Doctrina y Convenios Sección 85

Doctrina y Convenios
Sección 85


Contexto Histórico

En el apacible mes de noviembre de 1832, José Smith, el profeta, se encontraba en Kirtland, Ohio, dirigiendo la obra de la Iglesia en un periodo de grandes desafíos y revelaciones. Por aquel entonces, los santos que habían emigrado a Sion, en Independence, Misuri, enfrentaban dificultades espirituales y logísticas al intentar vivir conforme a la ley de consagración, un mandamiento dado para preparar al pueblo de Dios para establecer Sion en rectitud.

William W. Phelps, quien vivía en Independence, escribió al profeta buscando guía sobre aquellos santos que no habían cumplido con la ley de consagración y, por tanto, no habían recibido sus heredades conforme al orden establecido. En respuesta, José Smith escribió una carta que contenía la revelación que conocemos hoy como la Sección 85 de Doctrina y Convenios.

En esta revelación, el Señor establece la importancia de que las heredades en Sion sean otorgadas únicamente a través de la consagración. Aquellos que se negaban a vivir esta ley no serían inscritos en los registros de la iglesia ni contados entre el pueblo de Dios. El Señor declara que los nombres de quienes no consagran sus propiedades, ni los de sus familias, serán excluidos del “libro de la ley de Dios”. Esto no solo subrayaba la necesidad de obediencia, sino que también tenía implicaciones eternas: el rechazo a la ley de consagración significaba la pérdida de las bendiciones de Sion.

La responsabilidad de llevar un registro detallado de los nombres de quienes vivían esta ley recaía sobre un secretario designado por el Señor. Este registro debía incluir no solo los nombres de los fieles, sino también la genealogía de sus familias, su fe y sus obras. Los apóstatas, en contraste, serían removidos de este registro.

Una de las partes más significativas y enigmáticas de esta revelación es la profecía sobre “uno poderoso y fuerte”. Este siervo del Señor sería enviado para “poner en orden la casa de Dios” y asignar las heredades de los santos. Este personaje, revestido de luz y portador de palabras eternas, simboliza la intervención divina para rectificar cualquier desviación en el cumplimiento de los mandamientos del Señor.

El Señor también advierte contra aquellos que intenten manipular o interferir con los principios divinos, comparándolos con el hombre que intentó sostener el arca de Dios en tiempos antiguos y fue castigado por su desobediencia. Este es un recordatorio solemne de que las cosas sagradas no deben ser tratadas con ligereza.

La revelación también contiene una advertencia severa para aquellos cuyos nombres no estén inscritos en el “libro de memorias”. Estas personas serían desarraigadas y perderían su herencia entre los santos, recibiendo en cambio su porción entre los incrédulos. Este destino se compara con el juicio reservado para los hijos del sacerdote descrito en el libro de Esdras.

El Señor deja claro que estas palabras no son del profeta José Smith, sino que provienen directamente de Él. Así, la revelación enfatiza la seriedad de vivir en rectitud y obedecer las leyes del evangelio.

Esta revelación tiene un trasfondo tanto práctico como espiritual. Históricamente, refleja los desafíos de los santos al implementar la ley de consagración en Sion y las dificultades que surgieron debido a la desobediencia y la falta de compromiso. Espiritualmente, subraya la importancia de la pureza, el registro fiel y la obediencia a los mandamientos para prepararse para la venida del Señor y el establecimiento de Sion.

La Sección 85 recuerda a los santos la seriedad de vivir conforme a las leyes de Dios. Su mensaje resuena no solo para los santos en Misuri, sino para todos los que buscan ser contados entre el pueblo del Señor. El mandato de consagrar, edificar Sion y mantener un registro fiel refleja la preparación necesaria para el día de la “venganza y el fuego” del Señor.

En este contexto, la revelación es un llamado a la obediencia y a la fe, con la promesa de bendiciones eternas para quienes vivan con rectitud y cumplan con su parte en el convenio con Dios.

La Sección 85 de Doctrina y Convenios destaca la importancia de la obediencia, el orden y la fidelidad dentro de la iglesia. Nos recuerda que cada miembro es responsable de vivir los mandamientos, especialmente la ley de consagración, para ser contados entre los santos del Señor.

El élder Neal A. Maxwell enseñó: “El orden del Señor no es solo estructural, sino espiritual. Requiere nuestra completa obediencia y devoción para alcanzar su propósito.” (Conferencia General, abril 1993).

Estos versículos son una invitación a reflexionar sobre nuestra disposición para cumplir los mandamientos y ser parte del gran plan del Señor para preparar Sion. También nos recuerdan que nuestras decisiones tienen un impacto eterno, tanto para nosotros como para nuestras familias.


1. El Registro y la Consagración en Sion


Versículo 1: “Es el deber del secretario del Señor, a quien él ha nombrado, llevar una historia y un registro general de la iglesia de todas las cosas que acontezcan en Sion, y de todos los que consagren bienes y reciban legalmente heredades del obispo.”
Este versículo establece la importancia de llevar un registro ordenado y sagrado dentro de la iglesia. Este registro no solo es administrativo, sino también espiritual, ya que documenta la fidelidad de los santos que viven la ley de consagración. Resalta la responsabilidad de los líderes en guardar con exactitud las obras de los miembros, subrayando la conexión entre las acciones terrenales y su impacto eterno.

“Es el deber del secretario del Señor”
El término “secretario del Señor” establece que ciertas funciones administrativas en la Iglesia tienen un significado sagrado y son parte integral de la obra del Señor. Este deber no es simplemente un rol organizativo, sino una responsabilidad espiritual de registrar fielmente la historia y las acciones del pueblo de Dios. En Doctrina y Convenios 20:81–83, se habla de la importancia de mantener registros para preservar el orden y la disciplina dentro de la Iglesia.
El presidente Spencer W. Kimball enseñó: “La obra de registrar no es un acto trivial. Refleja la voluntad del Señor de que todo en su Iglesia se haga en orden y se conserve como testimonio eterno.” (Conferencia General, abril 1978).
Los registros no solo documentan los eventos de la Iglesia, sino que también dan testimonio de la fidelidad y los convenios de sus miembros. El secretario es un guardián de esta memoria sagrada.

“A quien él ha nombrado”
El nombramiento divino asegura que aquellos llamados a cumplir este deber lo hacen con la autoridad y aprobación del Señor. Esto resalta el principio de que todos los llamamientos en la Iglesia se reciben mediante revelación y con el propósito de cumplir la obra de Dios. En Doctrina y Convenios 107:99, se manda que todo hombre sea diligente en su oficio.
El élder Jeffrey R. Holland declaró: “Cuando somos llamados por Dios a un servicio específico, Él nos proporciona las herramientas necesarias para llevarlo a cabo.” (Conferencia General, abril 1996).
El nombramiento divino asegura que las funciones sagradas se lleven a cabo bajo la guía del Espíritu, manteniendo la pureza y la exactitud de los registros.

“Llevar una historia y un registro general de la iglesia”
Este mandato resalta la importancia de documentar los eventos, las acciones y las decisiones de la Iglesia como un testimonio perdurable. En Malaquías 3:16, se menciona un “libro de memorias” donde se registran los nombres de aquellos que temen al Señor. Los registros de la Iglesia reflejan este principio eterno.
El élder Richard G. Scott dijo: “Los registros son una fuente vital de conocimiento espiritual. Conservan la memoria de la obra del Señor y las enseñanzas que edifican nuestra fe.” (Conferencia General, octubre 1998).
Mantener registros es un acto de fe que conecta a las generaciones presentes y futuras con las obras de Dios, recordándoles su lugar en el plan eterno.

“De todas las cosas que acontezcan en Sion”
Sion representa el pueblo del Señor y el lugar donde se busca establecer un modelo de rectitud y unidad. Registrar “todas las cosas” significa documentar no solo eventos espirituales, sino también decisiones administrativas y la vida diaria del pueblo de Dios. Esto subraya que todos los aspectos de la vida en Sion son importantes para el Señor.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Sion es más que un lugar físico; es un estado de pureza y unidad. Todo lo que contribuye a su edificación es sagrado.” (Conferencia General, octubre 2021).
Registrar los eventos de Sion asegura que las acciones de los santos sean recordadas y que el modelo de vida en Sion sirva como guía para generaciones futuras.

“Y de todos los que consagren bienes y reciban legalmente heredades del obispo”
La consagración es un principio central del evangelio que implica entregar al Señor nuestras posesiones y talentos para edificar su reino. El registro de quienes cumplen con este mandamiento asegura que las bendiciones y responsabilidades asociadas sean reconocidas. En Doctrina y Convenios 42:30, se enseña la ley de consagración como un medio para preparar a los santos para la Segunda Venida de Cristo.
El élder D. Todd Christofferson dijo: “La consagración no solo es un acto de sacrificio, sino también una expresión de fe en que todo lo que tenemos pertenece al Señor.” (Conferencia General, abril 2010).
Documentar la consagración y la distribución de heredades refleja la justicia y el orden del Señor al preparar a su pueblo para la construcción de Sion.

El versículo resalta la importancia del orden, la responsabilidad y la fe en la obra del Señor. Mantener registros y documentar la obediencia a la ley de consagración no solo preserva la memoria de la iglesia, sino que también testifica del cumplimiento de los mandamientos de Dios.
El élder Neal A. Maxwell resumió esta doctrina al decir: “El Señor nos llama a cumplir con diligencia nuestras responsabilidades, porque cada acto de obediencia y servicio contribuye a su obra eterna.” (Conferencia General, abril 1985).

Este versículo nos invita a reflexionar sobre la importancia de cumplir con nuestros deberes en la Iglesia, reconociendo que incluso las funciones administrativas tienen un propósito eterno en el plan de Dios. Al hacerlo, ayudamos a construir Sion y a testificar de la obra del Señor para todas las generaciones.

Versículo 3: “Es contrario a la voluntad y al mandamiento de Dios que estén inscritos con los del pueblo de Dios los nombres de aquellos que no reciban su heredad por consagración, conforme a su ley, que él ha dado, para diezmar a su pueblo, a fin de prepararlo para el día de la venganza y el fuego.”
Este versículo vincula directamente la obediencia a la ley de consagración con la preparación para los últimos días. Los santos que no viven esta ley se excluyen del registro de la iglesia, un acto que tiene profundas implicaciones espirituales y simbólicas. Nos recuerda que la obediencia a los mandamientos es esencial para ser contados entre el pueblo de Dios.

“Es contrario a la voluntad y al mandamiento de Dios”
Esta frase subraya que las leyes de consagración y obediencia no son sugerencias, sino mandamientos divinos. Ignorar estas leyes significa actuar en oposición directa a la voluntad del Señor. En Doctrina y Convenios 130:20–21, se enseña que toda bendición está condicionada al cumplimiento de una ley.
El presidente Gordon B. Hinckley explicó: “Cuando obedecemos los mandamientos de Dios, no solo cumplimos con su voluntad, sino que abrimos la puerta a bendiciones más grandes y profundas.” (Conferencia General, abril 1997).
El cumplimiento de la ley de consagración no es opcional para los santos que buscan ser parte de Sion. Es una manifestación de su disposición a sacrificar y obedecer.

“Que estén inscritos con los del pueblo de Dios”
El “inscribirse” con el pueblo de Dios representa la pertenencia a la comunidad del convenio y el acceso a las bendiciones asociadas con ella. En Malaquías 3:16, se habla de un “libro de memorias” donde se registran los nombres de los fieles. No estar inscrito simboliza la separación de las bendiciones y responsabilidades de Sion.
El élder D. Todd Christofferson dijo: “Estar registrado con el pueblo de Dios significa ser contado entre aquellos que han hecho convenios con Él y están comprometidos a vivir según sus mandamientos.” (Conferencia General, abril 2010).
La inscripción en el “libro” refleja la aceptación por parte de Dios de aquellos que viven conforme a su voluntad. Es un acto espiritual y simbólico que representa la fidelidad y la pertenencia al reino de Dios.

“Los nombres de aquellos que no reciban su heredad por consagración”
La heredad otorgada mediante la consagración está ligada a la obediencia a la ley de Dios. Aquellos que no consagran demuestran falta de fe y compromiso, lo que los excluye de recibir las bendiciones reservadas para los fieles. En Doctrina y Convenios 42:30, se establece la ley de consagración como un principio fundamental para establecer Sion.
El presidente Brigham Young enseñó: “Sin la consagración de nuestros bienes y corazones al Señor, no podemos ser parte integral de Sion.” (Discursos de Brigham Young, vol. 9).
Este principio nos recuerda que la pertenencia al pueblo de Dios no depende solo de la membresía formal, sino del cumplimiento de las leyes y mandamientos que preparan a los santos para la venida de Cristo.

“Conforme a su ley, que él ha dado, para diezmar a su pueblo”
El Señor establece leyes específicas para organizar a su pueblo y asegurar su preparación espiritual y temporal. La ley de consagración y el principio de diezmo son parte de este sistema, diseñados para bendecir tanto a los individuos como a la comunidad. En Doctrina y Convenios 119:4, se introduce el principio del diezmo como una forma de consagrar.
El presidente Lorenzo Snow enseñó: “La ley de diezmos es una escuela para preparar a los santos para vivir la ley de consagración en su plenitud.” (La Ensign, abril 1971).
La obediencia a esta ley no solo apoya la obra de Dios en la tierra, sino que también refina a los santos al enseñarles sacrificio, fe y generosidad.

“A fin de prepararlo para el día de la venganza y el fuego”
El “día de la venganza y el fuego” alude al tiempo de juicio del Señor, donde los inicuos serán castigados y los justos protegidos. En Doctrina y Convenios 1:10, se declara que los días finales serán tiempos de separación entre los justos y los inicuos.
El élder Neal A. Maxwell dijo: “La preparación para el día del juicio no es un evento único, sino un proceso constante de obediencia y consagración.” (Conferencia General, abril 1982).
El cumplimiento de la ley de consagración prepara espiritualmente a los santos para enfrentar ese día con confianza, sabiendo que han sido fieles a los mandamientos de Dios.

El versículo resalta la relación entre la obediencia a la ley de consagración y la preparación para los eventos finales. Los santos que obedecen esta ley muestran su disposición a sacrificar por el Señor y su obra, garantizando su lugar entre el pueblo de Dios.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “La preparación espiritual no puede ser improvisada. Cada acto de obediencia y sacrificio nos acerca al Salvador y nos prepara para su venida.” (Conferencia General, abril 2018).

Este versículo nos invita a reflexionar sobre nuestra disposición a vivir según las leyes del Señor, entendiendo que el sacrificio y la obediencia son esenciales para nuestra exaltación y para establecer Sion en preparación para el regreso de Cristo.


Doctrina y Convenios 85:6

Sí, así dice la voz suave y apacible que a través de todas las cosas susurra y penetra, y a menudo hace estremecer mis huesos mientras se manifiesta, diciendo:

Dios elegirá los medios que empleará cuando se dirija a sus oráculos vivientes. El presidente Gordon B. Hinckley señaló:

“Hay una historia tremenda detrás de esta Iglesia, una historia de profecía, una historia de revelación y un cúmulo de decisiones que han establecido el modelo de la Iglesia, de modo que no hay problemas recurrentes constantes que requieran una dispensación especial.

Pero de vez en cuando surgen cosas en las que se busca la voluntad del Señor, y en esas circunstancias creo que la mejor manera en que podría describir el proceso es compararlo con la experiencia de Elías.

Después de que Elías se enfrentó al viento, al terremoto y al fuego, escuchó ‘una voz apacible y delicada’, la cual yo describo como los susurros del Espíritu. […] Uno debe tener, buscar y cultivar ese Espíritu, y entonces llega la comprensión, y es real. Puedo dar testimonio de ello” (en Dew, Go Forward with Faith, pp. 85–86).

La declaración del presidente Gordon B. Hinckley resalta un principio fundamental en la doctrina de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días: Dios se comunica con sus hijos a través de revelación, especialmente mediante Sus profetas vivientes. Esta revelación no siempre se manifiesta con señales espectaculares, sino que con frecuencia llega en forma de una “voz apacible y delicada”, como lo experimentó el profeta Elías (1 Reyes 19:11–12). Esto ilustra la manera suave pero poderosa en que actúa el Espíritu Santo, guiando a los líderes de la Iglesia en momentos de necesidad.

El Señor ha establecido un orden en Su Iglesia: muchas decisiones ya han sido guiadas por revelación previa, formando un “patrón” duradero. Sin embargo, en situaciones excepcionales, se vuelve necesario buscar nueva revelación. En tales casos, los líderes recurren al Espíritu en humildad, fe y rectitud, esperando recibir inspiración divina. El presidente Hinckley enseña que la revelación continua no es un fenómeno extraordinario, sino una función esperada y constante en la guía del Reino de Dios sobre la tierra.

La experiencia de Elías y la enseñanza del presidente Hinckley nos invitan a cultivar una relación personal con el Espíritu Santo. En un mundo lleno de ruido y distracciones, debemos aprender a reconocer esa “voz apacible” en nuestras propias vidas. No siempre llegará con fuerza ni con manifestaciones exteriores llamativas, sino como un susurro interno que trae paz, claridad y certeza.

Al igual que los profetas, nosotros también enfrentamos decisiones que requieren guía divina. Cuando buscamos al Señor con sinceridad y humildad, y nos esforzamos por vivir dignamente, podemos recibir revelación personal real y tangible. Este principio reafirma que Dios no está lejos ni es indiferente: Él habla hoy, tanto a sus siervos escogidos como a cada uno de Sus hijos que lo buscan de corazón.


Versículo 7: “Y sucederá que yo, Dios el Señor, enviaré a uno poderoso y fuerte, con el cetro de poder en su mano, revestido de luz como un manto, cuya boca hablará palabras, palabras eternas, mientras que sus entrañas serán una fuente de verdad, para poner en orden la casa de Dios y para disponer por sorteo las heredades de los santos.”
Esta profecía habla de un siervo divinamente designado que será enviado para corregir y organizar la casa de Dios. Su descripción como alguien “revestido de luz” y con “una fuente de verdad” resalta su conexión directa con el poder y la autoridad divina. Este versículo refuerza que el Señor tiene un plan para restaurar el orden incluso en medio de la desobediencia y el caos.

“Y sucederá que yo, Dios el Señor, enviaré a uno poderoso y fuerte”
El “poderoso y fuerte” es un siervo del Señor enviado con autoridad divina para cumplir una misión específica: corregir, reorganizar y poner en orden la casa de Dios. Esto simboliza la intervención divina cuando el pueblo del convenio enfrenta desafíos o desviaciones en su camino. En Doctrina y Convenios 103:15, se habla del Señor enviando un líder para redimir a Sion.
El élder Bruce R. McConkie comentó: “Este pasaje apunta a alguien que actuará bajo la dirección del Señor para establecer el orden necesario en su iglesia. No es un rol que cualquiera pueda asumir, sino que será alguien llamado por revelación.” (Doctrinal New Testament Commentary, vol. 1).
La promesa de enviar a un siervo “poderoso y fuerte” subraya que el Señor siempre actúa en favor de su pueblo, asegurando que su obra continúe en orden y rectitud.

“Con el cetro de poder en su mano”
El “cetro de poder” representa la autoridad y el liderazgo que este siervo tendrá. En las Escrituras, el cetro es un símbolo de realeza, gobierno justo y poder divino. En Doctrina y Convenios 121:36–37, se enseña que el poder del sacerdocio se ejerce solo con justicia y rectitud.
El presidente Joseph Fielding Smith dijo: “El cetro en las manos del siervo de Dios simboliza su autoridad para actuar en nombre del Señor, ejecutando sus mandatos con poder divino.” (Doctrina de Salvación, vol. 3).
Este cetro no solo es una señal de autoridad, sino también de responsabilidad sagrada para liderar con justicia y cumplir la voluntad de Dios.

“Revestido de luz como un manto”
La luz simboliza la verdad, la pureza y la gloria divina. Estar “revestido de luz” refleja la santidad y la conexión celestial de este siervo. En Doctrina y Convenios 88:7–13, se describe a Cristo como la luz que llena el universo y da vida a todas las cosas.
El presidente Harold B. Lee enseñó: “Cuando servimos con pureza de corazón y rectitud, nos rodea la luz de Cristo, y esa luz guía nuestro camino.” (Conferencia General, octubre 1973).
La imagen de ser “revestido de luz” subraya la naturaleza divina de este siervo y su papel como representante del Señor en la tierra.

“Cuya boca hablará palabras, palabras eternas”
Las “palabras eternas” son verdades inmutables que provienen directamente de Dios. Este siervo será un portavoz del Señor, enseñando principios que conducen a la vida eterna. En Doctrina y Convenios 68:4, se declara que cuando los siervos del Señor hablan por el Espíritu Santo, lo que dicen es Escritura.
El élder Jeffrey R. Holland dijo: “El Señor utiliza a sus siervos para hablar su palabra, la cual siempre es verdad y tiene el poder de salvar almas.” (Conferencia General, abril 2008).
El poder de sus palabras radica en que no son de origen humano, sino divino, y tienen la capacidad de guiar, corregir y edificar espiritualmente.

“Mientras que sus entrañas serán una fuente de verdad”
Esta frase simboliza que la verdad no solo será pronunciada, sino que también emanará del interior de este siervo, reflejando su carácter puro y su conexión profunda con Dios. En las Escrituras, las “entrañas” frecuentemente simbolizan emociones profundas y sinceridad. En Doctrina y Convenios 112:11, se insta a los líderes a actuar con entrañas llenas de caridad hacia los demás.
El élder David A. Bednar enseñó: “La verdad no es solo algo que declaramos, sino algo que vivimos. Al hacerlo, nos convertimos en ejemplos vivos del evangelio de Cristo.” (Conferencia General, octubre 2014).
Esta expresión refleja que este siervo vivirá y personificará la verdad, mostrando una congruencia total entre sus palabras y acciones.

“Para poner en orden la casa de Dios”
Poner “en orden la casa de Dios” implica corregir desviaciones, fortalecer a los líderes y miembros, y garantizar que la Iglesia funcione de acuerdo con las leyes y principios divinos. En Doctrina y Convenios 88:119, el Señor manda que su casa sea una “casa de orden.”
El élder D. Todd Christofferson dijo: “El orden divino es esencial en la casa de Dios. Es un reflejo de su carácter y un requisito para la exaltación.” (Conferencia General, abril 2015).
El Señor siempre interviene para restaurar el orden en su iglesia, asegurando que su obra avance sin interrupciones y según su voluntad.

“Y para disponer por sorteo las heredades de los santos”
Asignar las heredades a los santos simboliza la restauración del principio de consagración y la justa distribución de los recursos de Sion. Esto refleja el deseo del Señor de que todos los santos sean iguales y vivan en unidad, como se describe en Hechos 4:32–35.
El presidente Brigham Young explicó: “La consagración no se trata solo de bienes materiales, sino de construir una sociedad celestial donde todos tengan lo que necesitan.” (Discursos de Brigham Young, vol. 6).

La disposición de las heredades refleja la justicia y la igualdad del Señor en su plan para Sion, asegurando que cada santo reciba lo que le corresponde según su fidelidad.

El versículo es una promesa de que el Señor siempre interviene en los momentos de necesidad para corregir, fortalecer y guiar a su iglesia. El siervo “poderoso y fuerte” actuará con autoridad divina, pureza y justicia para restaurar el orden en la casa de Dios y preparar a los santos para las bendiciones prometidas.
El élder Neal A. Maxwell resumió esta verdad al enseñar: “El Señor no permitirá que su obra falle. A través de sus siervos, Él corregirá y guiará a su pueblo para que su propósito eterno se cumpla.” (Conferencia General, abril 1982).

Este versículo nos invita a confiar en el Señor y en sus planes, recordando que su obra siempre avanza bajo su dirección, incluso en tiempos de desafío o incertidumbre.

Versículo 8: “Mientras que aquel hombre, que fue llamado por Dios y nombrado, que extienda su mano para sostener el arca de Dios, caerá por el dardo de la muerte, como el árbol herido por el fulgente golpe del rayo.”
Este versículo advierte contra la irreverencia o la desobediencia al tratar con las cosas sagradas. El acto de “sostener el arca” simboliza intentar manejar o interferir con los asuntos divinos sin la debida autoridad o preparación. Es un recordatorio solemne de que el Señor exige respeto y obediencia a sus leyes y mandamientos.

“Mientras que aquel hombre, que fue llamado por Dios y nombrado”
El hecho de que este hombre haya sido “llamado por Dios y nombrado” subraya que incluso aquellos que han recibido llamamientos divinos están sujetos a las leyes de obediencia y reverencia. Esto resalta la necesidad de actuar bajo inspiración y con un entendimiento claro de las responsabilidades otorgadas.
El presidente Dallin H. Oaks enseñó: “El llamamiento al servicio del Señor conlleva una gran responsabilidad. Si no actuamos con rectitud, incluso aquellos llamados pueden caer en error.” (Conferencia General, abril 2000).
Este pasaje enfatiza que el llamado divino no exime a nadie de rendir cuentas. La posición o autoridad no reemplazan la necesidad de actuar según la voluntad del Señor.

“Que extienda su mano para sostener el arca de Dios”
La frase alude al incidente bíblico de Uza, quien murió al intentar sostener el arca del convenio (véase 2 Samuel 6:6–7). Sostener el arca simboliza la acción de intervenir en los asuntos sagrados sin la debida autoridad o sin ser guiado por el Espíritu. Este acto representa falta de fe en que el Señor puede guiar su propia obra.
El presidente Gordon B. Hinckley explicó: “Sostener el arca significa tomar sobre nosotros responsabilidades que no nos han sido asignadas por revelación o autoridad divina.” (Conferencia General, octubre 1990).
El Señor es celoso con las cosas sagradas y exige que se manejen conforme a su voluntad y autoridad. Intervenir sin autorización puede tener graves consecuencias espirituales.

“Caerá por el dardo de la muerte”
La muerte aquí mencionada puede interpretarse literalmente, como en el caso de Uza, o simbólicamente, refiriéndose a la pérdida espiritual y la separación de la presencia de Dios. En Doctrina y Convenios 121:37, se advierte que quienes no honran su autoridad pierden los privilegios del sacerdocio.
El élder Neal A. Maxwell declaró: “Intervenir en la obra de Dios sin la debida autoridad no solo es un acto de orgullo, sino una invitación a las consecuencias espirituales.” (Conferencia General, abril 1983).
El dardo de la muerte actúa como un recordatorio solemne de que el Señor demanda reverencia y obediencia total en la administración de sus asuntos sagrados.

“Como el árbol herido por el fulgente golpe del rayo”
Esta imagen poderosa representa un juicio inmediato y decisivo. El rayo simboliza el poder y la justicia de Dios, que no puede ser burlado ni ignorado. Este juicio demuestra la seriedad de actuar incorrectamente en los asuntos divinos.
El presidente Joseph Fielding Smith explicó: “El Señor no tolera que las cosas sagradas sean tratadas con ligereza. Cuando actuamos fuera de su autoridad, estamos invitando su justicia.” (Doctrina de Salvación, vol. 1).
La comparación con el rayo enfatiza la severidad del juicio divino sobre aquellos que desobedecen o actúan sin la guía y la autoridad del Señor. Es un recordatorio de la necesidad de actuar con humildad y respeto en todas las cosas relacionadas con la obra de Dios.

Este versículo es una advertencia solemne contra el orgullo, la irreverencia y la intervención indebida en los asuntos del Señor. Aun aquellos llamados por Dios deben actuar con humildad y conforme a la inspiración divina, evitando sobrepasar los límites de su autoridad.
El élder Jeffrey R. Holland resumió este principio al decir: “El Señor guía su obra, y su autoridad no puede ser suplantada por el orgullo humano. Aquellos que intenten hacerlo se enfrentan a su juicio justo.” (Conferencia General, abril 2005).

Este versículo nos enseña que la obra de Dios debe ser manejada con reverencia, fe y obediencia. Es un recordatorio para confiar en la sabiduría y poder del Señor, y para actuar siempre bajo la dirección de su Espíritu y su autoridad.


Doctrina y Convenios 85:8
¿Qué significa “sostener el arca de Dios”?

Esta referencia —“el que extendió su mano para sostener el arca de Dios”— hace alusión a un relato del Antiguo Testamento (2 Samuel 6:6–7). En esa historia, un hombre llamado Uza puso la mano sobre el arca del convenio para evitar que cayera, aparentemente con buena intención, pero sin la debida autoridad ni reverencia. Como resultado, fue herido por Dios. A primera vista, esto parece severo, pero la lección doctrinal es profunda: las cosas sagradas deben tratarse conforme a la voluntad del Señor, no por impulso humano, aunque parezca bienintencionado.

¿Qué significa “sostener el arca” en este contexto?

En la revelación dada a José Smith, el Señor usa esta historia como advertencia contra aquellos que intentan interferir, corregir o sobrepasar la autoridad legítima del sacerdocio, creyendo que están ayudando o salvando la causa del Señor.

“Sostener el arca” significa, entonces: (1) Actuar fuera de la autoridad divinamente conferida, aun con motivos nobles. (2) Intentar “corregir” la obra de Dios sin inspiración ni llamamiento, creyendo que uno sabe mejor que los profetas o líderes llamados. (3) Suplantar el orden revelado por Dios con el juicio o voluntad del hombre.

La historia de Uza no trata tanto de su intención, sino de su presunción. Tocó lo sagrado sin tener derecho, y eso profanó la santidad del arca. De igual manera, en los últimos días, el Señor advierte que quienes intenten dirigir, cambiar o controlar Su obra sin el debido llamamiento y autoridad están en peligro de ser condenados espiritualmente.

Este pasaje nos recuerda que la obra del Señor es Suya, y se lleva a cabo conforme a Su orden y autoridad revelada, no según las suposiciones, urgencias o buenas intenciones humanas. Sostener a los líderes debidamente llamados —como dice el versículo— es un deber sagrado. No significa idolatrar personas ni aceptar todo ciegamente, sino sostener con fe a quienes han sido ordenados y apoyarlos con humildad, oración y obediencia.

En tiempos de dificultad o incertidumbre, puede surgir la tentación de «sostener el arca», es decir, de tomar el asunto en nuestras propias manos, queriendo preservar la Iglesia o corregir sus rumbos. Pero el Señor enseña que eso es peligroso si se hace fuera de la autoridad y revelación divinas.

El presidente David O. McKay (1873–1970) enseñó: “Es un poco peligroso para nosotros salir de nuestra propia esfera e intentar dirigir los esfuerzos de un hermano sin haber recibido autoridad alguna para ello. Recordarán el caso de Uza, que extendió la mano para sostener el arca [véase 1 Crónicas 13:7–10]. Parece que se justificaría que, al tropezar los bueyes, él extendiera la mano para sostener aquel símbolo del convenio. Hoy día pensamos que el castigo que recibió fue muy severo; pero sea como fuere, el incidente nos enseña una lección. Miremos a nuestro alrededor y observemos cuán rápidamente mueren espiritualmente aquellos que sin ninguna autoridad intentan sostener el arca. Su alma se llena de amargura, se les ofusca la mente, yerran en sus juicios y su espíritu es presa de la depresión. Tal es la triste condición de hombres que, olvidando sus propias responsabilidades, pasan el tiempo buscando faltas en los demás” (en Conference Report, abril de 1936).

Doctrina y Convenios 85:8 nos recuerda que la Iglesia del Señor está dirigida por llaves del sacerdocio y por revelación profética, no por voluntad personal ni por opinión popular. “Sostener el arca” representa la tendencia humana de confiar más en el juicio propio que en el orden divino. Pero Dios no necesita que corrijamos Su obra; necesita que trabajemos dentro de Su plan, con fe, humildad y obediencia.

El verdadero discípulo no corre impulsivamente a “sostener el arca”, sino que se coloca donde ha sido llamado, hace su parte fielmente y confía en que el Señor dirige Su Iglesia mediante profetas vivientes y por el poder de Su sacerdocio. Esa es la forma en que Su obra permanece pura y poderosa.


Versículo 9: “Y todos aquellos cuyos nombres no estén asentados en el libro de memorias, no hallarán herencia en aquel día, antes serán desarraigados y se les señalará su porción entre los incrédulos, en donde es el lloro y el crujir de dientes.”
El “libro de memorias” representa el registro de aquellos que son fieles al Señor. Este versículo resalta las consecuencias eternas de la desobediencia y la apostasía, advirtiendo que quienes no sean fieles serán separados de la presencia de Dios. Es un recordatorio poderoso de que nuestras acciones en esta vida determinan nuestra posición en la eternidad.

“Y todos aquellos cuyos nombres no estén asentados en el libro de memorias”
El “libro de memorias” simboliza un registro celestial que contiene los nombres de aquellos que han sido fieles a los mandamientos y han vivido en armonía con los convenios de Dios. Este concepto también aparece en Malaquías 3:16, donde se menciona que se escribe un libro de memorias para los que temen al Señor. El registro espiritual no es solo una lista, sino una representación de la fidelidad personal al Señor.
El élder David A. Bednar explicó: “Ser inscritos en el registro del Señor no es un acto administrativo, sino un testimonio de nuestra disposición a seguir a Cristo y vivir sus mandamientos.” (Conferencia General, abril 2015).
El registro en el libro celestial refleja nuestra dedicación a vivir conforme a las leyes y principios del evangelio. La exclusión de este libro simboliza la desconexión espiritual de la presencia de Dios y sus bendiciones.

“No hallarán herencia en aquel día”
La “herencia” aquí mencionada se refiere a las bendiciones eternas prometidas a los justos, incluyendo la exaltación y la entrada en la presencia de Dios. En Doctrina y Convenios 50:5, se promete que los fieles serán llevados a un reino celestial como parte de su herencia eterna.
El élder Neal A. Maxwell enseñó: “Nuestra herencia en la eternidad está directamente relacionada con nuestra fidelidad y disposición a cumplir los mandamientos del Señor.” (Conferencia General, abril 1984).
No recibir herencia en “aquel día” implica una pérdida eterna de las bendiciones más grandes que Dios tiene reservadas para sus hijos fieles. Este versículo subraya la importancia de vivir dignamente para asegurar nuestra posición entre los santos.

“Antes serán desarraigados”
El desarraigo es un símbolo de separación y pérdida. En Mateo 13:40–42, Jesús usa el simbolismo de la cizaña arrancada y quemada para describir a los inicuos que serán separados de los justos en el día del juicio. Este desarraigo representa la consecuencia de rechazar los mandamientos y no estar espiritualmente firmes en Cristo.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “Aquellos que eligen no vivir según las leyes de Dios se separan a sí mismos de las raíces espirituales que los sostienen.” (Conferencia General, abril 2019).
El desarraigo enfatiza las consecuencias de no mantenernos firmes en nuestra fe. Aquellos que no se anclan en el evangelio pierden su lugar en la comunidad del convenio y en el plan eterno de Dios.

“Y se les señalará su porción entre los incrédulos”
Recibir una porción entre los incrédulos significa ser contado con aquellos que han rechazado las verdades del evangelio. Este es un estado de separación espiritual, simbolizado en las Escrituras como “tinieblas exteriores.” En Doctrina y Convenios 29:44, se describe este destino como un lugar de sufrimiento para aquellos que no obedecieron a Dios.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “Separarse del Señor es la pérdida más grande que una persona puede experimentar, ya que todas las demás bendiciones fluyen de Él.” (Conferencia General, octubre 1999).
La asignación de esta “porción” refleja el principio de justicia divina: los que rechazan al Señor no pueden disfrutar de las bendiciones reservadas para los fieles.

“En donde es el lloro y el crujir de dientes”
Esta frase describe el sufrimiento y el remordimiento que acompañan a quienes pierden la presencia de Dios debido a su desobediencia. Se usa en varias ocasiones en el Nuevo Testamento (por ejemplo, Mateo 13:50) para describir el estado de aquellos que son apartados de las bendiciones del reino celestial.
El élder D. Todd Christofferson dijo: “El arrepentimiento genuino evita el lloro y el crujir de dientes, ya que nos permite ser reconciliados con Dios y recibir su gracia redentora.” (Conferencia General, octubre 2011).
El “lloro y el crujir de dientes” no es solo una expresión de dolor, sino un testimonio del profundo remordimiento que acompaña a aquellos que reconocen lo que han perdido por su desobediencia.

El versículo 9 es una advertencia solemne sobre las consecuencias de no vivir en armonía con los principios y convenios del evangelio. Nos recuerda que nuestras decisiones diarias determinan si nuestros nombres serán inscritos en el “libro de memorias” y si recibiremos una herencia eterna en la presencia de Dios.
El presidente Gordon B. Hinckley resumió esta verdad al decir: “No hay mayor pérdida que la separación de Dios y su reino. Vivir de acuerdo con los mandamientos nos asegura estar entre los fieles que recibirán la herencia prometida.” (Conferencia General, abril 2001).

Este versículo nos invita a reflexionar sobre la importancia de nuestras decisiones y acciones, recordando que la obediencia, la fe y el arrepentimiento nos aseguran un lugar entre los santos del Altísimo y las bendiciones eternas que Dios tiene preparadas para los que le aman.

Versículo 11: “Y los del sumo sacerdocio, así como los del sacerdocio menor y los miembros, cuyos nombres no se hallen escritos en el libro de la ley, o se descubra que han apostatado, o que han sido separados de la iglesia, no tendrán herencia entre los santos del Altísimo en aquel día.”
Este versículo subraya la universalidad de la norma divina: tanto líderes como miembros están sujetos a los mismos principios de rectitud. Nadie está exento de las consecuencias de la desobediencia. Es un llamado a todos los santos a vivir de acuerdo con sus convenios y responsabilidades.

“Y los del sumo sacerdocio, así como los del sacerdocio menor y los miembros”
Este versículo recalca que la responsabilidad de vivir conforme a los mandamientos de Dios y mantener la fidelidad a los convenios se aplica por igual a todos los miembros de la Iglesia, sin importar su posición o autoridad. En Doctrina y Convenios 121:36–37, se enseña que el poder del sacerdocio depende de la rectitud personal, y que este poder puede ser perdido por la transgresión.
El presidente Russell M. Nelson afirmó: “Nadie está exento de la necesidad de obedecer los mandamientos del Señor. El discipulado requiere compromiso y consistencia.” (Conferencia General, octubre 2019).
La igualdad en la expectativa de rectitud demuestra que la posición en la Iglesia no otorga privilegios espirituales sin la correspondiente responsabilidad y fidelidad.

“Cuyos nombres no se hallen escritos en el libro de la ley”
El “libro de la ley” simboliza un registro divino que contiene los nombres de aquellos que han cumplido con los requisitos de obediencia, consagración y fe en el Señor. Este registro es más que un listado administrativo; representa el reconocimiento divino de los santos que han sido fieles a sus convenios. En Éxodo 32:33, el Señor dice: “Al que pecare contra mí, a este raeré yo de mi libro.”
El élder David A. Bednar dijo: “Estar inscritos en el libro del Señor no es solo un reconocimiento, sino un testimonio eterno de nuestra disposición a seguirle y honrar nuestros convenios.” (Conferencia General, abril 2015).
La inclusión en el libro de la ley no es automática; se gana a través de la obediencia y la fidelidad constantes. Este registro es un reflejo de la preparación espiritual de los santos para recibir su herencia eterna.

“O se descubra que han apostatado”
La apostasía, o el apartarse deliberadamente de los convenios y principios del evangelio, tiene consecuencias espirituales severas. En Doctrina y Convenios 1:15–16, el Señor advierte que aquellos que se apartan de sus mandamientos caminan en sus propios caminos y pierden la luz del evangelio.
El presidente Joseph F. Smith enseñó: “La apostasía no es solo el abandono de la Iglesia, sino también la negación de las verdades que el Señor ha revelado.” (Gospel Doctrine, pág. 102).
La apostasía no solo separa a los santos de la Iglesia, sino también de las bendiciones espirituales y de su herencia eterna en el reino de Dios. Es un recordatorio solemne de la necesidad de permanecer fieles.

“O que han sido separados de la iglesia”
La separación de la Iglesia puede deberse a la transgresión grave, la desobediencia persistente o la pérdida de fe. En Doctrina y Convenios 41:5, el Señor declara que aquellos que no guardan sus leyes “no son dignos de estar entre [su] pueblo.” Esta separación simboliza tanto una pérdida temporal de bendiciones como una advertencia de consecuencias eternas si no hay arrepentimiento.
El élder Jeffrey R. Holland declaró: “El Señor siempre extiende su misericordia a aquellos que están dispuestos a arrepentirse y regresar, pero también exige una verdadera disposición a cambiar.” (Conferencia General, abril 2006).
La separación de la Iglesia no es una condenación definitiva, ya que el arrepentimiento y el regreso siempre son posibles. Sin embargo, refleja la importancia de permanecer en el camino del evangelio.

“No tendrán herencia entre los santos del Altísimo en aquel día”
La “herencia” se refiere a las bendiciones eternas que Dios tiene reservadas para los fieles, incluyendo la exaltación y la vida eterna. En Doctrina y Convenios 76:50–70, se describen las bendiciones del reino celestial, reservadas para aquellos que son fieles a Cristo y sus convenios. Este versículo establece que la desobediencia y la falta de fidelidad excluyen a las personas de estas bendiciones.
El presidente Thomas S. Monson dijo: “La herencia que recibiremos depende de nuestra obediencia aquí en la tierra. No podemos esperar las bendiciones del Señor si no vivimos según su voluntad.” (Conferencia General, octubre 2011).
La pérdida de herencia eterna es la consecuencia más grave de la desobediencia y la apostasía. Este versículo subraya la necesidad de perseverar en la fe y honrar los convenios con el Señor.

El versículo enseña principios fundamentales de obediencia, fidelidad y responsabilidad. Resalta que, sin importar la posición o el oficio dentro de la Iglesia, todos deben esforzarse por vivir en armonía con las leyes de Dios para ser incluidos en el registro celestial y recibir una herencia entre los santos.
El élder Neal A. Maxwell resumió este principio al decir: “La rectitud no tiene sustitutos. Nuestra herencia eterna se determina por nuestra disposición a someternos plenamente a la voluntad del Señor.” (Conferencia General, abril 1995).

Este versículo nos llama a la reflexión sobre nuestra fidelidad personal, nuestra disposición a arrepentirnos y nuestra preparación para el día del juicio, recordándonos que la verdadera recompensa viene solo a través de la obediencia constante y el compromiso con los principios del evangelio.

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