El Libro de Moisés

Moisés 4:1–6
CÓMO LUCIFER LLEGÓ A SER EL DIABLO

Moisés 4:1. “Ese Satanás a quien tú has mandado”.

Esa frase se refiere a una confrontación que Moisés había tenido anteriormente con Satanás (véase Moisés 1:12–22). Moisés había mandado a Satanás, en el nombre de Jesucristo, que se retirara.

Moisés 4:1. El concilio de los cielos.

El presidente Joseph Fielding Smith enseñó: “En el estado anterior [la preexistencia] éramos espíritus. A fin de poder avanzar y alcanzar finalmente la meta de la perfección, se nos hizo saber que recibiríamos tabernáculos físicos de carne y huesos, y que pasaríamos por la mortalidad donde seríamos probados, para ver si nosotros, mediante esas pruebas, seríamos capaces de prepararnos para la exaltación”. Declaró además que cuando nuestro Padre Celestial presentó Su plan a Sus hijos en un concilio de los cielos, “la idea de pasar por la mortalidad y de participar de todas las vicisitudes de la vida terrenal, en la cual ganarían experiencia mediante el sufrimiento, el dolor, el pesar, la tentación y la aflicción —así como mediante los placeres de la vida en esta existencia terrenal— y luego, si demostraban fidelidad, pasar por la resurrección y seguir hacia la vida eterna en el reino de Dios y ser como Él, los llenó del espíritu de regocijo y ‘gritaron de gozo’ [Job 38:1–7]” (véase Doctrina de Salvación, tomo I, pág. 55).

Moisés 4:1–2. El plan de nuestro Padre Celestial.

El élder Neal A. Maxwell dijo que es “sumamente importante comprender correctamente qué sucedió en el concilio que se llevó a cabo en la existencia preterrrenal. No fue una reunión sin planeamiento ni tampoco hubo diferentes planes para discutir entre ellos, ni una sesión para exponer ideas de cómo formular el plan de salvación y llevarlo adelante. El plan de nuestro Padre Celestial ya se conocía y la pregunta era a quién enviaría el Padre para ponerlo en práctica” (Deposition of a Disciple,1976, pág. 11; véase también Juan 7:16–18).

Moisés 4:1–4. Satanás y su oposición al plan del Padre Celestial.

En la existencia preterrenal, a Satanás se le llamaba “Lucifer”, que significa “El que brilla” o el “Portador de Luz”. Él fue el “hijo de la mañana” (véase Isaías 14:12; D. y C. 76:25–27) y tenía el potencial de hacer mucho de bueno. Pero Lucifer buscó obtener el trono, el honor, el poder y la gloria del Padre Celestial (véase D. y C. 29:36; 76:28; Moisés 4:1). Con ese fin, él propuso redimir “a todo el género humano, de modo que no se perderá ni una sola alma” (Moisés 4:1). Sin embargo, su proposición estaba basada en la compulsión y por consiguiente eliminaba así el albedrío de los hijos del Padre Celestial y la necesidad de un Salvador que padeciese y los redimiera.

Moisés 4:3. El albedrío del hombre.

El élder Dallin H. Oaks, miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo: “El método de Satanás de asegurarse de que no se perdiera ‘ni una sola alma’ (Moisés 4:1) habría destruido ‘el albedrío del hombre’ (Moisés 4:3). Mediante su plan, Satanás habría sido nuestro amo y señor y nos habría llevado ‘cautivos según la voluntad de él’ (Moisés 4:4). Sin el poder para escoger, hubiéramos sido simplemente robots o títeres en sus manos” (“Free Agency and Freedom”, en The Book of Mormon: Second Nephi, The Doctrinal Structure, ed. Monte S. Nyman y Charles D. Tate Jr., 1989, pág. 4).

Moisés 4:4. Los deseos de Satanás.

El presidente Joseph F. Smith enseñó: “No hay que olvidar que el maligno ejerce gran poder en la tierra y que se vale de todo medio posible para ofuscar la mente de los hombres, y entonces les ofrece falsedades y desengaños a guisa de verdad. Satanás es un hábil imitador, y al paso que se va dando al mundo la verdad genuina del Evangelio en abundancia cada vez más grande, él hace circular la moneda falsa de la doctrina falaz. Guardaos de su moneda espuria, porque no os comprará nada sino la decepción, la miseria y la muerte espiritual” (Doctrina del Evangelio, pág. 370).

El presidente Brigham Young dijo: “A toda persona que desea ser santa y se esfuerza por lograrlo, la vigilan de cerca tanto los espíritus caídos que vinieron aquí cuando Lucifer cayó, como los espíritus de las personas inicuas que han estado aquí en tabernáculos [en cuerpos de carne y huesos] y ya los han dejado… Esos espíritus no están nunca ociosos; vigilan a toda persona que desea hacer lo justo y permanentemente las incitan a comportarse mal” (en Journal of Discourses, tomo VII, pág. 239).

Moisés 4:6. Satanás no conoce la mente de Dios.

El élder James E. Talmage explicó que Satanás en realidad “dio ímpetu a los fines de Dios, tentando a Eva; no obstante, su objeto fue frustrar el plan del Señor. Terminantemente se nos dice que Satanás ‘no conocía la mente de Dios, de manera que procuraba destruir el mundo’. [Moisés 4:6.] Sin embargo, su esfuerzo diabólico, lejos de ser el paso inicial hacia una destrucción, contribuyó al plan del progreso eterno del hombre” (Los Artículos de Fe, pág. 76).


Moisés 4:7–19
LA CAÍDA DE ADÁN Y EVA

Moisés 4:10. “De cierto no moriréis”.

Dios le dijo a Adán que si comía del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, moriría. La declaración de Satanás de que Adán no moriría fue una explotación diabólica e ilustra la naturaleza perniciosa de Satanás, “el padre de todas las mentiras” (Moisés 4:4), porque él intentó hacer creer que Dios es un mentiroso. Pero Dios es un Dios de verdad y no puede mentir (véase Éter 3:12). Poco después de que Adán y Eva participaron del fruto prohibido, se vieron forzados a dejar el jardín y la presencia del Señor y, como consecuencia, sufrieron la muerte espiritual. Además, cuando cayeron, sus cuerpos cambiaron de un estado inmortal a un estado mortal y de esa forma quedaron sujetos a la muerte física. (Véase D. y C. 29:40–43.)

Moisés 4:11. “Seréis como dioses, conociendo el bien y el mal”.

Cuando Adán y Eva participaron del fruto, se convirtieron en seres mortales y, en lo que respecta al conocimiento del bien y del mal, comenzaron a ser como Dios. Pero Satanás insinuó que Dios les prohibía participar del fruto porque no quería que ellos llegaran a ser como los dioses, e hizo parecer que los motivos que Dios tenía eran egoístas. La verdad es que la obra y la gloria de Dios es ayudar a todos Sus hijos a llegar un día a ser como Él (véase Moisés 1:39).

Moisés 4:12. ¿Por qué participaron Adán y Eva del fruto?

Ni Adán ni Eva participaron del fruto porque amaban a Satanás más que a Dios ni porque deseaban rebelarse contra Dios. El élder Dallin H. Oaks enseñó:

“Eva fue quien primeramente traspasó los límites establecidos en el Edén a fin de iniciar las condiciones de la vida terrenal; su acción, fuera la que fuese, fue oficialmente una transgresión, pero en la perspectiva eterna fue un glorioso requisito para abrirnos los portales hacia la vida eterna. Adán mostró sabiduría haciendo lo mismo. Y así fue que Eva y ‘Adán [cayeron] para que los hombres existiesen’ [2 Nefi 2:25].

“Hay cristianos que la condenan por su acción, dando por sentado que ella y todas sus hijas han quedado un tanto manchadas por lo que hizo. Los Santos de los Últimos Días no pensamos así. Con el conocimiento que nos da la revelación, celebramos el acto de Eva y honramos la sabiduría y el valor que demostró en ese gran episodio que llamamos la Caída… Brigham Young declaró que ‘no debemos jamás culpar a Eva, en lo más mínimo’ (en Journal of Discourses, tomo XIII, pág. 145). El élder Joseph Fielding Smith dijo: ‘Cuando me refiero a la parte que le correspondió a Eva en la Caída, nunca la califico de pecado, ni tampoco acuso de pecado a Adán… Ésta fue una transgresión de la ley, pero no un pecado… porque era algo que Adán y Eva tenían que hacer’ [Doctrina de Salvación, tomo I, pág. 109]” (véase “El gran plan de salvación”, Liahona, enero de 1994, pág. 85).

Moisés 4:12. La diferencia entre la transgresión y el pecado.

El élder Dallin H. Oaks dijo que el “contraste que se indica entre un pecado y una transgresión nos recuerda las claras palabras del segundo Artículo de Fe: ‘Creemos que los hombres serán castigados por sus propios pecados, y no por la transgresión de Adán’ (cursiva agregada). También se asemeja a una distinción que se hace en la ley y que nos es bien conocida: Algunos actos, como el asesinato, son delitos porque son en sí de naturaleza mala; otros, como manejar un vehículo sin licencia de conducir, son delitos sólo por estar prohibidos por la ley. De acuerdo con esas distinciones, el hecho que dio como resultado la Caída no fue un pecado —o sea, algo de naturaleza mala— sino una transgresión, algo que era malo por estar prohibido. Estas palabras no siempre se emplean para denotar algo diferente, pero esta diferencia parecería propia si la aplicamos a las circunstancias de la Caída” (“El gran plan de salvación”, Liahona, enero de 1994, págs. 85–86).

Se podría decir que otro significado de la palabra transgredir es “violar o traspasar lo señalado”. Adán y Eva violaron o traspasaron lo señalado que los hubiese mantenido en el Jardín de Edén por siempre; pero al hacerlo, nos brindaron a todos la oportunidad de llegar a ser mortales.

Moisés 4:14. Adán y Eva trataron de ocultarse de Dios.

En Moisés 3:25 se nos dice que antes de la Caída, Adán y Eva no sentían vergüenza a pesar de su desnudez. Pero una vez que adquirieron conocimiento del bien y del mal, se dieron cuenta de su desobediencia y de su indignidad delante de Dios. Se podría decir que cobraron conciencia y se avergonzaron de su “desnudez” espiritual. En calidad de seres caídos, tuvieron que enfrentarse a Dios conscientes de su propia culpa. Como Alma le explicó a su hijo Coriantón: “Mas he aquí, tú no puedes ocultar tus delitos de Dios; y a menos que te arrepientas, se levantarán como testimonio contra ti en el postrer día” (Alma 39:8; véase también 2 Nefi 9:14).

Moisés 4:15–19. Dios preguntó a Adán y a Eva si habían comido del fruto.

Dios “sabe todas las cosas, y no existe nada sin que él lo sepa” (2 Nefi 9:20). ¿Por qué entonces hizo Dios a Adán y a Eva las preguntas registradas en Moisés 4:15–19? Porque, como el élder Bruce R. McConkie enseñó: “La responsabilidad personal de todos nuestros actos forma la base de todo el plan del Evangelio y es la consecuencia natural de la ley del albedrío” (Mormon Doctrine, pág. 15).


Moisés 4:20–32
LAS CONSECUENCIAS DE LA CAÍDA

Moisés 4:20. La serpiente fue maldecida.

El élder Bruce R. McConkie escribió: “Desde el día en el que Satanás habló por boca de la serpiente para engañar a Eva con el fin de que comiese del fruto prohibido (Moisés 4:5–21), a Satanás se le llamó aquella ‘serpiente antigua’. (Apocalipsis 12:9; 20:2; D. y C. 76:28; 88:110.) La elección del nombre es excelente ya que indica una astucia sutil, maliciosa, taimada y engañosa” (Mormon Doctrine, pág. 704).

“El ser maldecido es lo contrario del ser bendecido; las bendiciones de Dios deferentemente invocan algo bueno, mientras que Su maldición justificadamente invoca algo malo sobre alguien que lo merece. De ese modo, a Satanás se le informó por medio de términos simbólicos que él no tendría el privilegio de la vida en esta tierra, que hasta el ganado y las bestias tienen” (Ellis T. Rasmussen, A Latterday Saint Commentary on the Old Testament, 1993, pág. 16).

Moisés 4:21. Enemistad.

El presidente Ezra Taft Benson enseñó: “Enemistad significa ‘aversión, odio, resentimiento u oposición’ ” (“Cuidaos del orgullo”, Liahona, julio de 1989, pág. 4).

Moisés 4:21. La “simiente” de la mujer se refiere al Salvador Jesucristo.

El élder James E. Talmage escribió: “El patriarca de la raza humana, Adán, se regocijó por la certeza del ministerio señalado del Salvador, mediante cuya aceptación, él, el transgresor, podría lograr la redención. En la promesa de Dios, pronunciada a raíz de la Caída, se hace breve mención del plan de salvación —cuyo autor es Jesucristo— en el cual se dice que aun cuando el diablo, representado por la serpiente en el Edén, tuviera el poder para herir el calcañar de la posteridad de Adán, la fuerza para herir la cabeza del adversario vendría por conducto de la descendencia de la mujer. Es significativo que por medio de la posteridad de la mujer se iba a realizar esta promesa de la victoria final sobre el pecado y su efecto inevitable, la muerte, ambos traídos al mundo a causa de Satanás, el enemigo mortal del género humano. Observemos que no se extendió la promesa al hombre en forma particular, ni a la pareja. El único caso en que una mujer ha concebido sin conocer varón en la carne, fue el nacimiento de Jesús el Cristo, Hijo terrenal de una madre mortal, engendrado por un Padre inmortal. Él es el Unigénito del Padre Eterno en la carne, y nació de mujer” (Jesús el Cristo, pág. 44).

Moisés 4:22. “Multiplicaré en gran manera tus dolores”.

La palabra hebrea “multiplicar” es rabah, que significa repetir una y otra vez; no significa un dolor mayor, sino un dolor que se repite. La palabra en hebreo para “dolor” en el relato de Génesis (Génesis 3:16) proviene del término atsab que significa “esfuerzo” o “sufrimiento”. Si bien esas palabras indican que el trabajo duro y el sufrimiento pasarían a formar parte de la vida de Eva, ella no consideró que las condiciones que recibiría a causa de la Caída fuesen una maldición (véase Moisés 5:11). En Moisés 4:22 se da “una gran revelación para las mujeres. Eva y sus hijas se convertían en cocreadoras con Dios al preparar los cuerpos que Sus hijos espirituales utilizarían en esta tierra y más tarde en la eternidad. La maternidad implicaría inconveniencias, sufrimientos, penalidades y pesares, cosas que el Señor vaticinó como consecuencias naturales y no como una maldición” (Rasmussen, Latter-day Saint Commentary, pág. 17).

Moisés 4:22. “Él se enseñoreará de ti”.

Acerca de esa frase, el presidente Spencer W. Kimball dijo: “Tengo una duda en cuanto a la palabra enseñoreará; da una impresión equivocada. Yo preferiría usar la palabra presidirá porque eso es lo que él hace.

“Un marido justo preside a su esposa y a su familia” (citado por S. Michael Wilcox en “Una relación divina”, Liahona, septiembre de 1997, pág. 8). En Efesios 5:22–31 y en Doctrinas y Convenios 121:41–46, el Señor da instrucciones claras sobre cómo debe presidir el marido.

Moisés 4:23–25. “Maldita será la tierra por tu causa”.

El presidente Marion G. Romney enseñó: “Como ven, la maldición no fue puesta sobre Adán, sino sobre la tierra por el bien de él; en lugar de ser ésta una maldición, fue sin lugar a dudas una bendición para Adán” (véase “Según mi propia manera”, Liahona, febrero de 1977, pág. 70).

El presidente Brigham Young dijo que las consecuencias de la Caída fueron universales: “La maldición cayó sobre los frutos, lo vegetal y sobre nuestra madre tierra; cayó sobre lo que se arrastra, sobre el grano del campo, los peces del mar y sobre todas las cosas que pertenecen a esta tierra” (en Journal of Discourses, tomo X, pág. 312). Desde el tiempo de la Caída, crecieron espinas y cardos espontáneamente de la tierra. Sólo por medio de un esfuerzo persistente pudo Adán plantar y nutrir la tierra y cosechar de ella y asegurar así su supervivencia. Antes de la Caída, se le había encomendado “cultivar” y “guardar” el Jardín de Edén (Moisés 3:15). Después de la Caída, se le dijo que tendría que trabajar y mantenerse con el sudor de su rostro.

Moisés 4:23. “Con dolor comerás de ella todos los días de tu vida”.

“Si para dar a luz Eva debía realizar un gran esfuerzo, también Adán debía esforzarse (Génesis 3:17–19; Moisés 4:23) para vivificar la tierra a fin de que ésta produjera. Ambos debían dar vida con sudor y lágrimas, y en ello Adán no fue la parte favorecida. Aun cuando su esfuerzo no es tan severo como el de ella, es más prolongado, ya que la vida de Eva será preservada mucho después de haber dejado de dar a luz —aún así su vida será perdonada— mientras que el trabajo de Adán deberá seguir hasta el fin de sus días: ¡‘…con dolor comerás de ella todos los días de tu vida’! Ni siquiera con la jubilación se escapa a ese sufrimiento” (Hugh Nibley, Old Testament and Related Studies, John W. Welch, Gary P. Gillum y Don E. Norton, eds. 1986, pág. 90).

Moisés 4:25. La muerte vino al mundo.

Con el fin de señalar la falsedad de lo que Satanás le había dicho a Eva (véase Moisés 4:10), el Señor le dijo a Adán: “…pues de cierto morirás” (vers. 25). Adán y Eva experimentaron una muerte espiritual cuando fueron echados del Jardín de Edén y de la presencia del Señor. Se convirtieron también en seres mortales y, por consiguiente, quedaron sujetos a la muerte física.

Moisés 4:27. Dios hizo túnicas de pieles para Adán y Eva.

Véase Génesis 3:21.

Moisés 4:31. Querubines.

Los querubines son “figuras que representan seres celestiales, cuya forma exacta se desconoce. Se ha llamado a querubines para custodiar los lugares sagrados, [se] colocaron dos imágenes de querubines en el propiciatorio… [Éxodo 25:18, 22; 1 Reyes 6:23–28; Hebreos 9:5] y se mencionan querubines en las visiones de Ezequiel [Ezequiel 10; 11:22]” (véase “Querubines” en la Guía para el Estudio de las Escrituras, pág. 172).