El Libro de Moisés

Moisés 1:1-11
DIOS SE REVELA A MOISÉS

Moisés 1:1. “Moisés fue arrebatado a una montaña extremadamente alta”.

La visión que se registra en Moisés 1 tuvo lugar después de que Jehová habló a Moisés desde la zarza que ardía pero antes de que éste sacara a los hijos de Israel de Egipto y cruzaran el Mar Rojo (véase Moisés 1:17, 25–26).

Moisés 1:2, 9–11. ¿Cómo pudo soportar Moisés la presencia de Dios?

Moisés pudo soportar la presencia de Dios porque “la gloria de Dios cubrió a Moisés” (Moisés 1:2); fue transfigurado (véase el versículo 11; véase también D. y C. 67:10–12). El élder Bruce R. McConkie, que fue miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, escribió:

“La transfiguración es un cambio especial que experimenta la apariencia y la naturaleza de una persona o cosa por medio del poder de Dios. Esa transformación divina eleva a la persona desde un estado más bajo a uno más alto y da como resultado una condición más exaltada, admirable y gloriosa…

“Por medio del poder del Espíritu Santo, muchos profetas han sido transfigurados para poder estar en la presencia de Dios y presenciar visiones de la eternidad” (Mormon Doctrine, segunda edición, 1966, pág. 803).

Moisés 1:3–8. ¿Quién habló a Moisés?

El personaje que le habló a Moisés fue el Jesucristo premortal, que es Jehová, el Dios del Antiguo Testamento. Al ser uno con el Padre Celestial, Jesús en ocasiones habla como si Él fuera Dios el Padre (véase Moisés 1:6). Eso se conoce como investidura divina, por medio de la cual Cristo está investido con autoridad para hablar por el Padre y en Su nombre (véase también D. y C. 29:1, 42, 46).

El presidente Joseph Fielding Smith escribió: “Toda revelación desde la Caída ha venido por medio de Jesucristo, quien es el Jehová del Antiguo Testamento… Él es el Dios de Israel, el Santo de Israel, el que sacó a aquella nación de su cautiverio en Egipto y el que dio y cumplió la Ley de Moisés. El Padre nunca trató directa o personalmente con el hombre después de la Caída, y nunca se ha mostrado a no ser para presentar y dar testimonio del Hijo” (Doctrina de Salvación, comp. Bruce R. McConkie, 3 tomos, tomo I, pág. 25).

Para ejemplos adicionales del Padre dando testimonio de Su Hijo, véase Mateo 3:16–17; 17:5; Juan 12:28; 3 Nefi 11:6–7; José Smith—Historia 1:17.

Moisés 1:4–6. Moisés es un hijo de Dios.

Todas las personas de la tierra son hijos espirituales de Dios, nuestro Padre Celestial. En un discurso que la Primera Presidencia escribió en 1909, titulado el “Origen del hombre”, dijo: “El hombre es hijo de Dios, formado a la imagen divina e investido de atributos divinos, y así como un hijo de madre y padre terrenales puede llegar a ser un hombre a su debido tiempo, así la progenie aún sin desarrollar y que viene de padres celestiales puede, mediante el aprendizaje a través de las épocas y de los siglos, evolucionar hasta llegar a ser un Dios” (véase Mi reino se extenderá, pág. 78; véase también Hechos 17:27–28; Hebreos 12:9; Marion G. Romney, Learning for the Eternities, George J. Romney, comp. 1977, págs. 31–32).

Moisés 1:6. “Aparte de mí no hay Dios”.

La frase “aparte de mí no hay Dios” no debe interpretarse como que el género humano no tiene el potencial eterno de llegar a ser como Dios. En un discurso que la Primera Presidencia dio en 1912 acerca de Moisés 1:6, ofreció un contexto histórico con el fin de ayudarnos a comprender esa frase:

“Moisés se crió en un ambiente idólatra, ya que entre los egipcios había gran número de dioses. Al comenzar la obra que el Señor dijo a Moisés que tenía para él, era necesario que éste concentrara sus pensamientos y su fe en Dios el Padre Eterno como el único Ser al cual adorar…

“…El solo objeto de adoración, Dios el Padre Eterno, ocupa un lugar supremo y único, y es sólo en el nombre del Unigénito que, para ese propósito, nos acercamos a Él, como Cristo siempre enseñó” (“Only One God to Worship”, Improvement Era, abril de 1912, págs. 484–485).

El élder Boyd K. Packer, miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó: “El Padre sí es el único Dios verdadero. Por cierto que nadie le superará, ni nadie ocupará Su lugar. Tampoco nada cambiará la relación que nosotros, Su progenie literal, tenemos con Él. Él es Elohim, el Padre. Él es Dios. Sólo hay Uno como Él. Reverenciamos y adoramos a nuestro Padre y nuestro Dios” (véase “El modelo de nuestro Progenitor”, Liahona, enero de 1985, pág. 56).

Moisés 1:6. “Para mí todas las cosas están presentes”.

Pasado
Lo que sabe Dios
Futuro
Presente
Lo que puede saber el hombre

El élder Neal A. Maxwell, miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó: “Dios no vive en la dimensión del tiempo como nosotros; no sólo nos obstaculiza (tanto física como intelectualmente) nuestro estado finito sino también el encontrarnos en la dimensión del tiempo. Por otra parte, dado que ‘todas las cosas están presentes’ para Dios, Él no solamente predice basándose únicamente en el pasado. En una forma que no está clara para nosotros, Él ve el futuro en lugar de preverlo, ya que todas las cosas a la vez están presentes delante de Él” (Things As They Really Are, 1978, pág. 29; véase también Alma 40:8; D. y C.130:4–7).

Acerca del conocimiento de Dios de todas las cosas, el profeta José Smith enseñó: “Sin el conocimiento de todas las cosas, Dios no podría salvar a ninguna de Sus criaturas; ya que en virtud de ese conocimiento de todas las cosas que Él tiene, desde el principio hasta el fin, puede brindar ese conocimiento a Sus hijos, lo cual permite a éstos ser partícipes de la vida eterna. Si no fuese por el concepto que tienen los hombres de que Dios es poseedor de un conocimiento pleno, ellos no podrían ejercer fe en Él” (Lectures on Faith, 1985, págs. 51–52; véase también D. y C. 88:41; 93:8–36).

El conocimiento previo de Dios sobre todas las cosas no obstaculiza ni limita nuestra libertad para escoger el bien o el mal. El élder James E. Talmage, que fue miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, escribió: “Muchas personas han llegado a creer que esta precognición de Dios es una predestinación por medio de la cual quedan señaladas las almas para gloria o condenación aun antes de su nacimiento en la carne, y sin consideración al mérito o indignidad del individuo. Esta doctrina herética trata de despojar a Dios de Su misericordia, justicia y amor; presentaría a Dios como un ser caprichoso y egoísta, dirigiendo y creando todas las cosas únicamente para Su propia gloria, sin importarle los sufrimientos de Sus víctimas. ¡Qué terrible! ¡Cuán ilógico este concepto de Dios! Conduce a la absurda conclusión de que el simple conocimiento de sucesos futuros va a obrar como fuerza determinante para efectuar dichas cosas. El conocimiento que Dios tiene de la naturaleza espiritual y humana le permite saber con exactitud lo que sus hijos harán en determinadas condiciones; sin embargo, este conocimiento ninguna fuerza compulsiva ejerce en aquel hijo” (Los Artículos de Fe, pág. 212).

Moisés 1:10. “El hombre no es nada”.

Moisés había vivido cuarenta años como príncipe de la familia real de Egipto y fue venerado como un renombrado líder militar. Sin embargo, después de haber visto por sí mismo el poder y la gloria de Dios, con humildad admitió que en comparación: “el hombre no es nada”. El élder Neal A. Maxwell escribió que la declaración de Moisés “ciertamente no se dijo para menospreciar al hombre, ‘el milagro más grande de Dios’, sino para colocarlo en la vasta perspectiva de las creaciones de Dios y hacernos entender que aun así somos la obra exclusiva de Dios y Su gloria más grande” (Notwithstanding My Weakness, 1981, pág. 75). Las Escrituras de los últimos días afirman la veracidad del hecho de que con Dios y por medio de Dios, el hombre puede cumplir su potencial divino para llegar a ser incluso como Él (véase D. y C. 76:55–59, 92–95; 88:107; 121:29; 132:20).


Moisés 1:12–23
SATANÁS MANDA A MOISÉS QUE LO ADORE

Moisés 1:19. ¿Por qué afirmaría Satanás ser “el Unigénito”?

La arrogante afirmación de Satanás pone en evidencia su motivo principal: engañar a la humanidad para que lo adoren a fin de que, al igual que él, sean desdichados para siempre (véase 2 Nefi 2:17–18; Moisés 4:1–4). Además, pone en evidencia los fines principales de Satanás: el obtener el poder y la gloria del Padre Celestial y el suplantar y usurpar la función de Jesucristo. No hay dudas de que Satanás busca desplazar al mismo Padre.

Moisés 1:20. “Moisés empezó a temer grandemente”.

Cuando Moisés comenzó a temer en presencia de Satanás, vio la amargura del infierno. El estar constantemente en rebelión contra Dios es realmente un infierno y la forma en que Satanás desea que vivamos. Sin embargo, si somos fieles no tenemos por qué temer, ya que sabemos que la sabiduría de Dios es mayor que la astucia del diablo (véase D. y C. 10:43). Sabemos además que Satanás será finalmente atado (véase D. y C. 45:55; 88:110), temblará de miedo (véase D. y C. 35:24) y será expulsado de esta tierra y de entre sus habitantes (véase D. y C. 76:33, 36). Aun ahora podemos atar a Satanás al vivir rectamente, para que de esa forma no tenga poder sobre nosotros (véase 1 Nefi 22:26).

Moisés 1:12–22. Las tentaciones de Satanás.

El élder Spencer W. Kimball, en ese entonces miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, dio la siguiente sugerencia sobre cómo oponer resistencia a las tentaciones de Satanás:

“En el ejemplo del Salvador se recalca la importancia de no dar cabida a la tentación ni en el más mínimo grado. ¿Acaso no reconoció el peligro cuando se hallaba en el monte con su hermano caído, Lucifer, ante la fuerte tentación del consumado tentador? [véase Mateo 4:1–11]. Pudo haber abierto la puerta y jugado con el peligro, diciendo: ‘Muy bien, Satanás, escucharé tu proposición. No es necesario que yo me someta; no tengo que rendirme; no hay necesidad de que yo acepte; pero escucharé’.

“Cristo no transigió de esta manera. Terminante y prontamente dio fin a la discusión, y mandó: ‘Vete, Satanás’, dándole a entender probablemente: ‘No quiero verte más; retírate de mi presencia; no quiero escucharte; no quiero tener nada que ver contigo’. Leemos que tras esto ‘el diablo entonces le dejó’.

“Éste es nuestro modelo apropiado, si es que queremos evitar el pecado más bien que tener frente a nosotros la tarea, mucho más difícil, de curarlo. Al leer la historia del Redentor y Sus tentaciones, estoy seguro de que utilizó Sus energías para fortalecerse contra la tentación, más bien que para lidiar con ella a fin de vencerla” (véase El Milagro del Perdón, págs. 218–219).


Moisés 1:24–42
MOISÉS APRENDE MÁS ACERCA DE LA OBRA DE DIOS

Moisés 1:24. El Espíritu Santo estuvo en la tierra en la época del Antiguo Testamento.

Desde la época de Adán, el Espíritu Santo ha estado en la tierra inspirando y testificando a los hijos de Dios. El presidente Joseph Fielding Smith dijo: “El hecho real es que todos los profetas tuvieron el Espíritu Santo, y fueron guiados y dirigidos por Él. Sin este poder no hubiesen sido profetas. Pedro dijo que la profecía misma no ‘fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo’ [2 Pedro 1:21]. El libro de Moisés, que es el relato original y perfecto de una parte del Génesis, menciona al Espíritu Santo; y también lo hacen los profetas nefitas, incluso los que vivieron en la época anterior a Cristo” (véase Doctrina de Salvación, tomo I, pág. 44).

Moisés 1:35–38. “Hay muchos mundos”.

El presidente Brigham Young dijo: “¿Cuántas tierras hay? Esta mañana observé que se pueden tomar las partículas de materia que componen esta tierra y, si se pudiesen contar, sólo serían el principio del número de las creaciones de Dios; y continuamente se están creando y cambiando y pasando por las mismas experiencias por las que estamos pasando nosotros ahora” (en Journal of Discourses, tomo XIV, pág. 71).

Moisés 1:35–39. Jesucristo redimió todas las creaciones de Dios.

El élder Marion G. Romney, en ese entonces miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó:

“Jesucristo, en el sentido de ser su Creador y Redentor, es el Señor de todo el universo. Excepto por Su ministerio mortal llevado a cabo en esta tierra, Su servicio y relación con otros mundos y sus habitantes son los mismos que con los de esta tierra y sus habitantes…

“…En pocas palabras, Jesucristo, mediante quien Dios creó el universo, fue escogido para poner en acción el gran plan de Elohim, de ‘llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre’ —el Evangelio de Jesucristo— el único camino por el que el hombre puede obtener la vida eterna” (véase “Jesucristo, Señor del Universo”, Liahona, abril de 1969, págs. 10, 12).

Moisés 1:39. La inmortalidad y la vida eterna.

El élder Bruce R. McConkie escribió: “La inmortalidad es vivir eternamente en un estado resucitado con un cuerpo y un espíritu inseparablemente unidos” (Mormon Doctrine, pág. 376). Todos los hijos de Dios que obtengan cuerpos mortales resucitarán algún día y recibirán cuerpos físicos inmortales (véase 1 Corintios 15:22).

El presidente Joseph Fielding Smith dijo: “Vida eterna es tener la clase de vida que Dios tiene. Todos aquellos que se convierten en siervos tendrán inmortalidad, pero los que se convierten en hijos e hijas de Dios tendrán el don adicional de la vida eterna, que es el máximo don de Dios” (Doctrina de Salvación, tomo II, pág. 8). El presidente Spencer W. Kimball enseñó que “la vida eterna… es lograr la exaltación en el cielo más alto” (“Cristo, nuestra eterna esperanza”, Liahona, febrero de 1979, pág. 109).

Moisés 1:39. La generosidad de Dios.

Después de citar Moisés 1:39, el presidente Marion G. Romney, que fue consejero de la Primera Presidencia, dijo: “Por lo tanto, vemos la completa generosidad de nuestro Padre Celestial. Su gloria y el propósito total de Su obra es dar vida eterna y felicidad a Sus hijos. Por consiguiente, ¿no debería ser el propósito de nuestra vida el servirnos con rectitud los unos a los otros? Si no es así, ¿cómo entonces esperar ser como Él?” (véase “Vivir los principios del Plan de Bienestar”, Liahona, febrero de 1982, pág. 167).

Moisés 1:40–41. A Moisés se le encomendó escribir acerca de esta tierra.

Además de su llamamiento de libertar a los hijos de Israel del cautiverio egipcio, a Moisés se le encomendó que escribiera acerca de los acontecimientos que habían tenido lugar desde la creación de la tierra hasta los últimos días de su propia misión. Los primeros cinco libros de la Biblia contienen los escritos de Moisés; sin embargo, algunas de las verdades que Moisés registró en esos cinco libros fueron quitadas de la Biblia por hombres inicuos que alteraron su texto bíblico (véase 1 Nefi 13:24–28; Moisés 1:23). El profeta José Smith, por medio de revelación, restauró muchas verdades que se habían perdido (véase 2 Nefi 3:6–15; Moisés 1:41).