El Espíritu
sobre lo Terrenal
La Posesión del Espíritu, etc.
por el Presidente Brigham Young
Comentarios pronunciados en el Tabernáculo,
Gran Ciudad del Lago Salado, el 6 de octubre de 1859.
Hermanos y hermanas, me regocijo enormemente por la manifestación del Espíritu de Dios que he presenciado aquí hoy. Hemos escuchado buenos testimonios y buenos consejos, y el Espíritu del Señor está sobre el pueblo; y confío en que veré un aumento de este Espíritu, que he sentido de manera señalada hoy, y que también siento día a día.
El mundo no podría contratarme para ser un “mormón”, a menos que disfrutara del espíritu de mi religión. Necesito ese espíritu en mis negocios, así como en mi adoración; y sin duda lo necesitaría si tuviera que ir a los cañones y manejar ganado: necesitaría una doble porción de él. Lo que hacemos debería estar en consonancia con la mente del Espíritu Santo. No estamos en absoluto bajo la necesidad de caer en el error en el que cae el mundo cristiano. Ellos piensan, cuando manejan o tratan con las cosas de este mundo, que esas cosas no tienen nada que ver con su religión. Nuestra religión abarca dentro de su amplio abrazo no solo cosas del cielo, sino también cosas de la tierra. Circunscribe todo arte, ciencia y literatura que pertenezca al cielo, a la tierra y al infierno.
¿Hay algo bueno? Pertenece a ti y a mí. ¿Hay virtud? Es nuestra. ¿Hay verdad? Es nuestra. ¿Hay conocimiento? Es para nosotros.
Toda la eternidad está ante nosotros. Tratemos con nosotros mismos como hombres y mujeres de Dios. Tratemos unos con otros como seres inteligentes. Nuestra religión absorbe toda verdad, y el Señor Todopoderoso reunirá en Sion toda la inteligencia y sabiduría que jamás se haya exhibido entre los hombres.
Cuando veo a hombres deseando y anhelando las cosas de este mundo, me parece muy infantil. Estas cosas pertenecen al Señor, y nosotros somos suyos. El oro y la plata, la harina fina, el vino y el aceite, y todos los tesoros de la tierra son suyos, y él los dispone como quiere. Cuando estemos preparados, tendremos oro suficiente para pavimentar las calles, y lo pisaremos bajo nuestros pies. ¡Vergüenza a los hombres y mujeres que profesan ser Santos, que adoran y aman las cosas perecederas de la tierra! Ama a Dios y su obra, y todo es nuestro en el tiempo y en la eternidad.
¡Que el Señor nos ayude a hacerlo! Amén.
Resumen:
En este discurso, Brigham Young expresa su gratitud por sentir el Espíritu de Dios entre los Santos reunidos. Expone la importancia del Espíritu en todas las facetas de la vida, tanto en los asuntos espirituales como en los temporales. Para él, la religión no se limita a la adoración en el templo, sino que abarca todo aspecto de la vida: los negocios, la ciencia, el arte, e incluso las tareas más mundanas. Destaca que la religión verdadera absorbe toda verdad, virtud y conocimiento, y pertenece a aquellos que aman a Dios y siguen Su obra.
Brigham Young señala que los bienes materiales pertenecen a Dios y que aquellos que anhelan las riquezas del mundo muestran una falta de madurez espiritual. Los recursos de la tierra, como el oro y la plata, no deben ser adorados ni deseados, sino que son propiedad del Señor, quien los distribuye según su voluntad. Para los fieles, las bendiciones eternas son mucho más valiosas que las riquezas terrenales, que eventualmente se convertirán en cosas insignificantes, como pavimento bajo sus pies. Finalmente, exhorta a los Santos a centrar su amor y devoción en Dios y en Su obra, para que puedan heredar todas las cosas en el tiempo y en la eternidad.
Este discurso de Brigham Young nos invita a reflexionar sobre la verdadera fuente de felicidad y éxito. El énfasis que pone en la necesidad de poseer el Espíritu en todos los aspectos de la vida nos recuerda que la espiritualidad no debe separarse de nuestra vida cotidiana. Más allá de las preocupaciones terrenales, Young nos insta a ver la vida a través de un lente eterno: las riquezas, las posesiones y los logros mundanos son temporales, pero las bendiciones de Dios son eternas.
La tentación de enfocarse en las cosas materiales sigue siendo una lucha moderna. Sin embargo, la enseñanza central de este discurso es que todo lo bueno, todo lo virtuoso y verdadero pertenece a Dios, y si buscamos Su guía, Él nos bendecirá en todas las áreas de nuestras vidas. El mensaje de Brigham Young es una llamada a poner a Dios primero, a no sucumbir al deseo de lo efímero, y a trabajar por aquello que perdura: la vida eterna, la inteligencia y la sabiduría divina. Esta perspectiva nos permite vivir con mayor gratitud, paz y propósito.

























