Doctrina y Convenios Sección 9

Doctrina y Convenios
Sección 9


Esta Sección 9, fue dada en un contexto crucial del proceso de traducción del Libro de Mormón. Este período histórico ocurrió en abril de 1829, en Harmony, Pensilvania, y refleja las dificultades y aprendizajes asociados con la traducción de los anales antiguos.

La Sección 9 se sitúa en un momento significativo de la restauración, cuando la obra de traducción enfrentaba obstáculos y se enseñaron principios clave sobre revelación y servicio. Estas enseñanzas no solo guiaron a Oliver Cowdery, sino que también brindaron pautas duraderas para los miembros de la Iglesia en la búsqueda de revelación y en el cumplimiento de sus llamados. Este episodio subraya cómo Dios prepara y guía a sus siervos según su sabiduría y tiempo perfecto.

Contexto histórico.

Oliver Cowdery llegó a Harmony en abril de 1829 después de escuchar sobre José Smith y su papel como traductor del Libro de Mormón. Oliver fue designado como escriba de José Smith, ya que este último traducía las planchas de oro mediante el don y poder de Dios. Oliver también deseaba ser más que un escriba; quería participar en el proceso de traducción.

Oliver Cowdery tenía una fuerte fe en el proceso de revelación y había recibido la promesa previa en la Sección 6 de que tendría dones espirituales. Por lo tanto, buscó permiso para intentar traducir parte de las planchas. Sin embargo, al hacerlo, encontró que la tarea era más difícil de lo que había anticipado. No logró traducir, lo que lo llevó a frustrarse. Esta revelación, contenida en la Sección 9, fue la respuesta de Dios a su experiencia y su deseo de entender por qué no había tenido éxito.

Uno de los aspectos clave de esta sección es la enseñanza sobre cómo recibir revelación. Oliver había asumido que simplemente orar sería suficiente para traducir, pero el Señor le enseñó que necesitaba estudiar en su mente y luego buscar la confirmación espiritual. Este principio enfatiza el equilibrio entre el esfuerzo humano y la revelación divina.

En esta revelación, se aclara que el llamado principal de Oliver en ese momento era ser el escriba de José Smith. El Señor le indicó que debía esperar pacientemente y que, si era fiel, en el futuro tendría la oportunidad de ayudar con la traducción de otros anales antiguos. Este consejo lo invitaba a aceptar su rol actual con humildad y confianza en los tiempos de Dios.

La traducción del Libro de Mormón en este período enfrentaba diversos desafíos. José Smith había perdido las primeras 116 páginas traducidas debido al descuido de Martin Harris. Ahora, con la llegada de Oliver como escriba, el proceso estaba avanzando nuevamente. Este incidente con Oliver ayudó a consolidar la importancia de la fe, la paciencia y el esfuerzo en la obra.

Esta sección introduce el principio de “estudiar en la mente” antes de buscar revelación, una enseñanza valiosa para el proceso de tomar decisiones espirituales.

Oliver aprendió a aceptar que, aunque no era su momento de traducir, su contribución como escriba era esencial para completar el Libro de Mormón.

Se anima a Oliver a esperar con paciencia, confiando en que el Señor tenía un plan para él.

Joseph Fielding Smith: Con un corazón alegre, Oliver asumió la labor de traducir, y el Profeta José estaba listo para actuar como escriba. El intento fue un fracaso; parece que Oliver Cowdery pensó que sería algo fácil, con la ayuda del Urim y Tumim, entender los grabados y dar su equivalente en el idioma inglés sin reflexionar o estudiarlo en su mente. Por lo tanto, no logró comprender las instrucciones que el Señor le había dado, a pesar de que el Señor le dijo que tendría el don de revelación.
Es probable que Oliver Cowdery deseara traducir por curiosidad, y el Señor le enseñó su lugar al mostrarle que traducir no era tan fácil como él había pensado. En una revelación posterior (Sección 9), se explicó que el fracaso de Oliver se debió a que no continuó como había comenzado, y al ser una tarea difícil, su fe lo abandonó. La lección que aprendió fue muy necesaria, ya que se le mostró que su lugar era actuar como escriba para José Smith y que este último era quien había sido llamado y designado por mandato del Señor para hacer la traducción. Debió haber habido algo de impaciencia al tener que sentarse y actuar como escriba, pero cuando no logró dominar el don de traducir, estuvo dispuesto a aceptar la voluntad del Señor.
(Roy W. Doxey, comp., Latter-day Prophets and the Doctrine and Covenants [Salt Lake City: Deseret Book Co., 1978], 1: 85.)


— Doctrina y Convenios 9:4.“La obra a la cual has sido llamado es la de escribir por mi siervo José”. Esta frase nos enseña que cada llamado tiene un propósito divino, y que la fidelidad y la humildad en aceptar y cumplir esos llamados permiten que el plan de Dios se lleve a cabo. Este principio sigue siendo aplicable a los miembros de la Iglesia en la actualidad. Como dijo el presidente Russell M. Nelson:
“Cuando aceptamos y magnificar nuestros llamados, no solo edificamos el reino de Dios, sino que también nos edificamos a nosotros mismos.” (“Llamados para servir”, Conferencia General, abril 2011).

La frase enfatiza que cada llamado en la obra del Señor tiene un propósito divino. Aunque Oliver Cowdery deseaba traducir, el Señor le enseñó que su responsabilidad en ese momento era ser escriba para José Smith.

Élder Dieter F. Uchtdorf enseñó: “En el reino de Dios, no hay llamados pequeños ni insignificantes; todo llamado es grande y tiene un impacto eterno.” (“Dejar que Dios prevalezca”, Conferencia General, octubre 2020).

Oliver tenía un papel crucial en la traducción del Libro de Mormón, que requería precisión y dedicación. Sin su disposición a aceptar este llamado, el proceso de traducción podría haberse retrasado.

Aceptar el llamado de “escribir” requería humildad por parte de Oliver. A menudo, las personas desean roles más prominentes, pero el Señor distribuye responsabilidades según su sabiduría y conocimiento de nuestras capacidades.

Presidente Gordon B. Hinckley dijo: “Cuando somos llamados por la autoridad de Dios, debemos aceptarlo con humildad, sabiendo que Él magnifica nuestros esfuerzos cuando somos fieles.” (“El servicio en la Iglesia”, Conferencia General, abril 1995).

En este caso, el llamado a ser escriba fue tan vital como el de traducir, ya que sin un escriba, las palabras no habrían sido preservadas.

Dios organiza su obra de manera que requiere colaboración. José Smith y Oliver Cowdery eran compañeros en el proceso de traducción, y sus roles eran complementarios.

Élder Jeffrey R. Holland explicó: “La obra de Dios siempre se lleva a cabo en equipo. José necesitaba un Oliver, al igual que Moisés necesitaba un Aarón.”
(“Nuestro deber sagrado de ayudar a los demás”, Conferencia General, octubre 2014).

El Señor resalta que Oliver no estaba subordinado a José, sino que tenía una función específica en un plan mayor. Este principio también se aplica hoy en los esfuerzos conjuntos en la Iglesia.

El llamado de Oliver no era permanente; la revelación promete que tendría la oportunidad de traducir en el futuro. Sin embargo, se le insta a ser paciente y fiel en su asignación actual.

Élder Neal A. Maxwell enseñó: “Dios no solo nos llama a trabajar; también nos llama a esperar. La paciencia es una señal de nuestra confianza en Él.”
(“Consejo divino para los desafíos diarios”, Conferencia General, octubre 1991).

Oliver fue preparado por medio de este llamado a desarrollar confianza en los tiempos de Dios, aprendiendo a valorar las pequeñas cosas antes de desear responsabilidades mayores.

El llamado de Oliver a escribir no solo fue esencial para completar la traducción del Libro de Mormón, sino también para preservarlo como un testimonio sagrado para futuras generaciones.

Presidente Henry B. Eyring dijo: “Dios ve la obra que realizamos no solo por lo que es ahora, sino por lo que puede lograr en el futuro eterno.” (“Confíen en Él”, Conferencia General, abril 2020).

Oliver ayudó a traer al mundo un registro sagrado que cambiaría vidas. Su trabajo era parte de un propósito eterno que él no podía comprender completamente en ese momento.

“Cuando [Oliver] Cowdery regresó a la membresía de la Iglesia en 1848, habló en una conferencia en Iowa. Sus palabras fueron registradas por Reuben Miller: ‘Escribí con mi propia pluma todo el Libro de Mormón (salvo unas pocas páginas) tal como salía de los labios del Profeta al traducirlo por el don y el poder de Dios mediante el Urim y Tumim, o como se llama en ese libro, intérpretes sagrados. Vi con mis propios ojos y manejé con mis propias manos las planchas de oro de las cuales se tradujo. También vi los intérpretes. Ese libro es verdadero… Lo escribí yo mismo tal como salía de los labios del Profeta.’”
(Richard Lloyd Anderson, “By the Gift and Power of God,” Ensign, septiembre de 1977, 80)

Oliver Cowdery: “Estos fueron días que nunca se olvidarán: ¡sentarme bajo el sonido de una voz dictada por la inspiración del cielo despertó la mayor gratitud en mi corazón! Día tras día continué, ininterrumpidamente, escribiendo desde su boca mientras él traducía con el Urim y Tumim.”
(Milton V. Backman, Jr., Eyewitness Accounts of the Restoration [Salt Lake City: Deseret Book Co., 1983], 106.)


— Doctrina y Convenios 9:5. La frase “por motivo de que no continuaste como al comienzo” resalta la importancia de la perseverancia, la constancia y la fe en la obra del Señor. Nos recuerda que debemos mantenernos firmes en nuestros esfuerzos espirituales, incluso cuando enfrentemos desafíos o temores. Las enseñanzas de las autoridades generales refuerzan que, aunque podemos cometer errores o detenernos momentáneamente, siempre hay esperanza y oportunidad para redimirnos y progresar en el plan de Dios.

Esta frase sugiere que, aunque Oliver Cowdery comenzó con entusiasmo su tarea, no mantuvo la constancia necesaria para cumplir plenamente con el privilegio otorgado. En el evangelio, el comienzo es crucial, pero la perseverancia es indispensable para alcanzar el éxito espiritual.

Élder Dieter F. Uchtdorf enseñó: “El inicio de cualquier esfuerzo es importante, pero lo que realmente determina nuestro progreso es nuestra capacidad para perseverar con fe, paciencia y dedicación.”
(“Cuatro principios clave para el éxito espiritual”, Conferencia General, abril 2015).

La falta de continuidad de Oliver le privó de la oportunidad de avanzar en su llamamiento en ese momento, pero también le enseñó una lección importante sobre la constancia en los esfuerzos espirituales.

El Señor a menudo llama a sus hijos a recordar el entusiasmo y la dedicación con los que comenzaron su camino en el evangelio o en una asignación específica. Abandonar ese “primer amor” puede llevar a perder oportunidades de crecimiento espiritual.

Apocalipsis 2:4-5 dice: “Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído; y arrepiéntete, y haz las primeras obras.”

Esta escritura resuena con la experiencia de Oliver. Aunque comenzó con disposición, dejó de aplicar el esfuerzo necesario. Este principio también se refleja en nuestras vidas cuando nos alejamos de los hábitos o compromisos espirituales que antes fortalecían nuestra fe.

En Doctrina y Convenios 82:10, el Señor declara: “Yo, el Señor, estoy obligado cuando hacéis lo que os digo; mas cuando no hacéis lo que os digo, ninguna promesa tenéis.”
Esta escritura subraya que las bendiciones prometidas dependen de nuestra fidelidad y obediencia continuas. Oliver Cowdery perdió el privilegio de traducir porque no mantuvo el esfuerzo y la constancia necesarios.

Élder Richard G. Scott enseñó: “El Señor no exige perfección inmediata, pero sí espera consistencia y un esfuerzo constante para avanzar en su camino.”
(“La paz interior que proviene de la obediencia,” Conferencia General, octubre 2013).

La revelación también indica que Oliver no continuó por causa del temor (versículo 11). Este temor, que lo llevó a detenerse, es una barrera común que impide a los hijos de Dios avanzar en sus responsabilidades y recibir las bendiciones asociadas.

Élder Jeffrey R. Holland dijo: “No permitamos que el temor a fallar o a no ser suficientes nos detenga. El Señor califica a quienes llama, pero espera que demos lo mejor de nosotros mismos.”
(“Se valiente en el Señor,” Conferencia General, abril 2015).

El temor puede paralizar incluso a aquellos con grandes dones, como Oliver, y el Señor utiliza estas experiencias para enseñar la importancia de confiar en Él.

A pesar de que Oliver no continuó como al comienzo, el Señor no lo desechó ni lo condenó (versículo 12). Este es un recordatorio de que el Señor es misericordioso y siempre nos da nuevas oportunidades para aprender y crecer.

Presidente Russell M. Nelson dijo: “Dios no se enfoca en nuestros errores pasados, sino en nuestro esfuerzo continuo por mejorar y en nuestra disposición a volver a intentarlo.”
(“Perfección pendiente,” Conferencia General, octubre 2017).

Este principio es central en el plan de salvación, ya que nos invita a levantarnos y volver al camino siempre que nos desviemos o perdamos el rumbo.

La frase “no continuaste como al comienzo” invita a todos a reflexionar sobre su propio compromiso en la obra del Señor. Comenzar con entusiasmo es bueno, pero perseverar hasta el final es esencial.

Élder David A. Bednar enseñó: “En el evangelio de Jesucristo, no basta con ‘comenzar bien’; debemos mantenernos firmes y fieles hasta el final.”
(“No hay que apagar la luz del Espíritu,” Conferencia General, abril 2015).

Rex D. Pinegar: “…uno de mis misioneros que regresó recientemente me confió un dilema al regresar a casa. Este excelente joven sirvió bien durante toda su misión. Demostró fe y valentía bajo circunstancias difíciles. Ahora enfrenta el desafío de mantener su celo y espíritu misional en el entorno del hogar, donde puede haber una oposición más sutil…

El consejo que le daría a mi misionero, y a otros que puedan enfrentarse a la decisión de continuar o no en un camino recto, es recordar la experiencia de Oliver Cowdery. Oliver había comenzado sus labores en el reino con un servicio fiel y humilde. El Señor lo recompensó dándole el don de traducir. Le dijo a Oliver de las maravillosas contribuciones que podría hacer para iluminar al pueblo si continuaba fielmente en sus esfuerzos. Más tarde, cuando Oliver intentó traducir, fracasó. El Señor le dijo que fue ‘porque no continuaste como comenzaste’ (D. y C. 9:5). Oliver no continuó en sus esfuerzos justos, y el don le fue quitado.

En términos simples, el consejo del Señor para alguien que ha “comenzado” de manera adecuada y fiel es: ‘Continúa como comenzaste.’ Podríamos seguir el ejemplo de Nefi, hijo de Helamán, quien después de trabajar diligentemente para enseñar y vivir rectamente, había decidido darse por vencido y regresar a casa porque el pueblo se negaba a aceptar su consejo y arrepentirse. Cuando se acercaba a su hogar, la voz del Señor vino a él. El Señor le recordó las bendiciones que resultarían de la diligencia con la que había trabajado y enseñado al pueblo y con la que había guardado los mandamientos de Dios. Con vigor renovado y determinación, Nefi se apartó de su hogar y regresó a sus labores para continuar como había comenzado. (Véase Helamán 10:2–12.)

…Continuar significa más que soportar o tolerar algo. Significa mantener un curso constante de acción con fe inquebrantable en Cristo. Significa ser un verdadero seguidor de Cristo.” (“We Need to Continue in Righteousness,” Ensign, noviembre de 1974, 44)


— Doctrina y Convenios 9:6. La frase “No te quejes, hijo mío,…” contiene enseñanzas doctrinales profundas sobre la sumisión a la voluntad de Dios, la gratitud, y la confianza en los tiempos y los propósitos divinos. Este mandato no solo se dirige a Oliver Cowdery, sino que resuena con todos aquellos que buscan cumplir la voluntad del Señor, especialmente en medio de pruebas, desilusiones o resultados inesperados.

La instrucción de “no te quejes” refleja un llamado a someterse con humildad y fe a la voluntad de Dios, incluso cuando sus designios no coinciden con nuestras expectativas o deseos personales.

Élder Neal A. Maxwell enseñó: “La verdadera fe consiste en confiar en que Dios sabe más que nosotros lo que necesitamos. Aceptamos Su voluntad, no solo Su poder.”
(“Sumisión de nuestra voluntad a la de Dios,” Conferencia General, octubre 1995).

Oliver Cowdery esperaba traducir, pero el Señor lo llamó a ser escriba. Esta experiencia ilustra cómo Dios guía a sus hijos hacia lo que es mejor para Su obra y para ellos mismos, aunque al principio no lo comprendan.

Las quejas suelen surgir cuando no reconocemos las bendiciones o cuando nos enfocamos en lo que carecemos en lugar de lo que hemos recibido. La gratitud es la clave para superar esta tendencia.

Presidente Henry B. Eyring dijo: “Si tomamos un momento para reflexionar sobre las muchas maneras en que el Señor nos ha bendecido, el deseo de quejarnos se desvanecerá.”
(“Oh, recuerda, recuerda,” Conferencia General, octubre 2007).

Al animar a Oliver a no quejarse, el Señor le estaba invitando a reconocer el privilegio de ser parte de la obra de traducción del Libro de Mormón, una tarea sagrada con un impacto eterno.

El Señor a menudo trabaja de maneras que pueden no ser evidentes o comprensibles para nosotros en el momento. La queja puede reflejar una falta de confianza en Su plan.

Isaías 55:8-9: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.”

La invitación a no quejarse es un recordatorio de que Dios ve el panorama completo y sabe qué es lo mejor para cada uno de Sus hijos.

Quejarse puede cerrarnos a la guía del Espíritu. Cuando estamos enfocados en lo que percibimos como nuestras propias dificultades, podemos pasar por alto las bendiciones y las oportunidades que Dios pone delante de nosotros.

Élder Jeffrey R. Holland enseñó: “Debemos aprender a ser agradecidos incluso cuando las cosas no salen como esperamos, porque la queja y la duda cierran la puerta a la revelación.”
(“Un clamor desde la cima de la cruz,” Conferencia General, abril 2009).

Oliver tuvo que aprender que su papel en ese momento no era lo que había esperado, pero era igualmente esencial en el plan divino.

El Señor corrige con amor. La frase “no te quejes” no busca reprender a Oliver de manera severa, sino recordarle que la humildad y la aceptación de la voluntad de Dios son necesarias para avanzar en Su obra.

Élder D. Todd Christofferson dijo: “El Señor nos ama lo suficiente como para corregirnos. La corrección divina no es una señal de rechazo, sino una evidencia de Su amor y preocupación.”
(“Cuando el Señor corrige a los que ama,” Conferencia General, abril 2011).

Esta frase nos invita a reflexionar sobre nuestras propias actitudes cuando enfrentamos desafíos o cuando nuestras expectativas no se cumplen. En lugar de quejarnos, podemos: Agradecer a Dios por lo que hemos recibido. Reconocer que nuestras pruebas son una oportunidad para crecer. Confiar en que el Señor nos está guiando hacia lo que es mejor para nosotros.

Presidente Russell M. Nelson enseñó: “La gratitud es una expresión del amor y la fe que sentimos hacia Dios. En todas las cosas, debemos dar gracias, porque en Sus manos, incluso nuestras pruebas pueden convertirse en bendiciones.”
(“Da gracias a Dios,” Mensaje especial, noviembre 2020).

La instrucción “No te quejes, hijo mío” es una lección eterna sobre gratitud, confianza y humildad en la obra de Dios. Nos enseña que, aunque nuestras expectativas puedan no cumplirse como esperamos, el Señor tiene un plan más elevado. Cuando dejamos de quejarnos y aceptamos Su voluntad con fe, nos abrimos a mayores bendiciones y crecimiento espiritual. Tal como el Señor guió a Oliver Cowdery, Él también guía a cada uno de nosotros hacia el cumplimiento de Su propósito eterno.


— Doctrina y Convenios 9:8. La frase “…debes estudiarlo en tu mente;…” introduce un principio doctrinal fundamental sobre el proceso de recibir revelación y tomar decisiones en el Evangelio de Jesucristo. Este principio subraya el equilibrio entre el esfuerzo intelectual y la guía divina, mostrando que Dios espera que utilicemos tanto nuestras facultades mentales como nuestra fe espiritual en nuestra búsqueda de la verdad y al recibir respuestas a nuestras oraciones.

La instrucción de “estudiarlo en tu mente” enfatiza que el Señor espera que utilicemos nuestras capacidades mentales y esfuerzos antes de buscar Su guía. Este principio es consistente con el patrón divino de no hacer por nosotros lo que podemos hacer por nosotros mismos.

Presidente Russell M. Nelson enseñó: “El Señor ama el esfuerzo, porque el esfuerzo nos lleva a crecer. Él espera que pensemos, que estudiemos y que tomemos decisiones con seriedad antes de pedir Su ayuda.” (“La fe para seguir adelante,” Conferencia General, abril 2020).

Dios no pretende que la revelación sea un sustituto del razonamiento ni del aprendizaje, sino un complemento y una confirmación.

Dios nos ha dado la capacidad de razonar, aprender y tomar decisiones. Estudiar en la mente implica analizar los hechos, ponderar opciones y considerar posibles resultados.

Élder Richard G. Scott enseñó: “El estudio profundo y la meditación son pasos esenciales para invitar la revelación. Debemos esforzarnos para hacer todo lo que esté a nuestro alcance antes de buscar una confirmación divina.” (“Cómo obtener revelación y entendimiento,” Conferencia General, abril 2012).

Este proceso fomenta el crecimiento personal y nos prepara para reconocer y actuar según la guía del Espíritu.

La frase enseña que la revelación divina suele ser un proceso, no una experiencia inmediata. Primero estudiamos, luego preguntamos y, finalmente, recibimos confirmación si nuestras decisiones son correctas.

Doctrina y Convenios 58:26-28 dice: “Porque he aquí, no es conveniente que yo mande en todas las cosas; porque el que es compelido en todas las cosas, el mismo es un siervo inútil… porque los hombres deben estar ansiosos por hacer muchas cosas por su propia voluntad y efectuar mucha justicia.”

Este patrón revela que el Señor nos da espacio para desarrollar nuestra propia capacidad de tomar decisiones justas.

El estudio cuidadoso y la meditación no solo son un prerrequisito para recibir revelación, sino también una parte integral de nuestro aprendizaje espiritual. La mente y el espíritu trabajan juntos en armonía.

Élder David A. Bednar enseñó: “La inspiración puede llegar como un pensamiento claro o un sentimiento de paz mientras ponderamos y estudiamos. Estudiar en nuestra mente abre la puerta para que el Espíritu Santo confirme lo que es correcto.” (“El Espíritu de revelación,” Conferencia General, abril 2011).

Oliver Cowdery aprendió que no bastaba con simplemente orar; necesitaba involucrar activamente su mente en el proceso.

Estudiar en la mente implica un nivel de responsabilidad. Dios espera que hagamos todo lo posible para tomar decisiones basadas en principios correctos antes de buscar confirmación.

Presidente Gordon B. Hinckley explicó: “Dios nos dio la capacidad de pensar, razonar y decidir. La revelación divina no debe ser una excusa para no usar estos dones.” (“Buscad conocimiento,” Conferencia General, abril 1996).

Este enfoque refuerza nuestra fe al enseñarnos a confiar en nuestra capacidad de actuar de acuerdo con los principios del Evangelio.

La enseñanza de “estudiarlo en tu mente” es aplicable a todas las decisiones importantes que enfrentamos. Desde elegir una carrera hasta resolver desafíos personales, este principio nos recuerda que debemos: Recolectar información relevante. Analizar las opciones cuidadosamente. Ponderar los principios del Evangelio. Orar para buscar confirmación divina.

La frase “…debes estudiarlo en tu mente;…” enseña que la revelación no sustituye el esfuerzo humano, sino que lo complementa. Dios nos llama a ser agentes activos en nuestro propio aprendizaje y progreso espiritual. Como enseñó el presidente Russell M. Nelson:
“Cuando hacemos nuestra parte —estudiamos, reflexionamos, actuamos con fe y buscamos guía divina—, el cielo se abre y recibimos la luz que necesitamos para tomar decisiones correctas.”
(“Revelación para la Iglesia, revelación para nuestras vidas,” Conferencia General, abril 2018).

“…haré que tu pecho arda dentro de ti;” Esta frase describe uno de los métodos por los cuales el Espíritu Santo confirma la verdad a los hijos de Dios. Este “arder en el pecho” se refiere a una experiencia espiritual en la que el Espíritu comunica paz, calor espiritual y una certeza que trasciende las palabras. Es un concepto fundamental en la doctrina de la revelación personal.

A continuación, se presenta un análisis doctrinal basado en este principio, respaldado por enseñanzas de las Escrituras y de las autoridades generales de la Iglesia:

El “arder en el pecho” es una manera en que el Espíritu Santo confirma que una decisión, acción o pensamiento es correcto. Esta experiencia puede incluir sentimientos de paz, gozo y certeza espiritual.

La frase “…haré que tu pecho arda dentro de ti;” es una descripción sagrada de cómo el Espíritu Santo comunica la verdad y confirma nuestras decisiones. Este principio nos recuerda que la revelación requiere esfuerzo, preparación espiritual y fe. Como enseñó el presidente Russell M. Nelson: “El Señor desea comunicarse con nosotros y confirmarnos Sus caminos. Cuando aprendemos a reconocer la voz del Espíritu, podemos caminar con confianza y recibir guía en todas las cosas.”
(“Revelación para la Iglesia, revelación para nuestras vidas,” Conferencia General, abril 2018).

“¿No he hablado paz a tu mente concerniente al asunto? ¿Qué mayor testimonio puedes tener que el de Dios?” D. y C. 6:23.

El “arder en el pecho” no siempre es una experiencia física, sino un sentimiento espiritual que da claridad y convicción.

Presidente Boyd K. Packer enseñó: “El ardor en el pecho es más que calor físico; es un sentimiento de paz, calma y confirmación que proviene del Espíritu Santo.”
(“La luz de Cristo,” Conferencia General, abril 2005).

Esta frase enfatiza el papel del Espíritu Santo como maestro divino que da testimonio de la verdad. El ardor en el pecho es una de las muchas formas en que el Espíritu comunica su mensaje.

Élder David A. Bednar explicó: “El Espíritu Santo habla a nuestra mente y a nuestro corazón. Algunas veces se siente como un ardor en el pecho; otras, como claridad mental o paz interior.”
(“El Espíritu de revelación,” Conferencia General, abril 2011).

El ardor es una experiencia única y sagrada, pero no es la única manera en que el Espíritu Santo confirma la verdad.

El ardor en el pecho a menudo se asocia con una profunda paz y seguridad espiritual, una paz que puede venir incluso en momentos de incertidumbre.

Juan 14:26-27: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da.”

El ardor no es algo emocional o momentáneo, sino una confirmación espiritual que fortalece nuestra fe y confianza en Dios.

El ardor en el pecho viene como resultado de un esfuerzo sincero para buscar la verdad. Requiere que estemos en sintonía con el Espíritu a través de la fe, la oración y el estudio.

Élder Richard G. Scott enseñó: “La revelación viene en respuesta a la preparación y el esfuerzo espiritual. No es automática, sino un don que se recibe cuando vivimos de manera digna.”
(“Cómo obtener revelación y entendimiento,” Conferencia General, abril 2012).

Oliver Cowdery fue instruido a estudiar en su mente y luego buscar la confirmación espiritual, un proceso que requiere esfuerzo y fe.

Aunque el “arder en el pecho” es una forma de recibir revelación, no todos lo experimentan de la misma manera. Algunas personas sienten paz, claridad mental o un pensamiento persistente que guía sus decisiones.

Presidente Dallin H. Oaks explicó: “El ardor en el pecho no siempre es un sentimiento físico; puede ser una tranquilidad espiritual o un entendimiento claro que nos asegura que estamos en el camino correcto.” (“Revelación personal,” Conferencia General, abril 2021).

Jay Jensen: Hace años, en una reunión de expresidentes de misión, revisamos diferentes formas de mejorar la espiritualidad de los misioneros. Una persona dijo: “Necesitamos ayudar a todos los misioneros a experimentar y reconocer el ‘ardor en el pecho’ enseñado en Doctrina y Convenios 9:7–9.” Un miembro del Primer Quórum de los Setenta compartió entonces la siguiente experiencia:

Uno de los miembros del Quórum de los Doce visitó la misión que presidía el Setenta. Mientras viajaban a la siguiente conferencia de zona, el Apóstol le dijo: “Me pregunto si podrías haber dejado una impresión en los misioneros que ha creado más problemas de los que puedes resolver. Mientras he viajado por la Iglesia, he encontrado relativamente pocas personas que hayan experimentado un ardor en el pecho. De hecho, muchas personas me han dicho que se sienten frustradas porque nunca han sentido esa sensación, a pesar de haber orado o ayunado durante largos períodos de tiempo.

Explicó que Doctrina y Convenios 9:7–9 fue dado en relación con el proceso de traducir registros sagrados. Allí el ardor en el pecho era apropiado. Dijo que el principio puede aplicarse a la revelación personal, pero más precisamente se relaciona con la traducción del Libro de Mormón. Aconsejó al presidente de misión que remitiera a los misioneros a otras referencias sobre el Espíritu Santo, como la escritura que dice:
“¿No hablé paz a vuestra mente acerca del asunto? ¿Qué mayor testimonio podéis tener que de Dios?” (D. y C. 6:23).

Con los años, he tratado de aprender las diferentes maneras en que trabaja el Espíritu del Señor. Seguramente, Dios habla desde el cielo, pero manifiesta, confirma o da dirección de diversas formas. (“Have I Received an Answer from the Spirit?” Ensign, Abril de 1989, 21–22)

Dallin H. Oaks: Este [ardor en el pecho] puede ser una de las enseñanzas más importantes y malentendidas de toda Doctrina y Convenios. Las enseñanzas del Espíritu a menudo vienen como sentimientos. Ese hecho es de suma importancia, pero algunos malinterpretan lo que significa. He conocido personas que me dijeron que nunca han recibido un testimonio del Espíritu Santo porque nunca sintieron que su pecho “ardiera dentro de ellos”.

¿Qué significa un “ardor en el pecho”? ¿Debe ser una sensación de calor físico, como el calor producido por la combustión? Si ese es el significado, yo nunca he tenido un ardor en el pecho. Seguramente, la palabra ardor en esta escritura significa una sensación de consuelo y serenidad. Ese es el testimonio que muchos reciben. Esa es la forma en que funciona la revelación.

Realmente, la voz apacible y delicada es exactamente eso: “apacible” y “delicada”.
“El lenguaje de paz, tal como lo habla el Señor, abarca un sentido de confianza tranquila, consuelo y calidez. Es gentil y calmado, amable y dulce; es moderado y bondadoso; es ordenado y se identifica por la felicidad, el gozo y los sentimientos de amor” (Joseph Fielding McConkie y Robert L. Millet, The Holy Ghost [1989], 14).
(“Teaching and Learning by the Spirit,” Ensign, marzo de 1997, 13)

Boyd K. Packer: Este ardor en el pecho no es puramente una sensación física. Es más como una cálida luz que brilla dentro de tu ser.
Describir los susurros del Espíritu Santo a alguien que no los ha experimentado es muy difícil.
(“Personal Revelation: The Gift, the Test, and the Promise,” Ensign, November de 1994, 60)

“…por tanto, sentirás que está bien.” Esta frase representa un principio fundamental sobre cómo el Espíritu Santo confirma la verdad y guía nuestras decisiones. Este sentimiento de “estar bien” no es meramente emocional, sino un testimonio espiritual que ofrece paz, claridad y certeza en el corazón y la mente. Es parte del proceso de recibir revelación y actuar conforme a la voluntad de Dios.

La frase subraya que uno de los métodos del Espíritu Santo para confirmar la verdad es el sentimiento de paz y seguridad en el corazón. Este sentimiento de “estar bien” es una forma en que el Espíritu Santo guía a los hijos de Dios.

Doctrina y Convenios 6:23: “¿No he hablado paz a tu mente concerniente al asunto? ¿Qué mayor testimonio puedes tener que el de Dios?”

El Espíritu Santo proporciona una tranquilidad espiritual que asegura al receptor que su decisión o comprensión está en armonía con la voluntad de Dios.

Presidente Boyd K. Packer enseñó: “El Espíritu Santo es un maestro suave y apacible. Nos hablará a través de pensamientos y sentimientos de paz.”
(“La luz de Cristo,” Conferencia General, abril 2005).

Sentir que algo “está bien” es una manifestación del fruto del Espíritu. Según las Escrituras, estos sentimientos incluyen paz, gozo y seguridad.

Gálatas 5:22-23: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.”

El sentimiento de que algo “está bien” está alineado con estos frutos y confirma que el curso de acción o pensamiento está en armonía con los principios del Evangelio.

El proceso de sentir que algo “está bien” incluye tanto una claridad mental como un testimonio en el corazón. El Señor enseña que el Espíritu habla de estas dos maneras.

Doctrina y Convenios 8:2: “Sí, he aquí, te hablaré en tu mente y en tu corazón, por medio del Espíritu Santo, el cual vendrá sobre ti y morará en tu corazón.”

El equilibrio entre el intelecto y los sentimientos espirituales garantiza que nuestras decisiones se basen en la guía del Espíritu, no solo en emociones pasajeras.

Élder David A. Bednar explicó: “El Espíritu Santo nos guía de maneras sutiles, pero poderosas. A menudo, sentimos paz y una claridad que confirma nuestras decisiones.”
(“El Espíritu de revelación,” Conferencia General, abril 2011).

No siempre es fácil reconocer estas confirmaciones espirituales. Requiere experiencia y práctica espiritual para distinguir entre la guía del Espíritu y los deseos personales.

Presidente Dallin H. Oaks enseñó: “El Espíritu no siempre viene con un fuerte ardor en el pecho. A menudo es un sentimiento tranquilo, una seguridad apacible de que estamos en el camino correcto.” (“Revelación personal,” Conferencia General, abril 2021).

Oliver Cowdery aprendió en este pasaje que debía buscar y reconocer estas confirmaciones espirituales después de haber estudiado y considerado cuidadosamente su decisión.

Una vez que sentimos que algo “está bien”, el siguiente paso es actuar con fe en esa confirmación. La revelación se fortalece cuando tomamos decisiones basadas en la guía del Espíritu.

Élder Richard G. Scott enseñó: “El Señor bendice a quienes actúan con fe según el conocimiento que ya han recibido, incluso cuando las respuestas no sean completas o inmediatas.” (“Cómo obtener revelación y entendimiento,” Conferencia General, abril 2012).

Este principio ayuda a construir confianza en el proceso de recibir revelación y a fortalecer nuestra relación con Dios.

La frase “…por tanto, sentirás que está bien.” encapsula la forma en que el Espíritu Santo confirma la verdad a los hijos de Dios. Este principio requiere fe, esfuerzo y sensibilidad espiritual para reconocer la guía divina. Como enseñó el presidente Russell M. Nelson: “Cuando el Espíritu nos confirma que algo está bien, podemos proceder con confianza, sabiendo que estamos en armonía con la voluntad de Dios.”
(“Revelación para la Iglesia, revelación para nuestras vidas,” Conferencia General, abril 2018).

Ezra Taft Benson: ¿Notaste esa última frase? “Sentirás que está bien.”
Escuchamos las palabras del Señor más a menudo por un sentimiento. Si somos humildes y sensibles, el Señor nos inspirará a través de nuestros sentimientos. Es por eso que las impresiones espirituales, en ocasiones, nos mueven a una gran alegría, a veces a lágrimas. Muchas veces mis emociones se han vuelto tiernas y mis sentimientos muy sensibles al ser tocados por el Espíritu. (“Seek the Spirit of the Lord,” Ensign, abril de 1988, 4)

Spencer W. Kimball: Aprender el lenguaje de la oración es una experiencia gozosa de toda la vida. A veces, las ideas inundan nuestra mente mientras escuchamos después de nuestras oraciones. A veces, los sentimientos nos presionan. Un espíritu de calma nos asegura que todo estará bien. Pero siempre, si hemos sido honestos y sinceros, experimentaremos un buen sentimiento: un sentimiento de calidez hacia nuestro Padre Celestial y un sentido de Su amor por nosotros. Me ha apenado que algunos de nosotros no hayamos aprendido el significado de esa calma, ese calor espiritual, porque es un testimonio de que nuestras oraciones han sido escuchadas. Y dado que nuestro Padre Celestial nos ama con más amor del que tenemos incluso por nosotros mismos, significa que podemos confiar en Su bondad; podemos confiar en Él; significa que si continuamos orando y viviendo como debemos, la mano de nuestro Padre nos guiará y nos bendecirá. (“Pray Always,” Ensign, octubre de 1981, 5)


— Doctrina y Convenios 9:9. La frase “…si no estuviere bien, no sentirás tal cosa,…” enseña un principio clave en la doctrina de la revelación personal: el Señor no solo confirma lo que es correcto, sino que también nos advierte o nos detiene cuando algo no lo es. Esta enseñanza resalta el papel del Espíritu Santo como guía para discernir entre lo correcto y lo incorrecto, y nos invita a desarrollar sensibilidad espiritual para reconocer tanto las confirmaciones como las advertencias divinas.

Enseña que la falta de confirmación espiritual, o un estupor de pensamiento, es una manera en que el Espíritu Santo nos protege y nos guía. Este principio nos ayuda a afinar nuestra capacidad de discernir la voluntad de Dios, desarrollando sensibilidad espiritual y humildad para aceptar Su dirección. Como enseñó el presidente Russell M. Nelson: “Cuando el Espíritu no confirma una decisión, debemos estar dispuestos a detenernos, reconsiderar y buscar Su guía con mayor diligencia. Esa es una muestra de Su amor y protección.”
(“Revelación para la Iglesia, revelación para nuestras vidas,” Conferencia General, abril 2018).

La falta de confirmación espiritual, descrita aquí como no sentir nada, o experimentar un “estupor de pensamiento”, es una manera en que el Espíritu Santo nos comunica que un curso de acción o decisión no es correcto.

Este estupor de pensamiento puede incluir confusión, falta de paz o un vacío espiritual, y es una señal clara de que debemos reconsiderar nuestras decisiones o acciones.

Presidente Boyd K. Packer explicó: “El Espíritu Santo no solo confirma la verdad, sino que también nos advierte cuando algo no es correcto mediante un vacío espiritual o una sensación de incomodidad.”
(“La luz de Cristo,” Conferencia General, abril 2005).

El Espíritu Santo nos protege al no permitir que avancemos por un camino que no es correcto. Este principio nos enseña que la ausencia de paz o claridad es una señal de advertencia divina.

Élder David A. Bednar enseñó: “Cuando nuestras decisiones no son correctas, el Espíritu Santo puede advertirnos con sentimientos de incomodidad, incertidumbre o confusión. Este es un acto de amor de nuestro Padre Celestial.”
(“El Espíritu de revelación,” Conferencia General, abril 2011).

La falta de confirmación espiritual no es un rechazo, sino una invitación a reevaluar y buscar la voluntad de Dios.

Este versículo también enseña que la revelación es un proceso, no un evento instantáneo. Podemos recibir confirmación de lo correcto o advertencias sobre lo incorrecto a través de pasos progresivos de estudio, oración y sensibilidad espiritual.

Élder Richard G. Scott explicó: “Dios nos guía por medio de pequeños pasos, confirmando lo correcto y redirigiendo lo incorrecto, para que podamos aprender y crecer en nuestro entendimiento espiritual.” (“Cómo obtener revelación y entendimiento,” Conferencia General, abril 2012).

El estupor de pensamiento ayuda a afinar nuestro discernimiento y nos enseña a confiar más en el Espíritu.

El proceso de sentir o no sentir confirmación requiere que primero actuemos con fe y esfuerzo. Dios espera que utilicemos nuestras facultades mentales y espirituales antes de buscar Su confirmación o corrección.

Doctrina y Convenios 58:26-27: “Porque he aquí, no es conveniente que yo mande en todas las cosas… porque los hombres deben estar ansiosos por hacer muchas cosas por su propia voluntad.”

El Señor no proporciona respuestas completas sin nuestra participación activa, y el estupor de pensamiento es una herramienta para redirigir nuestros esfuerzos cuando estamos en el camino equivocado.

Reconocer la ausencia de confirmación espiritual es tan importante como reconocer las confirmaciones. Esta sensibilidad espiritual se desarrolla a través de la oración, el estudio de las Escrituras y la obediencia a los mandamientos.

Presidente Dallin H. Oaks enseñó: “Cuando no sentimos paz o claridad, debemos considerar la posibilidad de que nuestras decisiones no estén alineadas con la voluntad de Dios y buscar más guía espiritual.”
(“Revelación personal,” Conferencia General, abril 2021).

Oliver Cowdery aprendió que su falta de éxito en la traducción era una señal de que no estaba listo para esa responsabilidad en ese momento.

Richard G. Scott: Es vitalmente importante reconocer que el Señor también responde de una tercera manera a la oración al retener una respuesta. ¿Por qué haría eso?
Él es nuestro Padre perfecto. Nos ama más allá de nuestra capacidad de entender. Sabe lo que es mejor para nosotros. Ve el final desde el principio. Quiere que actuemos para ganar la experiencia necesaria:

  • Cuando responde sí, es para darnos confianza.
  • Cuando responde no, es para prevenir errores.
  • Cuando retiene una respuesta, es para que crezcamos a través de la fe en Él, la obediencia a Sus mandamientos y la disposición a actuar según la verdad.

Se espera que asumamos la responsabilidad al actuar sobre una decisión que sea consistente con Sus enseñanzas, sin confirmación previa. No debemos sentarnos pasivamente esperando o murmurar porque el Señor no ha hablado. Debemos actuar.
(“Learning to Recognize Answers to Prayer,” Ensign, November de 1989, 31)

“…sino que te sobrevendrá un estupor de pensamiento que te hará olvidar lo que está mal;” Esta frase nos enseña un principio doctrinal esencial sobre cómo el Espíritu Santo guía y redirige nuestras decisiones. Este estupor de pensamiento no es simplemente una confusión o falta de claridad mental, sino una herramienta divina para protegernos y ayudarnos a discernir la voluntad de Dios.

El estupor de pensamiento es una forma en que el Espíritu Santo comunica que un curso de acción no está alineado con la voluntad de Dios. A menudo se manifiesta como confusión, inquietud o una falta de paz en nuestra mente y corazón.

Élder Richard G. Scott explicó: “Cuando una decisión no está en armonía con la voluntad de Dios, el Espíritu puede provocar un sentimiento de vacío, confusión o falta de claridad. Esta es una advertencia para reconsiderar.”
(“Cómo obtener revelación y entendimiento,” Conferencia General, abril 2012).

El estupor de pensamiento es una señal divina para detenernos, reflexionar y buscar una nueva dirección.

Para reconocer el estupor de pensamiento como una advertencia del Espíritu, necesitamos cultivar sensibilidad espiritual. Esto se logra mediante la oración, el estudio de las Escrituras y la obediencia a los mandamientos.

Élder David A. Bednar enseñó: “El Espíritu Santo no siempre habla con voz audible, sino que a menudo nos guía mediante impresiones sutiles que requieren atención cuidadosa y un corazón sensible.”
(“El Espíritu de revelación,” Conferencia General, abril 2011).

Un estupor de pensamiento es una manera sutil pero clara en que el Espíritu nos indica que debemos detenernos y reconsiderar.

La frase incluye el detalle de “olvidar lo que está mal,” lo que indica que, cuando algo no está alineado con la voluntad de Dios, no solo nos falta claridad, sino que también perdemos interés o comprensión en esa dirección.

Presidente Boyd K. Packer explicó: “El Espíritu Santo puede hacer que lo incorrecto parezca vacío o carente de importancia, ayudándonos a enfocarnos en lo que realmente es esencial.” (“La luz de Cristo,” Conferencia General, abril 2005).

Esta experiencia refuerza el principio de que Dios no solo guía hacia lo correcto, sino que también nos desvía de lo que no es Su voluntad.

El estupor de pensamiento es parte del proceso de recibir revelación. Si bien buscamos confirmación de lo correcto, también debemos estar abiertos a las señales de que algo no está bien.

Presidente Russell M. Nelson enseñó: “La revelación no siempre llega como respuestas inmediatas. A veces, el Señor nos redirige, bloqueando un camino o haciendo que otro parezca confuso o infructuoso.” (“Revelación para la Iglesia, revelación para nuestras vidas,” Conferencia General, abril 2018).

Oliver Cowdery aprendió que su incapacidad para continuar traduciendo era una señal del Espíritu para redirigir su enfoque hacia su llamado principal como escriba.

“…no puedes escribir lo que es sagrado a no ser que lo recibas de mí.” La frase enseña un principio doctrinal fundamental sobre la naturaleza de la revelación, la dependencia de Dios para transmitir verdades sagradas, y la santidad de las Escrituras y otros textos inspirados. Este principio subraya que las cosas sagradas no pueden ser creadas ni comprendidas por medios puramente humanos, sino que requieren la guía y confirmación divina.

La frase establece un principio claro de que las cosas sagradas solo pueden ser reveladas por Dios y comunicadas por medio del Espíritu Santo. Este principio subraya la necesidad de humildad, preparación espiritual y completa dependencia en Dios para recibir y transmitir Su palabra. Como enseñó el presidente Russell M. Nelson: “Nada que tenga valor eterno puede lograrse sin la ayuda del Señor. Dependemos completamente de Él para recibir y compartir Su verdad.” (“Deja que Dios prevalezca,” Conferencia General, octubre 2020).

El principio clave de esta frase es que las cosas sagradas —como las Escrituras, las palabras proféticas y las verdades espirituales— no pueden ser comprendidas ni transmitidas correctamente sin la ayuda de Dios. Este principio resalta la dependencia absoluta del ser humano en el poder divino.

2 Pedro 1:21: “Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.”

Esta escritura refleja que los textos sagrados y la doctrina no pueden originarse en la mente humana; deben ser revelados por el Espíritu Santo.

Presidente Boyd K. Packer enseñó: “La inspiración y la revelación son esenciales para comprender y comunicar las verdades de Dios. Ningún esfuerzo humano puede sustituir al poder divino.” (“El faro de la verdad,” Conferencia General, abril 2004).

La frase subraya que escribir lo que es sagrado es una responsabilidad elevada y requiere la dirección de Dios. Esto protege la pureza y la autoridad de las Escrituras y evita que sean alteradas por influencias humanas.

Doctrina y Convenios 1:37-38: “Escudriñad estos mandamientos, porque son verdaderos y fieles, y las profecías y promesas que en ellos se contienen se cumplirán todas. Lo que yo, el Señor, he hablado, lo he hablado, y no me excuso; y aunque pasen los cielos y la tierra, mi palabra no pasará.”

La revelación protege la autenticidad de las palabras de Dios, asegurando que sean transmitidas en su forma más pura.

El Espíritu Santo es el medio por el cual se reciben las verdades sagradas. Este proceso requiere estar espiritualmente preparado y digno para ser un canal de comunicación divina.

Élder Richard G. Scott explicó: “Las Escrituras y las palabras inspiradas no son creadas, sino recibidas. Dependen de la sensibilidad espiritual y de la disposición del receptor para actuar según la dirección del Espíritu.”
(“Cómo obtener revelación y entendimiento,” Conferencia General, abril 2012).

Oliver Cowdery no pudo continuar con la traducción porque no estaba recibiendo las palabras de Dios, lo que demuestra la necesidad de estar en completa sintonía con el Espíritu Santo.

Esta frase nos enseña que debemos reconocer nuestra total dependencia de Dios cuando buscamos comprender o comunicar verdades sagradas. No podemos confiar únicamente en nuestras habilidades o conocimientos humanos.

Presidente Russell M. Nelson enseñó: “El proceso de recibir revelación exige humildad, preparación espiritual y la voluntad de actuar según lo que el Señor revele. Nada sagrado puede lograrse sin Su ayuda.” (“Revelación para la Iglesia, revelación para nuestras vidas,” Conferencia General, abril 2018).

La frase también advierte contra el orgullo o la autosuficiencia al tratar con asuntos sagrados. Solo Dios puede otorgar el conocimiento necesario para escribir o hablar de lo sagrado.

Élder Dallin H. Oaks dijo: “El orgullo espiritual puede cerrar las puertas de la revelación. Debemos acercarnos a Dios con un corazón humilde y una mente abierta para recibir Su guía.” (“Revelación personal,” Conferencia General, abril 2021).

Dallin H. Oaks: En la adquisición de conocimiento sagrado, la erudición y la razón no son alternativas a la revelación. Son un medio para un fin, y el fin es la revelación de Dios.

Dios ha prometido que si le pedimos, recibiremos “revelación tras revelación, conocimiento tras conocimiento, para que [podamos] conocer los misterios y las cosas pacíficas: aquello que trae gozo, aquello que trae vida eterna” (D. y C. 42:61).

En nuestra época, estamos experimentando una explosión de conocimiento sobre el mundo y su gente. Pero la gente del mundo no está experimentando una expansión comparable de conocimiento sobre Dios y Su plan para Sus hijos. Sobre ese tema, lo que el mundo necesita no es más erudición y tecnología, sino más rectitud y revelación. (“Alternate Voices,” Ensign, mayo de 1989, 30)


— Doctrina y Convenios 9:12. “…he dado a mi siervo José fuerza suficiente mediante…”La frase subraya el principio doctrinal de que Dios prepara, capacita y fortalece a Sus siervos para cumplir con Sus designios. Este versículo ilustra cómo el Señor otorga a Sus escogidos las habilidades, el poder y la fuerza necesarios para realizar Su obra, según Su sabiduría y propósito.

Se subraya el principio de que Dios prepara y capacita a Sus siervos para cumplir con Sus designios. Este principio no solo se aplicó a José Smith como el profeta de la restauración, sino que también se aplica a cada uno de nosotros. Dios nos da la fortaleza espiritual y las herramientas necesarias para cumplir con las responsabilidades que nos asigna, asegurándonos que, si confiamos en Él, tendremos éxito en Su obra. Como enseñó el presidente Russell M. Nelson: “Cuando Dios nos llama, nos califica. Él no nos deja solos, sino que nos fortalece y nos guía a cada paso del camino.”
(“Revelación para la Iglesia, revelación para nuestras vidas,” Conferencia General, abril 2018).

Esta frase enseña que Dios no solo llama a Sus siervos, sino que también les da la fuerza necesaria para cumplir con Su obra. La fortaleza que el Señor da a José Smith, como traductor del Libro de Mormón, es un ejemplo poderoso de cómo el Señor otorga dones espirituales y fortalece a quienes elige.

Éxodo 4:10-12: “Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! Nunca he sido hombre de fácil palabra… Y Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre?… Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca y te enseñaré lo que hayas de hablar.”

Dios fortaleció a Moisés, como fortaleció a José, para cumplir con una tarea que humanamente podría haber parecido imposible.

Élder Jeffrey R. Holland enseñó: “Dios no solo llama a los débiles, sino que los capacita. Él magnifica nuestras habilidades y nos da fortaleza para hacer lo que por nosotros mismos no podríamos lograr.” (“Un grupo de obreros felices,” Conferencia General, abril 2012).

El Señor confiere fuerza espiritual a Sus siervos a través del poder del Espíritu Santo. Esta fortaleza no solo incluye habilidades físicas o mentales, sino también una capacidad espiritual para soportar pruebas y cumplir con responsabilidades sagradas.

Éter 12:27: “Y si los hombres vienen a mí, les mostraré su debilidad… porque la fe, la esperanza y la caridad traen fuerza suficiente para cumplir con mis propósitos.”

La fuerza que el Señor da no depende de nuestras habilidades naturales, sino de nuestra disposición para confiar en Él.

Presidente Russell M. Nelson dijo: “Dios da poder espiritual y fortaleza a aquellos que se esfuerzan por seguirlo. Esta fortaleza va más allá de nuestras capacidades mortales y nos permite hacer Su obra.” (“Paz en Cristo,” Conferencia General, abril 2019).

José Smith, como traductor del Libro de Mormón, fue fortalecido por Dios para cumplir una obra que requería no solo habilidades intelectuales, sino una conexión profunda con el Espíritu Santo. Su fortaleza vino del Señor y no de sí mismo.

Élder Neal A. Maxwell explicó: “José Smith, siendo joven e inexperto, fue llamado a traducir un registro sagrado. La fortaleza divina le permitió llevar a cabo esta tarea monumental, cumpliendo así con los propósitos de Dios.”
(“El profeta José Smith: un ejemplo de fortaleza divina,” Conferencia General, abril 1985).

La fortaleza dada a José Smith es un recordatorio de que el Señor magnifica a Sus siervos y les da poder para realizar Su obra.

Este principio también se aplica a cada miembro de la Iglesia. El Señor da fortaleza a todos aquellos que buscan cumplir con sus llamamientos, enfrentar pruebas y ser instrumentos en Sus manos.

Presidente Thomas S. Monson enseñó: “A medida que sigamos al Señor, Él nos fortalecerá para que podamos enfrentar nuestras pruebas y cumplir con nuestros deberes. Nunca estamos solos.”
(“El llamado de un profeta,” Conferencia General, octubre 2008).

El Señor promete dar la “fuerza suficiente” para cumplir con Su obra. Esto no significa que la tarea será fácil, pero sí que Él nos proporcionará todo lo necesario para lograr Su propósito.

Élder David A. Bednar enseñó: “La fortaleza suficiente que el Señor nos da no elimina nuestras dificultades, pero nos permite soportarlas y superarlas con fe.”
(“Fortaleza espiritual en tiempos difíciles,” Conferencia General, octubre 2014).


Organización por temas


Versículos 1–6
Todavía han de traducirse otros anales antiguos


El Señor instruye a Oliver Cowdery después de que intentó traducir las planchas, pero no pudo continuar. La experiencia fue una lección profunda sobre los dones espirituales, la paciencia y la voluntad del Señor.

El Señor comienza reconociendo que Oliver no tradujo según lo que había deseado (v.1). Su anhelo era justo, pero la ejecución no fue conforme a la manera en que el Señor había establecido. Por eso, el Señor le manda que continúe en el rol de escribiente de José Smith, lo cual era también una parte esencial de la obra de traducción. Este principio enseña que el Señor asigna responsabilidades de acuerdo con Su sabiduría, y que cada llamamiento, aunque parezca más humilde, es fundamental en la edificación del Reino.

El Señor promete que en el futuro Oliver recibiría poder para ayudar en la traducción de otros anales (v.2). Con esto le asegura que su deseo no era incorrecto, pero que debía esperar el tiempo apropiado. Aquí se manifiesta un principio clave: los dones se reciben y ejercen de acuerdo con la sabiduría del Señor, no por la impaciencia del hombre.

La instrucción de “ten paciencia” (v.3) es central. Dios deja claro que aún no era el momento para que Oliver tradujera. En cambio, su misión inmediata era la de ser escribiente de José (v.4). Esto resalta que el Señor tiene una obra específica para cada uno, y que cumplir fielmente con la tarea asignada, aunque parezca secundaria, es lo que nos prepara para bendiciones mayores.

El Señor también señala que Oliver no perseveró con la fe y diligencia con las que había empezado cuando intentó traducir (v.5). La lección es clara: los dones espirituales requieren esfuerzo constante, disciplina y confianza en Dios. Al no mantener esa constancia, perdió temporalmente el privilegio. Esta enseñanza se aplica a todo discípulo: las bendiciones espirituales no se retienen con pasividad, sino que deben ser cultivadas con fidelidad.

Finalmente, el Señor advierte a Oliver que no debía quejarse (v.6). El Señor le recuerda que Su sabiduría está por encima de la comprensión humana, y que lo que Él hace es siempre para el bien y para el cumplimiento de Su obra. La invitación es a confiar plenamente en la voluntad divina, incluso cuando el resultado no es lo que uno esperaba.

Estos versículos enseñan una lección eterna sobre la paciencia y la sumisión a la voluntad de Dios. Oliver deseaba un don grandioso: traducir los anales antiguos. Sin embargo, el Señor le mostró que su papel principal era sostener a José como escribiente. No era un llamado menor, sino parte vital de la Restauración.

Doctrinalmente, aprendemos que el Señor reparte dones y privilegios según Su sabiduría y en el tiempo adecuado. Si no perseveramos con fe y constancia, esos dones pueden ser retenidos hasta que estemos preparados. También aprendemos que quejarse ante las decisiones de Dios revela una falta de confianza en Su sabiduría.

En resumen, esta sección enseña que cada asignación divina, por pequeña que parezca, es sagrada; que la paciencia es esencial en la obra del Señor; y que los dones se reciben y mantienen solo con fe constante. La verdadera fidelidad consiste en aceptar el lugar que Dios nos da en Su obra y desempeñarlo con humildad y diligencia, confiando en que Su plan siempre es perfecto.



Versículos 7–14
El Libro de Mormón se traduce por el estudio y por la confirmación espiritual.


El Señor corrige y enseña a Oliver Cowdery principios eternos sobre la revelación, la preparación espiritual y la fidelidad en Su obra.

El Señor comienza señalando el error de Oliver: “no has entendido; has supuesto que yo te lo concedería cuando no pensaste sino en pedirme” (v.7). Oliver había creído que con solo pedir recibiría el poder de traducir, pero el Señor le aclara que la revelación no funciona de manera pasiva. No basta con pedir; es necesario estudiar, meditar y esforzarse antes de solicitar confirmación divina. Aquí se enseña el principio de la sinergia entre el esfuerzo humano y la guía celestial.

El Señor explica el proceso de revelación: primero, “debes estudiarlo en tu mente” (v.8). Luego, preguntar con fe. Si la respuesta es afirmativa, el Espíritu lo confirmará con un ardor en el pecho, una sensación de paz y claridad que confirma que está bien. Pero si la respuesta es negativa, vendrá “un estupor de pensamiento” (v.9), es decir, confusión, olvido o incertidumbre, lo cual indica que la decisión no está alineada con la voluntad divina. Este modelo de revelación se ha convertido en uno de los principios más citados y prácticos en Doctrina y Convenios, pues enseña cómo los discípulos pueden reconocer la voz del Espíritu en su vida diaria.

El Señor añade que, si Oliver hubiese entendido este proceso, podría haber traducido, pero ahora el tiempo había pasado y no era oportuno (vv.10–11). Esto enseña que las oportunidades divinas tienen un momento señalado, y si no se aprovechan con fe y valentía, se pueden perder, aunque no necesariamente de manera definitiva. Oliver tuvo miedo, y ese temor le impidió seguir adelante. El Señor, sin embargo, no lo condena, sino que lo consuela recordándole que José Smith ha recibido la fuerza suficiente para cumplir con la traducción (v.12).

Finalmente, el Señor da palabras de ánimo: Oliver debía ser fiel, resistir la tentación y mantenerse firme en la obra que se le había encomendado (vv.13–14). Se le asegura que, si así lo hace, estará bajo la protección divina y será enaltecido en el día final. Este cierre muestra la misericordia del Señor, quien no descalifica a Sus siervos por sus debilidades, sino que los instruye, los corrige y les renueva el llamado con promesas de salvación.

Estos versículos nos enseñan una de las lecciones más claras sobre la revelación personal: Dios espera que Sus hijos piensen, estudien y razonen, y luego lleven sus conclusiones delante de Él para recibir confirmación espiritual. La revelación no reemplaza el esfuerzo humano, sino que lo complementa.

Doctrinalmente, también aprendemos que el temor puede hacernos perder oportunidades espirituales, pero que el Señor, en Su misericordia, provee otros caminos y no condena a Sus siervos cuando tropiezan. Además, este pasaje recalca que la fidelidad constante, la resistencia a la tentación y la confianza en el Señor aseguran la protección divina y la exaltación final.

En resumen, la experiencia de Oliver nos recuerda que el proceso de recibir revelación requiere mente y corazón, esfuerzo y fe, paciencia y humildad. La promesa final del Señor es que, si nos mantenemos firmes en la obra a la que hemos sido llamados, Él nos sostendrá y nos enaltecerá en el día postrero.

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