Doctrina y Convenios Sección 86

Doctrina y Convenios
Sección 86


Contexto Histórico

En la fría mañana del 6 de diciembre de 1832, en Kirtland, Ohio, José Smith, el Profeta de la Restauración, se encontraba inmerso en una obra trascendental. Estaba revisando y preparando el manuscrito de la Traducción de la Biblia, una tarea que había emprendido bajo inspiración divina para recuperar y aclarar verdades eternas perdidas o mal interpretadas con el tiempo.

Mientras trabajaba en las Escrituras, una revelación extraordinaria iluminó su mente. Esta revelación, ahora conocida como la Sección 86 de Doctrina y Convenios, proporcionó una interpretación divina de la parábola del trigo y la cizaña, enseñada por Jesucristo durante su ministerio terrenal (véase Mateo 13:24–30). El Señor reveló no solo el significado profundo de la parábola, sino también verdades sobre el sacerdocio y el papel de los santos en los últimos días.

El Señor explicó que el campo representa el mundo, y los apóstoles fueron los sembradores del trigo, es decir, las semillas del evangelio. Sin embargo, cuando los apóstoles fueron perseguidos y la autoridad divina disminuyó en la iglesia primitiva, Satanás —el gran enemigo de la justicia— sembró cizaña. Estas malas semillas, simbolizando la apostasía, comenzaron a ahogar el trigo, y la iglesia fue llevada al “desierto,” una metáfora del largo periodo de oscuridad espiritual conocido como la Gran Apostasía.

A pesar de ello, el Señor prometió que en los últimos días, durante la restauración de su obra, el trigo y la cizaña crecerían juntos hasta la cosecha final. Los ángeles, encargados de segar los campos, están preparados y esperan la señal para separar el trigo de la cizaña. Sin embargo, el Señor indicó que no era el tiempo para arrancar la cizaña, pues hacerlo prematuramente podría dañar el trigo. Solo cuando ambos estén maduros, el trigo será recogido y la cizaña quemada en el juicio final.

En los versículos finales, el Señor dirigió su mensaje a aquellos que han recibido el sacerdocio por herencia espiritual y literal. Declaró que el sacerdocio ha continuado por el linaje de los padres y que los santos son “herederos legítimos, según la carne.” Este reconocimiento conecta a los poseedores del sacerdocio con una línea eterna de autoridad divina, que se remonta a los patriarcas y profetas de la antigüedad.

El Señor también prometió que el sacerdocio debía permanecer hasta la “restauración de todas las cosas,” cumpliendo las profecías desde el principio del mundo. Los santos, como portadores de esta autoridad divina, tienen una misión especial: ser una luz para los gentiles y actuar como “salvadores para mi pueblo Israel.” Este llamamiento destaca el papel de los santos en llevar la luz del evangelio al mundo y participar en la obra redentora de reunir a Israel.

La Sección 86 es más que una explicación de la parábola; es una advertencia, un llamado y una promesa. El Señor insta a sus discípulos a perseverar en la bondad y a mantenerse firmes en su propósito divino. Aunque el trigo y la cizaña crecen juntos en el mundo actual, la promesa de una cosecha final asegura que el Señor intervendrá en su tiempo perfecto.

El mensaje también refuerza la importancia del sacerdocio como el medio por el cual el Señor realiza su obra en la tierra. Los santos, como portadores de esta autoridad, tienen el deber de ser ejemplos de bondad, luz y verdad en un mundo a menudo lleno de oscuridad y confusión.

Este relato histórico y doctrinal resalta la centralidad del evangelio restaurado en los últimos días, la paciencia del Señor en su obra, y el papel clave de los santos y el sacerdocio en el plan de salvación. En una época de creciente cizaña, el Señor llama a su pueblo a mantenerse firmes y cumplir su propósito divino, recordando que el trigo será finalmente recogido en su gloria eterna.

La Sección 86 enseña lecciones poderosas sobre la paciencia divina, la importancia del sacerdocio, y el papel de los santos en la redención de Israel. También nos recuerda que el Señor guía a su pueblo incluso en un mundo donde el trigo y la cizaña crecen juntos.

El élder Jeffrey R. Holland dijo: “La cosecha vendrá, y el trigo será recogido en los graneros del Señor. Hasta entonces, nuestra tarea es perseverar con fe, confiar en su plan y cumplir con nuestro papel en la obra de redención.” (Conferencia General, octubre 2007).

Este capítulo invita a reflexionar sobre nuestra disposición para ser trigo en un mundo lleno de cizaña y cumplir con las responsabilidades sagradas que nos han sido dadas como parte del reino de Dios.


Doctrina y Convenios 86:1
De cierto, así dice el Señor a vosotros mis siervos, concerniente a la parábola del trigo y la cizaña:

Los Santos de los Últimos Días, al igual que los santos de la antigüedad, necesitan comprender el principio enseñado en la parábola del trigo y la cizaña: mientras el reino crece en fuerza y en número, es inevitable que personas inapropiadas o influencias distractoras ingresen a la Iglesia. En algunos casos, será difícil reconocerlas, ya que en sus primeras etapas de desarrollo parecen ser muy semejantes a un miembro fiel y en plena comunión, que anda por sendas rectas. Sin embargo, con el paso del tiempo, comienzan a emerger las diferencias más profundas —doctrinales o de comportamiento— entre el trigo (los fieles) y la cizaña (los malintencionados o impostores).
Si las ofensas de estos últimos no son tales que los líderes de la Iglesia sientan que deben imponer disciplina eclesiástica, la cizaña gradualmente pierde la influencia del Espíritu de Dios y empieza a autoexcluirse. Al final, “los hipócritas serán detectados y serán cortados, ya sea en vida o en la muerte” (D. y C. 50:8).

Este pasaje subraya una enseñanza clave del Salvador sobre el crecimiento de Su reino en un mundo imperfecto. La parábola del trigo y la cizaña (Mateo 13:24–30) enseña que el reino de Dios en la tierra —la Iglesia— estará compuesto tanto por verdaderos discípulos como por aquellos que, por diversos motivos, no son fieles al evangelio.

Doctrina y Convenios 86 amplía esta parábola al contexto de los últimos días, advirtiendo que incluso dentro de la Iglesia habrá quienes aparenten rectitud, pero que con el tiempo revelarán diferencias significativas en su doctrina o comportamiento. Este proceso de diferenciación no siempre exige acción disciplinaria inmediata, sino que con el tiempo, la influencia del Espíritu se retira de aquellos que no son sinceros o íntegros, y ellos mismos se van alejando.

El juicio, entonces, no se basa únicamente en apariencias externas o en juicios humanos inmediatos, sino en la obra continua del Espíritu que distingue y separa el trigo de la cizaña. El Señor, en Su tiempo, “cortará” a los hipócritas —ya sea mediante su separación espiritual en esta vida o en el juicio eterno.

Esta enseñanza nos llama a la autoevaluación constante. ¿Estamos creciendo como trigo en el campo del Señor? ¿O simplemente aparentamos obediencia mientras nos resistimos internamente a la verdad? El Señor conoce el corazón de cada persona, y aunque podamos engañar a los hombres por un tiempo, no podemos engañar al Espíritu.

Además, debemos tener paciencia y caridad dentro de la Iglesia. A veces nos encontramos con personas que parecen no estar completamente alineadas con el evangelio, pero el Señor permite que ambas crezcan juntas hasta que los frutos se hagan evidentes. Nuestro papel no es juzgar con dureza, sino perseverar con fe, obediencia y humildad, sabiendo que en el tiempo de la siega, el Señor reconocerá a los suyos.


Versículo 2: “He aquí, de cierto os digo, el campo era el mundo, y los apóstoles fueron los sembradores de la semilla.”
El campo como el mundo simboliza que el evangelio fue predicado a todas las naciones, y los apóstoles actuaron como los primeros emisarios del evangelio. Esto refleja la universalidad del mensaje de Cristo y el alcance global de su obra. Sin embargo, también alude a la vulnerabilidad de la iglesia primitiva cuando la autoridad apostólica fue retirada.
El presidente Gordon B. Hinckley enseñó: “La semilla del evangelio se planta en cada corazón dispuesto, pero es nuestro deber asegurarnos de que esa semilla crezca fuerte y no sea sofocada.” (Conferencia General, abril 1997).

“He aquí, de cierto os digo”
Esta introducción subraya la autoridad divina de la revelación. Cuando el Señor usa esta expresión, indica que lo que sigue es una declaración de verdad absoluta que debe ser tomada con seriedad. En Doctrina y Convenios 1:37, el Señor instruye a los santos a considerar sus palabras como verdaderas y confiables.
El presidente Spencer W. Kimball enseñó: “Cuando el Señor dice ‘de cierto’, está dando énfasis a la importancia de lo que declara, llamando nuestra atención a la verdad que se revela.” (Enseñanzas de Spencer W. Kimball, pág. 30).
Este preámbulo nos invita a reflexionar sobre la trascendencia del mensaje y a recibirlo como una enseñanza fundamental para nuestra comprensión del plan divino.

“El campo era el mundo”
El campo representa el mundo como el lugar donde se planta la semilla del evangelio. Esto refleja el alcance universal del mensaje de salvación y la responsabilidad de los discípulos de Cristo de llevar la verdad a todas las naciones. En Mateo 13:38, el Salvador explica que el campo es el mundo y la semilla es la palabra del reino.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “El evangelio es para todo el mundo. Nuestra tarea es llevarlo a cada rincón del planeta, invitando a todos a venir a Cristo.” (Conferencia General, abril 2020).
El uso del mundo como símbolo del campo subraya que el evangelio no está limitado a un grupo selecto; es un mensaje universal, diseñado para bendecir a toda la humanidad.

“Y los apóstoles fueron los sembradores de la semilla”
Los apóstoles, como sembradores, simbolizan a los líderes que fueron llamados y apartados por Cristo para establecer su iglesia y predicar el evangelio. Su responsabilidad era llevar la semilla (la palabra de Dios) al mundo. En Mateo 28:19–20, Cristo comisiona a los apóstoles para enseñar y bautizar a todas las naciones.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “El llamado de un apóstol es plantar la semilla de la fe en los corazones de los hijos de Dios, ayudándolos a encontrar su camino hacia la vida eterna.” (Conferencia General, abril 1996).
El rol de los apóstoles como sembradores no solo fue esencial en la dispensación meridiana, sino que también continúa en la actualidad a través de los líderes modernos de la Iglesia que llevan el evangelio al mundo.

El versículo 2 establece un fundamento claro sobre la misión universal del evangelio y el papel esencial de los líderes divinamente designados para llevarlo al mundo. Este mensaje nos recuerda la importancia de compartir la palabra de Dios con todos los que estén dispuestos a recibirla y nos invita a reflexionar sobre nuestra responsabilidad personal en esa obra.
El presidente Gordon B. Hinckley resumió este principio al decir: “Todos somos sembradores en el campo del Señor. Nuestro llamado es plantar semillas de fe, esperanza y amor en los corazones de los hijos de Dios.” (Conferencia General, abril 1999).

Este versículo nos inspira a participar activamente en la obra del Señor, recordándonos que somos parte de un esfuerzo global para traer almas a Cristo y preparar el mundo para su regreso.


Versículo 7: “Dejad, pues, que crezcan juntos el trigo y la cizaña hasta que la cosecha esté enteramente madura; entonces primero recogeréis el trigo de entre la cizaña, y después de recoger el trigo, he aquí, la cizaña será atada en haces, y el campo quedará para ser quemado.”
Este versículo resalta la paciencia del Señor al permitir que el bien (trigo) y el mal (cizaña) coexistan hasta que llegue el momento de la cosecha final. La separación de ambos en el juicio simboliza la justicia divina y el cumplimiento del plan eterno.
El élder Neal A. Maxwell explicó: “La coexistencia del trigo y la cizaña es parte del gran plan de prueba y crecimiento. Nuestra fe es probada en un mundo donde el bien y el mal están constantemente presentes.” (Conferencia General, abril 1984).

“Dejad, pues, que crezcan juntos el trigo y la cizaña”
Esta frase resalta la paciencia y el propósito divino al permitir que el bien (trigo) y el mal (cizaña) coexistan en el mundo. El Señor tiene un plan para separar a los justos de los inicuos, pero esa separación no ocurre inmediatamente. Este periodo de coexistencia es una prueba de fe y perseverancia para los santos. En Mateo 13:29–30, el Salvador explica que arrancar la cizaña antes de tiempo podría dañar también el trigo.
El élder Neal A. Maxwell dijo: “La paciencia del Señor al permitir que el trigo y la cizaña crezcan juntos refleja su sabiduría y misericordia. Es un periodo para que todos elijan con quién alinearán sus vidas.” (Conferencia General, octubre 1988).
La coexistencia del bien y el mal en el mundo es una oportunidad para que las personas ejerzan su albedrío y demuestren su fidelidad a Dios en circunstancias desafiantes.

“Hasta que la cosecha esté enteramente madura”
El Señor espera pacientemente hasta que el bien y el mal alcancen su pleno desarrollo. Este periodo de maduración permite que el carácter y las acciones de las personas sean plenamente evidentes, asegurando un juicio justo y perfecto. En Doctrina y Convenios 29:9, el Señor declara que en el día de la cosecha, los inicuos serán quemados y los justos glorificados.
El presidente Russell M. Nelson explicó: “El tiempo de maduración es una preparación. Es el tiempo que el Señor nos da para perfeccionarnos y estar listos para su venida.” (Conferencia General, abril 2020).
La maduración no solo se refiere al crecimiento físico o temporal, sino también al progreso espiritual que cada individuo tiene la oportunidad de lograr antes del juicio final.

“Entonces primero recogeréis el trigo de entre la cizaña”
El acto de recoger el trigo primero simboliza que los justos serán protegidos y preservados antes de que el juicio caiga sobre los inicuos. Este principio refleja la promesa del Señor de velar por los fieles y de recompensarlos por su obediencia y perseverancia. En Doctrina y Convenios 63:54, se promete que los santos serán recogidos para ser preservados de la destrucción.
El presidente Harold B. Lee enseñó: “El recogimiento de los justos es una obra continua que nos prepara para ser llevados al gran granero celestial del Señor.” (Conferencia General, abril 1973).
El trigo representa a los santos que han permanecido fieles y están preparados para ser llevados a la presencia del Señor.

“Y después de recoger el trigo, he aquí, la cizaña será atada en haces”
La cizaña, que representa a los inicuos, será separada y preparada para su destrucción. Ser atada en haces sugiere que aquellos que eligen el mal estarán espiritualmente unidos a los inicuos con quienes han compartido sus obras y principios. En Doctrina y Convenios 88:94, se habla de la separación de los inicuos para su destrucción.
El élder Jeffrey R. Holland declaró: “El juicio del Señor será justo y completo, y cada persona será separada según su elección y conducta en esta vida.” (Conferencia General, octubre 2014).
La atadura de la cizaña simboliza el momento final en el que los inicuos ya no tendrán oportunidad de arrepentirse y serán preparados para el juicio.

“Y el campo quedará para ser quemado”
El acto de quemar el campo representa la purificación final de la tierra en preparación para la Segunda Venida de Cristo y el Milenio. El fuego simboliza el juicio y la justicia divina que eliminan toda iniquidad. En Malaquías 4:1, se profetiza que el día del Señor será como un horno ardiente donde los inicuos serán consumidos.
El presidente Spencer W. Kimball explicó: “El juicio del Señor no es solo castigo, sino un acto de purificación, asegurando que solo lo justo y puro permanezca.” (Conferencia General, octubre 1972).
El fuego final purifica la tierra y marca el comienzo de una era de paz y rectitud bajo el gobierno del Salvador.

El versículo enseña sobre la paciencia y justicia del Señor en su plan para separar el bien del mal. Aunque el trigo y la cizaña crecen juntos ahora, el Señor garantiza que su cosecha será perfecta, asegurando que los justos sean preservados y los inicuos reciban su juicio justo.
El élder Neal A. Maxwell resumió: “El Señor es paciente en su juicio porque desea que todos tengan la oportunidad de arrepentirse, pero el día de la cosecha llegará y su justicia será perfecta.” (Conferencia General, abril 1987).

Este versículo nos invita a reflexionar sobre nuestro crecimiento espiritual y nos insta a ser trigo en un mundo lleno de cizaña, confiando en la promesa del Señor de reunirnos y protegernos al final.


Doctrina y Convenios 86:1–7
“… la parábola del trigo y la cizaña”

En esta revelación, el Señor ofrece una interpretación revelada y expandida de la parábola del trigo y la cizaña, tal como fue enseñada originalmente por Jesucristo en el Nuevo Testamento (véase Mateo 13:24–30, 36–43). Pero ahora, en Doctrina y Convenios 86, la parábola es aplicada al contexto de la Restauración del Evangelio y del Reino en los últimos días, aportando una luz doctrinal muy rica y específica.

El Señor comienza aclarando que el campo es el mundo, y que el trigo son los hijos del reino, sembrados por Cristo. Pero mientras los hombres dormían, el enemigo —Satanás— sembró cizaña entre el trigo. Esto señala una triste pero real verdad: después de la muerte de los apóstoles, durante la Gran Apostasía, el Evangelio fue corrompido y el reino fue quitado de la tierra por un tiempo (v. 3).

¿Qué simboliza el trigo y qué representa la cizaña?
El trigo representa a los hijos del reino, los que aceptan y viven el Evangelio verdadero.

La cizaña representa a los hijos del maligno, las imitaciones, corrupciones o falsas doctrinas sembradas en el mundo religioso, que crecen entre el pueblo de Dios, a veces confundiendo y desviando.

El versículo 3 nos da una clave importante: los siervos (los apóstoles) fueron despedidos “por motivo de la iniquidad” y se retiró la luz y la verdad. Esto señala que el Reino de Dios fue quitado de la tierra durante siglos, y por tanto, la siega (o el juicio final) fue pospuesta hasta la restauración en los últimos días.

En el versículo 6, el Señor explica que los siervos (los misioneros y líderes del sacerdocio en la Restauración) están nuevamente trabajando en el campo, recogiendo el trigo para prepararlo para la siega, es decir, para el recogimiento del pueblo del convenio antes de la Segunda Venida.

“Y es esta la siega que se halla en proceso ahora mismo” (v. 6). Esto significa que estamos viviendo dentro de la parábola. El Señor está activamente separando a los que reciben la verdad de los que la rechazan, y preparando al mundo para el juicio final. Sin embargo, la cizaña no será destruida de inmediato. El Señor dice: “Dejad que crezcan juntos el uno y el otro hasta que la siega sea plenamente cumplida” (v. 7).

¿Por qué? Porque el juicio pertenece al Señor, no a nosotros. El proceso de recogimiento y separación se lleva a cabo con sabiduría divina, a través de la predicación del Evangelio, la obediencia al convenio y la ministración continua del Espíritu.

El profeta José Smith explicó: “Por esta parábola, no solo aprendemos del establecimiento del Reino en los días del Salvador, representado por la buena semilla que dio fruto, sino también de las corrupciones de la Iglesia, representadas por la cizaña que sembró el enemigo, la cual Sus discípulos de buena voluntad habrían arrancado o purgado de la Iglesia si el Salvador hubiese favorecido sus puntos de vista. Mas Él, sabiendo todas las cosas, dijo que no fuese así. Fue como si les hubiera dicho que sus ideas no son acertadas, y que la Iglesia está en su infancia, y si dieran tan arrebatado paso, destruirían el trigo, o sea la Iglesia, junto con la cizaña; por tanto, es mejor dejarlos crecer juntos hasta la siega o el fin del mundo, que significa la destrucción de los malvados, lo cual todavía no se ha cumplido…

“Aquí los hombres no pueden hallar razón posible para decir que [la aclaración del Salvador de la parábola a Sus discípulos, que se encuentra registrada en Mateo 13:36–39] se trata de una metáfora o que no da a entender lo que dice, porque en estas palabras Él ahora explica lo que previamente había hablado en parábolas; y según esta aclaración, el fin del mundo es la destrucción de los malvados; la siega y el fin del mundo aluden directamente no a la tierra, como muchos han supuesto, sino a la familia humana en los últimos días…

“‘De manera que, como se arranca la cizaña y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo’ [Mateo 13:40]; es decir, al salir los siervos de Dios para amonestar a las naciones, tanto a los sacerdotes como al pueblo, y en vista de que estos endurecen sus corazones y rechazan la luz de la verdad, habiendo sido entregados estos primeros a los bofetones de Satanás, y habiéndose ligado la ley y el testimonio… se quedan en la oscuridad y son entregados para el día del fuego; y así, atados por sus credos, aseguradas sus ligaduras por sus sacerdotes, están listos para el cumplimiento de estas palabras del Salvador: ‘El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes’ [Mateo 13:41–42].

“Entendemos que la obra de juntar el trigo en alfolíes o graneros se efectuará mientras se esté atando y preparando la cizaña para el día en que será quemada; y que, después de ese día, ‘los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga’ [Mateo 13:43]” (véase Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith).

Doctrina y Convenios 86:1–7 nos enseña que la historia de la humanidad, la apostasía, la restauración y el juicio final están contenidas en la sencilla pero profunda parábola del trigo y la cizaña. Estamos viviendo en el tiempo de la siega: es tiempo de mostrar si somos trigo o cizaña por la manera en que respondemos a la verdad.

El llamado es claro: no debemos angustiarnos por la presencia de la cizaña, ni obsesionarnos con arrancarla. En cambio, debemos crecer como trigo: fieles, firmes, enraizados en Cristo, esperando el día de la cosecha con gozo y preparación. El Señor, como buen labrador, vendrá a recoger Sus frutos, y aquellos que hayan crecido en Su luz serán recogidos en Su gloria.


Versículo 8: “De modo que, así os dice el Señor a vosotros en quienes ha continuado el sacerdocio por el linaje de vuestros padres.”
Este versículo destaca la continuidad del sacerdocio a través de generaciones, enfatizando que este poder divino no solo se otorga, sino que también se transmite. Esto subraya la importancia de la restauración del sacerdocio en los últimos días como un cumplimiento de las promesas hechas a los antiguos patriarcas.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “El sacerdocio es el poder de Dios en la tierra, otorgado a hombres dignos para bendecir a sus hijos. Es un linaje eterno que une generaciones.” (Conferencia General, abril 2018).

“De modo que, así os dice el Señor”
Esta introducción subraya que el mensaje proviene directamente del Señor, garantizando su autoridad y veracidad. Cuando el Señor habla de esta manera, está estableciendo principios eternos que tienen implicaciones significativas para sus discípulos. En Doctrina y Convenios 1:37–38, el Señor enfatiza que todas sus palabras deben ser tomadas como un mandato y que cuando sus siervos hablan, es como si Él mismo hablara.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Cuando el Señor nos habla directamente, está entregándonos un mensaje de suma importancia que requiere nuestra atención total y obediencia completa.” (Conferencia General, abril 2018).
El uso de esta frase establece que lo que sigue no es simplemente una enseñanza, sino una declaración divina que refleja el plan eterno de Dios para su pueblo.

“A vosotros en quienes ha continuado el sacerdocio”
El sacerdocio, como poder y autoridad de Dios, es esencial para realizar su obra en la tierra. Este versículo señala que el sacerdocio no solo fue restaurado en los últimos días, sino que ha continuado entre los santos como un legado de poder divino que permite la salvación y exaltación de la humanidad. En Doctrina y Convenios 121:36, se enseña que los derechos del sacerdocio son inseparables de los principios de justicia.
El élder D. Todd Christofferson explicó: “El sacerdocio es el medio por el cual el Señor guía y bendice a su pueblo. Es un legado que debemos honrar y magnificar.” (Conferencia General, abril 2015).
La continuidad del sacerdocio demuestra que la obra del Señor es eterna y que los principios y ordenanzas de salvación se han mantenido a lo largo de las dispensaciones.

“Por el linaje de vuestros padres”
Este fragmento señala la conexión entre el sacerdocio y el linaje espiritual y físico de los santos. Refleja la promesa del convenio abrahámico de que las bendiciones del sacerdocio se transmitirían de generación en generación a través de la fidelidad. En Abraham 2:9–11, el Señor promete que su sacerdocio y las bendiciones asociadas serían un legado eterno para la posteridad de Abraham.
El presidente Harold B. Lee declaró: “El sacerdocio no solo es un poder individual, sino también un legado divino que conecta a los hijos de Dios con su propósito eterno.” (Conferencia General, octubre 1973).
El linaje simboliza no solo la herencia física, sino también la espiritual, mostrando cómo las bendiciones del sacerdocio se extienden a través de generaciones de aquellos que permanecen fieles al Señor.

El versículo 8 destaca la continuidad y la trascendencia del sacerdocio como un legado eterno que conecta a los santos con las promesas hechas a sus padres espirituales y físicos. Esta conexión subraya la importancia de vivir dignamente para honrar y magnificar este don sagrado.
El presidente Russell M. Nelson resumió esta enseñanza: “El sacerdocio no es solo un poder; es un testimonio del amor del Padre Celestial y de su deseo de bendecir a sus hijos a través de convenios eternos.” (Conferencia General, octubre 2019).

Este versículo nos recuerda la importancia de preservar y magnificar el sacerdocio, no solo como una responsabilidad individual, sino como parte de un legado divino que fortalece y bendice a las generaciones futuras.


Versículo 10: “Por tanto, vuestra vida y el sacerdocio han permanecido, y es necesario que permanezcan por medio de vosotros y de vuestro linaje hasta la restauración de todas las cosas que se han declarado por boca de todos los santos profetas desde el principio del mundo.”
Este versículo conecta el sacerdocio restaurado con el cumplimiento de las profecías desde los días de Adán. Los portadores del sacerdocio tienen una responsabilidad sagrada de ser instrumentos en la obra del Señor y de transmitir este poder a las futuras generaciones.
El élder D. Todd Christofferson explicó: “El sacerdocio es la clave para la restauración de todas las cosas, porque es por medio de este poder que el Señor realiza su obra entre los hijos de los hombres.” (Conferencia General, octubre 2014).

“Por tanto, vuestra vida y el sacerdocio han permanecido”
Esta frase subraya que el sacerdocio, como poder y autoridad de Dios, no solo fue restaurado en los últimos días, sino que ha permanecido entre los santos. Es una continuidad ininterrumpida que conecta el pasado, el presente y el futuro del plan divino. En Doctrina y Convenios 121:36, se enseña que los derechos del sacerdocio son inseparables de los principios de justicia y permanecen con aquellos que son fieles.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “El sacerdocio es eterno en su naturaleza y su propósito. Es la autoridad mediante la cual Dios organiza y dirige su obra en la tierra.” (Conferencia General, abril 2018).
El sacerdocio no solo es un don divino, sino también una evidencia de que Dios guía a su pueblo continuamente, asegurando que su obra de salvación avance.

“Y es necesario que permanezcan por medio de vosotros y de vuestro linaje”
El sacerdocio debe ser transmitido de generación en generación, tanto como un legado divino como una responsabilidad sagrada. Este pasaje refleja el cumplimiento del convenio abrahámico, en el cual se prometió que las bendiciones del sacerdocio y el evangelio serían llevadas a todas las naciones mediante la posteridad fiel (véase Abraham 2:9–11).
El élder D. Todd Christofferson enseñó: “El sacerdocio no es solo una responsabilidad individual, sino una conexión eterna que une a las generaciones en la obra de salvación.” (Conferencia General, abril 2015).
La transmisión del sacerdocio a través del linaje resalta que este poder no es solo para los líderes actuales, sino para fortalecer a futuras generaciones y avanzar en la obra del Señor.

“Hasta la restauración de todas las cosas”
La “restauración de todas las cosas” hace referencia al cumplimiento final del plan de Dios, donde todas las verdades y bendiciones serán reunidas en Cristo. Esto incluye la redención de Israel, la reunión de las tribus perdidas y la restauración completa del evangelio. En Hechos 3:21, se menciona que Cristo permanecerá en los cielos hasta el tiempo de la restauración de todas las cosas.
El presidente Joseph Fielding Smith explicó: “La restauración de todas las cosas implica la reunión de todo lo que se ha perdido desde el principio, incluido el sacerdocio, los convenios y la plenitud del evangelio.” (Doctrina de Salvación, vol. 1).
El sacerdocio desempeña un papel central en esta restauración al ser el medio por el cual se llevan a cabo las ordenanzas salvadoras y la obra redentora de reunir a Israel.

“Que se han declarado por boca de todos los santos profetas desde el principio del mundo”
Esta frase subraya la continuidad del testimonio de los profetas a lo largo de las dispensaciones. Desde Adán hasta la actualidad, los profetas han hablado del plan de salvación, la restauración del evangelio y la obra del sacerdocio. En Moisés 5:58–59, se enseña que el evangelio ha sido declarado desde el principio.
El élder Jeffrey R. Holland declaró: “Los profetas desde el principio han testificado de Cristo, su obra y el cumplimiento final de su plan. Sus voces son un coro de verdad que nos guía hacia la redención.” (Conferencia General, abril 2008).
Los profetas a lo largo de la historia han preparado a la humanidad para la restauración y el establecimiento del reino de Dios en los últimos días. Este mensaje resalta que el sacerdocio es parte esencial de esa preparación.

El versículo 10 destaca la continuidad eterna del sacerdocio como un elemento central en el plan de salvación. Este sacerdocio no solo guía la obra del Señor en la tierra, sino que también une generaciones y cumple las profecías de los santos profetas.
El presidente Russell M. Nelson resumió: “El sacerdocio es el medio por el cual Dios organiza su reino, bendice a sus hijos y cumple con sus convenios eternos.” (Conferencia General, abril 2020).

Este versículo nos invita a reflexionar sobre la importancia de magnificar el sacerdocio y asegurarnos de que este legado divino permanezca en nuestras vidas y en nuestras familias, contribuyendo así al gran propósito de la restauración de todas las cosas.


Versículo 11: “Así que, benditos sois si perseveráis en mi bondad, siendo una luz a los gentiles, y por medio de este sacerdocio, un salvador para mi pueblo Israel.”
Este versículo enfatiza el propósito divino de los santos de los últimos días: ser una luz para el mundo y participar en la redención de Israel. El sacerdocio es la herramienta por la cual se cumple esta obra, y la perseverancia en la bondad es esencial para alcanzar este llamado.
El presidente Harold B. Lee enseñó: “Ser una luz a los gentiles significa reflejar las enseñanzas de Cristo en nuestra vida diaria, convirtiéndonos en ejemplos vivos de su evangelio.” (Conferencia General, abril 1973).

“Así que, benditos sois si perseveráis en mi bondad”
La perseverancia en la bondad implica vivir en rectitud y continuar fieles a los mandamientos de Dios a pesar de los desafíos. Ser “benditos” está condicionado a nuestra disposición de permanecer constantes en el discipulado. En Mateo 24:13, el Salvador enseña que “el que persevere hasta el fin, este será salvo.”
El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó: “La perseverancia en la bondad significa actuar con fe, aun cuando las bendiciones prometidas no se cumplan de inmediato. Es mantenernos firmes en el camino de la rectitud.” (Conferencia General, octubre 2010).
La perseverancia es una expresión de fe y confianza en el plan de Dios. Seremos bendecidos al permanecer fieles, no solo en tiempos fáciles, sino también durante pruebas y desafíos.

“Siendo una luz a los gentiles”
Ser una luz implica reflejar el ejemplo de Cristo y compartir el evangelio con todos, especialmente con los que no lo han recibido. En Mateo 5:14–16, Jesús instruye a sus seguidores a ser la luz del mundo, iluminando con sus buenas obras para glorificar al Padre.
El presidente Gordon B. Hinckley declaró: “Como miembros de la Iglesia, nuestra responsabilidad es llevar luz a un mundo que a menudo está lleno de tinieblas. Debemos vivir de tal manera que otros vean a Cristo a través de nosotros.” (Conferencia General, abril 1999).
El llamado a ser una luz resalta nuestra responsabilidad de vivir y enseñar el evangelio con amor, compasión y claridad, permitiendo que otros encuentren el camino hacia Cristo.

“Y por medio de este sacerdocio”
El sacerdocio es el poder y la autoridad de Dios dado a los hombres para actuar en su nombre en la tierra. Es a través de este sacerdocio que se administran las ordenanzas salvadoras y se lleva a cabo la obra del Señor. En Doctrina y Convenios 84:20–21, se enseña que en las ordenanzas del sacerdocio se manifiesta el poder de la divinidad.
El élder Dallin H. Oaks explicó: “El sacerdocio no solo nos conecta con Dios, sino que nos da la responsabilidad de bendecir a los demás y cumplir con la obra de salvación.” (Conferencia General, abril 2014).
El sacerdocio no es solo un poder divino, sino una responsabilidad sagrada para bendecir al mundo y llevar a cabo la obra redentora del Señor.

“Un salvador para mi pueblo Israel”
El término “salvador” aquí no se refiere a la expiación de Cristo, sino al papel de los santos como instrumentos en la redención de los hijos de Israel. Esto incluye la proclamación del evangelio, el recogimiento de Israel y la obra en los templos para redimir a los muertos. En Obadías 1:21, se habla de “salvadores” que subirán al monte de Sion para ayudar en la obra del Señor.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “El recogimiento de Israel es la obra más importante en la que podemos participar, porque prepara al mundo para la Segunda Venida de Cristo.” (Conferencia General, octubre 2018).
Ser un “salvador para mi pueblo Israel” enfatiza nuestra responsabilidad en la obra de salvación, tanto para los vivos como para los muertos, cumpliendo así el propósito eterno de Dios.

El versículo 11 es un poderoso recordatorio de las bendiciones que provienen de la fidelidad y la perseverancia en el servicio del Señor. Nos llama a ser una luz para los demás y a participar activamente en la obra redentora de recoger a Israel mediante el sacerdocio.
El élder Jeffrey R. Holland resumió: “El Señor nos llama a ser una influencia positiva en un mundo necesitado, y el sacerdocio nos da el poder y la autoridad para cumplir con este propósito divino.” (Conferencia General, abril 2007).

Este versículo nos invita a reflexionar sobre nuestra disposición para perseverar en la bondad, iluminar el camino para otros y magnificar nuestro llamamiento como poseedores del sacerdocio, contribuyendo a la redención de los hijos de Dios.


Doctrina y Convenios 86:8–11
“… ha continuado el sacerdocio por el linaje de vuestros padres”

Estos versículos concluyen la sección 86 con una declaración de identidad, promesa y responsabilidad dirigida a los élderes de la Iglesia —y, por extensión, a todos los que han sido llamados y ordenados por autoridad divina. En un tono solemne y personal, el Señor les recuerda que: “… vosotros sois hijos del convenio; Y por tanto, sois bendecidos, porque el convenio que hice con vuestros padres ha continuado en vosotros.” (vv. 9–10)

Aquí el Señor establece una verdad clave: el sacerdocio y los convenios no son eventos aislados o arbitrarios, sino parte de una herencia sagrada que fluye a través de generaciones. Cuando el Señor dice que el sacerdocio “ha continuado por el linaje de vuestros padres”, está conectando directamente a los santos de los últimos días con el pacto hecho con Abraham, Isaac y Jacob.

Este linaje no es meramente genético, sino espiritual y convenial. Todos los que aceptan el Evangelio y se bautizan entran a formar parte de la simiente de Abraham (véase Gálatas 3:27–29), y, por tanto, participan de la comisión divina de bendecir a todas las familias de la tierra. Esto implica que el sacerdocio no solo es autoridad, sino una misión milenaria: llevar el Evangelio, reunir a Israel y preparar el camino del Señor.

Ser “hijos del convenio” es mucho más que pertenecer a una iglesia. Es: Ser herederos del pacto de Abraham: llevar la luz del Evangelio al mundo.

Estar bajo compromiso con Dios: guardar Sus mandamientos, vivir rectamente y administrar Sus ordenanzas.

Ser parte activa en la obra de redención: ayudar a otros a venir a Cristo mediante el poder del sacerdocio.

El versículo 11 lo resume de forma clara: “Por tanto, vuestra vida y el sacerdocio han permanecido, y deben permanecer por medio de vosotros y de vuestra descendencia después de vosotros —el linaje literal de los justos—.”

Esta frase final reafirma la visión del Señor de una obra continua y multigeneracional. El sacerdocio no es solo para el ahora, sino para ser transmitido con fidelidad a través de generaciones de justicia, preparando un pueblo del convenio para la venida del Salvador.

El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Usted es uno de los espíritus grandes y nobles de Dios, reservado para venir a la tierra en esta época (véase D. y C. 86:8–11). En la vida preterrenal se le asignó para ayudar a preparar al mundo para la gran congregación de almas que precederá a la segunda venida del Señor. Usted desciende de un pueblo del convenio; es [heredero] de la promesa de que toda la tierra será bendecida por la simiente de Abraham y de que el convenio que Dios hizo con él se cumplirá por medio de su linaje en estos, los últimos días (véanse 1 Nefi 15:18; 3 Nefi 20:25)” (véase “Elecciones”, Liahona, enero de 1991).

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