El Divino
Sistema De Consejos
Apprendamos a Ministrar
Juntos en La Iglesia Y En La Familia
M. Russell Ballard
Prefacio
E1 mundo en el cual vivimos en la actualidad está repleto de conceptos completamente opuestos a las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo. Al observar a nuestro derredor resultan evidentes las grandes presiones impuestas por Satanás. La familia, como institución, se ve acometida, y la juventud es constantemente bombardeada por las influencias del mal. En el transcurso de las últimas décadas se nos ha bendecido con maravillosos y variados adelantos tecnológicos, pero al mismo tiempo hemos sido testigos de un trágico incremento en la inmoralidad, el aborto, el divorcio, el maltrato infantil, la adicción a las drogas, la violencia y muchos otros males sociales.
Preocupa particularmente el efecto que todo esto está teniendo en la estabilidad de la familia. Por ejemplo, un comentarista social ha escrito que “el índice actual de nacidos fuera de la legitimidad del matrimonio carece de precedentes no sólo en los dos últimos siglos, sino que tampoco los tiene, según sabemos, en la totalidad de la historia estadounidense, ni más allá de la época de la colonización” (Himmelfarb, De- Moralization of Society 23). Y Lawrence Stone, destacado historiador familiar de la Universidad de Princeton, ha dicho: “El grado de desintegración matrimonial en el hemisferio occidental desde 1960 no tiene precedentes históricos de los que yo esté informado… No ha habido nada que se le pueda comparar durante los últimos dos mil años y aún más” (citado en Popenoe, “World without Fathers”, 13). Las circunstancias son tan diferentes hoy día en comparación con mis años de adolescente, cuando era un joven obispo y hasta cuando fui obispo por segunda vez. Como lo testificó el Presidente Ezra Taft Benson: “La iniquidad se está propagando rápidamente por todos los sectores de nuestra sociedad… Está más organizada, más astutamente disfrazada y más poderosamente promovida que nunca” (“I Testify”, Ensign, noviembre de 1988, 87).
Debido a estas condiciones, ya hace algunos años que he venido haciéndome la siguiente pregunta: ¿Cómo puede la Iglesia preparar mejor a sus miembros para hacer frente a los desafíos y las cambiantes circunstancias de esta época? Ya no resulta posible que un líder por sí solo, fuera éste un hombre o una mujer ni siquiera un padre o una madre- provea aquello que se necesita tan desesperadamente en la vida de nuestras familias y de los miembros de la Iglesia. Para estar en condiciones de guiar a los hijos de nuestro Padre Celestial hacia la vida eterna, debemos reunirnos en consejo y ayudarnos mutuamente.
A menudo pienso que la solución está en el inspirado sis- tema de consejos que tenemos en la Iglesia. Me resulta claro que el Señor nos ha dado un elemento magnífico para que podamos ministrar más eficazmente en favor de nuestra gente y solucionar los problemas a que se enfrentan las personas y las familias.
Descansa sobre cada uno de nosotros la responsabilidad primordial de satisfacer nuestras necesidades espirituales y temporales, y en la mayoría de los casos podemos recurrir a la ayuda, el consejo y el apoyo de familiares cercanos y otros parientes. Pero el Señor también ha establecido, tanto para usar en la Iglesia como en el hogar, un sistema de consejos destinado a fortalecer y a edificar a todo Santo de los Últimos Días. Este sistema abarca desde el Consejo de la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles hasta los consejos familiares, y todos cumplen una función importante en lo que atañe a bendecir la vida de la gente y a salvar almas. Dentro de la Iglesia, gran parte de esta sagrada obra se logra a nivel de estaca y de barrio. (Al ser citados en este libro, los términos estaca y barrio también se aplican a distrito y a rama.)
Muchos de nuestros obispos y presidentes de estaca están sobrecargados con los problemas personales de los miembros de la Iglesia sobre los cuales tienen mayordomía. Se debe utilizar todo recurso disponible para ganar la batalla por las almas de los hijos de nuestro Padre Celestial. Tengo la convicción de que la mejor manera de contribuir para que esa carga sea más liviana es pedir a los miembros de consejos de estaca y de barrio que colaboren tratando de encontrar las respuestas y llevando a la práctica las soluciones que ofrece el Evangelio de Jesucristo. Las páginas en blanco que se encuentran al final de este libro se pueden utilizar con el fin de escribir ideas para posterior implementatación.
En determinados casos estaría bien incluir a los líderes de las organizaciones auxiliares en las deliberaciones destinadas a encontrar soluciones prudentes a nuestros muchos desafíos. Las hermanas líderes son miembros de consejos de estaca y de barrio, así como de comités de bienestar de estaca y de barrio. Los líderes del sacerdocio no se pueden dar el lujo de pasar por alto la experiencia, la sabiduría, la sensibilidad y la percepción que las mujeres aportan a tales deliberaciones. Uno de mis propósitos principales al escribir este libro es alentar a los líderes del sacerdocio para que inviten a las hermanas a participar más activamente en la búsqueda de soluciones para los difíciles problemas con que batallan los miembros de la Iglesia.
Nuestros líderes han hecho declaraciones concretas que nos ayudan a entender mejor la contribución vital que las hermanas pueden hacer al reino del Evangelio. Consideremos el siguiente pedido del presidente Howard W. Hunter: “Soy de la opinión que existe una gran necesidad de instar a las mujeres de la Iglesia para que se unan y respalden a las Autoridades Generales en los esfuerzos por aplacar la ola de maldad que nos rodea y por avanzar en la obra de nuestro Salvador… Si le somos obedientes, constituiremos una mayoría, pero sólo si estamos unidos podremos cumplir con lo que nos ha encomendado hacer con miras al día en que le veremos” (“To the Women of the Church”, Ensign, noviembre de 1992, 96).
Es mi sincero deseo que este libro ayude a todos aquellos que han sido llamados para dirigir y para servir en el reino del Evangelio a cobrar una visión más amplia del poder que existe en los consejos que se han instituido en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
RECONOCIMIENTOS
Agradezco a las varias personas que han contribuido a la creación de este libro. Mi secretaria, Carolyn Hyde, me ha sido de gran ayuda en la investigación, así como en la preparación y en la revisión del texto. Varios amigos y colegas han leído diferentes esbozos de esta obra y ofrecieron excelentes recomendaciones para mejorarla. La asistencia prestada por Joseph Walker y por Andrew Allison contribuyó a sacar el trabajo adelante. Ron Millett y Sheri Dew, de Deseret Book, dieron gran impulso a este proyecto desde sus primeras etapas, y otros integrantes del equipo de Deseret Book, tales como Kent Ware, Suzanne Brady, Richard Erickson y Tonya Facemyer, convirtieron el manuscrito en una publicación final. Como siempre, quiero expresar mi amor y agradecimiento a mi esposa, Barbara, por su paciencia y constante estímulo. No obstante las excelentes contribuciones y sugerencias de las anteriormente mencionadas y de muchas otras personas, solamente yo me hago responsable por lo que está escrito en este libro.

























