El Divino Sistema De Consejos

Capítulo 4

Los Consejos
De Estaca Y De Distrito


Un amigo, a quien llamaré Brent, estaba un poco descorazonado con su nuevo llamamiento en la Iglesia. Durante la mayor parte del año anterior había tenido, según él,  ”el mejor de todos los llamamientos”: maestro del curso de la Escuela Dominical para el grupo de inquisitivos, entusiastas y bien disciplinados jóvenes de dieciséis y diecisiete años de edad. Habían vivido experiencias maravillosas juntos, plenas de extraordinarios principios del Evangelio, muchas risas y alguna que otra lágrima. El grupo se había unido de una manera muy significativa y cuando el presidente de la Escuela Dominical le informó a Brent que no querían interrumpir el ímpetu espiritual que existía en su clase y que deseaban que siguiera enseñándola por un año más, él quedó encantado.

Ésa fue la razón por la cual le preocupó que el nuevo obispo del barrio les llamara a él y a su esposa para una entrevista. Siendo que su esposa ya estaba sirviendo como presidenta de la Sociedad de Socorro, sacaron en conclusión que no se trataba de un nuevo llamamiento para ella. Así fue que Brent no se sorprendió demasiado cuando el obispo le llamó a servir como presidente de los Hombres Jóvenes.

“Al principio me sentí un poco desilusionado”, admitió Brent. “No quería dejar a mi clase, pero considerando que el presidente de los Hombres Jóvenes es también el asesor del quórum de presbíteros, podría seguir en contacto con los varones que iban a la clase de la Escuela Dominical y también tendría la oportunidad de trabajar con las jovencitas en la Mutual, así que no me llevó mucho tiempo acostumbrarme a la idea. De hecho, había ganado mucho entusiasmo para el momento en que, a la semana siguiente, tuvimos nuestra conferencia de estaca”.

En esa ocasión la estaca a la que pertenecía Brent fue dividida,  lo  cual  requirió  la  reorganización  de  muchas cosas. Para cuando había terminado la conferencia, Brent ya no tenía el llamamiento de apenas una semana como presidente de los Hombres Jóvenes de su barrio, sino que ahora era miembro del nuevo sumo consejo de la estaca. Y ahí fue donde se produjo su desilusión.

“No es el cambio tan repentino lo que me desagrada; comprendo que siempre suceden cosas así en una iglesia de rápido crecimiento y tan dinámica”, comentó  Brent. “Me siento de este modo porque . . . ¡es una asignación de estaca!”.

Entendí lo que trataba de decirme. Ya habíamos hablado del asunto en una ocasión anterior cuando sirvió como miembro de otro sumo consejo. Cuando lo conocí, Brent era obispo y estaba encantado con la oportunidad de servir a nivel de barrio, ya que podía estar  cerca  de  la gente y eso le permitía influir positivamente en la vida de cada persona.

“Uno puede realmente ayudar a las personas en una asignación de barrio; puede marcar una gran diferencia”, dijo. “Las asignaciones de estaca son nada más que . . . bueno, administrativas. Son puros papeleos, detalles, una reunión trás otra, pero en realidad, como hacer, no se hace nada. Para decir la verdad, ¿cuándo fue la última vez que oyó a alguien decir que el discurso de un miembro  del sumo consejo le cambió la vida?” Muchas personas que han servido en asignaciones de estaca tal vez comprendan exactamente cómo se sentía mi amigo Brent. El resultado del servicio eficaz suele percibirse en forma más inmediata, más clara y más personal en los llamamientos de barrio que en los de estaca. En los llamamientos de barrio, ministramos a la gente; en los de estaca, enseñamos y ministramos a aquellos que ministran. Pero ese ministerio puede resultar igualmente importante y, con el tiempo, igualmente profundo, si es que tomamos  en serio nuestro llamamiento de estaca y le damos la misma determinación e idéntica dedicación que daríamos a un llamamiento en el barrio. La líder de las Mujeres Jóvenes de estaca que es capaz de ayudar a su colega de barrio a comprender el programa y a ser más eficiente en su servicio, que puede darle una visión clara de la magnitud de su llamamiento, en realidad será una bendición tanto para las jovencitas como para la líder de barrio, sólo que lo hará en forma indirecta. El ayudar a un maestro o a un asesor a llegar más y mejor a los jóvenes de su barrio constituye un gran servicio. Del mismo modo, el miembro del sumo consejo que dedica su tiempo a ofrecer excelente instrucción en las reuniones de capacitación de estaca, rendirá un valioso servicio a aquella persona cuya vida se vea favorecida como resultado de tal capacitación. A pesar de que a veces es más difícil ver los resultados a largo plazo de nuestra labor en una asignación de estaca, el servicio puede proporcionar idéntica satisfacción y gozo a aquellos que entienden y ven la necesidad de ministrar a quienes ministran.

Los objetivos de los consejos de estaca son un tanto diferentes de los de sus equivalentes a nivel de barrio (en aquellos casos en donde existe tal equivalencia), pero los principios que debieran gobernar a tales consejos son idénticos. Es igualmente importante concentrarse en los fundamentos del Evangelio así como en la gente (más que en los programas) en los consejos de estaca como lo es en los de barrio, y también tiene la misma importancia que quienes participan en los consejos de estaca estén capacitados para hacerlo con un espíritu de intercambio franco y sin restricciones. Los principios que rigen la función de los consejos son verdaderos, ya sea que hablemos de consejos de estaca o de barrio, y cuando se cumple eficazmente con esa función los resultados pueden ser igualmente significativos en la vida de toda persona y de las familias.

Si bien es cierto que se pueden formar varios consejos y comités especiales de estaca, para el fin de lo que estamos tratando aquí centraremos nuestra atención en los tres consejos principales dentro del contexto de la estaca.

El comité ejecutivo del sacerdocio de estaca está formado por la presidencia de estaca y el sumo consejo. La reunión de dicho comité, a menudo conocida como “reunión del sumo consejo,” se efectúa, por lo menos, dos veces al mes (dentro de lo posible) para tratar asuntos relativos al sacerdocio y a las organizaciones auxiliares de la estaca. El presidente de estaca preside y dirige; el secretario ejecutivo y el secretario titular también asisten a esa reunión. El comité del Sacerdocio de Melquisedec y el comité del Sacerdocio Aarónico de estaca son subcomités del comité ejecutivo del sacerdocio de la estaca.

El comité de bienestar de estaca se forma al agregar al comité anterior la presidencia de la Sociedad de Socorro de la estaca y el presidente del consejo de bienestar de obispos de la estaca. Este comité se reúne, por lo menos, cada tres meses para coordinar los servicios y las actividades de bienestar de estaca.

El consejo de estaca incluye a los miembros del comité ejecutivo del sacerdocio de la estaca, al presidente de la misión de la estaca y a los presidentes de las organizaciones auxiliares de estaca. El presidente de estaca también puede invitar a asistir a otras personas según sea necesario. Aun cuando muchas estacas siguen refiriéndose a este cuerpo como el “consejo de correlación de estaca,” es correcto llamarle consejo de estaca, puesto que su alcance y visión debe extenderse mucho más allá de la simple correlación y coordinación de actividades. Pese a que la planificación y la coordinación son funciones esenciales de los miembros del consejo de estaca, este grupo también tiene que encargarse de otros asuntos, necesidades e intereses que conciernan a quienes vivan dentro de los límites de la estaca.

CÓMO BENDECIR LA VIDA DE LOS MIEMBROS POR MEDIO DE LOS CONSEJOS DE ESTACA

En una estaca, uno de tales asuntos era la asistencia al templo por parte de los miembros. Los líderes estaban preocupados puesto que consideraban que los miembros no aprovechaban plenamente la oportunidad de recibir las bendiciones relacionadas con una asistencia regular al templo. La presidencia de la estaca se refirió extensamente a esa preocupación y trató de comunicarla a través de reuniones y conferencias, pero no había llevado el asunto ante el consejo de estaca.

“Nuestras reuniones de consejo nunca han sido útiles”, admitió el presidente de la estaca. “Eran, más que nada, reuniones llevadas a cabo con el objetivo de planear actividades. Programábamos sólo dos reuniones de consejo de estaca por año, mayormente porque el manual indicaba que debíamos tener dichas reuniones en forma regular. Dos al año era más que suficiente en lo que a nosotros concernía”.

Pero después de ver un vídeo de capacitación sobre consejos de estaca y de barrio, y de escuchar opiniones muy firmes de parte de los líderes generales de la Iglesia sobre cómo aprovechar al máximo nuestros consejos, la presidencia de la estaca decidió utilizar un enfoque diferente en cuanto al consejo de estaca. “En nuestra siguiente reunión de consejo mostramos parte del vídeo de capacitación y después hablamos de los propósitos de esa reunión en particular,” dijo el presidente de la estaca. “Dejamos en claro que ésta no debía ser una reunión de programación, sino una que ayudara a la estaca a lograr la misión de la Iglesia de proclamar el Evangelio, perfeccionar a los santos y redimir a los muertos”.

Entonces la presidencia de la estaca expuso su preocupa- ción ante la escasa asistencia al templo y pidió a los miembros del consejo que dieran a conocer sus sugerencias. “El Espíritu estaba con nosotros y empezaron a surgir las ideas”, comentó el presidente de la estaca. “Las hermanas presentes fueron de particular ayuda al ofrecer sugerencias sobre la manera de hacer que la asistencia al templo resultara más conveniente para las mujeres que trabajaban o que eran madres de niños pequeños”.

“Fue una experiencia muy positiva para quienes estaban en la reunión”, continuó diciendo. “Todos participaron animadamente puesto que sintieron que se les estaba escuchando y que existía la disposición de considerar sus sugerencias”.

La reunión del consejo generó una extensa lista de ideas, algunas de las cuales llegaron después a ser parte del plan de la estaca para mejorar la asistencia al templo. “Pero el resultado más significativo fue que todos opinaron que debíamos llevar a cabo reuniones de consejo de estaca con mayor frecuencia”, dijo el presidente. “Ahora que determinamos cómo sacar provecho de la experiencia colectiva de nuestro consejo de estaca, hemos programado esas reuniones en forma trimestral, con la posibilidad de reunirnos más a menudo cuando sea necesario. Es mucho lo que el consejo de estaca tiene para ofrecer, ahora que sabemos cómo usarlo”.

En otra estaca ocurrió algo similar. Se habían eliminado por completo las reuniones de consejo de estaca y se las había reemplazado con reuniones individuales entre la presidencia de la estaca y las presidencias de las organizaciones auxiliares. Como resultado de las instrucciones recibidas de los líderes de la Iglesia, el presidente de la estaca y sus consejeros decidieron reconstituir el consejo de estaca y volver a programar reuniones regulares del mismo.

“En la primera de tales reuniones, entre otros asuntos, tratamos sobre los bosquejos de las conferencias de barrio y de estaca”, dijo el presidente. “Los comentarios y las sugerencias de los miembros del consejo fueron importantísimos para conformar el temario de las conferencias de barrio y de estaca. Como resultado de ello, tales conferencias fueron de las más exitosas que jamás habíamos tenido. Los comentarios de nuestros miembros en cuanto a las dos últimas conferencias de estaca fueron muy positivos, y en ambos casos aumentó la asistencia”.

“También nos dimos cuenta de que al hacer ciertos cambios en el formato de nuestras conferencias de barrio, nos acercamos mucho más a la meta de satisfacer las necesidades tanto de los líderes como de los miembros”, continuó diciendo el presidente de la estaca. “Lo que es más, aumentó la participación de las hermanas en las conferencias de barrio, por lo cual recibimos comentarios muy favorables”.

En una reunión de capacitación del sacerdocio de área otro presidente de estaca se enteró del énfasis que estaba poniendo la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce en testificar y enseñar la doctrina pura en todas las reuniones de la Iglesia con el fin de elevar la espiritualidad individual de los miembros. La Presidencia de Área explicó el significado del documento titulado “Puntos que los líderes deben poner de relieve al capacitar a los miembros” (véase el capítulo 3) y pidió a los presidentes de estaca que se concentraran en la preparación de toda su gente para que recibieran las bendiciones del templo. El presidente volvió a su estaca con la determinación de encontrar la manera de recalcar el mensaje en cada uno de los barrios. Primero consultó a sus consejeros, y juntos llegaron a la conclusión de que los principios que el mencionado documento enseña debían ser comprendidos en la estaca. Después efectuó una reunión extraordinaria del consejo de estaca, invitando a todos lo,s obispos, en la cual él y sus consejeros presentaron la información. En esa reunión, los miembros del consejo analizaron formas de llevar a la práctica  aquellas instrucciones de las Autoridades Generales en toda la estaca.

Cada obispo convocó a su respectivo consejo de barrio para determinar cómo implementar el mensaje de la presidencia de la estaca. Los presidentes de las organizaciones auxiliares de la estaca también trataron el asunto con sus respectivos grupos. Por ejemplo, la presidencia de la Sociedad de Socorro de la estaca creó un plan que abarcaba la enseñanza de esos principios a las respectivas presidentas de cada barrio en las reuniones de liderazgo de estaca, y la incorporación del tema en la conferencia anual de mujeres de la estaca, animando a las maestras de la Sociedad de Socorro a ser más eficaces al enseñar la doctrina y al dar sus testimonios, capacitando mejor y en forma individual a las presidentas de barrio y sugiriendo maneras de incorporar el mensaje en las actividades de economía doméstica.

“Por primera vez, nos sentimos parte del equipo de liderazgo de la estaca”, dijo la presidenta de la Sociedad de Socorro. “Nos dio mucho ánimo que se nos considerara líderes aptas para contribuir a la espiritualidad general de nuestra estaca”.

CÓMO HACER QUE LOS CONSEJOS DE ESTACA FUNCIONEN DEBIDAMENTE

¿Pueden distinguir en estos tres ejemplos un modelo eficaz de consejo de estaca? Todo parece indicar que hay tres aspectos fundamentales en lograr que los consejos de estaca funcionen de la manera que han sido diseñados para funcionar. Ante todo, empezando por la presidencia, los líderes de estaca deben proponerse el cometido de utilizar el concepto de los consejos y de hacer todo cuanto esté a su alcance para asegurarse de que los mismos sean formados y se desempeñen como corresponde. Segundo, deben facultar a los consejos, o sea, deben dar a sus  miembros asignaciones significativas. Por último, deben abrir el camino para que los consejos de estaca funcionen libremente.

Un presidente de estaca se refirió a una ocasión cuando, en calidad de comité ejecutivo del sacerdocio de estaca, estaban discutiendo la manera de llevar a cabo un seminario de preparación para el templo. “Como presidencia de estaca, fuimos a la reunión y les dijimos a los presentes cómo se debía llevar a cabo el seminario. Ellos permanecieron en silencio sin la más mínima expresión de apoyo ni entusiasmo.”

Aquello preocupó a la presidencia y en su siguiente reunión de presidencia de estaca intercambiaron pareceres sobre la forma de mejorar la función del comité ejecutivo del sacerdocio. “Nos dimos cuenta de que teníamos el hábito de decirle al sumo consejo cómo íbamos a hacer las cosas, en lugar de analizar el asunto con ellos y prestar atención a sus ideas y recomendaciones”, dijo el presidente de estaca. “En la siguiente reunión del comité ejecutivo del sacerdocio tratamos el tema del seminario de preparación de una manera distinta. Les pedimos que nos dieran sus sugerencias y recomendaciones y después les dimos tiempo para que respondieran. Al principio se mostraron vacilantes, ya que ésta era una manera de proceder a la que no estaban acostumbrados. Pero poco a poco se fueron animando y sus ideas empezaron a brotar. Percibimos un buen espíritu en esa reunión, y escuchamos sugerencias muy interesantes que realmente mejoraron nuestros planes de preparación.

“Después de la reunión, uno de los hermanos se acercó a mí y me dijo: `Ésta fue una de las reuniones más productivas a las que he asistido. Me alegro de haber venido. Gracias”’.

Demasiado a menudo en la Iglesia llamamos á líderes productivos del sacerdocio y los ponemos a trabajar en sumos consejos donde ellos perciben su función como un simple proceso de aprobación de los planes y programas de la presidencia de estaca, y como mensajeros eclesiásticos de quienes les presiden. Bajo tales condiciones, los miembros de esos sumos consejos se “marchitan”; al carecer del alimento espiritual que deriva del servicio significativo, pierden el entusiasmo, la energía y el cometido hacia la obra. Algo similar sucede con las mujeres talentosas y espiritualmente dotadas a quienes se llama como líderes de las organizaciones auxiliares, pues los líderes del sacerdocio frecuentemente las tratan como si su única función fuera preparar comidas y coordinar actividades de estaca y de barrio. Lo cierto es que ellas son líderes espirituales a quienes se debe animar para que, bajo la dirección del sacerdocio, hagan una contribución activa al liderazgo espiritual del barrio, de la estaca y del hogar. Cuando las presidencias de estaca permiten que los consejos de la unidad sientan que son, en parte, dueños del programa, habrá mayores probabilidades de que lleguen a ser un ingrediente más dinámico en la solución de los problemas a que hace frente la estaca.

EL LIDERAZGO INSPIRADO DE UN MIEMBRO DE UN SUMO CONSEJO

Hace algún tiempo, mientras asistía a una conferencia de estaca en el estado de Idaho, tuve una experiencia que quisiera compartir. El presidente de la estaca mencionó que tenía una sorpresa para mí y me preguntó si confiaba en él. Le respondí: “Bueno, nosotros confiamos en todos nuestros presidentes de estaca. Confío en usted si lo que hace está bien”. A eso él contestó: “Creo que le va a parecer bien lo que sucederá mañana en la sesión general de la conferencia”.

Esto fue lo que aconteció. En la sesión del domingo por la mañana, pidió a una niñita de unos diez años que subiera al estrado y diera su testimonio como “misionera de Primaria”. Sucede que el presidente de estaca había autorizado al miembro del sumo consejo asesor de la Primaria a llevar a la práctica una idea de que los niños también pueden ser misioneros. Ese hermano fue a todas las Primarias de barrio a enseñarles a los niños que ellos también son misioneros. La dulce niñita, a quien llamaremos Katie, había aprendido de aquel buen miembro del sumo consejo que ella podía ser una misionera. Cuando llegó a la casa fue hasta su padre, que era el obispo del barrio, y le dijo: “Papi, soy una misionera de Primaria, y quiero hablarle a alguien sobre el Evangelio”. El obispo respondió: “Bueno, querida, ése es un deseo muy lindo, pero en todo nuestro barrio hay sólo dos familias que no son miembros de la Iglesia, así que va a ser un poco difícil”. La niña preguntó: “¿Quiénes son?” El obispo nombró a las dos familias, tras lo cual su hijita respondió: “Vamos a visitarlos y los invitaremos a que vengan a casa a una noche de hogar con nosotros”.

Aquellos de ustedes que son padres de niñas pequeñas saben cuán difícil es resistir su encanto, cuando les miran con ojos de implorante dulzura e inocencia. Y eso fue precisamente lo que le sucedió a aquel obispo. Él y Katie fueron hasta la casa de una de las dos familias que no eran miembros. Cuando la señora de la casa salió para atenderles, Katie le dijo: “Soy una misionera de Primaria y queremos que ustedes vengan a nuestra casa a una noche de hogar”. Se me ocurre que aquella buena madre tuvo la misma debilidad ante ese par de ojos grandes e inocentes, y aceptó la invitación. Fueron, pasaron una velada muy agradable, pero no llegaron a convertirse.

Unas dos semanas más tarde, Katie llegó a la casa en el momento en que su mamá sacaba unos pasteles del horno. Katie preguntó: “¿Podrías darme uno de esos pasteles?”. La mamá respondió: “Sí, querida, pero ¿qué vas a hacer con un pastel entero?”.

“Quiero llevárselo a la señora Johnson”, fue su respuesta. Cuando la señora Johnson atendió el llamado a su puerta, Katie le dijo: “Tengo algo que quisiera darle, pero solamente se lo puedo dar con una condición”. Cuando la señora Johnson preguntó cuál era la condición, Katie respondió: “Que permita a los misioneros enseñarles el Evangelio”. La señora Johnson sonrió y dijo: “Si ésa es la única condición para disfrutar del pastel, entonces dejaré que los misioneros nos enseñen el Evangelio”.

Los misioneros les enseñaron las charlas y los Johnson se bautizaron.

Después que Katie terminó de dar su testimonio en la conferencia de estaca, la hermana Johnson fue la siguiente en hacer uso de la palabra. Nunca olvidaré lo que sentí cuando ella agradeció a una pequeña misionera de Primaria de diez años quien tuvo el valor de invitarla a ella y a su familia a aprender sobre el Evangelio.

Cuando me llegó el turno de hablar, invité al obispo y a su familia, incluyendo a Katie, a pasar al frente junto a mí, y después pedí lo mismo a la familia Johnson – la madre, el padre y sus tres hijos. Les dije: “Han tenido una maravillosa experiencia juntos. Obispo, usted y Katie compartieron con sus vecinos aquello de más valor en la vida, el Evangelio de Jesucristo. Pero quiero decirle que si su corazón está lleno de dicha hoy, aguarden al día dentro de un año cuando la familia Johnson se incline ante el altar del Templo de Idaho Falls para ser sellados por esta vida y por la eternidad. Ése será un momento que nunca jamás olvidarán”.

Un año después, tuve la oportunidad de efectuar el sella- miento. Cuando llegué al templo, en el salón de espera encontré a Katie, la misionera de Primaria que ahora tenia once años. No podía pasar a la sala de sellamientos pues no tenía la edad suficiente, pero estaba allí aguardando que se sellara la familia que ella había traído a la Iglesia. La sala donde se llevó a cabo el sellamiento estaba colmada de miembros del barrio. Cuando los tres hijos de los Johnson se arrodillaron alrededor del altar y yo los sellé a sus padres, aquel lugar fue como un trozo de cielo en la tierra; todo hecho posible porque una niñita había tomado muy en serio una asignación de un inspirado y motivado miembro del sumo consejo que tuvo la buena idea de que los niños también podían ser misioneros, enseñándole a la pequeña Katie que ella podía compartir el Evangelio con los demás.

COMITÉS ESPECIALES

Algunas de las asignaciones más interesantes llevadas a cabo por consejos de estaca y de barrio, las efectúan los comités especialmente creados para atender asuntos e intereses específicos. Por ejemplo, una presidencia de estaca se enfrentó a un dilema: de entre casi sesenta jóvenes mayores solteros que vivían dentro de los límites de la estaca, apenas unos cuarenta estaban interesados en asistir a la rama para miembros de sus mismas circunstancias. Algunos saltaban de un barrio a otro sin tener responsabilidades en ninguno de ellos. Los demás asistían a otras unidades de solteros en una vasta zona metropolitana.

“En algunos casos, no estábamos completamente seguros en cuanto a dónde estaban asistiendo”, dijo el presidente de la estaca. “Eso representaba un problema. Queríamos asegurarnos de que nadie se nos perdiera y al mismo tiempo deseábamos ofrecer un programa atractivo para quienes no estaban interesados en asistir a las reuniones de la rama”.

Así fue que, bajo la dirección del consejo de estaca, se formó un comité especial integrado por las presidentas de la Sociedad de Socorro y de las Mujeres Jóvenes y el presidente de los Hombres Jóvenes de estaca, cuatro miembros del sumo consejo (cuyas respectivas responsabilidades eran, entre otras, las organizaciones de Hombres Jóvenes, de Mujeres Jóvenes, de miembros solteros y de la Sociedad de Socorro de estaca), el presidente de la rama, el presidente del quórum de élderes y la presidenta de la Sociedad de Socorro de la rama de mayores solteros, y la presidencia de la estaca. Durante la primera reunión se hizo un análisis del problema y se les pidió a los miembros de ese comité especial que expresaran lo que opinaban sobre la rama. El grupo también se refirió a los miembros actuales de la rama, a sus posibles miembros y a los jóvenes que estarían en edad de pasar a ser miembros de la rama durante los cuatro años siguientes.

“Advertí que en el grupo se estaba brindando información que nunca antes se había tratado”, dijo el presidente de la estaca. “Los miembros del comité mencionaron situaciones y datos que nunca antes se les había dado la oportunidad de compartir, especialmente entre las hermanas que estaban pre- sentes. Sabíamos que existía el problema, pero no teníamos ni idea de su magnitud hasta que el comité especial empezó a deliberar sobre el tema. De inmediato quedó claramente establecido el hecho de que nuestras Sociedades de Socorro de barrio no sabían cómo atender las necesidades de las hermanas de dieciocho años que habían terminado sus estudios secundarios pero que eran demasiado jóvenes para asistir a la rama de solteros. Había muchos padres frustrados al ver que sus jóvenes mayores estaban perdiendo interés en la Iglesia, y no sabían qué hacer para evitarlo. Teníamos obispos que estaban alejando a jóvenes mayores de sus respectivos barrios, ya fuera que quisieran asistir a la rama de solteros o no. Y sabíamos de jóvenes que no tenían interés en asistir a la rama de solteros, sino a su propio barrio, pero no consideraban que había nada para ellos allí”.

Como resultado de la discusión, se hicieron asignaciones específicas para empezar a atender algunas de las mayores necesidades de la estaca. Primero, se les pidió a todos los miembros del comité que repasaran el programa oficial de la Iglesia para los jóvenes mayores a fin de determinar si era que la estaca no estaba siguiendo las pautas generales de la Iglesia. Se hizo una encuesta entre todos los obispos y las presidentas de Sociedad de Socorro para averiguar qué estaban haciendo en sus respectivos barrios con respecto a los jóvenes mayores solteros. La información recogida por el comité especial se presentó ante el consejo de estaca, en el cual el diálogo adicional llevó a la elaboración de un plan que estuvo en completa armonía con el programa de solteros de la Iglesia.

“Al volver a utilizar el programa oficial, tuvimos que cambiar algunas de las maneras tradicionales de hacer las cosas, lo cual fue, hasta cierto punto, complicado”, dijo el presidente de la estaca. “Me reuní nuevamente con el presidente de la rama de solteros y repasamos juntos lo que consideramos que el Señor quería que hiciéramos. Resolvimos sus preocupaciones y nos arrodillamos en oración, y a los pocos días contábamos con su total apoyo”.

El plan propuesto fue después llevado ante el consejo de obispos de la estaca para su voto de sostenimiento. Se expresaron preocupaciones y reservas, todo lo cual fue resuelto mediante el análisis del consejo. Los obispos dieron su voto de apoyo a la presidencia de estaca y empezaron a poner en práctica el plan aprobado.

El presidente de la estaca dijo: “En nuestro caso, el comité especial y el consejo de estaca recomendaron que los mayores solteros asistan a las reuniones dominicales de sus respectivos barrios regulares. Los obispos de dichos barrios se comprometieron entonces a encontrar cargos significativos para cada uno de ellos. La estaca se encargaría de programar actividades para ese grupo y propiciaría la participación de otras estacas. También se instó a todos los mayores solteros a asistir a clases de instituto. Cada uno de los miembros del comité especial y del consejo de estaca que participaron en el proceso fijó un compromiso personal hacia el programa de solteros. No estamos haciendo esto porque nuestro presidente de estaca decidió que así era como debíamos proceder; lo estamos haciendo porque todos cuantos batallamos con los desafíos de la asignación recibimos un testimonio personal de que, en nuestra estaca, ésta es la manera en que el Señor desea que actuemos”.

CÓMO SATISFACER LAS NECESIDADES DE UNA ESTACA POR MEDIO DE LOS CONSEJOS

Por más que trato, no creo que haya ningún problema o preocupación a que se enfrente una estaca de Sión que no pueda atenderse por medio de sus consejos. Cuando la presidencia de una estaca decidió que era necesario aumentar el respeto hacia los edificios de la Iglesia e incrementar la reverencia- en las reuniones, el presidente y sus consejeros presentaron el asunto ante el consejo de estaca. “La reunión se transformó en una sesión de intercambio de ideas,” dijo el presidente. Entre las sugerencias que se consideraron en la primera reunión del consejo se encontraban las siguientes: el tema, “Respeto hacia nuestros edificios”; discursos dados sobre el tema por miembros del sumo consejo en las reuniones sacramentales; asesoramiento específico a los padres de niños pequeños, exhortándolos a ser selectivos al escoger la comida que llevan a los edificios de la Iglesia para dar a sus niños y pidiéndoles que les enseñen a sus hijos los conceptos de reverencia y respeto; mensajes para poner en las carteleras de los barrios e instrucciones para los obispos a fin de hacer hincapié en la reverencia y en otras formas de respeto en sus barrios.

Se hicieron asignaciones y los miembros del consejo de estaca pusieron manos a la obra. Los miembros del sumo consejo comenzaron a preparar sus mensajes. El secretario ejecutivo de la estaca informó a los obispos en cuanto a la importante función que ellos desempeñarían  al  poner énfasis en la reverencia y el respeto en sus respectivos barrios. Uno de los miembros del sumo consejo se puso en contacto con todos los encargados de los boletines de barrio para que imprimieran recordatorios sobre la reverencia y el respeto en sus programas. El presidente de los Hombres Jóvenes de la estaca se comunicó con los asesores del Sacerdocio Aarónico y les pidió que animaran a los jóvenes a aceptar la responsabilidad de mantener los edificios limpios los días domingo. La presidenta de la Primaria de la estaca instó a las líderes de la organización en los barrios a enseñar los principios de reverencia y respeto durante los tiempos para compartir de la Primaria. A las presidencias de las Mujeres Jóvenes y de la Sociedad de Socorro también se les pidió que trabajaran con las hermanas para que llegaran a comprender mejor el verdadero significado de la reverencia.

“El resultado de los esfuerzos del consejo de estaca ha sido sumamente positivo”, dijo el presidente de la estaca. “La reverencia aumentó y el respecto hacia nuestros edificios es evidente. Los miembros, tanto los niños como los adultos, están respondiendo positivamente a los esfuerzos del consejo de enseñar a tener reverencia y a respetar”.

En otra estaca, el comité del Sacerdocio  de Melquisedec jugó un papel importantísimo en la actualización del plan de preparación para casos de emergencia de la estaca y en la ampliación del alcance del plan a fin de lograr una mayor participación de parte de la comunidad, incluyendo a personas de otras creencias reli- giosas. Los miembros del comité efectuaron sesiones de capacitación, coordinaron la certificación de  voluntarios por medio del plantel comunitario de emergencias del cuerpo de bomberos local y establecieron contacto con otras iglesias y organizaciones del área para solicitar su participación y apoyo.

“Las ideas, la dirección y el dinamismo  que respaldaron estos esfuerzos han sido el resultado de la sinergía del grupo y la inspiración que reinó en las reuniones de nuestro comité del Sacerdocio de Melquisedec”, comentó el presidente de la estaca. “Éste ha sido, para nosotros, un elemento muy eficaz en el logro de una serie de objetivos en nuestra estaca”.

Así es exactamente como toda consejo de estaca puede y debe ser: un medio eficaz en las manos de aquellos que “ministran a quienes ministran” para lograr los objetivos de la estaca y la misión de la Iglesia.

LA PARTICIPACIÓN DE TODOS LOS MIEMBROS DE CONSEJO, TANTO HOMBRES COMO MUJERES

Un presidente de estaca u obispo sabio verá a las presidentas de sus organizaciones auxiliares como líderes espirituales en vez de organizadoras de actividades sociales. Demasiadas mujeres líderes son subestimadas en varios sentidos, muchas veces porque los líderes del sacerdocio no comprenden o no tienen una visión clara de la significativa contribución que las hermanas son capaces de hacer. También sobre ellas descansa el manto de la presidencia, y han sido apartadas y bendecidas para colaborar con el sacerdocio en la tarea de traer a las mujeres y a sus respectivas familias a Cristo. Además, las fieles y dedicadas hermanas son, típicamente, muy receptivas al Espíritu y pueden desempeñar funciones con una destreza singular en lo que concierne a la ayuda espiritual brindada a las mujeres, a los niños y a la juventud.

El presidente Boyd K. Packer del Quórum de los Doce Apóstoles, hablando hace ya algunos años en una conferencia general, recalcó la necesidad de que las mujeres fieles e inspiradas hicieran sentir su influencia en la Iglesia:

Necesitamos mujeres que respalden la decencia y la calidad en todas las cosas, desde la moda en el vestir hasta los aspectos sociales más discutidos. Necesitamos mujeres organizadas y mujeres capacitadas para organizar; necesitamos mujeres con capacidad ejecutiva, que puedan planificar, dirigir y administrar, mujeres que puedan enseñar, mujeres que puedan dar su opinión. Tenemos una gran necesidad de mujeres que puedan recibir inspiración que las guíe personalmente en lo que enseñan, y en sus  deberes como líderes. Necesitamos mujeres que tengan una visión amplia de las tendencias mundanas a fin de detectar aquellas que, aunque generalmente aceptadas, resultan peligrosas. Necesitamos mujeres que puedan ubicarse en aquellas posiciones que, no siendo las más aceptadas, sean las correctas (Liahona, febrero de 1979, pág. 10).

Hermanos, recuerden que el propósito de contar con la participación de las mujeres en nuestros consejos es para obtener su parecer en los asuntos de mayor peso en la Iglesia. Y tengan presente que ellas están anhelosas de apoyarlos y ayudarlos en el logro de la obra del Señor. Considero que su manera de sentir está elocuentemente representada en el siguiente comentario de una presidenta de Sociedad de Socorro de estaca: “Si las líderes de las organizaciones auxiliares sienten que se les escucha y que se les ve como líderes espirituales legítimas, moverán cielo y tierra por los líderes del sacerdocio bajo cuya dirección ellas prestan servicio”.

En una reunión de consejo general de la Iglesia a la que asistí hace varios años con las presidencias de las organizaciones auxiliares de mujeres, las hermanas me dijeron que son muy pocas las mujeres de la Iglesia que expresan interés alguno en ser poseedoras del sacerdocio. Pero sí quieren que se les escuche y se les valore y desean hacer contribuciones significativas a las estacas y a los barrios en los cuales viven. Desean servir a los miembros y al Señor y ayudar a cumplir con la misión de la Iglesia.

Un ejemplo de la importancia de la perspectiva de la mujer se hizo evidente en una de tales reuniones mientras estábamos hablando sobre la dignidad de la juventud para cumplir misiones. La hermana Elaine Jack, quien en ese entonces era la Presidenta General de la Sociedad de Socorro, dijo: “Le diré, élder Ballard, que es posible que las hermanas de la Iglesia tengan unas cuantas sugerencias buenas en cuanto a una manera mejor de preparar a los jóvenes para una misión si tan sólo se les pide que las den. Después de todo, como usted sabe, somos las madres de esos jóvenes”. Las sugerencias de las hermanas pueden ser igualmente valiosas en lo que tiene que ver con la asistencia al templo y una gran cantidad de otros asuntos con los cuales estén batallando los líderes del sacerdocio.

Les reitero, hermanos, que deben asegurarse de procurar los importantes aportes de las hermanas en las reuniones de consejo. Insten a todos los miembros del consejo a compartir sus sugerencias e ideas en cuanto a la manera en que la estaca o el barrio puede llegar a ser más eficaz en la proclamación del Evangelio, el perfeccionamiento de los santos y la redención de los muertos.

Para ser más eficaces, las mujeres necesitan aprender a trabajar productivamente bajo la dirección del sacerdocio. Hermanas, prepárense tanto mental como espiritualmente para tratar las necesidades de aquellas personas que estén dentro de la mayordomía de ustedes. Sean valientes; sean convincentes. Sientan la confianza necesaria para referirse a asuntos e intereses de importancia. Ustedes tienen tanto derecho a opinar y a la inspiración como cualquier otro miembro del consejo. El líder del sacerdocio ante quien dan informe será fortalecido más de lo que se imaginan si le dan la oportunidad de oír lo que ustedes tienen para decir. En muchos casos, ustedes verán las necesidades y los intereses de las mujeres, los jóvenes, los niños y las familias con una sensibilidad mucho mayor que la que serían capaces de sentir sus líderes del sacerdocio. Por medio de la oración identifiquen los problemas y sugieran soluciones. Entonces, junto con otros líderes, estén dispuestas a seguir y apoyar el consejo de aquellos que poseen las llaves del sacerdocio en su área. Todos se benefician, en todos los niveles del gobierno de la Iglesia, al seguir y apoyar a aquellos que poseen las llaves. Tanto las hermanas como los hermanos tienen que entender y poner en práctica el sentido común y el buen juicio al desempeñarse en los consejos.

El presidente Howard W. Hunter se refirió a menudo a la fortaleza y el poder que resultan cuando los hombres y las mujeres combinan sus esfuerzos, fe y testimonio y cuando trabajan juntos en provecho de aquellos a quienes sirven. Él dijo que “nosotros, Sus siervos en todos los aspectos de la Iglesia, necesitamos que ustedes, hermanas, estén a nuestro lado al tener que hacer frente a la tempestad de maldad que nos amenaza con azotarnos” (“To the Women of the Church”, Ensign, noviembre de 1992, 96).

Tal vez debamos considerar las respectivas contribuciones del hombre y de la mujer de la siguiente manera: Casi de seguro alguna vez habrá ido uno al consultorio de un oftalmólogo para que le revisara la vista. En el proceso de determinar la capacidad de visión del paciente, el médico típicamente hará su examen pidiéndole que mire a través de una serie de lentes de medición en una máquina, algunos de los cuales no son claros. A menudo el oftalmólogo descubrirá que el paciente tiene un ojo más débil que el otro. Solamente cuando logra determinar la receta exacta para ambos ojos, podrá corregir la vista del paciente con precisión.

Similarmente, los hombres y las mujeres se expresan de maneras distintas y tienden a poseer destrezas, aptitudes y puntos de vista diferentes. Si cada opinión se analiza aisladamente, es posible que la imagen no sea clara, sea unidimensional o, en cierta manera, distorsionada. Es sólo cuando las dos perspectivas se unen que el panorama logra equilibrio y está completo. El hombre y la mujer son igualmente valiosos en la obra continua del reino del Evangelio.

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