Capitulo 6
Las Presidencias
Y Otros Consejos Menores
Cuando Ronald Black fue llamado como obispo, sintió las bendiciones del Señor de dos maneras inmediatas. Mientras se dirigía de regreso a su casa después de haberse reunido con el presidente de la estaca, ocasión en que se le había extendido el llamamiento, experimentó un profundo sentimiento de amor hacia la gente que había sido llamado a servir.
“Fue increíble,” dijo el obispo Black. “Apenas entré en los límites de nuestro barrio, sentí un amor indescriptible por toda esa gente, aun aquellos a quienes no conocía. Creo que Dios me estaba permitiendo echar un vistazo al alcance y poder de Su amor por esas buenas personas y fue un sentimiento extraordinario. Lo mejor de todo es que ese sentimiento ha permanecido conmigo a lo largo de mi ministerio en este barrio. Me siento continuamente impulsado a hacer las cosas que debo hacer como obispo porque realmente amo a la gente a la que sirvo y reconozco la mano de Dios al bendecirme con esa revelación”.
De acuerdo con el obispo Black, la segunda gran bendición del Señor fue la inspiración que le ayudó a llamar a sus dos consejeros.
“Aun cuando yo había sido consejero en el obispado anterior, no tenía ni idea de cuán importantes serían esos dos buenos hombres para mí”, dijo. “No sólo dependo del asesoramiento y el apoyo que me dan, sino que además he aprendido cuán difícil es para mí funcionar sin ellos. Si bien poseo las llaves espirituales de la organización de nuestro barrio, resulta claro que éste opera de la manera más eficaz cuando el obispado está “mancomunado en un mismo esfuerzo” y trabaja en función de equipo. Siempre que trato de hacer el trabajo solo, la obra sufre”.
CÓMO TRABAJAR JUNTOS EN EL LIDERAZGO
Realmente me compenetro con el sentimiento del obispo Black. Cuando yo fui llamado a ese mismo oficio la primera vez, tenía apenas veintinueve años de edad. Había sido consejero en el obispado anterior, en el que vivimos experiencias maravillosas. Pero yo era todavía muy joven y me quedaba mucho por aprender. Agradezco que Dios me hubiera enviado dos consejeros que tenían mucho para enseñar. Los dos eran considerablemente mayores que yo y habían tenido muchas experiencias más en la vida. No tengo palabras para describir todo lo que aprendí de esos dos buenos hombres al aconsejarnos mutuamente durante nuestro ministerio en el obispado.
Y así es como debe ser. Un llamamiento para servir en un obispado o una presidencia es un llamamiento para servir en uno de los consejos más importantes de la Iglesia. Es allí donde se marca el compás de toda la organización sobre la cual el consejo preside. Cuando reina el amor cristiano en los obispados y las presidencias, ello surtirá un efecto sanador en la organización entera. Casi sin excepción, los obispados, las presidencias de estaca y las presidencias de organizaciones auxiliares en donde existe amor y respeto mutuo, tienen un efecto casi magnético en aquellas personas en las que influyen. El amor es contagioso; la aceptación es cual un bálsamo para el alma. Y cuando la calidez y la camaradería son obvias entre los integrantes de una presidencia, se van filtrando sentimientos similares en el resto de la congregación. Del mismo modo, cuando los obispados y las presidencias se concentran en el logro de la misión de la Iglesia, otros consejos eclesiásticos en las diferentes organizaciones les siguen en sus esfuerzos por proclamar el Evangelio, perfeccionar a los santos y redimir a los muertos.
Son extraordinarias las cosas que pueden suceder cuando los miembros de obispados y de presidencias trabajan unidos de una manera significativa. No hace mucho tiempo me enteré de una presidencia de clase de Abejitas en un pequeño barrio que estaba preocupada debido a que muchas jovencitas de su grupo de edad se habían mudado fuera del barrio. Con la ayuda de su maestra y el apoyo del segundo consejero del obispado, decidieron dar manos a la obra. Pidieron a la clase que dedicaran el siguiente domingo de ayuno a pedir al Señor que enviara al barrio nuevas familias que tuvieran jovencitas en edad de Abejitas.
Toda la clase participó. Apenas dos semanas más tarde, se mudó al barrio una niña que estaba por cumplir doce años. Había tenido temor de no poder hacer nuevas amistades así que se sintió muy feliz al ser recibida con los brazos abiertos por las Abejitas, quienes la vieron como una respuesta a sus oraciones. Pocas semanas después, otra niña de esa misma edad se mudó al barrio y una tercera lo hizo al mes siguiente. A una edad tan tierna, esas maravillosas jovencitas habían sido partícipes del poder que surge cuando líderes y miembros de una organización de la Iglesia enfocan su fe y oraciones en una meta común. Y tal como lo demuestra esta historia, es la presidencia de la organización la que establece la guía para los demás.
A ciertas personas, es posible que les suene extraño o hasta incorrecto referirse a una presidencia o a un obispado como un consejo, pero eso es precisamente lo que son o, por lo menos, lo que debieran ser. Aun cuando el presidente de estaca, el presidente del quórum de élderes o el obispo posee las llaves del sacerdocio y se le identifica claramente como la persona que tiene la autoridad para tomar la decisión final en todos los asuntos, eso no quiere decir que es quien debe originar todas las ideas. Lo mismo sucede con los presidentes o las presidentas de las organizaciones auxiliares, quienes no poseen llaves del sacerdocio pero sí asumen similares responsabilidades de liderazgo dentro de sus respectivas organizaciones. Todo obispo o presidente sabio instará a sus consejeros a participar y a hablar abiertamente. Los consejeros sabios entenderán que habrá momentos en que ten- drán que apoyar el manto de autoridad presidencial, el cual se destaca entre todos los demás. Bajo la dirección del obispo o del presidente, las reuniones de obispado o de presidencia (o en el caso de los grupos de sumos sacerdotes, las reuniones de líderes de grupo) se deben caracterizar por una discusión franca de todos los asuntos importantes dentro de la organización. También se deben pedir las sugerencias e ideas de los consejeros y considerarlas por medio de la oración antes de tomar decisiones finales.
EL LLAMAMIENTO DE BUENOS CONSEJEROS
Quisiera ofrecer la siguiente sugerencia a los obispos y presidentes que tienen el sincero deseo de guiar sus organizaciones en rectitud, logrando los propósitos espirituales y temporales del Señor: cuando tengan la necesidad de orar para escoger a un nuevo consejero, asegúrense de buscar personas que sean fuertes en aquellos aspectos en los. que ustedes se consideren débiles. Esto requerirá que comprendan muy bien cuáles son sus virtudes y sus defectos, así como las relativas habilidades o la falta de ellas en las personas a quienes estén considerando para servir con ustedes. Un presidente que sea un gran motivador pero un administrador no muy bueno, debe buscar consejeros que estén dotados de capacidad administrativa. En forma similar, un obispo que trabaja bien con los niños de la Primaria, tal vez necesite un poco de ayuda de parte de consejeros que sean más eficaces en el trabajo con los quórumes del Sacerdocio Aarónico y las Mujeres Jóvenes o en detalles administrativos. El apóstol Pablo escribió lo siguiente a los santos de Corinto:
Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo.
Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo.
Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo.
Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho
Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu.
A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas.
Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere (1 Corintios 12:4-11).
Todo presidente y obispo sabio reconocerá y valorará tal diversidad de dones. Buscará la manera de ampliar la capacidad de su presidencia, obispado y otros consejos, dando participación a aquellos que poseen dones y habilidades que el mismo no tenga aún. Como se puntualizó antes, Pablo pasó a comparar la organización de la Iglesia (o, en este contexto, el consejo de la Iglesia) con el cuerpo físico, haciendo hincapié en la importancia de cada una de sus partes dentro de la operación debida de todo el cuerpo:
Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él lo quiso . . .
Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros.
Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios . . .
Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.
Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas.
¿Son todos apóstoles? ¿son todos profetas? ¿todos maestros? ¿hacen todos milagros?
¿Tienen todos dones de sanidad? ¿hablan todos lenguas?
¿interpretan todos?
Procurad, pues, los dones mejores (1 Corintios 12:18, 21-22;27-31).
Tanto los obispos como los presidentes de estaca harían bien en procurar “los dones mejores” entre quienes llamen a servir a su lado. No se sientan intimidados por aquellos cuyos talentos y aptitudes innatos sean más visibles, y por consi- guiente parezcan ser más valiosos, que los de ustedes. Cada uno tiene una contribución significativa para hacer. Cada uno.
Cuando se me llamó a ser el presidente de la Misión Canadá Toronto, me sentí abrumado por el tremendo desafío que se me presentaba. Sin embargo, tenía la más absoluta confianza en que Dios prepararía el camino para que pudiera cumplir con la asignación, excepto en un aspecto en particular. Cuando llegué a Canadá, era muy poco lo que sabía en cuanto a Toronto y menos todavía sobre la Iglesia en Ontario. No sabía dónde estaban las cosas, no sabía en qué aspectos la Iglesia era fuerte o débil, y no tenía ni idea de quiénes podrían ayudarme más en mi ministerio en aquel lugar. Me siento agradecido por el hecho de que el Señor me inspiró para llamar como consejeros a dos hombres extraordinarios con gran madurez como líderes del sacerdocio y con un agudo conocimiento de la gente y de la historia, elementos tan importantes para los miembros de la Iglesia en el área de Toronto. Aquellos dos consejeros y su conocimiento fueron más que valiosos para mí y para la obra que llevamos a cabo en Canadá. Ellos sabían cosas que yo jamás habría llegado a saber, y me ayudaron de maneras que valoro cada vez más con el paso de los años puesto que aportaron a nuestra presidencia de misión una experiencia que yo no tenía. Como resultado de ello, nuestro desempeño como presidencia, como así también mi ministerio como presidente de misión, fueron más eficaces, más cabales y más completos.
Mis experiencias como obispo y como presidente de misión me enseñaron que el papel de los consejeros es vital para el éxito de cualquier presidencia u obispado. Moisés nos ofrece una importante ilustración del principio que estamos analizando. Durante una gran batalla entre la gente de Amalec y los hijos de Israel, Moisés se paró sobre un collado con la vara de Dios en su mano. “Y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec. Y las manos de Moisés se cansaban; por lo que tomaron una piedra, y la pusieron debajo de él, y se sentó sobre ella; y Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro de otro; así hubo en sus manos firmeza hasta que se puso el sol” (Éxodo17:11-12).
En un sentido muy real, los consejeros de líderes del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares cumplen la misma función que Aarón y Hur cumplieron en favor de Moisés: sostienen, apoyan y mantienen las cosas firmes.
CÓMO EFECTUAR REUNIONES EFICACES DE PRESIDENCIA Y DE OBISPADO
Ahora quisiera ofrecer varias sugerencias con el fin de ayudar a los obispados y a las presidencias a lograr la misión de la Iglesia por medio de sus reuniones ejecutivas. Ante todo, como lo explico en el capítulo 3, concéntrense en las cosas que más importan. Es fácil distraerse con detalles administrativos, pero los líderes de la Iglesia serán mucho más eficaces si prestan especial atención a satisfacer las necesidades de las personas y de las familias. Concretamente, las presidencias y los obispados deben concentrarse en traer almas a Cristo por medio de las ordenanzas y los convenios del Evangelio. El presidente Boyd K. Packer declaró:
Les instamos a concentrarse en la misión de la Iglesia en vez de simplemente administrar las organizaciones y los programas . . .
Tal vez se pregunten qué es lo que deben hacer para implementar la misión de la Iglesia en la vida de los miembros. ¿En qué cosas deben canalizar su atención y energía? . . .
Tenemos el deber de llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre mediante las ordenanzas y los convenios relacionados con ellas . . .
Si prestamos atención . . . a las palabras ordenanza y convenio y después elevamos la vista, seremos iluminados y sabremos cómo fijar nuestra posición y marcar nuestro rumbo . . .
Una prueba buena, útil y verdadera de toda decisión importante tomada por un líder de la Iglesia es determinar si un cierto rumbo nos acerca o nos aleja de los convenios . . .
Al administrar las organizaciones de la Iglesia, sería una buena idea asegurarnos de que todos los caminos lleven al templo. Es allí donde nos preparamos en todas las cosas para ser dignos de entrar en la presencia del Señor (discurso dado en el Seminario para Representantes Regionales, el 3 de abril de 1987, págs. 3-5; cursiva agregada).
Para lograr lo anterior, debe asegurarse de que el temario escrito de cada reunión ejecutiva, especialmente a nivel de barrio o de quórum, se centre primordialmente en la gente y no en los programas, y después ajustarse al temario. Los propósitos de la reunión deben ser claros, y ésta debe empezar y terminar en hora. El oficial presidente debe permitir que haya suficiente tiempo para referirse a las necesidades de la gente. Al considerar cada uno de los nombres que aparecen en el temario, debe pedir a sus consejeros que sugieran ideas y hagan recomendaciones con el fin de ayudar a cada persona a avanzar por medio de las ordenanzas y los convenios del Evangelio. Tras escuchar cuidadosa y sinceramente a cada una de las recomen- daciones, debe tomar una decisión o hacer una asignación que conduzca a un curso de acción específico y medible. Es importante adoptar esas decisiones por medio de la oración y es también importante que él y sus consejeros estén de acuerdo en cuanto a la acción que se adopte.
Claro que no es suficiente simplemente hablar de lo que se debe hacer. También debemos hacerlo. Por consiguiente, todas las decisiones y asignaciones se deben registrar y comunicar a aquellas personas que habrán de llevarlas a la práctica. Se le debe pedir a uno de los miembros del obispado o de la presidencia que se haga responsable de cada asignación, debiendo “volver e informar” en una fecha determinada. (El disponer de una lista de asignaciones en proceso de cumplimiento, mantenida por su secretario o secretario ejecutivo, le permitirá pedir un breve informe al llegar a la fecha concertada.) Asimismo, cuando se delega una asignación, se debe comunicar en cuanto a “qué” más que a “cómo”; o sea, a la persona que recibe la asignación se le hace responsable del resultado que tiene que lograr más bien que del método específico que vaya a usar. Esto le per- mite a dicha persona buscar inspiración y ejercer su ingenio, dentro de las normas y los procedimientos establecidos por la Iglesia, en el logro de la tarea que le haya sido delegada.
OTROS CONSEJOS DE LA IGLESIA
Dentro de la estructura de la Iglesia existen otros importantes consejos. Al igual que los obispados y las presidencias, son generalmente menores que los consejos de estaca y de barrio, pero también a éstos se les ha dado la función de impulsar la obra del Señor. Entre ellos se encuentran las mesas directivas de las organizaciones auxiliares, los comités de quórum y de grupo, las entrevistas del sacerdocio y las entrevistas de orientación familiar. Los principios y sugerencias que hemos tratado en cuanto a obispados y presidencias también se aplican, en gran medida, a estos otros consejos.
Por ejemplo, el obispo entrevista al presidente del quórum de élderes y al líder del grupo de sumos sacerdotes por lo menos trimestralmente “para hablar sobre el progreso de las personas y las familias del barrio”. Al aconsejarse mutuamente en el curso de esas reuniones, el obispo “les ofrece las fuentes de recursos del barrio para cumplir con sus responsabilidades de enseñar a los padres, a las familias y a los miembros que no estén casados, velar por ellos y fortalecerles. A su vez, los líderes ofrecen las fuentes de recursos del quórum o grupo para ayudar a los miembros del obispado a cumplir con sus responsabilidades” (Manual para líderes del Sacerdocio de Melquisedec, 28).
En forma similar, se integran comités de quórum o grupo para llevar a cabo la triple misión de la Iglesia. Se instruye a los líderes del Sacerdocio de Melquisedec que organicen “tres comités para ayudar a sus miembros a proclamar el evangelio, perfeccionar a los santos y redimir a los muertos. Cuando funcionan debidamente, estos comités disminuyen el volumen de trabajo de los líderes del sacerdocio y brindan a sus miembros la oportunidad de participar . . . Un miembro de la presidencia del quórum o del liderazgo del grupo está encargado de supervisar cada comité” (ibíd., 15).
Refiriéndose a la organización de los quórumes del Sacerdocio de Melquisedec, el presidente Stephen L. Richards dijo en una ocasión:
Ahora bien, hermanos de las presidencias de los quórumes del sacerdocio: Ustedes necesitan esos consejos y yo no vacilo en lo más mínimo en asegurarles que, si emplean los consejos como se espera que lo hagan, Dios les dará soluciones a los problemas a los cuales se enfrentan con relación a sus respectivos quórumes. Y Él les permitirá encontrar maneras y medios de llegar a los hombres a quienes desean alcanzar para acercarlos al quórum, a fin de que puedan ellos gozar de su espíritu.
.. No importa cuántos comités ustedes formen, la presi- dencia del quórum es responsable de cada uno de los miembros del quórum; y me consta que a ustedes no se les puede relevar de esa responsabilidad, aun cuando sí querrán la ayuda de todos cuantos les extiendan una mano (en Conference Report, octubre de 1953, 86).
“DE ACUERDO EN CUANTO A MI PALABRA”
Considero que a veces pasamos por alto la importancia de un cierto tipo de consejo del sacerdocio que posee un enorme poder en lo que tiene que ver con traer personas y familias a Cristo: la entrevista de la orientación familiar. Es primordialmente a través de estas entrevistas que los líderes de quórum y de grupo están en condiciones de aportar visión y guía al programa de la orientación familiar del sacerdocio, el cual es “el método establecido por el Señor para velar por los miembros de la Iglesia. A través de la orientación familiar, los poseedores del sacerdocio unen sus esfuerzos con el Señor para cumplir con sus propósitos” (Manual para líderes del Sacerdocio de Melquisedec, 9).
Hago referencia a la entrevista de la orientación familiar como un consejo del sacerdocio debido a su sagrado propósito, y a causa de la promesa del Señor que dice: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Cuando leemos esa promesa dentro del contexto de las Escrituras, vemos que se aplica específicamente a aquellos que se congregan o se reúnen para aprender lo que el Señor desea que hagan: “Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:19-20; énfasis agregado). La misma promesa hizo a Sus siervos de esta dispensación: “De cierto, de cierto os digo, como dije a mis discípulos: Donde estén dos o tres congregados en mi nombre, respecto de una cosa, he aquí, allí estaré yo en medio de ellos, así como estoy en medio de vosotros” (D&C 6:31; énfasis agregado).
El aconsejarse conjuntamente para acordar en cuanto a la voluntad del Señor parece ser un tema importante en las Escrituras. Consideremos esta revelación dada por medio del profeta José Smith: “Porque de cierto os digo, que por cuanto os habéis juntado según el mandamiento que os di, y estáis de acuerdo tocante a esta cosa, y habéis pedido al Padre en mi nombre, así también recibiréis” (D&C 42:3; énfasis agregado). Y esta otra: “Escuchad, oh élderes de mi iglesia a quienes he llamado; he aquí, os doy el mandamiento de congregaros para que os pongáis de acuerdo en cuanto a mi palabra; y por vuestra oración de fe recibiréis mi ley para que sepáis cómo gobernar mi iglesia y poner todas las cosas en orden delante de mí” (D&C 41:2-3; énfasis agregado).
Lo anterior describe exactamente el propósito de las entrevistas de la orientación familiar. Su única función es permitir al líder del sacerdocio y al maestro orientador asesorarse conjuntamente por medio de la oración y llegar a un acuerdo en cuanto a un curso de acción que ayudará a los miembros del quórum y a sus familias a venir a Cristo y perfeccionarse en Él (véase Moroni 10:32). El presidente Ezra Taft Benson declaró: “Exhortamos a los líderes del quórum a que mensualmente efectúen entrevistas espirituales de orientación familiar, reciban un informe en cuanto a las actividades de los maestros orientadores, evalúen necesidades urgentes, hagan asignaciones para el mes siguiente y enseñen, fortalezcan e inspiren a los maestros orientadores en sus sagrados llamamientos. Estas entrevistas con los maestros orientadores proveen a los líderes la forma de medir el progreso y de servir mejor a los individuos y familias que han sido llamados a servir” (véase Liahona, julio de 1987, pág. 51).
Se requiere enorme visión y cometido de parte de los líderes del Sacerdocio de Melquisedec para cumplir con esa asignación, pero se puede lograr. Un joven presidente de quórum de élderes dio cuenta de algunos de los sucesos que lo ayudaron a descubrir el valor de las entrevistas de orientación familiar:
Cuando se me llamó como presidente del quórum, no creo que realmente tuviera un testimonio sobre las entrevistas de la orientación familiar, y pienso que contagié esa actitud a mis consejeros y a los miembros del quórum. No programamos las entrevistas con la regularidad que debíamos y cuando tratamos de efectuarlas, la mayoría de los maestros orientadores demostraban poco entusiasmo. Uno de ellos hasta preguntó: “¿Cuán importante es lo que tenemos para hablar que no podamos hacerlo en dos minutos por teléfono?”
En una de mis entrevistas trimestrales con el presidente de la estaca, le mencioné el problema que estábamos teniendo. Hablamos sobre el asunto por un rato y él me ayudó a comprender la razón por la cual teníamos tanta dificultad en que los hermanos concurrieran a las entrevistas. Me pidió que leyera un versículo de Doctrina y Convenios que dice que es el deber del líder del sacerdocio “sentarse en concilio” con los miembros de su quórum y “enseñarles de acuerdo con los convenios” (D&C 107:89). Después me explicó que lo que realmente se debe hacer en una reunión de entrevista de orientación familiar es acordar el “siguiente paso” para ayudar al miembro del quórum a venir a Cristo.
Me dijo que, como presidencia, tendríamos más éxito si basábamos cada entrevista en la siguiente pregunta: “¿Qué desea el Señor que hagamos en los próximos treinta días para ayudar a cada hermano y a su familia a acercarse a las ordenanzas y los convenios del templo?”. También sugirió algunas maneras de hacer un seguimiento de las decisiones tomadas y las asignaciones hechas en las entrevistas.
En nuestra siguiente reunión de presidencia de quórum, hablé con mis consejeros sobre lo que habíamos tratado con el presidente de la estaca. Acordamos llevar a cabo entrevistas más frecuentes y enfocarlas de una manera distinta. Recuerdo que tuvimos que reorganizar tres o cuatro asignaciones de orientación familiar esa noche y prestamos mucha más atención que de costumbre a esos ajustes. Creo que fue durante esa reunión de presidencia que las cosas realmente empezaron a cambiar en nuestro quórum.
Al siguiente domingo, en vez de simplemente hacer las nuevas asignaciones, como lo habíamos hecho antes, entrevistamos a cada maestro orientador que tuviera una nueva asignación y le explicamos lo que estábamos tratando de lograr. Algunos de ellos se mostraron más entusiasmados que otros, pero recuerdo especialmente la entrevista que tuve con Gary Martínez. Gary era el que había sugerido una entrevista de dos minutos por teléfono, así que yo estaba un poco nervioso de pedirle que se reuniera conmigo, pero no puso ninguna objeción.
Después de hacer una oración de rodillas, dediqué algunos minutos a explicarle a Gary sobre sus nuevas familias. Una de las personas en la lista era Ed Barker, quien pocas semanas antes se había mudado al barrio. Le dije a Gary que estábamos “llamándolo a servir una misión” para ayudar a Ed a recibir el oficio de élder y llevar a su familia al templo. Le dije que mis consejeros y yo habíamos orado al respecto y considerábamos que él era la persona que el Señor quería como maestro orientador de esa familia. Gary dijo que haría cuanto pudiera y me pareció sincero. Le pregunté si sería posible que tuviéramos una entrevista de orientación familiar todos los meses para hablar de las cosas que podríamos hacer para alcanzar nuestra meta con Ed. Gary sonrió con un poco de sarcasmo, pero estuvo de acuerdo en hacerlo.
Una de las razones por las que asignamos a Gary como maestro orientador de Ed era que a los dos les encantaba la mecánica automotriz, así que no sería mayor sacrificio para Gary pasar tiempo con Ed en su casa. En nuestras entrevistas, Gary y yo nos referimos al “siguiente paso” para ayudar a la familia Barker a ir al templo, y me daba cuenta de que estaba tomando muy en serio su “llamamiento misional.” Nuestro primer paso, con mucha ayuda de la presidencia de la Primaria, fue lograr que el hijo de Ed, de nueve años de edad, se integrara al programa de los Lobatos. Después de eso, Gary consiguió que Ed y su esposa, Julie, fueran a un par de reuniones de la Iglesia. En una ocasión hasta logró que Ed diera una oración y pocas semanas más tarde los Barker fueron a su casa a una noche de hogar. Yo siempre escribía la meta que acordábamos y en la siguiente entrevista Gary me hacía saber si había podido lograrla o no. La mayoría de las veces el resultado fue positivo, aunque no siempre.
Unos siete u ocho meses después de que Gary empezó con la asignación, y tras una conversación que tuve con el obispo, entendí que había llegado el momento de que se invitara a Ed a prepararse, junto con su familia, para ir al templo. Recuerdo la entrevista en la que Gary y yo hablamos del asunto. Se le veía bastante serio y parécía estar un poco preocupado, pero dijo que lo haría. Nos arrodillamos a orar y realmente sentimos la presencia del Espíritu. Le dejé saber que la totalidad del consejo de barrio oraría por él y por los Barker ese mes, y así lo hicimos.
Ed y Julie aceptaron la invitación de asistir a nuestro seminario de preparación para el templo y Ed fue ordenado élder en la siguiente conferencia de estaca. De hecho, le pidió a Gary que lo ordenara. Pero el día que más significado tuvo para todos nosotros fue el sábado en que Ed y Julie, junto con su hijo, fueron sellados en el templo por esta vida y por la eternidad. Ed y Gary son hombres bastante corpulentos, pero derramaron muchas lágrimas cuando se abrazaron en la sala de sellamientos aquél día.
En nuestra siguiente entrevista, Gary y yo simplemente hablamos de los sucesos del año que había transcurrido y de lo que todo aquello había significado para nosotros. Me dijo: “Cuando me pediste que hablara con Ed sobre la posibilidad de llevar a su familia al templo, tuve mucho miedo. Cuando oramos al respecto supe que eso era 1o que debía hacer, pero también supe que no podría hacerlo solo. Realmente necesitaba la ayuda del Señor y creo que Él me ayudó. Al estar sentado en la sala de sellamientos observando a los Barker, de pronto comprendí que había sido un instrumento en las manos del Señor para acercar a esa familia a Él y al templo. Fue como lo que hablamos en nuestras entrevistas. Gracias por darme la oportunidad de cumplir con esta asignación. Ha sido una de las mejores experiencias del mi vida”.
Desde entonces, Gary nunca ha rehusado asistir a las entrevistas de orientación familiar. De hecho, es uno de los maestros orientadores más fieles de nuestro quórum, y también lo es Ed.
El presidente James E. Faust dijo: “Debemos hacer todo cuanto esté en nuestro poder para asegurarnos de que ningún miembro de la Iglesia se vaya de esta vida sin haber recibido las ordenanzas y los convenios del templo . . . A1 guardar los convenios hechos en el templo ponemos al Señor en el centro de nuestra vida, desarrollamos más amor por los demás, recibimos protección contra las influencias maléficas y obtenemos fuerzas espirituales, felicidad, paz interior y vida eterna” (discurso dado en el Seminario para Representantes Regionales el 1- de abril de 1988; citado en el Deseret News, el 9 de abril de 1988, 5).
Todo tipo de consejo de la Iglesia, ya sea que fuere mayor o menor, es por cierto vital en esta sagrada obra de traer almas al Señor. Que Él nos bendiga a todos al cumplir con nuestra mayordomía en Su reino de los últimos días, al actuar bajo la dirección de Su Espíritu en la implementación del divino modelo que Él ha revelado por medio de Sus profetas.
























