
Tu estudio de — El Libro De Mormón
Primera Parte:
1 Nefi Hasta Palabras de Mormón
David J. Ridges Con Joaquín Fenollar
EL LIBRO DE OMNI
Tu estudio de — El Libro De Mormón
Primera Parte:
1 Nefi Hasta Palabras de Mormón
Podríamos dirigirnos a Omni como «Omni Jaromson”. El Libro de Omni comprende un período de muchos, muchos años. En este libro se nos dan antecedentes importantes sobre Mosíah I y sobre el rey Benjamín. Esta información es necesaria para poder entender el contexto del libro de Mosíah. Veremos como las Planchas Menores de Nefi pasan rápidamente de un historiador a otro.
1 HE aquí, sucedió que yo, Omni, habiéndome mandado mi padre Jarom que escribiera algo sobre estas planchas (las Planchas Menores de Nefi), para preservar nuestra genealogía,
2 quisiera, por tanto, que supieseis que durante el curso de mi vida combatí mucho con la espada para proteger a mi pueblo, los nefitas, de caer en manos de los lamanitas, sus enemigos. Mas he aquí, en cuanto a mí, yo soy inicuo (una confesión muy triste), y no he guardado los estatutos y mandamientos del Señor como debía haberlo hecho.
3 Y sucedió que habían transcurrido doscientos setenta y seis años, y habíamos tenido muchas épocas de paz; y habíamos tenido muchas épocas de serias guerras y derramamiento de sangre. Sí, y en fin habían pasado doscientos ochenta y dos años, y yo había guardado estas planchas (las Planchas Menores) según los mandatos de mis padres; y las entregué a mi hijo Amarón. Y así termino.
4 Y ahora yo, Amarón, escribo las cosas que vaya a escribir, y que son pocas, en el libro de mi padre.
5 He aquí, sucedió que habían pasado ya trescientos veinte años, y la parte más inicua de los nefitas fue destruida.
6 Porque el Señor no quiso permitir, después que los hubo sacado de la tierra de Jerusalén, y guardado y protegido de caer en las manos de sus enemigos, sí, no quiso permitir que dejasen de verificarse las palabras que habló a nuestros padres, diciendo: Si no guardáis mis mandamientos, no prosperaréis en la tierra.
7 Por tanto, el Señor los visitó con grandes juicios; no obstante, preservó a los justos para que no perecieran, y los libró de las manos de sus enemigos,
8 Y sucedió que entregué las planchas a mi hermano Quemis.
9 Ahora yo, Quemis, lo poco que escribo lo hago en el mismo libro que mi hermano; pues he aquí, vi que lo último que escribió, él lo escribió de su propia mano; y lo escribió el mismo día en que me lo entregó. Y de este modo llevamos los anales, porque es según los mandamientos de nuestros padres. Y así termino.
10 He aquí, yo, Abinadom, soy hijo de Quemis. He aquí, sucedió que vi mucha guerra y contención entre mi pueblo, los nefitas, y los lamanitas; y con mi propia espada he quitado la vida a muchos de los lamanitas en defensa de mis hermanos.
A continuación, Abinadom hace un comentario más bien triste en cuanto al estado de la revelación continua entre su gente a medida que aumentan en la iniquidad.
11 Y he aquí, la historia de este pueblo está grabada sobre planchas que guardan los reyes, según las generaciones; y yo no sé de ninguna revelación salvo lo que se ha escrito, ni profecía tampoco; por tanto, es suficiente lo que está escrito. Y con esto concluyo.
Amalekí nos dará unos antecedentes muy valiosos sobre Mosíah Primero y sobre el rey Benjamín. Usaremos negrita para señalar estos detalles.
12 He aquí, soy Amalekí, hijo de Abinadom. He aquí, os hablaré algo concerniente a Mosíah, que fue hecho rey de la tierra de Zarahemla; pues he aquí, le advirtió el Señor que huyera de la tierra de Nefi, y que cuantos quisieran escuchar la voz del Señor también deberían partir de la tierra con él hacia el desierto.
Existe un simbolismo para nosotros en la frase que sugiere “huir” hacia el desierto. A veces, tenemos que “huir” de otras personas o de circunstancias debido a las cuales nuestros estándares del evangelio corren peligro. Cuando hacemos esto (si dejamos atrás dichas circunstancias o personas) nos encontramos solos y fuera de nuestra zona de comodidad, como si se tratara de un desierto. Pero si seguimos fieles a través de dicho “desierto”, terminaremos en una «tierra de promisión” en donde Dios nos dará las bendiciones y la seguridad deseada.
13 Y sucedió que obró según el Señor le había mandado. Y cuantos quisieron escuchar la voz del Señor salieron de la tierra para el desierto, y fueron conducidos por muchas predicaciones y profecías. Y continuamente fueron amonestados por la palabra de Dios, y guiados por el poder de su brazo a través del desierto, hasta que llegaron a la tierra que se llama la tierra de Zarahemla.
A continuación, nos van a presentar a los “mulekitas”. Mulek era uno de los hijos del rey inicuo Sedequías (véanse las notas en 1 Nefi 1:4). Según el relato bíblico, a todos los hijos de Sedequías los mataron cuando este fue tomado prisionero y se le dejó ciego. Sin embargo, del relato del Libro de Mormón sabemos que Mulek, de algún modo, escapó y llegó al Nuevo Mundo junto a otros. En el Libro de Mormón no se les llama “mulekitas” pero generalmente se les denomina así en nuestras conversaciones sobre el evangelio.
14 Y (Mosíah y su gente) descubrieron a un pueblo llamado el pueblo de Zarahemla (mulekitas). Ahora bien, hubo gran alegría entre el pueblo de Zarahemla; y también Zarahemla se regocijó en extremo porque el Señor había enviado al pueblo de Mosíah con las planchas de bronce que contenían los anales de los judíos.
15 Y he aquí, sucedió que Mosíah descubrió que la gente de Zarahemla (mulekitas) había salido de Jerusalén en la época en que Sedequías, rey de Judá, fue llevado cautivo a Babilonia.
16 Y (los mulekitas) viajaron por el desierto, y la mano del Señor los condujo, a través de las grandes aguas, a la tierra donde Mosíah los encontró; y allí habían morado desde aquel tiempo.
En el versículo 17 se nos recuerda la necesidad absoluta de tener escrituras y registros escritos.
17 Y en la época en que Mosíah los descubrió, habían llegado a ser numerosos en extremo. No obstante, habían tenido muchas guerras y graves contiendas, y de cuando en cuando habían caído por la espada; y su idioma se había corrompido, y no habían llevado anales consigo, y negaban la existencia de su Creador; y ni Mosíah ni su pueblo podían entenderlos.
18 Pero aconteció que Mosíah hizo que se les enseñara su idioma. Y sucedió que después de haber sido instruidos en el idioma de Mosíah, Zarahemla dio una genealogía de sus padres, según su memoria; y está escrita, mas no en estas planchas (las Planchas Menores).
19 Y aconteció que el pueblo de Zarahemla y el de Mosíah se unieron; y Mosíah fue nombrado para ser su rey.
20 Y acaeció que en los días de Mosíah, se le trajo una piedra grande (la cual contenía algo de la historia de los jareditas) con grabados; y él interpretó los grabados por el don y poder de Dios.
21 Y relataban la historia de un tal Coriántumr (el último jaredita a excepción de Éter) y la matanza de su pueblo (los jareditas; véase el Libro de Éter). Y el pueblo de Zarahemla (los mulekitas) descubrió a Coriántumr; y vivió con ellos por el término de nueve lunas (nueve meses).
22 También relataban algunas palabras acerca de los padres (antepasados) de Coriántumr. Y sus primeros padres vinieron de la torre (la torre de Babel; véase Génesis 11), en la ocasión en que el Señor confundió el lenguaje del pueblo; y el rigor del Señor cayó sobre ellos, de acuerdo con sus juicios, que son justos; y sus huesos (de los jareditas) se hallan esparcidos en la tierra del norte.
El rey Mosíah Primero fue el padre del rey Benjamín. Seguidamente, Amalekí nos hablará sobre los antecedentes del rey Benjamín, cuyo famoso discurso estudiaremos al llegar al Libro de Mosíah.
23 He aquí yo, Amalekí, nací en los días de Mosíah, y he vivido hasta ver su muerte; y su hijo Benjamín reina en su lugar.
24 Y he aquí, he visto una guerra seria en los días del rey Benjamín, y mucho derramamiento de sangre entre nefitas y lamanitas. Mas he aquí, que los nefitas los superaron en gran manera; sí, a tal grado que el rey Benjamín arrojó a los lamanitas de la tierra de Zarahemla.
25 Y aconteció que empecé a envejecer; y no teniendo descendencia (hijos), y sabiendo que el rey Benjamín es un varón justo ante el Señor, le entregaré, por tanto, estas planchas, exhortando a todos los hombres a que vengan a Dios, el Santo de Israel, y crean en la profecía y en revelaciones y en la ministración de ángeles, en el don de hablar en lenguas, en el don de interpretación de lenguas, y en todas las cosas que son buenas; porque nada hay, que sea bueno, que no venga del Señor; y lo que es malo viene del diablo.
Amalekí compartirá con nosotros un testimonio fuerte a medida que alcanzamos el final de sus breves escritos.
26 Y ahora bien, mis amados hermanos, quisiera que vinieseis a Cristo, el cual es el Santo de Israel, y participaseis de su salvación y del poder de su redención. Sí, venid a él y ofrecedle vuestras almas enteras como ofrenda,(ya que Cristo ofreció Su “alma entera” por vosotros) y continuad ayunando y orando, y perseverad hasta el fin; y así como vive el Señor, seréis salvos.
Lo que Amalekí nos dice a continuación, tiene mucho valor para cuando lleguemos a Mosíah 7:1-9. Usaremos negrita para señalar dichas cosas (y también para demostrarte que tú también puedes usar este método de resaltar o subrayar ciertas palabras en tus escrituras para terminar creando frases o uniendo conceptos).
27 Y ahora quisiera decir algo concerniente a cierto grupo que fue al desierto para volver a la tierra de Nefi; porque había muchos que deseaban poseer la tierra de su herencia.
28 De modo que partieron para el desierto. Y su caudillo, siendo un hombre fuerte, poderoso y obstinado, provocó, por tanto, una contienda entre ellos; y todos, menos cincuenta, fueron muertos en el desierto, y éstos retornaron a la tierra de Zarahemla.
29 Y aconteció que también llevaron consigo a otros, hasta un número considerable, y otra vez emprendieron su viaje para el desierto.
30 Y yo, Amalekí, tenía un hermano que también fue con ellos; y desde entonces nada he sabido de ellos. Y estoy para descender a mi sepultura; y estas planchas están llenas. Y doy fin a mi narración.
En Mosíah 7:1-9, retomaremos la historia del hermano de Amalekí y aquellos con los que él fue a la tierra de Nefi, después de que pasaran 79 años.
























