Doctrina y Convenios
Sección 89
Contexto histórico y trasfondo
Resumen Breve por Steven C. Harper
Steven Craig Harper es profesor de historia y doctrina de la Iglesia en la Universidad Brigham Young. Fue historiador en el Departamento de Historia de la Iglesia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Desde 2019, se desempeña como editor en jefe de la revista BYU Studies Quarterly.
Casi todos bebían en las décadas de 1820 y 1830, incluido José Smith. Los destiladores en su vecindario del norte del estado de Nueva York producían whisky de maíz y enviaron 65,277 galones de él y 69 toneladas de cerveza al mercado por el Canal Erie el año después de la Primera Visión de José. Los periódicos de los pueblos cercanos a la casa de José anunciaban alcohol barato, imprimían recetas para hacer cerveza y vendían los ingredientes. Un erudito describió con acierto la América de José como “la república alcohólica.”
El padre de José confesó en una bendición patriarcal a su hijo Hyrum en 1834 que había estado “fuera del camino a causa del vino” en algunas ocasiones, pero “la bebida de José padre no era excesiva para ese tiempo y lugar.” Casi todos los varones bebían, y también muchas mujeres y niños. Miembros de todas las clases sociales bebían. Lo hacían en la mañana, al mediodía y en la noche, en funerales y fiestas, en desfiles de milicias y convivencias de iglesia.
“La situación ha llegado a tal punto”, observó un prominente defensor de la templanza, “que en realidad estamos amenazados con convertirnos en una nación de borrachos.” El deseo de los estadounidenses por el alcohol y el auge del movimiento de templanza generaron diversas opiniones que llevaron a José Smith a hacer preguntas. Entre 1831 y 1836, el clamor por la abstinencia cobró fuerza. En 1833, en medio de esta controversia, el Señor reveló dónde debían situarse los santos en relación con el consumo de alcohol.
Los estadounidenses también consumían enormes cantidades de carne. Las autoridades a menudo justificaban esta práctica en invierno, pero temían que un exceso pudiera resultar en sobreestimulación. Todos estaban de acuerdo en que el uso de estimulantes —como hierbas, carnes, café y té— podía llevar a la enfermedad. Los más radicales, como Sylvester Graham (cuyo nombre dio origen a la galleta Graham), instaban a la abstinencia completa de café, té, carne, especias y condimentos. Otros aceptaban que café y té eran estimulantes, pero creían que personas sanas podían consumirlos con moderación.
Ya en 1800, el influyente médico Benjamin Rush había convencido a muchos de que toda enfermedad podía rastrearse hasta la sobreestimulación, y por lo tanto debía tratarse con métodos “heroicos” de liberar el exceso de energía del paciente. Alvin Smith, hermano de José, murió en 1823 después de que un médico le administrara cloruro mercurioso, el cual bloqueó en lugar de purgar su sistema digestivo. José Smith y la mayoría de los santos de los últimos días desconfiaban de la naciente profesión médica y sus prácticas heroicas. En 1831, una revelación enseñó a los santos que “el que estuviere enfermo entre vosotros y no tuviere fe para ser sanado, pero creyere, será nutrido con toda ternura, con hierbas y alimento ligero, y no por la mano de un enemigo” (DyC 42:43). Este consejo se alineaba más con la medicina natural de Samuel Thomson, cuyas recomendaciones muchos santos siguieron hasta que los avances médicos en el siglo XIX aumentaron la confianza en los profesionales.
El mundo en el cual el Señor reveló la Palabra de Sabiduría era muy distinto al nuestro. Los avances científicos han dado certeza sobre los peligros de muchas sustancias que en tiempos de José se consideraban medicinales. Además, sus contemporáneos estaban reconsiderando sus certezas respecto al valor del alcohol, tabaco, café, té, carnes, frutas y hierbas. No existía una opinión prevalente aceptada por todos, ni siquiera dentro de la Iglesia. Había más preguntas que respuestas.
En los años 1830 los cruzados de la templanza añadieron el tabaco a su lista de sustancias nocivas. Se debatía intensamente: ¿era medicina poderosa o una hierba dañina para los pulmones? ¿Un hábito sucio o una práctica social aceptada? Esta incertidumbre pudo haber sido el catalizador inmediato de la revelación.
El 27 de febrero de 1833, cerca de dos docenas de hombres se reunieron en el segundo piso de la tienda de Newel y Ann Whitney en Kirtland, Ohio. Según Brigham Young, lo primero que hicieron fue encender sus pipas, hablar sobre las cosas del reino y escupir por todo el piso. Cuando José entraba, encontraba la sala llena de humo, y Emma se quejaba de tener que limpiar constantemente. Esto llevó al Profeta a consultar al Señor.
En ese contexto, José recibió la revelación conocida como la Palabra de Sabiduría. Aunque respondió al problema inmediato del tabaco, también abordó otras cuestiones debatidas.
Uno de los aspectos más singulares de la Palabra de Sabiduría es que, aunque surgió como respuesta a preguntas urgentes de 1833, su propósito principal era advertir a los futuros santos sobre conspiraciones para socavar su albedrío. El fundamento doctrinal de la revelación es que “el espíritu y el cuerpo son el alma del hombre” (DyC 88:15). Mientras algunos cristianos consideraban al cuerpo como algo malo, los santos lo veían como divino, parte del proceso de llegar a ser como Dios y Cristo, quienes poseen cuerpos glorificados. Para preservar el alma y su albedrío, el Señor prohibió las bebidas fuertes y el vino, salvo para la Santa Cena.
La revelación instruye cómo usar bebidas fermentadas, carnes, hierbas, granos, frutas y verduras: todas cosas creadas por Dios para el beneficio del hombre. Recalca el uso con gratitud y prudencia, no el abuso. “Todas estas cosas han de usarse con prudencia y acción de gracias”, dice de hierbas y frutas (DyC 89:11), y que las carnes deben usarse “con moderación” (v. 12). Un aspecto poco notado es el mandato de usarlas “con acción de gracias” (vv. 11–12). El énfasis está en el uso recto, no en el abuso.
La Palabra de Sabiduría es más que un código de salud: es un convenio. El élder Boyd K. Packer testificó que, aunque requiere obediencia estricta, promete salud, tesoros de conocimiento y la redención en Cristo.
Algunos críticos dicen que como la revelación abordaba problemas de la época de José, no puede ser verdadera revelación. Pero eso es absurdo: ¿de qué sirve una revelación irrelevante? Otros suponen erróneamente que imitó ideas comunes de la época. En realidad, no había un consenso. La Palabra de Sabiduría discernió entre las ideas y aclaró cuáles eran correctas. Prohibió bebidas alcohólicas, café, té y tabaco, y aunque esto fue contrario a la cultura popular, coincidía con una opinión médica emergente sobre carnes, hierbas y verduras.
La revelación no fue lo que los santos querían oír: muchos usaban tabaco, Emma tomaba café y té, y José gustaba del whisky. Todos comían más carne de la necesaria. No fue lo que querían, sino lo que necesitaban.
Contexto Adicional por Casey Paul Griffiths
En el piso superior de la tienda de Newel K. Whitney en Kirtland, Ohio, se celebró la primera Escuela de los Profetas en una pequeña sala. Allí los poseedores del sacerdocio locales recibían instrucción en los principios del evangelio. Aunque no existen fuentes contemporáneas que describan directamente la situación del 27 de febrero de 1833, relatos posteriores confirman que la revelación estuvo vinculada a estas reuniones.
Según Brigham Young, el uso intenso de tabaco —fumado y masticado— en la escuela, sumado a las quejas de Emma Smith y otras personas por limpiar constantemente el piso, llevó a José a consultar al Señor. Brigham recordó en 1868: “Cuando se reunían en esa sala, lo primero que hacían era encender sus pipas… y escupir por toda la habitación… Las quejas de su esposa hicieron que el Profeta pensara en el asunto y consultara al Señor.”
Así surgió una de las características más singulares de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días: el código de salud conocido como la Palabra de Sabiduría.
Versículos 1–3
Casey Paul Griffiths (Erudito SUD)
Los primeros tres versículos introducen el resto de la revelación. Ha habido cierta disputa sobre si deben considerarse parte de la revelación en sí. Cuando la revelación se publicó por primera vez en la edición de 1835 de Doctrina y Convenios, estos tres versículos aparecían impresos como parte de la sección introductoria en cursiva, y no como parte del texto mismo de la revelación. Esto permaneció así hasta 1876 cuando, en una nueva edición de Doctrina y Convenios preparada bajo la dirección de Brigham Young, estos tres versículos fueron trasladados de la introducción al cuerpo de la revelación. En las copias más antiguas de Doctrina y Convenios 89, los primeros tres versículos están incluidos como parte de la revelación.
Como indican estos versículos, cuando la Palabra de Sabiduría fue dada originalmente, no se interpretó como un mandamiento obligatorio para la Iglesia. La observancia de la Palabra de Sabiduría varió durante la vida de José Smith. Pero con el tiempo, los líderes de la Iglesia fueron elevando gradualmente su importancia hasta llegar a la expectativa actual: abstenerse por completo del alcohol, tabaco, café, té y drogas nocivas. El presidente Joseph F. Smith explicó por qué Dios implementó la Palabra de Sabiduría de esta manera medida y cuidadosa. El presidente Smith enseñó: “La razón indudablemente por la que la Palabra de Sabiduría fue dada—no por ‘mandamiento ni restricción’—fue que en ese tiempo, al menos, si se hubiera dado como mandamiento[,] habría puesto a todo hombre adicto al uso de estas cosas nocivas bajo condenación; así que el Señor fue misericordioso y les dio la oportunidad de vencer antes de ponerlos bajo la ley.”
En las décadas posteriores a la muerte de José Smith, la Palabra de Sabiduría se volvió cada vez más importante. Por ejemplo, en una conferencia de septiembre de 1851, Brigham Young propuso que “todas las hermanas que dejaran de usar té, café, etc.[,] lo manifestaran levantando la mano derecha.” Luego propuso que “todos los jóvenes menores de noventa años que hicieran convenio de dejar el uso del tabaco, whisky y todas las cosas mencionadas en la Palabra de Sabiduría, lo manifestaran de la misma manera.”⁴ Según las actas de la conferencia, las mociones fueron aprobadas unánimemente. En varios discursos de la década de 1860, Brigham habló en contra del uso del alcohol y del tabaco, enfocándose principalmente en condenar la embriaguez. En 1870 declaró: “El té, el café, el whisky y el tabaco preparan el sistema para todas las enfermedades… Aquellos que dicen que no pueden guardar la Palabra de Sabiduría, eso demuestra que no pueden… La Palabra de Sabiduría, si se llevara a cabo, añadiría a las vidas de la generación venidera de 20 a 30 años…” A pesar de que Brigham Young y otros líderes de la Iglesia animaban regularmente a obedecer la Palabra de Sabiduría, solo en casos de gran exceso, especialmente la embriaguez, se aplicaba alguna disciplina. Durante este tiempo existía un amplio rango de interpretaciones sobre la Palabra de Sabiduría.
Para comienzos del siglo XX, la abstinencia se iba convirtiendo en el ideal. A principios de 1900, el agua reemplazó al vino sacramental y en 1908 la Primera Presidencia anunció que los miembros de la Iglesia que no vivieran la Palabra de Sabiduría no serían llamados a posiciones de liderazgo en las unidades locales ni en los quórumes. En 1913, la Primera Presidencia dio instrucciones al presidente de la Estaca de Salt Lake de no recomendar a ningún joven para el servicio misional a menos que viviera la Palabra de Sabiduría. Esta tendencia continuó bajo Heber J. Grant, quien favoreció una interpretación estricta de la Palabra de Sabiduría. En 1921, bajo la dirección del presidente Grant, vivir la Palabra de Sabiduría se convirtió en un requisito para recibir una recomendación para el templo. El presidente Grant enseñó claramente que la revelación debía considerarse ahora un mandamiento obligatorio, no meramente una guía o una sugerencia. En una ocasión escribió: “He conocido a cualquier cantidad de personas que han dicho que la Palabra de Sabiduría no es un mandamiento del Señor, que no fue dada como mandamiento. Pero la Palabra de Sabiduría es la voluntad del Señor.” Desde 1921, vivir la Palabra de Sabiduría se ha convertido en una expectativa estándar para los miembros activos de la Iglesia.
Doctrina y Convenios 89:3 “Un principio con promesa”
El presidente Boyd K. Packer, del Cuórum de los Doce Apóstoles, manifestó su opinión sobre la Palabra de Sabiduría y una experiencia que tuvo al respecto:
Presidente Boyd K. Packer
“Debido a que de pequeño había tenido poliomielitis, no pude tomar parte en los deportes y me quedaba con un sentimiento de inferioridad cuando me comparaba con mis amigos.
“Mi bendición patriarcal me aconsejaba: ‘Cuida y protege [tu cuerpo], no introduzcas en él nada que pueda dañar tus órganos porque es sagrado. Es el instrumento de tu mente y el cimiento de tu carácter’ (bendición patriarcal de Boyd K. Packer, 15 de enero de 1944, pág. 1).
“En la Palabra de Sabiduría descubrí un principio con promesa. El principio es: Cuida tu cuerpo; evita las sustancias adictivas como el té, el café, el tabaco, el licor y las drogas perjudiciales (véase D. y C. 89:3–9). Tales sustancias no hacen más que aliviar los apetitos que ellas mismas ocasionaron.
“La promesa es: Los que obedezcan recibirán una mejor salud (véase D. y C. 89:18) y ‘grandes tesoros de conocimiento, sí, tesoros escondidos’ (D. y C. 89:19)…
“Aun las severas pruebas de salud o un cuerpo discapacitado pueden refinar el alma para el glorioso día de la restauración y curación que de cierto vendrá.
“El cuerpo de ustedes realmente es el instrumento de su mente y el cimiento de su carácter” (véase “Sois templo de Dios”, Liahona, enero de 2001, 85).
Versículos 4
Casey Paul Griffiths
El Salvador es muy claro en esta revelación al indicar que la Palabra de Sabiduría fue elaborada específicamente para las condiciones de los últimos días. A lo largo del tiempo, el Señor a menudo ha dado a Su pueblo pautas de salud y ha cambiado esas pautas para responder a las necesidades de las condiciones en que vivían. En la época de Moisés, el Señor restringió qué clase de animales—limpios o inmundos—debían comer los israelitas (véase Levítico 11). Mientras que la lógica detrás de algunas de estas leyes dietéticas parece obvia, las razones de otras son a veces menos claras. Se espera que actuemos con fe para seguir los mandamientos del Señor.
En el versículo 4, el Señor explica que ha dado esta ley de salud específicamente “en consecuencia de los males y designios que existen y existirán en el corazón de hombres conspiradores en los últimos días” (énfasis agregado). Así, esta ley está diseñada específicamente para ayudarnos a contrarrestar las fuerzas que podrían dañarnos en nuestro tiempo—y en el futuro. Algunas personas se burlan de la Palabra de Sabiduría porque en dispensaciones anteriores los israelitas, nefitas y otros pueblos consumían vino, por ejemplo. Aunque la Biblia aconseja no abusar del alcohol (véase Proverbios 23:20), no existe en los códigos de salud bíblicos una prohibición contra el uso del vino. El Salvador y Sus discípulos usaron vino en la Última Cena y lo bebieron en las bodas de Caná. La Palabra de Sabiduría no fue un mandamiento destinado a las dispensaciones anteriores. La sacralidad del cuerpo y su salud es una enseñanza eterna. La Palabra de Sabiduría debe considerarse como una enseñanza oportuna para nuestra época en particular.
Hoy, a los miembros de la Iglesia no se les pide abstenerse del consumo de cerdo ni de otros productos derivados de animales que el Señor consideró inmundos en el Antiguo Testamento. Sin embargo, sí se nos pide no usar sustancias, como el vino, que los antiguos israelitas podían usar con moderación.
Existen fuerzas en acción en los últimos días que hacen que estas sustancias sean particularmente peligrosas para los Santos de los Últimos Días. En la revelación, Dios también declara que dio la Palabra de Sabiduría para contrarrestar los designios malignos que existirían en el futuro. En la época de José Smith, era impensable considerar como nocivas algunas de las sustancias más perniciosas contra las que nos protege la Palabra de Sabiduría. Debemos considerar la Palabra de Sabiduría como el fundamento de un mandamiento viviente que está siendo constantemente ajustado por los líderes de la Iglesia para responder a las necesidades de nuestro tiempo. Es probable que, dentro de un siglo, el Señor adapte la Palabra de Sabiduría para responder a las necesidades de ese tiempo, y así sucesivamente. Debemos mirar a la guía de los profetas y apóstoles actuales para saber en qué condiciones se halla la seguridad.
Versículo 4: “Por motivo de las maldades y designios que existen y que existirán en el corazón de hombres conspiradores en los últimos días, os he amonestado y os prevengo, dándoos esta palabra de sabiduría por revelación.”
Este versículo establece el propósito preventivo de la Palabra de Sabiduría. Dios advierte sobre los peligros asociados con sustancias y prácticas manipuladas por intereses egoístas o dañinos. El consejo divino protege tanto la salud física como la espiritual de los santos, alertándolos sobre influencias que podrían desviarlos del camino recto.
“Por motivo de las maldades y designios que existen y que existirán”
Este pasaje enfatiza que Dios, en Su omnisciencia, conoce las intenciones de los hombres y las influencias dañinas que surgen a lo largo de la historia. En los últimos días, estas maldades y designios se intensificarían, afectando tanto la salud física como la espiritual de las personas.
El presidente Boyd K. Packer declaró: “Vivimos en una época en la que los valores están bajo ataque, y la revelación nos protege de los engaños y peligros del mundo” (Conferencia General, abril de 2003). Este principio nos recuerda que muchas prácticas aparentemente inofensivas pueden ser manipuladas por intereses egoístas, poniendo en riesgo nuestra salud y espiritualidad.
“En el corazón de hombres conspiradores en los últimos días”
La frase señala que las acciones y las intenciones de los “hombres conspiradores” no son accidentales, sino deliberadas. Estos hombres utilizan estrategias para explotar y corromper, a menudo con fines económicos o políticos.
El presidente Russell M. Nelson advirtió: “Los designios del adversario son reales y persistentes. Él busca debilitar nuestro cuerpo y espíritu para alejarnos de nuestro potencial eterno” (Conferencia General, octubre de 2018). Este versículo subraya la importancia de discernir y resistir las influencias dañinas, recordando que las elecciones que hacemos impactan tanto nuestra salud física como nuestra fortaleza espiritual.
“Os he amonestado y os prevengo”
Este pasaje refleja el amor y el cuidado de Dios, quien, como un Padre amoroso, nos advierte sobre los peligros antes de que ocurran. Sus advertencias son tanto una guía como una invitación a confiar en Su sabiduría y protección.
El élder D. Todd Christofferson enseñó: “Las advertencias de Dios son una expresión de Su amor. Nos guían hacia la seguridad y las bendiciones que Él desea darnos” (Conferencia General, abril de 2017). Las advertencias divinas son una manifestación de Su deseo de protegernos y ayudarnos a evitar consecuencias negativas, tanto temporales como eternas.
“Dándoos esta palabra de sabiduría por revelación”
Este pasaje recalca que la Palabra de Sabiduría no es simplemente un consejo humano, sino una revelación directa de Dios, adaptada a las necesidades y desafíos específicos de los últimos días. Es una guía eterna con promesas vinculadas a su obediencia. El élder Bruce R. McConkie declaró: “La Palabra de Sabiduría es más que un código de salud; es una ley espiritual con promesas eternas” (Doctrina Mormona, pág. 843). Este principio nos llama a tratar la Palabra de Sabiduría con reverencia y a comprender que su propósito trasciende la salud física, siendo un medio para recibir protección y fortaleza espiritual.
El versículo 4 revela el amor y la preocupación de Dios por Sus hijos, brindándoles una revelación adaptada a los desafíos específicos de los últimos días. La Palabra de Sabiduría no solo protege contra las influencias dañinas del mundo, sino que también invita a los santos a vivir de manera saludable, fortaleciendo tanto su cuerpo como su espíritu.
El presidente Thomas S. Monson expresó: “La Palabra de Sabiduría es un principio de preparación espiritual y física que nos capacita para resistir los desafíos de nuestro tiempo” (Conferencia General, octubre de 2010). Este versículo nos llama a reflexionar sobre nuestra disposición a obedecer las revelaciones divinas y a reconocer que las advertencias de Dios son un testimonio de Su amor eterno y Su deseo de bendecirnos.
Doctrina y Convenios 89:4. “Los malvados designios y los hombres conspiradores”
Los hombres malvados y conspiradores buscan lucrar al vender sustancias adictivas. El presidente Ezra Taft Benson enseñó lo siguiente:
Presidente Ezra Taft Benson
“El Señor previó la situación de hoy en día cuando la ambición del dinero llevaría a hombres conspiradores a persuadir a los demás a consumir sustancias nocivas. La propaganda de la cerveza, el vino, licores, café, tabaco y otras sustancias dañinas es muestra de lo que previó el Señor. Pero el ejemplo más pernicioso de maligna conspiración en el presente lo representan los que inducen a los jóvenes a usar drogas.
“Mis hermanos y hermanas jóvenes, con todo amor les advertimos que Satanás y sus emisarios se esforzarán por persuadirlos a usar sustancias perjudiciales porque saben bien que si las usan, se inhibirá el poder espiritual de ustedes y ustedes caerán en su maligno poder. Consérvense alejados de los lugares y las personas que podrían ejercer influencia en ustedes para que quebranten los mandamientos de Dios. Guarden los mandamientos de Dios y tendrán la sabiduría para saber y discernir lo que es malo” (véase “Un principio con una promesa”, Liahona, julio de 1983, pág. 79).
Versículos 5–7
Casey Paul Griffiths
En el versículo 5, el Señor prohíbe el uso de “vino o bebidas fuertes” excepto para fines relacionados con la Santa Cena. A lo largo del siglo XIX, los Santos de los Últimos Días usaron vino en sus servicios sacramentales, con solo unas pocas excepciones cuando el vino no estaba disponible. Esto cambió a principios del siglo XX. A partir del 5 de julio de 1906, la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce comenzaron a usar agua en lugar de vino en la Santa Cena que administraban entre ellos en sus reuniones en el templo. Poco después, las congregaciones locales siguieron esta práctica, y el uso de agua en la Santa Cena pronto se volvió uniforme en toda la Iglesia (véase DyC 27:1–2).
José Smith creía firmemente en las verdades de la Palabra de Sabiduría, aunque aplicaba la revelación de una manera más flexible de lo que observamos en nuestra época. Las entradas en los diarios cuentan que consumía té, vino y cerveza, a veces con un propósito más medicinal como alivio en momentos de estrés, pero no consideraba que una sola bebida fuese una violación del mandamiento. En la cárcel de Carthage, por ejemplo, José y sus amigos se sentían “inusualmente apagados o lánguidos” y pidieron que se llevara vino a la cárcel para animarles. No obstante, José estaba firmemente en contra de la embriaguez o del abuso del alcohol en cualquier forma. Tras enterarse de que un hombre había muerto congelado mientras estaba bajo la influencia de licores, lamentó en su diario: “Oh Dios mío[,] ¿hasta cuándo este monstruo [de] la intemperancia hallará sus víctimas en la tierra?” En otra ocasión aconsejó: “No hay excusa para que ningún hombre beba y se embriague en la iglesia de Cristo.”
En la Iglesia de hoy, se espera que quienes viven la Palabra de Sabiduría se abstengan por completo del alcohol. El presidente Russell M. Nelson ha comentado: “Los efectos dañinos del alcohol son tan ampliamente conocidos que apenas se necesita añadir comentario alguno.”
Doctrina y Convenios 89:5–9. ¿Y qué sucede si algo no se menciona específicamente en la Palabra de Sabiduría?
“Hay miembros que nos escriben para tratar de averiguar si esto o aquello va en contra de la Palabra de Sabiduría. Aunque no se ha explicado en mayor detalle, es bien sabido que el té, el café, las bebidas alcohólicas y el tabaco están en contra de ella. Más bien, enseñamos el principio junto con las bendiciones prometidas. Hay muchas sustancias que forman hábito y son adictivas que se pueden beber, mascar, inhalar o inyectar, las cuales dañan tanto el cuerpo como el espíritu y que no se mencionan en la revelación.
“No todo lo que es dañino se especifica. El arsénico, por ejemplo, por cierto que es malo, ¡aunque no forma hábito! Aquel a quien se le debe mandar en todas las cosas, dijo el Señor, ‘es un siervo perezoso y no sabio’ (D. y C. 58:26).
“En algunas culturas, hay bebidas tradicionales que se consideran inofensivas, pues no se les menciona específicamente en la revelación. Sin embargo, alejan a los miembros, particularmente a los varones, de su familia, al atraerlos a fiestas que ciertamente son contrarios al principio. Quien sea descuidado o imprudente se verá privado de las promesas que se hacen en la revelación.
La obediencia al consejo los mantendrá en los senderos seguros de la vida” (véase “La Palabra de Sabiduría: El principio y las promesas”, Liahona, julio de 1996, págs. 18–19).
Versículo 7: “Y además, las bebidas fuertes no son para el vientre, sino para el lavamiento de vuestros cuerpos.”
Este pasaje deja claro que el consumo de bebidas fuertes, como el alcohol, no es apropiado para el cuerpo humano, excepto en usos externos o medicinales. El énfasis en la moderación y el uso correcto refleja el deseo de Dios de que Sus hijos cuiden su salud.
“Y además, las bebidas fuertes”
La expresión “bebidas fuertes” en este contexto hace referencia a bebidas alcohólicas destiladas. Este mandato refleja la preocupación divina por los efectos nocivos del consumo de alcohol en la salud física, mental y espiritual. La Palabra de Sabiduría no solo aborda las consecuencias inmediatas del alcohol, sino también su impacto a largo plazo en el bienestar y las relaciones.
El presidente Russell M. Nelson advirtió: “El uso indebido de sustancias como el alcohol puede destruir vidas, relaciones y potencial espiritual” (Conferencia General, abril de 2019). Este principio nos invita a reflexionar sobre el daño físico y espiritual que el abuso de sustancias puede causar, enfatizando la necesidad de autocontrol y obediencia.
“No son para el vientre”
Este mandato establece que el consumo de bebidas alcohólicas no es apropiado para el cuerpo humano, especialmente como parte de la dieta diaria. Al describir que no son para el vientre, el Señor resalta que estas bebidas no solo son innecesarias, sino potencialmente dañinas cuando se ingieren.
El élder Dallin H. Oaks enseñó: “Nuestro cuerpo es un templo sagrado, y debemos ser cuidadosos con lo que introducimos en él” (Conferencia General, octubre de 2017). Este consejo destaca la responsabilidad personal de cuidar el cuerpo como un templo del Espíritu Santo y evitar prácticas que puedan comprometer su santidad.
“Sino para el lavamiento de vuestros cuerpos”
Este pasaje sugiere que las bebidas alcohólicas pueden tener un uso legítimo en aplicaciones externas, como desinfectantes o para fines medicinales. Este enfoque práctico demuestra la sabiduría de Dios al proporcionar una guía equilibrada, permitiendo su uso limitado en contextos apropiados.
El presidente Gordon B. Hinckley declaró: “El Señor nos ha dado principios de salud que no solo nos protegen, sino que también nos enseñan cómo usar Su creación de manera sabia y prudente” (Conferencia General, abril de 1997). Este principio muestra que el Señor no condena el uso de ciertos elementos de Su creación cuando se emplean con prudencia y para propósitos específicos, siempre alineados con Su voluntad.
Este versículo subraya la sabiduría de Dios al dar a los santos principios claros para cuidar sus cuerpos. Al prohibir el consumo de bebidas fuertes y al permitir su uso externo, se establece un equilibrio entre la abstinencia de prácticas dañinas y el reconocimiento de usos prácticos en circunstancias controladas. Esto demuestra que Dios no solo nos advierte sobre los peligros, sino que también nos enseña a usar Su creación de manera responsable.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “Obedecer la Palabra de Sabiduría es más que un acto de salud física; es un compromiso espiritual de honrar nuestro cuerpo como un don de Dios” (Conferencia General, abril de 1996). Este versículo nos llama a reflexionar sobre cómo tratamos nuestro cuerpo y a vivir de manera que refleje nuestra gratitud por este don sagrado.
Versículo 8: “Y además, el tabaco no es para el cuerpo ni para el vientre, y no es bueno para el hombre.”
Este versículo señala el daño que el tabaco puede causar al cuerpo. En un tiempo cuando su uso era común y culturalmente aceptado, esta instrucción anticipó la comprensión moderna de los efectos nocivos del tabaco en la salud.
“Y además, el tabaco”
Este versículo aborda el uso del tabaco, que en la época de José Smith era ampliamente utilizado y considerado inofensivo por muchos. Al incluir el tabaco en la Palabra de Sabiduría, el Señor anticipó las investigaciones científicas modernas que han demostrado los efectos nocivos del tabaco en la salud.
El presidente Boyd K. Packer enseñó: “El tabaco es una sustancia que esclaviza y destruye tanto el cuerpo como la voluntad. El Señor nos advirtió sobre sus efectos mucho antes de que el mundo lo entendiera” (Conferencia General, octubre de 1996). Esta inclusión demuestra la omnisciencia de Dios al proteger a los santos de sustancias dañinas, incluso antes de que su peligro fuera conocido.
“No es para el cuerpo ni para el vientre”
Esta frase deja claro que el tabaco no tiene un propósito legítimo para el consumo humano. A diferencia de los alimentos y otras sustancias creadas para beneficiar al cuerpo, el tabaco es descrito como innecesario y perjudicial.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “Nuestro cuerpo es un don sagrado de Dios. No debemos contaminarlo con sustancias que lo dañen o degraden” (Conferencia General, abril de 2019). Este principio enfatiza la responsabilidad de cuidar el cuerpo como un templo del Espíritu Santo, evitando cualquier sustancia que comprometa su función.
“Y no es bueno para el hombre”
Esta declaración directa del Señor es una condena del uso del tabaco en cualquier forma, resaltando sus efectos negativos en la salud física, emocional y espiritual. También puede implicar los efectos dañinos del tabaco en la sociedad, como la adicción y los costos asociados.
El élder Dallin H. Oaks enseñó: “El Señor no solo nos da mandamientos para protegernos espiritualmente, sino también para protegernos físicamente de las influencias dañinas” (Conferencia General, abril de 2005). Este consejo es un recordatorio de que el bienestar físico y espiritual están interrelacionados, y que el Señor desea que vivamos en salud y armonía con Su diseño para nuestro cuerpo.
El versículo 8 de la Sección 89 es un testimonio de la sabiduría y el cuidado de Dios por Sus hijos. Al advertir contra el uso del tabaco, el Señor no solo protege la salud física de los santos, sino que también fomenta el autocontrol y la libertad de la adicción. Esta revelación fue adelantada a su tiempo, ya que los peligros del tabaco no se comprendieron completamente hasta más de un siglo después.
El presidente Thomas S. Monson dijo: “La Palabra de Sabiduría no solo es un principio de salud, sino un principio de preparación espiritual. Al seguirla, nos capacitamos para servir mejor al Señor y a los demás” (Conferencia General, octubre de 2010). Este versículo nos invita a reflexionar sobre cómo tratamos nuestro cuerpo y a vivir de manera que honremos el don de la salud que Dios nos ha dado.
Versículos 9
Casey Paul Griffiths (Erudito SUD)
En la época en que se dio esta revelación, y hasta cierto punto incluso hoy, algunos miembros de la Iglesia estaban confundidos sobre el significado de “bebidas calientes” en la revelación. Un editorial publicado el 1 de junio de 1842 en el periódico de la Iglesia Times and Seasons, que estaba bajo la supervisión editorial de José Smith, decía: “Y de nuevo, ‘las bebidas calientes no son para el cuerpo ni el vientre’; muchos se preguntan qué puede significar esto; si se refiere al té o al café, o no. Yo digo que sí se refiere al té y al café.” Como con otras sustancias mencionadas en la revelación, no existía una prohibición estricta sobre el café y el té cuando los Santos recibieron por primera vez la revelación, y hay amplia evidencia de que en la época de José Smith los Santos continuaban consumiendo café y té. A veces, el uso del café o del té era con fines medicinales, como brindar alivio a un viajero exhausto. Helen Mar Kimball Whitney, en un relato escrito en 1881, recordó haber preparado té con agua del río durante su primera estancia en Nauvoo, debido a que las fuentes locales de agua estaban contaminadas.
Incluso en nuestros días, la Palabra de Sabiduría continúa siendo ajustada mediante revelación a los líderes de la Iglesia. Una declaración oficial sobre la Palabra de Sabiduría hecha por líderes de la Iglesia en agosto de 2019 advirtió que cualquier “sustancia que sea destructiva, que cree hábito o que sea adictiva debe evitarse.” La declaración también explicó que “los líderes de la Iglesia han aclarado que varias sustancias están prohibidas por la Palabra de Sabiduría, incluyendo el vapeo o cigarrillos electrónicos, el té verde y los productos a base de café. También han advertido que sustancias como la marihuana y los opioides deben usarse únicamente con fines medicinales y bajo la prescripción de un médico competente.” Estos cambios demuestran que la Palabra de Sabiduría es una revelación viviente. El Señor sigue guiando a los profetas de nuestros días mientras la interpretan, y los Santos de los Últimos Días deben esperar más revelación y aclaración sobre este tema en el futuro.
Versículos 10–13
Casey Paul Griffiths (Erudito SUD)
No todas las partes de la Palabra de Sabiduría prohíben sustancias peligrosas. Una gran parte de la revelación anima a los Santos a usar con buen juicio y gratitud la abundancia que el Señor provee. Los versículos 10–17 de la revelación hablan de sustancias que promueven la buena salud.
Estos versículos son otra ilustración de cómo la Palabra de Sabiduría es una revelación viviente. Es claro, a partir de otras revelaciones en Doctrina y Convenios, que el Señor permite el consumo de carne y el uso de productos animales. En una revelación dada dos años antes, el Señor declaró: “Quien prohibiere abstenerse de las carnes, ése no es ordenado por Dios; porque, he aquí, las bestias del campo y las aves del cielo, y lo que viene de la tierra, es ordenado para el uso del hombre, para alimento y para vestido, y para que tenga en abundancia” (DyC 49:18–19).
La advertencia de comer carne “con moderación” podría hacer referencia al hecho de que, en el tiempo en que se dio la revelación, el adulto promedio en los Estados Unidos consumía más de una libra de carne al día. Con el tiempo, esta advertencia ha sido vista como un buen consejo, pero no ha sido enfatizada por los líderes de la Iglesia en la misma medida que las bebidas fuertes, el tabaco, el té y el café. La última vez que el consumo excesivo de carne fue mencionado por un líder prominente de la Iglesia ocurrió en un encendido sermón transmitido por radio en 1945 por el apóstol Joseph F. Merrill. Desde entonces, los líderes de la Iglesia en general se han abstenido de dar consejo sobre este tema, y normalmente no se menciona como parte de la Palabra de Sabiduría en las entrevistas para obtener la recomendación para el templo ni cuando los misioneros enseñan este principio.
Versículo 11: “Cada hierba en su sazón y cada fruta en su sazón; todas estas para usarse con prudencia y acción de gracias.”
Este versículo resalta la importancia de consumir alimentos saludables en su momento adecuado, con moderación y gratitud. Este consejo promueve un enfoque equilibrado hacia la alimentación como una parte esencial del bienestar físico y espiritual.
“Cada hierba en su sazón”
Esta frase enfatiza que las hierbas saludables fueron dispuestas por Dios para beneficio del cuerpo humano. El término “en su sazón” sugiere que deben ser utilizadas en el momento apropiado, lo que podría referirse tanto a su disponibilidad natural como a su uso prudente y moderado.
El élder John A. Widtsoe enseñó: “Dios ha provisto en la naturaleza todo lo necesario para sostener la vida, siempre que el hombre use esos recursos con sabiduría y respeto” (Evidences and Reconciliations, pág. 156). Este principio subraya la necesidad de respetar los recursos naturales y utilizarlos según el diseño divino.
“Y cada fruta en su sazón”
Aquí se menciona que las frutas, como las hierbas, son dones divinos, diseñados para proveer sustento. “En su sazón” puede implicar no solo el momento adecuado para su cosecha, sino también el consumo de alimentos frescos y naturales en su estado óptimo.
El presidente Joseph F. Smith comentó: “Dios nos ha dado abundancia en la tierra, pero debemos ser sabios en cómo usamos y aprovechamos Sus bendiciones” (Conferencia General, octubre de 1913). Este versículo invita a una dieta equilibrada y a una conexión con los ciclos naturales establecidos por Dios.
“Todas estas para usarse con prudencia y acción de gracias”
La prudencia sugiere moderación, sabiduría y gratitud en el uso de los recursos naturales. La acción de gracias implica un reconocimiento consciente de que estos bienes son bendiciones divinas, y que debemos usarlos con reverencia y aprecio.
El presidente Thomas S. Monson enseñó: “La gratitud por las bendiciones de la tierra no solo nos acerca a Dios, sino que también nos ayuda a usar Sus dones de manera más consciente y respetuosa” (Conferencia General, abril de 1992). Este principio nos llama a no solo consumir lo que Dios ha provisto, sino también a hacerlo de manera responsable, reconociendo Su mano en todas las cosas.
Este versículo de la Palabra de Sabiduría nos enseña que Dios ha provisto todo lo necesario para nuestro bienestar físico, pero requiere que utilicemos esos recursos con sabiduría y gratitud. Respetar los tiempos y los propósitos de las hierbas y frutas, así como consumir con moderación, demuestra nuestro aprecio por Su creación.
El presidente Russell M. Nelson destacó: “Cuando usamos los recursos de la tierra con gratitud y cuidado, no solo cuidamos de nuestra salud, sino que también honramos a Dios como nuestro Creador” (Conferencia General, abril de 2021). Este versículo nos invita a vivir de manera equilibrada, recordando que nuestro uso de los recursos terrenales refleja nuestra obediencia y gratitud hacia Dios.
Versículo 12: “Sí, también la carne de las bestias y de las aves del cielo, yo, el Señor, he dispuesto para el uso del hombre, con acción de gracias; sin embargo, han de usarse limitadamente.”
La instrucción de usar la carne con moderación refleja la necesidad de cuidar el cuerpo y usar los recursos de la creación con respeto y gratitud. Este principio de moderación y gratitud subraya la conexión entre el cuidado físico y la reverencia espiritual.
“Sí, también la carne de las bestias y de las aves del cielo”
Este pasaje reconoce que la carne es un recurso legítimo provisto por Dios para la nutrición y el sustento del hombre. La inclusión de “bestias” y “aves del cielo” abarca una variedad de animales, reflejando la abundancia de recursos naturales que Dios ha creado para el beneficio de la humanidad.
El presidente Joseph Fielding Smith declaró: “El Señor no prohíbe el consumo de carne, pero nos recuerda usarla con sabiduría y moderación” (Doctrina de Salvación, vol. 2, pág. 324). Este principio enfatiza que los recursos animales son un don divino, pero que deben ser utilizados de acuerdo con las leyes de Dios y con un propósito justo.
“Yo, el Señor, he dispuesto para el uso del hombre, con acción de gracias”
Aquí se subraya que el consumo de carne, al igual que otros recursos, debe hacerse con un espíritu de gratitud hacia Dios. Reconocer que estos recursos provienen del Señor implica un uso respetuoso y consciente, evitando el desperdicio o el abuso.
El élder Russell M. Nelson enseñó: “La gratitud por lo que consumimos transforma nuestras elecciones en actos de adoración y reverencia hacia nuestro Creador” (Conferencia General, abril de 1990). La acción de gracias no solo es una expresión de gratitud, sino también una práctica que eleva nuestra perspectiva espiritual al usar los recursos de manera más significativa.
“Sin embargo, han de usarse limitadamente”
Este mandato establece la moderación como una ley divina. Aunque la carne es permitida, su consumo debe ser controlado, reflejando la importancia de cuidar la salud del cuerpo y el respeto hacia la vida de los animales. También alude a una sensibilidad ecológica y un reconocimiento del equilibrio en la creación divina.
El presidente Brigham Young declaró: “Enseñemos a nuestro pueblo a ser sabio en el uso de la carne. Es una bendición, pero no debemos abusar de ella” (Discourses of Brigham Young, pág. 190). Este principio nos recuerda la necesidad de vivir en armonía con la creación, mostrando moderación y cuidado al usar los recursos naturales.
El versículo 12 establece un equilibrio entre la provisión divina y la responsabilidad humana. La carne es un don que debe usarse con gratitud y moderación, demostrando respeto por el Creador y por Su creación. Este enfoque promueve tanto la salud física como la sostenibilidad ecológica, recordándonos que nuestras elecciones tienen implicaciones espirituales.
El presidente Spencer W. Kimball enseñó: “Cuando aprendemos a usar los recursos de la tierra sabiamente, no solo cuidamos nuestra salud, sino que también respetamos los mandamientos de Dios” (Conferencia General, octubre de 1978). Este versículo invita a reflexionar sobre cómo nuestras prácticas alimenticias reflejan nuestra reverencia hacia Dios y nuestra disposición a vivir según Sus principios eternos.
Versículos 11–21
Casey Paul Griffiths (Erudito SUD)
El final de la revelación se aplica no solo a la Palabra de Sabiduría, sino también a todos los mandamientos que Dios nos ha dado. Aunque es común que los Santos de los Últimos Días destaquen las bendiciones físicas que provienen de abstenerse de las sustancias prohibidas por la Palabra de Sabiduría, el Señor también promete bendiciones espirituales a quienes escuchan esta revelación. Las disposiciones de la Palabra de Sabiduría brindan conocimiento además de buena salud. También debemos recordar que, aunque solemos pensar en la Palabra de Sabiduría como un mandamiento físico, el Señor no hace distinción entre mandamientos físicos y mandamientos espirituales. En una revelación anterior a José Smith, el Señor declaró: “Mis mandamientos son espirituales; no son naturales ni temporales, ni carnales ni sensuales” (DyC 29:35).
Con el tiempo, muchas de las disposiciones de la Palabra de Sabiduría—como abstenerse del tabaco y del alcohol—han demostrado tener beneficios claros y medibles para la salud. Las bendiciones prácticas de la Palabra de Sabiduría son evidentes, pero no son la única razón para obedecer esta ley. Debemos recordar que la razón más convincente para guardar la Palabra de Sabiduría es simplemente mostrar nuestra fe en el Salvador y nuestro compromiso de seguir la guía que dan Sus representantes en nuestros días.
Doctrina y Convenios 89:18-19
Las bendiciones están vinculadas a leyes, y cuando obtenemos alguna bendición de Dios, es por la obediencia a la ley sobre la cual se basa” (D. y C. 130:21). Los santos que obedecen la Palabra de Sabiduría reciben la promesa de salud, fuerza, sabiduría y tanto tesoros grandes como ocultos de conocimiento. Eso no significa, por supuesto, que los santos obedientes no tendrán enfermedades o dolor, o que instantáneamente serán más sagaces que otros. Pero sí significa que tendrán la paz que proviene de la obediencia voluntaria, la sabiduría que proviene de comprender los principios y las promesas, y los tesoros de conocimiento que llegan a quienes siguen los mandamientos del Señor. En 1833, cuando se dio la revelación, la gente no comprendía completamente sus razones o expectativas. Incluso hoy, con una abundancia de información científica que la respalda, todavía no entendemos todas las cosas relacionadas con la Palabra de Sabiduría. Pero sabemos que este “principio con promesa” (D. y C. 89:3) se da por amor y para nuestro bienestar.
Este pasaje recalca una doctrina central del evangelio: todas las bendiciones están condicionadas a la obediencia a las leyes de Dios (véase D. y C. 130:20–21). En el caso específico de la Palabra de Sabiduría, el Señor promete bendiciones físicas, mentales y espirituales a quienes guardan esta ley revelada. No se trata simplemente de una lista de cosas que debemos o no consumir; es un principio divinamente inspirado para proteger y elevar el cuerpo y el alma.
La obediencia a este principio no garantiza una vida sin sufrimiento físico, pero sí asegura bendiciones tales como paz interior, mayor claridad espiritual y la compañía del Espíritu Santo, quien revela “tesoros de conocimiento”. El verdadero valor de este principio no siempre es evidente de inmediato, pero con el tiempo, quienes lo viven con fe reconocen sus frutos tanto temporales como eternos.
Además, este principio muestra que Dios revela mandamientos con una visión eterna, aun cuando nosotros no entendamos completamente sus razones en el momento. El hecho de que la ciencia moderna haya confirmado muchos de los beneficios de esta ley es un poderoso testimonio de su origen divino.
La Palabra de Sabiduría es una manifestación del amor de Dios. No solo busca preservar nuestra salud física, sino también prepararnos para recibir luz y verdad. Aunque no comprendamos completamente todos los aspectos de este mandamiento, la fe y la obediencia sincera nos permiten acceder a bendiciones visibles e invisibles. Al guardar esta ley con integridad, cultivamos no solo un cuerpo más sano, sino también un espíritu más receptivo a la revelación y al conocimiento celestial.
En resumen, obedecer la Palabra de Sabiduría no solo nos bendice físicamente, sino que nos acerca más a Dios y a Su sabiduría eterna.
Versículo 18: “Y todos los santos que se acuerden de guardar y hacer estas cosas, rindiendo obediencia a los mandamientos, recibirán salud en el ombligo y médula en los huesos.”
Este versículo promete bendiciones físicas a quienes obedecen la Palabra de Sabiduría. La salud física es presentada como un resultado directo de seguir las instrucciones divinas, mostrando la conexión entre obediencia y bienestar.
“Y todos los santos que se acuerden de guardar y hacer estas cosas”
Este pasaje subraya la importancia de recordar y aplicar los principios de la Palabra de Sabiduría. “Guardar y hacer” implica un compromiso activo, no solo en la aceptación intelectual de las enseñanzas, sino también en su implementación constante en la vida diaria.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “La obediencia constante a los principios del Evangelio, como la Palabra de Sabiduría, nos lleva a experimentar bendiciones tanto temporales como espirituales” (Conferencia General, octubre de 2019). Este llamado a la acción recalca que las bendiciones prometidas dependen de nuestra voluntad de actuar con fe y obediencia.
“Rindiendo obediencia a los mandamientos”
La obediencia es presentada aquí como la clave para recibir las bendiciones prometidas. Este versículo no solo alude a la Palabra de Sabiduría, sino también a todos los mandamientos de Dios, sugiriendo que la obediencia total es esencial para la salud espiritual y física.
El élder D. Todd Christofferson explicó: “La obediencia a los mandamientos no solo nos protege, sino que también nos prepara para recibir las bendiciones que Dios desea darnos” (Conferencia General, abril de 2011). Este principio nos enseña que la obediencia no es una restricción, sino un camino hacia una vida plena y bendecida.
“Recibirán salud en el ombligo y médula en los huesos”
Esta promesa describe bendiciones físicas específicas que resultan de la obediencia. “Salud en el ombligo” simboliza fuerza y vitalidad en el centro del cuerpo, mientras que “médula en los huesos” sugiere vigor, resistencia y una base física sólida. Estas frases también tienen un significado espiritual, aludiendo a la fortaleza interna y la renovación espiritual que provienen de vivir en armonía con las leyes divinas.
El presidente Ezra Taft Benson declaró: “La Palabra de Sabiduría es un principio de salud con promesas espirituales y físicas. Al vivirla, recibimos fortaleza para enfrentar los desafíos de la vida” (Conferencia General, abril de 1983). Este pasaje refuerza la idea de que Dios no solo se preocupa por nuestro bienestar espiritual, sino también por nuestro cuerpo físico, que es un templo.
El versículo 18 conecta la obediencia a los mandamientos de Dios con bendiciones tanto temporales como eternas. La promesa de salud física (“salud en el ombligo y médula en los huesos”) simboliza no solo bienestar físico, sino también fortaleza espiritual y emocional. Este principio demuestra que las leyes divinas están diseñadas para promover la felicidad y el bienestar integral de Sus hijos.
El presidente Thomas S. Monson enseñó: “Cuando seguimos las leyes de Dios, recibimos bendiciones más grandes de las que podemos imaginar, porque Él desea nuestra felicidad y bienestar” (Conferencia General, octubre de 2010). Este versículo nos invita a reflexionar sobre cómo nuestra obediencia diaria puede llevarnos a experimentar no solo salud física, sino también una conexión más profunda con Dios y Su plan para nuestra vida.
Versículo 19: “Y hallarán sabiduría y grandes tesoros de conocimiento, sí, tesoros escondidos.”
Además de la salud física, la obediencia a este principio trae bendiciones intelectuales y espirituales. Los “tesoros escondidos” representan conocimientos profundos y verdades espirituales que enriquecen la vida de los santos.
“Y hallarán sabiduría”
Este pasaje enseña que la obediencia a los principios de la Palabra de Sabiduría trae no solo salud física, sino también sabiduría espiritual y práctica. La sabiduría aquí se refiere a una comprensión más profunda de las cosas de Dios y de cómo vivir de acuerdo con Sus mandamientos.
El presidente Boyd K. Packer declaró: “La sabiduría es el resultado de la obediencia. Al guardar los mandamientos, nuestra capacidad para discernir la verdad y actuar en consecuencia aumenta” (Conferencia General, octubre de 1992). Este principio nos recuerda que la sabiduría es un don espiritual que crece al actuar en obediencia a las leyes divinas.
“Y grandes tesoros de conocimiento”
El “conocimiento” en este contexto no se limita al aprendizaje académico o intelectual, sino que incluye el conocimiento espiritual, como el entendimiento del Evangelio, los misterios de Dios y Su plan de salvación. Este conocimiento capacita a los santos para tomar decisiones más alineadas con la voluntad divina.
El élder David A. Bednar explicó: “El conocimiento espiritual profundo es una bendición que viene al guardar los mandamientos y buscar al Señor con diligencia” (Conferencia General, octubre de 2005). Este conocimiento no es superficial; es transformador y permite a los santos progresar espiritualmente y enfrentar desafíos con mayor claridad y propósito.
“Sí, tesoros escondidos”
Los “tesoros escondidos” sugieren bendiciones espirituales y verdades que no están disponibles para aquellos que no buscan a Dios con fe y obediencia. Estas verdades pueden incluir revelaciones personales, una comprensión más profunda de las Escrituras y una mayor cercanía con el Espíritu Santo.
El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Las verdades espirituales más profundas, los ‘tesoros escondidos’, se revelan a quienes buscan diligentemente al Señor mediante la obediencia y el estudio” (Conferencia General, abril de 2017). Este pasaje nos invita a buscar con fe y esfuerzo constante las bendiciones espirituales que Dios ha prometido a Sus hijos obedientes.
El versículo 19 destaca que la obediencia a la Palabra de Sabiduría y a los mandamientos en general no solo mejora nuestra salud física, sino que también abre las puertas al conocimiento espiritual y a las verdades profundas del Evangelio. Estas bendiciones no siempre son evidentes a primera vista, pero son “tesoros escondidos” que enriquecen nuestra relación con Dios y nuestro entendimiento de Su plan.
El presidente Ezra Taft Benson enseñó: “La obediencia trae consigo una luz espiritual que ilumina nuestra mente y nos ayuda a ver las cosas como realmente son” (Conferencia General, abril de 1988). Este versículo nos invita a reflexionar sobre cómo nuestras elecciones diarias pueden conducirnos a un mayor conocimiento y a una relación más cercana con nuestro Padre Celestial.
Doctrina y Convenios 89:20–21
La Palabra de Sabiduría es un “principio con promesa” (D. y C. 89:3) que nos protegerá y resguardará en estos últimos días. A diario somos bombardeados con tentaciones para comer y beber aquello que no es apropiado. Somos asaltados por atractivos que nos invitan a participar de cosas que solo nos harían daño, nos esclavizarían y nos separarían del Espíritu del Señor. El adversario sabe que, si probamos las cosas del mundo y nos volvemos adictos a sustancias dañinas e insalubres, tendremos poca razón para “buscar las cosas de un mundo mejor” (D. y C. 25:10). La Palabra de Sabiduría contiene prohibiciones, prescripciones y promesas. Si seguimos la Palabra de Sabiduría, recibimos la promesa pascual del antiguo Israel: que el ángel destructor pasará de largo, y seremos bendecidos tanto con fuerza física como espiritual. No desmayaremos ni moriremos espiritualmente. Avanzaremos con la confianza del Señor, sabiendo que hemos guardado su palabra y seguido sus mandamientos.
Este texto profundiza en el papel protector y santificador de la Palabra de Sabiduría. Más allá de sus implicancias para la salud, este principio es una muralla espiritual contra la corrupción y la confusión del mundo. Vivimos en una era donde el consumo de sustancias dañinas —legales e ilegales— es promovido con intensidad, y el adversario se vale de ellas para entorpecer la mente, debilitar la voluntad e interrumpir la comunión con el Espíritu del Señor.
Aquí se enseña que la obediencia a la Palabra de Sabiduría es una forma de consagración: un acto consciente de alejarse del mundo para buscar “las cosas de un mundo mejor” (D. y C. 25:10). La referencia a la promesa pascual del antiguo Israel —cuando el ángel destructor pasó de largo las casas marcadas con sangre del cordero— eleva esta obediencia a un nivel simbólico y escatológico. Quienes guardan este principio serán preservados en tiempos de tribulación, tanto en cuerpo como en alma.
Además, al evitar lo que esclaviza, ganamos la libertad de avanzar con confianza y claridad espiritual, algo esencial en los últimos días, cuando se requiere discernimiento constante y guía del Espíritu.
La Palabra de Sabiduría no solo es una guía de salud, sino un escudo espiritual en un mundo cada vez más corrupto. Al obedecerla fielmente, somos preservados del daño físico, pero también del adormecimiento espiritual. Recibimos poder para avanzar en rectitud, sabiduría para discernir, y fortaleza para resistir.
En un tiempo donde el adversario busca esclavizar mediante placeres temporales y hábitos destructivos, guardar la Palabra de Sabiduría es una señal de lealtad al Señor, una manifestación de fe y de deseo sincero de pertenecer a Sión. En palabras sencillas: obedecer este principio es vivir con propósito, con protección y con promesa.
Versículo 21: “Y yo, el Señor, les prometo que el ángel destructor pasará de ellos, como de los hijos de Israel, y no los matará.”
Este versículo ofrece una promesa de protección espiritual y física. Así como el ángel destructor pasó sobre los hogares de los hijos de Israel durante la Pascua, los obedientes son protegidos en tiempos de juicio divino.
“Y yo, el Señor, les prometo”
Esta frase resalta la naturaleza personal de las promesas de Dios. Él no solo da mandamientos, sino que también asegura bendiciones específicas a aquellos que son fieles y obedientes. La frase implica que Dios es constante en Sus promesas y cumple con lo que ha dicho.
El presidente Thomas S. Monson declaró: “Las promesas del Señor son seguras. Si obedecemos, las bendiciones están garantizadas” (Conferencia General, abril de 2013). Este pasaje fortalece la fe en la confiabilidad de Dios, recordándonos que la obediencia trae consigo Su protección y Sus bendiciones.
“Que el ángel destructor pasará de ellos”
Esta referencia al “ángel destructor” evoca el relato del Éxodo, cuando los israelitas obedientes fueron protegidos durante la Pascua. En este contexto, simboliza la protección divina contra las consecuencias espirituales y temporales de las acciones que van en contra de los mandamientos de Dios.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “Cuando somos fieles, el Señor nos protege de los peligros, visibles e invisibles, que nos rodean” (Conferencia General, octubre de 2015). Este principio enseña que la obediencia a las leyes de Dios, como la Palabra de Sabiduría, no solo nos protege físicamente, sino también espiritualmente de influencias destructivas.
“Como de los hijos de Israel, y no los matará”
Comparar esta promesa con el éxodo de Israel enfatiza la importancia de la obediencia a las instrucciones divinas para recibir protección. Así como los israelitas fueron protegidos por la sangre del cordero en sus puertas, los santos obedientes reciben protección al seguir los principios revelados.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “La obediencia a los mandamientos nos coloca bajo la protección divina y nos prepara para los desafíos de los últimos días” (Conferencia General, abril de 2021). Este paralelismo muestra que Dios utiliza principios eternos para proteger a Su pueblo, ofreciendo la misma promesa de seguridad en tiempos modernos.
El versículo 21 ilustra la naturaleza protectora de las leyes de Dios y Su disposición para bendecir y cuidar a quienes le obedecen. Al igual que en el pasado, el Señor promete protección a aquellos que son fieles a Sus mandamientos, incluyendo la Palabra de Sabiduría. La referencia al ángel destructor es un recordatorio de que la obediencia puede marcar la diferencia entre la seguridad y las consecuencias de vivir fuera de las leyes divinas.
El presidente Dallin H. Oaks enseñó: “El Señor nos da mandamientos no solo para guiarnos, sino para protegernos de los peligros que a menudo no podemos prever” (Conferencia General, abril de 2010). Este versículo nos invita a confiar en las promesas del Señor y a vivir de manera que podamos recibir Su protección y Sus bendiciones en todas las circunstancias.
Doctrina y Convenios 89:21. “El ángel destructor pasará de ellos”
El élder Russell M. Nelson, del Cuórum de los Doce, explicó el simbolismo espiritual de la promesa de que el ángel destructor pasará de quienes obedezcan la Palabra de Sabiduría:
“Existe un significado especial en el último versículo de la sección 89, que dice: ‘El ángel destructor pasará de ellos, como de los hijos de Israel, y no los matará’ (versículo 21). Esa referencia a la Pascua recalca que primero se requiere la fe espiritual. Cuando Abraham señaló su disposición de ofrecer a Isaac en sacrificio, no hubo indicación alguna de que la obediencia fuera necesariamente a acarrear algún beneficio físico. Cuando Josué condujo a los israelitas a través del río Jordán, el cual había desbordado por la temporada de crecientes, la confirmación de galardones físicos no fue requisito previo para los discípulos fieles. Obedecemos la Palabra de Sabiduría porque representa la voluntad del Señor para nuestra preparación espiritual a fin de ser hijos e hijas dignos. Lograr la supremacía espiritual sobre los apetitos de la carne es parte de nuestro proceso de probación” (“Twenty Questions”, discurso dirigido a instructores religiosos de SeI, 13 de septiembre de 1985, LDS.org).
El presidente Boyd K. Packer, del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó el significado espiritual de la promesa de que el ángel destructor pasará de largo:
“No es de la muerte física que nos veremos librados si somos obedientes a estos mandamientos, pues en su debido momento a todos nos tocará morir. Es la muerte espiritual la que no es necesario padecer. Si son obedientes, esa muerte pasara de largo, “… porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros (1 Corintios 5:7)” (“La Palabra de Sabiduría: El principio y las promesas”, Liahona, julio de 1996, pág. 20).























