Capítulo 9
“Razonemos Juntos”
Un miércoles por la noche, cierto obispo tenía unos pocos minutos entre dos entrevistas, así que decidió pasar por la capilla para ver cómo marchaban los ejercicios de apertura de la Mutual. Lo que vio lo frustró y mortificó bastante.
“No lo podía creer”, dijo con un movimiento de cabeza que denotaba desazón. “Tres de mis presbíteros estaban sentados sobre la mesa de la Santa Cena riéndose a carcajadas, mientras la presidenta de las Laureles trataba de dar comienzo a la reunión desde el púlpito. Algunas jovencitas estaban recostadas sobre los bancos de un lado de la capilla manteniendo una conversación muy animada, en tanto que un par de Scouts jugaban a las pulseadas sobre la baranda del estrado.
“Eché una mirada alrededor para ver qué era lo que estaban haciendo los asesores para retomar el control de la situación, pero sólo vi a dos de mis asesoras de las Mujeres Jóvenes conversando en el fondo de la capilla, al parecer ignorantes de lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Ni el presidente de los Hombres Jóvenes ni la presidenta de las Mujeres Jóvenes se hallaban en el salón en ese momento. Aquello era un verdadero caos.
El obispo fue hasta el frente de la capilla y restauró el orden, pero por el resto de la semana, no pudo quitar de su mente la imagen de aquellos adolescentes y algunos de sus líderes comportándose de una manera tan irrespetuosa en la capilla. Al domingo siguiente, en la reunión de obispado, comentó el incidente con sus consejeros y les preguntó qué opinaban que se debía hacer. Discutieron el asunto por unos momentos y decidieron que sería un buen tema para tratar en la reunión del consejo de barrio. Así fue que a la semana siguiente el obispo presentó su preocupación ante la totalidad del consejo. “En mi opinión”, dijo, “lo que tenemos entre manos es una falta de respeto hacia la capilla como un lugar especial, un recinto importante donde todos los domingos se lleva a cabo una ordenanza sagrada. ¿Cómo podemos enseñar eso a nuestros jóvenes para que lo entiendan?”
Un profundo silencio se produjo en la reunión. Todas las miradas estaban fijas en el obispo con gran expectativa. Finalmente, el líder del grupo de sumos sacerdotes habló: “¿Qué es lo que desea que hagamos, obispo?”, preguntó.
“No lo sé,” respondió el obispo. “Sinceramente no tengo ninguna respuesta en este caso. Tengo algunas ideas, pero realmente me interesa escuchar lo que puedan decirme. Ustedes son los padres de esos jóvenes; son sus líderes y maestros. Ustedes les conocen y les aman tanto como yo. Realmente quiero saber qué opinan. ¿Cómo llegamos a ellos? ¿Cómo les enseñamos?”.
“Muy bien”, dijo la presidenta de la Sociedad de Socorro, “si quiere que le diga la verdad, no es sólo la juventud la que tiene problemas para captar ese concepto. Hay personas mayores que tampoco parecen no saber cómo ser reverentes en la capilla”.
“Y las cosas se ponen todavía peor en el salón de actividades”, agregó el presidente del quórum de élderes. “¿Ha prestado atención a algunos de los incidentes que ocurren durante los partidos de basquetball de los hombres? Hay veces que me cuesta creer que la mayoría de los hermanos con quienes estoy jugando son ex misioneros y que estamos jugando en un centro de reuniones que ha sido dedicado. Ese solo hecho tendría que hacernos elevar un poco nuestras normas de comportamiento”.
“Tendríamos que tratar de captar la atención de todos los presentes desde el comienzo de la reunión sacramental”, comentó uno de los consejeros en el obispado. “Mi esposa me dijo que la semana pasada, cuando empecé a leer los anuncios, apenas si me oía por encima de todo el barullo que había en la capilla”.
“Muy bien, entonces estamos todos de acuerdo en cuanto a que existe un problema”, dijo el obispo. “¿Qué es lo que vamos a hacer al respecto?”
“Hay una canción que cantan los niños en la Primaria que me viene la mente”, dijo la presidenta de la Primaria. “Dice: `La reverencia es más que estar quietos; es recordar al Señor, ver las bendiciones del Padre en los cielos; es un sentimiento de amor. Cuando soy reverente, en mis actos se ve, mis palabras expresan bondad. Cuando soy reverente, yo sé que Jesús y el Padre muy cerca están”’ (“La reverencia es amor”, Canciones para los niños, 12).
“Considero que eso es lo que tenemos que enseñarles a nuestros niños, a nuestros jóvenes y a nuestros adultos”, continuó diciendo la presidenta de la Primaria. “No se trata solamente de estar callados durante la reunión sacramental. Este problema esta relacionado con el grado de amor y respeto que sentimos hacia nuestro Padre Celestial y el Señor Jesucristo. Cualquier cosa que hagamos que no se refiera a ese asunto en particular, no servirá para nada”.
“En otras palabras”, dijo el presidente de los Hombres Jóvenes, “el comportamiento irrespetuoso en la capilla es apenas una manifestación exterior de un problema mucho más profundo que parece existir en todo el barrio. Todo se resume a tener un testimonio personal. Si podemos fortalecer el testimonio de los miembros del barrio, seguramente querrán ser más reverentes.”
“Pero también debemos enseñarles qué es lo que constituye una conducta apropiada y qué es contrario a ella”, dijo la presidenta de las Mujeres Jóvenes. “No podemos dar por sentado que, si la gente tiene un testimonio firme, automáticamente sabrán cómo actuar en la capilla. Yo pienso que algunos de los jóvenes que se estaban comportando indebidamente la otra noche tienen un testimonio; simplemente no saben que no deben comportarse de esa manera en la capilla. Nadie les ha enseñado lo contrario, así que actúan en base a lo que ven hacer a otros”.
“Estoy de acuerdo con los dos puntos de vista”, dijo el obispo. “Tenemos que hacer un mejor trabajo al enseñar sobre el testimonio y la conducta. Entonces . . . ¿cómo lo logramos? Empecemos por el concepto de enseñar sobre la reverencia, el respeto y el amor hacia nuestro Padre Celestial y Su casa.
¿Qué podemos hacer para ayudar a nuestros miembros a ser más dedicados y sensibles espiritualmente?”
“Bueno, a mí me da la impresión de que los sumos sacerdotes más espirituales son aquellos que concurren al templo regularmente”, dijo el líder del grupo de los sumos sacerdotes. “La asistencia al templo hace crecer la percepción hacia los lugares sagrados. Yo sugeriría que hiciéramos un esfuerzo por ayudar a los miembros adultos a ser dignos de recibir y mantener la recomendación para el templo a fin de que puedan ser partícipes de las bendiciones que se reciben al ir a él con regularidad”.
“Ésa es una gran idea”, dijo la presidenta de la Sociedad de Socorro. “Pero no limitemos la buena influencia de la asistencia al templo a los adultos. Recuerdo la última vez que los jóvenes fueron a hacer bautismos por los muertos. Si lo que estamos tratando es de enseñar reverencia y respeto hacia el Señor, no hay mejor lugar que el templo para que ellos perciban ese sentimiento”.
“Excelente sugerencia”, añadió el obispo. “Pienso que nuestro plan debería ser una combinación de dignidad y adoración. ¿Se les ocurre algo más?”
“Tal vez podríamos considerar el trasladar los ejercicios de apertura de la Mutual al salón de la Primaria por un tiempo, al menos hasta que tengamos las cosas bajo control,” dijo el presidente de los Hombres Jóvenes. “De esa manera les haremos saber de una forma clara a la juventud que el tipo de comportamiento que tuvo lugar la semana pasada en la capilla es totalmente inaceptable y que ya no será tolerado”.
“O quizás podríamos enseñarles mejor a comportarse debidamente en la capilla”, dijo la presidenta de las Mujeres Jóvenes. “Como lo ha dicho el obispo, había sólo dos asesoras allí durante los ejercicios de apertura y no estaban haciendo nada por controlar la situación. Tal vez si dedicáramos más tiempo durante las clases a explicar lo que significa demostrar nuestro amor y respeto hacia el Señor, y si los asesores y asesoras se comprometieran a estar presentes con los jóvenes para asegurarse de que recuerden en la casa de quién están, podremos ayudarlos a aprender, por medio de experiencias positivas, lo que se siente cuando nos reunimos en la capilla con un espíritu de adoración”.
“Todo eso está muy bien, pero tenemos que seguir recor- dando que éste es un asunto que se aplica a otras personas además de los jóvenes”, dijo el líder misional del barrio. “¿Recuerdan a la familia que traje a la reunión sacramental hace un par de meses? Hubo dos cosas que realmente les molestaron sobre nuestra reunión: el llanto de los niños y el ruido en la capilla con todas las conversaciones de los adultos, especialmente durante esos minutos anteriores a que el obispo se pusiera de pie para dar comienzo a la reunión. Así que no pensemos que los adultos no necesitan instrucción en cuanto a la manera de comportarse en la capilla”.
“Muy bien, entonces, ¿cómo lo logramos?” preguntó el obispo.
Otra vez se produjo un gran silencio al considerar los miembros del consejo de barrio aquella pregunta.
“Quizás debemos preguntarnos a nosotros mismos qué es lo que queremos que suceda en vez de qué es lo que queremos hacer”, dijo la presidenta de las Mujeres Jóvenes. “¿Sería posible determinar los resultados que queremos lograr y después la manera de alcanzarlos?”
El grupo consideró la pregunta por un momento. “Algo que yo desearía que sucediera”, dijo uno de los consejeros del obispo, “es que la gente pudiera entrar en la capilla en cualquier momento y que todos se sintieran en un ambiente de calma, paz y reverencia”.
“Yo pienso que lo que queremos es que nuestras reuniones influyan espiritualmente en la vida de las personas que asisten a ellas”, dijo el presidente de la Escuela Dominical.
“Todo se resume a que queremos que la gente venga a la Iglesia y sienta el Espíritu”, dijo el presidente del quórum de élderes.
“Lo que es más, queremos que nuestros miembros aprendan a ser receptivos a ese Espíritu cuando está presente”, agregó la presidenta de la Primaria.
“Y queremos que la gente experimente el sentimiento de andar humildemente ante Dios, tanto aquí, en la iglesia, como en la vida diaria”, dijo la presidenta de la Sociedad de Socorro.
El obispo consideró esas sugerencias y asintió con la cabeza. “Sí, queremos que sucedan todas esas cosas”, dijo. “Y tenemos un par de buenas ideas para hacer que ocurran.
¿Alguien desea agregar algo más sobre el asunto?”
El líder misional del barrio levantó la mano con timidez. “No sé si será una buena idea decir esto, pero me da la impresión de que cualquier cosa que hagamos tiene que empezar con este grupo”, dijo. “Si salimos de aquí muy resueltos y después, el domingo, volvemos a conversar en voz alta en la capilla y en el estrado, o si hacemos cosas que son contrarias a crear un clima de respeto y reverencia en nuestras reuniones, no importa todo lo demás que hagamos y digamos. Nosotros tenemos que ser los que demostremos respeto y reverencia, particularmente en la capilla, y tenemos que ayudar a nuestras familias a ser parte de ese ejemplo.
“Miren a su alrededor”, continuó diciendo. “Hay once familias representadas en esta reunión, con un total de unas cincuenta o sesenta personas. Nuestros cónyuges trabajan en las varias organizaciones del barrio. Nuestros hijos participan en los Hombres Jóvenes, las Mujeres Jóvenes y la Primaria. Si logramos enseñar este concepto a nuestras propias familias, tendremos una base firme sobre la cual edificar el programa. Y si nos expandimos para incluir a las familias de quienes sirven con nosotros nuestros consejeros, asesores y miembros de las mesas directivas tendremos una increíble oportunidad de marcar una gran diferencia en la vida espiritual de los miembros de este barrio”.
Desearía agregar que demasiado a menudo nuestros miembros no muestran respeto hacia los maestros y los líderes. Son muchas las conversaciones personales que tienen lugar en las clases de la Escuela Dominical y durante las reuniones del sacerdocio y de la Sociedad de Socorro. El ruido y la confusión en nuestras capillas antes del comienzo de la reunión sacramental indicaría que no llegamos a entender claramente el significado de la reverencia. La reverencia se podría definir como un profundo respeto combinado con amor y admiración. Otras palabras que sirven para ayudarnos más a entender lo que es la reverencia son gratitud, honra y veneración. La raíz de la palabra, reverncia, también implica un elemento de temor. De tal modo, podría entenderse por reverencia una actitud de profundo respeto y amor, así como el deseo de honrar y de demostrar agradecimiento, conjuntamente con el temor de ofender a Dios. Sería maravilloso si pudiéramos entrar en la capilla y prepararnos para la reunión sacramental pasando unos minutos en silencio para reflexionar en cuanto a los dones y las bendiciones que hemos recibido. Me refiero a dones de paz, de perdón, de amor, de misericordia y de comprensión, así como el mayor de todos ellos: el de la vida eterna, el cual es posible gracias a la vida y el sacrificio de Jesucristo. ¿Tienen la más mínima idea de las cosas que podríamos descubrir y de las lecciones que podríamos aprender, si dedicáramos unos cinco o diez minutos, aretes de cada reunión sacramental, a escuchar el preludio musical y a meditar en cuanto a nuestra vida y a Aquel a quien hemos ido a adorar?
Pero regresemos a la reunión del consejo de barrio. El obispo echó una mirada a todos quienes estaban sentados a su alrededor e hizo una breve pausa para considerar las sugerencias del consejo. “Gracias, hermanos y hermanas”, dijo, con una sonrisa. “Han presentado excelentes ideas sobre lo que queremos que ocurra y lo que tenemos que hacer para que suceda. Me parece particularmente acertado lo del programa de dignidad y adoración en el templo. Considero que ése es, precisamente, el enfoque que el Señor querría que mantuviéramos. También me gusta la idea de enseñar reverencia y respeto por medio del precepto y el ejemplo, y estoy completamente de acuerdo con la sugerencia de que nosotros y nuestras respectivas familias seamos una gran influencia para el éxito de nuestros esfuerzos. Ésa es la dirección en que debemos encaminarnos. Ahora bien, dediquemos unos minutos a crear algunos planes específicos . . .”
¿Les resulta todo esto familiar? Espero que sí. Ésta es la manera como debe funcionar un consejo local de la Iglesia, con líderes visionarios y una participación franca de parte de todos los presentes. Tengan a bien advertir como:
- El problema es claramente presentado, aunque no permitiéndosele al consejo actuar negativament
- El líder del consejo controla la discusión sin monopolizarla. Hace preguntas y pide opiniones y después escuch
- Los miembros del consejo opinan desde su propia perspectiva personal y no sólo como representantes de sus respectivas organizaciones (como cuando la presidenta de la Sociedad de Socorro sugirió que los jóvenes podrían beneficiarse al efectuar bautismos por los muertos).
- La atención se enfoca en “lo que queremos que suceda” en vez de en “lo que queremos hacer”.
- En sus deliberaciones, el consejo nunca se aparta demasiado de la misión de la Iglesia de traer almas a Cristo por medio de la proclamación del Evangelio, el perfeccionamiento de los santos y la redención de los muerto
- A los miembros del consejo no se les permite olvidar la importancia de su influencia y ejemplo individuales.
- Se pide el parecer de todos, pero las decisiones finales las toma el líder del consejo, quien se basa en la inspiración más que en la opinión personal al dirigir las decisiones del consejo.
NUESTRO DIVINO SISTEMA DE CONSEJOS
Este sistema debe extenderse mucho más allá de las presidencias de estaca, los obispados y los consejos de estaca y barrio. También puede ayudar a las familias, a los quórumes del sacerdocio y a las organizaciones auxiliares a lograr sus misiones y metas respectivas. El sistema de consejos puede ayudar a los liderazgos de grupos de sumos sacerdotes, a las presidencias de quórumes de élderes y a los comités de quórum y de grupo a cumplir con sus importantes responsabilidades. Los líderes de los Hombres Jóvenes descubrirán que consejos tales como presidencias de Hombres Jóvenes de barrio y estaca, comités del Sacerdocio Aarónico, comités combinados del Sacerdocio Aarónico y Mujeres Jóvenes, comités de la juventud del obispo y presidencias y comités de quórum, contribuirán al logro de la misión del Sacerdocio Aarónico. Para las líderes de la Sociedad de Socorro de barrio y estaca, los consejos de presidencia y de mesa directiva pueden ser importantes para lograr las metas de la Sociedad de Socorro. Las presidencias de Mujeres Jóvenes de estaca y barrio, los comités del Sacerdocio Aarónico, los comités del Sacerdocio Aarónico y Mujeres Jóvenes, los comités de la juventud del obispo y las presidencias de clase de las Mujeres Jóvenes deben combinarse para ayudar a las jovencitas a vivir de manera tal que reflejen la hermosa filosofía sostenida por el lema de las Mujeres Jóvenes. Las presidencias y las mesas directivas de la Primaria pueden implementar el sistema de consejo para “enseñarles a los niños el Evangelio de Jesucristo y ayudarlos a aprender a vivirlo”. Los consejos familiares pueden ofrecer oportunidades para mantener una comunicación abierta y libre de prejuicios que permita a padres e hijos enseñarse y fortalecerse mutuamente.
Todos estos son objetivos loables, pero, después de todo, ésa es la naturaleza de la obra del reino de Dios en estos últimos días: loable y eterna. Nos esforzamos por ayudar a nuestros hermanos y hermanas a recibir todo cuanto nuestro Padre Celestial tiene para dar a aquellos de Sus hijos que son fieles, incluyendo las bendiciones del reino celestial, ni más ni menos. Se trata de un legado sagrado que Dios ha dado a todos cuantos han sido llamados a ocupar cargos de autoridad en Su Iglesia. Y es una responsabilidad que se puede lograr de una manera mucho más eficaz y eficiente por medio del sistema de consejos que el Señor ha inspirado a los líderes de la Iglesia a implementar en todas sus organizaciones. El gobierno a través de los consejos es más que una buena idea; es el plan de Dios. Es la manera por medio de la cual compartimos la carga de las responsabilidades del Evangelio. Es la manera de lograr la misión de la Iglesia y es como Dios recibe Su misma gloria al llevar a cabo “la inmortalidad y la vida eterna del hombre”. Tal como lo dijo el Señor en esta dispensación: “Y ahora venid . . . y razonemos juntos” (D&C 50:10).
Es mi sincera oración que podamos todos encontrar maneras de hacer un uso más eficaz del maravilloso poder que emana de la inspirada acción de los consejos. Les testifico que únicamente si lo hacemos podremos aprovechar la fuerza plena del plan revelado de Dios para el gobierno del Evangelio, a nuestros respectivos ministerios, tanto en la familia como en la Iglesia.
























