación entre la preparación temporal y la preservación espiritual.

“A fin de que vuestros enemigos no tengan poder sobre vosotros”
El Señor promete protección a Su pueblo fiel contra las influencias y ataques de sus enemigos. Esta protección no siempre significa ausencia de desafíos, sino la garantía de que los enemigos no tendrán un poder duradero ni definitivo sobre los justos.
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “El Señor protegerá a Sus fieles, no necesariamente de toda adversidad, sino del daño eterno que podría resultar si sucumbimos a las influencias del enemigo.” (Conferencia General, octubre de 1995).
El élder David A. Bednar explicó: “Nuestra fe en el Señor nos da la fortaleza espiritual para resistir los ataques del adversario y de quienes procuran dañarnos.” (Conferencia General, abril de 2009).

“Y seáis preservados en todas las cosas”
La preservación que promete el Señor abarca tanto lo espiritual como lo temporal. Él asegura que, al guardar Sus mandamientos, Su pueblo será preservado en el camino de la rectitud, fortalecido contra las adversidades y sostenido en medio de las pruebas.
El presidente Thomas S. Monson declaró: “El Señor siempre preservará a aquellos que lo sigan con fe, asegurándose de que puedan cumplir con Su obra y Sus propósitos.” (Conferencia General, abril de 2007).
El presidente Russell M. Nelson explicó: “La obediencia a los mandamientos del Señor es nuestra mayor protección, tanto espiritual como temporal.” (Conferencia General, octubre de 2015).

“Para que os sea posible guardar mis leyes”
El Señor reconoce las dificultades que enfrentan los santos al tratar de guardar Sus mandamientos en un mundo hostil. Sin embargo, promete que les dará la fuerza y las circunstancias necesarias para obedecer Sus leyes si permanecen fieles.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “El Señor nos da los medios y el poder para guardar Sus mandamientos, incluso en las circunstancias más desafiantes.” (Conferencia General, octubre de 2016).
El presidente Spencer W. Kimball declaró: “Cuando decidimos obedecer al Señor, Él nos abre el camino y nos da la capacidad de cumplir con Sus leyes.” (Conferencia General, abril de 1977).

“Y sea deshecha toda traba con que el enemigo procura destruir a mi pueblo”
El Señor promete liberar a Su pueblo de las trampas y obstáculos del adversario. Esto simboliza no solo la protección física, sino también la liberación espiritual de las cadenas del pecado y las influencias del enemigo.
El presidente Boyd K. Packer dijo: “El evangelio de Jesucristo es la clave para deshacer las cadenas que atan a las personas al pecado y la oscuridad.” (Conferencia General, abril de 1988).
El élder Dieter F. Uchtdorf explicó: “El poder del Salvador puede liberar a todos los que confían en Él de las cadenas del adversario y llevarlos a la libertad espiritual.” (Conferencia General, abril de 2014).


Los enemigos del pueblo de Dios no tendrán poder duradero sobre los fieles. La obediencia a los mandamientos trae fortaleza y seguridad en todas las cosas. El Señor asegura que Su pueblo podrá obedecer Sus leyes, incluso en circunstancias difíciles. Cristo promete deshacer las cadenas que el adversario procura usar para destruir al pueblo de Dios.

Esta frase resalta el poder del Señor para proteger, preservar y liberar a Su pueblo. La obediencia a los mandamientos es clave para acceder a esta protección divina, mientras que la fe en el Salvador garantiza que las cadenas del enemigo serán destruidas.

El mensaje de esta frase es profundamente esperanzador: el Señor está comprometido a proteger y fortalecer a Su pueblo frente a las adversidades y las influencias del adversario. Al guardar Sus mandamientos y confiar en Su poder, los santos pueden enfrentar cualquier desafío con la certeza de que serán preservados y liberados.

El presidente Russell M. Nelson expresó esta verdad al decir: “Con el Salvador a nuestro lado, podemos superar cualquier trampa del enemigo y ser preservados en rectitud, listos para cumplir con el propósito divino de nuestras vidas.” (Conferencia General, abril de 2021).

Este llamado nos invita a vivir con fe y obediencia, sabiendo que el Señor está presente para protegernos, guiarnos y liberarnos de las trampas del adversario, mientras cumplimos con Su propósito eterno.


4. Cuidado de los Pobres y Necesitados (Versículo 6)


Versículo 6: “He aquí, os digo que es preciso que visitéis a los pobres y a los necesitados, y les suministréis auxilio para que sean amparados, hasta que se hagan todas las cosas conforme a mi ley que habéis recibido.”
Este versículo resalta un principio central del evangelio: cuidar de los pobres y necesitados. Refleja el llamado a vivir el cristianismo en acción, mostrando compasión y ayuda tangible a quienes lo requieren. Este cuidado fortalece la comunidad y refleja el amor de Cristo en las acciones de los santos.

“Es preciso que visitéis a los pobres y a los necesitados”
El mandato de visitar a los pobres y necesitados subraya la responsabilidad cristiana de cuidar de los más vulnerables. Este acto no es solo un deber social, sino una manifestación del amor puro de Cristo. El servicio a los pobres refleja el carácter divino y es un principio central del evangelio.
El presidente Thomas S. Monson dijo: “Nunca dejemos de prestar atención a las necesidades de los pobres y necesitados. En el servicio a ellos, servimos a nuestro Salvador.” (Conferencia General, abril de 2008).
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “Cuidar de los pobres no es una simple sugerencia; es un mandato divino que refleja nuestra disposición a ser verdaderos discípulos de Jesucristo.” (Conferencia General, octubre de 2014).

“Y les suministréis auxilio para que sean amparados”
Suministrar auxilio implica más que ofrecer ayuda temporal; incluye proporcionar el apoyo necesario para que los necesitados puedan levantarse y progresar. Esto refleja el principio de autosuficiencia y el esfuerzo conjunto por edificar a los individuos y las familias en fortaleza y dignidad.
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “Nuestro deber no es solo dar ayuda temporal, sino ayudar a otros a encontrar fortaleza, propósito y la capacidad de cuidarse a sí mismos.” (Conferencia General, abril de 1995).
El élder Dieter F. Uchtdorf dijo: “Cuando ayudamos a los necesitados, les damos más que cosas materiales; les damos esperanza, dignidad y la certeza de que no están solos.” (Conferencia General, octubre de 2011).

“Hasta que se hagan todas las cosas conforme a mi ley que habéis recibido”
El Señor establece que el cuidado de los necesitados es un principio fundamental de Su ley. Este mandato nos recuerda que el servicio a los pobres no es temporal ni circunstancial, sino un aspecto continuo y esencial del evangelio restaurado.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El servicio a los pobres y necesitados es una expresión tangible de nuestro compromiso con el convenio del Señor y Su ley eterna de caridad.” (Conferencia General, abril de 2020).
El presidente Spencer W. Kimball declaró: “Cuando vivimos conforme a la ley del Señor, cuidamos de los necesitados como una extensión de Su amor por ellos.” (Conferencia General, octubre de 1977).


Cuidar de los pobres y necesitados es una responsabilidad sagrada y central en el evangelio de Jesucristo. El objetivo del servicio es ayudar a las personas a encontrar fortaleza y dignidad en sus vidas. El cuidado de los necesitados es parte integral del plan de Dios y un reflejo de nuestra obediencia a Su ley.

Esta frase destaca la responsabilidad de los santos de proporcionar alivio material y emocional a los necesitados como un acto de amor y obediencia. Al vivir este principio, no solo satisfacemos necesidades temporales, sino que también ayudamos a otros a progresar espiritualmente, preparándolos para vivir conforme a los principios del evangelio.

El llamado a visitar y suministrar auxilio a los pobres y necesitados nos invita a ser una extensión del amor y la compasión del Salvador. Este principio nos recuerda que al cuidar de los demás, fortalecemos el reino de Dios en la tierra y cumplimos con nuestros convenios.

El presidente Russell M. Nelson lo expresó así: “Cuando extendemos nuestra mano a los necesitados, mostramos al Salvador nuestro compromiso con Su obra y Su amor infinito.” (Conferencia General, abril de 2018).

Este llamado nos inspira a actuar con diligencia, buscar oportunidades para servir y vivir el evangelio de una manera que refleje el amor puro de Cristo, ayudando a construir una sociedad más justa y amorosa conforme a las leyes del Señor.

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